Eres demasiado bueno
2 Meses después:
Cuatros meses desde que Kardia había sido inducido al coma, no había mejoría, ni tampoco la esperaban. Camus había aclarado bien que el cuadro era irreversible, la única cura... Un nuevo corazón.
La tormenta mediática se había calmado, ya no atosigaban a Camus con preguntas, sin embargo el paradero de Surt Andreev aún era desconocido.
Degel intentaba seguir con su vida, repartía su tiempo entre sus hijos y su esposo en el hospital. Jamás dejó de visitarlo ni un solo día, había ocasiones en que su hermano menor debía de echarlo para que descansará en la casa con sus niños.
A escondidas el acuariano mayor, se había hecho los análisis de compatibilidad con Kardia, estaba dispuesto a darle su propio corazón con tal que el amor de su vida viviera.
Sabía perfectamente que su hermano menor no permitiría que cometiera tal locura.
Tenía esa idea en mente, clava en los más profundo de su cerebro como un tumor, recurriría a ese último recurso si eventualmente fuera necesario, Kardia viviría si o si.
Cursaba su octavo mes de embarazo, ya no podía trabajar tanto como quisiera. Su vientre era enorme, dentro de su ser crecía un niño muy sano, su amado Mime.
Había trabajado duro para poder tomarse un descanso el último mes, las cosas en su familia estaban empeorando. Iris le había comunicado que lamentablemente tuvo que cerrar dos sucursales de la famosa chocolatería.
Buscaban nuevos inversionistas y un directos general que se ocupara del manejo de la empresa.
Afrodita se negaba a volver, estar en Suecia le recordaba a una etapa que necesitaba superar. En este momento había encontrado estabilidad emocional y paz.
Aún no anochecía, no faltaba mucho para que el cielo celeste se transformará en un azul profundo.
Su jefe lo había llamado para que lo cubrirá dos horas, no era mucho así que acepto sin problemas.
Quería llegar a casa pronto, lamentablemente el dueño de la florería estaba atacado en tránsito.
Sin poder dilatar más el asunto, decidido que ya era hora.
Había llegado el momento de vender la casa y comprar una nueva en conjunto con Milo en París.
Así es, vivirían juntos en un hogar más grande, donde pudieran formar una familia, una casa donde crearían hermosos recuerdos, comprar otro perro ya que Camus contaba con Skat, un setter irlandés de 4 años de edad.
En menos de una hora se encontraría con Shura y Aioros en su antigua casa.
Terminaba con sus pacientes matutinos, le dolía profundamente abandonar su viejo consultorio. No era fan de los cambios en su vida y en el último año había transitado por una metamorfosis increíble, tan rápida y estrepitosamente que había logrado romper su cómoda vida y hacerlo marear en el proceso.
De aquello, se convirtió en una mariposa espléndida. Un hombre diferente y seguro de si mismos, que no necesitaba a nadie para sobrevivir.
Un llamado a la puerta interrumpió su papeleo.
— Dr. Monnier — Cid entro luego de llamar a la puerta.
El francés sonrió por las ocurrencias del español, Cid parecía un ogro con ese rostro eternamente serio, sin embargo tenía el mismo humor raro que su mejor amigo Shura, padre e hijo eran muy parecidos.
Sabía que no había necesidad de tanta formalidad, lo conocía desde que había nacido.
— Dr. Maldonado — respondió con un tono gracioso — ¿Qué se le ofrece?
— Camus — nombró y luego tomo lugar en el sillón frente al escritorio, cruzó las piernas y lo observó fijo. Shura tenía los mismo gesto, aunque este renegara y negara aquello, al francés le causaba mucha gracia — me da mucha pena que dejes tu lugar aquí, eres un excelente profesional y tus pacientes te aprecian mucho.
— Lo sé, pero no puedo viajar hasta aquí todos los días.
— Por esa razón he venido a ofrecerte algo, como director de este hospital, te doy la oportunidad de elegir tres días a la semana para que atiendas aquí, de tarde o de mañana tu pones el horario. No quiero que abandones este lugar que conseguiste con tu esfuerzo.
— Estoy sumamente agradecido contigo Cid, no sabes lo feliz que me pone. Tenía pensado solo retomar los pacientes que la huida de Surt dejó, pero seguir atendiendo a mis propios pacientes es muy reconfortante.
— ¿Aceptas?
— Por supuesto que si.
El cardiólogo español estrecho en brazos al menor como si fuera su propio hijo, por que así lo sentía.
Minutos más tarde, caminaba por los pasillos del hospital listo para irse a ver la casa. Unos delgados y delicados brazos lo interceptaron.
— ¡Shaka! — exclamó el peliagua — haz vuelto a trabajar.
— Ya era hora que regresara amigo mío.
— ¿Cómo están las niñas? Con tanto problema y el estado de mí cuñado, no he podido visitarte.
— Entiendo Cam, de verdad que no es problema — sonrió colocándole una mano comprensiva en su hombro — las niñas están muy bien, ya tendrás oportunidad de verlas, iremos a visitar el domingo si quieres.
— Eso me encantaría, siempre eres bienvenido en mí casa, bueno la de Milo — ambos rieron.
— Es una pena que te vayas de aquí, te extrañaré.
— No lo harás — Shaka lo observó intrigado — Cid me a ofrecido seguir atendiendo el consultorio de aquí, solo que menos días.
— Ese hombre es un santo — comentó — y que buena noticia — lo abrazó.
— Te espero el domingo, debo irme, Shura me está esperando en la casa.
— Mándale saludos de mí parte.
Luego de manejar unos minutos, pudo divisar el deportivo lujoso de su amigo, y por supuesto al capricorniano vestido completamente de negro y lentes de sol, recibiéndolo con una enorme sonrisa apoyado al costado de su auto esperándolo. Una vista muy atractiva para cualquiera, incluso para él.
— Buenos días Cam — lo saludó sin borrar su sensual sonrisa.
— Shurita, bendita sea Athena por tu presencia — bromeó.
— Y me amaras aún más porque — abrió la puerta del acompañante y sacó dos bolsas de papel — traje el almuerzo.
— Eres un ángel Shura — le arrebató una bolsa — ¿Qué trajiste? — preguntó hurgando su contenido.
— Sándwich de lomo, algo simple y jugo de naranja — saco la botella — ¿Entramos?
Camus observó la casa en silencio por un momento. La casa que tanto había amado, ahora le parecía tétrica, con un aura oscura que le producía escalofríos.
Allí se habían grabado hermosos momentos, sin embargo los recuerdos amargos de su ex pareja y todo lo acontecido últimamente, había convertido todo en amargura, una casa inhabitable para él.
— No estoy seguro, no vengo aquí desde la requisa, la casa debe ser un caos.
— Cam — Shura colocó una mano en su cintura — no puedes vivir atemorizado por el pasado, no hay un monstruo allí adentro esperándote y nada te pasará, yo estoy aquí a tu lado — lo apretó a su cuerpo — entremos, abramos todas la ventanas y dejemos que se haga la luz.
El francés miró con genuino amor al español, daba gracias por tenerlo a su lado, siempre acompañándolo.
— Tienes razón, pero entra conmigo.
— Por supuesto, para eso estoy aquí. Nunca te dejaré.
El azabache empujó el cuerpo de su amigo, arrastrándolo hacía la puerta de entrada.
Luego de abrír toda la casa y despejar el camino, ambos amigos se encontraban almorzando sentados en la mesa del porche de entrada. Hablaban de cosas triviales y planes a futuro.
— Por cierto, el arquitecto está retrasado.
— Mmm si — miró el reloj pulsera, un Mercedes Benz C300 llegaba a toda velocidad, haciendo crujir la piedra granza de la entrada de la casa — creo que acaba de llegar.
Del auto color blanco, bajo un hombre de cabellos castaño chocolate, vestía un traje al cuerpo color gris y lentes de sol.
Uno de ellos contuvo el alimento, como la primera vez que lo vio.
Camus lo miraba sin ningún interés, sin embargo Shura no podía decir lo mismo. Se acordaba perfectamente de ese doncel desde que lo conoció en la fiesta de los Monnier cuando Sísifo los presentó.
Aioros Zervas.
Camus miro de reojo a su amigo y sonrió, el caprino miraba fijo al recién llegado, tal como lo había hecho en la fiesta. Juró que hasta se había sonrojado.
Shura observaba ese caminar tan elegante delicado y seguro, le pareció hermoso, la sonrisa de ese sujeto iluminaba el día, tenía un cuerpo de dios griego, pero cuando Aioros se quitó los lentes, el español pudo contemplar sus ojos de color jade que brillaban como dos piedras preciosas dignas de ser portadas en una corona.
— Buenas tardes, lamento haber llegado tarde — habló el sagitariano una vez frente a ellos — mí nombre es Aioros Zervas — estrecho la mano de Camus.
— Camus Monnier.
— Shura Maldonado — extendió su mano con una enorme sonrisa — nuestros padres nos han prestando.
— Oh si, lo recuerdo, eres el hijo de Cid.
— Así es — ambos aún seguían con las manos juntas.
Camus carraspeo cortando el momento de los otros dos, no quería ser agua fiesta pero tenía el tiempo contado y debía de arreglar sus asuntos.
— Bien, Aioros ¿Quieres entrar a la casa?
— Si, claro — contestó aún perdido en los ojos verdes de Shura.
El griego se adelantó al interior del hogar.
Camus volteó hacia su mejor amigo con una sonrisas burlona.
— Tierra llamando a Shura — bromeó haciendo que su amigo frunciera el ceño en desacuerdo con su broma.
— Cállate.
Mientras Aioros revisaba minuciosamente la casa y anotaba cada detalle que le encontraba, Camus le mostraba los ambientes mientras Shura los seguía como perro perdido en la silueta del castaño.
Luego de una exhaustiva revisión, los tres hombres, se encontraba nuevamente fuera de la casa hablando sobre los arreglos y remodelación que requería hacerle.
— ¿Cuánto tiempo tardará todo?
— Aproximadamente 2 meses.
— Eso te da tiempo de buscar un agente de bienes raíces — comentó Shura.
— Supongo que mí papá conoce uno.
— Disculpen mí intromisión, mí hermano menor es agente de bienes raíces y es uno de los mejores — sugiero Aioros — su nombre es Aioria, te daré su tarjeta, si querés lo llamas.
— Muchas gracias — aceptó la tarjeta — si es todo, debo marcharme, mí hijo me está esperando — un gusto conocerte Aioros.
— El gusto es mío Camus — miró al español — Shura.
— Aioros — devolvió el nombre.
El francés los miró sonriendo con gracia y se limitó a subirse a su camioneta y retirarse, el arquitecto hizo lo mismo.
— Aioros espera — lo llamó — ¿Quieres ir a tomar algo a París?
— Me encantaría — se sonrojó — nos encontramos en el Café De Flore, debo cargar combustible primero.
— Perfecto, nos vemos allí.
La noche había llegado a los cielos franceses, el firmamento estaba estrellado, era una noche hermosa.
De camino al departamento, se había detenido a comprar unos alimentos. Recorría las calles aledañas al centro parisino, algunas con poca iluminación.
Distraído mandando un mensaje de texto, no se dio cuenta de dos hombre que lo seguían desde hace unas cuadras.
Un jalon y una mano tapando su boca y cualquier grito que pudiera emitir.
— Shhh belleza, mantén la calma y no te haremos nada — decía el delincuente mientras lo arrastraba hacia la obscuridad de un callejón — Didier, revisa sus cosas.
Afrodita era manoseando por el rubio, que buscaba objetos para robarle.
— Mira que tenemos aquí — tocó su vientre — este bello doncel está embarazado.
— Sabes primor — el otro le susurró al oído — me calienta mucho los donceles en cinta, no es una mala idea hacer un dos por uno.
El sueco se removía con violencia en los brazos del acosador que no paraba de tocar su pecho y lamerle la oreja.
— Yo también podría aprovechar — Didier lamió su rostro.
Afrodita comenzó a llorar y desesperado por salirse, en un movimiento arriesgado, golpeó la entrepierna del sujeto frente a él. El hombre sujetó su parte íntima adolorido por el golpe, su acompañante abofeteó al peliceleste haciendo sangrar su nariz.
— Tranquilo doncel — Didier amenazó colocando una navaja en el cuello del sueco — eso dolió y la pagarás.
Pier, lo arrojó con brusquedad al suelo frío del callejón. En cuanto el frágil cuerpo de Afrodita aterrizó, ambos se lanzaron encima suyo, arrancándole la ropa.
El pisciano no para de llorar, nunca había estado tan asustado ni temido por su vida y la de su bebé.
— ¡Auxilio! — gritó apenas sus labios habían sido descuidados.
Otra abofeteada y una patada en su estómago lo callaron a la fuerza.
— Si no quieres que te matemos maldita zorra — lo escupió — cierra la boca.
Había sido ultrajado, golpeado y abandonado allí a su suerte.
Shura manejaba rumbo al café donde se encontraría con Aioros, cuando recibió una llamada del hospital con una urgencia.
Un doncel en cinta, abusado y golpeado hasta casi la muerte.
Maldijo internamente, estaba de guardia y tenía la obligación de ir a socorrerlo.
Apresuró la marcha y cambio de dirección hacia el hospital.
Tardó solo unos minutos en llegar, la enfermara de la guardia lo recibió con la noticia y el cuadro en el que había llegado el joven, mientras Shura caminaba a pasos apresurados y colocándose su bata.
Antes de llegar a urgencias, higienizaba sus manos y colocaba las protecciones adecuadas para una intervención.
Asentía seriamente mientras la enfermara seguía hablando junto con el médico clínico.
Sus ojos se abrieron tan grandes al ver a su paciente, que el color verde se convirtió en negro.
Era su ex pareja en un muy mal estado, su ropa está totalmente rota y rostro desfigurado.
A pesar del daño que le había causado, jamás le desearía el mal y menos algo semejante. Se sentía terrible al verlo de esa manera. Su corazón se estrujó fuertemente.
Lágrimas escaparon de sus ojos sin poder retenerlas.
— Doctor Maldonado — llamó la enfermera. Shura jamás había titubeado en actuar, ni siquiera cuando Camus había perdido a su bebé — diga cómo proseguimos.
— ¿Aún vive? — preguntó todavía perdido.
— Si doctor, ambos tiene pulso.
Sacudió su cabeza y alejó al hombre ordinario, dándole lugar al profesional que era.
— Bien, revisemos al bebé mientras el doctor Claude atiende al doncel. Si es necesario, lo haremos una cesárea.
Sin perder más tiempo, salvaron la vida de Afrodita.
Lo miraba dormir pacíficamente, estaba sedado y con el rostro y brazos vendado, su pierna derecha quebrada y de milagro el pequeño bebé estaba en perfecto estado aún dentro de sueco.
Unos quejidos provenientes de los labios de Afrodita llamaron su atención, silenciosamente se acercó hasta la cama donde descansaba.
— Shhh tranquilo — susurró bajito.
Al escuchar la voz gruesa conocidas, abrió sus ojos color celestes para observarlo sin comprender nada.
— ¿Qué me pasó? ¿Mí bebe? — habló con dificultad y entre cortado.
— Tranquilo, tu bebé está bien.
— Lo siento Shura — Afrodita conmovido por el momento se largo a llorar — no tenía a quien acudir y no tengo para pagar los gastos médicos.
El español lo pensó por un segundo, poseía un corazón demasiado noble para mirar a un costado y dejarlo desamparado.
— Tranquilo, yo me ocuparé de todo y te cuidare.
Dudoso se acercó al peliceleste y lo abrazo, temiendo que rechazara el contacto. No fue así, solo lloró más fuerte.
Shura era demasiado bueno.
Miró su celular por cuarta vez, definitivamente lo había dejado plantado. Una mueca de tristeza adorno su bello rostro.
Shura le agradaba, le gustó desde el primer momento lo vio en la fiesta.
Aprovechando la mesa que tanto le había costado conseguir en ese concurrido lugar, pidió un café con crema y una rebanada de pastel.
— No puedo creer lo que mis ojos ven — hablo una voz gruesa y varonil.
El sagitariano, inmediatamente levantó la vista para encontrarse con una persona que no había visto desde la secundaria en Grecia, su primer novio.
— ¿Saga?
Sus ojos color jade escanearon al griego altísimo de espalda ancha, cabello largo y por demás atractivo. No lo veía desde que eran unos adolescentes que experimentaban el amor por primera vez.
El tiempo habia sido benevolente con el geminiano, se había convertido en un hombre encantador.
— Aioros, que sorpresa verte en Francia ¿Puedo sentarme?
El castaño había sido el primer y único amor del peliazul. Albergaba un sentimiento demasiado fuerte para que cualquier persona lo borrara. Habían sido separados por la repentina mudanza de los Vasilakis hacía Francia, dejando a un corazón roto en Grecia.
Siempre lo amó y fue por eso que nunca tuvo otra pareja formal. Saga había encontrado a su otra mitad.
Hola mis bellos lectores.
He aprovechado el fin de semana para escribir así que les dejo otro capítulo.
Espero que les guste.
Se viene una muerte en la historia, no me maten.
Gracias por leer.
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