Capítulo 6 Princesa de un cuento finito
La edad de los elfos se extiende cerca de alcanzar la inmortalidad. Viven por largos años en los que ven pasar muchas eras y ven a su mundo cambiar. Un elfo no tiene una edad exacta para dejar su tierra, la vida los deja cuando ella decide que es tiempo y no queda nada para ellos, solo la espada o una tristeza profunda les puede otorgar una muerte temprana. Existieron elfos que lograron grandes hazañas durante su época, logros en batallas, adquirir máxima sabiduría que los convirtió en parte de los altos elfos, poseer una belleza única o forjar objetos poderosos —pues la raza élfica forjaba su propio armamento como los enanos, solo que no lo comerciaban—.
No era común que un elfo destacara sobre los demás, aquel que lo hiciera se consideraba un regalo invaluable de la naturaleza. Y eso fue lo que Kattara a su corta edad se convirtió para su gente. Quizá resulte difícil que un elfo sea considerado el más hermoso dentro de un clan donde eso es su mayor atributo. Pero hasta en el cielo hay estrellas más brillantes que otras. Milah y Katiana fueron los regalos de su periodo, como anteriormente lo fueron Rhys "El piadoso" y Carenys "La única" al inicio de la edad dorada. Y a sus ocho años de edad, nadie pudo negar, que la princesa de Lednevir era la representación de la belleza misma, superando a la diosa Afrodita. Muchos viajaron para conocerla colmándola de regalos como prueba de admiración, la llamaban "El diamante brillante" (dil silnnede diala). Su padre por otro lado la llamaba —Min skallen (mi tesoro) —.
Eltilskin trató con todo su ser de no caer en la sobreprotección con Kattara; sin embargo, el miedo que tenía a perderla era tan grande que la extralimitó a los confines de su reino haciendo que guardias la siguieran a todas partes y que nunca la perdieran de vista, lo que causaba que pasara la mayor parte del tiempo en el castillo, leyendo y aprendiendo. Kattara ya había llegado a la edad de comenzar un entrenamiento básico como cualquier otro elfo —respecto al combate—; pero su padre no se lo permitió, prefería criarla de un modo delicado, lejos de las armas y lejos de lo que implicara al mundo exterior. Ella se convertiría en el secreto de Lednevir, en el secreto de los elfos. El secreto de Erstearth. Claro que ¿Qué tanto se puede mantener un secreto? Eltilskin sabía que no podría mantenerla oculta toda su vida, debido al espíritu que Kattara poseía, un espíritu emocionante y salvaje, que no contendría para siempre. Había más en Kattara de lo que Eltilskin pudo imaginar. Y no estaba preparado para dejarla ir cuando llegase el momento.
***
Tres meses después de su doceavo cumpleaños Eltilskin y Kattara tomaban un paseo por el bosque, a mostrar respeto a su hermano caído. Le construyeron un altar a Lokthian en el exacto punto donde desapareció, una estatua de piedra blanca con la imagen de un niño inocente que no tuvieron oportunidad de conocer como elfo- hombre. Le llevaba flores de la especie Ilydrangela —hortensias en el idioma de los hombres— de color azul, las favoritas de Kattara. Las colocaba en su mano izquierda la cual apuntaba a la tierra como significado de que él fue un hijo de la naturaleza que se le fue devuelto a la misma. Permanecían ahí unos minutos en silencio, luego Eltilskin entonaba una canción cada vez, mientras lloraba. Una canción dedicada a aquellos que mueren antes de que su tiempo se acabara.
Sinlmeg ena sanl fole ala quil hal dral,
(Cántame una canción por los que se han ido)
Foltelmeg sule son feld fole dil velden
(Cuéntame sobre su paso por el mundo)
Gladel delevde en dagli, eltule av dylsterhet
(Alegres vivieron un día, rodeados de penumbra)
Ilontpee fole il pas, fole dil mylten a il lylle
(Rezaron por la paz, por el mito de la felicidad)
Glennom fole dil selten, folsvinner su dil havel
(Caminaron por el dolor, desapareciendo sobre el mar)
Sinlmeg ena sanl fole ala quil hal dral
(Cántame una canción por los que se han ido)
Foltelmeg sule il selte et dil velden quil ala culmalo
(Cuéntame sobre la pena y el mundo que los consumió)
Al terminar la canción, Kattara se preguntó, en silencio ¿Cómo es que lloraba por alguien a quien nunca conoció? ¿Acaso el vinculo que comparten como hermanos era tan grande, que, a pesar de ser desconocidos, eran capaces de extrañarse? Al menos esa creía que era la razón de su tristeza; pero en realidad lloraba por algo más. Sus lágrimas se secaron con el aire, al sentir la brisa volteó su cabeza hacia la frontera, aquel viento provenía de afuera, del exterior que quería conocer. Ella comprendía el dolor de su padre y estaba dispuesta a pasar toda su vida conociendo solamente su reino, si con eso evitaba que sintiera pena, a pesar de que cada centímetro de su cuerpo le gritara y rogara que dejara al viento guiarla lejos. Pero cada ocasión que ese pensamiento cruzaba por su mente, lo bloqueaba, le era más sencillo olvidar su sentir a reprimir sus impulsos. Si no lo pensaba, no había que controlar.
A los pies de la estatua estaban velas apagadas casi a punto de terminarse, junto a los ramos que yacían ahí anteriormente, Eltilskin se agachó y colocó una mano sobre la mecha de una de ellas. A modo de susurro pronunció las palabras mágicas —en la lengua de los magos—.
—Indagatye lomlilo liavutha xa indithetha nawe — y una llama se encendió en la vela.
Emocionada, Kattara quiso intentarlo, sabía que había magia en ella, aunque no tan fuerte como la de un rey, repitió las posiciones de su padre y dijo las mismas palabras. Entonces la llama que fluyó de su palma fue demasiado grande que prendió las velas restantes, quemando parte del pasto de alrededor, pedazos de su vestido y también la mano de Eltilskin. Kattara se asustó por lo que hizo, por la intensidad del poder que sintió en su interior y que emanó, no esperaba ese resultado en su primer intento, tampoco su padre.
A Eltilskin le creció una preocupación alta. El poder mágico de los elfos era inferior al de los magos y mayor al de las hadas; sin embargo, la energía que Kattara demostró parecía llegar al nivel de un Rishtar, algo que nunca había sucedido en su raza. Pasó días cuestionándose lo que vio, ¿Qué significaba? Al final decidió convocar a un consejo de ayuda. Solicitó por medio de mensajeros de manera urgente la presencia de Milah, Thorstein y Oco, sus amigos más cercanos.
Se reunieron en el salón del concilio ubicada en la parte trasera del castillo e hicieron que Kattara se colocara en el centro del círculo para observarla.
—Extraordinario— dijo Thorstein con asombro, percibiendo la cantidad de magia en ella desde donde estaba sentado, como una aurora rodeándola que solo los elfos percibían.
—Nunca en nuestra historia se había presentado algo igual. Ningún elfo nace para convertirse en mago ¿Qué opinas gran sabio? ¿Cuál es la naturaleza de este evento? — dijo Milah.
Oco se acercó a la niña mirando a través de sus ojos, trataba de alcanzar su alma y con ella determinar la clase de poder mágico que poseía, percibiendo más de lo que esperaba —Tienes razón Eltilsikin— dijo— percibo una enorme energía en ella, es simplemente increíble. Si no fuera elfa, la estaría entrenando como Rishtar ahora, en realidad desde hace unos años atrás— Oco se alejó y se sentó en una de las altas sillas de piedra que rodeaban la cámara.
—No es muy tarde para prepararla— dijo Thorstein.
Antes de que continuaran con la conversación Eltilskin interrumpió —Kattara ¿Podrías permitirnos un momento en privado? — le pidió.
—Jelhar quil/ (¿Tengo que?)— preguntó.
Su padre endureció su mirada dándole a entender que obedeciera sus órdenes. Kattara hizo una reverencia y salió de la habitación, sin irse del todo, permaneció escondida detrás de una pared tratando de escuchar. Las voces se escuchaban muy bajas y casi no alcanzaba a oír lo importante, solo lograba entender los nombres que mencionaban, especialmente el suyo. Por el pasillo del lado derecho, muy sigilosamente se venía acercando un niño de la edad de Kattara, era rubio y con ojos color azul que resaltaban gracias a su expresión alegre y juguetona.
—Hola— le dijo. Kattara dio un salto del susto.
—Tae slemtle meg (me asustaste) — dijo Kattara.
—Perdóname, no era mi intención — le respondió.
—Duel-grel (Está bien). ¿Por qué hablas la lengua de los hombres? — le preguntó.
—Estoy practicando. Mi padre dice debo estudiar el idioma de los hombres, aunque no trate con ellos.
—Nuestros padres opinan lo mismo aparentemente; pero prefiero rebelarme ante los deseos del mío y usar este lenguaje cuando alguna situación lo demande— respondió mirando el piso con pena.
—¿Cómo ahora? — Kattara soltó una leve risa sin mirar directamente al rostro del infante—Mi nombre es Donatien, hijo de Thorstein— se presentó, extendiéndole la mano.
La estrechó— Kattara.
A Kattara le agradó a primera impresión el como aquel niño se comportaba con ella. Otros que la han conocido se cohíben tras la primera mirada, era su belleza lo que los intimidaba y siempre terminaban con el comentario — "Que hermosa es"—; pero Donatien apenas y le dio un vistazo a su rostro y continuó hablando con naturalidad.
— ¿Puedes escuchar algo? Quiero saber de qué están hablando.
—No — respondió Kattara con decepción— pero puedo asegurarte que están hablando de mí.
—Ya veo, bueno siendo así, no creo que quieras escuchar. Ya sabes todo sobre ti, ¿Por qué escuchar lo que los otros tienen que decir?
—Están hablando sobre mi futuro. Que es lo que me deparará ahora que saben que soy... diferente.
—Todos somos diferentes entre todos, no deberían decidir por ti solo por eso. Y que tiene de emocionante saber lo que te deparará el futuro, es mejor cuando lo averiguas poco a poco durante el camino. Ven— la tomó de la mano— esto parece que tomará un tiempo.
Corrieron por el pasillo agarrados uno del otro. Salieron del castillo adentrándose ente los árboles, los guardias que siempre acompañaban a Kattara la siguieron inmediatamente con arcos en mano.
—Ansiaba conocer Lednevir desde que tengo memoria. Hasta ahora solo había tenido el placer de conocer Maelstone— dijo Donatien mirando con profunda admiración la viva naturaleza del bosque.
— Podría decir lo mismo de tu reino, o de cualquier otro. Desearía conocer otros lugares, sería increíble ir de un lado a otro.
— Lo harás algún día. Mi padre me lleva a viajes ocasionalmente
—Tienes suerte. Yo no podría pedirle a mi padre que me llevase a ninguna parte, mucho menos irme por mi cuenta. No podría abandonarlo, es complicado para nosotros estar separados.
—Pensaba lo mismo hace un tiempo, como tu fui confinado a los limites de mi reino después de la muerte de mi madre. Los Nathair se la llevaron cuando viajaba. Por el dolor mi padre se encerró alejándose de todo y todos, incluyéndome. Yo pude hundirme en la misma pena que él; pero ¿Qué solución iba a tener el hacerlo? Ella no iba a volver. Así que tuve que tomar una decisión y pensé en aquello que mi madre amaba más de mí. Ella solía decir que nací para ser siempre jovial, nunca serio. Tenemos una larga vida esperándonos, demasiado extensa para vivirla encerrados.
—Bueno, ella tenía razón. No has dejado de sonreír desde nuestro encuentro.
—Si. Soy feliz por ella. Ella sonreía todo el tiempo. Yo quiero viajar y ver tanto como pueda, como ella lo hizo, ser un hijo del viento y dejar que me lleve a todas partes. Cuando se lo dije a mi padre, el vio el mismo espíritu de ella en mi y supo que no podía detenerme.
—Entiendo de que hablas. Vivimos la misma perdida, solo que no puedo obtener mi libertad del mismo modo que tú. Para mí no es tan sencillo, mi padre teme perderme en el mundo exterior tanto como el tuyo. Perdió a mi hermano estando en la seguridad de nuestro reino, no quisiera averiguar lo que podría pasarme si llegara a exponerme al mundo.
—Si tu padre sigue alejando al mundo de ti, hará que pronto caigas en el en contra de tu voluntad y la de él. No puede mantenerte oculta para siempre.
— Jele dil hemeligheten av Lednevir (soy el secreto de Lednevir) — dijo Kattara con tono triste, aceptando un futuro que se le fue impuesto, por seguridad de ella y la del corazón de su padre.
—Jolde en hemeligheten fole lenle telm forar en skale ytelgere (mantener un secreto puede causar un daño mayor) — le respondió —duer lar for dil velden Kattara et dil velden duel lara for ul, dumal barel quil gal (estás lista para el mundo Kattara y el mundo esta listo para ti, solo tienes que salir).
Kattara le regaló una pequeña sonrisa, apenas feliz.
—Tu decides lo que quieres en tu vida.
Kattara volvió a sonreír, mostrando con una mueca traviesa que estaba dejando fluir sus impulsos, entonces sin dudarlo recogió parte de su vestido y corrió hacia la frontera tan rápido como pudo, rompiendo la primera regla que debía seguir. Donatien la siguió de inmediato junto con los guardias, quienes le gritaban a la princesa que se detuviera. Kattara siguió y siguió hasta que salió del bosque y continuó hasta por fin pasar los lindes de su reino. Se detuvo a unos pasos después del límite, riendo como nunca antes. Donatien la alcanzó y en cuanto ella lo miró directamente a los ojos, él pudo ver el cambio en su rostro.
—Quela alil er ena smil elte (esa sí es una sonrisa verdadera) — le dijo.
Aquel, fue el primer paso de Kattara a tomar las riendas de su vida, romper la primera regla obtuvo un significado importante en su identidad, pues desde ese día empezaría a decidir sobre ella misma.
***
Eltilskin llevó su mano a su frente, asustado internamente por lo que oía, dejó de prestar atención al ruido un instante para sumirse en sus pensamientos. En su cabeza repetía las dolorosas escenas de Katiana partiendo y la última imagen que recordaba de Lokthian, luego pensó en Kattara, en la primera vez que la vio y la sostuvo en sus brazos, era una criatura indefensa y frágil que, a sus ojos, a la fecha, continuaba siéndolo. Su preciado tesoro recibió un don de los dioses, según opinaban; pero para Eltilskin resultaba una maldición que la pondría en peligro y a lo que él no tenía el poder ni la fuerza para protegerla.
El ruido regresó y prestó nuevamente atención a la conversación.
—Yo comprendo el temor de Eltilskin; sin embargo, no está en la naturaleza de nuestra raza ser indefensos y eso hará de Kattara si no le permite el conocimiento primario de la supervivencia. Ella se convertirá en una criatura indefensa y un don como este sería un desperdicio— dijo Thorstein.
— Escucho lo que hablas Thorstein y estoy de acuerdo contigo. Todo elfo ha aprendido a defenderse del peligro que acecha fuera de los confines de nuestros bosques desde la edad oscura. Aun así, no podemos ignorar las preocupaciones de un padre, ¿U olvidas rey de Riverwoods que Lokthian pereció dentro de los límites del reino? Sabemos que Kattara no es una elfa común, lejos de los dones mágicos de los que se le ha visto beneficiada no olvidemos el mayor regalo que le han dado, aquel que puede ser su perdición. Cualquiera ajeno que vea la gran belleza de la princesa puede caer en la tentación de poseerla por la fuerza, incluso alguien no tan ajeno a nuestra gente. Los pecados de Hades recaen fácilmente en el corazón de los mortales.
—Yo soy un padre también y me preocupa la seguridad de mi único hijo al igual que a Eltilskin. No soy un ser insensible que no comprende los pesares que un ser vivo llega a cargar. Todos tenemos una historia que cumplir, un propósito de vida, la razón por la que fuimos puestos en el mundo. Esto es la prueba de que Kattara está comenzando la suya y no podemos interferir. Ella debe conocer todo lo que pueda en vida, así aprenderá y se hará sabia como nosotros nos hemos hecho. ¿No crees que tu hija Eltilskin merece la oportunidad de vivir una vida propia? ¿De gozar lo mismo de lo que nosotros hemos disfrutado en nuestro tiempo?
—Ningún padre puede ser tan cruel al privar a su sangre de la libertad. No es lo que pretendo. Que Kattara crecerá y hará una vida propia eso lo entiendo— dijo Eltilskin con tono tranquilo. Su voz era seria al igual que sus gestos— pero todo cuento es finito, toda historia alcanza una conclusión y no quisiera que el de ella llegara a un pronto final, es el camino en el trayecto lo que me aterra. Perdí a mi hijo y esposa porque el destino decidió no tirar a mi favor. ¿Puedes culparme por mi temor a perder a mi hija? Los presentes aquí somos testigos de lo que el mundo puede causar, las ambiciones, traiciones, la oscuridad que acecha constantemente.
— Es verdad que nadie mejor que nosotros conoce la oscuridad. Y lamento ser yo quien te lo haga saber, aunque en realidad ya sabes esto. No está en tus manos decidir el futuro de Kattara. Ella debe entrenarse, entrenar sus poderes y aventurarse al exterior, si es así como lo desea— dijo Oco— siendo el caso y si te sirve de consuelo, yo personalmente me haré cargo de su preparación.
—Me parece una buena propuesta Eltilskin— Milah se levantó de su asiento acercándose a él, lo tomó de las manos como apoyo y le dijo— Oco cuidará de ella y le compartirá sus conocimientos. Confía en que permanecerá a salvo mientras este en Nordwind.
—Además, ella no estará sola. Ahora que estamos discutiendo este tema sobre llevarme a la princesa, quiero solicitarle a Thorstein la custodia del príncipe Donatien. Lo educaré y entrenaré por igual, los convertiré en soldados. Tengo la intuición de que ambos niños pueden aprender mucho uno del otro.
Thorstein reverenció a Oco en muestra de agradecimiento y en aceptación a su propuesta. Eltilskin permaneció en silencio unos minutos, pensativo. Analizaba cada palabra que le fue dicha y buscó la verdad en ellas, aunque, en realidad no hubo necesidad de buscarla pues aparecía en cada letra pronunciada. Los miedos pueden volverse realidad si los fomentas cada día de tu vida. El rey nunca sintió miedo de perder a su familia hasta que sucedió, después volvió el miedo su alimento, pero ahora era tiempo de dejarlo ir.
— Su ayuda y consejo fue lo que pedí y eso me han dado— por fin habló— Está claro para mí lo que debe hacerse y lo que es conveniente. Puedo convertir mi temor en fe que transmitiré a mi hija. Gran sabio, te agradezco la oportunidad que le brindas y te confió con mi vida una parte de mi corazón.
—No te fallaré.
Con eso concluyó el concilio. Milah y Oco salieron de la habitación discutiendo otro asunto, específicamente sobre un posible tercer pupilo para el gran sabio, un pequeño por el que Milah sentía mucho afecto. Mientras que Eltilskin permaneció dentro de la cámara mirando a la ventana, Thorstein también se quedó, esperando a que pudieran tener una conversación privada.
—Tu hija se ha convertido en una extraordinaria guerrera mi viejo amigo. Katriana ha superado mis expectativas. Se volverá en una gran reina— le dijo.
— ¿Cómo está? — preguntó Eltilskin con nostalgia.
—Ella esta perfectamente bien, se ha a acoplado a su vida en Riverwoods, sonríe todo el tiempo y ha dejado su luto atrás desde hace tiempo.
— Me alegro— dijo con una sonrisa recordando la imagen de su hija.
—No la reconocerías si la vieras. Realmente es muy diferente a ti y a su madre. No como Kattara, veo mucho de Katiana en ella; pero, sobre todo, veo demasiado de ti en su carácter.
—Neo hal ali quel vaere vivil (No sé si eso sea bueno) — dijo Eltilskin.
—Solías ser un elfo diferente antes de tu pena, alguien digno de admirar, confía en mi cuando te digo que es bueno que Kattara sea como tú lo fuiste mi querido amigo. Y algún día quizá tu animo cambie cuando Katriana regrese a su hogar.
—Jel hapel li del (yo espero lo mismo) — respondió.
Mirando a través del vidrio, Eltilskin observó cómo los guardias regresaban del bosque sujetando a los jóvenes príncipes del brazo, forzándolos a caminar. Bajó hasta el rio de plata en donde los guardias se detuvieron ante él. A juzgar por el trato que se les daba, Eltilskin pudo imaginar las travesuras que hicieron para lograr que los guardias reaccionaran de ese modo.
—Min herren, lu prinsis ulyde sunu ordres et gill ut mil tilalese (mi señor, la princesa desobedeció sus órdenes y salió sin su permiso) — le dijo uno de ellos, que la sujetaba. El otro guardia que llevaba a Donatien lo soltó inmediatamente cuando vio a Thorstein acercarse.
—Duel-grel. Jel meg lade (Yo me encargo) — Eltilskin tomó a Kattara por los hombros y se la llevó. Los guardias hicieron una reverencia y se marcharon. Thorstein se quedó con Donatien junto al rio a conversar.
Eltilskin llevó a Kattara a su habitación para hablar con ella sobre las oportunidades discutidas en el concilio. La sentó en su cama y el a su lado, tomó sus pequeñas manos entre las de él sonriéndole cálidamente. —Min Skallen (mi tesoro) — le dijo.
La observó con detenida delicadeza, pensando en lo mucho que se parecía a su madre, tenía los mismos ojos color marrón y las delicadas pecas que le decoraban la nariz y los pómulos, que resaltaban sobre su piel lechosa; la sonrisa era igual y el modo de mirar, expresando ternura. Los finos rasgos que las hacían parecer delicadas; pero de alguna manera también las hacía verse feroces. La única diferencia entre ellas era el color del cabello, pues Kattara poseía cabellos largos, ondulados y de color café claro. Se grababa su dulce rostro de niña, ya que cuando la volviera a ver, sería una mujer diferente. Le contó todo lo hablado en el concilio, sobre sus poderes y su próxima partida a tierras desconocidas. Eltilskin temía que Kattara pudiera tomar a mal la noticia; pero su reacción fue opuesta a lo que se esperaba. Aunque en el fondo, si la esperaba.
—Jel vilen gal le Vendulnold (Quiero ir a Nordwind).
—Er li quil elentlig olsler/ (¿Es lo que realmente deseas?).
—Ali (Si).
—Duel-grel.
—Valla, jel deg lovel quil ritolnel le ul (Papá, te prometo que regresaré a ti) — le dijo entre lágrimas como un consuelo.
Eltilskin resistió el llanto, debía transmitirle fuerzas y valor a Kattara, y llorar no era un modo de hacerlo. Pero un abrazo significaba muchas coas y podían permitírselo, así que la abrazó.
—Tilmeg min fil (Perdóname hija mía)— le dijo.
—Fole vor/ (¿Por qué?).
—Vor voleir quil passeleldin viala le sidel av engamel come jel (Por querer que pases tu vida a lado de un viejo triste como yo).
—Valla.
—Aldri jelavrei forledning (Nunca debí ocultarte).
—Valla, neo Ilya quil tilig (No hay nada que perdonar) an quil duolset li vifol for mine (sé que querías lo mejor para mi).
***
Pasaron siete días y llegó el momento de la partida. Kattara acariciaba su caballo, evitando voltear la mirada hacia su padre quien la veía desde el balcón, si miraba atrás provocaría que no quisiera irse y debía hacerlo. Oco ya montado en su caballo esperaba en el bosque a sus futuros huéspedes. Entonces Donatien se acercó a Kattara, notando la duda en su mirada.
—Duer lar/ (¿Estás lista?) — le preguntó.
—Ali — respondió con verdadero entusiasmo.
Se montaron a los caballos y avanzaron rumbo a la entrada, en cuanto Oco los vio, dijo —Vámonos.
El caballo de Oco avanzó a paso tranquilo, pero Kattara no le dio señal al suyo de seguir el camino, permaneció en el comienzo respirando con profundidad, los nervios la invadieron en el principio de comenzar su travesía. Donatien se regresó colocando su caballo al par del de ella, sintió su miedo y no dijo nada, solo le extendió su mano para que la tomara. Kattara lo miró, agradeció el gesto con una sonrisa y le tomó la mano. Juntos avanzaron por el camino y antes de que Kattara lo notara ya se encontraban a las afueras del bosque, unos metros después ya estaban fuera de Lednevir.
Eltilskin observó como la figura de su hija desparecía de su vista, soltando finalmente un par de lágrimas. Detrás de él se acercó Milah, colocando su mano sobre el hombro de él. Permaneció como huésped con la intensión de acompañar a su amigo cuando el momento difícil de decir adiós llegara.
—Mantén tu mente tranquila y positiva Eltilskin, de ese modo atraerás la buena fortuna.
—Lo estoy intentando Milah, lo estoy intentando. Esto es más difícil de lo que creí.
—Decir adiós nunca es fácil, pero esto no es un adiós, es un hasta pronto. La volverás a ver.
Eltilskin no respondió.
—Verlos partir me recuerda los días en que estuvimos en su lugar. Éramos jóvenes e imprudentes.
—Es increíble cuanto nos han cambiado los siglos y la mala fortuna. Nunca regresaremos a lo que fuimos.
—No, es por eso que debemos en pensar en el futuro de los jóvenes, pues son ellos el futuro de los elfos en este continente. Nuestra historia está terminando Eltilskin, pero la de ellos recién empieza. Kattara apenas comienza.
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