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Capítulo 12 Zágul

Zágul. El mundo de hierro. Así lo llamaban los dioses por ser el hogar de la raza herrera de los enanos, cuya mística habilidad era la de crear poderosas armas y preciosos objetos, hechos de materiales únicos extraídos de sus minas. La admiración por esta especie trascendía desde los días antiguos al ser reconocidos por Cronos como los amos del metal. Después del apocalipsis, fueron los nuevos padres fundadores los que ayudaron a Hefesto a forjar el contenedor de media luna de la armadura sagrada, siendo conocidos por eso como "los herreros del Olimpo". 

El metal abundaba de manera natural por toda la tierra, valioso e indestructible; tanta era su extracción que algunos forraban hasta la naturaleza con él, ganándose el nombre que sus creadores le otorgaron. Pero más allá de sus habilidades forjadoras, los enanos se caracterizaban no solo por su singular apariencia, sino también por ser gente obstinada, orgullosa y fácil de irritar, no cualquiera lograba el aprecio por parte de estos seres, en especial la raza de los elfos. Tenían ciertos problemas con ellos puesto a que los elfos fabricaban sus propias armas, a las que consideraban tan poderosas como las de los enanos. Aquello creó desacuerdos casi irreconciliables entre ambas razas.

Y en ese mundo, que odiaba a los de su clase, fue donde el portal se cerró a las espaldas de Kattara, Donatien y Eylir, dejándolos en campo abierto, rodeados de cinco estatuas de marfil en las tierras de Alysin, sobre el monte de los padres fundadores de Zágul. Las figuras eran altas y detalladas, que se cerraban en un círculo; a sus pies había caminos marcados con piedras, cada uno guiando a alguno de los cinco reinos, los ojos de las esculturas veían a la dirección correspondiente de sus tierras. Los elfos permanecieron en el punto medio, en el centro de la tierra sin saber qué dirección tomar, admiraban los monumentos, alabando el trabajo de los enanos a pesar de que nadie pudiera escucharlos. El trabajo era magnifico. Dieron dos, tres, hasta cuatro vistazos a las estatuas mientras pensaban a donde dirigirse, después de un rato se sentaron en el pasto buscando un indicio, el diamante le mostró a Kattara que mundo la necesitaba, mas no que reino específicamente, era difícil adivinar hacia donde estaba la fuente del problema. Pasando unos minutos Kattara alzó la vista notando al cielo nublado, algo aparentemente no fuera de lo común, hasta que sintió el pasto. No estaba frio y en el ambiente no se percibía aire ni humedad que predijera una lluvia próxima, aquellas nubes significaban otra cosa. 

Se levantó mirando con atención a los detalles, y es que en realidad las nubes no eran del todo grises, sino casi negras, en unas se notaba más que en otras, siguió las manchas más pronunciadas viendo que formaban una especie de camino hacia el sur. Dedujo que era ahí a donde debían ir.

—Vor sler/ (¿Qué sucede?) — preguntó Eylir.

Dil dula neo slinner her. Et ili syler... (El sol no brilla aquí. Y las nubes...)— respondió Kattara señalando.

—Ali, il jel- slojner, il linje svart quil ili alini (Si, la veo, la línea negra que las pinta) — dijo Donatien incorporándose.

—Es Nóvety a donde iremos, ahí se encuentra a lo que me debo enfrentar.

—Colijen (Vamos) — dijo Donatien. 

Kattara tomó la delantera avanzando a paso apresurado a la dirección que les indicaba la imagen del fundador de aquel reino. Las tierras de Nóvety se extendían al sudoeste de Zágul, por ese rumbo el área se recorría desnuda, la tierra era cubierta únicamente por una fina capa de pasto verde que los dejaba expuestos al peligro, que hasta ese momento no se había presentado. El camino de piedras que seguían iba desapareciendo conforme se alejaban del monte y pronto se encontraron ante el vacío espacio del campo, avanzaron kilómetros sin divisar algún alma, comenzando a desacelerar el paso sin ninguna amenaza cercana. Percibían la calidez del sol oculto a través de las nubes, preguntándose la razón por la que estaba escondido en primer lugar, el ambiente estaba en total silencio y eso les producía escalofríos, los alertaba y asustaba, ya que podían escuchar sus pisadas aun con lo ligeras que eran.  

Continuaron andando por horas, cuando finalmente notaron diferencia en su entorno. La hierba comenzaba a crecer poco a poco cubriéndolos hasta las rodillas; pero, así como parecía que finalmente se acercaban a algo, también el día empezaba a traicionarlos, el sol declinaba abriéndole paso a la noche, cuya oscuridad era alimentada por las nubes. La luz de la luna apenas se notaba y lograba iluminar, los elfos avanzaron más lento procurando no separarse, en un momento consideraron detenerse y quizá recostarse en la hierba hasta el amanecer; sin embargo, no se sentían del todo seguros, había algo que ya los estremecía conforme se acercaban a su destino. 

Kattara se detuvo de improvisto, escuchando que algo se acercaba, el sonido de un aleteo leve y delicado; pero prominente para ser un ave común. Al verla detenida, sus compañeros hicieron lo mismo quedando en fila con ella y con la mirada fija en la nada. Atentos se quedaron inmóviles esperando, entonces vieron que sobre de ellos se alzaba una sombra profunda que atravesaba el cielo, apresuradamente se tiraron al suelo escondidos entre la hierba alta observando como se alejaba e iba seguida de otras dos sombras.

—¿Qué fue eso? — preguntó Donatien.

—No lo sé— respondió Kattara.

— ¿Nos vieron?  

—No lo creo. Quizá sea mejor esperar aquí al amanecer— dijo Kattara— descansemos, pero mantengan los ojos abiertos— se recostaron y suspiraron.

Durante las horas en vela se encontraban inquietos, tenían la extraña sensación de que los observaban de cerca y aun así no había nadie. Donatien se revolvía en su lugar desconfiado, pues creía que la tierra debajo de él se abriría y lo hundiría, con sus manos podía percibir que el suelo estaba hueco. El tiempo parecía transcurrir lento y ya rezaban por el amanecer. En su intranquilidad Eylir comenzó a entonar una canción. 

¿Puedes ver? ¿Puedes ver, a las estrellas en el cielo?

Solían ser adorables damas que vivían a las orillas de la mar,

iluminando todo con su andar.

La luna las miraba, celosa de su libertad,

porque ella se quedaba en un solo lugar, incapaz de comunicar su miserable existir.

Las estrellas la apreciaban, hermosa y brillante como ellas,

pero en completa soledad.

Su buena voluntad las hizo querer acompañarla para toda la eternidad,

con su magia, lograron su cuerpo transformar, subiendo al más allá.

¿Puedes ver? ¿Puedes ver, a las estrellas en el cielo?

Esas que iluminan la noche como antes iluminaban a la mar.

Acompañando a la luna,

se convirtieron en damas nocturnas que no podemos dejar de admirar

Oco les enseñó ese cantar. Solo recordaban ese fragmento, el único que Oco les cantaba cada noche cuando no podían dormir por la añoranza del hogar. Les decía que solo les hacía saber la parte más importante de la historia de las estrellas, ya que aquella canción era demasiado extensa como para llevarla toda completa en la cabeza. Continuaron cantando ahora cada quien en sus mentes y el tiempo pasó más rápido. Entonces el sol se alzó nuevamente.

Siguieron su paso dejando la hierba detrás después de unos cuantos metros de donde pasaron la noche, entrando en un bosque un tanto peligroso. Sus árboles eran altos y con espinas que salían de sus troncos las cuales fueron cubiertas de metal. Pasaban por ellas cuidadosamente, agachándose y cruzando por encima de las que estaban bajas. Donatien continuaba con la impresión de que el piso por el que andaban no era seguro y eso lo hacía detenerse a cada rato. Kattara notó su comportamiento y se le acercó para ver que sucedía. 

— ¿Está todo en orden? — le preguntó.

—No— respondió— algo no está bien, siento la tierra hueca.

Kattara y Eylir pisaron con fuerza confirmando lo que Donatien les decía, ¿Qué es lo que había debajo de ellos?

— ¿Qué hacemos? — preguntó Eylir.

Kattara no contestó. Les indicó que la siguieran paso a paso por el sendero oculto bajo tierra, la superficie debajo de ellos se iba haciendo blanda en cada avance quedando sobre un cuadrado, aparentemente solo cubierto por hojas y ramas. De pronto, el miedo de Donatien se hizo realidad cuando aquel recuadro se abrió como una puerta, dejándolos caer tierra adentro. Se deslizaban por un túnel oscuro y enlodado, aterrizando en el interior de una madriguera alumbrada por antorchas. Tirados boca abajo, alzaron sus caras frente a hachas apuntándoles, sostenidas por un montón de enanos con expresiones poco amigables. 

Se incorporaron lentamente ignorando el espacio limitado entre el suelo y el techo, golpeando sus cabezas con la tierra, lo que los hizo encorvarse. Los enanos no dejaban de seguirlos a cada movimiento que hacían sin bajar sus defensas. Los elfos no supieron que decir, nada llegaba a sus mentes que fuera apropiado, principalmente porque conocían el desdén que los presentes les tenían. Entre el silencio una mujer salió entre la multitud ordenando que bajaran sus armas, era robusta, morena y con pose prepotente. Colocando sus manos en su cintura se dirigió a los visitantes. 

—Compatriotas, miren lo que el viento trajo desde tierras lejanas. ¿Qué asuntos trae a tres Erstianos kishas a Zágul? Deben saber antes de contestar que los elfos no son bienvenidos aquí — dijo.

—Mi nombre es Kattara Thorn— respondió con tono serio ante la descortés bienvenida— y tú sabes lo que soy y que es lo que hago aquí— La mujer enana notó el collar de media luna inmediatamente, sabía que estaba frente a la guardiana; pero no quiso reconocerlo con palabras.

— ¿Y qué hay de los otros? — preguntó disgustada.

—Amigos míos, invitados de mi parte. Este es Donatien de la dinastía Slora, príncipe de Riverwoods— lo señaló — y Eylir de Maelstone— ambos elfos hicieron una reverencia por educación.

La mujer enana cambió de actitud en un segundo, se presentó y les dio la bienvenida— Perdóneme mi señora— se inclinó con respeto, un tanto forzado puesto a que la guardiana seguía siendo una elfa— le pediré su comprensión, pues no se nos hace costumbre recibir a un elfo como nuestro guardián. Bienvenida seas Kattara Luthdomiel y sus compañeros por igual. Mi nombre es Belladona del clan Albir.

Las miradas del resto también cambiaron en cuanto escucharon los nombres de sus invitados, ahora les ofrecían un trato gentil y con sonrisas. Belladona chasqueó los dedos y casi instantáneamente dos enanos trajeron sillas para los elfos. Dichos asientos eran bajos y angostos; pero, inesperadamente se ajustaron a sus cuerpos, descubriendo así, que eran muy cómodos.

—¿Puedo ofrecerles algo de beber? — preguntó Belladona. Los elfos asintieron— Me temó que solo les podemos brindar agua. Hace mucho que no contamos con nuestra cerveza de malta— otro chasquido y los mismos dos enanos trajeron tarros con agua hasta el tope. Los elfos la aceptaron con gratitud y bebieron hasta la última gota.

Kattara se sentía apenada e incómoda con tantas miradas postradas sobre ella, miradas de personas ansiosas por acercarse y tocarla como si se tratase de una diosa. Intentaba ignorarlas, concentrándose en la conversación, con una tensión que se acumulaba en sus hombros.

—Está muy silencioso afuera— dijo Kattara.

— Ha estado silencioso por cinco años mi señora, ningún enano en Nóvety vive en la superficie ya. Todos nos ocultamos en estos túneles y cuevas por nuestra protección, afuera solo nos espera muerte.

— ¿Qué es lo que amenaza sus vidas?

Banpiroak.

—Vampiros— recalcó Kattara.

—¿Qué es lo que los vampiros pueden estar buscando en estas tierras? — preguntó Donatien apresuradamente

—Eso, maese Donatien, es precisamente lo que nos llevamos preguntando desde hace un tiempo— Belladona se acomodó en su asiento para comenzar a contar la historia del inicio de su tormento— Esperamos por mucho algún daño de Hades en nuestras tierras después de que el guardián cayera hace diecisiete años, algún demonio, o cualquier criatura infernal que haya creado de su retorcida mente. Pero en su lugar ellos llegaron, hace apenas cinco años. Salieron de las profundidades del suelo y ocultaron el sol con sus sombras, nadie tuvo tiempo de advertir, tomaron el palacio y asesinaron a nuestro rey en menos de una noche. Volaron sobre el país llevándose a la mayoría de los hombres y ocuparon las minas. Fue extraño el motivo, que desconocemos, por el cual solo tomaron a los hombres, al igual la razón de que Hades los enviara. No es desconocido para ustedes ni para nadie que no es precisamente la sangre de los enanos lo que seres como ellos buscan para alimentarse.

Los sobrevivientes de los clanes construimos estas madrigueras para sobrevivir, esperando el momento en que vengan por nosotros, salimos únicamente para buscar provisiones.

—¿Su orden de magos no ha podido hacer algo? — preguntó Kattara.

—Ellos entraron en meditación una semana antes del advenimiento. No despertarán dentro de otros cinco años. Por eso es que la necesitamos— Belladona miró fijamente a los ojos de Kattara —necesitamos que nos devuelva el sol y la libertad de vivir en Nóvety otra vez.

—¿Qué hay de los otros reinos? — preguntó Kattara.

—Se mantienen intactos, los vampiros solo aparecieron aquí, pero estamos seguros de que no tardarán en expandir su conquista— Kattara hizo una pausa larga, llevaba un pensamiento en su mente que deseaba compartir por el momento solo con sus compañeros.

—Pero antes de eso— continuó Belladona— tiene que conocer al resto de los sobrevivientes. Les gustará saber que ha llegado— se levantó de su silla y tomó una de las antorchas de la pared. No parecía haber una segunda entrada o alguna puerta alrededor de la pequeña cueva, sin embargo, en cuanto Belladona dio un par de golpes en la pared frontal a ellos, esta se abrió dejando ver la continuación del túnel. Asombrosamente los enanos hicieron de la tierra su amiga y la manipularon de una manera extraordinaria, pues nadie jamás imaginaria que la pared fuera la puerta misma al resto de su escondite— Síganme— les dijo. Los elfos aun encorvados se introdujeron en el túnel siguiendo la llama alumbrante. 

La construcción de ese refugio era simplemente admirable, ninguno de los tres pudo evitar mostrarse maravillados con ello y mostraban sonrisas amplias por el camino. El espacio iba en descenso a un nivel más bajo, al salir se encontraron en otra caverna mucho más amplia y alta en la que pudieron erguirse, en ese espacio había catres, hamacas y mesas. Los enanos iban de un lugar a otro llevando comida y bebida a todas direcciones. Entonces cuando parecía que cada quien se enfocaba en sus asuntos, de pronto guiaron su mirada hacia ellos y se detuvieron, guardando absoluto silencio. Una voz disgustada se alzó en el fondo.

—El apocalipsis se acerca mis compatriotas, ahora que criaturas más indeseables que los vampiros se han atrevido a pisar nuestras tierras— Belladona puso los ojos en blanco al saber de quién venían esas palabras. El hombre que habló se fue abriendo paso entre los demás hasta posicionarse al frente— ¿Cómo pudiste traer a semejantes seres a nuestro escondite Belladona? —dijo dirigiéndose a la enana.

—Sonaste como un brillante líder Friedor del clan Bamburg, elocuente como es costumbre en ti— respondió Belladona con sarcasmo.

—Me atribuyo el ser buen líder, pues no fui yo quien trajo a tres elfos hasta aquí— Friedor se dirigió a Kattara— No son bienvenidos, así que es mejor que nos digan sus asuntos aquí y luego procedan a retirarse para siempre. 

Kattara no respondió, en su lugar Belladona actuó en su defensa— Yo los llamé.

Friedor se sorprendió— ¿Y qué motivo tuviste para traerlos?

—No pretendas que desconoces mis motivos, porque ambos compartimos los mismos fines, tú, yo y todos los presentes. Necesitamos ayuda para conseguir nuestra libertad y llamé a la única persona que puede concedérnosla. Llamé a la guardiana.

— ¿Esa es la guardiana? — preguntó Friedor riéndose— Un elfo nunca había sido nombrado guardián, los dioses deben estar desesperados. Por otro lado, ahora que la veo—miró a Kattara de pies a cabeza— me doy cuenta del porque Zeus la escogió. Con un rostro así, fue la lujuria la que habló y no su juicio— se acercó a Kattara— claro, si Zeus espera meterte bajo sus sabanas algún día, primero debes hacer un servicio para él. Al menos para disimular como lo hizo Luthdomiel, ¿No es por eso que te dio su nombre como segundo al tuyo? ¿Vas a huir como ella lo hizo?

Donatien no resistía escuchar las palabras del enano expresándose así de Kattara, estaba a punto de atacarlo y advertirle que cerrara la boca. Kattara lo detuvo con el brazo, ella se mantenía seria y firme, sin ceder a las provocaciones.

—Nuestro futuro depende de un elfo — Friedor se dirigió al resto de los enanos— y por si faltara más, es una mujer— Eylir y Donatien no soportarían un comentario más, acariciaron el mango de la espada, y la cuerda del arco listos para defender— Muy bien princesa, ve y haz lo que te corresponde, mata a líder de los vampiros.

— ¿Eso es lo que esperan que haga? — dijo Kattara.

—Eso es lo que los guardianes hacen— dijo Belladona con tono amable. 

Kattara cayó en cuenta de lo que el guardián realmente significaba para los mortales, un defensor que les hacía perder a los seres vivos el valor de pelear por sí mismos.

—Nosotros no luchamos las guerras, para eso está el guardián. Por eso permanecemos ocultos a la espera, elfa. Haz tu trabajo. ¿O es demasiado para ti? — dijo Friedor.

—No soy yo la que se esconde bajo la tierra, en vez de en enfrentar los problemas— Kattara se arrepintió al instante el haber dicho eso y trató de corregirse, pues las miradas nuevamente se sintieron hostiles. Algunas veces no contenía lo que estaba en su mente. — Los ayudaré— dijo calmadamente— pero lo haré a mi manera. Necesitaré un momento a solas— dio una última mirada a Friedor y se dio la vuelta de regreso al túnel con sus compañeros detrás de ella.

Volvieron a la primera cámara, Kattara se sentó de nuevo en la silla que tan cálidamente le ofrecieron y se llevó las manos a la cabeza. Su mente estaba revuelta, no creyó que fuera a ser de esa manera, que esperaran eso de ella o de cualquier guardián, no le parecía justo que enviaran a una sola persona a enfrentar lo que los dioses deberían prevenir en primer lugar. Según las historias de su mundo, el guardián era un líder que dirigía a las masas a la guerra, con su poder enfrentaba al mal mayor, mientras que el resto enfrentaba a los demonios de bajo rango. Al parecer, solo funcionaba así para los erstianos. 

 —¿Qué piensas hacer? — le preguntó Donatien.

—No son muchas las opciones que tengo, ¿O sí? Tendré que ir.

— ¿No pensarás enfrentarte a los vampiros tu sola? — dijo Eylir alarmado.

—No, no lo haré sin antes entender a lo que me enfrento. Hay algo extraño en todo esto.

Estando en privado con ellos, podía hablar libremente del pensamiento que se le cruzó instantes atrás.

— Y perverso a mi parecer— dijo Donatien.

—No me refiero a los enanos Donatien, me refiero a la razón de que los vampiros estén aquí. ¿Por qué Hades los enviaría doce años después de la muerte del guardián, y porque solamente llegaron a Nóvety? ¿Por qué se ocultan en el castillo? Presiento que Hades busca algo aquí.

—Aunque averigüemos lo que es ¿Cómo nos enfrentaremos solos a una horda de vampiros? Esta gente no tomaría una espada ni para defender su propia vida en un momento de máxima necesidad— dijo con disgusto.

—Ese es otro asunto Donatien, no esperan que los tres nos enfrentemos a los vampiros, esperan que lo haga sola. De eso se trata todo esto— Kattara se levantó bruscamente de la silla y empezó a dar de vueltas— Todo es tan confuso y lleno de mentiras. Los dioses no crearon a un guardián para dar esperanza o para inspirar, lo hicieron para mantener control sobre la vida en los doce mundos, eso me dieron a entender allá, mantenerlos indefensos buscando quien los salve— suspiró —Esta gente no es como nosotros, los erstianos tenemos un orgullo diferente, se nos educa a pelear, a enfrentarnos al mal por grande que sea, ninguna raza le teme a la guerra. En nuestros conflictos pasados hemos recibido ayuda del guardián, pero se peleaba a su lado, y fueron los erstianos solos los que vencieron a Gideon el cazador oscuro.

Pero ellos le entregan su destino entero a una persona. ¿Cómo he de cargar el peso de eso? El mal que los amenaza siempre regresa porque ningún guardián lo erradica completamente, solo lo aleja por un tiempo —la voz se le quebró, de pronto sintió como si una pesada roca le cayera encima. 

—Cambia eso— dijo Donatien —Inspíralos, compárteles la voluntad que nuestros antepasados nos heredaron.

Kattara se dejó caer de nuevo en la silla— ¿Cómo? 

—Se puede llegar al corazón de los mortales con las palabras correctas.

—No escucharán ninguna palabra de mi ahora, no sin antes haber intentado lo que quieren.

— ¿Tratarás de enfrentar al líder, sola? Eso sería un suicidio— dijo Eylir.

—No. No lo enfrentaré. Como lo dije antes, hay algo más aquí que una invasión, Hades busca algo en las minas y es lo primero que tengo que averiguar. Debo indagar en el principio para poder encontrar la respuesta al desenlace.

Kattara guardó silencio un rato, pensativa. Sus amigos aguardaron de pie, con los brazos cruzados —Eylir ¿Podrías traer a Belladona por mí por favor, y pedirle que traiga mapas de Zágul consigo? — dijo finalmente.

—Por supuesto— le respondió— ¿Qué piensas hacer?

—Iré al castillo.

—Es una locura— dijo Eylir exaltado.

— Tal vez. Mena er vifol beldre il stormen quil loil av leia (pero es mejor enfrentar la tormenta que huir de ella).

Sin remedio, Eylir regresó por el túnel y trajo consigo a Belladona. La enana tenía una expresión confundida y apenada en su rostro, la primera por la solicitud de los mapas y la segunda por todo aquello que le dijeron en la otra cámara a Kattara. Se sentía avergonzada de su propia gente.

—Tengo lo que pidió— dijo.

—Gracias Belladona. Necesito que me muestres los túneles que han construido y a donde conducen.

—Muy bien, pero necesitaré una mesa grande.

A falta de los recursos apropiados, se vieron a la necesidad de volver a la segunda cámara y mostrar involuntariamente el plan a Friedor y al resto de los enanos. Estando ahí, Belladona colocó sobre la mesa extendida el mapa de todo Zágul y sobre de él colocó otro de un papel mucho más delgado y casi transparente, que, al pasar la luz sobre de ellos se mostraban las rutas exteriores y las interiores en un solo plano.

—De acuerdo, estas son las direcciones a donde llevan los túneles, construimos al menos un par de rutas a los otros reinos e hicimos más en Nóvety estratégicamente.

—Veo que hay dos conductos al castillo— dijo Kattara.

—Si, uno lleva a la puerta principal y el otro debajo del castillo, en la bodega de cerveza. Dudo que bajen ahí, por eso los hicimos

—Siempre hay que dudar de todo, pero, es la mejor opción que tengo.

— ¿Qué harás elfa? — preguntó Friedor viendo por encima del hombro de Belladona los mapas.

—Iré al castillo— respondió Kattara sin dirigirle la mirada, recargada de manos en la mesa— Antes de precipitar un ataque tengo que saber que es lo que los vampiros buscan en las minas.

—¿Cree que buscan algo? — dijo Friedor acercándose.

— Por supuesto. Los vampiros permanecen solo en Nóvety ¿Por qué solo aquí y no en otro reino? ¿Por qué no se han expandido en cinco años? Y no matan gente como es su costumbre, solo se llevaron a los hombres lo que indica que los necesitan para una tarea y no como fuente para vivir. Solo ustedes saben trabajar la mina.

Friedor quedó en silencio, analizando— Asumiendo que tienes razón elfa. Irás al castillo ¿Y luego qué?

—Esa información, herrel enano, me temo que la reservaré para mi— Kattara se dirigió al resto de los enanos— Estar en Nóvety nunca fue seguro para ustedes, les recomiendo que vayan al reino cercano, a Davinly— los enanos comenzaron a murmurar entre ellos— esperarán ahí a que regrese de mi misión.

Kattara podía percibir la desconfianza por parte de ellos, quería alcanzarlos y ganárselos; pero no era buena con las palabras de aliento e inspiración y dijo lo primero que le dictó el corazón— Todo lo que les pido— continuó— es que confíen en mi a pesar de mi raza, mantengan su fe en mi como su guardiana— todos la observaron— les prometo que haré todo en mi poder para librarlos de los vampiros. Volverán a ser un pueblo alegre y cantor como del que escuché en historias de mi niñez.

La mayoría esbozó una sonrisa de recordar lo que solían ser, ¿Cómo cambiaron tanto en solo cinco años? ¿Cómo fue que perdieron la esperanza y la alegría? Se dispusieron a depositar su confianza en Kattara — Muy bien compatriotas— dijo Belladona— tomen todo lo que puedan cargar y en marcha— se volvió a Kattara.

—Indícame la entrada al túnel— dijo Kattara tomando una antorcha de la pared.

—Por aquí— Belladona la llevó a la parte este de la cueva, donde abrió otra puerta oculta.

—Bien, es mejor que me vaya— dijo Kattara tomando un profundo respiro, Donatien le extendió su arco y la detuvo antes de que entrara.

—Deberíamos ir contigo— le dijo.

—No, los necesito aquí— Kattara se acercó más a Donatien y Eylir y les habló en voz baja— si no regreso para el amanecer necesito que se reúnan con Belladona en Davinly. 

— ¿Y después? — preguntó Eylir.

Kattara no tenía un plan de respaldo y solo pudo responder...

— Esperemos que no sea el caso y que yo regrese, por ahora no planeemos de más. Deséenme suerte.

Kattara entró en el túnel y comenzó su travesía hacia el castillo, detrás de ella Belladona cerró la puerta y miró a los elfos, notando la preocupación en sus rostros — Ella estará bien— les dijo— Yo me quedaré con ustedes a esperarla.

—Gracias Belladona— dijo Donatien con una sonrisa, luego regresó la vista a la pared y se dijo a si mismo— pero no es la seguridad de Kattara lo único que me preocupa. 

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