Capítulo 3 Guardián
Tres mil doscientos años después del Apocalipsis.
Cosechas lo que siembras. Una frase a la que todo ser debería sentir temor por escuchar. Cronos vivió con el miedo de que le traicionaran como él lo hizo, ahora ese miedo le fue heredado a Zeus, quien estaba consciente de las acciones que tomó, tanto buenas como malas. Con las constantes amenazas de Hades y con la profecía de la resurrección respirándole en la nuca, el nuevo rey se hundió en un profundo pánico por el futuro, llevándolo a confinarse en la seguridad de los cielos. Tras estas repentinas medidas, Zeus se volvió descuidado con sus creaciones, quienes, siendo repetidamente atacadas por los demonios del inframundo, pedían su ayuda y salvación constantemente.
Durante siglos volteó la vista a un lado y aprendió a silenciar las voces mortales de su cabeza; sin embargo, todo lo que hiciera le perjudicaría, pues si seguía ignorando a sus creaciones, más propensas estaban de convertirse en "Almindelig", tierras sin fe y, ¿Qué sería de los dioses sin nadie que crea en ellos? Como ser divino estaba bien ser duro e injusto en ocasiones para conservar el poder; pero, por otro lado, también debía dar atenciones y ayudar para que lo dejaran en su altar y lo veneraran. El miedo y la fe van de la mano cuando se trata de ser una divinidad.
Tras buscar una solución que beneficiara a todos por años, pronto se dio cuenta que la había tenido frente a él desde el principio. Sus criaturas. Como dios podía otorgar a los mortales el poder necesario para hacer justicia en su nombre — a excepción de los denominados magos, elfos y hadas, quienes les otorgó poder mágico desde su creación—, colocando al beneficiado en un lugar entre los dioses y los mortales, haciéndolo apto para cargar el manto de un protector. Así fue como nació la idea del "Guardián".
Aquel nombrado guardián o guardiana era seleccionado y bendecido antes del nacimiento, cuando alcanzaba una edad madura se le encomendaba a cuidar de los seres mortales en nombre de los dioses. Una vez proclamado se le brindaba una armadura sagrada, con la que viajaría por los doce mundos regresando el mal que los acechara a donde pertenecía, evitando así también que Zeus tuviera que enfrentarse a Hades, y manteniendo el lugar de los divinos en el Olimpo. Se le conoció por muchos nombres en su travesía: "el guerrero de dioses", "el heraldo dorado", "el portador de esperanza" y también como "el dios que no puede ser".
El primer guardián se llamó Bángladash "El restaurador" de la raza de los centauros, originario de Arian. Se le llamó el restaurador por regresar el orden entre los vivos y mantener a los demonios en donde pertenecen. Sirvió durante sesenta años antes de morir a manos de Ozul, miembro de los jinetes oscuros, se cuenta en su leyenda que su muerte fue gloriosa, pues sacrificó su vida por evitar que el demonio pisara las tierras de Ondylon.
Así es como sonó su leyenda:
Se desprendió de la armadura sagrada y fue al encuentro de Ozul el jinete oscuro,
con firmeza lo enfrentó y atemorizó,
obteniendo de su piel una gota de sangre negra,
aquella le costó la vida, y le dio la gloria inmortal.
Durante su periodo el plan de Zeus funcionó a la perfección, los mortales le agradecían por enviar a alguien que velara por ellos, y por el tiempo en que existiera el guardián, los mundos permanecerían en paz.
El segundo guardián y la primera mujer en ocupar el nombre se llamó Luthdomiel "La bella" de la raza de las hadas de Neylir. Su historia marcó un paso en los guardianes futuros, puesto a que su desaparición y posible muerte no tuvieron explicación alguna. Se decía que ella era tan hermosa como un dios y que aquello fue lo que desde su nacimiento la condenó a un trágico futuro. Sus hazañas y habilidades pasaron a la historia, también por ser quien dio muerte a un "Hijo de Hades".
Y bella fue la Luthdomiel que existió,
en dorada fama y desconocido paradero.
Ojalá vuelva, ojalá vuelva,
ojalá nunca hubiera existido,
pues así no estaríamos de luto por haberla perdido.
En sus inicios el guardián fue grande y puro, pero no todos aquellos que tuvieran el poder y el honor de ser elegido significaba que su corazón tuviera la misma fuerza y determinación que sus puños. Eso lo demostró Miráz "El maldito", el décimo guardián que se corrompió por el lado oscuro y que al final se convirtió en un sirviente de Hades.
Y así quedó maldecido el día en que Miráz llegó a la vida,
poderoso en habilidad, débil en corazón,
seducido por la oscuridad, en enemigo se convirtió,
llevando sufrimiento y dolor, a aquellos que al final no protegió.
La imagen del guardián se fue retorciendo con el tiempo, lo que empezó como una ayuda, después se volvió una dependencia. Los seres ya no sabían cómo vivir sin un guardián. Al final de todo, tanto los dioses como los mortales, consideraban dignos de ser admirados a aquellos capaces de entregar su vida por otros.
Así lo tuvo que aprender el último guardián del siglo, Kirac. Quien tras años de luchar y de no conseguir erradicar por completo a la oscuridad, finalmente murió a manos del demonio Monglack, de la legión mortal.
Entonces, nuevamente llegó el momento de seleccionar a un nuevo guardián. Zeus lo buscó en todas partes, en cada mundo, en cada raza y nadie pareció ser el indicado. Pero una luna de sangre anunciaría la llegada de un candidato. Y quizá de algo más.
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