Capítulo 14 El acero debajo
— Kattara.
La voz sonaba suave e igual de maligna que antes, la seguía llamando, pidiéndole que la dejase salir. La oscuridad. Cuando la escuchó ya estaba recobrando la conciencia. Sentía sus piernas, sus brazos, pero adormecidas, no percibía ningún malestar, ni otra sensación más que el hormigueo que le recorría el cuerpo.
— Kattara.
Se resistía a la tentación, a la promesa de poder y fuerza sobrenatural que le ofrecía entre susurros, lo hizo antes y continuaría haciéndolo.
—Kattara, yo pude salvarnos de caer. Yo pude salvarnos de los vampiros. Vampiros. Vampiros.
Ante el crecimiento de eco en el interior de su mente, Kattara abrió los ojos de súbito. Su mirada contemplaba un techo de madera mal construido, había huecos entre las tablas que dejaban entrar aire frio y la poca luz que proveía del cielo. Debajo de sus manos apreciaba la suavidad de una manta, y bajo de ella sentía la paja que improvisaba una cama. A su izquierda estaban Donatien y Eylir, sentados, sonriendo de verla despierta. Al pie de la cama, al otro extremo de la limitada cabaña, se encontraba Belladona lavando unos trapos sucios de sangre en una jofaina, sangre que evidentemente era suya. ¿Cómo llegó ahí? ¿Qué sucedió? Su respiración se agitó de recordar súbitamente su pequeño asalto a Kalat, y su caída. Intentó sentarse sin poder lograrlo, el dolor de su cuerpo apareció intensamente, impidiéndole siquiera levantar un dedo.
— No intentes levantarte todavía, estás muy débil— dijo Donatien.
— ¿Dónde estamos? — preguntó Kattara vulnerable.
— Estamos en Davinly. En una cabaña que los enanos construyeron de imprevisto cuando llegamos. La hospitalidad de aquí es el doble de escasa que en Nóvety, incluso las palabras de Friedor fueron cálidas en comparación a las del rey Dunan— dijo Donatien.
— Nos negó la entrada a su castillo— continuó Eylir— y nos confinó al bosque. Al menos tuvo la decencia de construir esto para tu recuperación. Nos alegra que regresaras a nosotros.
— Regresé como una carga, rota y perdida.
— No, volviste viva y contigo trajiste esperanza.
— ¿Qué esperanza puedo dar a otros si no puedo dármela a mí misma? No sé qué es lo que me pasa. Neo hali quil vatendel av mine (No sé que esperar de mi) — Kattara comenzó a soltar lágrimas en su desesperación por no saber que ocurría con ella. ¿Era luz u oscuridad? —Neo hali quil jele (No sé qué soy).
Donatien sostuvo su mano con delicadeza y le regaló la más tierna de sus miradas.
— Neo barel frylte av mine/ (¿No tienes miedo de mí?) —le preguntó Kattara.
— Aldri. Deg vilen formye for friltedeg (Nunca. Te quiero demasiado para temerte).
Kattara no pudo evitar romper en llanto ante las palabras de su amigo, ella se sentía como un fenómeno, un ser dividido entre dos poderes que gobernaban cada aspecto en la vida del universo, uno para salvarlo y el otro para destruirlo, y saber que dos de las personas más importantes en su vida no la veían de ese modo, le dio consuelo.
— Beba esto mi señora— dijo Belladona acercándole un vaso humeando por el contenido en él. Kattara levantó su cabeza con ayuda de Donatien y dio un sorbo.
— Esto la ayudará al dolor, es té de Landarea— continuó diciendo.
— Es Anleg como la conocemos. No tenía idea de que creciera en Zágul— dijo Eylir.
— Eskerril (Gracias) Belladona— respondió.
Volvió a recostarse disponiéndose a cerrar sus ojos y descansar un poco más, tanto el cuerpo como su conciencia. Sin embargo, su paz fue turbada por un tumulto proveniente de afuera, voces agitadas y agresoras gritando tantas cosas a la vez que apenas se distinguía una palabra de otra.
—¿Qué es eso? — preguntó Kattara.
— Los habitantes de Davinly— respondió Belladona— Ha estado dormida por dos días y ya exigen respuestas. Creen que su ida a Kalat fue solo para provocar a los vampiros y no para resolver el problema. Demandan verla.
— Tendrán que esperar. Ella es su guardiana y no deberían exigirle respuesta al asunto qué, tu gente dejó en claro, solo es responsabilidad de ella resolver— dijo Donatien enojado.
— No— intervino Kattara— si lo que quieren es una explicación se las daré. No los haré esperar más. Suficientes problemas tengo y lidiaré con este que puedo resolver ahora.
— No estás en condiciones de moverte— dijo Eylir.
Kattara tomó un profundo respiro y se levantó lentamente, soportando los calambres, el hormigueo, y el dolor de doblarse junto al de su pierna— apropiadamente vendada esta vez—que continuaba punzándole. Haciéndose la fuerte para que tanto su mente como su cuerpo creyeran que se encontraba en buen estado. Una vez sentada, Belladona le llevó agua para lavarse la cara y las manos. Observando su reflejo, notó los rasguños y moretones en su rostro, bajó la mirada a sus manos en donde también los tenía, perecía que enfrentó una batalla feroz. Hubiera resultado gratificante tener esas marcas de haber sido así. Sin más, sumergió sus manos en el agua y la restregó en su cara limpiándola con delicadeza, quitándose la suciedad y la sangre seca, luego Eylir le alcanzó un trapo con el que se secó. Trató de incorporarse. Lo que le fue casi imposible sin ayuda, Donatien la tomó del brazo y logró ponerla de pie; dio unos pasos pequeños, quejándose levemente. Llegando a la puerta, aún cerrada, Kattara apartó a sus amigos y adoptó una pose firme y segura.
— Estaré bien, tengo que hacer esto sola— les dijo.
Abrió la puerta ante la multitud y caminó hacia afuera cojeando levemente. La muchedumbre continuaba gritando y maldiciéndola tanto en su lengua como en el idioma común. Entre ellos, dos guardias que sostenían estandartes, abrieron el pasó a su rey. El enano de larga barba negra caminó al frente con mirada desdeñosa, no era viejo, pero tampoco tan joven, vestía con elegantes ropas y joyas preciosas; con su sola expresión se podía decir de él que poseía un carácter fuerte, pues de un grito calló a todos.
—Salve Kattara Thorn eikatzene di damal (señora de las tempestades) — dijo con sarcasmo y seriedad a la vez— ¿Qué otro daño nos traerás a Zágul? ¿O ya has tenido suficiente con incitar a los vampiros a matarnos por diversión, ahora que les has dado un motivo? — dijo Dunan del clan Lavender.
—¿Qué acción pude haber cometido que, lo ha llevado a pensar que he provocado a los villanos a desquitarse con su gente?
— ¿Acaso no has sido tu la que ha desafiado a su líder? ¿Acaso no fuiste tu quien enfrentó a su gente? Dime ahora elfa, ¿No tengo razón de creer que has llevado a la ruina a este mundo?
— Razón tiene señor enano, en la ruina de Zágul, pero que sea a mano mía, se equivoca. Pues no sé qué boca tóxica ha envenenado sus oídos con la mentira de que yo he ido a provocar una guerra no declarada entre sus invasores y ustedes. La guerra y la ruina llegaron mucho antes que yo. Y los asuntos que me condujeron a Kalat me temó que he de guardarlos para mí, pues me ha demostrado que no está en disposición de escuchar razones. Pero tenga en cuenta, que yo no he causado ningún mal.
— Observen compatriotas— dijo Dunan a su gente— observen y escuchen como intenta evadir su culpabilidad. Nos oculta secretos, no usa la armadura, prefiere espiar a los vampiros que enfrentarlos, y mírenla. No es la mitad de guardiana que otros quienes han tenido el placer de pisar nuestras tierras. Kattara Thorn es una princesa débil, lastimada sin haber pisado el campo de batalla. ¿Esta es la heroína que queremos?
— ¡Noooo! — gritaron al unísono.
— No conoce las penurias que vivimos a diario. Perdimos Nóvety a manos de esos seres, ¿Quién asegura que Davinly no será el siguiente, o Crinél, o Athvard, o Gheent? Hasta que todo Zágul pertenezca a ellos. Y tú, que se hace llamar guardiana, has pasado tus días recostada sin librarnos del mal.
— Usted rey enano, osa en llamarme débil cuando ha sido usted el que se confinó a la seguridad de su castillo y le dio la espalda a Nóvety. Si tanto les preocupa su preciada tierra, ¿Dónde esta el rey de Crinél? ¿Dónde están los cuatro reyes? ¿Por qué no han intentado recuperar su mundo? — Kattara habló sin tono elevado, y sin intensión de agredir, aun así, sus palabras cayeron como agujas en los enanos. Luego dirigiéndose a los habitantes dijo— ¡¿No han tenido suficiente?! —gritó. Pues no se encontraba en condiciones de soportar sus reproches sin responder ante ellos— ¿No han tenido suficiente con huir y esconderse en vez de defender lo que por naturaleza les pertenece? ¿Acaso lucharon por defender Kalat? ¿Acaso han tratado de recuperar Nóvety? No. Prefirieron ocultarse en sus túneles, esperando una obra divina que los salvara de la oscuridad. ¿Acaso no tienen honor? Han venido a descargar palabras como flechas contra alguien que ha tenido el valor de pararse frente a los vampiros y ha vivido para contarlo. ¿Dónde está su voluntad, dónde está su orgullo?
La oscuridad no se esfuma con desearlo, la maldad no desaparece con enfrentarla una sola vez. No deben depender de un guardián para hallar la paz, el arma más importante para mantener la libertad se encuentra en cada uno de ustedes. Los vampiros les quitarán todo si se los permiten, pero ustedes son un pueblo poderoso, con armas que los dioses veneraron un día, no están destinados a doblegarse. Levántense en armas, levántense conmigo. Marquen una nueva hazaña en su historia. Juntos podemos recuperar Zágul.
Donatien y Eylir la miraban con admiración, escuchándola hablar con tanta pasión, seguridad y motivación. Ahí estaba, la verdadera Kattara, la que ya no se escondía detrás de su miedo, erguida y heroica, mostrando el acero que se encontraba bajo su belleza, su verdadero ser que no se había permitido ver hasta ese momento.
— Los dioses crearon a el guardián para que no peleáramos. ¿No es ese su propósito? — dijo uno entre la multitud.
— Eso es lo que los dioses quieren que crean, pero ¿Por qué no pueden pelear por lo que aman? Tienen la fuerza suficiente para hacerlo, no necesitan de mí, ni de nadie. Pueden decir que lo intentaron y murieron, o que se ocultaron y perecieron de cualquier manera.
La expresión en los rostros de los enanos cambió repentinamente, sus miradas enojadas se transformaron en pensativas, incluso la del rey Dunan.
— ¿Qué van a hacer? — continuó Kattara— ¿Van a vivir ocultos por el resto de sus vidas o lucharán a mi lado por la prosperidad de su mundo?
Intercambiaron breves miradas y susurros, los enanos conocían el carácter de los erstianos así como las historias de sus conflictos y victorias, y sabían bien de la alianza forjada en la guerra contra el "cazador oscuro", ellos no toleraban a los elfos, pero hasta ellos se han atrevido a luchar por sus tierras sin esperar la ayuda de un guardián, ¿Cómo seguirían despreciándolos si han probado ser más valientes que ellos o que al menos se muestran con más voluntad para pelear? En ese momento de incertidumbre los enanos decidieron tragarse su orgullo y entregar casi su completa confianza a la elfa, incluso el rey Dunan no pudo negar la verdad en las palabras de Kattara, por lo que se atrevió a preguntar.
— Si confiamos y nos aliamos a ti, dinos, ¿Qué pasará?
— Iremos a la guerra, y les devolveré Zágul.
***
Dregan estaba furioso. Lloraba por aquellos a los que perdió, hijos a los que creó con su sangre, que le juraron lealtad y que yacían como espectros adheridos a las paredes, hechos polvo, hechos nada. Pasaba las manos por los ladrillos, rasguñándolos con sus afiladas uñas pareciendo que intentaba arrancar sus almas plasmadas para cargarlas entre sus huesos y su piel. A medida que su enojo crecía, el cielo se oscurecía aún más.
— El señor estará disgustado con nosotros— dijo— la guardiana está suelta, capaz de lastimarnos y de arruinar sus planes.
—Nosotros seguimos siendo mayor número mi señor, y también más fuertes que ellos. Zágul será nuestro como el amo lo prometió— dijo Keir.
— Creí de ella una niña jugando a ser un héroe, débil y llorona. Quien resulta, logró matar a mis hijos y escapó con nuestra última fuente de alimento. Ya no la subestimes más Keir, no será como los otros guardianes, no será predecible, no seguirá las reglas.
—Los guardianes no tienen reglas
—Oh, pero si las tienen. Son reglas no dichas que los dioses expresan con un objeto. La armadura. Si ella no usa, entonces no seguirá las ordenes de los dioses. ¿Ella supo lo que hacíamos aquí?
— No mi señor, no hubo manera de que viera lo que extraíamos de las minas. ¿Ordeno la invasión total?
— No, ya es tarde para eso. Hay que apresurar la extracción, llevar todo el metal que podamos a nuestro señor Hades.
— Pero señor, los enanos ya han excavado muy profundo, tanto que sería riesgoso continuar.
— No me importa, que sigan cavando hasta que entes seguros de que no queda nada. No me importa si las montañas se derrumban y entierra todo. Extraigan hasta el último fragmento.
— ¿Qué hay de la guardiana y de los enanos?
— Vendrán a nosotros, ya lo verás, y cuando lo hagan. Los destruiremos.
***
¿Cómo planeas una guerra, si lo que sabes de ella solo es gracias a historias? ¿Cómo planeas una estrategia, cuando te enseñaron a defender tu propia vida y no a dirigir a otros a luchar por la suya? ¿Cómo te conviertes en un líder, si no tienes la certeza de la victoria o el mínimo presentimiento de que todo saldrá bien? Kattara no dejaba de preguntarse el "¿Cómo?" de todo lo que inquietaba su cabeza. Minutos atrás habló desde su corazón al incitar la guerra, mas no de su mente. Ahora se encontraba rumbo al castillo Ramak con todo un pueblo inspirado siguiéndola.
¿Cómo se mostraba fuerte, si su cuerpo estaba casi quebrado? Y casi era decir poco. Andaban por campo abierto a pie por donde Kattara trataba de andar con naturalidad; pero, aunque intentaba disimular el dolor que la doblegaba a cada movimiento pronto se encontró sin suficientes fuerzas para continuar y los enanos lo notaron. Nadie se atrevió a decir algo, solo vieron como apenas completaba los pasos y su pierna cojeaba cada vez más. El rey Dunan observó su agotamiento y no pudo burlarse, sino extrañamente y por primera vez empatizó con un ser fuera de su raza. En especial con un elfo..
—¿Se encuentra bien? — le preguntó a Kattara con amabilidad y respeto, sin verla directamente a los ojos, pues le resultaba incómodo mirar fijamente a un elfo.
— Caí de una altura demasiado alta, maese enano, sorpresivamente sigo viva. Tuve suerte, pues el bosque de las tierras de Davinly no están cubiertos de metal como los de Nóvety, amortiguaron el impacto y me permitieron quedarme en la tierra de los vivos un rato más— respondió.
— Si, Davinly no es como los otros reinos. Prefiero disfrutar de la naturaleza como es, ella puede defenderse de cualquier enemigo sin necesidad de cubrirla con armaduras.
— ¿Qué le parece eso señor enano? Comparte la misma veneración por la naturaleza como nosotros— dijo Eylir.
— Me atreveré a admitir eso como lo único que tenemos en común señor elfo.
—Tal vez algún día admitamos algo más en común entre nuestras gentes— dijo Kattara.
Kattara se quejó y se detuvo un instante, sostenía la herida de su pierna esperando a que el espasmo de dolor pasara.
—¿Deseas que nos detengamos? — le dijo Donatien.
— De nada sirve detenernos, puedo seguir.
Diciendo esto último, Kattara tropezó con sus mismos pies y cayó de rodillas, sin opción tuvo que aceptar la ayuda que sus amigos le dieron para ponerse nuevamente de pie, a lo que Dunan pidió a uno de sus súbditos que se acercase para darle una indicación.
— Lleva a todos al castillo tan pronto como puedas y prepara una habitación para la guardiana— le dijo.
Los enanos obedecieron la orden y siguieron a un paso veloz, pasando a su rey y a los elfos, dejándolos atrás.
— Debería ir con ellos majestad—le dijo Kattara.
— Creo que es mejor que me quede con ustedes, después de todo yo soy el que conoce el camino a mi castillo.
Donatien entendió que no había sentido en seguir pretendiendo que Kattara estaba en buenas condiciones y que no necesitaba ayuda, ahora que los enanos conocían su estado podía darse la libertad de asistirla, la tomó del brazo y la cintura siendo su soporte para caminar.
—¿Estamos cerca? — preguntó Donatien.
— Más de lo que piensa señor elfo, llegaremos en unos minutos.
En ese momento escucharon el cielo relampaguear, alzaron la vista viendo como una nueva capa oscura se formaba en las nubes grises.
— Pronto no distinguiremos el día de la noche— dijo Dunan.
Kattara siguió el cielo hacia el sur hasta perderlo en su infinidad, bajó la mirada divisando a lo lejos sombras que parecían ser casas de la aldea de Ninevak del clan Mera.
—¿Aún hay gente en el pueblo? — preguntó.
— No, hice que todos se refugiaran en el castillo.
— Eso es muy noble de su parte. Me temo que tendré que disculparme al decir que usted solo se preocupaba por su propia seguridad— dijo Kattara.
— Al parecer otra cosa que tenemos en común.
— ¿Considera a los elfos nobles?
— No los conozco lo suficiente para determinarlo. Pero si reconozco al guardián como un ser noble.
—¿Cuántos guardianes ha conocido?
— Solo dos, y puedo distinguir un corazón puro.
— No pareció ser así en la cabaña. Parecía juzgarme por mis errores y mi raza antes que por la pureza de mi corazón.
— Es una manía que tengo, poner a prueba todo y a todos antes de reconocerlos como en verdad son.
— Ojalá pudiera juzgar a una persona con solo un vistazo como usted. Me temó que tiendo a confiar muy rápido en las personas, y las juzgo en base en sus acciones por muy transparentes que sean. Ya confío en usted majestad, por lo que hizo por su pueblo.
—Mi gente está más segura detrás de mis puertas. Yo las construí y las reforcé, incluso creé un mecanismo de cerraduras que se activan desde el interior, son incorruptibles. Y junto con lo que le digo, le aseguro que no haré que se decepcione de mí. Los enanos no usamos máscaras, nos mostramos tal y como somos.
—Una virtud de ustedes, y ¿Dijo mecanismos?
— Otra habilidad de los enanos, guardiana, podemos crear máquinas.
"Otra habilidad". Los enanos estaban llenos de sorpresas. Kattara comenzaba a visualizar un plan que ni Hades ni los vampiros imaginarían, en el que llevaría el talento de los enanos tan alto que los dioses los admirarían nuevamente como en los días antiguos.
—Por cierto, Donatien ¿Qué le pasó al Pegaso? — preguntó Kattara.
—Lo llevamos al castillo— respondió Dunan— tenía laceraciones graves por el cautiverio. Lo tenemos resguardado en nuestros establos junto a los ponis.
—Me gustaría verlo de nuevo.
—Estoy seguro de que lo hará. Fue difícil llevarnos al animal, se negaba a dejarla.
Llegando, el castillo resultó ser una imposibilidad, una gigantesca fortaleza metálica, impenetrable y mortal. Nada de lo que Kattara haya escuchado antes. Las enormes puertas se abrieron de par en par y mujeres enanas salieron a recibir a Kattara, entre ellas se encontraba Belladona.
— Bienvenida Kattara Luthdomiel guardiana de los doce mundos, a Ramak— habló una de ellas— Mi nombre es Lenani, hermana del rey— hizo una reverencia— Y bienvenidos sean señores elfos.
— Gracias por la bienvenida princesa Lenani— respondió Kattara con una reverencia por igual.
—Por favor, solo llámeme Lenani. A diferencia de mi hermano, yo no soy la importante aquí. Preparamos un cuarto en el que podrá descansar mi señora. Síganos—le indicaron.
Antes de avanzar Katara volteó a ver a Dunan y le sonrió— Gracias majestad, por su hospitalidad.
Dunan se sonrojó ante la sonrisa, su tupida barba lo ocultó para su suerte. No comprendió aquella reacción de su parte; es que en realidad jamás vio semejante belleza antes, ni tampoco una sonrisa tan encantadora. La princesa elfa logró alcanzar su perturbado corazón y lo llenó de paz con una mirada. De algo estaba seguro ahora, estaría a los pies de Kattara cuando lo necesitase. Hacer que una persona se rindiera a sus pies con una mirada era un poder del que Kattara no era consciente.
Entrando a la habitación que le asignaron, Kattara no se molestó en continuar admirando las artesanías de sus huéspedes, inmediatamente se recostó en la cama, en la cual sus pies colgaban y no le importaba. A un lado de la cama, sobre una cómoda le dejaron una bandeja con una taza de té caliente. Eylir se lo alcanzó y ella lo bebió todo.
— Gracias Eylir — le dijo.
— Descansa ahora— respondió.
Involuntariamente Kattara cayó en un sueño profundo, sintiendo como el té comenzaba a hacer efecto, el liquido la recorría como un rio caliente que se llevaba el dolor, purificando todo a su paso.
***
Varias horas después Kattara despertó tras sentir movimiento en su pierna. Lenani y Belladona habían removido el vendaje para continuar la curación de su herida, ponían sobre de ella pedazos de Belarra machacada. Alzó su torso tratando de no moverse demasiado, sus brazos ya no le pesaban tanto y ya podía sostenerse en ellos, su espalda y cintura también las sentía revitalizadas. Su malestar mejoró tras el reposo. Esperaba ver a Donatien y Eylir en la habitación, pero ya no estaban, solo habían dejado sus armas sobre el piso.
— Mi señora— dijo Lenani en forma de saludo.
— ¿Cuánto tiempo dormí? — preguntó Kattara.
— Lo necesario— respondió Belladona— ¿Cómo se siente?
— Mejor, gracias— dijo. Estiró su cuello queriendo alcanzar ver su lesión—¿Cómo está?
— La caída causó que la piel volviera a abrirse, pero ya procede a cicatrizar— respondió Belladona mientras volvía a poner el vendaje.
—Gracias por su ayuda.
Kattara se sentó al borde de la cama. Sus fuerzas regresaron y le permitieron ponerse de pie sin ayuda.
— Tenemos algo para usted, mi señora— dijo Lenani.
Belladona fue a la mesa ubicada en medio del cuarto, sobre de ella tomó una larga caja de papel y la llevó a la cama, al abrirla, reveló un hermoso vestido azul.
— Le hicimos esta prenda como obsequio.
Lo sacó, estirándolo sobre la cama. Kattara lo recorrió con sus manos apreciando la calidad de la tela.
— Es hermoso.
—Podemos lavar sus ropas, si le complace.
—Lo apreciaría— Kattara comenzaba a quitarse sus prendas —Antes de usar el vestido, ¿Podría tomar un baño? — preguntó.
Por supuesto, le preparamos uno, hemos mantenido el agua caliente esperando a que despertara— dijo Lenani.
—Fue muy amable de su parte— respondió Kattara.
De frente a la cama había una puerta, al abrirla Lenani reveló una tina preparada con agua caliente. Kattara continuó quitándose su traje, sacó el fragmento muestra que tomó de Kalat y lo colocó sobre la cómoda. A la vista, donde lo pudiera ver a la distancia. Ahora con mejor luz podía mirarlo con más atención, notando que, aunque su textura fuera metálica, su aspecto era cristalino como un diamante.
El baño le fue gratificante, imaginaba que eran las aguas de Neriss las que tocaban su piel llevándose el sudor y la suciedad, sintiéndose como en casa, sintiéndose normal, como si los últimos días no hubieran pasado, ni los últimos cinco años. Saliendo se puso el vestido luego de haber secado la humedad de su cuerpo; tenía la clase y el corte de la confección élfica, pero con el toque de los enanos. Al ponérselo se veía como un sueño, la prenda se ajustaba en su torso definiendo su esbelta figura, era suelto de la cintura para abajo, largo hasta los tobillos; de mangas largas y un cuello recto.
—¿Me permite? —dijo Belladona con un cepillo en la mano.
Kattara asintió permitiendo que peinaran sus finos cabellos. Los trenzaron y decoraron con flores y le untaron aceites con fragancia.
— Luce muy bella mi señora.
— Gracias Lenani— dijo Kattara.
Lenani y Belladona tomaron cada prenda de la cama y la empezaron a doblar. Entonces Belladona giró su cabeza a la cómoda tomando la pieza.
— ¿Qué es esto?
—Eso es la razón de todo— respondió Kattara— y es algo que necesito discutir con su rey inmediatamente, ¿Pueden llevarme con él?
— Por supuesto mi señora.
Belladona y Lenani condujeron a Kattara al gran salón, el interior del castillo era diferente al de Kalat, sus pasillos no eran como laberintos y los techos no eran tan altos, y a pesar de que por el exterior su aspecto fuera oscuro, el interior llevaba uno pintoresco. Los habitantes del reino iban y venían como paseándose, tratando de llevar su vida normal en el nuevo hogar que su monarca les otorgó, sonrientes y esperanzados. Al pasar junto a Kattara se inclinaban ante ella, hubo quienes se detenían a besar su mano.
En el gran salón se encontraban Donatien y Eylir comiendo con Dunan en buena convivencia, en una mesa sobre puesta en medio del espacio. Solo comiendo, bebiendo y riendo de las anécdotas del rey. Nadie en los doce mundos creería que fueran capaces de tolerarse por más de una hora. Al verla Dunan se levantó a recibirla con euforia.
— Venga mi señora, únase a nosotros, le ofrezco un gran banquete— extendió sus brazos en recibimiento — Discúlpeme si no la recibí en el comedor real, pero me temo que está lleno de refugiados.
No debió tomarse la molestia, créame majestad, con los recientes eventos hasta un simple plato de sopa sería un banquete para nosotros.
— Tonterías, ningún invitado nuestro será jamás recibido con tan pocas atenciones. Usted merece lo mejor— Dunan le abrió una silla invitándola a sentarse a su lado.
— Bueno, no lo ofenderé rechazando este banquete que le tomó tiempo preparar. Gracias — Kattara se sentó.
Cerca de los pilares que rodeaban el cuarto, parados en fila, estaban los sirvientes quienes sirvieron la comida a los ya presentes; pero fue el mismo Dunan quien le extendió un plato a Kattara y lo sirvió con diferentes manjares, luego llenó un tarro con la famosa cerveza de malta que Belladona mencionó y los puso frente a ella.
— El rey nos deleitaba con graciosos relatos de sus aventuras durante su juventud— dijo Donatien.
— Así es, era un hombre diferente antes de ser rey. A veces quisiera volver a esos días. Pero, ya fue suficiente de mí, ahora yo estoy intrigado por saber acerca de aventuras suyas. Conozco poco de los elfos y como mis invitados quiero saber más. Vamos cuéntenme algo— dijo Dunan.
— Oh, me temo majestad que lo decepcionaremos, pues no hemos vivido una aventura digna de ser contada en sus salones— dijo Kattara— la vida de un elfo puede parecer aburrida. Somos ermitaños y rara vez dejamos los confines de nuestros reinos.
—Y si lo hacemos, viajamos con discreción, sin contacto con otras razas— dijo Donatien.
— Hemos realizado una sola incursión en el tiempo que llevamos vivos, y no tan emociónate. Ni tan exitosa— dijo Eylir.
— Eso significa que no han empezado a vivir. Son jóvenes deben aventurarse—
— Ya lo hemos hecho majestad, estar aquí es nuestra manera de empezar a vivir. Aunque fuera una manipulación de los dioses. Yo fui convocada aquí, pero mis amigos vinieron por voluntad propia— dijo Kattara.
— Algo o alguien tiene que impulsarnos a vivir, tarde o temprano— dijo Dunan.
— Bueno esta no es mi idea de vivir, no cuando la experiencia es forzada.
—¿Se siente forzada a permanecer aquí?
—No me mal interprete majestad, no tengo problemas con ayudar a otros, lo haría con gusto, tal como lo hago ahora. Sin embargo, me gustaría hacerlo sin ataduras, por mi voluntad y no la de otros.
— Veo que ser nombrado guardián no es del todo una bendición.
— Bendición o maldición, es subjetivo. Pero usted no debe debatirse entre ambas cuestiones, eso es algo que solo yo debo hacer. Por otro lado, tiene razón, algo nos impulsa a vivir y a seguir, y si alguno de nosotros espera continuar viviendo, creo que es mejor hablar de la futura guerra a la que los he incitado. Ya habrá momento de contarnos más historias cuando todo esto termine— dijo Kattara.
— Muy bien.
Kattara puso el fragmento sobre la mesa.
—¿Puede decirme que es?
Dunan lo tomó desconcertado.
— No puede ser— sus ojos se iluminaron— Escuché del descubrimiento de este metal en los inicios de Zágul después del apocalipsis, los padres fundadores lo encontraron. Su rareza y magnificencia eran tan grandes como puede ver, no hallaron que nombre darle. Intentaron fundirlo, aprender a usarlo, a moldearlo, pero nunca lo consiguieron. Solo obtuvieron un fragmento en eso entonces y lo documentaron como el único.
— Pues los vampiros encontraron más en Nóvety y pienso que ese material es la razón por la que están aquí. Tienen pocas piezas igual de pequeñas que esa y al parecer continúan buscando, es por eso que se llevaron solo a los hombres, los necesitaban para excavar.
— Bueno, mi señora, creo que debo disculparme con usted, pues hizo un buen descubrimiento. Y aun así los presentes quedamos con más preguntas de las que anteriormente nos generamos, pues si los mejores herreros de nuestra historia no lograron aprovechar este metal, ¿Qué querrá el dios del inframundo con él?
— Se quien puede tener una respuesta a esto, pero... me temo que tendré que pedirle el fragmento como muestra. Lo llevaré a Erstearth. Después de ganar la guerra por supuesto.
Dunan dio un rápido vistazo a Belladona, quien estaba de pie detrás de Donatien y luego dijo— Este metal es propiedad de Nóvety, su rey es quien debe decidir, pero a falta de él, seré yo quien lo decida. Le permitiré llevárselo mi señora— le regresó el fragmento a Kattara.
— Muy bien, encontramos el motivo de la invasión, aunque no estén del todo claro las intenciones de estos malvados seres. Ahora es momento de trazar el plan para expulsarlos— dijo Donatien.
— Permítame interrumpirlos mi señora, pero creo conveniente que los planes se discutan con los otros reyes. Les concierne conocer como salvaremos a Zágul. Los convoqué a una reunión hace dos días, por otros motivos, y respondieron que llegarán en tres días de manera urgente.
—No pretendería que fuera de otro modo— dijo Kattara.
— Ahora si me disculpan, debo encargarme de unos asuntos antes de la llegada de los reyes— Dunan se levantó de la mesa e hizo una reverencia antes de retirarse. Ordenó a su personal que lo siguieran, dejando a los elfos solos en el gran salón.
—¿Cómo te sientes? — preguntó Donatien.
—Recuperada, pero aún no me siento fuerte— respondió Kattara— Por un momento pensé que no sobreviviría.
—Creo que se requerirá más que una caída para matarte— dijo Donatien.
—Definitivamente algo más que una caída— dijo Eylir con tono serio— ¿Volvió a suceder no es cierto? Te desmayaste.
—Estoy bien Eylir, no fue como la última vez. No tan malo al menos.
—¿Estarás bien para guiarnos a la batalla? ¿Y si sucede otra vez? No quisiera que corriéramos el riesgo de...
—No pasará— lo interrumpió Kattara.
—¿Cómo lo sabes?
—Solo lo sé. He estado haciendo cosas de las que no estoy segura últimamente y aun sigo aquí. Confía en mí.
—Confío en ti, es por eso que te sigo, pero...— hizo una pausa.
—Pero ¿Qué?
—No creo que debamos estar aquí, no importa que los dioses te hayan nombrado, o que ellos necesiten tu ayuda. Estoy preocupado por lo que sea que te esté sucediendo, deberíamos volver a Nordwind y encontrar respuestas con Oco.
—¿Quieres decir que estemos seguros de que no vuelva a matar? — Kattara bajó la voz al decir eso, no quería que alguien la escuchara por error.
—No lo dije por eso. Se que no fue tu culpa lo que pasó con los Nathair, pero no significa que dejemos lo que pasó a un lado. Estoy verdaderamente preocupado y no pretendo seguir fingiendo normalidad en el asunto.
—Está bien Eylir. Sé que necesito respuestas, y sé que puedo representar un peligro si no logro controlar lo que me pasa. Pero no puedo irme y dejar las cosas así, estas personas me necesitan. Tal vez aun no entienda lo que significa ser un guardián, y quizá nunca lo llegue a entender del todo. Estoy tratando de hacer este trabajo lo mejor que puedo bajo mi criterio, sobre lo que yo creo que es correcto, y yo creo en los enanos, creo en lo que son capaces de lograr, solo requieren de alguien que los ayude a verlo, necesitan que los lideren hasta que puedan dirigirse ellos mismos. Ustedes me dijeron que puedo cambiar las reglas del juego y eso estoy haciendo. Por eso debo quedarme. Seré una guardiana por decisión propia, no por la de los dioses. Si he decidido quedarme es porque en verdad quiero ayudar. Ya habrá momento de preocuparme por mí, mientras tanto confió que todo saldrá bien.
Hablas como una verdadera guardiana— dijo Donatien— No voy a decir que no estoy preocupado al igual que Eylir, pero ya nos involucramos demasiado en esto como para abandonarlo. Con riesgo o no, te seguiré Kattara, no iré a ningún lado, y tampoco te pediré que regreses a Erstearth.
Donatien volteó a ver a Eylir esperando a que tomara una decisión, si continuar o retirarse.
— Por supuesto que yo también te seguiré, en las buenas y en las malas— respondió.
—Gracias— les respondió.
***
Los tres días transcurrieron sin ninguna señal de los vampiros, ningún avistamiento, ni ataques. El cielo continuaba nublado, pero con menos intensidad, lo que indicaba que la ira de Dregan casi se había disipado. Faltaban poco tiempo para la llegada de los señores enanos y los preparativos se encontraban casi listos. El salón principal estaba lleno de mesas y bancas acomodadas en hileras, cubiertas con manteles. Los cocineros reales llevaban preparando los alimentos desde el día anterior, mientras que el resto de los sirvientes llevaban barriles de cerveza al salón, tarros, platos y cubiertos.
Kattara se paseaba por los espacios entre los muebles pensativa, analizando cada palabra posible a decir cuando los reyes llegaran, tratando de armar un discurso incluso más inspirador que el que dio anteriormente. Pudo convencer a Belladona, a Dunan, incluso pudo haber alcanzado a Friedor con sus palabras, pero nada garantizaba que obtuviera el mismo resultado en los demás, desconocía el carácter que los señores pudieran tener, quizá más dóciles o doblemente hostiles. Junto con sus pensamientos nerviosos también se manifestaban unos acerca de su atuendo. Las mujeres enanas le habían confeccionado un vestido de terciopelo verde, de hombros caídos; este se le ajustaba mucho del torso y la hacía sentirse incomoda, y su incomodidad la aumentaba el llevar un collar de esmeraldas verdes acompañadas de diamantes, sentía que estaba sobrevestida para la ocasión, si bien era una princesa no significaba que tuviera que ser notorio. Si estuviera entre su gente, solo llevaría como distintivo una discreta corona que adornara su frente y la distinguiera del resto. Llevaba su espada y sus mancuernas puestas, algo más propio de ella. En ese momento, Donatien entró al salón en búsqueda de Kattara, al verla distraída y elegantemente vestida, dejó ver en su rostro una sonrisa burlona.
—Mírate— dijo. Al escucharlo Kattara se dio la vuelta— Te ves... elegante.
—Si. El vestido no está mal, pero, el collar es demasiado. Tu por otro lado, te ves discreto a comparación mía. Las prendas de los enanos te asientan.
—Gracias— hizo una reverencia— El collar está bien, solo los altos elfos usaban joyas similares esta, puedes decir que estas honrando su memoria.
—Siento que me quisieron vestir como un dios. Debiste ver las joyas que usaban. No quiero que me traten como un dios porque estoy lejos de ser uno; estos regalos son hermosos, pero no son parte de quien soy.
—Ciertamente. ¿Estás nerviosa?
—En efecto lo estoy, creo que entre más pretendo ser valiente, menos puedo evitar sentirme nerviosa y asustada la mayor parte del tiempo. Pero sentir miedo me ha ayudado, entre más intenso lo sienta, mayor coraje adquiero.
—Veo eso claramente— la mirada de Kattara era distraída, Donatien notó que más que nerviosa, se encontraba preocupada—Di lo que piensas, ¿Qué es lo que te preocupa? — le dijo.
—¿Podrías dejar de leerme por una vez?
—No lo hago al propósito, es solo que nunca has podido ocultarme nada. Me doy cuenta de lo que sientes.
—Es solo que, no puedo evitar preguntarme ¿Qué pasará con Zágul si no logro eliminar a los vampiros? ¿O si muero en el intento? Empiezo a pensar si Dunan tenía razón, y solo fui a agitar un nido de avispas cuando fui a Kalat.
Kattara esperaba una respuesta de Donatien, pero el no dijo nada, permaneció en silencio mirando el piso.
—¿Qué?, ¿No vas decir nada? Decir que no me preocupe, que todo saldrá bien, que lograremos esto. Cuando necesito tus amables palabras, te quedas callado.
Donatien sonrió —No voy a decir lo que tú ya sabes.
Kattara rio —Por supuesto, si ya he de saber todo, ¿Entonces porque sigo buscando tu consejo? A veces eres una molestia ¿Lo sabías? — le dijo bromeando.
—Se de muchas cosas, pero no quiere decir que en verdad lo sepa todo. No puedo prometerte, ni convencerte de que todo saldrá bien. Lo que creo en este momento es que, si dejamos la mitad de las probabilidades entre la victoria y la derrota, nos llevará a esforzarnos para hacer que funcione.
Tienes razón mi viejo amigo. ¿Qué te parece? Si necesito tu consejo después de todo. ¿Dónde está Eylir?
—Está afuera con el rey. Debemos salir ya.
El sonido de un cuerno grave se apreció en el salón, la señal de que los reyes enanos finalmente habían llegado. En ese momento, las grandes puertas se abrieron gracias a los mecanismos de cerradura que se manejaban por medio de una palanca. Los elfos se dirigieron a la entrada. Acompañarían al rey en el recibimiento. Los tres erstianos se colocaron del lado derecho de Dunan, mientras que del lado izquierdo se encontraban Lenani y Belladona.
Los carruajes arribaron en fila sobre un camino marcado, uno por uno se detenía y un rey bajaba de su interior: el rey de Crinél, el rey de Athvard y por último el rey de Gheent. Dunan extendió los brazos como si fuera a abrazar a cada uno y dijo:
—Bienvenidos sean compatriotas en esta hora...
Su gran discurso de bienvenida fue interrumpido por el rey de Crinél, el más viejo de los cinco reyes, quien levantó la mano en señal de silencio.
—Ahórrate la habladuría Dunan— dijo— ¿Dónde está ella? — preguntó refiriéndose a la guardiana.
Confundido, Dunan no pudo responder a su pregunta y en su lugar Kattara habló.
—Si por "ella" se refiere a la guardiana majestad entonces yo responderé ante usted—
—Dime tu nombre niña — le dijo.
—Usted sabe mi nombre maese enano y por ende no habré de repetirlo, así como también se que nos vio desde el momento en que bajó de su carruaje y pretendió ignorar nuestra existencia para exigir al rey Dunan que me señalase como la elfa que dice ser su guardiana, evitando la incomodidad de reconocernos. En todo caso es usted quien debe dar su nombre a mí.
El viejo rey permaneció en silencio unos segundos y luego comenzó a reír.
—Me agrada. Es testaruda — dijo mientras se acercaba a Kattara— Es un honor mi señora. Akazar a su servicio— Tomó la mano de la elfa y la besó. Tras este acto, los otros reyes hicieron lo mismo y la reverenciaron presentándose con sus nombres.
—Muy bien Dunan, ya nos hemos presentado, ahora a comer. Ha sido un viaje largo y no podré hablar sin un estómago satisfecho.
Dunan los hizo entrar y dio la señal de que el banquete comenzara a ser servido de inmediato. Las bancas se llenaron rápidamente y las mesas poco a poco se llenaron de demasiada comida para escoger, ya que como las historias lo cuentan, el estómago de un enano nunca quedaba satisfecho. Disfrutaron de horas gozando, riendo y bebiendo hasta el anochecer. El alegre pueblo de los enanos volvió ese día. Entre tanto jubilo comenzaron a entonar una canción, como lo hacían cinco años atrás.
Entre las altas montañas y los lejanos valles,
Las melodías de nuestra gente suenan entre los pasajes,
Voces encantadas de prosperidad que cantan:
Hey ya, hey ya, hey,
Si nos oyes marchar no oirás cantar,
Con un maso en una mano y en la otra sosteniendo un tarro,
No hay nada que nos detenga si vamos lado a lado,
Bebiendo, andando, disfrutando y gritando:
Hey ya, hey ya, hey,
El acero moldeamos,
Y de las montañas somos amos,
Los herreros del olimpo nos llamamos,
Y si de los enanos has escuchado,
Entonces ven y canta:
Hey ya, hey ya, hey.
Ese era el pueblo del que Kattara escuchó tiempo atrás, las historias sobre Zágul que Oco les contaba ahora cobraban vida frente a sus ojos, la alegría y la música de los enanos no estaban perdidas, solo olvidadas, y la esperanza de la libertad logró revivirlas.
—Todo es gracias a ti guardiana, eres la portadora de esperanza y nos la has devuelto— dijo Dunan. Se encontraba sentado junto a Kattara, Donatien, Eylir, Belladona, Lenani y los reyes en una mesa frente al trono.
— Si, pero se necesitará más que un sentimiento para acabar con los vampiros. Ahora que estamos llenos es momento de hablar seriamente—dijo Akasar— guardiana, Dunan nos informó de tu excursión a Kalat, el cree que nos ha causado más problemas y que los vampiros nos aniquilarán por provocación, yo le proporcioné el beneficio de la duda en cuanto recibí el informe. Dígame ¿Cuál fue su intención al ir a Kalat, si no fue para matar a su líder?
—Mi intención era averiguar el porque los vampiros vinieron a Zágul. Ellos no los mataron, solo secuestraron a los hombres en Nóvety y dejaron a los demás reinos intactos. Han vivido cinco años sin tener a un vampiro frente a ustedes ¿No les pareció extraño?
—¿Y cual pudo ser la razón de aparecer aquí? — pregunto el rey de Athvard.
Kattara sacó el fragmento y lo arrojó al centro de la mesa, lo llevaba guardado dentro de sus mancuernas para no perderlo— Esa es la razón— los reyes se alzaron asombrados— Hades los envió a recolectar todo el metal que pudieran, aun no comprendo con que fin, pero era un trabajo en donde necesitaba a alguien con paciencia.
—Nunca supimos que es este metal, los padres fundadores nunca lo averiguaron. Pero debe ser sin duda algo poderoso para que Hades los enviara en su búsqueda.
—Muy bien, averiguó por qué estaban aquí ¿Eso en que nos da ventaja? — preguntó el rey de Gheent. Este rey era joven y transmitía una amargura en su voz, hace mucho que no creía en algo y Kattara pudo percibirlo.
—En nada. Pretendía entrar al castillo y salir sin ser vista, pero el que me capturaran me dio la oportunidad de observar. Los vampiros son rápidos cuando están fuertes, no hubiéramos podido escapar si no fuera por el hecho de que no se han alimentado bien por lo menos en un año, los Pegasos que trajeron consigo solo los alimentaría por un tiempo, el tiempo que creyeron que estarían aquí, al parecer les está tomando más de lo previsto recolectar el metal.
—Incluso Hades debe entender que las minas se trabajan con delicadeza y dedicación— dijo Dunan.
—A Hades no le importa como trabajemos, él quiere ese metal por una razón. Y si los vampiros trajeron alimento limitado es porque Hades les dio un plazo para completar la tarea— dijo Akasar.
—Y si los vampiros no se han ido es porque aun no recogen todo el metal. Lo que significa que Hades conoce exactamente la cantidad existente en Zágul— dijo Belladona.
—Les pido que vayan a guerra conmigo por la libertad de su mundo y para detener cuales sean los planes de Hades. No sabemos que puede causar con este metal, pero no tenemos duda de que sus intenciones son oscuras. Si con este enfrentamiento podemos evitar que se apodere de algo que traerá penurias al resto de los mundos hay que hacerlo. Señores no les pido su apoyo porque no tenga el valor de enfrentarme a ellos sola, sino porque yo creo en que la unión hace la fuerza, si nos mostramos unidos ante ellos les mostraremos que nadie en los doce mundos se doblegará.
—No podemos enfrentarnos a los vampiros— habló el rey de Gheent— no nos ocultamos solo por miedo. Ellos son más fuertes que nosotros y nada los puede matar. Es mejor dejarlos terminar sus asuntos a arriesgar nuestras vidas. Lo que pase después no será nuestra responsabilidad, será la suya guardiana.
— Tiene razón majestad— dijo Belladona— no somos fuertes como ellos, o rápidos o letales. Pero yo estuve ahí el día que llegaron, vi como emergieron del suelo y oscurecieron el cielo. Volando sobre nosotros, luciendo como una pesadilla. Lo primero que pensé al verlos es que eran demonios y que el final de Zágul había llegado. Mataron a mucha gente como ejemplo para sembrar el terror— sus ojos se llenaron de lágrimas y su voz se quebró— Yo vi con mis propios ojos como mataron al rey, como cortaron su cabeza y bebieron su sangre y yo no hice nada. Nadie hizo nada, todos nos ocultamos y esperamos. Sus reinos nos dieron la espalda y ahora está aquí diciendo que no quiere intentar enfrentarlos por miedo a morir. Si debemos temer morir, morir como cobardes que no pudieron defender su tierra. Llamé a la guardiana por ayuda, y ella nos pide apoyo. Y yo le daré el mío.
—Belladona tiene razón, nuestros ancestros estarían avergonzados de nosotros, le rezamos a los dioses por un guardián, por la salvación y nos la han mandado a ella. Quien no quiere toda la gloria para si misma, la quiere compartir con nosotros. Porque los dioses nos dieron este mundo, nosotros trabajamos estas tierras, las montañas. Este mundo nos pertenece y no debemos dejar que nadie nos lo arrebate. Ya hemos pasado muchos años suplicando a otros que nos salven y si ahora ha llegado el momento de luchar, entonces lucharé al lado de la guardiana— Akasar se puso en pie e inclinó su cabeza hacia Kattara.
—Puede contar con Athvard— dijo su rey levantándose.
—Y a Davinly— dijo Dunan.
Todos voltearon a ver al rey de Gheent, esperando. El joven rey suspiró en modo de resignación pues comprendía que no podía negarse a la unión, ya que no pasaría a la historia como "el cobarde". Se puso de pie y se inclinó, pero no del todo convencido, pudo hacer promesas esa noche, pero solo el tiempo determinaría sus intenciones.
—¿Cómo piensa combatirlos? — preguntó.
—Con su mayor habilidad, el metal—Kattara desenfundó su espada y se las mostró— Mi gente lo llama Miotal. Maté a varios de ellos con esto, parecía quemarlos. Creo que, si tienen algo parecido en las minas, entonces encontramos su debilidad.
Los reyes levantaron la espada y la examinaron.
—Bueno mi señora, lo que su gente llama Miotal, nosotros lo llamamos Berrik. Tenemos este exacto metal en las minas, podemos fabricar armas con él, espadas, escudos, armaduras, flechas.
—¿Pueden hacer algo más grande que eso? Algo que trabaje con mecanismos como las puertas,
—Si podemos hacerlo, puede confiar en mi guardiana. Los vampiros no lo verán llegar— dijo Dunan.
—¿En cuanto tiempo podemos estar listos?
—Denos siete meses para armar una estrategia— dijo Akasar.
—Dejen la estrategia en mis manos, solo necesito que trabajen el armamento— dijo Kattara.
—¿Cree que los vampiros sigan aquí para entonces? — preguntó Belladona.
—Algo me dice que así será. Pronto averiguarán que les falta un fragmento.
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