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La vida sigue

  Había estado un buen rato drenando todas sus culpas, sus tristeza y maldiciendo su situación. Había tocado fondo y su mente había hecho un clic, la locura se había hecho a un lado para que su verdadera personalidad pudiera tomar la luz.

Limpio sus lágrimas con el dorso de la mano, respiro profundo tratando de calmar sus espasmos. Instintivamente, llevó ambas manos a su incipiente vientre.

- Lo siento pequeñito - con voz dulce le hablaba a su bebe mientras acariciaba su abdomen - no sabía el daño que estaba causando. Pero prometo que seré el papá que mereces.

Con dificultad se levantó del suelo, su cuerpo le dolía como si hubiese estado allí por meses.

Buscó en la cómoda una libreta dónde guardaba los teléfonos de más importancia, entre ellos, el de su psiquiatra, Hypnos.

Un poco mareado, tecleo desesperado el número del rubio.

- Hola

- Doctor, lo necesito.

Hace días que no lograba dormir más de 4 horas seguidas. Nadie le había advertido que ser padre era tan cansado y peor aún de gemelas.

Si bien las princesas lilas, como las llamaban Mu, eran dos pequeñas tranquilas, pero los cólicos no las dejaban dormir haciéndolas llorar todo el día.

El ariano se la pasaba trabajando ya que Shaka se había tomando unos meses de descanso y para suerte de este, Shion lo auxiliaba cada vez que podía. Ese hombre era ángel en la vida del rubio, que no podía entender cómo podía estar tan espléndido y tranquilo cuando cuidaba a sus niñas, sumando que también cuidaba del pequeño Okko.

Era poseedor de una paciencia y tranquilidad infinita y envidiable, sin embargo tenía ganas de quitarse el sentido auditivo solo para no escucharlas llorar y poder dormir.

Con enormes ojeras y su cabello dorado y lacio revuelto, miró a su pareja, que estaba a su lado durmiendo plácidamente, tenía ganas de golpearlo tan fuerte que le acomodaría las neuronas de un sopapo.

- Mu - lo llamo bajito - Mu - volvió a nombrar mientras zarandeaba al tibetano - Mu despierta.

El pelilia abrió sus ojos lentamente, giró su cuerpo para quedar frente al indio, que lo miraba fijo con sus ojos celestes eternos y despierto.

- ¿Qué sucede mí girasol? - preguntó adormilado.

- He tomado una decisión, llamaré a mí padre para que adelante su viaje y venga a ayudarme con las niñas y los preparativos de la boda - dictaminó levantando su dedo índice - estoy exhausto Mu, si no duermo algunas horas en paz me volveré loco.

Mu comenzó a reír, nunca había visto a Shaka perder la paciencia de esa manera. Él también estaba cansado, y hasta a veces se dormía en el taller, sin embargo era cierto que el rubio se llevaba la peor parte.

- No tengo problema con eso mí amor - se sentó - tengo muchas ganas de conocer a tus padres y si es una ayuda para ti que vengan, pues adelanté - levantó los hombros - apuesto que mí hermano también quiere conocerlos.

- ¡Bien! - salto de la cama gritando de alegría provocando que las gemelas se despertarán.

Rápidamente Shaka tomó su móvil y salió de la habitación para llamar a Asmita.

- ¡Shaka! - regaño Mu por haber despertado a las bebés.

- ¡Te toca! - gritó desde el pasillo.


Estaba sentado en la sala de espera del psiquiatra que Hypnos le había recomendado allí en París.

Había sido un error deja la medicación y necesitaba, por el bebé, ponerse bien y volver a tratarse.

Había llamado por teléfono a Iris, llorando le contó todo lo que le estaba pasando y lo que había hecho. La sueca le prometió que viajaría pronto a verlo apenas su padre mejorará de salud.

El Dr. Lugonis, era especialista en casos como el de él e Hypnos sabía que estaría en buenas manos.

Luego del viaje a Brasil, Kardia se había tomando unos días en la agencia ya que Orfeo estaba pronto a nacer.

Degel desde la mitad de embarazo que trabajaba en casa. Se encargaba de escribir notas y editar para un diario local, tanto en papel como online.

En esta ocasión, hacía una exhaustiva investigación y recolección de información que tenía guardada hace tiempo sobre todo los chantajes y negocios de Surt, tantos a él como a otros.

Pensaba hundirlo, le guste a quien le guste, él obtendría su venganza por jugar con la salud de su familia. Quería verlo perder todo.

Sin embargo, unas contracciones detuvieron su tecleo en la computadora. Orfeo nacería ese día.

- ¡Kardia! - grito desde la oficina - llama urgente a Shura y a tu mamá.

Si bien le había ofrecido la cómodo habitación de invitados, Camus se había dormido en la suya, a su lado, luego de una noche de snacks, cerveza y películas.

No habían salido de edificio en ningún momento, estaba recluidos allí como dos ancianos que solo comían y bebían.

Lo miraba dormir, su pelo aguamarina esparcido por toda la almohada como el mar tropical. Su respiración tranquila y las largas pestañas que enmarcaban esos ojos color zafiro como el diamante más precioso.

A sus ojos era hermoso, no solo físicamente, hermoso en su totalidad. Por dentro y por fuera.

Daba gracias de tenerlo junto a él, ya sea aunque sea como amigos.

Lentamente, para no despertar al francés, se levantó de la cama con la intención de preparar el desayuno y llevárselo a la cama.

Tanteo dormido, sus pantalones de chándal negros y con el torso desnudo partió rumbo al baño.

Mientras se cepillaba los dientes, observaba el espejo roto y luego a su mano, que amorosamente, Camus le había curado durante todos esos días. Aparto la vista sin más importancia para luego escupir en el lavabo el resto de la pasta. Ya no le importaba, era algo que quedaba en el pasado.

Comprar un nuevo espejo - tomó nota mental.

Terminó de lavarse los dientes y la cara. Observó de reojo el inodoro y el lugar donde Afrodita estuvo sentado. Sacudió su cabeza sacando esa imagen de su mente.

Mientras preparaba el desayuno, meneando suavemente su cadera, aun en cuero con un repasador colgado en el hombro.

Su celular comenzó a sonar en llamada, era Kardia. Esa llamada en cualquier momento llegaría y lo sabía.

- ¡Camus! - gritó entrando a la habitación - vístete, tu hermano entró en trabajo de parto.

El francés saltó de la cama desesperado, sin importarle que su cuerpo aún no despertaba.

Un nuevo integrante llegaba a la familia y eso era algo para celebrar siempre.

Luego de 6 horas, Orfeo había llegado al mundo gritando y llorando al igual que Mystoria. Degel lloró.

Otro Vasilakis, otro terremoto.

Sentado en el comedor, miraba todos lo remedios que el psiquiatra le había recetado.

Debía volver a la constante medicación si quería sentirse mejor y normal.

Suspiró cansado, estaba agotado de la lucha constante que tenía con sus pensamientos.

Estaba decidido, por él y por el bebé.

Escribió en un anotador los horarios y los medicamentos que tenía que tomar para tener mayor organización.

- Albafica, no sabes cuánto te extraño y te necesito - habló a la nada mirando una foto de su difunto hermano - te prometí que seguiría adelante y lo haré.

En su laptop busco algunos trabajos de medio tiempo y su madre le mandaría dinero todos los meses.

Quería cambiar, necesitaba cambiar y mejorar para cuando Mime llegará al mundo. Su niño hermoso.

Luego de un fuerte abrazo con Shura y la promesa de visitarlo pronto, Camus manejaba su camioneta rumbo al viñedo de Milo.

Había puesto en el GPS la dirección y solo le quedaba seguir las indicaciones que lo llevaron al campo.

Luego de un largo viaje, encontró la tranquera de entrada del viñedo.

Al ingresar reconoció el auto de Milo al instante pero... Había otro vehículo allí estacionado.

Acomodó su todo terreno en un espacio libre.

Mientras caminaba por el caminó de piedra granza, que lo llevaría al porche de la casa, escuchaba risas, la de Milo, la de los niños y una mujer.

De lejos veía a Shijima acariciando unos cachorros, Shun tocaba la guitarra, guiado por Milo, mientras una mujer de hermosas facciones y cabello color verde cantaba a coro.

La reconoció al instante porque ya la había visto en fotos, Shaina.

- Buenas noches - saludó de repente asustando a todos allí.

Shijima corrió a sus brazos, había extrañado mucho a su padre.

Milo se levantó de su lugar al instante para saludarlo y abrazarlo.

- Shaina, te presento a mí pareja, Camus - la ariana se puso de pie con elegancia para estrechar la mano del cardiólogo - Camus ella es la mamá de Shun.

- Un gusto en conocerte - saludó el francés.

- El gusto es mío, Milo y mí hijo me han hablado maravillas de ti - sonrió feliz - pasa, te estábamos esperando para comer.

- Pasa amor, siéntete como en casa, quiero que me cuentes todo de Orfeo.

Hola mis bellos lectores.
Les dejo un capítulo más de esta historia. Espero que les guste.

Gracias por leer.

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