Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

。«1. Admirar a una persona no es fácil... y a un gato, ¡menos!»。


La admiración, al igual que el amor, es impredecible.

Nace de manera instantánea.

Y cómo todo adolescente expuesto a las extrañezas de la vida, a Keyla le sucedió un 29 de febrero.

Observaba, sin ningún interés, las tiendas que apenas abrían. Tenía una malteada de cambur en una de sus manos cuando se detuvo, con cierto brillo en sus ojos cafés, delante de una tienda artesanal; ahí un hermoso gato de madera la hipnotizó. Detalló sus garras y el largo de su cola.

La joven de cabellera rojiza se pegó al vidrio, en un fallido intento de acercarse y acariciarlo, una extraña costumbre que tenía al ver cualquier minino, con o sin vida.

Luego de haber admirado al gato de madera, por varios minutos, continuó su camino al notar que estaba retrasada. Apresuró su paso hacia el liceo, debía evitar llegar tarde o de lo contrarío Saúl, su mejor amigo, volvería a sermonearla.

Las calles, que momentos antes habían estado desoladas, en ese minuto estaban pobladas de personas. Lo cual le dificultaba a la joven de mediana estatura, entrar al autobús. Por más que pataleó, aruñó y empujó, le fue imposible ingresar al transporte a causa de una mujer, de más de dos metros de altura, que se le adelantó.

Pensó en irse parada en la puerta. Pero luego recordó el terror que le tenía a caerse del autobús y terminar arrollada, por un vehículo hasta el punto de terminar irreconocible.

Sí, Key era un poco... paranoica, sólo un poco.

Chistó la lengua y observó cómo el autobús la dejaba atrás. Cómo último recurso, empezó a correr con las pocas energías que una joven, que odia el siquiera caminar puede. El instituto no quedaba tan lejos, pero la flojera extrema que conllevaba transitar todo el trayecto, era todo un desafío para la pequeña pelirroja que a dos cuadras ya estaba arrastrándose por el suelo.

—Mu... Muero... e...esto es... i...imposible —dijo cansada, arrastrándose por la acera ganándose las miradas de temor de los transeúntes.

Sacó su móvil y observó la hora, con horror.

—¡Llegaré tarde para la repartición de golfeados!

Se levantó de golpe y corrió con más entusiasmo. A pocas cuadras, antes de llegar a la edificación correspondiente a su cárcel terrenal, ocurrió lo que a todas las jóvenes en algún momento les sucede.

Lo vio.

Aquellos ojos azules como el cielo mismo, se fijaron en ella por unos momentos, hechizándola y enredándola en los mares de los mismos. Tragó seco, sintiendo como las piernas le temblaban—por haberse esforzado más de lo que su pequeño cuerpo podía—.

El dueño de aquellos enigmáticos ojos, caminó con elegancia pura. Meneó su cuerpo con aires de grandeza.

La joven tuvo que desviar la mirada avergonzada, para evitar que su corazón saliera disparado de su pecho, además de las incontrolables ganas de lanzarse sobre aquel Adonis que estaba a escasos metros.

«¡Mantén el juicio, Key!» se reprendió ella misma.

«¡Al diablo el juicio! ¡Necesito tocarlo!»

Volvió la vista con determinación, sin encontrar rastro de aquel ser que la había hechizado.

—¿Qué? ¿A dónde ha ido la divinidad?

Miró a ambos lados para luego acercarse a los arbustos, buscándolo. Se enojó consigo misma por haberlo perdido de vista y entró al instituto, sin dejar de buscarlo con la mirada.

Esa fue la primera vez de las muchas veces que vio a su divinidad.

Con el pasar de las semanas, logró saber los horarios en que llegaba al instituto y, por primera vez en su vida, ella le siguió el patrón, observándolo desde lejos. Admirándolo.

Y así pasaron meses y, posteriormente, años. Cuatro para ser exactos.

Key se había convertido en la admirada número uno—y posiblemente la única— de aquel Adonis de ojos azules y pelaje grisáceo.

Key sólo pensaba en él, respiraba, comía, dormía y, en algunas ocasiones, estudiaba por él. Sólo por él.

Los ojos cafés de la pelirroja se posaron en uno de los muros que rodeaba el instituto; donde un pequeño, escuálido y grisáceo minino tomaba reposo, resguardado por las sombras. La joven tomó uno de los emparedados que estaban en el regazo del joven a su lado, sin despejar los ojos de su objetivo, y le propinó una mordida. Sacó unos pequeños binoculares de su bolso, para observar a más detalle a su divinidad.

—Key, te ves como una acosadora —comentó el rubio de lentes, con cierto temor.

La pelirroja río leve. Miró a su acompañante, con el ceño fruncido negando un par de veces.

—No me compares con tales espectros. Yo no soy una acosadora, soy una admiradora.

—De un gato —El joven alzó una ceja, sin lograr comprender a su mejor amiga de la infancia—. Es aterrador.

—Quizás.

—Han sido cuatro años, ¿no crees que es momento de cambiar... esto?

—Sí.

—¿En serio?

—Sí. No puedo ser una aco- ¡Admiradora! Toda la vida.

El joven sonrió complacido. Notó cómo su amiga buscaba entre sus pertenecías, sacó una gran cantidad de papel sanitario manchado... en rojo. El joven observó con espanto la escena y aún más con vergüenza cuando la joven se lo tendió como si nada.

—P-pero ¡¿Q-qué haces?! —Se alarmó, pensando lo que cualquier chico en su posición pensaría.

—Es una carta, Saúl.

Saúl detalló mejor el papel. Visualizó las letras escritas en él. Lo tomó por las esquinas que no estaban manchadas. Y, efectivamente, era una carta, o eso se suponía que era, conforme iba leyendo, las mejillas del rubio se fueron pintando en un rosado profundo por las ocurrencias que habían escritas.

—Interesante...

—No pude terminarla.

—¿Pensabas escribirle una novela?

Key le propinó un codazo antes de enrollar y guardar su carta.

—Durante estos años lo he admirado en secreto, creo que es momento de salir del anonimato —empezó la chica—. Pensaba entregarle la carta a Teo, sé que no será algo fácil, pero deseo poder acercarme a él y llegar en algún momento ser más que una admiradora suya.

Saúl asintió, asombrado ante la seriedad de su amiga.

—¿Realmente le enviarás la carta a Teo? —cuestionó.

—No.

—¿No? —Ladeó el rostro, confundido— ¿Por qué?

—Estamos en el siglo XXI, Saúl.

—¿Y?

—Nadie envía cartas cuando se pueden enviar mensajes de textos.

—¿Le enviaras un mensaje?

—No.

—¿Por qué?

—No tengo saldo.

—¿Hablas en serio, Key?

Ella asintió.

—¿Quieres que te preste el mío? —ofreció, sacando su móvil.

—No.

—¿Por qué?

Hubo un momento de silencio, antes que la pelirroja bajara el rostro con un pequeño rubor en el rostro.

—No me sé su número —susurró la chica.

—¡¿Qué?! ¡Oh por Dios, Keyla! —exclamó Saúl, llegando al desespero— ¡¿Qué clase de acosadora eres que ni sabes eso?!

—¡No soy un acosadora! —reclamó molesta—. Soy admiradora de su gato, no necesito saber nada del dueño.

Un pequeño tic se hizo presente en el ojo izquierdo del rubio. Se levantó de su puesto y acomodó sus lentes antes de mirar a su amiga y señalarla.

—Eres un caso perdido, Keyla López.

—Tú, ¡no lo entiendes! —Hizo un puchero cruzando de brazos—. Admirar a un gato tan perfecto como Mr. Ruru no es fácil.

Él se cruzó de brazos.

—No me he acercado a él, porque mi madre lo sabría... y me castigaría. Ella es alérgica a su belleza.

—Es a su pelo, Key —corrigió Saúl.

—Es lo mismo.

—Entonces admira a su dueño.

—¿A Teo? ¿Por qué? —Ladeó el rostro, sin comprender.

—¡Es más razonable! Además, podrían terminar juntos como pareja.

—No tengo gusto por los chicos tímidos como tú o Teo —Negó con la mano para luego reírse por lo bajo—. Claro que en caso es imposible, admirar a un gay sería caso perdido.

El rubio tomó sus cosas y se alejó de la pelirroja; que en poco tiempo estalló en carcajadas hasta que notó que su Adonis había desaparecido.

—Key necesita un psicólogo o sería mejor el manicomio —pensó en voz alta, Saúl, entrando a la edificación.

—¡Maldita sea! ¡Lo he vuelto a perder de vista! —exclamó la chica.

Se aproximó a los arbustos.

—¿López? ¿Qué buscas? —preguntó una voz suave, cerca de la pelirroja.

—¡A mi Ado-...! —Se tapó la boca al instante con sus manos al ver aquellos ojos azules que tanto admiraba, tan cerca de su rostro.

Sintió cómo un escalofrío le recorrió el cuerpo. El minino estaba justo enfrente de ella, en manos de su dueño, Teo Díaz.


Admirar a una persona no es fácil... y a un gato, ¡menos!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro