。«3. Todo admirador secreto tiene su propio... ¿acosador?»。
Un extraño e incomodo silencio se hizo presente en el salón de clases, en el momento en que la pelirroja entró.
La mirada de la mayoría de los alumnos estaban fijas en sus guías, evitando a toda costa alzar su atención para no encontrarse con el ceño fruncido del profesor; quien observaba cómo la joven entraban en silencio y se sentaba en su acostumbrado puesto al fondo, junto al pelinegro; el cual no le quitó el ojo de encima.
Keyla sacó su cuaderno de apuntes como si nada. Momentos después el profesor suspiró y prosiguió con la clase.
Teo a su lado empezaba a ponerse nervioso, a causa de la carta que había recibido de la ajena. Había sido poco lo que logró entender de aquel montón de papel sanitario manchado, pero lo poco que entendió fue que Keyla estaba muy enamorada de alguien, incluso hacía referencias a partes de su cuerpo lo que le pareció psicópata, pero no del todo.
Desde antes que Key llegara al salón, el moreno había analizado detenidamente el contenido de la carta llegando a una vaga conclusión de que ella, sin duda alguna, lo quería. De una manera extraña, por hacer comparaciones de él con... ¿un gato?
Sin embargo, eso le parecía muy tierno por parte de la pelirroja.
Antes de decidir salir de sus pensamientos, notó cómo su compañera deslizaba un trozo de papel sobre su pupitre, lo tomó con curiosidad leyendo su contenido.
»¿Leíste la carta?
Asintió en su dirección y obtuvo un leve sonrojo en las mejillas de la joven, como respuesta.
Key se había arrepentido por completo el haber hecho aquello. Ella deseaba dejar de ser una admiradora secreta, pero Saúl tenía razón, era una cobarde. Ella prefería observar desde lejos antes de poder acercarse a su Adonis.
El joven escribió al inverso del papel, luego lo colocó sobre el escritorio de la pelirroja.
»Te inspiraste mucho en ella. Hubo partes que no pude leer porque el marcador se había corrido.
—En realidad se mojó. Más nunca en la vida volveré a escribir una carta en los sanitarios —susurró Keyla.
Teo se sorprendió. Acto seguido, rió por lo bajo de solo imaginárselo. Key por su parte hizo un puchero en su dirección empezando a irritarse, él se tapó la boca con ambas manos hasta que logró calmarse. Tomó un pequeño trozo de su cuaderno y escribió en el al tiempo que sus mejillas empezaban a tomar color, una vez terminó lo volvió a colocar sobre el pupitre ajeno.
Key no logró evitar asombrarse exageradamente ante lo escrito:
»Sin embargo, creo que comparto tus sentimientos... de alguna forma.
Teo la miró expectante esperando algo por parte de la ajena.
Ella por su parte, no dudo en sonreírle con emoción para luego tomarle de la mano.
—Creo que te amo...
«¡¿Qué?! ¡Espera...! ¡Aún no estoy psicológicamente preparado para una declaración de amor!» Pensó Teo, poniéndose aún más rojo y nervioso.
«¡Esto es increíble! Bueno no mucho, es obvio que Teo también admirara a Mr. Ruru ¿Cómo no admirar semejante dios?» Pensó por su parte Key, con una sonrisa en su rostro.
Ambos jóvenes se sonrieron para luego prestar su completa atención en la clase; por lo menos Teo sí, Key... no mucho.
Durante la clase, el chico intentó calmar sus nervios. Así como de poder digerir la declaración de la pelirroja. No estaba acostumbrado a tener una admiradora secreta, y menos a recibir una declaración de amor en el mismo día, era algo nuevo para él, pero debía admitir que le gustaba la sensación de nerviosismo y emoción mezclados.
Internamente se encontró riendo de sólo pensar en el futuro. Sí... empezaba imaginar demás.
Tanto se había sumergido en sus pensamientos, que apenas notó que la clase había culminado cuando vio a sus compañeros abandonar el aula.
Buscó con la mirada a la pelirroja, al no encontrarla en el salón salió en su búsqueda. Él sentía la necesidad de hablar con ella.
Teo no logró encontrar a la joven en el camino hacia la salida y se sintió decepcionado por ello. Suspiró y momentos después escuchó unos maullidos cercanos, se giró y se encontró con el animal de pelaje grisáceo, sondeando su cola en lo alto de las ramas de un árbol.
—Mr. Ruru, ya debemos ir a casa.
El gato maulló. Saltó del árbol cayendo de manera elegante sobre el césped. Teo se acercó y tomó en sus brazos, dándole unos pequeños mimos al felino.
—¿Sabes, Mr. Ruru? Tengo una admiradora secreta... que no es tan secreta —susurró el joven dirigiéndose al gato—. Es una linda pelirroja.
El minino en sus brazos lo miró confundido. Posteriormente giró su atención hacia los arbustos donde podía visualizar a la joven mencionada, volvió a mirar a su dueño maullando y negando un par de veces. Teo acarició la cabeza del animal sin entender el mensaje del todo.
—Tranquilo Mr. Ruru no te abandonaré por ella ¿bien?
El gato estrelló su rostro contra el pecho del joven, para luego mirar nuevamente hacia los arbustos y maullar.
Teo se volteó y visualizó a la pelirroja que ahora salía de los arbustos, alejándose lo más disimulada posible, sin tener ningún éxito puesto que Teo se acercó a ella con una sonrisa nerviosa en el rostro.
—¡K-Key! ¡Hola!
La aludida, se detuvo sonriendo un poco con su atención fija en el gato que la observaba expectante. Sintió las ganas de tocarlo, pero la voz de Teo lo evitó:
—¿Tienes planes para hoy? —Abrazó a Mr. Ruru en un intento de calmarse— Mr. Ruru y yo pensábamos ir... a dar un paseo por el parque ¿quieres acompañarnos?
«¡Sí! ¡Me encantaría!»
—¡Sí! Digo... no, no puedo.
Negó un par de veces y asintió otras dos veces. Se volteó unos segundos para luego mirar a Teo con la mirada más sería que podía ofrecer.
—No.
—¿Segura? Se nota que quieres acompañarnos...
—¡He dicho que no! —gritó ella—. Aunque me este muriendo por ir y pasar tiempo con el ser más hermoso del universo no puedo ¡No! —agregó aún con rostro serio.
«¡'Ser más hermoso del universo'! ¿Yo? ¡Rayos, podría morir ahora y sería feliz!» Pensó él.
—E-entiendo. Supongo que tienes otras cosas que hacer.
—No es nada importante —Key se encogió de hombros volviendo a fijar su mirada en Mr. Ruru—. Es solo que mi madre preparó una cena por mi cumpleaños.
—¿Es tu cumpleaños? —La joven asintió—. Oh, no lo sabía... ¡Feliz cumpleaños!
—Gracias, Teo —Le sonrió al joven, alejándose poco a poco—. Ahora debo irme, nos vemos luego.
El moreno tomó una de las patas delanteras de Mr. Ruru despidiendo a la pelirroja. Key aprovechó para corriendo del lugar, antes de que su autocontrol la abandonara y terminara abrazando al minino. Ese día, más que cualquier otro, debía evitar tocar un gato o su madre se enfermaría.
Una vez fuera de su cárcel, se detuvo para recuperar el aire y continuar su camino a casa, mientras caminaba se figuró aquella salida en su pensamientos imaginándose a ella y a Mr. Ruru corriendo por el parque alegremente, también ella abrazando a Mr. Ruru y dándole los tan deseados mimos que siempre quiso darle. Se había sumergido tanto en sus pensamientos, que no había notado en absoluto que cierto chico —con un gato— la seguía a una distancia prudencial.
Teo se sentía un poco culpable de seguir a Key, pero necesitaba saber en donde vivía para luego llevarle un regalo de cumpleaños.
A pocas cuadras, Saúl observaba aquello alzando una ceja. Suspiró negando un par de veces.
—¿Por qué será que presiento que a Keyla le salió el tiro por la culata? —comentó en voz alta.
El pelirrojo que estaba su lado, se carcajeó.
—Es divertido. A mi querida hermanita le ha salido un acosador —habló el mayor.
—Que es el dueño del gato que ella admira —completó Saúl—. ¡¿Es en serio?! —Miró al ajeno—. Tú hermana es un caso perdido, Kevin.
El mencionado asintió un par de veces. Y continuó el trayecto con el rubio, siguiéndolo.
Por su parte, Key se había desviado un poco de su destino terminando en una tienda de comida rápida. Observó el lugar mientras su estomago rugía, compró un hamburguesa para llevar y al ver la hora en su celular apresuró el paso a su casa, no podía llegar tarde a su propia fiesta de cumpleaños.
Keyla no era muy amante de los cumpleaños, pero desde muy temprana edad su madre había decidido que cada cuatro años le haría un festín, con sus platos favoritos como regalo, teniendo en cuenta que la pelirroja había nacido un 29 de febrero, un día especial y único que daba cada cuatro años.
Claro que la madre de Key celebraba todos los años el cumpleaños de su hija, pero cada cuatro años le regalaba algo referente a los gatos por su pasión, mientras que el resto de los años le daba regalos 'normales'. A Key no le molestaba eso, es más, le encantaban todos los 29 de febrero.
Y no sólo por ser el día de su cumpleaños. Sino que también, porque ella sentía que esa fecha era mágica, siempre que caía esa fecha algo bueno le pasaba como referencia estaba que en una fecha similar había conocido a Saúl, su mejor amigo y confidente. En una fecha similar había encontrado a Mr. Ruru, el gato que significa la belleza gatuna simplificada.
Y a pesar de que ella no lo sabía aún, en esa ocasión había obtenido a su primer acosador...
Sí, no suena tan bonito, pero al menos su acosador o, mejor dicho, admirador secreto no tardaría tanto en declarársele a la pequeña pelirroja.
Probablemente...
—¡Hoy ha sido un día maravilloso! —exclamó Key, con un vaso de refresco en su mano.
Los presentes sonrieron en su dirección y tomaron sus respectivos vasos, chocándolo levemente con el de Key.
—Brindo por mi hija consentida.
—Yo brindo porque mi hermanita logre controlar sus impulsos gatunos —brindó el hijo mayor, Kevin.
—Yo sólo pido que Key deje de meterse en confusiones amorosas —habló Saúl obteniendo las miradas confusas de Key y su madre.
La menor de la habitación se levantó de su silla para alzar aún más su vaso.
—¡Gracias a Mr. Ruru por estos hermosos cuatro años de admiración! —exclamó con una sonrisa— ¡Ah! También diré que, dentro de cuatro años dejaré de ser su admiradora secreta.
Dicho aquello tomó el contenido de su vaso.
—No pienso aguantarme a esta acosadora de gatos por cuatro años más. —dijo Saúl tomando su bebida.
—Eso no te lo crees ni tú —susurró el pelirrojo en su dirección, sonriéndole.
«Necesitaré calmantes para sobrevivir a esto...» Pensó resignado el rubio.
A las afuera de la pequeña casa de paredes cafés, Teo se mantenía oculto detrás de un árbol aún con Mr. Ruru en brazos. Una vez que visualizó bien el lugar decidió irse a casa más tranquilo, en su mente empezaba a armar un pequeño plan de cómo le entregaría el regalo a la pelirroja la próxima vez.
El minino miró a su dueño sintiendo cierta pena por él. Porque a pesar que era un animal, él entendía mejor que nadie la extraña situación que se había formado.
Él sabía que la pelirroja era su admiradora, podría ser un gato callejero pero no era idiota, en más de una ocasión la vio entre los arbustos o a lo lejos observándolo con tanta devoción que se asustó por ello. Pero luego de tanto tiempo en aquella rutina, se había acostumbrado a tenerla como una observadora algo... obsesiva.
Le gustaba la atención que le daba Key, después de todo era un gato que amaba ser la atención de los humanos, por ello le hacía bromas a aquel hombre que siempre le gritaba, el señor Ignus Ego. Le encantaba verlo enojado, además que con ello lograba que su dueño, Teo, salieran antes de aquel aburrido lugar y así comer lo antes posible su deliciosa lasaña.
Lo que nunca imaginó Mr. Ruru, es que su dueño terminaría siendo el admirador secreto de su admiradora.
«Humanos... seres incompresibles » Pensó Mr. Ruru.
«Gracias a Mr. Ruru hoy ha sido un maravilloso día, creo que hoy le daré más lasaña como recompensa» Pensó Teo abrazando a su mascota.
—Hoy sí que ha sido un extraño 29 de febrero.
La admiración, al igual que el amor, es impredecible.
Tan impredecible como estos peculiares personajes, que de completos desconocidos terminaron siendo algo más, sin siquiera darse cuenta.
Todo admirador secreto tiene su propio... ¿acosador?
F I N
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