El beso del adiós
El español había dejado atrás la casa de Camus hace mucho. Manejaba algo rápido e inconsciente.
Estaba enojado, frustrado y hasta dolido, si. Sus emociones estaban al límite para este punto de su existencia. Dios santo, no estaba molesto por lo de Aioros, eso era algo de segundo plano y quizás este ni lo sabía.
El único causante de su dolor era él mismo, él y su necedad de amar a alguien que jamás lo vería más allá de un amigo. No podía culpar a Camus ni a Milo, ninguno tenía la culpa de sus sentimientos ni de su empeño en callarlos.
Sabía que había dejado a Aioros sin darle ninguna respuesta concreta a la acusación de amar al francés y ciertamente no pensaba que nadie debía de escuchar aquella afirmación más que el mismo Camus.
¿Valía la pena decirle a su amigo que lo amaba más que a nada en este mundo? Estaba esperando un hijo de otro hombre, con el cual se casaría pronto, no era el momento apropiado. Sin embargo él necesitaba sacar ese sentimiento, esas palabras certeras de su sistema, así de una vez por todas, encontraría ese alivio en su corazón que estaba necesitando hace mucho tiempo.
Sin darse cuenta, había manejado fuera de la ciudad, a una vieja y abandonada casona que él y los gemelos usaban como refugio para fumar hierba y pasar el rato lejos de la vista de ojos curiosos cuando eran adolescentes.
Estacionó su deportivo y bajó de este sin pensarlo, necesitaba aire, se sentía asfixiado por sus propios pensamientos.
Prendió un cigarrillo mientras se apoyaba en el auto a mirar la vieja construcción. Frunció el ceño enojado y arrojó una piedra, que encontró a sus pies, con la intención de romper algunos vidrios que habían sobrevivido al paso del tiempo.
Su corazón estaba atormentado y la adrenalina al tope, pensaba que desquitándose con la casa aliviaría su pesar.
Luego de una hora de meditación y 4 cigarrillos, unas luces de automóvil cegaron su visión hasta que este se estacionó junto al suyo... Era Cid.
- ¿Papá? - preguntó el español extrañado de ver a su padre en ese lugar.
- Hijo, mí niño - Sin decir más, el cardiólogo abrazo a su hijo provocando que esté comenzará a llorar instantáneamente - Shhh, eso mí pequeño, llora y desahógate.
El cuerpo del ginecólogo se sacudía espasmódicamente al compás de los sollozos que producía. No sabía cuando tiempo había aguantado eso y en los brazos de su padre es que logró al fin sacar todo ese malestar que tenía guardado.
- Duele mucho papá - confesó entre medio de lágrimas - no puedo más papá, ya no.
- Lo sé hijo, lo sé - consoló mientras acariciaba su cabello con amor paternal - ven vamos a sentarnos allí - señaló y guio a su hijo hasta un pequeño paredón ladero a la construcción.
Ambos hombres se sentaron allí, bajo el cielo oscuro y la brisa nocturna acompañándolos.
- Ten - el mayor le ofreció una petaca que tenía guardada en su abrigo - bebe un poco -Shura lo miró sumamente extrañado, ¿Desde cuándo su padre traía una petaca en su bolsillo? Restándole importancia, la aceptó y bebió un trago que le hizo fruncir la cara de lo fuerte que era - No le digas a tu madre - ambos rieron.
Ciertamente Cid era la persona que más admiraba en el mundo, su profesionalismo y seriedad ante todo, pero estando en la intimidad de la familia y amigos era divertido y amoroso. Amaba las reuniones familiares y sobre todo cuando estás eran junto a su mejor amigo Krest, ambos adultos les gustaban gastar bromas a los demás.
Siempre estuvo para él cuando lo necesitaba y ahora no iba a ser la excepción. Eso amaba de su padre y deseaba ser como él algún día.
- No lo haré - sonrió - ya que estamos en esos momentos - de su bolsillo saco uno de "esos" cigarrillos que en su adolescencia compartía con Saga y Kanon.
- Oh no hijo, hace mucho que no hago eso.
- Vamos papá, el momento lo amerita.
Shura prendió el cigarrillo de hierba para luego dar unas largas pitadas y convidarle a su progenitor.
- Shurita - lo llamó mientras miraba el cigarrillo en sus manos. Lo fumó - ¿Que piensas hacer? Sabes que no puedes seguir sufriendo de esta manera.
- Lo sé - contestó sacudido aún por el drenaje de lágrimas, no podía pensar en ese momento una solución mágica a sus problemas - pero no sé por dónde empezar.
- Hijo - Cid le pasó el cigarrillo y colocó una mano en el hombro del menor mientras esté le daba largas y ondas pitadas - sabes que no me gusta meterme en tu vida ni tus decisiones - comentó - soy tu padre y no puedo verte sufrir así y se que tu madre piensa lo mismo.
- Di lo que quieras - contestó luego de exhalar el humo - sabes que tus consejos vale mucho para mí.
- Bueno ya que dices eso - alzó los hombros - mientras manejaba hacia acá pensaba una propuesta para ti, pero no hablaremos de eso ahora - bebió de la petaca - primero deja que hable con tu madre. Mañana ven a cenar a casa y te diré.
El ginecólogo asintió algo pensativo, consideraba a su padre como alguien muy sabio y lo que sea que tenga para decirle lo escucharía atentamente y lo tomaría en cuenta. Al fin y al cabo Cid solo quería lo mejor para él.
- Pá - lo llamó, el nombrado voltio a verlo - ¿Cómo sabías de este lugar y que estaría aquí? - externó su curiosidad.
- ¿Piensas que no sabía a dónde estabas cuando eras un adolescente rebelde con esos gemelos? - Shura lo miró absorto por ser descubierto.
- ¿Todo este tiempo supiste que hacíamos?
- Por supuesto Shurita - no pudo evitar sonreír por la cara de su hijo, en un instante volvió a ser un niño - Una vez te seguí y cuando vi que en realidad eran travesuras adolescente, te dejé ser. No es como que si nunca yo hice algo semejante con Krest a esa edad - miró hacia el frente y sonrió recordando a ambos de jóvenes - bueno una vez que se nos pase este efecto iremos a casa.
Shura tiro lo que quedaba del cigarrillo y apoyó su cabeza en el hombro del mayor haciendo que esté apoyará la suya también.
A la mañana siguiente resintió en cada célula de su cuerpo el violento desahogo de la noche anterior. Decidió que ir adormir a casa de sus padres, era lo mejor.
Estar lejos de todo, eso necesitaba. Desconectarse y pasar un día junto a su familia.
Se removió incómodo en la cama, intento estirarse pero no logro hacerlo del todo y cuando abrió al fin sus ojos entendió el por qué. Estaba completamente vestido, hasta con sus zapatos puestos.
Bufó sentándose en la cama, agg que despertar más odioso. Tenía la cintura del jean negro marcado en su cadera y le dolía los pies por dormir calzado. Ni siquiera se acordaba de cómo había llegado, solo supo que se desplomó como vino y se desmayó.
Bostezó con pereza, al menos se sentía un poco aliviado de haber hablado del tema con su papá.
Se ducho rápidamente y se vistió con ropa de él que Nuria siempre tenía limpia en su clóset.
Se moría de hambre y también sentía curiosidad por la propuesta que le tenía Cid.
Bajo las escaleras de la mansión dos en dos y camino ligeramente hasta el comedor para desayunar con sus progenitores.
Cuando llegó al comedor, el español mayor estaba sentado en la cabecera de la mesa con un sonrisa tonta esperando por el desayuno y su mamá se ubicada a su lado. Shura tomó el lugar frente a su mamá y saludó.
Ambos hombres estaban en silencio compartiendo miradas cómplices.
- Hijo - el nombrado contestó con una simple onomatopeya.
- hmm - dijo comiendo bocados grandes.
- Come despacio - regaño - pareces una bestia.
Nuria miró hacia Cid que comía de igual manera que su único hijo. No pudo evitar fruncir el ceño, padre e hijo eran iguales y se imaginaba a que se debía esa ancia de comida de ambos.
Pensaban que era tonta, nada más lejos de la realidad. La española no era tonta, sabía muy bien a que se debía que su esposo llegara riendo la noche anterior para luego asaltarla y tener sexo el resto de la noche. Más no dijo nada, no tenía caso y pensó que un desliz de ese tipo no le hacía daño a nadie.
Una vez que sintieron que sus cuerpos saciaron su necesidad de alimentos es que se dispusieron hablar.
- Shurita - comenzó Cid - anoche discutí toda la noche el tema con tu madre - le guiñó un ojo a la española y está se sonrojó - si me permites, pienso que deberías alejarte un tiempo hijo - Shura lo miró atento, no le agradaba mucho la idea de alejarse y dejarlo todo, sabía que su padre tenía un motivo y siguió escuchando - tengo médicos conocidos que recorren el mundo brindando sus servicios y conocimientos a gente de bajos recursos - el ginecólogo abrió sus ojos verdes - por Europa, América y hasta África.
- Papá - se animó a contestar - no creo que alejarme sea lo indicado. No tengo por que huir de nada por amar a alguien.
- Hijo - está vez fue Nuria quien habló colocando una mano sobre la de Cid - tu reacción de anoche contesta tu duda - le habló dulce - sabemos que lo amas y demasiado, desde que eran niños y por estar a su lado no te permites amar a nadie más, no te permites seguir con tu vida - su papá asintió - él se va a casar y ¿Tú qué harás? Quedarte viendo desde afuera su felicidad mientras te destruyes y no sigues adelante.
- Puedo seguir adelante - contestó un poco enojado por las verdades que su madre le decía - puedo hacerlo y entendí que él nunca será más que mí amigo.
- Shura - llamó Cid en tono fuerte - Dime cuántas relaciones estables tuviste que no hayas arruinado por el mismos motivo.
- Está vez es diferente.
- No lo será, estuvo casado muchos años con Surt y aquí estamos hablando de lo mismo.
- Pequeño, piensa la oferta de tu padre. Pruebas nuevos aires, conoces otras personas y ocupas tu cabeza en otra cosa. Lejos de él, de Aioros y todos.
Shura apoyo los cubiertos con cierta violencia sobre la mesa, haciendo que su mamá pegara un brinco del susto.
- Compermiso - el menor se levantó de la mesa y salió de la casa dejando a ambos padres angustiados por la terquedad del capricorniano.
Subió a su deportivo y salió arando sobre el asfalto de la entrada de la mansión.
Era impensable que él se separa de Camus ¿ Qué clase de locura le pedían sus padres? Él jamás se había alejado tanto tiempo del francés, eso lo mataría vivo. La presencia de él en su vida era algo vital, era su motor para seguir despertando cada mañana.
Durante tres días no pudo parar de pensar en las duras pero certeras palabras de sus padres. Entendía que en cierta forma tenían razón y el tenía su manera de ver las cosas.
Suspiro cansado frotándose el rostro con ambas manos tratando de aliviar los músculos de su cara.
Estaba en el consultorio particular, la gente pasaba a su alrededor y simplemente hacía movimientos mecánicos, su cuerpo actuaba de memoria con sus pacientes porque él simplemente tenía la mente a galaxias de allí.
Sintió el teléfono de la oficina sonar insistentemente.
- Diga - contestó.
- Dr. Maldonado - la voz de la secretaria se dejó oír - el paciente Monnier ah llegado.
- Bien, alzó pasar.
Inhaló profundamente para sacar luego el aire acumulado en sus pulmones en un largo bufido, eso lo hacía solamente cuando ya estaba fastidioso.
- Shura - abrió la puerta Camus - ¿Cómo estás?
"Mal" pensó.
- Cam, bien - contestó simplemente con una sonrisa que salió forzada.
- Hey Shura - sintió la voz de Milo y su rostro volvió a endurecerse.
Esa consulta había sido una agonía para él, ver a la pareja compartir mimos y sonrisas le daba dolor de cabeza y estaba enojado.
Enojado con el mismo por enojarse. No tenia derecho a estar de esa forma y desquitarse con Milo y Camus, ellos no tenían la culpa de nada.
Suspiro por cuarta vez mientras veía a los enamorados despedirse con besos y caricias.
- ¿Vamos? - preguntó impaciente mirando a la pareja - tengo hambre - se justificó.
- Claro, yo también - contestó el francés - nos vemos en la noche amor - dio un último beso a Milo y este se subió a su auto.
- ¿Qué tienes ganas de comer? - cuestionó suavizando su tono de voz.
- Cualquier cosa pero ya, muero de hambre.
Comenzaron a caminar hacia el centro y Camus inconscientemente se agarró del brazo de Shura cómo siempre solía hacerlo al caminar. No pudo evitar estremecerse por el contacto y un escalofrío recorrió su cuerpo.
- Come despacio que vomitaras - regaño al mayor.
- Lo siento - respondió con la boca llena y Shura sonrió tierno por la imagen - de verdad moria de hambre.
- ¿ Cómo vas con la boda?
- No lo sé, de eso se encarga Milo y mí mamá - respondió comiendo otro bocado de hamburguesa con extra cheddar, su nuevo antojo - sé que será en el viñedo, me encanta la idea, súper romántico.
Shura asintió forzando la sonrisa nuevamente.
- Y a mí me toca ser tu padrino.
- Obviamente, nadie mejor que tú - le sonrió.
- Pues entonces te llevaré de mí sastre para hacerte un hermoso traje blanco a medida.
Durante el camino hasta el taller del sastre, Camus no paraba de hablar de lo maravillosa que era la convivencia con el griego de cabellos rubios. En otro momento quizás eso no le hubiera molestado tanto, se había acostumbrado tanto tiempo a ese tipo de charla sobre Surt que había entrenado a su cerebro a mentirse constantemente, que había logrado anular ese sentimiento.
Pero con Milo era diferente y eso lograba ponerlo de mal humor.
En su interior sentía que el griego había llegado para robarle todo. Eso sentía, que se lo había robado frente sus narices.
Siempre respetó a su amigo en todo momento, incluso cuando este bebía y se empeñaba en besarlo, entendía que estaba cansado. El griego llegó como una tormenta arrasando con todo, besando sus labios sin permiso y tener sexo con él en un mugroso baño, logró que se divorciara y ahora lo tenía para él.
Que tonto fue él respetando tanto.
Sentía que no podía competir contra el escorpiano y eso lo desanimaba, había perdido una batalla que ni siquiera sabía que estaba peleando. Su único consuelo es que el heleno lo hacia feliz.
Luego de una tediosa tarde, pudo refugiarse en la soledad de su departamento.
Encendió el sistema de sonido y reprodujo una lista random había en la computadora.
Abrió la heladera y sonrió al ver qué su nana le había dejado comida hecha. Calentó está misma y la acompañó con una cerveza mientras miraba unos mails que Cid le había mandado sobre el viaje.
Al cabo de leer toda la información, cerró la ventana del mail y observó serio la fotografía que tenía como fondo de pantalla.
La contemplo un buen rato y recordó el día que la sacó, esos tiempos cuando convivir con el acuariano era más fácil. Ambos se venían felices, sobre todo él.
Se perdió un rato disfrutando de la sonrisa de galo, sus ojos azules y profundos. No pudo evitar acariciar la pantalla y una lágrima se deslizó desde su ojo hasta su blanca mejilla.
La canción de fondo no ayudaba en nada al momento.
"Yo me digo a mí misma que no significas nada
Y que lo que tuvimos no me afectó
Pero cuando no estás ahí, yo simplemente colapso"
¿Cuándo tiempo más aguantaría todo eso?
Decidió que acompañaría sus atormentados pensamientos con algo más fuerte que una simple cerveza.
Tomó el whisky del aparador y bebió directamente de la botella.
"Yo me digo a mí misma que no me importo tanto
Pero siento que moriría por que me tocaras
Solo el amor, solo el amor puede doler así"
La estúpida canción seguía sonando de fondo y el la cantaba eufóricamente, se la sabía de memoria porque a Afrodita le gustaba cantarla.
"Solo el amor puede doler así
Debe haber sido un beso mortal
Solo el amor puede doler así"
A todo pulmón cantaba mientras caminaba por todo la sala con la botella en su mano, el fuerte líquido ámbar ya no quemaba su garganta porque el dolor de su corazón era más tortuoso.
Para hacer completa la noche, como masoquista que siempre fue, repitió la canción una y otra vez, grabándose el estribillo a flor de piel. Y justa razón tenía, solo el amor puede doler de esa forma tan horrenda. Duele y da felicidad, sin embargo está jamás la había sentido gracias al maldito amor.
Se desplomó sobre el sillón bebiendo lo último de la botella cara de whisky y cuando está se vació la arrojó contra la pared.
En ese momento de meditación con el alcohol, comenzaron las preguntas.
¿Pediría ver a Camus hacer su vida feliz junto a Milo?
Si estaba enojado ahora ya no podría soportar más
¿Que haría cuándo tuviera que trae a ese niño al mundo?
Verlo vivir ese momento como un espectador torturado que solo llora por dentro.
¿Acaso eso le podía llamar vida?
Realmente no lo era.
¿Y cuando su amigo lo invitará a su casa a cenar o algún cumpleaños?
Estaba seguro que tampoco podría soportar la cosa.
Llorando descubrió que había llegado a su límite de tolerancia y tenía la certeza que eso realmente lo destruiría hasta dejarlo vacío. Vivir una vida mirando eso cada día lo arrojaría a un precipicio... Literalmente.
Bebiendo un poco de vodka es que tomó la decisión más dura de su vida.
Se marcharía porque ya nada le quedaba allí. Ni siquiera el amor de su vida. Nada.
Y borracho, llamó a su padre en medio de un desconsolado llanto, porque eso le dolía más que nada en el mundo, alejarse de su amor.
El día de la boda había llegado y el fin de su silencioso calvario. Sólo tenía que aguantar toda la bendita ceremonia.
No le fallaría a su amigo, era el padrino y cumpliría el papel como tal.
Terminaba de acomodar su maleta, documentación personal y los pasajes que Cid le había sacado.
- No puedo creer que te vayas - comento Shaka entrando a la habitación con una de las gemelas en brazos - mis padres te buscarán en el aeropuerto.
- Es lo mejor - mencionó suspirando.
- Mu ya cargó todo en tu auto - lo miró pensativo - ¿Estás seguro?
- Definitiva - contesto cerrando la maleta - Shakita - llamo con voz suave - no le digas nada. No le cuentes dónde voy a estar ¿Me lo prometes? - se acercó al rubio.
- Claro que sí, te lo prometo - Shura abrazo a su ex pareja cariñosamente - ahora prométeme que te cuidarás e intentarás rehacer tu vida.
- Palabra de scout - levantó dos dedos jurando. Shaka rió.
- Amor - llamó el tibetano desde el umbral - ya estamos listos.
- Pueden cambiarse aquí si quieren, así no vuelven hasta Versalles - ofreció el español - es lo menos que puedo hacer.
- No es mala idea - comentó el ariano - cariño arréglate mientras yo visto a las niñas.
- Oh wow, eso me gusta - le sonrió a ambos hombres.
El matrimonio se retiró a la habitación de invitados, mientras el caprino se colocaba su impecable y costoso traje.
Se acomodó su cabello negro, su reloj y por último el perfume. Se miró al espejo tratando de que nadie pudiera darse cuenta del sufrimiento que cargaba dentro.
- ¿Seguro que no quieres dejarme la llave? - cuestión el indio ya vestido con un traje rosa viejo - podría venir a limpiar tu casa y cuidarte las plantas.
- No te preocupes, está mí nana y la otra llave la tendrá Aldebarán - alzó a upa a Sasha - y también mí mamá. Hola guapa - le hablo con voz aguda a la niña - ¿Te portaras bien mientras el tío Shura no está?
Shaka lo miró enternecido, él lo conocía bien, sabía de memoria esa faceta de su ex, esa que no le mostraba a muchos, esa que era sensible y cariñosa detrás de la cara sería que tenía habitualmente para el resto.
Lo extrañaría mucho, y estaba seguro que el francés también lo haría.
- Nos retiramos ¿Vienes?
- Ya los alcanzo - suspiro y se despidió de los 4.
Una vez solo, se colocó en la entrada con la última maleta en mano. Observó a su alrededor el lugar que tanto amaba, su refugio, su primer departamento. Sus cosas, sus muebles... Todo.
Negó con la cabeza y cerró la puerta dejando en soledad esas paredes.
Estaba llegando tarde, no era algo que le preocupara pero no era propio de él hacerlo. Siempre fue muy puntual. Decidió que ya no le importaba nada.
Estacionó y decidió no saludar a nadie, iría con Camus primero. Camino hacia el interior de la casa del viñedo, escuchó su nombre decirse al viento y levantó una mano a modo de saludo sea quien sea que lo llamara.
Dedujo que Camus estaría en una de las habitaciones y se adentro por los pasillos, nunca había estado en ese lugar pero no debía ser difícil de llegar.
En el camino, una puerta se abrió dejando ver muchas cabelleras azules y una rubia. Hablando alto y bromeando. Estaban felices.
- Hey Shura - saludó Milo - Cam está por allá - señaló hacia el fondo del pasillo - debe de estar esperándote.
El caprino solo asintió con la cabeza y siguió su camino.
Se quedó quieto cuando escucho las voces de Krest Degel y la de él. Suspiró, lo había evitado casi toda la semana y eso le dolía. Lo extrañaba.
Degel salió primero, lo saludó y siguió su camino.
Cuando el galo al fin pasó por la puerta, dejo de respirar. Dios estaba hermoso, deslumbrante. Solo atinó a formar una sonrisa tonta.
Durante toda la ceremonia sitio una piedra atorada en su garganta, cada palabra que era mencionada por Milo deseaba decirlas él.
Las que salían de los labios de Camus anhelaba que fueran dichas a su persona.
¿Alguna vez alguien le diría algo así de hermoso?
Los aplausos lo sacaron de su mente.
El resto de la fiesta había sido entretenida y llevadera, se había sentado junto a Saga que estaba igual de desdichado que él, solo que el gemelo no lo admitía de boca para afuera.
Cuando llegó el momento del baile nupcial, casi vomita. Necesitaba tomar aire para seguir aguantado todo eso.
Dos mujeres que no conocía no paraban de mirarlos, les sonreían coqueteando y estaba seguro que tenían intenciones hablar con ellos.
Anticipando sus movimientos, se levantó de golpe para huir de allí.
- Me voy a fumar - le avisó a su amigo.
Este asintió con la cabeza. Saga miró hacia la mujeres y cuando se dio cuenta que ambas se levantaron de su lugar para acercársele huyó alcanzando a Shura.
Fumó un par de pitadas junto a Saga hasta que el teléfono de este le entró una llamada que el atendió con prisa alejándose de allí.
Buscó con su vista al novio, lo encontró hablando con Krest. Su vuelo salía en 4 horas y debía de irse.
Suspiro hondo, era el momento de la verdad.
Llevó a Camus a un lugar lo suficientemente lejos para estar tranquilos y que nadie los interrumpiera.
- ¿Qué sucede Shura? - cuestión el francés viendo el semblante triste de su amigo - ¿Estás bien?
No tenía ni la más mínima idea por dónde empezar, ni que decirle exactamente. Sabía a qué iba sin embargo sus palabras no salían.
El francés lo volvió a mirar a los ojos y decidió aprovechar aquel interrogatorio.
- Cam - al fin comenzó, tomo aire y valentía para hablar - yo... No estoy bien - dijo al fin - hace tiempo que no lo estoy.
- Shura que... - lo interrumpió.
- Déjame hablar por favor - pidió - Cam yo me voy a ir un tiempo - anunció haciendo que el doncel frunciera el ceño - necesito alejarme y respirar otros aires - lo miró sin entenderlo - Yo ... Te amo Cam - confesó al fin - te he amado toda mí vida y no justamente como amigo - el acuariano contuvo el aire sorprendido - te amo más que a mí propia vida y ya no aguanto verte feliz con alguien más - Shura comenzó a llorar - he guardado mis sentimientos bajo una coraza de casanova, la verdad es que solo moría por estar contigo - hablaba entre sollozos.
- Shura yo ... - lo volvió a interrumpir.
- Debo irme amor, necesito olvidarte porque simplemente ya no puedo ser tu amigo - confesó entre lágrimas y abrazó a Camus fuertemente. No aguantaba más, su corazón latía frenéticamente - he arruinado todas las relaciones de mí vida por amarte cómo lo hago, amarte duele cariño - tomó las manos blancas y las llevó hacía su pecho - siente, late solo por ti - acaricio el rostro del mayor - y mí ser ya no puede con tanto.
- Shura, no sabía... - intento hablar pero sentía la garganta dura porque también estaba por llorar - no me dejes - rogó y lloró.
- Debo hacerlo, necesito hacerlo si no moriré - volvió a acariciar su rostro y sonrió melancólico - toda mí vida hice todo por ti, siempre te puse ante mí en todo momento y en este momento por primera vez haré algo por mí - el doncel lo miró con ojos acuosos y Shura solo pudo ahogarse en ellos - perdóname por lo que estoy por hacer, pero no aguanto más.
El español arrinconó contra la pared al francés, tomó su nuca y lo besó apasionado. El sabor de sus labios era embriagante y moría por probarlos una vez más.
Era el beso del adiós y Shura le hizo sentir allí , su amor incondicional, uno que llevaba guardado por años y que solo le correspondía a él. El corazón de ginecólogo era suyo, siempre lo fue.
No pudo evitarlo y correspondió el beso con la misma intensidad y pasión. Shura le despertaba algo en su interior, algo indescriptible. Era una parte importante en su vida y no lo negaría.
Devoro la boca del hispano con hambre, su cuerpo temblaba ligeramente. Shura lo apretó aún más a su cuerpo embriagando sus sentidos con su perfume y tacto.
Las manos del más alto, recorrían toda su espalda y viajaron sin pudor hasta sus muslos apretándolos con fuerza.
Quería todo de él, lo deseaba terriblemente, siempre lo hizo e incontables veces había soñado con hacerle el amor. Sin embargo solo se conformó con besarlo por última vez. Su amigo estaba recién casado.
Se separó de golpe del cuerpo del galo y sus ojos verdes chocaron con los zafiros.
Debo irme - anunció - mí vuelo sale en unas horas - Camus abrió la boca.
- ¿Cómo? ¿Ya te vas? - cuestionó sorprendido.
- Te extrañaré - lo abrazó - me voy para que tu y yo podamos ser felices.
Y sin esperar ninguna contestación por parte del doncel, se alejó haciéndole sentir el frío de su ausencia.
"Sálvame, sálvame
Solo el amor, solo el amor
Porque solo el amor puede doler así
Y debe haber sido un beso mortal"
Camus se quedó parado ahí en shock, todo había pasado demasiado rápido e intenso. Las palabras se quedaron atoradas en su garganta y jamás pudo decirlas.
Nunca pensó que Shura lo amara de esa manera, no sé había dado cuenta.
Tocó sus labios mientras observaba el deportivo partir de allí.
- Amigo - mencionó al aire.
Unos ojos turquesas lo miraba a unos metros, escondido.
Había escuchado y observado toda la escena. No es que no supiera de los sentimientos del español, se los imaginaba.
Tampoco se molestó con Shura por besar a su ahora esposo. Él había ganado, se casó con el francés, estaba esperando un hijo de él y sabía que tenía amor del galo. Shura se había marchado y no era un estorbo para ellos. Entendía a Shura y su amor.
- Cariño - lo llamó mientras caminaba hacia él - volvamos a la fiesta, cortemos el pastel - le extendió su mano
- Claro mi amor - aceptó su mano con una sonrisa.
Hola mis bellos lectores.
Les dejó un capítulo más.
Espero que les guste.
El próximo capítulo, serán 5 años luego de esto.
Gracias por leer.
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