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No puedo amarte en la oscuridad

Era la segunda vez que bufaba en menos de un minuto.

Hace tres días que estaba de guardia y el agotamiento que su cuerpo estaba sufriendo lo ponía de mal humor.

Como todo lo que sucedía en su vida.

Milo se había ido, como cada fin de semana, al viñedo con los cuatro niños. No lo había visto desde el jueves y extrañaba a sus hijos.

Tomó su celular y llamo a ese número que nunca tuvo el valor de borrar, es número de teléfono al cual al menos un par de días a la semana llamaba con la esperanza que él atendiera.

Nunca lo hizo.

Bebió su café extra cargado, era lo que necesitaba en ese momento, algo fuerte. Un whisky hubiera sido mejor.

Miró la hora, aún tenía una hora antes de volver a la ronda.

Aprovecharía a descansar un poco sobre el sillón del consultorio.

Acostado allí, cerró sus ojos y no puedo dormir.

Seguía pensando en lo que pudiera haber sido.

El primer año y medio de su matrimonio había sido maravilloso.

La llegada de Hyoga a sus vidas fue una total bendición.

El acuariano mantenía su tiempo ocupado en sus hijos y el trabajo.

Un año lleno de felicidad y amor, de momentos únicos con su esposo.

El negocio en el viñedo estaba en alza y él cada vez tenía más pacientes.

Muchos planes a futuro pasaban por la mentes de ambos, sobre todo el tener más hijos.

Camus había encontrado esa paz y compañerismo en un matrimonio que siempre había querido.

Milo era el marido perfecto, divertido, compañero, un excelente amante y sobre todo un grandioso padre.

El griego criaba a Shijima como si fuera suyo y él hizo lo mismo con Shun.

Una familia ensamblada que la convivencia funcionaba perfectamente.

Dios cuánto amaba a ese hombre, con tanta intensidad que su cuerpo explotaría.

Pero esa intensidad se fue apagando con el paso de los años. Y el desgaste comenzó cuando cursaban su segundo año de casados.

Podía sentirlo, no era estúpido y aunque a veces quisiera negarlo, debía de admitir que su esposo comenzaba actuar distante hacía él.

Si bien, al principio del matrimonio tenían relaciones casi todos los días, con el paso de los años se volvieron escasos los momentos de erotismo en la relación.

No lo culpaba, el trabajo del francés podía llegar hacer agotador y esa fue una de las razones principales del por qué Milo había propuesto pasar los fines de semana en el viñedo, sin embargo eso no fue suficiente para alejarlo de las obligaciones del todo.

Hubo momentos que tuvo de que viajar de urgencia y decidió que esos fines de semana fueran cuando realmente no tenía responsabilidad y con el paso del tiempo esos momentos nunca llegaron.

La frustración se volvió amiga de él, en todo los aspectos de la vida. La falta de sexo, atención, cariño y de interés aumentaban el hartazgo en el heleno.

No sabía a qué se debía el cambió repentino de su esposo y pensó que eso acabaría con la llegada de Aiacos.

Eso fue simplemente una ilusión que duro un año más.

El nuevo bebé trajo alegrías, se habían unido como pareja y familia nuevamente.

Por un momento pudo respirar aliviado, Camus había vuelto a ser el hombre del cual se había enamorado.

Sonreía con sus chistes, el cariño había vuelto y el sexo se apoderaba de vez en cuando de la habitación.

Solo fue efímero.

Todas las noches se preguntaba que sucedía con ellos, qué había hecho mal.

Miraba a su lado y no podía reconocer a la persona que dormía junto a él, en la misma cama.

En muchas ocasiones intentó hablar con él y sacarse sus dudas sobre lo que realmente sucedia.

Repuestas onomatopeyas y evasivas era todo lo que recibía.

"No me pasa nada"
" Estamos bien"

Simplemente dejó de intentarlo.

Si le preguntaban en ese momento si era feliz, podría decir que era una felicidad a medias.

Estaba con él, tenían hijos. Eso no lo hacia feliz totalmente. Lo quería a él, de vuelta.

Era convivir con una persona desconocida, porque ya nada de ese doncel que velaba por él había quedado.

Vivían vidas separadas, eso fue lo que realmente comenzó a pensar y su felicidad se fue apagando con él tiempo.


Sus días eran un constante pensar en él.

En qué estaría haciendo y dónde.

Aún no aceptaba que lo había abandonado de esa manera.

Eran amigos de toda la vida, confidentes, la mitad del otro y sin embargo le dijo que lo amaba y que se iría.

Nunca pensó que esas palabras le llegarán tan profundo de su ser y se clavaran como una daga en su corazón partiéndolo en dos.

Ya ni sabía que sentía en su interior. Amaba a Milo pero necesitar a Shura, era otro nivel.

Sentía esa necesidad imperiosa de verlo, tenerlo cerca, abrazarlo.

Ni siquiera escuchar su voz en la computadora conseguía apagar ese fuego . Su celular ya no estaba disponible y sin embargo él llamaba todos los días con la esperanza de que le contestara.

Muchas veces le había rogado a Cid que diera noticia de él, que le diera su teléfono para hablarle.

Rotundos no fue lo único que obtuvo por parte de su colega.

"Shura me pidió que no sepas nada, así es mejor"

La misión de su hijo era olvidarlo y no sabía hasta que punto lo había hecho. Estaba seguro que si el francés lo llamaba, Shura volvería corriendo hacia él.

El problema era que el galo seguía casado y nada cambiaría entre ellos, solo que el sufrimiento del pelinegro volvería.

Después mucho hablar y rogar, lo único que consiguió Camus de Cid, fueron las llaves del departamento del español.

Sin perder más tiempo, el francés condujo hasta ese lugar que por unos años estuvo vacío, pero que estaba seguro que aún la esencia de su amigo perduraba allí.

Cuando llegó, lo único que deseaba era subir rápidamente hacia el piso. Saludó casualmente a Aldebarán y este le devolvió la sonrisa sin comprender mucho lo que el cardiólogo hacía allí luego de tantos años, sin embargo no cuestionó ya que posee la llave del lugar.

Apenas abrió la puerta, su pecho se encogió al ver el lugar, estaba tal y como Shura lo había dejado.

Camino lentamente, tocando con las llamas de sus manos cada mueble, cada objeto que descansaba allí como un recuerdo doloroso.

Recorrió cada habitación, suspirando mientras se rodeaba de todo el lugar, de él.
Sin darse cuenta, llego hasta la oficina y observó allí la computadora.

La prendió y sus ojos color zafiro no pudieron evitar que algunas lágrimas cayeran al ver la foto de fondo de pantalla.

Era ellos dos, abrazados y sonriendo, eran felices, juntos eran felices... Junto a él era feliz y jamás se había dado cuenta.

Llorando, deslizó sus dedos acariciando la pantalla y ahí se dio cuenta de cuánto lo extrañaba.

Con el corazón al límite, se dirigió a la habitación del español, a su lugar más íntimo, donde podía sentirse más cerca de él.

Tomó una camiseta negra del armario y la abrazó contra su pecho, lo quería a él y no lo tenía para abrazarlo.

Se recostó en la cama y llenándose de todo el aroma que aún perduraba entre las sábanas, su corazón ya no aguanto más y dejo que un llanto espasmódico llegará como un torrencial.

- Yo también te amo Shura - confesó al fin sus más profundos sentimientos.

Lo amaba si, tarde se había dado cuenta, cuando la ausencia del capricorniano había calado hasta en lo profundo, cuando ya su cuerpo desesperado pedía envolverse con su calida sonrisa, esa que siempre fue para él y no se había dado cuenta de los sentimientos detrás de cada mirada del azabache.

Lo necesita, desesperadamente, su alma estaba partida en dos. Se sentía terriblemente incompleto y quiso morirse porque lo había perdido.

Él era la prueba exacta de "no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes"

El cuarto año, empeoró todo.

Camus solía ausentarse mucho tiempo de la casa debido al trabajo. A veces pensaba que lo hacía para no estar junto a él.

Esa noche, tenía ensayo con la orquesta del colegio. Tenían un recital y debían ensayar lo más posible para que todo esté perfecto.

Apenas salió, recibió un mensaje de su esposo.

"Volveré tarde, los niños están con mí hermano"

Que novedad, pensó un momento.

Sentado en su auto, se quedó pensando en lo que estaba pasando en su matrimonio y como de apoco se estaba deteriorando sin poder evitarlo.
Había hecho muchas cosas para revivir la chispa entre ellos y fallaba en todo, recibiendo el rechazo de su esposo.

Lo amaba, si que lo amaba y no estaba dispuesto a perderlo.

No deseaba volver a su casa, donde la soledad le comía hasta el alma.

Ir a un bar sería mejor opción.

Manejó sin rumbo alguno, como perdido por la ciudad de las luces, las cuales le pegaban en el rostro reluciendo sus facciones cansadas y endurecidas, aquellas ojeras formadas bajo sus ojos turquesas, que no se debían al cansancio, si no a un estado totalmente devastado.

Al fin llegó al antro que buscaba y sin dudar se perdió en el ambiente allí.

Lo único que deseaba era internarse en la barra y perderse con algunos tragos.

Mientras se sentaba en una banqueta en la barra, llamó al barman con un gesto de mano y en minutos tuvo su bebida frente a él.

Apoyo el vaso frío sobre su frente, intentado apaciguar el dolor de cabeza que sentía en ese momento.

- ¿Milo? - la voz de una mujer captó su atención - ¿Eres tú?

El escorpiano levantó la mirada para ver quién lo llamaba. Una joven que ya conocía, la hermana de su colega.

- Kyoko ¿Verdad? - le sonrió

- Si, soy yo - afirmó con notable entusiasmo al ser reconocida por el atractivo hombre - ¿Puedo? - señaló el lugar vacío a su lado.

- Si claro - bebió un trago.

- ¿Viniste sólo? - preguntó mientas ordenaba una bebida.

- Si - contestó suspirando - ¿Tu?

- Con unas amigas - le sonrió - pero me quedaré contigo, parece que no estás bien.

- Tienes razón - terminó su trago de golpe y pidió otro - no quiero aburrirte con mis problemas.

- No me aburres - se apuró a contestar - soy buena escuchando, si eso es lo que necesitas, podemos mudarnos a la parte vip que es más privada - la juven posó su mano en la de Milo.

El heleno observó el gesto y las intenciones de la muchacha, le agradaba ella y el tacto en su piel, sin embargo declinó la propuesta.

- Lo siento, es tarde y debo ir por mis hijos - se levantó de su lugar tirando unos cuantos billetes en la barra - invito yo.

Sin decir nada más, se alejó del lugar, dejando confundida a Kyoko.

De camino a la casa de su hermano, recordaba la situación y se cuestionó por un momento en aceptar las indirectas.

¿En qué rayos pensaba? ¿De verdad era capaz de salir con ella y engañar a su esposo?

Golpeó el volante enojado.

Estaba perdiendo la cabeza.


Luego de aquella noche, Milo no volvió al bar. Sin embargo, las ausencias del galo eran cada vez más frecuentes y con ello su matrimonio y su vida se habían vuelto miserables y lo único que lo mantenía en pie eran sus hijos.

Había llegado al punto que ya no sabía si creerle a Camus que estaba de guardia y la sospecha de un amante comenzó a apoderarse de sus pensamientos día y noche.

Era la única explicación que había encontrado para el comportamiento tan distante de su esposo.

Se había vuelto loco de celos con tan solo pensar en esa posibilidad. Revisó todo, teléfonos, computadora y agenda.

Nada, no había nada y seguramente el francés era bueno escondiendo las cosas, quizás había adoptado las mañas de su ex esposo.

Llevo ambas manos al cabello tirando de él con fuerza y frustración, realmente se estaba volviendo tóxico y demente.

- ¿Qué escondes amor? ¿Qué es lo que te sucede?

Dijo en voz baja, a la nada, en la soledad de la habitación matrimonial.

Semanas habían pasado y todo iba de mal en peor, no se daba por vencido, había invitado a su esposo a una cena romántica, lo cual fue un completo fiasco si de romanticismo hablamos, el francés aunque estaba cansado accedió.

Hablaron de muchas cosas, sobre todo de trabajo y los niños. Cuando Milo intentaba tocar el tema, Camus volvía a responder de la misma manera y luego solo desviaba el asunto.

El escorpiano desistió limitándose a disfrutar de la cena y la conversación casual que al menos habían logrado mantener.

Medio año antes de cumplir los 5 años de matrimonio, fue cuando realmente termino por quebrarse todo.

Era lunes, Shun se había quedado con Shaina , mientras que Hyoga y Shijima estaba en la casa de Degel haciendo una pijamada.

Aiacos aún era muy pequeño y no se quedaba en la casa de nadie.

El rubio había decidido buscar al francés al hospital, sabía que salía temprano y sorprenderlo con una cena en el parque era buena idea.

Colocó a su hijo menor en su butaca y partió al trabajo del otro.

Mientras esperaba dentro del auto que Camus saliera, recibió un mensaje de este diciendo que llegaría tarde.

Sin embargo, lo vio salir al mismo tiempo subiéndose a su camioneta.
Le pareció sumamente extraño y la sospecha de un amante volvió a azotar su mente.

Está vez por fin lo descubriría

Siguió a su esposo de cerca, todo el recorrido hasta su destino y cuando descubrió donde había llegado todo su ser tembló.

Al principio pensó que Shura había vuelto y que esté lo frecuentaba, sin embargo sabía muy bien que esto no era así, se hubiera enterado si el español había regresado.

Su segunda teoría era que Camus usaba el piso de su amigo para algún encuentro sexual clandestino, lo cual descartó al instante ya que sabía muy bien que el galo no mancharía el respeto y cariño que el ginecólogo le tenía a su hogar, dios mío ni siquiera sabía cómo el acuariano había conseguido la llave en primer lugar.

Y lo último que se le vino a la mente lo aterró aún más que cualquier amante que su esposo podría tener, sabía muy bien que no podía competir contra ello y con el alma rota, se dio cuenta que Camus extrañaba a Shura y que acudía a su departamento para de alguna manera sentirlo más acerca. Esa hipótesis llevó a una peor, quizás sus sentimientos habían mutado hacia el amor y eso solo significaba una cosa... Que estaba perdido.

Si Camus amaba a Shura, el ni tenía nada más que hacer.

Miró a su niño que se había dormido y decidió volver a su casa.

Luego pensaría que hacer.


Luego de unos días, ya no era el mismo.

Su esposo era un desconocido para él y no estaba seguro si lo amaba todavía, sin embargo no era capaz de soltarlo definitiva.

Era viernes por la tarde y el escorpiano aún seguía en el instituto. Su clase de música había concluido ya hace más de media hora, pero él estaba perdido tocando el piano mientras cantaba una canción.

"No te puedo amar en la oscuridad
Parece que estamos a océanos de distancia
Hay tanto espacio entre nosotros
Tal vez ya hemos sido derrotados
Sí, sí, sí, sí, sí, sí
Todo me cambió"

La voz de Milo se escuchaba por los pasillos casi vacíos del lugar, su voz sonaba como un condenado a muerte lamentándose de todo lo que había hecho, se sentía como el sufrimiento agónico de alguien que muere lentamente.

Kyoko caminaba por los pasillos en busca de su hermana, habían quedado en ir de compras juntas.

La joven profesora aún estaba en una reunión, la muchacha decidió seguir aquella voz, hipnotizada cómo si de un canto de sirena se tratara.

Camino despacio, disfrutando del sonido que la llamaba.

Contempló sigilosamente al escorpiano tocar el piano y cantar con el corazón.

"Deja de mirarme, así puedo irme
Estoy demasiado avergonzada de hacerlo contigo mirándome
Esto nunca termina, hemos estado aquí antes
Pero esta vez no puedo quedarme, porque no te amo más
Por favor, quédate donde estás
No te acerques más
No intentes que cambie de opinión
Estoy siendo cruel para ser amable"

Escucho con detenimiento la letra que Milo estaba cantando y logró darse cuenta de las penas que azotaban el corazón del profesor.

Su matrimonio se había deteriorado.

Golpeó suavemente la puerta llamando la atención del músico.

- Hola Milo - saludó tímidamente - ¿Todo bien?

- Hey Kyoko - saludo nervioso por ser descubierto - ¿Qué te trae por aquí?

- Vine a bancar a Shoko - respondió señalando el pasillo sonriendo porque Milo recordaba su nombre - pero te escuché y vine - confesó sonrojada.

- Lo siento yo estaba - quiso decir ¿desahogándose quizás?

- ¿Quieres ir por algo de beber? - se apresuró a preguntar notablemente nerviosa.

- Am ¿No es un poco temprano para beber?

- Siempre es el momento de una cerveza y una charla - sonrió.

Milo pareció pensarlo por un minuto, le agradaba la muchacha y la compañía nunca era mala y más cuando realmente te sientes solo. Recordó que Camus hoy no trabajaba y podía estar con los niños.

- Acepto - dijo entusiasmado - deja que ordeno aquí y vamos.

Kyoko le mandó rápidamente un mensaje a su hermana, la salida de ellas podía esperar y Shoko la entendería. El hombre que le gustaba había aceptado tomar algo con ella y no iba a desaprovechar esa situación.

- ¿Viniste en tu auto o...? - cuestionó saliendo del establecimiento.

- Si, vine en mí auto pero se lo dejo a mí hermana.

- Entonces vamos en el mío ¿Te parece? - la joven asintió - ¿A dónde te gustaría ir?

- Donde tu quieras - le sonrió.

Ambos estaba sentados en un bar junto al río Senda. La vista era hermosa y el día soleado ayudaba a que la sonrisa de la joven se viera reluciente. Lo cual a Milo le pareció una imagen muy dulce.

La charla con Kyoko era fluida, fácil y divertida. No recordaba hace cuanto no se divertía hablando con alguien, de cualquier cosa, mientras haya sonrisas.

Ciertamente ya no sucedían esos momentos con su esposo, le daba la impresión que el francés simplemente dejó de intentarlo. Camus ya no tenia deseó de compartir nada con él y eso lo sabía muy bien.

Se permitió por un momento, pasar un agradable momento con la jóven, que aseguraba tenía algún interés en él.

Ese encuentro amistoso, fue el primero de muchos durante semanas.

- ¿Vienes con nosotros al viñedo? - preguntó el escorpiano.

- Tengo guardia - mintió

- Cam, no te vendría mal descansar un poco, trabajas mucho y te ves cansado - comentó mientras se vestía.

- Me encantaría - suspiró mientras intentaba levantarse de la cama - la verdad es que estoy muy cansado, pero no cuentan con muchos médicos los fines de semana.

- Me pregunto porqué - comentó sarcástico.

- Lo sé, lo siento pero no puedo desatender mis deberes.

- ¿Y a tu familia si? - Camus lo miró con el seño fruncido.

- Estoy con mí familia, siempre paso tiempo con los niños - comentó ofendido.

- No hablo de los niños, hablo de nosotros, como pareja - terminó de vestirse y se paró frente a la cama donde aún el cardiólogo estaba acostado.

- Tuvimos sexo la semana pasada ¿Acaso eres un adolescente hormonado? Sabes que estoy trabajando como nunca - se paró de la cama - sabes que mí trabajo es agotador.

- Yo también estoy agotado y sin embargo intento complacerte, pero claro como no soy médico no ...-

- No digas estupideces - lo interrumpió.

- ¡Bien! - gritó - haz lo que quieras.

Milo se retiró de la habitación, no quería discutir, ya no tenia ganas de ello y los niños podrían escuchar.

Tomó su teléfono y llamo a Saga.

- Hola - contestó el geminiano.

- Hey hermano ¿Me puedes hacer un favor está noche.

- ¿Qué tipo de favor?

- ¿Puedes cuidar de los niños?

- Noche a solas con tu esposo eh - habló divertido - claro hermano, Aioros dice que los traigas.

- Gracias, te debo una.

Listo, la primera parte ya estaba hecha.

Luego de la escuela, buscó a los niños y volvieron a su casa, donde Camus y Aiacos los esperaban con los bolsos hechos.

- ¿Seguro que no querés venir?

- Quizás los alcance mañana - contestó con el pequeño en brazos.

- Podríamos beber un vino, como en los viejos tiempos.

- Me gusta la idea - sonrió

- ¡¿Están listos niños?¡ - gritó.

Los 3 niños bajaron de sus habitaciones ya con las mochilas puestas.

No tenía pensado ir al viñedo, iba a dejar a sus hijos en lo de Saga y luego seguiría a Camus, quería descubrir si le seguía mintiendo e iba al departamento del español como siempre hacia.

Antes que el francés tomara su turno nocturno, dejó a los menores y esperó paciente a la salida del francés.

Lo siguió con el auto y suspiro desilusionado y frustrado al descubrir que como lo sospechaba, pasaría la noche en el hogar de Shura.

Estaba cansado de esta situación, de todo su matrimonio, acabaría con esto.

Se quedó unos segundos dentro de su vehículo, observado como el acuariano ingresaba al edificio.

Dios no podía enfrentar esto sobrio. Necesitaba al menos un trago.

Decidido primero desahogarse con un poco de alcohol y pensar bien lo que haría y diría.

Cuando llegó al bar, se relajó, el ambiente distendido y la música, ayudaba a su atormentado corazón.

Se colocó en la barra y lo único que pudo hacer es beber olvidando su miserable vida.

- ¡Hey! No sabía que vendrías hoy - saludó Kyoko sentandose junto a él.

- Descuida, yo tampoco - habló arrastrando las palabras.

- Que cara tienes ¿Sucede algo?

- Mí maldito matrimonio, eso sucede.

- Lo siento.

- No, perdón no tienes que disculparte, soy yo teniendo un mal día.

- Puedo compensar eso - sonrió tomando la mano de Milo - anda, bailemos un rato.

La joven arrastró a un medio borracho rubio hacia el centro de la pista.

Sus cuerpos sudados bailaron un tiempo, pegados sintiendo el tacto de sus pieles rosarse casi eróticamente y eso a Milo le encantó.

La tomó de la cintura, observado sus ojos mientras movían sus cuerpos. La chica le parecía hermosa, sus ojos brillaban y su sonrisa era espectacular.

Movido por algún sentimiento extraño, ayudado por el alcohol, acercó sus labios a los de la joven, uniéndolos en un beso lento.

Kyoko sin perder oportunidad, rodeó el cuello de su amante convirtiendo el beso en uno más candente acariciando todo a su paso.

Un escalofrío recorrió todo el cuerpo de Milo, había extrañado lo que se sentía que alguien lo toque de esa manera. Últimamente pensaba estaba besando a un extraño cuando lo hacía con Camus.

Sentír el deseó en ella, encendió algo dentro suyo, algo que estaba muerto.

No supo cómo terminaron en la habitación de un hotel, teniendo sexo toda la noche.

El sonido de la alarma del su teléfono lo despertó. Apenas abrió los ojos, la resaca golpeó su cabeza.

Sintió un peso extra a su lado y se dio cuenta que había pasado la noche con Kyoko.

Se sentía extraño haber estado con otra persona, pero no le desagradó.

- Buenos días - saludó con vos adormilada mienta acariciaba el brazo de la joven.

-Buenos días Milo - besó sus labios - ¿desayunamos?

- No cariño, debo hacer una cosa importante - se levantó de la cama pensando que hace mucho tiempo no despertaba de esa manera con nadie - pero nos podemos ver la semana que viene si deseas.

- Claro, me encantaría - también se levantó.

Salió del hotel pensando solo en una cosa, hablar con él francés y para eso debía ir al departamento de Shura.

Camus dormía vestido con ropa que el español había dejado ahí, aún podía sentir su aroma en ella.

Estar en la cama de él calmaba un poco esa angustia que se había instalado dentro de su ser desde que el capricorniano se marchó.

Sintió el timbre de la puerta sonar y dio un salto en la cama.

¿Sería Shura que había vuelto? Pensó alegre por un momento.

No, Shura no llamaría a la puerta.

Extrañado caminó hacia la puerta y cuando la abrió su cuerpo se congeló.

Era Milo.

- ¿Qué haces aquí? - preguntó un poco asustado.

- La pregunta sería ¿Qué haces tú aquí?

- Yo ... -

- Ya basta Camus - ingreso al piso - dejemos de fingir, debemos hablar.

El francés suspiró invitándolo a sentarse al sofá.

- ¿ Qué es lo que te sucede?

- No entiendo.

- Ya basta ¿podemos ser sinceros una vez? ¿Acaso piensas que soy estúpido? - espeta señalando a su alrededor - mira donde estamos, mira donde pasaste la noche - el doncel bajó la mirada - Estás enamorado de él - afirmó.

- Te amo Milo - dijo entre sollozos - pero no de la manera que lo amo a él.

El heleno suspiro con una presión en el pecho, pensarlo era una cosa, oírlo de la boca de Camus fue mucho más doloroso.

- ¿Por qué seguiste todos estos años conmigo?

- No lo sé, estaba bien a tu lado, te amaba, tenemos hijos y quería intentarlo - comenzó a llorar - me siento muy culpable por todo, por ti, por él.

- Lo extrañas ¿Verdad?

- Como no tienes idea - confesó - por eso vengo aquí, para sentirlo cerca.

- Cam - suavizó su tono - no podemos seguir de esta manera. No es vida para ninguno de los dos y sinceramente no soy feliz a tu lado, ya no - se froto el rostro con las manos - estamos sobreviviendo al matrimonio y ya aguanto más esto. No soy feliz y tu tampoco ¿Qué estamos haciendo con nuestras malditas vida?

- Podemos cambiar.

- No por dios no - se levantó de su lugar - no me amas y yo ya no se lo que siento. No podemos y no quería seguir con esto. Anoche me acosté con alguien - confesó- y estoy seguro que a ti no te importa - el otro negó - Ve... Ve a buscarlo, dile que lo amas.

- No puedo, no sé dónde está.

- Su padre sabe, ve a buscarlo, yo me quedaré aquí con los niños.

Aunque le doliera en el alma dejarlo ir, sabía que sería lo mejor, su matrimonio se había roto el día que Shura se fue y lo supo muy bien con ese beso. No le molestó el beso del español, si no la manera que Camus había correspondido a él.

La verdad era que había perdido a su esposo el día que se casó.

Lo abrazó fuertemente, no podía negar que aún lo amaba, sin embargo eso ya no tenia importancia si Camus no lo hacía.

Ambos lloraron desahogándose de todo lo que había guardado por años, el francés le pedía perdón mientras apoyaba su cabeza en el hombro del griego.

Ya todo había terminado y tenían que seguir teniendo una relación saludable por el bien de los niños.

Hola mis bellos lectores, les traigo el anteúltimo capítulo. El que sigue será el final y luego el epílogo.

No me maten! Lo sé lo sé.

Gracias por leer.

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