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Lo hago por ti - Parte 2


Su respiración era agitada, no podía negar, el vértigo que sentía en ese momento era excitante.

Cómo si de un espía experimentado se tratara, el sueco había seguido a su amado profesor de canto hasta su casa.

Detrás se un arbusto aguardaba sigiloso, como si fuera un felino acechando a su presa.

Grabo en su mente casa rincón de la fachada y la cuadra. Ya sabía dónde vivía y como llegar. La mitad ya estaba echo.

Esperó que Manigoldo entrará a su hogar, para retirarse victorioso. Mañana sería el día.

Mientras caminaba hasta su hogar, repaso en su mente cada cosa que le faltaba. Tenía que pasar a comprar unas hierbas.

El sueco poseía una capacidad de aprender envidiable, y en sus tiempos libres solía concurrir a varios cursos entre ellos herbolaria. Había aprendido a preparar muchas medicinas, pero también potentes afrodisíacos.

Compró todo lo necesario para preparar el líquido que permitiría desatar los más bajos instintos del italiano.

El amanecer había llegado, pero Afrodita se le había adelantado. Desde temprano ya estaba despierto, ansioso por el gran día.

Se vistió con un conjunto de campera y pantalón deportivo color verde menta, atuendo que siempre usaba para salir a correr.

Dio una última mirada a su habitación chequeando que no se olvidará de nada. Palpó sus bolsillos asegurándose de que aquel pequeños frasquito de vidrio, que contenido la magia líquida, estuviera en su lugar. Una vez asegurarse que todo estuviera listo, salió rumbo a la casa de su profesor de canto.

Una vez ya ubicado en la vereda de enfrente, esperó paciente a qué Manigoldo saliera de su hogar.

Después de 30 minutos al final salió a sacar la basura. Era momento del primer paso.

Fingiendo hacer ejercicio, cruzó la calle sin mirar, justo cuando un coche pasaba a baja velocidad.

La frenada y el impacto y hizo que el italiano corra a auxiliar al accidentado.

— Por el amor de Dios ¿Está bien? — Manigoldo ayudaba a reponerse a la persona accidentada. Abrió sus ojos sorprendido al ver qué era su joven alumno — Afrodita ¿ Te encuentras bien?

El golpe había sido suave puesto a qué el coche venís despacio, pero lo suficiente fuerte para tirarlo al piso. Fingió dolor por el golpe con el objetivo de que su profesor lo auxilie en su hogar.

— Estoy bien — afirmaba mientras se levantaba arrugado su cara haciendo alusión al dolor — solo necesito un momento sentando para descansar.

— ¿Estás seguro que no quieres ir a un hospital? — el sueco asiente con la cabeza.

— Necesito agua, tengo mucha sed. Antes de que el auto me golpeara estaba haciendo ejercicio.

— Te ayudaré a levantarte e iremos a mí casa.

Afrodita estaba más que satisfecho, el profesor había entendido su indirecta y ambos ahora estarían solos en su casa.

— Pasa, te ayudaré a acomodarte en el sofá. Te traeré agua y yo terminaré de tomar mí café.

El pisciano dio una mirada rápida al lugar. Vio efectivamente que había una bandeja con una taza de café junto a un plato con tostadas.

Mientras Manigoldo estaba en la cocina, el peliceleste aprovecho para verte en el café aquel líquido que el mismo había preparado.

Revolvió rápido la negra infusión y se sentó a esperar a su amado profesor.

— Aquí tienes — le extendió un vaso con agua fresca, para luego sentarse junto a él en el sillón — ¿Quieres que llame a tus padres para que venga a buscarte?

— Oh no se preocupe — le sonríe— estoy bien, no me pasó nada.

Paciente tomo el agua mientras miraba como Manigoldo hacía lo mismo con el café.
Lo entretuvo con una charla acerca de las clases hasta que vio como el líquido hacía efecto.

— Hace calor — dijo el italiano desabrochando dos botones de su camisa.

— Bastante — Afrodita se retiró su campera deportiva quedándose en musculosa.

Manigoldo de pronto comenzó a sentirse ligeramente excitado y su erección comenzaba a despertar.
Afrodita al darse cuenta que ya estaba haciendo efecto, se sentó a horcajadas sobre más piernas del mayor.

— Se que me deseas y no te animabas a decírmelo.

Manigoldo desconcertado por no entender el porqué su cuerpo estaba reaccionando de ésa forma. Pero claramente se sentía por demás excitado y el contacto del trasero de Afrodita lo volvía loco.

— ¿Qué me pasa? No podemos hacer esto.

El mayor estaba comprometido hace un año con la hija de un banquero suizo. Faltaban tan solo 4 meses para la boda.

— Lo que pasa cariño,  es que te sientes tan atraído a mí que tu cuerpo te quema.

El peliceleste comenzó a besarlo y tocarlo lascivo. El italiano intentaba resistirse, pero nada pudo hacer en cuanto la mano del menor se coló dentro de sus pantalones.
El gemido que provocó esa acción, fue todo lo que necesito Afrodita para seguir con lo suyo.

Lentamente se despojo de su ropa ante la atenta mirada del mayor. Se arrodillo frente a él y con una sonrisa pícara saco su miembro para llevarlo lentamente a su boca.

Su profesor comenzó a ceder ante el deseó. Sus gemidos era música para los oídos del sueco.

Él tenía razón, su profesor lo deseaba.

Después de aquella felación, terminó de quitarle los pantalones a un jadeante Manigoldo y así sin más se volvió a sentar sobré él auto penetrándose.
Sus movimientos eran suaves y sensuales que volvían loco a Manigoldo, quién termino por derramar toda su esencia dentro del sueco y esté entre ambos.

Satisfecho se levantó del regazo de su profesor para luego recostarse a su lado. Suspiro profundo, al fin estarían juntos.


Un mes después del tener relaciones Manigoldo, Afrodita comenzaba a presentar los típicos síntomas de embarazo.

Manigoldo durante ese mes no concurrió a darle clases al sueco, fastidiando los planes de Afrodita de seguir conquistado al italiano.

Afrodita se aventuró en ir a buscarlo a su casa pero nunca lograba encontrarlo allí.
Según él eran pareja.

Esperanzado compro un test de embarazo para donceles.
Después de tomar casi 3 litros de agua, para acelerar sus ganas de evacuar líquido, se encerró en su baño privado para realizar dicha prueba.

Positivo

Estaba feliz, tendría un bebé con el hombre que amaba. En su mente, ya se imaginaba casado y formando una familia con Manigoldo. Al fin podría dejar de vivir con sus padres y hacer todo lo que el quiera, como viajar a Francia.

Guardo la prueba en una cajita de madera como si fuera un pequeño tesoro.

Mañana mismo iría a la casa del Italiano para contarle sobre el embarazo. Si era necesario montaría guardia ahí mismo.

Esa mañana se despertó animado. Hoy vería a su amado y le daría la bella noticia.

Se puso sus mejores ropas y con la elegancia y delicadeza que lo caracterizaba partió rumbo a su destino.

Una vez allí, espió por las ventanas y no había señales de que Manigoldo estuviera ahí dentro.

Cansado y derrotado, pero esperanzado, se sentó en las escaleras de la entrada de la casa. Esperaría ahí horas, días si era necesario.

A lo lejos un distraído Manigoldo caminaba con las compras de víveres en sus manos.
Había estado evitando al sueco todo el mes con mucho éxito.
Estaba consiente del acoso por parte de este. Varias veces había tenido que esconderse en su propia casa cuando Afrodita llegaba y espiaba por las ventanas. Jamás pensó en llamar a la policía, no quería verse involucrado en ningún problema y más ahora que estaba a escasos meses de casarse.

Pero estar mandando mensajes a su prometida le jugó en contra. Al estar entretenido con la vista fija en la pantalla de su móvil, nunca se dio cuenta de la sorpresa que le esperaba en la puerta de su casa.

Apenas llegó y se topo con el dulce y hermoso rostro del peliceleste, se horrorizó. Supo que ya no. tendría escapatoria.

— Hola lo amor, te he esperado un buen rato — manifestaba el sueco con la más bella sonrisa que su rostro podía expresar.

— Afrodita ¿Qué haces aquí? — temeroso se animó a preguntar.

— He venido a darte una maravillosa noticia mí amado Manigoldo ¿No me invitaras a pasar?

— Lo que tengas que decirme dilo a aquí y rápido.

— ¿Por qué tan esquivo mí amor? He intentado verte estos días y una vez que logro encontrarte me tratas así. Tengo que decirte algo hermoso. Estoy esperando que un niño tuyo, fruto de esa fogosa mañana que pasamos juntos.

La cara de Manigoldo al recibir la noticia era un poema, pero uno de terror.
Se quedó callado y pálido. Sintió un tirón frío recorrer toda su columna. Su cuerpo se tenso y su estómago chillo nervioso. Le había bajado la presión.

Logró agarrarse del barandal de las escaleras como pudo. Respiraba agitado, pensó que le daría un ACV ahí mismo.
Sintió como de un momento a otro su mundo se caía a pedazos.

— ¿Estás seguro? — fue lo único que su seca boca puedo articular.

— Si mí amorcito, ayer me hice una prueba de embarazo y dio positivo ¿No es maravilloso?

Pues, solo para él lo era porque Manigoldo no sentía lo mismo.

Aprovechando el desconcierto y la debilidad momentánea de Manigoldo, le quitó las llaves de la casa y arrastró a ambos dentro de ella.

— Siéntete corazón, no te ves bien. Te traeré algo de beber.

Manigoldo aún seguía callado, estático y con el asombró pegado en su rostro. No logró contestar y se dejó hacer por el sueco.

Al volver con un vaso con agua, se sentó junto a él para poder entablar una conversación.

— Bien, si quieres mañana mismo me puedo mudar contigo e iremos a ver al médico juntos.

Esas palabras pronunciadas por Afrodita fueron suficientes para que Manigoldo volvieran en si.

¿Cómo que mudarse conmigo?

— Espera, estás yendo muy rápido, acabas de enterarte y ya quieres instalarte aquí ¿Aún no fuiste al médico? ¿Cómo estás seguro entonces?

— Las pruebas no fallan corazón y no veo por qué esperar, seremos una hermosa familia.

El italiano no sabía cómo la lidiar con aquél joven, todo era muy de golpe y aún no lograba digerir la noticias ni mucho menos podía pensar en vivir juntos.

— Haremos esto, mañana mismo iremos al médico y luego tu y yo haremos esto despacio. Tengo asuntos que resolver.

No estaba seguro si contarle al sueco sobre su prometida sería buena idea, por lo que optó omitir aquello y trataría de seguirle el juego para que no haga una locura. Por lo menos hasta averiguar cómo resolver esté asunto.


Al día siguiente, como lo había prometido, acompañó al pisciano al médico.

En la consulta tuvo que hacer un esfuerzo sobre humano para fingir felicidad.

Por otro lado el sueco se mostraba de lo más feliz.

Acordaron que la semana siguiente sería la ecografía.

Esos días para Manigoldo fue lo mismo que vivir en el mismo inframundo. Quizás allí estaría más a gusto.

Tenía que soportar las contantes visitas y acoso por parte de Afrodita. La presión que ejercia su prometida para verlo. Su mente junto con su cuerpo, estaban a punto de colapsar.

El día tan esperado había llegado. Ese día le harían la ecografía al sueco.

Ambos llegaron al consultorio.
Una vez que fueron llamados a pasar, ambos ingresaron a la sala. Uno con una notable alegría, el otro como si se dirigiera a la horca.

— Acuéstese por favor — ordeno el ecógrafo, Afrodita obedeció — te pondré gel, lo sentirás frío. Bien veamos que tenemos aquí.

El ecógrafo deslizaba el transductor por el vientre plano de Afrodita. Estaba callado y preocupado, buscaba y buscaba pero no lograba encontrar feto, ni latidos.

— Viniste por una ecografía de embarazo ¿Verdad? — pregunto curioso y preocupado.

— Si, a eso vinimos — se atrevió a contestar el italiano.

Con una mueca extraña, el ecógrafo volvió a pasar el aparato por el vientre del joven. Hizo una búsqueda minuciosa, aún así no lograba hallar nada. No había latido, ni tampoco feto.

— Lo siento jóvenes, pero no hay bebé. No sé encuentra el feto, ni latidos. Miren — el mayor señaló la pantalla, dónde se podría apreciar el interior del joven. Claramente estaba vacío — si habría un embrión dentro, habría placenta y las paredes serían más gruesas. Nada de eso se puede observar — los miro con pena a ambos. Les parecía una linda pareja — lo siento, pero no está esperando un hijo. Los dejaré solos un momento.

Manigoldo al escuchar esas palabras sintió, satisfactoriamente, como el alivio se apoderaba de su cuerpo. Se sintió feliz y recién, después de días agobiantes, pudo respirar.

Afrodita, aún en su mundo, no lograba entender lo comunicado por el mayor. Para él, el mayor se había equivocado. Estaba seguro de eso y el test de embarazo era la prueba de ello.

— Lo siento Afrodita, pero debo irme.

Y así sin decir más Manigoldo abandonó el lugar y al sueco. Se había por fin liberado y no quería saber más nada con aquél joven. En una semana partiría definitivamente a Suiza.

Aún sin entender lo que había sucedido, ni porque Manigoldo lo había abandonado de esa manera, decidió volver a su casa.

¿Quizás estabas tan feliz de ver a su hijo que se fue a comprar cosas para el bebé? Si eso debía ser ¿O acaso lo había abandonado? Su cuerpo se tenso. No lo permitiría.

Volvió a su casa decisivo a contarle, solo a su madre, acerca del embarazo y sobre su relación con Manigoldo. Sus padres no estaban al tanto de ello.

Su madres se había convertido, gradualmente, en su apoyo emocional tras la muerte de su hermano. Su progenitora le prestaba más atención ahora, y aunque a veces, mientras le acariciaba el pelo, le confesara que su hermano fallecido seguía siendo su favorito.

Pero eso estaba lejos de importarle, él entendía bien su lugar en la familia. A pesar que era el único hijo que les quedará, seguía siendo el donceles frágil e inútil.

Aquellas palabras se le habían grabado a fuego en la perturbada mente de Afrodita.

Su madre sería la única que lo entendería y ayudaría. Aprovecharía que su padre estaría de viaje en Latinoamérica por negocios un buen tiempo.

Busco a su madre por toda la mansión. Dio finalmente con ella en la oficina que tenían instalada en la casa. Su madre estaba concentrada en hacer la contabilidad de la empresa.

— Mamá ¿Puedo hablar contigo un momento? — le pregunto a su madre mientras se sentaba en el sillón frente al escritorio.

— Si claro Dita — contestó apartado la vista de los papeles — ¿ De que quieres hablar?

— Mamá estoy esperando un hijo del profesor de canto — su madre abrió tanto los ojos que pensó que se le saldrían — él y yo hemos estado en una relación hace unos meses.

— Afrodita ¿Cómo es que pasó esto? ¿Por qué no me contaste nada sobre este tal Manigoldo? Ni siquiera sabía que tomabas clases de canto.

Iris no podía creer como se le escapaban cosas de la vida de su pequeño. Si bien era consiente que vivía metida en la empresa, no podía creer que su hijo tenía una vida que ella no sabía. Su mente le jugó una mala pasada e involuntariamente la hizo viaje al paso recordando a su hijo muerto y la desesperación de no saber el por qué. Esa pregunta se la haría toda su vida.

Se preocupo por ello. Temía que la historia volviera a repetirse por no prestar atención a su hijo.

— Hace unos meses que tomo clases con él, nos enamoramos y tuvimos relaciones mamá... Pero hoy hicimos la ecografía y después así sin más se marchó. Me abandonó

Afrodita rompió el llanto y la mujer se largos cabellos color cobaltos lo envolvió en un cálido abrazo.

— Shh mí pequeño, no llores — lo consolaba mientras acaricie su cabeza — mamá solucionará esto.

Afrodita levanto su llorosa mirada, encontrándose con los igual celestes de su madre. Sabía que podía contar con su progenitora y que está lo ayudaría.

— Te prometo que mañana mismo iremos de Manigoldo y me escuchará.

Su hijo la volvió abrazar feliz.

A la tarde siguiente, como había prometido, Iris y Afrodita se dirigieron a la casa del Italiano.

Allí dentro se encontraba un apurado Manigoldo haciendo las maletas para irse de una vez por todas a Suiza. Había decidido adelantar su viaje.

Escucho el timbre sonar, su cuerpo enseguida se tenso poniéndolo alerta, sospechaba de quién se trataría y maldijo por lo bajo... Decidió ignorarlo, quizás así se iría. La insistencia del timbre y los golpes en la puerta lograron fastidiarlo.

Maldiciendo abrió la puerta, encontrándose con una bella y elegante mujer.

— Señor Manigoldo — la mujer apartó bruscamente de la puerta al italiano entrando a su casa sin permiso — pasa Dita.

Afrodita ingreso luego de su madre con una imperceptible sonrisa.

— Disculpé ¿Quién se cree para entrar así a mí casa? ¿Quién es usted?

— Soy Iris Strömberg señor y he venido a pedirle explicaciones al cobarde que abandono a mí hijo sabiendo que espera un hijo suyo.

La mujer lo miraba histérica. Su voz era firme y pretenciosa.

Manigoldo miró al sueco con fastidio, pero no armaría un escándalo eso sí, no le faltaría el respeto a la elegante mujer.

Respiró profundo intentando con ello calmarse. No fue después que logro exhalar habló.

— Disculpe señora, pero ustedes está equivocada. Su hijo no espera un hijo mío... Mío ni de nadie, no está embarazo y está es la prueba de ello.

Manigoldo busco rápido la ecografía que el día anterior se había realizado Afrodita.
Antes de irse de aquel lugar, precavido tomó la imagen, previamente impresa por el profesional, a modo de prueba. Estaba seguro que la necesitaría si ese joven loco volvía reclamando algo. Y vaya que tenía razón.

Le extendió aquel papel a Iris dónde demostraba que tenía razón y Afrodita no estaba embarazo.

La mujer lo tomo y observo la imagen... No encontraba nada, volvió a mirarla detalladamente y efectivamente así era, no había nada. No podía creer lo lejos que su hijo había llegado y no entendía el motivo de inventar semejante cosa.

Verlo tan seguro vociferar histérico que el estaba esperando un hijo, le dio escalofrío.

Con desesperación Afrodita se abalanzó sobre Manigoldo llorando y rogando que no lo deje. Esté cansado del sueco lo empujó, provocando que Afrodita golpeara con el borde del sofá y cayera al piso.

Iris no daba crédito a lo sus ojos observaban. Manigoldo harto de Afrodita y esté llorando, tirado en el suelo, agarrando su vientre de dolor. Todo era una maldita locura.

Desde un observador ajeno a todo, lo pudo ver con claridad y lo que había descubierto era grabe y preocupante.

Su hijo vivía en otra realidad, de eso estaba segura. Escucharlo gritar pidiendo auxilio por qué según él estaba perdiendo al bebé, fue lo que necesitó para acudir por ayuda profesional

Manigoldo ante la semejante escena, que el peliceleste estaba montando, optó por calmar las cosas.

— Señora, su hijo necesita ayuda y no justamente por el golpe. Lo siento mucho, debo marcharme y ustedes también.

Iris asintió de buena manera, a fin de cuentas el hombre era una víctima de la locura de su hijo.

Luego de que ambos abandonaran el hogar del italiano, esté tomó sus valijas y partió hacía Suiza, para nunca más volver.

Esa noche no logró pegar un ojo por dos razones.
La primera su hijo gritaba y lloraba, afirmaba que veía sangre salir y a raíz de ello había pedido al bebé.
La segunda era gracias a sus propios pensamientos. Trataba de aceptar que su hijo tenía problemas. El meterse a hurtadillas en la habitación del menor buscando algo, algún indicio, que logró hallar la prueba de embarazo, negativa. Eso era más que suficiente. Su hijo estaba totalmente convencido de que estaba esperando un hijo de Manigoldo.

Temerosa busco en una agenda vieja, el número del hospital psiquiátrico dónde años atrás habían internado a su suegro.

Exhalo hondo y llamó, estaban decidida y aprovecharía la ausencia de su esposo para llevar todo acabó. Sabía que Cardinale lo echaría como un perro y ella no se permitiría perder el único hijo que le quedaba.

Después de unas largas tonadas, se sintió un Hola... Del otro lado.

— Hola buenos días, soy la señora Iría Strömberg, necesito contactarme urgente con el Dr. Moore por favor.

— Ya la comunico Sra. Strömberg.

— Habla el  Dr. Moore.

— Hypnos habla Iris ¿Te acuerdas de mi?

— Pero que placer volver a saber de ti Iris ¿Cómo has estado tanto tiempo?

— Bien, necesito verte urgente, es mí hijo.

— Claro, entiendo. Ven para el hospital, hoy mismo lo veré.

— Gracias.

Iris escondía un secreto hace años. Mantuvo una relación clandestina con Hypnos durante un tiempo, mientras el rubio trataba a su suegro. Tras la muerte de Albafica decidió terminarla.

Volvió a suspirar, tendría que verlo de nuevo, pero todo sea por su hijo.

Decidió que un bañó relajante, de sales y flores de lavanda, sería una buena idea para anestesiar su cuerpo que estaba siendo destruido producto del estrés acumulado.

Le ordenó a la servidumbre que no la molestará y atendieran a su hijo "convaleciente". Luego se sumergió en esa caliente bañera.

No supo cuando tiempo estuvo dormida dentro del agua. Lo arrugado de sus dedos demostró que bastante.

Se vistió con la elegancia que la cateterizaba, arregló su cabello color cobalto, igual al de su hijo fallecido, se colocó su perfume Chanel y salió para llevar a su hijo al hospital psiquiátrico.

Sentado, junto a su madre, en la parte trasera del lujoso auto, que era manejado por el chófer de la familia, Afrodita miraba tranquilo y triste por la ventana. Su madre le había dicho que lo llevaría a ver un médico.

Se sentía devastado por perder el bebé y Manigoldo se le había ido con otra mujer.

Observaba cada árbol que pasaba desde la ventanilla del auto, con detenimiento, buscando consuelo en las hojas verdes.

Hasta que sus ojos se toparon con el imponente edificio antiguo y escalofriante. Miró a su madre confundido. El sabía muy bien de que se trataba ese lugar.

— ¿Mamá, que hacemos aquí? Me dijiste que veríamos a un médico.

— Así es cariño, pero no es el médico que tu pensaste. Necesito que confíes en mí — su madre un gesto dulce acarició la mano del peliceleste.

— Mamá tu me crees ¿Verdad? Yo no miento mamá, Manigoldo te engaño.

— Tranquilo cariño, mamá siempre estará de tu lado, siempre. Solo quiero que estés bien. Házlo por mí.

Afrodita asintió y confío en su madre.

Bajaron del auto y entraron al antiguo edificio. Ahí Hypnos ya los estaba esperando con su mejor sonrisa, dedicada exclusivamente a Iris.

— Hola Iris, estás hermosa está mañana.

— Dr. Moore, un gusto volver a verlo. Esté es mí hijo Afrodita.

Temeroso, el sueco solo lo saludo agitando su mano, cual niño escondiéndose detrás de su madre.

— Pasen por favor. Vamos a mí oficina.

Afrodita miraba todo a su alrededor, el lugar era demasiado blanco, tanto qué podía quemarte las retinas. La luz también podría haberlo dejarlo ciego en un santiamén. El olor a desinfectante le quemaban las fosas nasales.

Definitivamente le pareció un lugar espantoso, no entendía cómo pretendían que la gente se cure en un lugar así.

Entró a la oficina de Hypnos y se sentó en el sillón muy nervioso frente a él.

Hypnos le indico con gesto de cabeza para que se retira la mujer. Hablar primero con su nuevo paciente a sola sería lo mejor.

— Afrodita, quiero que entiendas que esta oficina es un sitio de confianza. Puedes abrirte conmigo y contarme todo.

El rubio se acomodo en su cómodo sillón de cuero color café. Acomodó sus lentes y tomo un cuaderno donde tomaría nota de todo lo dicho por el contrario.

Afrodita, sintiéndose confiado, contó todo, toda su realidad.

Hypnos lo escuchaba atentamente y anotaba el comportamiento del peliceleste que sería de importancia para el diagnóstico.

Una vez que terminó con Afrodita, llamo a Iris para, ahora sí, escuchar la versión de ella. Hizo que Afrodita se retira quedando ambos solos en la oficina.

El sueco una vez fuera, decidió que ir por un café sería buena idea. Caminó a paso lento por los pasillos del hospital. Aún no se acostumbraba a tanto blanco. Siguió por los pasillos hasta toparse con una pequeña sala de espera y se alegró al encontrar una expendedora de café.

Se sirvió aquella caliente infusión, se sentó para disfrutarla.

La elegante mujer se sentía incómoda frente a su ex amante. No podía negar que aún el rubio le atraída, una atracción sexual grande. Su mirada dorada penetrante, su sonrisa pícara y su excepcional inteligencia hacían un combo bastante tentador para ella. Tuvo que cerrar con fuerza sus piernas cuando Hypnos se acomodaba sus lentes. Eso le parecía sumamente sensual.

— Bien cariño — la llamó el psiquiatra sacándola de sus ladinos pensamiento — según lo que tu hijo y tu me han contado saque una posible conclusión.

La mujer lo miró fijo, con sus iris celestes, que detallaban preocupación. Se acomodó en su lugar para prestar mas atención y recibir sea cual sea la noticia.

— Iris, lamento decirte que tu hijo sufre esquizofrenia y alteración de la realidad. Las enfermedades mentales no tienen cura, solo tratamientos.

— ¿Qué puedo haber desatado algo así? — la elegante mujer solo puedo articular aquella pregunta después de recibir la horrible noticia.

— Hay varios factores, Iris. Puede ser hereditaria o algún suceso traumático en su vida, generalmente en la niñez. Tu suegro padecían esquizofrenia.

Iris recordaba bien a su suegro, el tratamiento, los delirios y el suicidio de esté. También por qué en esa época conoció a su ex amante.

— ¿Lo vas a internar? — preguntó la mujer recobrando su compostura.

— No lo veo necesario, sugiero que empezamos un tratamiento con patillas. Si ese método resulta, seguiremos por ese camino. Es lo que recomiendo como profesional. Tu hijo no es una persona violenta.

— Lo iré a buscar, así puedes hablar tu con él.

Iris se levantó de su lugar en busca de Afrodita. No podía creer que su hijo heredará la misma enfermedad que su suegro.

Hypnos, aprovecho su soledad para escribir las recetas y recomendaciones para el tratamiento de Afrodita. También anotó su teléfono particular para dárselo a su inolvidable amor.
Cuando ella estuviera dispuesta lo llamaría.


El sol entraba demasiado fuerte por la ventana. Esto provocó que sus ojos celestes se abriera molestos.

No había logrado dormir mucho. Los medicamentos lo hacían vomitar.
Es hasta que te acostumbres...  Le había dicho aquel guapo doctor.

Acostado boca arriba, levanto sus manos a la altura de su vista. Las miraba con atención, temblaban.

Al principio no entendía por qué lo medicaban. Él había sido la víctima de todo esto. En sus sesiones semanales de terapia, intentaba entender su "realidad"...

Había pasado un mes ya desde que empezó el tratamiento, y había logrado al fin dar con aquella respuesta. Estaba enfermo.
Hypnos era de buena ayuda para entender aquello.

Volvió a mirar sus manos, estaban blancas del frío. Miró en busca del calefactor de la habitación, estaba apagado. Otra vez se había levantado por las noches y lo había apagado.

"Afrodita, recuerda tomar siempre tus medicamentos. Es muy importante que no te los saltees"

Su madre se había encargado de cómprale un pastillero, que señalaba los días de semana, para que no se le olvidarán.

Nunca se rehusó al tratamiento, comprendió que no quería seguir sufriendo.

Se levantó de la cama, necesitaba con urgencia una ducha caliente.
Disfrutó el agua recorrer su cuerpo. Cómo si logrará apaciguar su malestar.

Escucho la servidumbre anunciarse, llamando a la puerta.

— Joven Afrodita, su padre llego del viaje y pide que baje a desayunar — comunico la joven del otro lado de la puerta.

— ¡ Ya estoy listo, en un momento bajo!.

Terminó de vestirse, para luego bajar a desayunar.

A mitad de escalera, escuchó gritos de sus padres. Estaban discutiendo otra vez. Decidió escuchar de lejos.

— ¿Me estás hablando enserio? ¿Tú crees que ese niño mimado está enfermó?

Su padre, enojado, gritaba desquiciado.

— Lo llevé con el Dr. Moore. Él lo revisó y nos dio el diagnóstico Cardinale ¿Por qué no me crees?

— Con que Hypnos. Lo llevaste con ese idiota bueno para nada, solo para verlo ¿Verdad? — la mujer abrió sus ojos enormes — ¿Pensaste que no lo sabía? Seguramente tu le hiciste creer que estaba enfermo pará verte con él.

— Basta, no tienes idea lo que viví con el durante tu ausencia. El no distingue la realidad. Y gracias a Hypnos es que está mejor.

Enfurecido, Cardinale tomo fuerte de ambos brazos a Iris y comenzó a sacudirla.

— Yo me mato trabajando para que tú y ese delicado doncel no les falte nada ¿Y como me pagas? Matado a nuestros hijos. Ahora me doy cuenta que enfermaste a Albafica también y ahora sigues con...

Cardinale no puedo terminar de espetar toda su irá. Su cabeza fue alcanzada por un florero de vidrio en manos de Afrodita.

— ¿Dita, que hiciste?

Gritando, Iris trataba de despertar al cuerpo desmayado de su nefasto esposo.

— No podía tolerar esas barbaridades que te estaba diciendo mami.

Afrodita se arrodillo junto a su madre y la abrazó llorando.

— ¿Lo maté? — pregunto aún entre lágrimas.

— No hijito, solo está dormido — Iris acariciaba su cabello.

— Mamá, él me odia. No quiero vivir más así.

Ante esa confesión, el cuerpo de Iris tembló. No perdería otro hijo.

— Te vas a instalar en Francia, sacaré de mis ahorros y te compraré un departamento. Te mandaré plata sin que tu padre sepa. Sólo será un tiempo.

Cardinale, debido al golpe había pedido la memoria. Se le dijo que su hijo viajó a trabajar.


3 año después:

Caminaba por las elegantes calles de París, disfrutaba de su paisaje tan romántico y de tomar café en los lugares más famosos de la ciudad del amor.

Definitivamente está ciudad iba más con su estilo.
Estaba feliz, lejos de su padre y sus constantes rechazos y de los malos recuerdos que Suecia le traían. Recordaba con alegría a Albafica y su promesa de vivir juntos en París.

"..Conoce París por mí. Me hubiese gustado ir contigo como habíamos planeado.
Ten por seguro que iré, pero dentro de ti..."

Recordó con una enorme sonrisa, aquello que le escrito su hermano.

Había conseguido trabajo de secretario para un importante médico de la ciudad, cantaba en un bar y llevaba una vida tranquila.

Todo eso lo llevó a pensar que no necesitaba más su tratamiento. Él se sentía mejor, ya estaba curado, por lo cual pensó que sería buena idea dejar de tomar totalmente sus medicamentos.

Grave error.

Presente:

Mientras las manos de Shura recorrían sin pudor todo su cuerpo, al ritmo de la hipnotizante música en aquel antro, su mirada se posó curiosa en dos amantes perdidos entré la multitud.

De reojo miró a su pareja y se dio cuenta que esté no se había percatado de aquella exquisita escena. Río complacido por lo que veía

Aunque su relación con Camus había empezado un tanto extraña, con el tiempo, al conocerlo, llego a sentir un cariño enorme por francés y su pequeño hijo.

Hasta llego a sentir lástima por él. Definitivamente Surt no se lo merecía. Él daba todo por su familia y a cambio recibía nada más que engaños.

Velozmente el español lo giró para besar sus dulces labios. Pero a él le gustaba más Surt.

Cuando aquel contacto termino, busco otra vez con la mirada al par de amantes, no estaban. Miró en varias direcciones hasta dar con ellos juntos entrando al baño entré besos fogosos.

Ahí termino de darse cuenta que esos dos se gustaban. Conocía a Milo perfectamente y sabía que era la pareja perfecta para Camus.

Que mejor que ayudar a florecer su amor.

Ya en su casa, luego de una sesión de sexo salvaje con Shura, se quedó en las penumbras de la noche pensando en como ayudar al francés de liberarse de su esposo.

Él tenía que salir impune, por supuesto. Contarle su relación no eran una opción.

Pero había un pequeño problema, Camus esperaba un bebé de Surt y se imaginaba que el francés se negaría al amor de Milo por ésa razón.

Sintió la boca seca. Se levantó despacio de su lado de la cama, caminó a paso lento rumbo a la cocina. Se sirvió un vaso con jugo y lo bebió.

Cuando aquella bebida sabor naranja deleitó su garganta, tuvo una brillante idea.

Le daría una de sus mezclas a Camus para abortar su bebé y así ser libre para estar con Milo.

Ese bebé de Surt impedía la felicidad de los 4. Sería un sacrificio enorme, pero valdría la pena.

Debido a qué Camus y Shijima habían enfermado, el sueco iba muy seguido para ayudarle.

Aprovecharía que ese día Surt comenzaba a trabajar, y estarían solos en la casa.

Se aseguro que la madre de Camus se llevará el niño a su casa. Preparo con suma tranquilidad aquel líquido que haría perder "naturalmente" el bebé.

— Cam, te traje un batido de frutas para levantarte el ánimo.

El sueco le extendió a Camus, mientras esté descansaba en la cama.

Le bebió sin pensar.

— Gracias Dita, está riquísimo. Eres un Sol. No sé que haría sin ti.

— Bello Cam, solo quiero que estés mejor y verte bien. Todo lo hago por ti cariño... Ahora descansa.

Camus levanto su vista y le sonrió al sueco. Esté le besó la frente.

— Me tengo que ir. Mañana volveré. Que descanses.

Camus se despidió también y volvió apoyar su cabeza en la suave almohada.

Afrodita salió del hogar, con la idea de que estaba haciéndole un favor a Camus. Le estaba quitando ese peso de encima.

— Lo hago por ti Cam.


Mis bellos lectores le dejo un nuevo capítulo.

El el próximo retomamos con el encuentro de Milo con Shura para conocer los resultados del ADN.

Gracias por lee

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