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Capítulo 1 Guerra de dioses

En el pasado...

La creación.

Caos. El primer dios que existió. Nació de la concentración de energía en el amplio vacío del espacio en donde no había nada, solo una oscuridad infinita que pronto comenzó a iluminar con su luz de vida. Reinó por una eternidad solo, alimentándose nada más de la energía cósmica para continuar existiendo. Y sin saber cuál era su propósito fue entonces que comenzó a experimentar con el poder que adquirió, descubriendo así, su capacidad de crear seres vivos. Primero creó a dos seres a su semejanza, poderosos y hermosos a los que llamaba hijos, los nombró Urano y Gea. Al ver el maravilloso resultado continuó experimentando e inventó a más seres a su semejanza; pero menos poderosos, menos hermosos, diminutos y lejanos a él. Hizo demasiados de diferentes especies y tamaños, por lo que pronto se vio obligado a construirles un lugar donde habitar, entonces hizo doce masas suficientemente grandes y llenas de magia para crear vida propia, se formaron en ellas cielos, suelos, nubes, relieves y océanos tan grandes para ser habitables por igual; se hizo la vida vegetal y luego la vida animal, posteriormente introdujo a cada criatura en ellos, donde prosperaron. Siendo así, llamó a las masas "mundos". 

Tras ver todo lo que había realizado fue que finalmente entendió el motivo de su existencia. Él fue hecho para llenar el vacío, ser la luz que aniquilaba la oscuridad y fue esa luz la que pasó a sus hijos, quienes gobernarían el universo y a todas sus criaturas por igual, ellos continuarían su legado por otra eternidad, pues se reproducían y esparcían la luminosidad. Siendo así y después de disfrutar de eras en compañía, Caos vio el momento de ponerle fin a su propia vida, se convirtió en la energía que alguna vez fue, esparciéndose por el universo, confiando en que lo que amaba estaría protegido. 

Pero no todo en su experimento fue perfecto, pues serían la avaricia y la envida aquellas imperfecciones las que condenarían todo.

La edad oscura.

Así se le conoció al reinado de Cronos, el supuesto "Único rey" —como hacía llamarse—. El avaricioso dios que traicionó y asesinó a su padre Urano por el trono en los cielos. Él era el príncipe heredero que tarde o temprano tomaría el lugar que le correspondía; sin embargo, la envidia que creció en él hacia su padre, por disfrutar de los goces de ser un rey y al ver como toda criatura lo admiraba, lo hizo perder la cordura; fue algo que Cronos ansiaba observar, un universo entero arrodillado ante él, daba igual adelantar el suceso a esperarlo. 

Como nuevo dios supremo, vivía el sueño de su vida; aunque tuviera que derramar su misma sangre para obtenerlo. Era venerado por todos en apariencia ya que más que admiración en realidad era miedo lo que habitaba en el corazón de los mortales. La avaricia de Cronos continuó creciendo después de haber reclamado el trono, tomaba poder del cosmos más de lo que su cuerpo le permitía, lo que la final terminó por corromperlo y llenarlo de oscuridad pura, se volvió doblemente cruel y despiadado.

A pesar de eso, fue una época de paz, no hubo maldad ni perversidad entre los mundos y nadie se atrevía a hacerle frente al rey del Olimpo. Y para que eso continuara, Cronos debía asegurarse de que su descendencia no fuera capaz de pagarle con la misma moneda que el pagó a su padre, por lo que sacrificó a cada hijo que tenía, encerrándolo en una prisión de su creación a la que llamó "el tártaro". Solo de ese modo podría conservar la corona; sin embargo, a pesar de que nadie era capaz de enfrentársele eso no significaba que no tuviera enemigos, en especial entre aquellos que rondaban en el mismo cielo que él.    

Madre.

Rea, la hermana de Cronos a la que tomó como esposa, se envolvía en un dolor infinito cada vez que observaba a uno de sus hijos ser lanzado al abismo. Luego de varios años desde el último hijo al que tuvo que decirle adiós, nuevamente sentía su cuerpo cambiar y llenarse de vida. Rea no pudo evitar soltarse en llanto por algo que debió ser motivo de alegría, simplemente ya no resistía tanto tormento, si bien era una diosa, poseía el corazón más frágil y del que solo conservaba algunos pedazos que no se podía dar el lujo de perder. Ya no más. Aquella vez encontraría una solución y para eso tenía que juntar sus fuerzas y resistir por lo que ella amaba más que cualquier cosa en el universo. Su esposo aniquiló a su propia sangre; pero ella protegería la suya. Plan tras plan parecía estar destinado a fracasar desde que pasaba por su mente, mientras tanto entre más tardara pronto su condición se haría notoria. Incluso entrando en desesperación y miedo consideró el hecho de acabar ella con la vida del bebé. 

Se encontraba de rodillas con una daga entre sus manos, con la punta filosa rozando la piel de su vientre, cuando de pronto la respuesta le saltó en el corazón y en la mente al mismo tiempo, era un plan casi tan tonto como los anteriores e igual de arriesgado; sin embargo, algo en su interior le decía que funcionaría. Le contó a Cronos de su embarazo para evitar sospechas de sublevación, a lo que este solo pudo responderle que esperaba saber cuándo naciera.

Llegando el día, Rea parió a escondidas y ocultó tanto como pudo el llanto del bebé, hasta que pudiera descender del Olimpo. Con su vestido manchado y con gotas de sangre divina deslizándose por su piel, bajó hasta una tierra mortal en donde entregó a su hijo a la raza de los elfos; no confiaba en nadie más que ellos para cuidar de él. Una vez entregado, Rea dijo un adiós menos doloroso, porque sabía que lo volvería a ver, que estaba protegido y que crecería feliz. Después de salvar su vida lo último que pudo hacer por el bebé fue darle un nombre. Zeus.

Cronos lo buscó desesperadamente por décadas tras ver a su esposa sin un estómago abultado. No pudo percibir ni un pequeño rastro, pues los señores elfos sabían cómo ocultar lo que fuera de la vista de los dioses, mientras que Rea trató de convencerlo de que ella personalmente encerró al niño en obediencia a su señor. Una mentira que pudo costarle la vida y que por amor estaba dispuesta a aceptar cual fuera su castigo.  

Hijo de dios. 

Durante su niñez los elfos le ocultaron a Zeus su verdadera ascendencia, lo criaron bajo sus principios y valores para hacer de él un buen hombre (temporalmente mortal) y que, en un futuro, cuando le revelaran la verdad, se convirtiera en un dios justo que acabara con la oscuridad que su padre puso sobre el universo. Durante bastantes años pudieron mantener aquella mentira, cada vez que el niño preguntaba sobre su verdadera familia ellos le respondían que sus supuestos padres humanos lo abandonaron en el bosque para su supervivencia, ¿Qué los amenazaba en su momento? O ¿Por qué querían que sobreviviera? Eso no lo respondían, no pretendían elaborar una mentira completa que pudiera complicar las cosas a futuro, mantener algunas respuestas inconclusas quizá harían de la verdad más tolerable. Sin embargo, cuando alcanzó la adolescencia, las cosas comenzaron a complicarse. 

Zeus se convirtió en un joven apuesto, con excepcionales dotes, tenía una fuerza y resistencia mayores a las de un mortal, al principio lo tomaba como un regalo de los dioses; pero tras conocer el mundo y a otras personas se dio cuenta de que su condición estaba lejos de ser solamente un don. La primera vez que sangró y vio el dorado de la sangre comprendió que él era algo diferente y que le habían estado mintiendo. 

—Quiero que me digan la verdad, ¿Qué es lo que soy? ¿Quién soy?  

Comenzó a demandar verdaderas respuestas que le dieran lógica a lo que le estaba pasando y fue entonces que los señores elfos se quedaron sin opciones más que contarle todo, el pasado, su nacimiento, el sacrificio de su madre, la crueldad de su padre y la posibilidad de su futuro. 

—Guardar secretos no siempre tiene un fin perjudicial, el secreto que nosotros guardamos no fue para negarte lo que por derecho es tuyo, fue para que todo lo que tuvo que pasar para llegar hasta este momento no fuera en vano. Lo entenderás algún día, cuando cumplas con tu destino— respondieron.

El enojo de Zeus duró un instante, después de procesarlo obtuvieron una respuesta tranquila, solo que tampoco era la que esperaban, en su mirada se alcanzó a ver un poco de la ambición que condenó todo en un principio. 

—Si mi destino es terminar con mi padre entonces no puedo esperar más tiempo, debo ir ahora y detener todo esto. Ustedes dijeron que no querían que todo fuera en vano y les prometo que no lo será— les dijo.

Él era un dios legítimo por nacimiento, solo que todavía le faltaba ganarse ese título. Resultaba fácil para los descendientes de Caos reclamar su lugar como seres divinos; pero si los elfos esperaban marcar una diferencia con Zeus, tenían que mostrarle que el camino a la divinidad debía ganarse. 

—Hay un secreto que se nos fue confiado por el mismo Caos. A todos los dioses se les otorgó un nombramiento de acuerdo a su mejor atributo, la belleza, la sabiduría, la paz. Pero hay un poder que ninguno a podido reclamar, aquel que te volverá digno de reclamar tu lugar en el Olimpo. Si pruebas ser digno de él, entonces podrás ser el dios que naciste para ser.

Zeus aceptó buscar aquel poder y se dispuso a ser digno. Egoísmo y avaricia, de eso lo previnieron toda su vida, y no pensaba deshonrarlos usándolos para reclamar el poder del trueno. 

Dios verdadero.

Señor del caos, escúcheme y permítame alcanzar el poder divino, deme el valor y la fuerza para acabar con el mal que amenaza su mayor creación. Sangre de mi sangre, rompa el vínculo que nos une como dioses, como padre e hijo y deme la oportunidad de hacer justicia en su nombre. Ayúdeme a terminar con la vida del dios oscuro.  

Zeus subió por el camino del arcoíris, aquellos eran los arcos por donde los dioses solían descender a los mundos mortales a celebrar el día del Isteni; el día divino que ocurría cada cien años, en el cual se les permitía a los mortales convivir con los dioses y admirarlos en todo su esplendor. Había uno en cada mundo, olvidados y casi sin color desde que Cronos ocupó el trono y el Isteni quedó en el olvido. Al llegar al final de él, en el espacio antes de entrar a las nubes rumbo al Olimpo, se encontraba el poder concentrado de los relámpagos, funcionaban como filtro para evitar la entrada a cualquier ser no divino.

—Te lo suplico, señor del caos, concédame el poder.

Nadie había podido reclamar ese poder y ser aquel que nadie puede vencer; pero con la petición de Zeus a su ancestro y manteniendo el corazón puro que sus protectores elfos le enseñaron a tener, demostró ser el elegido. 

***

Zeus, señor del trueno. Dios verdadero.

***

Conspiración.

Ahora bendecido y convertido en un dios completo, finalmente llegaba el momento para el que lo prepararon, se enfrentaría a su padre y cumpliría con la justicia que le prometió a Caos. Sin embargo, Zeus no se dejaba nublar por su nuevo poder ni por el destino que le fue impuesto, sabía que no habría de lograrlo solo, necesitaba ayuda. ¿Y que mejor que usar tu propia sangre para aniquilar a la misma? Viajó a "la tierra oscura", donde se encontraba una de las entradas al tártaro; si el poder del rayo funcionaba como filtro, entonces abriría la entrada y liberaría a sus hermanos cautivos. 

Hestia, Deméter, Hera, Poseidón y Hades. Cada uno fue saliendo, asustados y débiles, aun temerosos de la luz que solo conocieron el día de su nacimiento y de la que fueron privados instantes después. La primera luz que vieron fue la de su hermano menor, resplandeciente y heroica, con el relámpago en mano.

Hermanos y hermanas, respiren el aire de la libertad, salgan de su lúgubre prisión. Yo soy Zeus, vuestro hermano y he venido aquí con un glorioso propósito. Nuestro padre les hizo conocer la crueldad y la oscuridad. ¡Les demostró que no son nada para el y les negó lo que por derecho era suyo! Pero yo estoy aquí para corregir eso, y brindarles la oportunidad de vengarse, es hora de rebelarnos ante él, de demostrarle nuestra ira. Únanse a mí, hermanos míos, juntos podremos derrotar a nuestro supuesto padre y por fin obtener lo que merecemos.  

Los dioses exiliados, llenos de ira e inspirados no dudaron en apoyar la causa de su joven hermano. Querían hacer pagar a Cronos todo el horror que les hizo pasar al estar encerrados por miles de años. Estaban vivos y estaban libres, nada podía detenerlos. Cronos estaba a punto de conocer la furia de la alianza de los seis.

Guerra.

La declaración de inconformidad, rencor y odio. Los dioses no perdieron ni un segundo para subir hasta el Olimpo y mostrarse ante Cronos. Zeus otorgó energías a sus hermanos del mismo rayo que robó; sus poderes aún no se restauraban por completo, pero si lo suficiente para hacer el primer asalto. Ninguno esperaba obtener la victoria instantánea, sabían que derrotarlo les llevaría más de un intento. 

Unidos por un propósito, unidos por la venganza, así se dio comienzo a la guerra de los dioses.

Derribaron la entrada y azotaron las nubes, su rebelión fue notoria, al verlos Cronos se rio de ellos y de su ingenuidad al pensar que podían hacerle frente, ni siquiera requirió de hacer esfuerzo ni de mostrar el mínimo poder para vencerlos. Pero, sería su propia arrogancia su peor enemigo.

Y cuando suene la primera trompeta,

se anunciará la llegada de los rebeldes.

El juicio de los dioses atravesará la historia.

Los cielos se abrirán,

mostrando las sombras del más allá.

Y entonces la guerra entre dioses,

finalmente culminará.

Apocalipsis.

El cielo se volvió rojo y de él descendieron ángeles muertos dentro de bolas de fuego. — ¿Qué está pasando en el Olimpo? Eso se preguntaban los mortales al ver los cadáveres calcinados de los seres alados. Los suelos se abrieron y de él salieron los demonios del inframundo a reclamar las almas de los vivos. Se rompió el equilibrio entre los reinos. Catástrofe, destrucción y caos. Zeus prometió cuidar de las creaciones de su ancestro y fue su guerra la que puso en total peligro la vida de los doce mundos. 

Y la trompeta final sonó,

Anunciando el final.

El final de todo.

Mil días. 

Trecientas cuarenta y ocho veces lo enfrentaron, mil días que pasaron. El poder oscuro que Cronos había adquirido del cosmos no tenía igual, era tan poderoso como el mismo Caos. El poder del rayo, a pesar de ser un filtro, no lograba atravesar las sombras y tocar el cuerpo de Cronos. Durante esos mil días, sin descanso lucharon contra él, obteniendo el mismo resultado, ser exiliados de vuelta a las tierras mortales; siendo ahora las tierras desoladas, pues cuando el apocalipsis les llegó no quedó nada de vida que preservar. 

Zeus fracasaba en su misión y en su promesa.

—Caos. Mi ancestro, mi señor. Perdóneme por haberle fallado, puso su confianza y su poder en mí, y yo demostré no ser digno al final. Perdóneme, perdóneme.

En su momento de desolación y desesperación Zeus soltó una lágrima, la primera que lloraba y la última. Entonces Caos le favoreció una vez más. Restauró por completo los poderes de sus hermanos y los de Zeus. Fortalecidos, Hades usó sus fuerzas para crear a una criatura cuya fuerza física hiciera frente a la de su padre. El Kraken. 

Siendo bendecidos por segunda vez, era momento de intentar el último ataque. Solo quedaba un arcoíris de pie que los ayudaría a ascender, Cronos no pudo evitar burlarse de ellos nuevamente, una y otra vez volvían sin entender que no podían vencerlo. Los miró con arrogancia sin saber o siquiera pensar en la sorpresa que le guardaban.

El Kraken apareció detrás de él sujetándolo de pies a cabeza con sus tentáculos. En ese momento Cronos comprendió que los subestimó, pues cayó en cuenta de que la criatura no le permitía moverse y el apretar de sus extremidades le causaba dolor, dolor, una sensación que jamás experimentó y que no debería sentir en lo absoluto. Mientras era distraído, sus hijos unieron fuerzas para crear un artefacto único que lo matara. Combinaron el poder que a cada uno le fue concedido y lograron crear una lanza. Necesitaban un disparo preciso para terminar con la pelea. 

Temeroso por primera vez, Cronos luchó por liberarse, se sentía imponentemente indefenso; en el forcejeo la oscuridad que emanaba de su interior comenzó a transformarlo en aquello que a los dioses les era prohibido transformarse, su verdadera apariencia, un Kaelesti. La forma celestial que Caos les otorgó en su nacimiento y que selló dentro de su forma menos terrorífica. En este nuevo escenario la victoria no parecía estar en manos de la alianza de los seis, ya que ellos no sabían cómo invocar esa figura de su interior. Requerían de un milagro para ganar. 

Enemigo mortal.

Cuando su primer hijo fue lanzado dentro del tártaro, Rea fue la primera en rebelarse en secreto contra su rey. Tal y como Cronos robaba la energía oscura del cosmos, ella robaba el lado opuesto del poder, ella robaba la luz; aunque más que un robo, después se convirtió en una bendición de su ancestro. Se convirtió en la diosa de luz. Juró que nunca se enfrentaría a su esposo, por los votos que tomó hacia él, al menos hasta que sus hijos tomaran la misión de vengarse y, aun así, ella solo intervendría en un momento de extrema necesidad. En el momento de necesitar un milagro.  

Alcanzó su forma total como Kalaesti logrando que su brillante luz cegara a Cronos y detuviera su transformación. Su centello divino era tan fuerte que alumbró el universo entero, hizo florecer la tierra muerta y regresó a los demonios de vuelta al infierno. Hermosa y poderosa, Rea ya no tuvo miedo de nada ni de nadie, tras una eternidad sufriendo por el temor de su hermano (al que estuvo obligada a tomar como esposo), que sufrió separación tras separación, que presenció la muerte de sus padres, finalmente tuvo el valor y la fuerza necesaria para levantarse.

Ciego y debilitado, Cronos no pudo continuar defendiéndose. Lanzó golpes y poder al aire inútilmente, gritaba de rabia y maldecía a todo aquel a quien dio vida, jurando que mataría a Rea por traicionarlo. Cuando, de repente, sus palabras fueron calladas. Sintió el golpe en el pecho y cayó en acto seguido. 

Profecía.

Ahogándose en su sangre, Cronos yacía en el suelo. Con manos temblorosas trataba de sacar la lanza clavada en su piel, sin tener éxito, alzó la mirada hacia sus hijos, percibiéndolos casi como sombras. Todavía con la poca vida que le quedaba y a la que se aferraba, notó las caras de satisfacción. No podía creer que fueran capaces de matarlo, todo a lo que temía se hizo realidad, vio la cara de su padre como un recuerdo. La moneda que le fue pagada doblemente. Y a pesar de saber que obtuvo lo que merecía, no se iría sin antes dejarles a sus hijos el mismo miedo con el que el vivió. Un triple pago con la misma moneda.

Por cada sombra, habrá una luz.

Una luz no infinita.

Por cada principio, hay un final.

Cuando el sol se apague,

cuando la vida se rebele, volverán las trompetas anunciando un inicio.

Mi segundo inicio.

De las cenizas resurgiré y de las sombras me alimentaré.

La última trompeta traerá el final, su final.

La vida de Cronos llegó a su término, en aquel momento su alma abandonó su recipiente y se evaporó en el aire, luego su cuerpo vacío se transformó en un cristal. Sus hijos lo observaban precavidos de que pudiera tratarse de algún truco. El cristal permaneció suspendido en el aire, las últimas palabras de su padre se repetían sin cesar en modo de susurro. Desesperado Zeus quebró el cristal en seis pedazos y antes de que pudiera tomarlos y destruirlos por completo, estos se esparcieron por el universo, dejando una advertencia a los nuevos dioses de una venganza futura.

En ese momento se marcó el final de la edad oscura.

La edad de oro.

Tras el triunfo llegaba el momento de establecer un nuevo orden, una nueva era. Un comienzo nuevo para un universo nuevo. Se requirió de derramar sangre y de destruir el anterior para entrar en un tiempo de prosperidad. La edad dorada.

Rivalidad.

La ambición a la que tanto temían los señores elfos que tomara posesión de Zeus, finalmente lo hizo. Cuando se creaba el nuevo orden, fue decidido en un principio que Hades tomaría el trono, puesto a que era suyo por derecho. Sin embargo, su hermano menor se adjudicó la victoria al ser el quien decidió dar el primer golpe y ser el quien los reunió, y reclamó que la corona fuera suya. 

Disputa tras disputa al final Zeus obtuvo lo que deseó, se posicionó como el rey entre los dioses y al igual que su padre, también tomó como esposa a su hermana, Hera. Como agradecimiento por su apoyo les otorgó a sus hermanos obsequios, siendo Poseidón y Hades los que recibirían los más grandes. A Poseidón le dio el poder de los mares y le forjó un tridente para regir sobre ellos, mientras que a Hades lo confinó a gobernar el inframundo y juzgar a las almas que llegaran después de la muerte, así como sus ángeles lo harían en el cielo. 

Algo con lo que Hades no estuvo de acuerdo. Después de todo lo que pasaron y de prometer que esta vez las cosas serían diferentes en el Olimpo, se dispuso a recuperar lo que le arrebataron. Así nacía una nueva rivalidad y una nueva guerra entre dioses, Hades creaba criaturas infernales una tras otra para combatir contra Zeus, en cada oportunidad asaltaba el Olimpo y lo desafiaba a un duelo. Juró que jamás se rendiría hasta hacer justicia a la traición que amargamente conoció. Pelea tras pelea, por toda la eternidad, aunque perdiera cada vez, aunque tuviera que entregar su vida.

Pues la avaricia y la sed de venganza pesan más que la sangre. 

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