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Capítulo 3 - Uñas

Esa misma noche, todos los del grupo celebraron la llegada de un quinto pecado al grupo con una gran cena y con mucha bebida.

Diane y King brindaban juntos, Meliodas competía a beber contra Ban, Gowther interrogaba a Hawk y Elizabeth llevó el último plato a la mesa. Zoba los observaba a todos con una sonrisa, con su jarra delante aún sin tocar. Amaba la pareja que hacía su amiga Diane con King, amaba la manera en la que El rey de las Hadas miraba a la giganta. Ojalá Diane se diese cuenta pronto de que tiene a una hada dispuesto a todo por ella.

Elizabeth le ofreció un poco de carne de una bandeja, que ella tuvo que coger con unas pinzas. A diferencia del resto, tenía que comer con cubiertos cualquier comida, cosa que llamó la atención del pecado de la Lujuria. Veía que las manos de esa extraña humana acababan en unas uñas largas y verdes, que brillaban en su punta levemente, como si estuviesen mojadas. Él no tuvo ningún reparo en agarrar su mano izquierda haciéndola sorprenderse.

Se la acercó a la cara y se ajustó las gafas para ver mejor. Si, por las uñas, emanaba un pequeño liquido verde si se apretaban las yemas de los dedos.

- Por favor, Gowther... no hagas eso... no cerca de la comida ni de las personas - ella intentó alejar de sus manos sus uñas todo lo posible.

- Que interesante... son unas manos mutadas... ¿Que clase de sustancia es esta?

Con la infinita curiosidad de la Lujuria, apretó la yema del dedo índice de la mano izquierda de Zoba con su pulgar, dejando caer una gota verde muy líquida. Ella dio una patada a la pierna de Gowther para apartarla del camino de la gota antes de caer sobre el tronco cortado donde estaba sentado, derritiendo una parte y echando un poco de humo.

- Un ácido natural, ya veo. Gracias por no dejar que me tocase, me habría roto el pantalón.

- Yo creo que hubiese llegado al hueso... - dijo ella con una sonrisa incómoda - Pero... mi mano derecha es distinta...

Gowther tendió rápidamente su otra mano hacia ella, pidiendo con sus gestos y su mirada curiosa que Zoba le mostrase su otra mano. Ella se la acercó despacio con una sonrisa. A simple vista, era exactamente igual que la otra, y apretó uno de sus dedos para que saliese otra gota, pero esta vez le costó más.

Gowther puso una mueca de mosqueo y empezó a apretar las yemas de sus dedos más fuerte.

- ¡Así no! ¡Esta mano cuesta más! No seas borde... sólo tienes que masajear las yemas despacio...

Ella acercó su otra mano poniéndola sobre la de Gowther, con cuidado de sus uñas con ácido, y se puso a masajear sus yemas.

- Yo quiero hacerlo. Quiero intentarlo - Gowther la miraba seriamente - nunca he visto nada así.

Ella se sonrojó un momento mientras le miraba con su ojo izquierdo rosado y le tendió la mano. Gowther masajeó su dedo con cuidado hasta que salió una gota verde, esta vez más espesa, que cayó al mismo sitio donde el tronco se había derretido, sanándolo de nuevo y saliendo nuevos brotes.

- Ya veo... tu mano izquierda expulsa ácido con más facilidad pero con menos efecto, mientras que la derecha expulsa un fluído sanador más potente, pero tarda más.

- Si... - Zoba asintió un poco - por eso tengo que tocar la comida con cubiertos y pinzas... y tener mucho cuidado si tengo que tocar a alguien... pues mis uñas no se pueden romper...

- Está bien - Gowther no había soltado aún su mano derecha - puedes tocarme, siempre y cuando tengas cuidado con las uñas.

Él atrajo hacia su pecho la mano de Zoba, tocando su ropa con cuidado. Ella se sonrojó con una sonrisa y asintió felizmente.

- Gracias, Gowther...

Mientras, Diane observaba sentada a su amiga con una sonrisa cariñosa y un rubor en sus mejillas proveniente del alcohol, mientras dejaba en el suelo un barril de cerveza vacío.

- Demonios, Zoba... - susurró - te has fijado en alguien complicado...

Al acabar la fiesta, y estar todo recogido, se fueron dentro del Boar Hat a dormir, todos menos Diane, claro, que se tumbó fuera a descansar. Zoba muchas veces ha querido dormir con ella, pues no quería que su amiga pasase frío y la noche en soledad, pero Diane no le dejaba. Tenía miedo de aplastarla al dormir.

Como no había más habitaciones que la que usaba Meliodas con Elizabeth y Hawk, y donde Ban descansaba esa noche borracho obligando a King a quedarse, ella subía a lo más alto del Boar Hat, a la pequeña torre, donde Meliodas guardaba los suministros de hierbas y especias. Allí tenía un montón que paja que le servía bien como un colchón mullido para dormir. No se quejaba, había dormido en lugares peores.

Encendió una pequeña vela y se asomó a la pequeña ventana. Diane ya estaba durmiendo, se notaba que el alcohol hacia efecto rápidamente. Esta noche no haría falta contarle un pequeño cuento para conciliar el sueño.

Su mente empezó a vagar mirando por la ventana de la torre y luego esbozó una sonrisa.

- Te estás imaginando que eres una princesa asomada a un torreón esperando venir a tu caballero a salvarte, ¿Verdad?

Ella dio un sobresalto y se dio la vuelta rápidamente. Gowther estaba parado en medio del cuarto mirándola. Llevaba en sus manos un libro.

- No me... leas la mente, por favor... - dijo incómoda.

- ¿Que tienen de malo las fantasías de los seres humanos? Si no soñasen despiertos no podrían escribir libros - dijo mirando la tapa del suyo.

- ¿Querías... algo? Estaba a punto de irme a dormir... - dijo alejándose de la ventana.

- Todos los cuartos están ocupados y ellos duermen profundamente por la cantidad de alcohol. Tu cuarto es el único que tenía una luz encendida.

- Ah, ya veo... - ella se apartó despacio un mechón de su pelo rizado - No me importa que duermas aquí...

- No - dijo seriamente - solamente quiero leer. No tengo sueño. Si me dejas tu vela y una silla no te molestaré.

Ella le miró fijamente mientras se sentaba sobre su montón de paja. Él no se movía ni cambiaba su expresión. Parecía ausente, si no fuera por la vida de esos ojos color azufre que no le quitaban ojo.

- Si... puedes usar la vela y leer... - ella se abrazó a sí misma y cerró los ojos.

Escuchó Gowther agarrar una silla y limpiarla un poco con la mano antes de llevarla cerca de su montón de paja, al lado de la vela, sentarse con un leve crujido y abrir el libro. Se relajó sabiendo que no haría ningún ruido... o eso creía.

- Capítulo 22, "El beso de despedida"

Zoba abrió un ojo mirándolo. Vio a Gowther leyendo de su libro con las piernas cruzadas. Parecía no darse cuenta de que hablaba en voz alta.

- Esto... Gowther... - dijo en un susurro.

Él puso el dedo donde se había quedado leyendo y la miró. Tardó dos segundos en reaccionar.

- Ah, perdón... llevaba las últimas semanas leyendo en voz alta.

Ella dio una sonrisa tierna.

- No, lo siento. No me molesta. Por favor, sigue leyendo en voz alta, me ayudarás a dormir.

Gowther asintió y continuó contando la historia. Tenía una voz suave e inocente, ¿Quién lo diría del Pecado de la Lujuria? Seguramente esa noche duerma muy bien. Ella cerró los ojos relajada, quedándose dormida e hipnotizada por su voz.

" - Si... bienvenida a casa de nuevo... - dijo el primer cazador - siéntate junto al fuego con una taza de té y cuéntame todo... quiero saberlo todo de ti..."

Gowther cerró el libro al haber acabado el capítulo y miró por la ventana. Era de noche cerrada.

- ¿Se supone que esto tendría que haberme hecho sentir triste? - se preguntó para sí mismo.

Miró a Zoba, que dormía plácidamente. Las garras de sus pies, las alas de su cadera, el cuerpo blanco y débil, pero capaz de llevar un hacha tan grande, el poder de sus uñas, su ojo tapado, las pecas rosadas, el rostro inocente y las esponjosas orejas de oso. No, no era del todo humana, y su insaciable curiosidad necesitaba saber acerca de esos secretos.

Dormía muy tranquila y relajada. Si no se quedó despierta hasta escuchar el resto de la historia, era porque ya se la sabía...

*

A la mañana siguiente, Zoba se despertó por unos gritos provenientes del piso bajo. Abrió los ojos y se incorporó rápidamente. Vio a Gowther desperezarse sentado en la silla, con el libro en sus piernas. Se había dormido ahí.

- Buenos días, Gowther... ¿Que es ese escándalo? - dijo cogiendo su hacha y levantándose.

- Buenos días... no lo sé, me acabo de despertar...

- Al final si que tenías sueño... - ella sonrió y bajaron.

Allí se encontraron con cuatro pecados alterados, pues habían raptado a la princesa Elizabeth.

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