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Capítulo 4 Causalidad

Cinco mil años después del Apocalipsis.

Erstearth, la tierra llamada "El sobreviviente". Este mundo era admirado por todas las criaturas ajenas a él, no solo por el hecho de ser aquel conservado después del apocalipsis. Sus campos, bosques, ríos y reinos estaban llenos de nostalgia, captaban los antiguos días con un gran esplendor, aunque en la nueva era fueran habitados por criaturas "Kisha" — los seres nuevos que vivían en un mundo viejo—. Los castillos en donde vivieron los primeros reyes eran mantenidos y atendidos por sus nuevos residentes manteniendo el recuerdo. Cada árbol, planta, rio y mar contaban historias del pasado desde la creación, en un idioma casi olvidado, existían todavía pocos que lo entendían, no menos de cuarenta llamados "Biziriks" — seres de los antiguos días que sobrevivieron— que recordaban y guardaban el secreto del ayer. Y por aquello se les entonó un cántico que los volvió parte de las leyendas. 

No hables,

no hables,

de los días que fueron, enterrados en el pasado es donde deben quedar.

Seguid adelante en los días por venir.

Solo aquel llamado antiguo,

tiene permitido voltear la mirada. 

Pero no hables y no preguntes.

Un Bizirik jamás hablará, sobre de lo que quedó allá atrás. 

Pero más de lo que había para admirar de Erstearth, su mayor atributo era ser el hogar de la raza de los elfos. La raza élfica poseía una gran belleza; seres altos, de piel tersa y brillante, con orejas puntiagudas y largas cabelleras de diferentes colores. Se decía que los elfos kisha poseían una belleza superior a la de los antiguos, ya que estos nacieron de las lágrimas de la diosa Afrodita. Eran criaturas de gran sabiduría y conocimiento, sabían de música, de arte, de guerra y demás enseñanzas; eran excelentes guerreros, fuertes y agiles, entre otras cosas, también tenían un gran poder mágico, dominaban la magia blanca sin ser miembros de una orden, viviendo apartados de las demás razas y conservando su cultura para sí mismos. 

En los primeros años los elfos solían vivir al este de su mundo, en el reino de Vizany. Navegaron por los mares para explorar otros lugares encontrándose con el continente del oeste, Válirus, en los días antiguos, en donde expandieron su territorio, conservando todavía el anterior. Tras el inicio de la edad dorada el territorio élfico en Válirus se redujo a cuatro reinos confinados en los bosques, cuatro territorios: Lednevir, Maelstone, Riverwoods y Tarmieland. Colindando de aquel lado con otras razas en otras tierras. Estaban los territorios de los hombres: Harrendor, Castlemountain, Blodtrone y Sundapoor. Las tierras de las ordenes de magos: Mordreen y Nordwind. Los reinos de los enanos: Mountainmine y Harbour. Las tierras oscuras de Vitskog en donde vivían los goblings, estriges y otras criaturas malévolas; el bosque Lina, dominado por las brujas oscuras, y Landomrader el reino de los hombres serpiente.  

Tantos lugares, tantas personas, monstruos y demás criaturas; pero, cuando la mirada de los dioses giró hacia Erstearth, lo hizo al reino de Lednevir. 

***

El bosque de Lednevir poseía un encanto sin igual, a decir verdad, los bosques de los elfos no se comparaban entre si y con ningún otro. Este por su parte tenía tonalidades verde y café, como una perfecta combinación entre primavera y otoño que se mantenía la mayor parte del año, resultaba difícil diferenciar las estaciones; solo cambiaba durante el invierno, que disfrazaba el reino en un blanco cristalino. Había en él frondosos árboles altos de diferentes especies que mantenían un ambiente templado, en el que la naturaleza prevalecía al igual que los animales. Su castillo se encontraba en medio del bosque, junto a la cascada de Neriss y el rio de plata, aquel fue construido de madera de roble, decorado con pilares de marfil en cada habitación, estos a su vez tallados con figuras finas y lisas. De acuerdo a las historias se decía que caminando entre los árboles se podía escuchar en ellos, al anochecer, los cantos de los antepasados, tenues y tranquilos. 

Llevaba siglos bajo la monarquía de la dinastía Thorn. El rey Eltilskin, hijo de Dreil, ocupaba el trono en la sexta generación, gobernando junto a su esposa Katiana. Tenían dos hijos y se encontraban a la espera del tercero pronto a nacer. El mayor y heredero, Lokthian nació durante una tarde de un invierno mortal, sus padres temían por su vida al no ser capaz de soportar aquel frio. Pues ni los elfos son capaces de sobrevivir a tan bajas temperaturas; cuando pronosticaban un invierno cruel, se preparaban todo el año y aun así sufrían altas bajas. Sin embargo, el recién nacido príncipe superó toda adversidad y adoptó el invierno como parte de él, aquello le otorgó el apodo de "alma de hielo" y lo convirtió en un digno sucesor de la corona. La segunda y primera hija Katriana, nació en un cálido otoño al amanecer; gozando de buena salud no encontraban ningún mal pronóstico para su futuro, era una hija del sol y por ello obtuvo un cabello rojizo que demostraba su fortaleza. 

El día del nacimiento del tercer bebé estuvo lleno de inesperadas sorpresas. Aquel fue cuando el vigésimo cuarto guardián falleció. Ocurrió durante la noche del solsticio de verano, en el cual se mostró en el cielo una luna de sangre. Dicho suceso nunca había pasado, mucho menos en un día de felicidad para la familia real. En esa ocasión la blanca luz de la luna se acompañó de un rojo fuego. Y su aparición no significaría algo bueno. 

***

La nombraron Kattara de la dinastía Thorn, princesa de Lednevir, primera de su nombre, nacida bajo la luna de sangre.

***

Una luna de sangre anuncia desastre.

Así lo determinaron los elfos, para ellos el color rojo representaba sangre, sangre que esperaba ser derramada pronto. La primera consecuencia a causa de la luna de sangre se desarrolló tres días después del nacimiento de Kattara, en la tierra de Mordreen. La torre Minora era el hogar de la congregación de magos Dewin, dominantes de la magia blanca y solo conocedores de los males causados por la magia negra. Dicho grupo estaba formado mayormente por hombres, clasificados de acuerdo al grado de su poder y a sus habilidades: los Rishtar, los Ody y los Superiores. Se preparaban mayormente para la protección de su tierra, ya que no confiaban en que el guardián fuera capaz de salvar a todo un mundo sin la ayuda de nadie y mientras este no permaneciera en Erstearth ellos serían los guardianes de su propio mundo. Por esa misma razón, en su manera de pensar, fue que Zeus les otorgó uno de sus rayos con el que aumentarían su poder. El rey dios los consideraba dignos como él lo fue en sus inicios. 

Todo hombre es honrado hasta que se le pone a prueba, en especial aquellos que poseen un poder desde nacimiento. Ese rayo significaba poder infinito, el poder de los dioses en la palma de tu mano. De esa manera lo veía el más joven de los diez Superiores, Gideon. Los Superiores eran nombrados por ser los magos con antigüedad, al morir uno de ellos se celebraba la ceremonia de los Ody. En ella se seleccionaba a quien portaría la capa de un superior. Gideon pasó a la historia al ser el primer Rishtar en ser nombrado, era joven y ambicioso, algo que a los superiores les agradó al principio; pero pronto esos atributos pusieron todo en su contra al creer que el regalo de Zeus podía usarse para más.

— ¿No pueden ver todo lo que podríamos lograr? Podríamos ser imparables, gobernar todo Erstearth. No necesitaríamos del guardián, ni de los dioses. Nosotros seríamos dioses— les dijo.

—Nosotros no nacimos para ser dioses— respondió Aledon, el más anciano, con tranquilidad— es nuestro deber servir a los seres indefensos de nuestra tierra, es para eso que fuimos colocados aquí, por lo que fuimos bendecidos con este don.

—Podemos ser más— dijo Gideon con intensidad.

— Ningún ser debe ser puesto sobre todas las razas. Serías temido, mas no amado, cerca de ser un demonio antes de ser un dios.

— ¿Cómo creen que los dioses están dónde están? Por el poder, ellos usaron el poder para posicionarse encima de todos nosotros y se lo permitimos. No amamos a los dioses, les tememos.

—Ellos son nuestros creadores, tú, yo y todos vivimos gracias a ellos. Eso los colocó en el Olimpo. No distorsiones los hechos a tu favor. El poder nunca debe usarse para gobernar.

—Los hechos estuvieron distorsionados desde el principio. ¿No es por eso que se prohibió hablar del pasado? ¿Acaso los reyes no usan el poder para mantenerse en los tronos? ¿Acaso no intimidan, acaso no les temen? — nadie respondió— Yo quiero ser un dios. Con este poder nada estará por encima de mí. Yo, nosotros, estaríamos por encima de todos. Nos lo hemos ganado, siempre damos, siempre ayudamos. Es momento de reclamar algo a cambio.

—Toda magia viene con un precio, entre más adquieras más rápido te destruyes. No te pongas a prueba.

—Su hipocresía me asombra, cuando ustedes mismos usaron la excusa del poder para nombrarse los superiores.

— ¡Te atreves a insultarnos de esa manera! — Aledon alzó la voz ante tal ofensa — nosotros guiamos a los demás, nuestra experiencia es lo que nos puso aquí. Tu en cambio, fue la suerte lo que trajo con nosotros. No nos obligues a actuar contra ti.

—No cambiaré mis ideales. Ustedes quizá se oculten bajo una máscara de moralidad correcta y buenas acciones, pero yo no. Si los mismos dioses usan el poder para la destrucción ¿Por qué no habría de hacerlo yo? — esta parte final la dijo con tanta calma que asustó al resto de los superiores. 

—No escucharemos más de esta locura. Escucha bien mis palabras Gideon, quedas expulsado de esta congregación— Aledon se acercó a el y le arrancó la capa carmesí que los identificaba— y desterrado de las tierras de Mordreen. Vete de aquí y no vuelvas a mostrar tu cara ante nosotros o te haremos arrepentirte— Gideon guardó silencio, no reaccionó, ni actuó. Sonrió y se dio la vuelta para marcharse. Escuchó bien las palabras de Aledon ya que serían las últimas que le permitiría decir. 

Para lo que más sirve el poder es para la venganza y eso era justo lo que un enfurecido ex mago congregado quería. Por lo que buscó otra fuente de poder, llegando de esa manera a manos de Hades, el dios de la oscuridad que siempre andaba en busca de nuevos sirvientes que acoger bajo su manto. Ofreció su eterna lealtad a cambio del poder y este se lo concedió. Resultó ser mejor de lo que Hades esperaba, lo creyó un simple siervo que añadir en sus filas, pero su crueldad, determinación y sus devastadoras intenciones lo pusieron un escalón arriba y lo nombró el "cazador oscuro" —la contraparte del guardián—. Gideon volvió a Erstearth, a la torre a retar a los que solían ser sus hermanos; masacró a cada Rishtar, Ody y Superior sin piedad ni remordimiento, dejando a Aledon, su mentor, al final. 

—Mira lo que es el verdadero poder— le dijo recargando la hoja afilada de su cuchillo en la garganta de Aledon —Ya he pagado el precio y no me he arruinado. Soy más poderoso de lo que imaginaste—. Lentamente deslizó su mano de derecha a izquierda abriendo su piel, dejando un chorro de sangre correr, observando con emoción como la vida de su maestro se esfumaba.

Tras su victoria se proclamó rey de Mordreen y declaró la guerra a todas las demás razas y reinos creyendo que nadie le haría frente. Pero, para su des fortuna, el orgullo abundaba dentro de los corazones de los erstianos y no permitirían que la oscuridad invadiera su tierra, su mundo era llamado el sobreviviente y había una razón para ello. Los reinos se aliaron levantándose en armas con valor, incluso las serpientes de Landomrader junto con las brujas de Lina y los habitantes de Vitskog firmaron el tratado de paz "Siodcaín", uniéndose hasta que el mal fuera erradicado. Quizá eran razas perversas; pero incluso ellos conocían el límite de su maldad, permanecían en quietud mientras nadie se metiera con ellos.

Gideon invocó al ejército de los demonios, pretendiendo que la guerra devastara el mundo, otorgándole así a Hades un dominio total sobre Erstearth, puesto a que la perdida de esta tierra resultaría un golpe duro para Zeus. Los primeros enfrentamientos fueron brutales, los seres oscuros intentaron tomar parte del territorio; pero fueron detenidos y expulsados a Mordreen en donde fueron arrinconados por el implacable coraje del ejército único. Ese fue el plan de los aliados desde el principio, mantenerlos en un solo territorio y aniquilarlos ahí mismo. Las brujas se enfrentaron a Gideon en un fallido duelo de magia oscura, ya que, no puedes matar a algo de tu misma naturaleza. Sus ataques no hacían mas que alimentarlo y fortalecerlo, y entre más fuerte se hiciera, los demonios también adquirían mayor resistencia al estar ligados a Gideon. La batalla se intensificó, mientras que el ejército de los aliados disminuía. Ni siquiera podrían tragarse el orgullo llamando al guardián si no había quien respondiera al llamado. Por fortuna, no todo estaba perdido, pues existía el místico vigilante secreto de Erstearth, el hechicero absoluto. Oco "El gran sabio". 

Oco fue el primero en practicar la magia. Antiguamente, en la edad oscura, la magia negra solía ser dominante, siempre para hacer mal, nunca el bien. Hasta que un día un joven mago se dispuso a encontrar un nuevo tipo de magia que sirviera para ayudar a otros, pues el precio a pagar por el uso de la oscura era demasiado alto para los mortales. Experimentó por siglos, abusando del lado oscuro y arriesgando su vida, consiguiendo al final, encontrar la manera de transformar la magia negra, en blanca. El era el maestro de las artes místicas, el fundador de la orden de los doce después del apocalipsis. Cuando la orden creció en número de miembros, Oco se retiró a Nordwind para vivir solo junto a sus conocimientos y nadie lo había visto desde entonces. Fue hasta que la guerra estalló, junto al llamado de ayuda, cuando el verdadero mago supremo se mostró contra el cazador oscuro. 

Cada uno de los guerreros que presenciaron el enfrentamiento contaba la historia de diferente manera, a como la recordaban, a como la sintieron; pero todos coincidían en una parte. Relámpagos en el cielo. El choque de ambos poderes causaba truenos entre las nubes grises, estos caían a la tierra destruyendo lo que quedaba de Mordreen.

Flotando en el cielo, la sabiduría contra la avaricia, luchaban a muerte. La fuerza de Gideon era enorme comparada a la de los mortales y las brujas que enfrentó; sin embargo, no lograba igualarse a la de Oco. El cazador usó toda su energía y poder intentando vencer al gran sabio, alcanzó su límite tan pronto como se le fue otorgado, para gran sorpresa de él y en menos de un par de horas peleando, que sintió como una eternidad, fue vencido.

Derrotado y herido, Gideon fue acorralado en la cima de la torre Minora, arrastrándose en su propia sangre hasta un muro, donde sin tener a donde huir se encontró con la fría hoja de la espada de Oco sobre su garganta.

—Deshonraste a esta orden Gideon hijo de Junio— le dijo.

Gideon con sangre saliendo de su boca se rio y respondió —Tal vez lo hice. Tal vez muera hoy, pero de una cosa puedes estar seguro. Yo seré inmortal.

Oco alzó su espada apuntando al corazón, pero antes de que pudiera enterrarla y terminar con Gideon, el cuerpo de este se petrificó para después esfumarse como polvo en el viento. Y si bien Oco como bizirik, conociendo la verdad de la guerra de los dioses, sabía que Gideon no había muerto y que aquello estaba lejos de terminar. 

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