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Sin latidos

Estaba solo en ese departamento que conocía a la perfección, su cuerpo aún estaba un poco débil y la belleza de su rostro había sido remplazada por moretones e hinchazón.

Hacía todo lo posible para evitar mirarse a un espejo, le daba repugnancia su propio reflejo, sobre todo porque aún podía sentir las manos de esos sujetos manosear todo su cuerpo.

Volvió a llorar.

Maldecía su suerte, necesitaba con urgencia hablar con él psiquiatra y los degenerados le habían robado el celular.

Tampoco tenía como llamar al español, que se había ido al hospital.

Buscaba algo con que entretenerse, obviamente que estuviera a su alcance.
Prender la televisión no era viable, últimamente las noticias solo hablaban de Surt. La música era mejor opción.

Al cabo de una hora, escuchó el ruido del elevador privado del piso. Shura había llegado, pero no lo había hecho sólo.

— ¡Afrodita! — gritó llamando a su huésped.

— ¡Estoy en la cocina! — hizo saber su ubicación en el departamento.

El ginecólogo miró al arquitecto con una sonrisa amplia, Aioros le devolvió el gesto.

— Ven — tomó su mano — te lo presentaré.

— ¿A tu ex? ¿No te parece un poco extraño?

— No ¿Por qué? No siento nada por él, solo lo estoy ayudando a recuperarse.

El arquitecto suspiró, para él si resultaba extraño y hasta incómodo. A Shura parecía no darle importancia, él era muy amable y sincero. Le había aclarado de ante mano que el sueco se encontraba en su hogar y lo que había sufrido. Parecía que el corazón del capricorniano se había ablandado por lo sucedido.  No tenia derecho a reclamar.

— Dita, buenas noches ¿Cómo te sientes?

Afrodita se removió incómodo antes tanta atención y preocupación de su ex pareja, ese malestar aumentaba ya que un hermoso doncel lo acompañaba.
No sentía celos ni nada que se le pareciera, el amaba tóxicamente a una sola persona, por Shura sentía un gran aprecio y agradecimiento eterno.

— Estoy bien — contestó agachando la mirada.

— El es Aioros, un amigo — el castaño frunció el ceño con molestia.

— Hola, gusto conocerte — le regaló una cálida sonrisa. Afrodita solo asintió.

— ¿Pido comida?

— Reservé lugares en un restaurante nuevo que abrió — comunico el castaño con toda la intención de sacarse de encima al ex de su interés romántico.

Shura miro al pisciano.

— Vayan ustedes tranquilos, estoy cansado — comprendió la indirecta del otro doncel.

— Siendo así, iré a cambiarme rápido.

Aioros tomo lugar en la isla, frente a al sueco.

— Me contó Shura que cantas — intento sacar tema de conversación.

— Si, lo hacía para un bar. Pero ahora por — señaló su enorme vientre — ya no puedo.

— ¿Puedo? — preguntó señalando su panza.

Dita lo pensó por unos segundos, aún estaba receloso a qué alguien lo toque. Aioros era un doncel inofensivo.

— Claro — giró el banco.

El griego se puso de pie y rodeo la isla, apoyó delicadamente su mano en el vientre.

— ¿Tienes hijos?

— No, pero me encantaría tenerlos algún día. El reloj corre para mí — abrió sus ojos muy grandes — pateo mí mano.

— Ya estoy listo — interrumpió el azabache entrado a la cocina vestido con un traje y camisa negra sin corbata — ¿Vamos? — apoyó una mano en la cintura de Aioros — Ah casi lo olvido, te compré un celular nuevo, ten — extendió la cajita — así puedes llamarme por cualquier cosa.

La ciudad de las luces parecía no descansar, era fin de semana y el movimiento de gente era notable.

Kanon disfrutaba de una cena con su esposa en el restaurante más exclusivo de París.
Aunque disfrutará de la cena, hace 2 días que sentía una angustia inexplicable dentro de su ser, pero a la vez era ajena a él. Sin dudas, su hermano gemelo no la estaba pasando bien y esa pena le pertenecía. Ellos estaban conectados.

Manejaba su deportivo hacía la casa que recientemente había comprado junto a Andrea, una muy grande preparada para toda la familia.

— Te siento tenso cariño — dijo ella acariciando el muslo interno del griego, subiendo lentamente hasta tocar su entrepierna. El sonrió.

— Yo estoy bien, pero siento que Saga no — contestó con un rostro preocupado, cerrando los ojos disfrutando de las atenciones de su joven esposa — quisiera hacerte muchas cosas, pero debo ir a ver a mi hermano. Hace dos días que lo llamo y no me contesta.

La de cabellos rizados paso su movimientos de mano al miembro del gemelo y beso su mejilla.

— Déjame en casa y ve amor — se acomodó en el asiento — te noto preocupado.

— Eres un ángel mí amor — colocó su mano sobre la pierna de Andrea — que te parece si llegamos a casa, te hago unos mimos — le guiñó un ojo — y luego me voy de mí hermano.

— Yo digo que comencemos con los mimos ahora.

La leonina lo miró con picardía, Kanon se perdía en esos verdes tan joviales. Volvió la vista a la carretera, mientras la modelo desabrochaba su pantalón para librar su grueso y firme miembro.

Nunca le importaba que un abultado vientre le dificultara un poco los movimientos, aún así se las ingenio para escabullirse  allí abajo e internarse en la entrepierna de Kanon.

— Aahh — gimió apretando el volante, debía concentrase en la carretera si no se estrellarían — me estás matando amor.

La joven, con agiles movimiento de boca y lengua, le practicaba sexo oral al geminiano.

— Ah ah amor — grito — las cosas que te haré cuando lleguemos a casa.

Una hora después, luego de un encuentro sexual rápido, Kanon se dirigía hacía la casa de su hermano gemelo mayor, Saga.

Al llegar, el deportivo estaba estacionado en la puerta del garaje. El maldito estaba allí y no se dignaba a contestar.

Azotó su mano con fuerza contra la puerta varias veces... Nada, no contestaba.

Enojado, busco la llave de respuesta, que solo él sabía que existía, la encontró debajo de una maseta.

Sin perder más tiempo, se adentro al hogar de su hermano. Estaba todo en silencio y a oscuras. El ambiente olía encierro, cigarrillo y alcohol.

— Cielos Saga — dijo resignado al ver al peliazul acostado sobre el sofá dormido con una botella en la mano y frituras en la otra — ¡Hey! — golpeó su rostro intentando despertarlo.

— Mmh ¡Déjame!

— ¿¡Que rayos contigo Saga!? — lo incorporó — Hermanito ¿Qué te sucede? Jamás te he visto así.

— Está aquí Kanon, lo vi, en los brazos de otro hombre.

— ¿De quién mierda hablas?

— De Aioros, lo vi hoy — contestó tomando otro trago de alcohol — hablé con él pero no me dio atención y luego lo vi con otro sujeto.

— Mierda Saga ¿Aioros? ¿ Ese Aioros?

— No seas idiota Kanon — bramo irritado.

— Si aún lo amas después de tanto tiempo, ¿Te vas a quedar aquí llorando como niña chiquita por que lo viste con otro tipo? Ese no es el Saga que conozco.

— No es cualquier tipo — dijo bebiendo — era Shura.

El gemelo menor tomo asiento junto a su hermano, sabía lo que significaba eso.

— Eso complica las cosas — Saga le extendió la botella y este bebió un trago — hablaste con él, con Shura.

Saga negó con la cabeza — Los vi y me encerré aquí a pensar.

— A pensar ¿A pensar que cosa?

— Una manera limpia de conquistar a Aioros otra vez.

— Se lo sacas y listo.

— No seas imbécil, Shura es mí amigo.

— Y el mío, pero tu eres mí hermano y tu maldita angustia me está matando a mí también.

El griego mayor se levantó con dificultad del sillón.

— Voy por un cigarrillo de esos especiales ¿Quieres?

— No hermano, si llego a casa con olor a esa mierda mí esposa me hará dormir afuera.

— Pues báñate — levantó los hombros.

— Báñate tu que apestas a orina.

— Púdrete. ¿A qué viniste?

— No contestabas los mensajes ni llamadas,  estaba preocupado y mí intuición de gemelo me decía que algo pasaba contigo.

— Todo me pasa — pasó ambas manos por su cabello — lo veo y mí mundo se derrumba ante sus pies, es mí talón de Aquiles hermano, lo vi a los ojos y me di cuenta que lo amo como el primer día que lo vi en la escuela — se dejó caer otra vez en el sofá — estoy desesperado ¡ De todos los malditos hombres aquí viene a engancharse con mí amigo! ¡La puta madre!

— Ya cálmate por Dios, piensa un poco. ¿Dónde vive?

— No lo se, solo me dio una tarjeta con su número — la saco de su billetera y se la dio.

— Arquitecto he... Arquitecto... — pensó por un momento — mierda, ahora entiendo todo.

— ¿ Qué? — preguntó sin entender.

— Si es como lo sospecho, todo tiene sentido — miró a su hermano que estaba bebiendo — deja esa mierda ya. Escúchame, Milo compro un terreno junto a Camus — Saga asintió aún perdido — contrataron a un arquitecto para que se encargue de eso y de los arreglos de la casa de Camus en Versalles — le hizo un gesto con la manos demostrando lo obvio. Saga frunció el ceño.

— ¿ Y que hay con eso? — Kanon se frotó con ambas manos su rostro.

— Milo me dijo que el arquitecto fue recomendado por Cid — Saga aún lo miraba sin entender —Cid, Shura. Dios Saga ¡Sísifo es amigo de Cid!

— ¡Mierda! ¿Milo sabía que estaba aquí? Lo voy a matar.

— No lo creo, Milo solo se ocupa del culo de su novio y Camus del resto. Me dijo que el francés se está ocupando de todo.

— Necesito hablar con Milo, él sabe dónde va a estar.

Habían pasado dos semanas, la cercanía de Shura con Aioros crecía todos los días, al igual que la amistad del español con el sueco.

La convivencia había sido de los más agradable, parecía que habían limado asperezas y el peliceleste se convirtió en un compañero de piso.

Era el día libre del ginecólogo, aunque siempre estaba de guardia, bebía una cerveza sentado en el balcón, disfrutando del reconfortante Sol.

Dita aún usaba muletas, pero había aprendido a desplazarse con agilidad con ellas.

Un grito fuerte alertó al español.

— ¡Shura! — llamó tomando su vientre.

— Dita — nombró agitado por la corrida.

— Ya viene Shura, ya viene.

— Cálmate, deja que te revise e iremos al hospital.

4 horas más tarde, el sueco se encontraba en la sala de parto dando a luz a Mime. Su ex pareja había traído al mundo a su bebé y eso al doncel le parecía tan irreal, pero no le desagradaba en lo absoluto.

— Mira bella rosa, aquí tienes un tu niño — un español sonriente hizo entrega del recién nacido a su papá. Estaba feliz, amaba su profesión y el nacimiento de un niño siempre era un milagro — es coloradito — agregó sin dale demasiada importancia.

Afrodita lloró de alegría y dicha al ver por primera vez a su pequeño. Tenía el pelo color naranja igual que Surt pero era delicado y precioso como él. Era perfecto, Mime era perfecto.

Degel se encontraba junto a la cama donde Kardia seguía en coma. Es sus manos tenía un sobre con los resultados de los análisis que semanas antes había pedido, no se animaba a leerlo.

Aún lloraba cada vez que veía a su esposo dormido, perdido del mundo. Tomaba su mano y la besaba con amor.

— No sabes cuánto te extraño mi amor — 5 meses había sido demasiados para él — te necesito conmigo Kardia.

Degel apoyó su cabeza en el pecho del griego, derramando sus lágrimas allí, como si estás pudieran bañar el corazón de su amado y curarlo.

Kardia sintió su angustiada y se removió aún dormido. Sus latidos se aceleraron.

— Degel — llamó Camus desde la puerta — voy a mí oficina, termino de hacer una recetas y nos vamos — su hermano asintió.

Ya en la tranquilidad de su consultorio, el francés realizaba recetas para sus pacientes, las cuales le dejaría a su secretaria para que las enviara por correo.

Un sobre se deslizó debajo de su puerta, extrañado lo tomo para luego leerlo.

" Querido Camus: ... "


Afordita no paraba de mirar a su bebé, estaba completamente enamorado del pequeño Mime.

Se veía tan frágil y tierno que sacaba su fuerza desde el interior para luchar y vivir por ese niño.

Esperaba que Shura venga a visitarlo, la pediatra ya había hecho su ronda y el español hacía lo mismo dejándolo a él para el final.

Sintió unos golpes en la puerta, y luego se abrió dejando ver a la última persona que quería ver en ese momento.

— Surt ¿Qué haces aqui? — preguntó receloso sostenido más fuerte a su hijo.

— Vine a conocer a mí hijo — decreto serio.

El ruso se acercó hacía la cama y amablemente le pidió al sueco que le dejará cargar al pequeño. Afrodita lo pensó por unos segundos, le tenía miedo.

Extendió sus brazos y le entrego al recién nacido.

— Es hermoso — dijo mientras admiraba al bulto en sus brazos — se parece a ti.

— Surt ¿Que quieres?

— Solo quería verte y conocer a ... — lo miró.

— Mime.

— Mime, que lindo nombre tienes pequeño — jugó con sus diminutas manos — tiene mí cabello.

— Te dije que era tuyo y podríamos haber sido una hermosa familia.

— ¡¿ Que mierda sucede aquí?! — espeto Shura entrando a la habitación y asustando a todos allí — explícame que haces aquí maldita basura.

El español le fue encima al ruso sin descifrar aún la escena frente a él.

— Vine a ver a mí hijo — contestó desafiando al español.

— ¿Tu hijo? Afrodita ¿Es su hijo? — cuestionó indignado. El sueco estaba en silencio mirándolo suplicante — ¡ Responde maldita sea!

— S-si, él es su padre — respondió atemorizado.

— ¡No puedo creerlo! Es increíble.

— Cálmate Shura — habló Surt.

— Tu — lo tomó de la ropa — maldita escoria, engañaste a Camus y abandonaste a Afrodita que estaba esperando tu hijo.

— ¿Y a ti que te importa? — contestó soltando el agarre — lo defiendes ¿Sabes que hizo tu perfecta rosa a tu amado amigo? — hablo en tono de burla, poniendo aún más pálido al doncel — él fue el causante de que Camus abortara — soltó.

— ¿Qué? — Shura no creía lo que escuchaba.

— Dile, cuéntale cómo me contaste que le diste un batidor abortivo.

— ¡Basta! — lloriqueo el peliceleste.

— ¿Eso es verdad? — silencio — ¡Contesta!

— Si — confesó al fin.

— ¿Cómo pudiste hacer eso? Hacerle eso a Camus, casi lo matas, casi muere por tu culpa. Me das asco, eres un  maldito — espeto ciego de ira.

Surt aprovecho la distracción de Shura para irse de la habitación antes que el personal de seguridad llegará debido al alboroto que están haciendo.

Se encerró en su viejo consultorio.

— Lo siento, de verdad lo siento — lloraba con el niño en brazos.

— ¿Cómo pudiste? — el ginecólogo también derramaba lágrimas.

— No sabía lo que hacía, perdóname.

— Jamás, te perdoné lo que me hiciste a mí , pero nunca te perdonaré lo que le hiciste a Camus — señalaba con su dedo hacia el sueco — le mentiste, te hiciste su amigo, te mentiste en su casa, te acostaste con su esposo y lo peor le provocaste un aborto — se tiraba del su cabello negro — eres un ser despreciable, no quiero volverte a ver en mí puta vida, Afrodita. Para mí estás muerto.

Sin decir más nada, Shura abandonó la habitación en busca de Surt con toda la intención de matarlo a golpes.

— ¡Shura! — grito desesperado Afrodita asustando a Mime, provocando su llanto.

Degel seguía recostado junto a Kardia mientras le cantaba una canción en griego, una que Kardia le había dedicado la primer noche que pasaron juntos.

"Camine agachado y siempre solo
Este ascenso y este frío
Y en el cielo negro, tu eras la luz

Ámame y háblame con ternura
Cuando estés sediento, pídeme un beso
Apoyándote sobre mí corazón

Borra las tormentas, cura mis heridas
Ocultando el vino en tu beso
Y las noches claras en tu dulce mirada..."

Un alboroto de gente se desarrollaba en los pasillos de área de cardiología.
Degel no le dio importancia y siguió cantando al oído a su esposo mientras acariciaba suavemente su cabello color azulado.

" — Señor Andreev, salga inmediatamente de la oficina. "

Un guardia gritaba.

"Ámame y háblame con ternura
Cuando estés sediento, pídeme un beso
Apoyándote sobre mí corazón"

El corazón de Kardia comenzó a fallar, los monitores que controlaban el cuerpo del griego comenzaron a chillar sonoramente alertando no sólo a Degel, que con el terror en su rostro, si no tan bien a Camus y el personal médico.

Llegaron a la habitación como si fueran perseguidos por el mismo diablo.

Todo pasaba en cámara lenta ante los ojos del peliverde, estaba en shock y solo podía ver como el cuerpo del amor de su vida se sacudía violentamente.

Su corazón se detuvo.

— ¿Camus? — preguntó desorientado — ¡Camus! — gritó desesperado.

— Saquenlo — ordenó su hermano menor mientras se preparaba para reanimarlo.

— ¡No te atrevas! — chillo Degel mientras era arrastrado fuera del lugar — ¡Sálvalo! ¡Sálvalo Camus!.

— Vamos Kardia reacciona — shock al corazón, nada — vamos Kardia, mí hermano te necesita — Nada.

— Doctor, no hay latidos.

— No, maldito no te puedes ir — shock.

Camus no sé rendiría.

"Surt Andreev, último llamado, sal por la buenas o entraremos a la fuerza. Usted está detenido"

Un disparo se oyó al mismo tiempo que el chillido constate de los monitores de Kardia  indicaba que no había latidos.

— ¡No! ¡Kardia! — gritaba Degel arrodillado en el pasillo.


Hola mis bellos lectores.
Les dejó un nuevo capítulo.
No me maten.

Gracias por leer.

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