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Capítulo 21: La vida delante de sus ojos

 - ¡Tráetela de vuelta que esa ahí no sabe hacer nada! - Ban le gritó al mago, y Elaine le reprimió.

 - Ban, no hables así - dijo con su pequeño ceño fruncido.

 - Debo recuperarme un poco y voy ahora a por ella... - dijo el mago jadeando.

 - Sí es que es verdad - Ban puso una mueca - Zoba ahí es un estorbo.

 - Ban, ella y todos - Elaine le dio una palmada en el brazo.

El mago tendió su bola hacia Hawk, que la cogió con sus orejas y la levantó para que todos viesen. En el momento en que el chico se iba a teletransportar hacia el lugar, el lugar donde estaba encerrada Zoba fue destruido, ante la mirada incrédula de los espectadores que veían todo desde kilómetros a la distancia.

*

Zoba gritó y se cubrió la cara cuando se destruyó su celda de piedra. Cayó rodando entre las piedras con gran suerte de no quedarse atrapada entre ellas. El gigante Drole lo destruyó de un golpe para confirmar que se habían escapado.

 - Se han ido - confirmó - pero no todos - dijo fijando su ojo derecho en el pequeño cuerpo entre las rocas.

Zoba le miró temblando. Ver ahora a ese gigante legendario enfrente de ella, con cuatro brazos y su piel de color verdosa, siendo mucho más grande que Diane y que Matrona. Ah, y mucho más fuerte. Drole giró un poco la cabeza para apartar su pelo de la cara y mirarla fijamente. Zoba sabía que él podía leer su mente, pero le daba igual, tenía tanto miedo que no podía controlar sus pensamientos.

 - ¿Qué es esto que tenemos aquí? - preguntó un hombre que apareció por encima de las piedras, con una capa blanca ondeante al viento, mientras se acariciaba uno de sus bigotes - Una pequeña humana con mutaciones de animales...

 - Una presa - dijo una chica rubia detrás de él, sin ropa ninguna, cubriendo sus zonas pudendas con su poder demoníaco, igual que Zoba hizo una vez.

Ella no  había visto nunca a estos dos, pero por sus pintas y el color de sus ojos, parecían demonios también. Seguramente, parte de los pecados capitales, pues sus auras eran oscuras e irradiaban mucho poder, además de acojonar bastante a nuestra pequeña protagonista.

A lo lejos, Meliodas la miró, después de quitarse de encima a otro de los 10 mandamientos. Abrió los ojos asustado y apretó los dientes. No se la esperaba ahí. Ni él ni nadie, prácticamente. El chico que se acariciaba el bigote se giró a mirarlo.

 - Esta chica va a despistar a Meliodas, pues querrá venir a protegerla - dijo con su voz desganada - Hará que esto sea menos divertido... - el demonio la volvió a mirar sin interés - Derieri... ¿quieres jugar con ella mientras yo me encargo de Meliodas?

La mujer no respondió, pero sus puños crecieron de tamaño envueltos en oscuridad. Con esa melena y esos ojos fieros, parecía una leona. Zoba se levantó temblorosa del suelo mientras el demonio llamado Monspeet se lanzaba a gran velocidad a detener a Meliodas, que se acercaba a la escena.

Meliodas debía proteger a esa chica. No estaba dispuesto a que ninguno de sus amigos se enfrentara en ese momento a ningún demonio, mucho menos la que menos posibilidades tenía. Se la encomendaron a él... para que cuidase de ella.

 - ¡¡No la toquéis!! - gritó antes de enfrentarse a Monspeet.

El demonio alejó a Meliodas del grupo, mientras Derieri se acercaba despacio hacia ella. Sus pequeñas pezuñas de cabra temblaban al alejarse despacio. Ella no podía huir, para nada. Era imposible con esa leona echándole el ojo.

 - No se que haces aquí - dijo ella con tranquilidad - eres un pequeño ratoncito en una jaula de enormes felinos... ¿No tienes orejas o cola de ratón, tantos animales que tienes en el cuerpo?

Ella no sabía que responder. Podía hacerlo, pero no era recomendable.

 - Sea lo que sea, aquí no pintas nada. ¿Eres humana, no? ¿Cuántos golpes de mi combo aguantarás?

*

 - No va a llegar al segundo... - King tenía las manos en la cara.

 - ¡No puedo mirar! - Diane se tapó los ojos - ¡Pobre niña, no tenía que estar envuelta en esto!

 - En realidad tiene sus motivos para estar aquí - Gowther recogió a Escanor del suelo y lo volvió a cargar en su espalda - Lo que sucede es que no te acuerdas.

 King se fue rápidamente flotando enfrente suya.

 - ¡Tú menos que nadie tiene derecho a decir eso! ¡Que si está así es por tu culpa, y yo no pienso perdonarte! ¡No soy tan blando como Zoba!

 - ¡Callad! - Howzer los miró enfadado - ¡Una compañera está a punto de morir!

 - Zoba no es mi compañera - Gowther lo miró serio.

 - Claaaro... - Jericho se miró las uñas - Ella es su novia, eso sí que lo entiende, no como la amistad.

 - ¿¡Cómooo?! - los presentes que eran conocidos de ambos se giraron hacia Gowther.

Gowther dio un pequeño suspiro y soltó con una mano a Escanor para ponerla en sus labios mirando a Jericho.

 - Te dije que sh... No sabes guardar un secreto - dijo la Lujuria.

 - Ni tu mantener a una novia - contestó la chica enfadada.

 - ¡Pericho! - Ban la miró enfadado indicándola con la cabeza la situación en la que estaba Zoba, mientras la veían por la bola.

Ella se mordió el labio arrepentida de las palabras y se rascó el brazo con un pequeño sonrojo de vergüenza.

 - Lo siento... no lo debí decir... 

 - ¡Mirad, mirad! - Elizabeth se acercó un poco más a la bola señalando con el dedo.

Todos volvieron a mirar a la bola que el cerdito sujetaba con las orejas.

*

Justo cuando Derieri levantó uno de sus brazos para golpearla, Meliodas llegó rápido como un rayo y la golpeó mandándola lejos. Con su cuerpo cubierto con oscuridad, el capitán de los Pecados Capitales los miraba completamente enfadado y con voz firme.

 - Dije que nadie la tocara, Derieri.

Zoba lo miró con los ojos abiertos. Nunca lo había visto así, ni siquiera parecía él. Meliodas se giró a verla y le dio una pequeña sonrisa, devolviendo la visión del simpático chico tranquilo de siempre.

 - No te preocupes. No sé que haces aquí ni por qué te han dejado sola, pero entiende que no puedes huir. Así que sólo te queda ser valiente y no tener miedo. Cuidaré de ti.

 - Meliodas... yo... - dijo con tristeza - lo siento... lo siento mucho... no se cómo...

 - No te excuses. Sólo mantente alerta - dijo con una pequeña sonrisa.

 - No toques a Derieri.

Monspeet apareció por la espalda de Meliodas por sorpresa, dándole un fuerte golpe hacia el cielo. Zoba dio un pequeño chillido y se tapó la boca, pero una presencia en su espalda bastante negativa le hizo helarse.

 - Vamos con el primero.

La voz grave de Derieri hizo girarse a Zoba, justo en el momento para recibir un puñetazo en el costado que la mandó volando lejos rodando por el suelo. La demonio rubia apareció delante de ella para darle un segundo combo contra el suelo, dejando su cuerpo escondido tras una nube de polvo.

 - Con dos debería bastar - dijo mirando - Debería... pero sigues viva... ¿cómo?

La demonio observó a la chica levantarse del suelo sujetando su vientre con dolor y reprimiendo un gemido.

 - Da igual, podré golpearte más veces. Si te hubiese roto algo interno sería aburrido.

Zoba apretó los dientes agarrando su vientre herido. Por raro que pareciese, sólo tenía dos moratones y raspaduras en el cuerpo de rodar entre las piedras.

A lo lejos, Meliodas la miró menos de un segundo. No podía despistarse ni un segundo, pues Monspeet y otros Mandamientos estaban preparados para intervenir. Le frustraba no poder ayudarla, no tenía ni un momento para pensar con claridad. La vida de la mutante dependía de él, pero no podía escapar. Veía a Derieri seguir aumentando el combo con Zoba alejándola cada vez más, pero él no podía hacer nada. Ni siquiera acercarse, pues la maldición que le echó ese Grayroad le ataba al lugar.

 - No te arriesgues a atacar a Derieri con un ataque a distancia - susurró Monspeet a su lado - Podrías darle a la mutante. A lo mejor le harías un favor, mutando se sufre.

 - ¡¡Cállate!!

Meliodas fue golpeado antes de que él pudiese atacar antes. Cada vez estaba más cerca de perder.

Mientras tanto, Derieri se entretenía contando las veces que golpeaba a Zoba. Iba por 29 golpes, y Zoba se seguía levantando.

 - No eres humana - confesó - Ningún humano aguanta 30 golpes míos - dijo dándole otro, que hizo que Zoba sangrase por la boca - Parecen puñetazos normales...

Zoba se arrodilló con un gemido de dolor. No importa donde Derieri le golpeara. Siempre que ese golpe contuviese magia o poder, todo era absorbido por la piedra de su cuello al entrar en contacto con su cuerpo, por eso sólo llegaban a ella puñetazos potentes con la misma intensidad. Mientras, la joya de su cuello se cargaba cada vez más con el poder de Derieri.

*

 - ¡Oe, Gilfrost! - Ban le miró alzando la voz - ¡Si no eres capaz de traerlos aquí, mándame a mí allí! ¿¡Eso podrás hacerlo, no?!

El mago hermano gemelo perdido de Gilthunder asintió un poco, pero preocupado.

 - Genial, no estoy dispuesto a perder a mi mejor amigo - dijo mirando al muñeco pelirrosa - Eh, Gowther, ¿te vienes a por tu chica?

 - Claro - contestó el muñeco dejando a Escanor con Slader - Pero es peligroso. Nosotros dos no somos rivales para ellos.

 - ¿¡Eh?! - dijo molesto - ¿Me estás diciendo que te asustan esos que están machacando a tu chica? - dijo acercándose y señalando la bola - ¿¡Y el miedo que tiene que tener Zoba ahora mismo que?! ¡¿No te importa?!

 - Se que Zoba tiene miedo - contestó - Se que está sufriendo y puede morir, pero soy realista. Nuestra presencia ahí puede hacer que los Mandamientos se vuelvan más ofensivos y que el capitán tenga más de que preocuparse.

Ban se acercó mucho más hacia él, agachándose casi hasta hacer que sus narices se rozaran.

 - Siempre que entrenábamos o cualquier cosa, incluso en mi ausencia, has llamado a Zoba "cobarde" mil veces ante su timidez... pero tu "realismo" le va a costar la vida a tu chica, que no es realismo, ¡es tu propia cobardía!

 - Yo no he bebido de la fuente de la eterna juventud como tú. Yo no tengo tu habilidad - el muñeco contestó serio.

 - Si esa chica que está ahí siendo golpeada hasta vomitar sangre fuese mi Elaine, siendo inmortal o no, pudiendo ganarle o no, y siendo realista o no - dijo clavando sus ojos escarlatas en sus brillantes azufres - ¡Yo me tiraba a por ese demonio como un zorro a destrozarlo!

Ban se apartó de él cuando Elizabeth gritó.

 - ¡Va a matarle, Meliodas-sama! - gritó.

 - ¡¿Que pasa?! ¿¡Que pasa?! - Hawk gritó nervioso sosteniendo la bola con sus orejas - ¡No puedo ver que está pasando, los cerdos no podemos mirar hacia arriba!

Pero todos estaban helados viendo como Meláscula quería sacar el alma del destrozado cuerpo de Meliodas y nadie se atrevía a decir palabra. Sólo la mirada de Ban obligaba a Gilfrost a transportarle sólo a él al lugar tras besar a su chica.

*

En el lugar de la pelea, Zoba estaba tirada en el suelo. Su cuerpo estaba todo magullado de recibir esa paliza, muchas escamas de su cuerpo se habían desprendido y sangraban, además que de rodar por ese terreno pedregoso estaba llena de arañazos y cortes. Se quejó poniendo una mano en su bajo vientre mientras Derieri se acercaba a ella.

 - 36 golpes están muy bien. Ni siquiera pensaba que llegarías al segundo - dijo la chica de ojos fieros - Al final me he entretenido contigo.

Zoba vio posarse a Monspeet al lado de la chica y a observarlos.

 - ¿Cómo va Meliodas? - preguntó ella.

 - Ya va a morir - dijo acariciando su bigote y mirando a otro lado quitándole importancia - Estarossa quiere el protagonismo y que nadie interfiera. Es aburrido. Además, desde aquí se van a escuchar sus gritos, así que prefiero estar contigo. ¿Y esta mutante? ¿Aún no muere?

 - Lleva 36. Con el 37 me aseguraré de darle en la cabeza y que muera de una vez. Ya me he cansado de verla rodar por el suelo como un perro muerto.

Zoba apretó los dientes con un jadeo ajustando la vista de sus heridos ojos para mirar a los dos demonios. Ellos giraron la cabeza al escuchar el primer grito desgarrador de Meliodas, uno que a la pequeña Zoba le heló la sangre. Ese grito significaba el inicio de su muerte y de su fin inminente. Significaba que todo estaba perdido, que ya nadie podría pelear contra ellos.

Derieri levantó su puño para darle en la cabeza, pero Monspeet le cogió la muñeca. 

 - Deja que escuche cómo muere la única persona que podría protegerla ahora. Deja que se quede sin esperanzas.

Ambos demonios miraron en la dirección al resto. Zoba miró también con dolor. Creyó ver incluso a Ban agarrado al demonio que estaba asesinando a Meliodas, pero debían ser efectos del dolor y de los golpes de Derieri, que estaba a punto de desmayarse o morir, no lo sabía muy bien. Escuchó de nuevo un grito de Meliodas y su corazón de estremeció de dolor.

Sus orejitas de conejo escuchaban perfectamente sus gritos, además de la irritante voz chillona de Ban, confirmando su presencia. Incluso juraba oír a un hombre de voz grave contando por el número 2, aunque se encontraba lejos del lugar.

 - Monspeet, ¿de verdad tengo que esperar? No me gusta - dijo Derieri.

 - No es obligatorio ciertamente... - contestó el hombre.

 - La mataré ahora - dijo envolviendo su brazo en oscuridad en forma de enorme garra.

 - Tres...

Un grito desgarrador de Meliodas inundó el aire. Zoba miró a la demonio levantar su brazo hacia ella. Esta vez se veía como si de verdad fuese a morir y ese brazo sería su yugo. Entre su borrosa mirada con los gritos de fondo de Meliodas y la cuenta de Estarossa, su vida empezó a pasar por delante de sus ojos.

*

 - Así que esa es tu historia, ¿eh? - dijo un sonriente Meliodas - ¡Vamos, no hay tiempo que perder!

Meliodas empezó a caminar delante de ella. Era su primer recuerdo, la primera persona que veía. No sabía por qué, pero le siguió andando.

*

 - ¿Zoba? - dijo una giganta morena con su inocente voz agachada enfrente de ella - ¡Encantada, soy Diane! ¡Si eres amiga de Meliodas, seguramente seremos grandes amigas!

La enorme sonrisa de esa preciosa giganta era cálida y amigable. Así fue como conoció a su primera amiga, y la mejor que tendría.

*

 - Nee, Zoba... ¿no puedes dormir?

Zoba estaba sola esta vez con Diane tumbadas en un bosque bajo las estrellas. Era el tiempo en el que viajaban solas, después de separarse.

 - Me duele la cabeza... - contestó con un susurro - Estas orejas mutadas y este dolor...

 - Lo siento mucho... - dijo ella posando sus enormes labios sobre el cuerpo de la mutante, soltando un sonoro beso en su cabeza - Ojalá supiese como quitarte este dolor...

 - Sólo quédate conmigo... - dijo ella al borde de las lágrimas - tengo miedo de quedarme sola, Diane...

 - No digas tonterías... - ella sonrió - Nunca nos vamos a separar, ¿vale? Somos amigas, las mejores.

*

 - Cuatro...

*

 - ¿Así que te gusta Diane? - preguntó ella con inocencia.

 - ¡No! ¡No es verdad! - un nervioso King se excusó.

No se conocían apenas, pero a Zoba le cayó bien en cuanto lo vio por primera vez.

 - Sí que te gusta, no lo puedes esconder - dijo sonriendo.

La pereza se retiró flotando intentando mantener dignidad entre su sonrojo.

*

 - Y así es como puedes hacer que la carne se quede algo tostada pero sin que pierda jugosidad.

El zorro acabó de emplatar un delicioso plato bajo la atenta mirada de Zoba.

 - Que buena pinta... - susurró ella mirando el plato.

 - ¿Por qué quieres aprender a cocinar? - preguntó Ban secándose las manos.

 - Quiero ser útil, quiero saber hacer de todo. Y cocinar es importante para llevar un bar - contestó ella sonriendo.

 - Eso díselo al capitán, el sabe cocinar, pero tiene el don de la comida horrible.

Zoba rio feliz mientras servía el plato.

 - Dicen que se puede conquistar a alguien por el estómago, ¿es cierto?

 - Yo no necesité recurrir a la cocina - dijo con una sonrisa de lado, pero se le quitó de pronto - pero tampoco tuvo oportunidad de probarla...

*

- ¡No se rompe! ¡No se rompe! - ella chilló de alegría y no pudo evitar lanzarse sobre Gowther - ¡Este vestido es genial!

Él abrió los brazos para recogerla sin ninguna expresión mientras ella chillaba de felicidad.

- ¡Me encanta, muchísimas gracias! ¡Muchas gracias por pensar en mí!

- Era algo que se le podía haber ocurrido a cualquiera, pero yo lo hice primero - él la miraba tranquilamente.

Vio que en el rabillo de sus ojos, otras lágrimas empezaban a asomar, pero ella se las quitó rápido.

- Ibas a llorar de nuevo - dijo él.

- Sí... pero era de felicidad... ha sido todo un detalle...

- Eres un llorona.

- Bueno... si... supongo que sí...

Ella miró al suelo un poco sonrojada y suspiró feliz. Se sentía realmente bien, completa y satisfecha.

*

 - Cinco...

*

 - Merlín... ¿no tienes alguna pastilla o algo para dejar de mutar? - dijo ella mirando sus orejas de conejo.

 - Lo siento pero no. Prefiero estudiarte - contestó la silueta de la maga.

 - No soy un conejillo de indias... sólo las orejas... - ella dio un sorbo de un refresco sentada en una mesa del bar.

 - Considéralo algo altruista. Sólo te tomo muestras de vez en cuando y no te duele. Un poco de pelo, una pluma, una escama...

 - Merlín... me gustaría ser humana... - dijo con tristeza.

 - Eres humana, Zoba.

 - No me vendas esa mentira - dijo acostándose sobre la mesa - quiero ser fuerte, tener magia y habilidades... y ayudaros con lo que pueda.

Notó como una mano acariciaba suavemente su melena.

 - Todo irá bien. Confía en mí...

*

- Ka...sumi... esto, bueno... - ella se puso nerviosa, podía comprobar claramente que no era alguien a quien tomarse a la ligera - Ya nadie me llama así... pero sí, antes me llamaban así...

El hombre dejó su hacha clavada en el suelo y acercó sus manos a ella. Ella no dejaba de temblar cuando la cogió por debajo de los brazos y la levantó en el aire. El hombre la observaba de arriba a abajo con sus ojos azules, viendo sus mutaciones y su pequeño cuerpo muerto de miedo. Luego acarició su pelo esponjoso mientras sus orejas tapaban sus ojos con miedo.

- De verdad eres tú...

Zoba notó cómo la apegó a su enorme cuerpo musculoso. Era igual que abrazar a un peñón, pero un poco más suave. Ella estaba demasiado confusa. ¿Quién era este hombre y de que la conocía?

- Han pasado 10 largos años... - dijo separándose y mirándola - ¿Qué haces aquí? ¿Has venido sola?

- Esto... yo... - el hombre le inspiraba confianza, pero no quería contar su vida a todo el mundo que pasara por ahí.

El hombre se dio cuenta de que algo no iba bien.

- ¿No te acuerdas de mí? - preguntó.

Ella frunció los labios.

- No, lo siento mucho, señor... no le conozco de nada...

- Ya veo...

Por un momento, Zoba vio un atisbo de pena en los ojos azules del gran hombre, pero se pasó fugazmente.

- Mi nombre es Escanor...

*

- Diane dijo una vez que si no quería pelear, no lo hiciese. Dijo que le recordaba a una amiga que tuvo, Dolores, una giganta. Y que ella pelearía por mí cuando hiciese falta... sobre todo para cuidar de los nuestros. Yo... también quiero ser fuerte para defender a quien quiero - ella bajó la cabeza - No puedo parar de pensar en que estoy... siendo un estorbo en todo esto.

- Anda... - Howzer le revolvió el pelo con algo de cariño - No digas eso, ellos te aprecian.

- Pero... Elizabeth no pertenece a los Nanatsu no Taizai, pero ella es valiente y honesta, y su poder druida... es alucinante. Incluso mi maestro Hawk tiene una habilidad asombrosa que le hace ser fuerte y útil...

- Ah.. si.. - dijo con mala cara recordando a Hawk comerse a su víctima.

- Yo ni siquiera tengo habilidad. Mi cuerpo muta solo, no creo que eso beneficie. Sólo tengo este regalo de Merlín - dijo agarrando su colgante de varios colores - Si sigo viva, es por él, aquí hay mucho poder.

- Y cuando llegue el momento, sabrás usarlo para cuidar de los tuyos, tenlo por seguro - dijo con una sonrisa afectuosa.

*

- Seis...

*

Zoba abrió los ojos para ver a Derieri bajar su mano hacia ella. Ella aferró su puño alrededor de una piedra con enfado al escuchar el grito de Meliodas en la distancia.

 - Sabré usarlo... para cuidar de los míos... - murmuró.

No estaba bien. Esto no podía estar pasando. La voz de Howzer tenía toda la convicción del mundo aún diciendo esas palabras vulgares para animar a alguien. No había nadie que pudiese salvarle ahora, por lo que tuvo que tomar una decisión. Caer desmayada y morir a manos de ese Mandamiento o intentar hacer algo descabellado. Ella dio una suave sonrisa.

 - Meliodas... - dijo susurrando - Intentaré pagarle todas las veces que cuidó de mí en el pasado. Por favor, deposite un poco de confianza sobre mí...

Ella cerró los ojos al momento en que Derieri estrellaba su puño finalmente, haciendo salir polvo del suelo. Cuando se dispersó, Zoba no estaba.

 - Monspeet, no está - dijo mirando hacia ambos lados con sorpresa - Se ha ido...

 - ¿Cómo que se ha ido? - dijo acercándose - Pues sí, ha desaparecido...

*

 - Adios, Meliodas... - el mandamiento del Amor le sonrió acercando su estaca antes el casi fallecido capitán de los pecados.

 - ¡¡¡BASTA!!! - Ban hacía todo lo posible por impedir que asesinaran a su amigo, mientras las lágrimas empezaban a caer por sus mejillas.

Justo cuando la estaca empezaba a perforar la piel del rubio, Zoba apareció de la nada sobre el rubio con las manos extendidas. El mandamiento del pelo gris levantó su mirada oscura hacia ella, encontrando a una pequeña humana temblando de miedo con inseguridades acumulando un poder enorme en sus manos, proveniente de la joya.

 - ¡¡No me quites a mi amigo!! - gritó a punto de llorar.

*

 - ¿¡Habéis visto eso?! ¡Eso es un pico enorme! - King se acercó a la bola.

 - ¿¡Qué está pasando?! ¿¡Qué está pasando?! - Hawk seguía sin ver nada.

 - Es un pico de 28400 puntos de poder - confirmó Gowther - Lo puedo ver claramente entre la niebla que esconde su poder - dijo acercándose un poco más.

 - ¿¡Cuánto?! - Howzer lo miró con los ojos y la boca abiertos.

 - ¡¡Ánimo Zoba!! - Elizabeth gritó con ánimo llena de angustia.

*

La explosión de poder salió disparada de las pequeñas manos de la mutante como un rayo de explosión con potencia, haciendo que algunos mandamientos se quitaran de detrás de él. Todo el poder que tenía guardado de todo lo absorbido con anterioridad era expulsado con enfado hacia el mandamiento del amor, haciendo que Ban, sobre él, muriese desintegrado por completo.

Tras el poderoso ataque llenándolo todo de polvo y niebla, Zoba jadeó agotada. Era todo lo que podía hacer, lo expulsó todo con enfado y ganas de cuidar a su amigo, intentando ser útil. A las puertas de la muerte, usó la magia de teletransporte que guardó de Gilfrost y la usó para interponerse entre Meliodas y Estarossa y usar el resto para impedir que su amigo muriese.

Pero la poca confianza que tenía en sí misma desapareció al ver a Estarossa de pie, sin haberse movido un ápice, delante de ella y en la misma postura. Su cara estaba levemente dañada, pero su pequeña sonrisa no desapareció en absoluto. Zoba estaba congelada mirándole. No le había hecho nada.

 - Y siete... - confirmó Estarossa terminando de clavar su estaca en el pecho de Meliodas.

Zoba bajó la mirada temblorosa para ver la mirada de su amigo apagarse tras exhalar su último suspiro de vida, delante de ella. Todo parecía una pesadilla. Ahora las lágrimas se derramaban por sus mejillas de pura impotencia de ver a Meliodas muerto, delante de ella, con siete estacas en su pecho. Parecía que no había nada más a su alrededor, ni existían los demonios ni el panorama. Sólo deseaba llorar y gritar de agonía, abrazarle y rogar que regresara.

 - Interesante...

La voz grave de Estarossa la sacó de su trance, a la vez que notó una fuerte mano agarrarse a su cuello y levantarla del suelo, haciéndola dar un grito de agonía. Agarró la mano del mandamiento del Amor a la vez que abría los ojos para mirar sus ojos oscuros.

 - Admiro el momento de valor que has demostrado, la curiosidad de poder que posees y tu ansia para intentar salvar a este traidor. Pero no te deprimas mucho.

Ella le miró fijamente. En la cara de Estarossa aparecieron cortes en sus mejillas y su frente comenzó a sangrar.

 - Tu golpe ha sido certero, niña, algo que me da curiosidad.

No era algo tan raro, su ataque había sido muy cerca de él, era imposible fallar si no se apartaba, así que había algo que se le escapaba, pero no sabía qué.

 - ¿Cómo es posible que no me odies aún después de asesinar a alguien que te importa? - preguntó apretando su mano en su cuello.

Ella dio un gemido y tosió. Le faltaba el aire y se ahogaba, perdiendo las fuerzas.

 - Pero que más da...  - él cerró los ojos con tranquilidad - No importa cuánto poder puedas tener o cómo lo uses, sigues siendo una humana. Y si yo sigo apretando mi mano hasta dejarte sin aire o romperte el cuello, lo que antes suceda, te mato. Y así se demuestra que no eres nada.

La presión en su cuello aumentaba. Sus pulmones ardían mientras ella intentaba hacer que Estarossa le soltaba el cuello, y al saber que no lo conseguiría, lagrimeaba de nuevo.

 - Nos vamos - dijo Zeldris - Hemos terminado aquí.

Una niebla comenzó a rodearles, pero Estarossa no dejaba lo que estaba haciendo. Zoba consiguió abrir un ojo para poder ver a una melena pelirrosa moverse delante de ella. Unas pequeñas manos se posaron en el brazo de Estarossa.

 - Estarossa, no merece la pena. Suéltala.

La voz le era conocida, pero no la que ella deseaba que le salvase. El brillo de las alas de Gloxinia brillaba en la oscuridad de la niebla. 

 - Sólo es una humana, pero tiene cosas muy interesantes, ya la has visto. Ha aguantado el combo de Derieri y ha tenido valor de venir a plantarte cara...

Zoba notó que se aflojaba el agarre de su cuello, dejándola caer, pero Gloxinia la sujetó de un brazo.

 - Lo hago porque quiero saber por qué no odia - confesó el Amor.

Zoba notaba que se desvanecía. Gloxinia la había salvado dos veces, pero eso ahora no importaba. Ella solo quería descansar.

*

Gilfrost recogió la bola cuando sólo quedó el cadáver de Meliodas en el suelo. Todos los que los conocían lloraban asumiendo las pérdidas, algunos con agonía como Diane o Gilthunder, otros no lloraron, como un distante Gowther y una seria Elizabeth.

Esta última se acercó al mago.

 - Por favor, quiero ir allí...

 - ¿Seguro?

 - Sí, por favor, estoy segura.

 - A mi también me gustaría ir - Gowther se acercó, con los ojos ocultos tras el brillo de sus gafas.

Gilfrost asintió, llevando a ambos al lugar. Todos estaba desierto, a excepción del cadáver de Meliodas. Corría viento que mecía el vestido y el cabello de Elizabeth, mientras ella iba al encuentro de su amado en medio de esa duna desierta para llorarle.

Gowther miraba el lugar desde lo alto de un pequeño montículo. No había ninguna presencia alrededor, todo desierto. La niebla envolvió a los mandamientos antes de marcharse, y no supieron que fue de Zoba, pero seguramente, nada bueno. Ahora el muñeco se preparaba para asimilar la segunda pérdida de Zoba, y esta vez no iba a despedirse al viento con un "Bye bye Zoba, cuidaré de tu habitación". Ahora había algo más atascado ahí. Zoba no se había ido, se había ido una parte de él que le había dejado completamente vacío.

Tal vez su racionalidad no era tan buena, tal vez debería haberse arriesgado a ir con Ban. Pero el daño ya estaba hecho. No había nada que hacer. Ya solo quedaba arrepentirse y llorar, los que pudiesen, claro.

Gowther levantó la mirada al cielo, haciendo descubrir sus ojos más oscuros y apagados de lo normal, serios y opacos.

 - No eres una cobarde... - confesó - No lo eres... nunca lo fuiste... sólo, creo que... creo que me gustaba ver que te enfadabas conmigo... supongo que nos hacía más cercanos. Nunca te lo podré preguntar.

El viento seguía corriendo cada vez más fuerte moviendo su ropa y cabello. El mundo ahora se veía tan... soso...









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