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Epílogo

Tocó sus labios queriendo recordar el último beso que Shura le había dado en el aeropuerto antes de volver a Francia.

Había pasado ya un mes de aquello.

Se encontraba en la sala de espera, con el corazón latiendo ansioso por volver a verlo y estaba a nada de hacerlo ya que habían anunciado que el avión había aterrizado.

El español ya tenía una sonrisa en su rostro al cruzar las puertas, la cual se hizo más grande cuando sintió los brazos de su amado envolverlo en la más cálida de las bienvenidas.

Ese mes se había convertido en el más largo de su vida, no podía esperar a por fin tenerlo junto a él y vivir el resto de sus días.

- Bienvenido a casa amor - saludó el acuariano sin romper el abrazo - no tienes idea de lo mucho que te he extrañado - besó sus labios.

- Yo también mí amor - le devolvió el beso - extrañaba estar en casa.

Las primeras semanas de adaptación a su nueva vida no fueron tan difíciles como había pensado.

Pese a que hace cinco años no tenía una rutina tan establecida, no le molestaba en lo absoluto volver a su antigua vida, porque esta era muchísimo mejor.

Se tomó dos meses para acomodarse en su nuevo hogar mientras buscaba un lugar para su nuevo consultorio privado.

Gracias a su excelente desempeño y currículum, no le costó recuperar su puesto en el hospital.

Aunque extrañará un poco su lujoso departamento de soltero, vivir bajo el mismo techo que Camus era el paraíso.

Los niños eran unos ángeles, a Shijima lo conocía y tenía una excelente relación con él. Y aunque al principio Hyoga y Aiacos les costó adaptarse al cambio, lograron aceptarlo de buena manera. Él les había dado su espacio y paciencia.

Que no tuviera hijos propios no quería decir que no le gustaran y soñaba con algún día tener uno con el francés.

Camus era un excelente esposo, amigo y compañero. El día a día junto a él hicieron que lo amara más. Nunca se había sentido tan mimado y atendido por alguien, salvo por su nana pero eso jamás lo admitiría.

Tenían una química perfecta dentro y fuera de la cama y hablando de sus encuentro sexuales ¡Dios! Nunca había disfrutado tanto hace el amor con nadie. La sensación del roce de sus cuerpos era único.

El cardiólogo siempre trato de mantenerlo al margen con el tema de su divorcio con el griego, Shura se limitó a acompañarlo en lo que podía, siempre respetando las decisiones de su pareja. Sin embargo Milo era su amigo y sentía que se debían una charla.

La cual llegó más pronto de lo esperado.

Fue un fin de semana que Milo buscaba a los nenes para llevárselos al viñedo.

Por un momento pensó que el rubio lo golpearía o algo, pero no, lo saludo con un fuerte abrazo y genuina alegría.

Y aunque se sintiera extraño, el escorpiano le había asegurado que nada de lo que haya pasado entré Camus y él era su culpa.

Milo le aseguró que era un gusto verlo en casa de nuevo. Le pidió que haga feliz a Camus y cuide a sus niños.

Por supuesto que lo haría. Serían la familia ensamblada más rara pero feliz.

La relación con los gemelos no había cambiado en nada. Kanon fue al que más les costó ya que Milo era su niño mimado, pero gracias a su esposa, entendió que el español no había tenido al culpa de nada.

Saga bromeaba que los cumpleaños de los niños serían los más incómodo del mundo. Aunque eso estaba lejos de la realidad. Las relaciones pasadas ya no tenían importancia.

9 meses después:

Había hecho ese trabajo cientos de veces, sin embargo, en esta ocasión era muy diferente y sobre todo especial.

- Vamos amor, puja puja - alentó - ya falta poco.

Veía que su pareja estaba cansado, había sido un embarazo de riesgo debido a la edad del galo, pero el no permitiría que les pasará algo ni a su amor ni a su hijo.

Siempre había dicho que deseaba traer al mundo a un hijo de su mejor amigo y en ninguno de los tres embarazos del acuariano tuvo la oportunidad de hacerlo.

Pero ahora lo estaba haciendo y no era cualquier parto, era el de su hijo, su propio hijo junto a Camus. Eso era mucho mejor.

La sensación que sentía era una felicidad abrumadora, su corazón latía descontroladamente al ver cómo la cabeza de su hijo se asomaba.

- Vamos mi amor, ya casi, ya veo a nuestro pequeño - seguía alentando. Escuchar los gritos de su pareja para él en ese momento era una canción, eso quería decir que se estaba esforzando por dar a luz, que pronto vendría el fruto de su amor, algo que habían creado juntos y no habia nada más hermoso que eso - ¡Ya sale! ¡Ya sale! - gritaba emocionado. Era el momento más importante de toda su vida y se sentía agradecido de ser él quien pudiera recibir a su bebé.

El llanto de niño se hizo escuchar en toda la sala de parto.

- Shura, amor - llamaba agitado Camus - quiero verlo.

El español ya estaba llorando apenas sostuvo a su hijo en brazos. Observaba a ese pequeño ser tan bello, inocente e indefenso.

Al instante recordó el momento que Camus le dijo que esperaba un hijo de él.

Ambos estaban trabajando en el hospital atendiendo pacientes en sus consultorios.

Shura estaba mirando los papeles de sus pacientes cuando leyó el apellido Monnier.
Un poco confundido pensó primero que se trataba de Degel, ya que él era su médico y ciertamente estaba seguro que Camus estaba trabajando a metros de él.

Sin darle mucha importancia a la planilla médica, llamó a aquel apellido confiado que sería su cuñado en cruzar la puerta, pero no fue otro más que su amor.

Lo miró confundido, esperando una explicación. Sabía que si deseaba verle no hacia falta que sacara una cita.

- Cariño ¿ Qué sucede? - cuestión al ver que el francés se sentaba frente a él sin decir nada.

- Hola doctor - habló al fin - he venido aquí a verlo porque necesito su ayuda - hablaba como si no fueran pareja, como le hablaba sus propios pacientes. Ante el silencio y la cara extraña del español, siguió hablando - ayer me he hecho una prueba de embarazo - dijo sonriendo mientras le extendió dicha prueba - me dijeron que ustedes es uno de los mejores ginecóloga del país y me encantaría hacer mí seguimiento del embarazo con usted y que lo traiga al mundo - sonrió.

Shura abrió los ojos tan grandes que casi se le salen. Tosió fuertemente de la impresión para luego volver a mirar a su pareja.

- Cam ¿De verdad tu estás...? - el doncel asintió - ¡Que maravilloso noticia! - gritó alzando los brazos para luego calmarse y carraspear - bien bien señor Monnier - volvió a su papel de médico siguiendo el juego de su pareja - sería un honor tratarlo. Le recetar los primeros análisis y lo veré aquí cuando ya los tenga - trató de sonar normal, pero la realidad está no que paraba de sonreír.

La idea de ser padre le encantaba, pero no pudo evitar que su parte médica saliera a la luz al recordar la edad del francés.
Sabía de antemano que todo el proceso iba a ser delicado y que inevitablemente se convertiría es médico y pareja protectora de Camus. Renegando porque le llevara la contraria y no le hiciera caso a sus cuidados
Aún así le brindo un extremo cuidado.

Aquí estaba, luego de todo lo que vivió, le estaba por mostrarme su bebé a la persona que más amaba.

- Mira mí amor, conoce a nuestro bello niño - el ginecólogo colocó el recién nacido sobré el pecho del francés.

- Es... Es hermoso, como tu - Camus al sentir el contacto de su niño contra su cuerpo, comenzó a llorar emocionado.

Era un momento especial, y aunque lo fue con todos sus hijos, este momento era diferente. Por las emociones vividas y por la persona con quién la estaba compartiendo. Shura era diferente, alguien inigualable y especial. Su otra mitad con la que no podía vivir. Darle un hijo había sido la cúspide de su relación a lo largo de sus vidas.

El español se sumó al llanto.

Había traído a un hijo de Camus al mundo como siempre había deseado, y no era cualquier bebé, era su propio hijo con él.

Ciertamente, el niño parecía una copia del menor. Ojos verdes y pelo negro eran los primeros rasgos que logro identificar.

- ¿Cómo lo llamarás? - preguntó Shura sentándose junto a él.

- Quiero que tu lo elijas.

- Me gusta Izo - tomó la manito del pequeño - leí sobre un samurái llamado Izo que dio su vida por la emperatriz, juró protegerla hasta el final y así lo hizo. Antes de sacrificarse por ella, confesó que la amaba.

- Me gusta, entonces, bienvenidos al mundo Izo.

La enfermera interrumpió a la pareja para lavar y vestir al recién nacido.

Hora más tarde, el acuariano descansaba en una habitación con Izo en brazos.

Shura entró ya sin su bata de médico, ese no estaba disponible para nadie.

- Cam - susurró por miedo a despertar al recién nacido - ¿Cómo te sientes? - preguntó sonriendo acercándose junto a la cama.

- Me siento bien mí vida - contestó mientras acariciaba la nariz de Izo.

- Es tan hermoso - el español no dejaba de ver con rostro enamorado a su primogénito - Cam, amor - del bolsillo de una cajita de terciopelo - quería pedírtelo de otra manera, pero creo que este es el momento indicado - abrió la caja frente aún sorprendido francés - Camus Monnier, mí mejor amigo, mí compañero y amor de mí vida ¿Me harías el honor de cansarte conmigo?

- ¡Si! - gritó asustado al bebé - perdón pequeño - susurró calmándolo - claro mi amor que quiero casarme contigo.

El pelinegro beso tiernamente sus labios y entusiasmado, colocó el anillo en el dedo de Camus mientras los pequeños ojos verdes de Izo los observaba con atención.

Era el momento, perfecto, con las personas que más amaba en este mundo.

Fue su último instante de tranquilidad antes que un abuelo primerizo llegara junto a su esposa para conocer a su primer nieto.

2 años después:

Era año nuevo y Camus estaba terminando de preparar el bolso de Aiacos.

Shijima, Hyoga y Aiacos se irán la pasar la noche del 31 junto con Milo y su familia.

- Papá - llamo Aiacos mientras jugaban con Izo - ¿Por qué mí hermanito tiene el pelo negro y no como el mío?

Auqella pregunta hizo sonreír al francés, recordaba haberla escuchado de la boca de su pequeño clon de Milo. Ciertamente el pequeño de cabellos ciruelos no comprendía de genética ni muchos menos que era de padres diferentes ya que a diferencia de Hyoga, Aiacos se había criado desde pequeño con Shura y Milo como figuras paternas.

- Porque la vida es injusta - contestó bromeando a lo que su hijo no entendió.

- No le digas eso - irrumpió el español en la habitación - tiene el cabello negro porque a Izo papá y yo lo hicimos juntos y se parece a mí - le explicó ganándose una mirada reprobatoria de su esposo.

- No es edad para esa charla.

- Yo solo intentaba explicar su duda - alzó los hombros.

- Mejor ocúpate de Izo.

- Aiacos - llamó al niño de 5 años - busca en tu habitación tu oso para dormir así te lo llevas.

El niño salió corriendo del cuarto matrimonial.

- Esto es injusto - resoplo.

- ¿Qué cosa? - cuestionó jugando con su hijo en brazos.

- Que ninguno de mis cuatro hijos se parezca a mí, ni el color del pelo heredaron - resoplo con indignación.

- Oh mí bello esposo francés. La naturaleza es injusta pero mira el lado bueno - dejó al pequeño en la cuna - todos tus hijos son atractivos cómo sus padres - contestó con burla a lo que Camus le tiró con un pañal por la cabeza.

- Cállate y cámbialo - ambos rieron - entraré a ducharme, Milo no debe tardar en buscar a los niños.

- Bueno, iré a verificar si Hyoga hizo su bolso.

10 minutos después, el timbre anunció la llegada del escorpiano.

- ¡Hey amigo! - saludó el rubio apenas el español abrió la puerta - ¿ Cómo estás?

- ¡Hey Milo! Hola Kyoko, un gusto verte - saludó el caprino a la pareja mientas los dejaba pasar al interior del hogar - Camus se está cambiando, ya baja.

- ¿Los niños? ¿Están listos?

- Ya los llamo - levantó un dedo - ¡Niños su padre llegó! - gritó fuerte para que se escuchara en toda la amplia casa.

Segundos después se escucharon pasos apresurados haciendo crujir el piso de madera.

Hyoga y Aiacos llegaron corriendo y gritando tirándose a los brazos del rubio.

Shijima bajaba tranquilo las escaleras con Izo en sus brazos.

- Oh pero miren a ese pequeño Maldonado. Ven aquí precioso - Milo sostuvo en sus brazos al niño de dos años - ¿Cuándo vendrás con tu tío Milo al viñedo?

- Dame dos años más y te lo llevas - bromeó Shura - te encantara ver las travesuras que hará con Aiacos.

- Eso es porque eres estricto con los niños.

- No, tu los dejas hacer todo lo que quieren.

- Ya basta los dos - habló Camus - aquí se hace lo que yo digo. Toma - le extendió el bolso de Aiacos - Hyoga y Shijima tienen el de ellos. ¿Cómo estás Milo? Kyoko que gusto verte - saludó a la pareja de su ex - ¿Y Shun?

- Como todo adolescente rebelde, con su celular en lo de mis padres - suspiro - bien, se me hará tardé. Vamos muchachos.

Milo cargó a los tres niños al auto para irse de sus padres.

Shura y Camus pasarían el año nuevo de los padres de pelinegro.

Fue una noche agradable, donde Cid y Nuria llenaron de regalos a su único nieto y compraron más para los demás niños.

- ¿Sabes de qué tengo ganas? - preguntaba Shura besando el cuello de Camus - de ir al departamento y pasar la noche allí, solos.

- Me gusta la idea pero y que hacemos con Izo - Shura rodó los ojos.

- Pues se los dejamos a mis papás, no creo que les moleste. ¿Haz visto la habitación y el cuarto de juegos que le armaron? A mí parecer están deseando que se lo dejemos - alzó los hombros y Camus sonrió.

Luego del brindis, el francés se aseguró de dejar dormido al pequeño para poder fugarse cuál adolescentes con su esposo.

Ciertamente a Cid no le molestaba cuidar a su niño para que su hijo tuviera una noche junto a su esposo.

Apenas llegaron al ascensor del piso, la pareja comenzó a besarse desesperadamente, como si hubiesen deseado ese momento a solas desde hace mucho tiempo.

Entraron al departamento besándose con la misma intensidad. Se sentían como dos jóvenes felices por tener la casa solos.

Así los hacía sentir el departamento de soltero de Shura.

Estaba intacto, con la esencia del ginecólogo soltero, y eso de alguna forma lograba ecxitarlos. Sentían esa picardía de haberse fugado para estar juntos.

El azabache tiró a su esposo al sillón para seguirlo él, sin dejar de besarse.

- Espera - se separó el ojiverde - brindemos.

Se dirigió a la cocina en busca de dos copas y el champagne.

- Brindemos por la maravillosa idea de quedarnos con este lugar para escondernos del mundo - bebió el líquido de un solo trago, al ver qué Camus no bebió lo cuestionó - ¿Por qué no bebes?

El francés batió levanté la copa y chasqueando con la lengua la dejó sobre la mesita de centro.

- No debo beber si estoy esperando un hijo - informó tranquilo mientras cruzaba las piernas.

- ¿Qué? - preguntó el español sin entenderlo nada - ¿Qué estás que?

- Que tendremos otro hijo cariño.

Y así fue, 9 meses después llegó Aurora. Una hermosa niña de cabellos aguamarina y ojos zafiros, era perfecta como su padre doncel.

La princesa de Shura.

Fin

Hola mis bellos lectores, les dejó el último capítulo de esta historia.

Espero que les haya gustado

Gracias por leer.

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