Tras el apocalipsis los doce mundos de los que Caos alguna vez se enorgulleció desaparecieron casi por completo. Las tierras quedaron inhabitables, llenas de muerte, atormentadas por demonios y fantasmas. Ahora con un nuevo rey en los cielos el universo sería restaurado, de ese modo Zeus evitaría romper del todo la promesa que hizo a su ancestro, solo que lo reconstruiría a su gusto y complacencia.

 Con su nuevo poder creó nuevos mundos y los rebautizó. Todos excepto uno.

Erstearth. Este mundo fue el único al que conservó originalmente de la creación de Caos, pues fue aquí donde su madre lo escondió y fue su hogar la mayor parte de su vida. Tenía un significado especial, para él, conservarlo y llenarlo de vida nuevamente, significaría una veneración a los difuntos señores elfos —que perecieron durante la guerra—, , especialmente porque era esta tierra la única en donde habitaba la raza élfica. 

Nuevos cielos, nuevas tierras, nuevos animales, nuevas criaturas. Creó Jazel, Zágul "el mundo de hierro", Ragal, Neylir, Ondylon, Landa, Gonda, Sarco "el mundo oscuro"— nuevamente—, Agnaad, Arian y finalmente la Tierra. 

Esta última representó muchos problemas para los dioses luego de su creación, la raza de los hombres que puso en ella creía que ellos mismos podían ser divinos y sus propios gobernantes. No pasaron muchas décadas cuando se sublevaron en contra de los verdaderos dioses y se autonombraron la raza suprema. Como castigo Zeus les quitó el beneficio de usar la magia y lo nombró "Almindelig". La tierra sin magia.

Así se marcó el inició del tiempo de Zeus. La guerra de los dioses pasó a la historia, contada como una leyenda sagrada, escrita por el mismo dios del trueno quien la pasó a los mortales con la intención de esparcirla por el universo. Pero Zeus escondió parte de lo que verdaderamente sucedió en aquella batalla por el trono. Y prohibió hablar sobre eso. Todo registro rescatado se recopiló en el libro del ayer, escrito en el lenguaje de los dioses y custodiado por los nuevos altos elfos en Erstearth, al que muy pocos tenían acceso, puesto que ahí se encontraban los secretos y verdades que se esforzaron por esconder. Ya que, como divinidades, la avaricia y la traición no debían figurar en sus vidas.

Mentiras y profecías que pronto terminarían revelándose.