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Capítulo 5 Segunda luna de sangre

La venganza siempre es cruel, especialmente cuando lastima a los no involucrados.

Kattara me lo dijo una vez, ella lo sabía por experiencia. Hay diferentes maneras de herir a una persona y la muerte no es el peor castigo que un ajuste de cuentas te puede otorgar. Es mejor, mucho mejor que ver a los que amas sufrir.

Erstearth se recuperaba de los estragos de la guerra a casi un año de la primera luna de sangre; la princesa elfa era aún muy pequeña para recordar la segunda consecuencia que la luna roja desencadenó cuando se alzó nuevamente el día de su cumpleaños. Aquella ocasión en Arian. El joven rey Altaer llevaba pocos años ocupando el trono cuando se convirtió en el monarca más querido de su tierra, su juventud, su carisma y su compasión combinadas en él llevaron a Arian a la plenitud y riqueza. Sus súbditos esperaban que se casase pronto para asegurar su descendencia, muchos consideraron a varias doncellas entre las familias de sangre noble que honrarían a la corona; sin embargo, otros pensaban que resultaba conveniente que uniera su vida a la de la hija del consejero real que heredaría el puesto dentro del palacio. 

La dama Evie se consideraba una belleza invaluable que solo podía ser digna de un rey. Como segundo atributo, su conocimiento en magia blanca la conducían a ser la mejor de las opciones para la protección del reino. Sin mencionar que ella vivía enamorada de Altaer desde que su padre servía al de él. En repetidas ocasiones le declaró su amor esperando que este fuera correspondido, no necesitaba nada más que escucharlo decir —Yo te amo también— para declarase en felicidad absoluta. Por muchos años lo esperó y estaba dispuesta a soportar cuanto tiempo fuese necesario hasta que el encontrara siquiera un poco de amor en su corazón por ella. Desafortunadamente no se puede obligar al corazón a sentir lo que desde un principio no existe. 

Altaer nunca consideró un matrimonio por conveniencia, ni siquiera por la mínima señal de afecto que llegara a sentir por alguien. Quería conocer el amor verdadero. Pidió su deseo a las estrellas y fue un portal lo que le respondió. Los mundos estaban conectados por brechas mágicas que se abrían en las partes en donde esta se concentrara fuertemente, fue su fortuna que uno se desarrollara en la costa cerca de su castillo en la ciudad de Lenoch. Así fue como encontró a la reina de Maelstone, Milah. El amor entre ellos surgió con solo un intercambio de miradas. Se encontraban cada noche en el mismo lugar sin poder cruzar, pues no querían ceder completamente al amor que sentían, ya que era casi imposible para ellos estar juntos debido a que cada uno portaba una corona en diferentes mundos. Alguno debía renunciar a la responsabilidad que se le fue otorgada para seguir su corazón. 

Al principio Evie pudo soportar el romance tomándolo solo como algo pasajero, algo que Altaer necesitaba expresar, daba por hecho que ese amor no encontraría futuro y que al final ella ganaría a su amado. Pero tan solo unas semanas después del primer encuentro, el rey de Arian había tomado una drástica decisión. 

—Como tu consejera real no puedo permitir que hagas esto— Evie trataba de mantener la calma ante la noticia. Perdió, en cualquier aspecto había perdido.

—La decisión está tomada Evie. No hay nada que puedas decir para hacerme cambiar de opinión— le respondió Altaer con inocente felicidad.

— ¿Abandonarás la corona, a tu gente, a tu hogar, por ella?

—Si. Lo haré. Esto es lo que quiero, ella es lo que quiero — Altaer se acercó a Evie y la tomó por los brazos— ella es el amor de mi vida. Estaremos juntos por el resto de mi vida y reviviré cuantas veces sea necesario para volverla a encontrar.

Escucharlo decir eso quebró el corazón de Evie por completo. Soportando las lágrimas no hizo otra cosa que darle una sonrisa y desearle suerte en su nueva vida. Salió de la habitación en la que hablaban antes de que el pudiera darle una última noticia y es que Altaer no dejaría un trono vacío ni a su gente sola, pensaba entregárselo a la consejera en la que confiaba. La conocía de toda su vida y creía que por ese hecho estaba completamente seguro de sabía todo de ella. Sin embargo, con esperanzas destrozadas, Evie tomó un camino diferente a conseguir lo que quería, tendría a Altaer de una forma u otra, o nadie lo haría. 

Incluso en la magia blanca existen hechizos prohibidos que se usan para maldecir, contienen una pizca de oscuridad para hacerlos cumplir su propósito. La más malévola que existía —menos violenta que las totalmente llenas de poder oscuro— era la Miriselus. La muerte en vida. Una llama de fuego que volvía a quien estuviera expuesto en muertos andantes, casi como marionetas a merced del control. Evie se volvió oscura, cruel y se desquitaría de todas las maneras posibles hasta satisfacer su odio.

Aquella misma noche en el que Altaer le comunicó sus intenciones, ella ejecutó su plan improvisado y malévolo, esperando al anochecer para poner la primera parte en marcha. Aguardó oculta entre los altos arboles que rodeaban la playa a que el portal se abriera. El rey ya se encontraba ahí, puntual como siempre esperando; con tan solo ver las chispas brotar, su corazón daba un salto fuera de su pecho. Cuando la brecha se abrió y dejó a la vista a la mujer que amaba, no pudo evitar correr a abrazarla. 

—El tiempo que paso lejos de ti es una tortura —le dijo.

Milah lo miró con ternura y le respondió —No me hables de tortura, pues yo esperé muchas vidas para encontrarte.

—Mi adorada Milah, tengo algo que decirte...

Evie observaba con envidia la perfección de la reina elfa, sus cabellos de plata, su tersa y lechosa piel, y sobre todo su mirada, profunda, penetrante y hermosa, ojos color gris que se grababan en la memoria de cualquiera. Interrumpió su momento disparando en el aire una flecha que se clavó en el hombro izquierdo de Milah. Por el impacto ella cayó al piso en la parte de su reino e inmediatamente sus guardias se acercaron para llevársela, sin permitir que Altaer se acercara ni dijera nada, cerraron el portal dejándolo con la imagen del rostro de Milah sufriendo.  

Confundido, Altaer giró en todas direcciones buscando al culpable, entonces Evie salió de su escondite. Al verla y al notar el arco en su mano, soltó lágrimas de traición. — ¿Qué significa esto Evie? — dijo con rabia. 

—No debería ser difícil de imaginar mi rey.

—¿Por qué hiciste eso?

— ¿No lo sabes? Te di la oportunidad. Fui paciente, entregué mi vida a ti y estaba dispuesta a entregarte el resto de ella. ¿Y que me diste a cambio? Nada. Me diste un corazón roto y un odio que no puedo controlar.

—Evie...

—¡Yo te amaba! —lo interrumpió— se suponía que serías mío, ¡Mío!, no de ella. Solo quería que me entregaras tu corazón.

—Lo lamento Evie — le respondió con ternura.

—Pero, podemos dejar esto atrás, no es muy tarde — dijo tranquilamente, llevaba una mano escondida en la espalda —todavía podemos corregirlo. No la maté por ti, le di la oportunidad de seguir viva y de renunciar a ti. Solo tienes que entregarme tu corazón ahora mismo, júrame tu amor eterno, y dejaremos todo esto en el olvido— asomó la mano dejando ver la llama encendida en su palma como advertencia final.

—Evie, no sé qué es lo que te propones, pero... — Altaer le otorgó una última mirada amable —No puedo darte lo que ya no me pertenece —desenfundó su espada —Detén esta locura, te lo suplico.

Evie alzó el brazo lanzando la llama ardiente hacia cielo. Al tocar las nubes, la llama se extendió y soltó una lluvia color verde, pronto a lo lejos se comenzaron a escuchar los gritos de los habitantes siendo convertidos. 

— ¡Noooo! Detente. ¿Qué has hecho?

—Todos pagarán por lo que me hiciste, o, mejor dicho, por lo que no hiciste. Te quitaré todo lo que tú amas.

Se lanzó sobre ella con intenciones de matarla, ya que cualquier amistad que alguna vez sostuvieron se esfumó con los recientes eventos. Evie se mantuvo estática esperando a que se acercara lo suficiente para su segundo truco, cuando lo tuvo casi frente a frente extendió su mano soltando un hechizo sobre él. Altaer fue arrojado hasta la orilla del mar, comenzó a sentir que la cabeza le punzaba incontrolablemente y pronto todo su cuerpo se sintió extraño. Le brotó pelaje de la cara, luego de las piernas y de todas partes, su espalda se jorobó, sus pies y manos se agrandaron, le salieron enormes garras y colmillos. 

— ¿Qué me has hecho? —le dijo a Evie, notando que su voz también estaba cambiando.

—Me pregunto si ella continuará amándote con tu nueva apariencia —respondió —Yo lo haría.

Al mirar su reflejo en el agua del mar, acompañado de la luz de la luna, se sintió aterrorizado. Evie lo había transformado en una horrible bestia. Imponente e indefenso, Altaer no resistió y huyó a la oscuridad del bosque.

—No te alejes demasiado amor mío, querrás estar presente para la siguiente parte de mi plan. Se que lo amarás —Evie le gritó esto último mientras lo veía desaparecer en la profundidad de la noche. 

***

Obtuvo su venganza contra Altaer, ahora le faltaba vengarse contra la principal causante de su descontento. Llamaba sed de venganza al dolor que le causó un corazón roto. Evie estaba consiente que desquitarse de Milah no sería tan sencillo, aunque existieran tantas formas de hacerlo. Matarla definitivamente no era una opción, al hacerlo provocaría una guerra entre mundos que no ganaría. Debía idear el plan perfecto si quería disfrutar de ver el resultado en el futuro. 

Después de días de pensar y analizar cada mínimo detalle, finalmente obtuvo la respuesta. No lastimaría a Milah directamente, sino, a través de una de las personas más importantes de su vida. Su amigo y compañero de aventuras. El rey Eltilskin de Lednevir. Eltilskin y Milah llevaban siglos de amistad, exploraron juntos Erstearth antes de asumir las coronas de sus reinos, incluso, no fue un secreto que, por un corto periodo de tiempo sus familias los mantuvieron en un compromiso, que uniría a dos de las grandes dinastías dentro de la raza élfica; pero, el día que Eltilskin conoció a Katiana encontrando el verdadero amor en ella, Milah decidió dar un paso atrás y romper el compromiso contra las oposiciones de sus familias. Ver a su mejor amigo formar una vida, llenó de felicidad a Milah y adoptó a su familia como la de ella. Y si algo les llegara a suceder, nunca se lo perdonaría. 

Milah, nunca imaginó que Evie tomaría represalias contra ellos.

La nueva monarca de Arian causaría más daño del que nadie pudo imaginar, no solo destruiría a la familia de Eltilskin, también rompería una de las alianzas importantes de la historia. Las amistades entre reinos eran importantes y las que se forjaban entre mundos eran invaluables. Erstearth, Arian y Agnaad tenían una unión desde los días antiguos, sobrevivió al apocalipsis y se reforzó gracias a la dinastía Thorn en la edad dorada. Por otro lado, también existían rivalidades, Jazel y Agnaad mantenían constantes enfrentamientos, pues los agnaidos querían control sobre los gigantes y hacerlos parte de su ejército. Y aquel quien fuera amigo de Jazel, era enemigo de Agnaad. Quebrar tal alianza por una venganza era delicado, Evie debía avanzar lentamente para que funcionara y no resultara ella perjudicada en el intento. 

Primer paso. Plantar la duda. Evie viajó a Agnaad para presentarse ante el rey Oliath como la nueva reina de Arian, mintiéndole acerca del paradero de Altaer, informando que ahora vivía felizmente en Maelstone. Tras la primera mentira se dispuso a tratar de convencer a Oliath de que Eltlskin estaba haciendo acuerdos con Makee, el líder de Jazel. Al principio el rey se burló de ella, no creyó ninguna palabra de lo que dijo, no creía que una persona como Eltilskin fuera capaz de traiciónalo. Aun así, la espina de la duda se clava fácilmente. 

—Comienzo a dudar de que Altaer tomara la decisión correcta al dejar a semejante jovencita a cargo de su reino. Tienes una imaginación muy amplia niña— dijo Oliath, tomando un trago a su vino.

Se encontraban en una cena formal, siendo ellos dos los únicos invitados.

— No es mi imaginación, ni intuición lo que le traigo majestad. Son hechos. Fui la consejera de Altaer, él me contaba absolutamente todo, sobre todos. Lo que le voy a decir a continuación, se lo contó su amada Milah— Oliath iba a dar otro trago a su copa, cuando al escuchar el nombre de la reina de Maelstone involucrado, se detuvo— Estoy segura de que está familiarizado con la relación que Eltilskin mantiene con Milah y sabrá que no hay manera de que me equivoque— Evie comía tranquilamente el pedazo de carne que le sirvieron. Cortaba los trozos con delicadeza y los comía con tranquilidad.

—Me enteré —continuó— que Eltilskin enviará a su hijo heredero a vivir un tiempo con los gigantes como muestra de amistad— tomó un bocado.

—Eres hermosa como una flor, pero venenosa como una serpiente. No intentes envenenarme la mente con estas falsas acusaciones. Tal vez no sepas juzgar a la gente, pero yo sí. Conozco a Eltilskin y aquí mismo te juro por la vida de todos mis súbditos, que él no se atrevería a hacer tales actos de traición— respondió Oliath. El rey era un hombre robusto y alto, su expresión molesta lo hacía verse en verdad intimidante, especialmente con la coleta que amarraba su largo cabello negro. 

—Lo puedo confirmar. Si en verdad me cree venenosa, vaya usted mismo a Lednevir y pregunte por el niño, verá las excusas que le darán cuando no vea al joven príncipe— Evie tomó un trago a su copa, manteniéndose firme y sin titubear. Oliath guardó silencio. —Su majestad, he venido ante usted con mis mejores intenciones, Arian y Agnaad son poderosas juntas y pretendo que nuestra alianza se mantenga. Es por eso que no puedo dejar que actos cometidos a sus espaldas continúen.

Oliath la miró con atención buscando la falla que delatara su mentira, un simple gesto; pero no encontró nada. Al parecer hablaba con la verdad y eso plantó un profundo dolor en su corazón. De cualquier modo, antes de actuar, necesitaba confirmarlo. Darle el beneficio de la duda a Eltilskin. Anunció a su gente que iría a Lednevir en tres días y si resultaba real lo que escuchó, definitivamente tomaría cartas en el asunto. Con la primera pieza de su juego en movimiento a la perfección, Evie avanzó a su siguiente paso. Con tres días de ventaja, fue a Erstearth a ejecutar la desaparición del pequeño príncipe. 

La entrada a cualquiera de los reinos élficos resultaba un reto, la seguridad de esta raza era impenetrable, los elfos sabían ocultarse y mezclarse entre la naturaleza tan perfectamente que el primer intruso moriría antes de dar diez pasos dentro del bosque. Solo había un detalle que se consideraba el punto débil y es que el cambio de guardia ocurría cada cinco días, en el cual el bosque quedaba desprotegido por exactamente cinco minutos. Dos en los que los guardias recogían sus pertenencias mientras llegaban los nuevos, dos minutos en intercambiar informes y un minuto en la retirada de los que terminaban y el acoplamiento de los que pasarían los siguientes cinco días trepados en lo alto. Ninguna campana o timbre anunciaba el cambio, para saberlo, se requería esperar en total silencio y notar el sonido que producían las hojas de los arboles cuando hay mucho movimiento entre ellas.

Evie aguardó en el límite del reino de Lednevir, ideó una estrategia que llevaría al pequeño príncipe directo a ella sin tener que enfrentarse a los elfos. 

Ulubizua kebhathane— conjuró. 

Creó una ilusión realista de una mariposa de la especie "Bolboleta" —"Vildner" en élfico— con la que lograría atraer la atención del niño y la envió al bosque. El aspecto de este animal era hipnótico, su color tornasol hacía a las mariposas atractivas a la vista, estas se veían una vez cada diez años en su migración a las tierras del oeste. En ese mismo instante en el castillo, el príncipe Lokthian estaba impaciente por dar su paseo esporádico por el bosque y ver el cambio de guardia, le gustaba observar a los soldados, esperando algún día convertirse en uno, antes de volverse rey. Siempre iba acompañado de alguno de sus padres y de su hermana. Ese particular día, ambos monarcas se encontraban ocupados tratando de encontrar solución a los problemas ocurridos en Arian y en Maelstone, los reyes recibieron la noticia del ataque a Milah y de la aparente desaparición de Altaer, por lo que tuvieron que negarle a su hijo su deseo. Lokthian consideraba que ya estaba en edad para vagar solo por el bosque que conocía a la perfección, así que desobedeció la voluntad de sus padres y llevó a su hermana con él. 

Caminaban sin precaución completamente confiados de que estaban a salvo, miraban a los soldados apresurados quienes les hacían una rápida reverencia al pasar junto a ellos. Entonces mientras su hermano postraba los ojos en las ramas altas de los árboles, la mirada de Katriana se distrajo, quedando bajo el encanto de la peculiar mariposa. Maravillada, la pequeña intentó atraparla para verla de cerca, pero esta se alejó volando, haciendo que la princesa fuera tras ella. Lokthian sintió como su hermana se alejaba y corrió inmediatamente para alcanzarla, en ese momento uno de los guardias apunto de subir, se percató de la lejanía de los príncipes y con un mal presentimiento fue a su encuentro para garantizar su seguridad.

—Katriana ¡vatendez! (Katriana ¡espera!) —gritaba Lokthian.

Saliendo del bosque Lokthian logró alcanzarla y la detuvo — Katriana, neo remelo le jiore quel (Katriana, no vuelvas a hacer eso) — la regañó.

Katriana logró tomar la mariposa entre sus manos; pero al abrirlas se esfumó. Confundidos los niños no notaron la presencia de Evie parada frente a ellos, ella estaba observándolos feliz de lograr su cometido. 

—Hola Lokthian— le dijo.

El príncipe apartó a su hermana colocándola a su espalda y respondió— ¿Quién es usted?

—Una amiga de tus padres— dijo Evie con una tétrica sonrisa.

Min prins, gaviell (Mi príncipe, retroceda)— el soldado apareció apuntando con una flecha, se había percatado de Evie desde antes de salir del bosque —Apártese de los niños y no saldrá lastimada— le dijo.

—Me temo que no puedo hacer eso. Tengo una situación urgente esperándome y necesito al príncipe.

El elfo disparó la flecha en advertencia, rozándole la oreja a Evie, dejándole una pequeña cortada.

—La próxima atravesará su cráneo.

—Ciertamente traté de hacer esto con discreción, pero no puedo perder más tiempo— Evie alzó la mano y conjuró— Ivesha lovumisa.

El tiempo se detuvo, congelando a todo ser vivo, excepto por Lokthian.

—¿Qué hizo? — le preguntó asustado.

—Me disculpo por esto y créame cuando digo que no es nada personal contra su familia. 

Evie tomó a Lokthian por la fuerza y lo condujo por el portal hacia Arian, en cuanto la bruja dejó las tierras de Erstearth su hechizo se rompió. El guardia al ver que el príncipe desapareció llevó a Katriana de vuelta al castillo para informar lo sucedido. Los reyes, desesperados, salieron en su búsqueda por todo el territorio y mandaron exploradores fuera de la frontera. Eltilskin informó a lo otros reinos élficos, cuyos monarcas no dudaron en aportar su ayuda y enviar escuadrones a contribuir en la búsqueda. Dos días pasaron sin noticias reconfortantes, Eltilskin y Katiana ya temían lo peor. Y, por si fuera poco, ya habían pasado los tres días que Oliath había determinado. 

Su visita a Lednevir fue inoportuna y sorpresiva para los reyes, lo recibieron con los brazos abiertos a los que el se mostró distante. Su primera pregunta los desconcertó, preguntó por Lokthian como si supiera por lo que estaban pasando. Cuando le confesaron sobre la desaparición, el rostro de Oliath se llenó de ira, confirmando lo que Evie le dijo acerca de las excusas que darían, y ni Eltilskin y Katiana comprendían el porqué.  

Oliath acusó a Eltilskin de traición, cosa que el negó con todas sus fuerzas, retándolo a un duelo en que se terminaría toda amistad y alguno de los dos perdería la vida, un duelo al que Eltilskin no pudo negarse a cumplir. A punto de que comenzara el enfrentamiento en ese mismo día, Katiana en su dolor de haber perdido a su hijo y aterrorizada por el destino que su esposo pudiera recibir se interpuso entre ambas espadas. Se arrodilló ante Oliath pidiendo misericordia y perdón, jurándole que todo era un mal entendido. 

El rey de Agnaad bajó la espada ante la dama sin apartar sus ojos de ella. Él ya había notado la verdadera belleza de los elfos, ningún hombre o mujer de otras tierras igualaría jamás a un elfo; pero por primera vez miró con otros ojos a Katiana, cambió la admiración por deseo y se le ocurrió el castigo perfecto para su nuevo enemigo. Exigió a Katiana como su esposa a cambio de no destruir Lednevir con una guerra.

La toma de una decisión equivocada envolvía demasiadas situaciones a futuro, el hecho de que Katiana no aceptara la propuesta ponía en riesgo a toda Erstearth y podía llegar a desencadenar una guerra que involucraría a los doce mundos. En ella caía el resolver el problema o agrandarlo. No disponían de tiempo para averiguar de dónde venía todo este descontento y quien o que pudiera ser el causante de ello. Los elfos buscaban la paz y eso es lo que Katiana estaba dispuesta a encontrar. Sin más, aceptó la propuesta. Oliath le permitió despedirse de su familia ya que una de las condiciones sostenía que no los volvería a ver. Le dijo adiós a Eltilskin, el amor de su vida. Se despidió de Katriana, una de las alegrías de su vida, luego sostuvo a Kattara por última vez y la abrazó como si fuera la primera.

—Min laime fil. Tilmeg (Mi amada hija. Perdóname) besó su frente y se la entregó a su padre. Como gesto final, se quitó del cuello un collar del que colgaba un cuarzo blanco y se lo colocó a la bebé. No hallaba palabras que decir, era muy doloroso, si pronunciaba algo más moriría allí mismo. Tan solo se dio la vuelta y atravesó el portal hacia su nueva vida. 

*** 

Eltilskin perdió demasiado en pocos días sin ninguna razón aparente. Desesperado y envuelto en dolor viajó a buscar el consuelo de una amiga. En Maelstone, sin intención de alimentar su agonía, Milah le confesó la verdad detrás de los sucesos: Evie, Altaer y su propia participación en el asunto. La venganza no figuraba en el carácter de los elfos, tampoco el odio. Elitlskin no culpaba a Milah de nada, ¿Cómo podía hacerlo? No fue un crimen el haberse enamorado, compadecía a Altaer al no saber que fue de él y buscaba el perdón en su corazón hacia Evie, esperando algún día encontrarlo.

A pesar de su pena, encontró en la confesión una esperanza de encontrar a Lokthian, al darse cuenta de que fue Evie quien se lo llevó. Como final intento, antes de que comenzara a dejar ir lo sucedido, invocó una reunión con los reyes de los cuatro reinos élficos para solicitar su ayuda: Thorstein de Riverwoods, Kiran de Tarmieland y Milah de Maelstone. Los monarcas lo acompañaron a Arian a buscar a su hijo, llevándose solo decepción al no hallar a Evie; pero si un indicio de que Lokthian ya no se encontraba con vida. 

Eltilskin regresó a Lednevir solo, con Kattara. Tras dar prueba a la muerte de Lokthian, Thorstein le propuso que le entregara a Katriana, él la cuidaría y la entrenaría con el propósito de mantenerla a salvo como nueva heredera, de cualquier peligro eminente. Eltilskin accedió y agradeció el segundo apoyo de un amigo, pues no permitiría que nadie más se le fuera arrebatado.

Después de turbulentos momentos llegó la hora de concentrarse en el futuro. En el futuro del reino, de Kattara y en el suyo propio. La mala fortuna de la luna de sangre había llegado a su fin y nuevas cosas estaban por venir. 

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