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One and only

Nota: la canción de portada fue una inspiración para el capítulo.

La charla con Milo lo había sacudido a niéveles inimaginables. Su cuerpo se sentía endeble por el terrible sinceramiento que ambos habían tenido hace un par de horas.

Aún seguía en el departamento de Shura, vestido con su ropa y escuchando la última canción que se reprodujo en aquellas paredes.

"Solo el amor puede doler así" y vaya que tenía razón, en ese momento el amor apestaba para él.

Sentia la peor persona del mundo, la culpa era su única compañía junto con el whisky allí.

Lastimó a Milo y Shura en su proceso de descubrir  realmente cuales eran sus sentimientos.

¿Qué haría ahora? ¿Iría a buscarlo llevarle todos su mierda a él? Ni siquiera sabía si lo aceptaría, empezando que aún tenía que encontrarlo.

Lo había lastimado tanto que pensaba que no merecía una oportunidad con el español.

Su cabeza dolía de tanto pensar en las posibilidades que tenía de volver a verlo.

Dejó la botella a un lado, el alcohol solo empeoraba la situación. Una ducha sería mejor.

Luego de unas horas revolcándose en su propia miseria.

Decidido que así no llegaría a ningún lado. No podía esperar a que por milagro Shura decidiera volver. Debía de ir a buscarle y si aún lo aceptaba pues confesarle que también lo amaba, que había sido imbécilmente ciego y jamás se había dado cuenta que confundió el sentimiento de amor con amistad.

Abandonó el piso del capricorniano para dirigirse con la única persona que sabía el paradero de azabache, Cid.

Manejó tranquilo hasta Versalles, pensando que le diría a su colega. No tenía muchas opciones en si más que la verdad. Que tarde se había dado cuenta que amaba a su hijo, que Milo habia tomado la iniciativa de divorciarse, por el bien de los dos y que necesitaba encontrar a Shura.

Lo único que esperaba que Cid no se tomara a mal todo está locura ya que era bastante protector con su único hijo.

Se miró en el espejo del retrovisor, tenía una cara de destrucción total al beber y llorar por horas, que más daba, era como se sentía en ese momento y quizás el cardiólogo se apiadara de él al verlo en ese estado.

Masajeó un poco sus ojos con las yemas de los dedos para aliviarlos y bajar un poco la hinchazón.

— Buenos días Camus — saludó Nuria una vez que abrió la puesta.

— Buenos días Sra. Maldonado — respondió cohibido y nervioso.

— Oh cariño, dime Nuria, te conozco desde que usabas pañales.

La castaña lo invitó a ingresar a la mansión mientras llamaba a los gritos a Cid que enseguida se unió a ellos en la sala.

— Hey Camus — saludó el mayor palmeando la espalda del acuariano — que bueno verte aquí — hablaba mientras observaba extrañado el rostro del menor — ¿Quieres beber algo?

— Café esta bien, por favor.

La española se dirigió a la cocina para preparar el café mientras los hombres hablaban.

— ¿Está todo bien? — preguntó preocupado con obviedad por el rostro desfigurado del cardiólogo.

Camus suspiró antes de contestar, se tomó su tiempo para juntar valor y afrontar al que quería que en un futuro sea su suegro.

— ¿Me creerías si te digo que está todo bien y todo mal al mismo tiempo? — suspiró por enzima vez.

Cid lo miró inquisitivo por unos escasos segundos, cruzó sus piernas de forma elegante.

— Podría ser — respondió con curiosidad intentando descifrar al doncel frente a él y se imaginaba que era puesto a que tenía la palabra Shura escrita en toda la cara — ¿Te gustaría iluminarme?

Camus se inclinó hacía adelante, lo suficientemente para apoyar los codos en sus rodillas, miró a el español que le devolvía la mirada expectante esperando a que diga algo.

Por unos segundos, su mente busco las palabras acertadas o al menos las correctas para que el otro hombre entendiera la situación y le diera la ubicación de su hijo y para eso, la única manera era comenzando por el principio y verdad.

Volvió a suspirar, que más daba, desnudar sus sentimientos y pesares era la única manera y esperaba que eso le fuera suficiente a Cid.

— Amigo — comenzó — el día de mí boda — trago grueso, pues eso aún para él era algo difícil de recordar — antes de que Shura se marchara, confesó que me amaba — bajó la mirada. Cid quiso decir que "eso ya lo sabía" pero el rostro de francés daba a entender que decir aquello le estaba costando asi que optó por callar y seguir escuchando, dándole su espacio a Camus, solo se limitó a asentir con la cabeza — y desde eso todo cambió en mí vida — volvió a mirar los ojos de español — al principio todo fue — pensó un poco — ¿Normal? Pero con el paso de los años, su ausencia comenzó a pesar... Demasiado — volvió a bajar la mirada hacia sus manos — y ... Y me he dado cuenta que él significa más en mí vida de lo que me había dado cuenta. Yo... Yo lo amo Cid, lo amo más que a nada en este mundo y te aseguro que no es un amor de amistad — se sintió aliviado una vez dicho eso.

— Pero aún sigues con Milo — hablo tajante observándolo con seriedad.

— No, ya no estamos juntos.

— Camus — llamó con asombro — ¿Cómo..?

— Mí matrimonio en estos años ha ido de mal en peor. Me he perdido en mí propia miseria lastimando a Milo en el proceso — su voz comenzó a temblar — no pude amarlo, no como lo hago con su hijo — Cid lo único que pudo fue abrir la boca y miró hacia un costado a su esposa que estaba parada en la entrada sosteniendo la bandeja con las bebidas calientes, ha de saber hace cuando tiempo, escuchando la confesión del francés — él decidió acabar con todo esto y me pidió el divorcio, algo que yo no pude hacer porque soy un estúpido, un cobarde — el galo dejo salir el llanto que tenía acumulado en la garganta desde que comenzó a hablar.

— Lo siento mucho Camus, de verdad que lo siento.

Luego de aquello, Cid tenía una idea del por qué su colega se había presentado en su  hogar, sin embargo, necesitaba escucharlo de la propia boca de Camus, porque si daría la ubicación de su hijo para que él lo vaya a buscar, debía de estar seguro que no lo lastimaría y que estaba haciendo lo correcto.

— No importa — se removió incómodo en su lugar, lo que menos quería en ese momento era lamentarse con su próximo divorcio cuando todo su ser necesitaba abrazar a Shura en ese momento y para eso necesitaba encontrarlo — Lo amo Cid y necesito por favor que me ayudes a encontrarlo y decir algo estás mismas palabras a él, en persona.

El galo lo observó como si fuera un cachorro golpeado, estaba suplicando con cada célula de su cuerpo, porque así era, le estaba pidiendo por favor que le indicara donde estaba su hijo para ir a buscarlo.

El español miró en dirección a Nuria, que seguía como estatua, le hizo seña con los ojos para que reaccionara y se ubicará a su lado, seguramente el café estaba tibio y supuso que eso era lo de menos en este momento.

La castaña camino la distancia hacia los dos hombres y se sentó al lado de su esposo.

— Hablé con Shura hace dos días — comenzó con voz pausada, obteniendo la atención del menor — Está en Siberia, en un pueblo alejado — informó simplemente — Camus, si de verdad lo amas y tienes buenas intenciones, ve a buscarlo. Pero no lo dañes — advirtió — si vas, házlo con las intenciones que traerlo para que al fin este contigo, y si no acepta y te a olvidado pues, te la bancas porque está en todo su derecho — habló severo — no tengo ni idea de sus sentimientos en este momento pero creo que el tiene el derecho de escuchar tu confesión — y por dentro estaba seguro que eso a su hijo le encantaría — cariño — se dirigió a Nuria — tráeme el celular por favor — la mujer asintió y se retiró en busca del móvil — te mandaré la ubicación por mensaje.

Camus, movido por los sentimientos de agradecimiento y alivio que sentía en ese instante, se levantó de su lugar recorriendo la distancia que lo separada de Cid para abrazarlo. Aún estaba llorando.

El español lo abrazó como un padre abraza a su hijo, porque así lo sentía. Camus era como un hijo para él, desde que nació hasta que se convirtió en un excelente profesional. Estaba orgulloso de él, de la persona que era y lo cambia duda alguna del por qué su hijo se había enamorado perdidamente de él.

Solo esperaba que aún sintiera lo mismo.

Sentado en la sala de espera en el aeropuerto, miraba su pasaje y pasaporte como si todo lo que estaba viviendo era surrealista.

Milo lo había incentivado a ir en busca de Shura, su verdadero amor. A pesar del desahogo que habían tenido hace un día, y las cosas que se habían dicho, sobre todo el hecho de que Camus no lo amaba como quería.

Decidido llevarlo al aeropuerto.

No había caso que se pusiera en el papel de ex esposo tóxico cuando nunca había hecho semejante cosa con Shaina y no empezaría con el acuariano.

No era una mala persona y sabía admitir sus derrotas.

Había cosas más importantes en juego que unos estúpidos celos y un corazón roto.
Esos motivos tenían nombre y apellido y lo estaban esperando en casa.

Le había prometido al galo que cuidaría, de todos lo niños, el tiempo que sean necesario para asegurarse de que Shura volviera a Francia.

Estaba nervioso, no podía negarlo. Su pies se movía frenéticamente, hasta el punto de que su cuerpo comenzara a sacudirse también.

Estaba a la expectativa al llamado de abordar su vuelo. Ansioso se comía las uñas.

En su mente repasaba lo que le diría a Shura una y otra vez. Solo esperaba que el caprino no lo mandara a volar.

"Hey, me alegro que me ames pero ya te olvidé"

Dios, eso sería una tragedia.

De solo pensar en esa posibilidad, le dio ganas de vomitar.

Bebió un poco de agua para trata de calmarse o le daría un ataque de pánico allí mismo.

Luego de una hora más de agonía interminable, como si el universo confabulara contra él y lo hiciera esperar en ese estado de tortura un rato más, el tan esperado llamado al fin se dejó oír en el alto parlante.

No tenían una idea de cómo odiaba el frío y si embargo allí estaba, a punto de abordar un avión directo a unos de los lugares más fríos de mundo.

Solo por Shura haría tal cosa.

Luego de un viaje, que a su parecer había sido el más largo y tedioso de toda su vida, Camus aterrizó en Siberia. Lo peor no había terminado aún, ya que el pueblo donde Shura se encontraba se ubicaba a unos cuantos kilómetros.

Tan sólo basto observar el exterior a través de las puertas de vidrio y ver la nieve para que su humor empeorara. Odiaba el frío y allí estaba, en busca del hombre que amaba.

Pacientemente, espero el colectivo que lo llevaría del aeropuerto hasta el pueblo. Aún no se decidía si buscarlo directamente o pasar por el hotel.

Necesitaba verlo con urgencia, tenerlo, olerlo, sentir el calor que tanto le hizo falta durante los últimos cinco años. Sin embargo, la realidad era que no podía ir con los bolsos y la ropa que tenía puesta hace al menos dos días.

Con los nervios calando su piel, se subió al bus con destino a su amor.

Cuatro horas después, con el cuerpo adolorido de estar sentado, llego a un pequeño y modesto hotel del silencioso y desolado pueblo.

Una habitación sencilla le dio la bienvenida, solo bastaba con una cama para poder descansar después de un viaje realmente largo y agotador.

Un baño caliente y reparador era todo lo que en ese momento necesitaba.

Se acostó en la cama, su cuerpo se sentía ansioso y no lograba calmarlo. Su pensamientos se remolinaban en su mente y los nervios le jugaban una mala pasada.

¿Y si lo había olvidado? Dios, no deseaba pensar en eso o moriría en ese mismo instante.

Y con el miedo a flor de piel, logró dormir dos horas.

Ya luego, cuando estuviera en condiciones iría en busca de Shura a la dirección que le había pasado Cid.

Con las energías renovadas, se vistió con la ropa de abrigo en dirección a la casa de Shura.

Decidió ir caminando, el pueblo era pequeño y con unas sencillas explicaciones por parte del encargado del hotel llegaría fácilmente.

Pisando nieve, caminaba por las calles tenuemente iluminadas por las luces de la calle, no había un alma en el exterior. Solo se podía escuchar ruido de gente proveniente del único bar del lugar.

El frío que sentía era insoportable y rogaba que el caprino tuviera calefacción. Se preguntaba cómo la gente podía vivir en una clima tan extremo como esté.

Siguiendo las indicaciones al pie de la letra que me había dado el señor del hotel, llegó a una pequeña y acogedora cabaña, suspiro nervioso, al menos no estaba muy lejos.

Se quedó contemplando el frente de la casa sin animarse a tocar timbre. No sabía que es lo que le detenía, quizás el miedo, no lo sabía.

No supo cuánto estuvo allí parado, hasta que la voz de una joven lo saco de sus pensamientos.

— Disculpe ¿Busca al médico? — preguntó Mayura al doncel que se encontraba parado en la entrada de su casa.

Camus observó a la mujer, tan bella que sostenía unas bolsas de compras. La miró extrañado mientras sacaba las llaves de la puerta.

— Eh si — logró responder aterrado de ver a la mujer abrir la puerta donde debería vivir Shura e inevitablemente su cabeza de amontona de preguntas y posibles escenarios que los tenían a ellos de protagonistas.

Mayura lo miró intrigada. No reconocía al doncel que tenía paradero en la puerta, no lo había visto antes en el pueblo y le parecía sumamente extraño ya que tanto Shura cómo ella, brindaban atención médica a todos allí. Era imposible que un turista fuera a parar a ese pueblo inhóspito y olvidado del mundo.

— ¿Te encuentras enfermo? — le preguntó inspeccionando al hombre. Abrió la puerta de la cabaña y lo invitó a entrar, si el doncel necesitaba ayuda no dudaría en dársela — ven pasa que llamaré al Dr. Maldonado.

Y tal cosa no hizo falta porque apenas enteraron, el capricorniano salía del baño con sus pantalones de chándal negros justo en el momento que se colocan una camiseta sin mirar a su nuevo invitado.

— Hey, trajiste la comida Mayu... — Shura termino de colocarse la camiseta al mismo tiempo que miraba a Camus cómo si hubiera visto un fantasma. Absorto al ver a la persona que tenía enfrente, solo pudo quedarse allí parado contemplando esos bellos ojos que lo miraban con un brillo que no lograba descifrar — ¿Cam? Pregunto aún dudando, como si lo que veía frente a él era un espejismo, como si su mente se había vuelto loca de tanto extrañar a su amigo y ahora lo estaba imaginando allí.

La morocha miró a cada hombre sin entenderlo nada.

— ¿Se conocen? — preguntó a ambos.

— Si, yo... — el acuariano no sabía que contestar, su mente solo pensaba que ellos estaban juntos y él había ido en busca de una ilusión, de algo que ya no existía. En ese momento todo su mundo se vino abajo junto con sus ganas de vivir.

El acuariano observó casi sin aire la belleza del capricorniano, los años no habían pasado para él y seguí siendo condenadamente atractivo y varonil cómo lo recordaba.

Shura pensó exactamente lo mismo al verlo, que a pesar de sus 40 años, Camus ers belleza personificada, conservaba ese perfecto y delicado rostro junto con la elegancia y finura que siempre lo caracterizó. Aún le parecía el ser más hermoso y perfecto en la tierra.

Shura luego de quedarse como estatua mirando al galo, al fin pudo reaccionar.

— Él es Camus, un viejo amigo — respondió buscando las palabras adecuadas — ¿Cómo me encontraste?

— Yo... — se sentía terriblemente fuera de lugar allí y más con el modo en el que Shura le estaba hablando — tu padre me dijo dónde estabas, he venido a buscarte Shura.

— ¿Y Milo y los niños? ¿Haz venido con ellos? ¿Dónde están? — cuestionó aún mirando desde su lugar al acuariano.

Mayura al entender de quién se trataba su visita, decidido darles su espacio e irse a su habitación luego de dejar las compras en la mesa.

Camus al ver qué la mujer le daba palmadas en el hombro al ginecólogo antes de retirarse, sintió una fuerte presión en el pecho. Tenías ganas de llorar.

— No, no entiendes. He vendido yo sólo, a buscarte a ti — respondió con voz temblorosa — he viajado horas solo para verte, he venido hasta aquí para decirte que te amo Shura, te amo como a nada en este y no puedo vivir sin tu presencia en mí vida, porque desde que te fuiste no hubo un día en que no pensara en ti, que te necesitará, porque tu ausencia solo ha hecho que mí corazón muriera un poco cada día y he venido con la intención de llevarte conmigo, a casa — al ver qué Shura no reaccionaba, su corazón se rompió el mil pedazos sintiendo que se estaba quedando sin aire — pero veo que he llegado tarde — siguió — lo siento yo ... — no puedo seguir hablando porque si lo hacía, se largaría a llorar sin parar.

Sin más se dio media vuelta con la intención de retirarse de allí.

Una fuerte mano lo detuvo de su fuga, sosteniéndolo de su brazo. La mirada de Shura era penetrante y sorprendida a la vez.

— Repite lo que haz dicho — pidió con voz gruesa — dilo otra vez — exigió.

— He venido a buscarte — respondió con dudas.

— No, lo otro.

— Te amo — respondió suspirando — pero es tarde, tu estas con ella y yo no tengo nada que hacer aquí.

En ese momento todos los sentimientos del azabache volvieron a golpearle cómo un violento huracán, cada recuerdo de ellos se hacían presentes como si no hubieran pasado cinco años separados y sin contenerse más, lo abrazó como si su vida dependería de ello. Dejando aflorar todo lo que había guardado en lo más recóndito de su corazón permitiendo a sus sentimientos volver.

El francés se aferró a su cuerpo como si se fuera a desmayar y caerse al suelo allí mismo.

Luego de romper el emotivo abrazo, Shura necesitaba hacer solo una pregunta y era la más importante.

— ¿Y Milo? — solo eso necesitaba y sabía que Camus lo entendería perfectamente — no tiene caso todo esto si tú... —

— Ya no hay nada entre él y yo — respondió mirando sus hermosos ojos verdes — yo te amo a ti. He vendido hasta aquí, a un lugar horriblemente frío a buscarte porque te elijo a tu Shura y quiero estar junto a tu el resto de mí vida. Si tu eso quieres.

Shura se quedó pasmado por la confesión, y la alegría de saberse por primera vez elegido por alguien era reconfortante y más si esa persona era el amor de vida. Porque nunca nadie estuvo con el porque realmente le amara ni lo eligieron sobre nadie más.

— ¿Dejaste a Milo por mí? — cuestionó impresionado por la información.

— Si, fue por ti, porque te amo, siento haberme tardado tanto, debi darme cuenta antes cuando estabas a mí lado y siento que tuviéramos que haber pasado por todo esto para darme cuanta de que realmente siempre fuiste más que un amigo. Eres mí otra mitad Shura, mí sustento, mis alegrías, un compañero. Eres todo Shura Maldonado, todo en mí vida.

Y que Camus le dijera que había dejado a Milo y viajado solo para buscarlo era lo único que podía pedir en su vida y no importaba que hayan pasado tantos años, él lo seguía amando igual que el primer día.

Camus lo observó con los ojitos vidrioso, mareado por el aroma del perfume de Shura, cerró sus ojos aspirando fuerte, no sé había dado cuenta de cuánto extraña su olor.

— Ella es solo mí compañera de trabajo — respondió al fin a la pregunta que sabía que el doncel se estaba haciendo internamente — no estamos juntos — también te amo Cam, nuca deje de hacerlo.

Sin más, acercó al galo hacía su cuerpo y lo besó, apasionadamente cómo nunca lo había hecho antes.  Y ese beso no era igual a los que pocas veces le había dado, porque ese beso a diferencia de los otros, tenía sabor a amor.

Camus respondió al beso con la misma intensidad, apretándose más a su cuerpo si es que eso era posible. Jadeando en su boca debido al placer que le daba tenerlo de esa manera.

Lentamente, sin cortar en ningún momento aquel exquisito beso, fue quitando la campera de abrigo del galo.

Shura decidió que en un momento así, las palabras sobraban y no había mejor manera de demostrar que aún lo amaba que arrastrarlo hacía la cama.

Y eso fue exactamente lo que hizo.

Por un momento dejaría todo ese raciocinio que siempre había tenido con él y de una vez se dejaría llevar por el deseo y  hacerle el amor como siempre había querido. Ya nada los ataba, ya no había alguien que se lo impidiera.

Con fuerza y firmeza, agarró el trasero del galo y lo levantó como si de una pluma se tratara, con toda la intención que enredara sus largas y torneadas piernas en su cintura.

Sin parar ni un segundo de besarlo con esas ganas que había acumulado hace años, camino despacio hasta su habitación.

Lo recostó en la cama con todo el cuidado del mundo, como si ese delgado cuerpo fuera un delicado cristal, sin más el azabache se recostó sobre él, para brindarle más besos de su propia cosecha.

Las ansias de verlo por primera vez desnudo, tan entregado para él, hacían que su cuerpo temblara de la emoción. Mientras sus labios abandonaba la boca del francés y bajaba por su blanco y estilizado cuello, disfrutando del aroma que su piel desprendía.

Los jadeos que la boca de Camus soltaba, era la más agradable melodía que podría haber escuchado, y sus manos, impaciente por acariciarte la piel de porcelana, no podían quedarse quietas al tocar tal belleza.

Separándose lo suficiente para desabotonar la camisa del doncel. Miraba sus ojos fijamente.

Dios que hermoso que eran, tal y como los recordaba, tan azules como el mar profundo. Deseaba ahogarse en ellos por el resto de su vida.

Observaba el pecho blanco de Camus, la respiración agitada haciendo que su pecho subiera y bajara con velocidad.

El galo se dejó hacer por el hombre experto que tenía arriba suyo, estaba a su merced y eso le encantaba. No se sentía extraño por estar con el que antes era su mejor amigo, al contrario, nunca se había sentido tan a gusto un nadie. Se conocían hace años, como si fueran la mitad del otro, como si lo conociera de memoria.

— Te amo — se le escapó entre jadeos por las atenciones de español en sus pezones.

Tan solo con escuchar esas palabras, el miembro de Shura latió de emoción. Dios escucharlas salir de sus amigos fue mejor de lo pensó y podría acostumbras a ello.

Abandonó el pecho del francés para volver a su boca y besarla una vez más, está vez de forma lenta y dulce.

— También te amo — contestó en el medio del jubilo de saberse al fin correspondido.

Abandonó el cuerpo de aguamarina con la intención de sacarse su camiseta, y cuando estaba por llevar sus manos a esta, otras se le adelantaron tirando de la tela hacía arriba, para luego terminar de sacarse su camisa.

El galo se relamió ante tan perfecto y marcado abdomen. Sin poder contenerse, acaricio la piel frente suyo, tan suave, tan firme.

Ansioso por seguir besando aquél cuerpo que por años se le había escapado, Shura se paró sobre el piso y de movimientos ágiles desabrochó y retiro su pantalón junto con la ropa interior.

Camus lo observó cada movimiento embelesado, admirando sus piernas y si miembro ya bien duro. Se lamió los labios inconsciente.

Shura sonrió.

Movido por el incontrolable deseo, se sentó en borde de la cama con la intención de tomar entre sus manos ese trozo de carne apetecible y devorarlo con su boca con hambre. Y así lo hizo haciendo que la piernas del español temblaran de placer.

Los graves gemidos del ojiverde se escuchaban por toda la habitación.

Inconsciente, llevó ambas manos a la cabeza de Camus con la intención de dejarse llevar por el placer que su boca le estaba haciendo sentir. Sin embargo, por más que le encantara lo que el cardiólogo le estaba haciendo, no quería acabar de esa manera. Tenía toda la intención de disfrutar aquel momento lo más lento posible.

Salió de la boca del acuariano, ganándose una protesta de parte de éste.

— Ven aquí mí amor.

Ayudó a que se recostara otra vez sobre la amplia y cómoda cama. Tomó de la mesita de noche el lubricante para luego colocarse nuevamente sobre él.

Los besos apasionados se hicieron nuevamente presentes, ahogando los gemidos del otro en su boca.

Sin abandonar sus labios, desabrochaba el pantalón del galo que tanto le impedía terminar de sentir cada centímetro de esa piel aterciopelada.

Ayudado por los pies de mayor, le fue quitando las prendas que restaban para dejarlo completamente desnudo como él.

Shura rozaba, intencionalmente, su duro y vigoroso miembro contra el del otro, simulando embestidas arrancando nuevos sonidos eróticos por parte del doncel bajo su cuerpo.

— Ay Dios — gimió excitado — Shura, esto... Es muy delicioso — el español sonrió complacido — tómame — pidió extasiado por sentir sus cuerpos rosándose.

— Shhh tranquilo — le susurró al oído sin dejar de moverse.

Vertió un poco de lubricante en sus dedos para preparar la entrada que lo recibirá. Se acomodó entre sus piernas acariciando sus apetitosos muslos.

Apenas metió dos dedos, volvió a devorar la boca de Camus, tragándose sus gemidos de placer y sorpresa, simulaba pequeñas embestidas que eran respondidas con movimiento pélvicos por parte del francés.

Introdujo un tercero dedo en su interior, haciendo movimientos en círculos, abriendo más que ella entrada.

— ¡Oh Dios! — gritó está vez.

Untó el lubricante restante en su pene erecto y lo penetró muy lentamente, sintiendo cada espasmo y centímetro del interior de su amado.

Un gemido ahogado de placer por parte del menor acompaño el momento. Sentir al fin su interior fue la gloria para su alma.

Hizo falta una única penetración, tan profunda, metiendo todo su miembro hasta tocar el punto sensible del doncel bajo suyo.

Camus gritó nuevamente clavando sus dedos en las caderas del pelinegro.

Las estocadas eran lentas, profundas y largas. Saliendo apenas de su interior para volver a enterarse con más fuerza aún.

Quería disfrutarlo, saborear esa primera vez al máximo.

Camus atino a darse la vuelta, sabía que esa posición era la predilecta del capricorniano según su amigo. Sin embargo, fue detenido por un fuerte agarre, obligándolo a quedarse boca arriba.

— No te des la vuelta — exigió entre jadeos sin dejar de penetrarle — quiero hacerte el amor, mirando tus rostro y tus bellas expresiones.

Así era, Camus no era uno más del montón. Él era especial, el único amor de su vida.

Lo besaba lentamente, disfrutando del sabor de sus labios mezclado con el suyo, acariciando la piel blanca de porcelana.

El tacto de sus manos le quemaba, su cuerpo vibraba extasiado por todas las emociones que sentía en ese momento.

Shura se sentó en la cama, llevándose a Camus con el para sentarlo sobre sus piernas, adentrándose nuevamente en su interior.

Abrazándolo, acariciando su espalda sudada por el fuego en que su cuerpo de había convertido.

Venerando cada parte de su anatomía como si fuera una obra de arte.

Internó su mano en la cadera baja del francés y la otra en los omóplatos, ayudándolo en los moviéndose de caderas que hacia el acuariano.

Inclinó su cabeza para besar ese cuello que le estaba regalando y le sabía placentero lamerlo y morderlo mientras lo penetraba con un poco más de fuerza.

La mente de Camus estaba hecha un desastre, no lograba pensar en nada coherente, su cuerpo estaba al límite y solo se concentraba en el placer que su compañero le daba.

Y cuando Shura reforzó más el agarré de sus manos, atrayendo aún más a su cuerpo con estocadas rítmicas, golpeando con la punta de su pene certeramente en su protesta, no pudo hacer otra que correrse entre los dos, soltando un gemido tan violento como sonoro.

Aún confundido por el explosivo orgasmo, sentía su cuerpo sacudirse en los brazos del ibérico que buscaba su propio clímax.

Al sentir el interior de Camus contraerse tan deliciosamente, apretándose más a su carne, solo bastaron tres estocadas más para que se vaciara completamente dentro de él.

Extasiados, cansados por la danza erótica que se había desatado en aquella cama, ambos se recostaron con la reparación agitada.

Shura lo abrazó y beso su frente perlada por el sudor mientras acariciaba su pecho.
Camus cerró los ojos disfrutando de los mimos y el momento.

— Eso fue — rompió el silencio — increíble — Shura volvió a besarlo, riendo por las palabras de su amante.

— ¿Te quedas a dormir? — preguntó sin dejar de abrazarle.

— ¿Si tu quieres y a tu compañera no le molesta?

— A esta altura seguramente se habrá ido al bar — bromeó — ¿Tienes hambre?

— Un poco.

— Bien, te prepare algo rico mientras hablamos en la cocina. Supongo que hay muchas cosas que pasaron estos últimos años.


Mientras Shura cocinaba y no paraba de contarle a su nueva pareja todos los lugares y costumbres que conoció durante su viaje por el mundo brindando atención médica. Camus lo escuchaba y observaba fascinado.

El galo le contó que le estaba yendo muy bien en el consultorio que su ex esposo le había dejado. Que los gemelos habían tenidos hijos, al igual que Shaka.

También le comento que tuvo dos niños con Milo llamados Hyoga y Aiacos, mostrándole fotografías de ellos.

— Me encantaría conocerlos — comentó el ginecólogo mientras observaba las fotografías del celular de Camus.

— Y lo harás, si es que vienes conmigo por supuesto.

— Eso no lo dudes amor — besos sus labios. Amor, llamarlo se esa manera se le hacía sumamente extraño, pero eso era, su amor y él era el de Camus. Sonrió enternecido por sus pensamientos — hablando de eso — comentó volviendo a cocinar — ¿Cuánto tiempo tenías pensado quedarte?

— Hasta que te encontrara y convenciera de que vuelvas conmigo.

— Al menos me tomará un mes en acomodar todo para volver Cam.

— No puedo quedarme tanto tiempo, Aiacos aún es muy pequeño.

— Lo sé, lo siento.

— Pero volverás ¿Verdad?

— Por supuesto, eso no lo dudes, amor — volvió a besar sus labios y jamás se cansaría de hacerlo ahora que tenía vía libre de hacerlo y era correspondido — ¿Me esperaras?

— Por supuesto, en nuestro hogar — le sonrió.

— Oh, viviré en tu casa — el francés asintió — con todos tus hijos — volvió a asentir — eso me agrada.

Mientras el menor terminaba de preparar la cena, Camus aprovecho para llamar a Milo, decirle que estaba con Shura y preguntarle por la niños. Este le dijo que se tomara el tiempo que necesitara. Que él había hablado con Saga para preparar el divorcio y mudarse a su casa junto con Shun antes que regresará a Francia.

Luego de la cena y otra sesión de amor sobre la cama, la pareja se encontraban nuevamente abrazada en la cama disfrutando de la cercanía de sus cuerpos y el calor que desprendían estos.

— Va a ser el mes más largo de mí vida — comentó el francés mientras lo besaba.

— Lo sé amor, pero necesito al menos esperar a que traigan a otro médico.

— Lo entiendo — se acurrucó aún más entre sus brazos — te estaré esperando ansioso.

— Y yo no veré la hora de estar contigo nuevamente y está vez por el resto de nuestras vidas.

Ambos se durmieron entrelazados uno con el otro sin querer soltarse. Se habían extraño demasiado como para ahora separarse ni siquiera un milímetro.

Y por primera vez, Shura se rindió al mundo de los sueños sabiendo que cuando despertara, tendría a sus amor junto a él para sonreírle apenas abra sus ojos.

Hola mis bellos lectores.
Les dejó un último capítulo. Solo falta el epílogo y terminamos con esta historia.

Con mucho amor para mis amigas SailorFighter  y Aries_9322 que estaban a esperando este momento y también a mí Beta.

Espero que les haya gustado

Gracias por leer .




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