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64. Rosas, chocolates y peligro.

14 de abril

Narra Paul

Pasé una de las peores noches de mi vida gracias la culpa que sentía, mi corazón estaba destrozado y no podía pensar con claridad qué era lo que debía hacer. ¡Había hecho que (TN) llorara y terminara conmigo!

Me levanté muy temprano para salir a comprarle flores y una caja de chocolates, necesitaba disculparme con ella por haber sido un idiota que se dejaba influenciar. Si ella quería que terminara con Jane, lo haría; yo estaría al lado de (TN) para protegerla y me aseguraría de que nada malo le pasara.

Regresé a la casa con la intención de hablar con ella cuanto antes, pero ya se había ido a trabajar. Miré mi reloj: las diez de la mañana. Sabía que (TN) saldría a las dos porque era el último día de grabaciones, así que decidí conducir hasta el estudio de filmación y esperarla afuera.

Pasé las siguientes cuatro horas escuchando la radio en mi auto y pensando en todas las cosas que iba a decirle a (TN). Si todo salía de acuerdo a mi plan, ella accedería a volver conmigo.

Cuando faltaban cinco minutos para las dos de la tarde, me bajé del auto con las flores y los chocolates. No me importaba si alguien me veía, tenía que solucionar las cosas con mi chica especial. Escuché que las puertas del estudio se abrían, la persona que menos deseaba ver había salido.

— ¡Mi amor! ­—exclamó Jane, dirigiéndose hacia mí para abrazarme y besarme—. ¿Son para mí?

Hice una sonrisa forzada, molesto con el destino por haber hecho que la zanahoria apareciera justamente en ese momento. Sin que pudiera evitarlo, Jane me arrebató las cosas de la mano.

La puerta del estudio volvió a abrirse y fue inevitable que (TN) me viera con Jane. Pude notar que en su rostro había confusión, pero ésta se transformó de inmediato en indiferencia. Asher comenzó a besarme apasionadamente.

—Muchas gracias por las rosas y los chocolates, Paul —dijo Jane con una gran sonrisa—. Eres el mejor novio del mundo.

(TN) comenzó a avanzar hacia nosotros y se detuvo justo al lado de la zanahoria. Mi chica especial no se veía bien, sus ojos delataban lo triste que se encontraba; ambos estábamos destrozados. Intenté apartar a Jane de mis brazos para abrazar a (TN), pero la pelirroja me abrazó con mucha fuerza.

—Hasta luego, Jane —le dijo (TN)—. Debo ir a casa, no me siento muy bien.

—Espera, yo puedo llevarte —me ofrecí, liberándome de los tentáculos de Jane.

—No, tomaré un taxi —dijo, evitando hacer contacto visual conmigo—. No quiero incomodarlos.

—No nos incomodaría, (TN) —le respondió Jane—. Nosotros te llevaremos a casa, no luces nada bien, quizá estás enfermándote.

—Gracias, pero yo... —miró hacia la puerta por la que había salido— tengo que regresar al estudio por algo que olvidé.

—Podemos esperarte —dije, haciendo un nuevo intento por estar cerca de ella—, no te ves muy bien.

—No es necesario, McCartney —sentenció ella, antes de dar media vuelta para regresar al estudio.

¿McCartney? Ella siempre me decía Paul o Paulie, hice mi mayor esfuerzo por no inmutarme, pero terminé suspirando con pesadez. Jane se separó finalmente de mí y estuve a punto de decirle que no la odiaba por lo que había hecho, pero me contuve.

— ¿Nos vamos, Paulie?

—No, tenemos que esperar a (TN) —musité, cruzándome de brazos.

—Ya la escuchaste, no quiere venir con nosotros, así que mueve tu trasero porque tenemos que ir a celebrar que la filmación terminó. Vamos, Paulie.

Jane subió a mi auto desbordando de felicidad por el regalo que acababa de darle, yo estuve afuera varios minutos más hasta que vi que alguien estaba tomándonos fotos desde un arbusto cercano. Tuve que subir al Aston Martin DB5 y alejarme de ahí a toda velocidad.

Narra (TN)

Regresé al estudio sin poder creer que Paul le había llevado regalos a Jane justo delante de mis narices. Aunque ya no éramos pareja, no podía decir que no me había dolido. Él jamás había hecho algo así por Jane, sólo para mí. Me sentía un poco mareada por lo que acababa de ver.

— ¿(TN)? —alcé la vista y me encontré con Thomas—. ¿Qué haces aquí? Creí que ya te habías ido...

—Pues... no —me encogí de hombros, él comenzó a acercarse a mí—. Salí, pero me di cuenta de que no llevaba mi bolso y decidí regresar a mi camerino por él. Como ya lo tengo, tomaré un taxi para ir a casa.

—Eres muy mala mintiendo, Smith —Dawson se rió—. Yo vengo de tu camerino y no te encontré ahí. Tú y yo somos los únicos que quedan en esta parte del estudio, así que sé que estás mintiendo.

—Bueno, quizá no volví por mi bolso —hice una mueca—. Vi algo afuera que no me gustó y volver aquí fue en lo primero que pensé.

—Eso suena más creíble y estoy ansioso por escuchar la historia —Thomas sonrió—. ¿Quieres ir a comer algo conmigo?

—No, Tom —contesté fríamente, sin dudarlo—. Sólo quiero ir a casa, no tengo ganas de salir ni mucho menos de socializar con alguien, ¿comprendes?

Thomas se acercó a mí aún más a mí y me acorraló contra la pared, solté el bolso ante la sorpresa del momento. Podía sentir su respiración en mi rostro. No me sentía cómoda. Tenía miedo.

—Ya no soporto tus rechazos —me susurró al oído—. No comprendo, muchas chicas desean estar conmigo, pero yo sólo quiero estar contigo. Y... te amo, pero ya no puedo resistir más, nena. Perdóname por lo que te haré.

Ni siquiera me dejó contestarle pues comenzó a besar mis labios y luego mi cuello. Yo forcejeaba para salir de ahí, pero no podía. Comencé a gritarle que parara, a pedirle que me dejara ir. Él me miró con enfado.

—Deja de gritar o será peor, bonita —me advirtió—. Te aseguro que no quiero lastimarte. Si te relajas, será placentero para los dos.

—No quiero hacerlo, Thomas —chillé.

—Pero yo sí —colocó sus labios en mi cuello y succionó hasta dejar una marca—. Hoy vas a ser mía, no sabes cuánto tiempo he estado esperando por esta oportunidad.

Bajó mi vestido bruscamente y empezó a estrujar mis senos por encima del sostén. Volví a gritar, pidiendo ayuda, pero él me calló con un beso. Thomas mordía mi labio, lastimándome. Quería alejarme de él, salir corriendo y nunca volver a verlo; él no le importaba lo que yo quisiera. Sentía náuseas.

Me sentó en una silla que estaba cerca y, con una cuerda que se encontraba cerca, me ató los pies y las manos. No podía parar de gritar, pero nadie me escuchaba. Thomas arrancó mi sostén y luego mis bragas, dejándome totalmente expuesta. Él me veía lujuriosamente. Amargas lágrimas rodaban por mis mejillas, no quería que me lastimara. Comencé a sentirme más mareada, las náuseas también aumentaron por todo lo que estaba pasando.

—Si sigues gritando, no tendré compasión.

— ¡Paul! —grité lo más fuerte posible, rogando que McCartney aún estuviera cerca—. ¡Ayúdame, Paul!

Dawson se quitó la corbata con furia y me amordazó. A continuación, se bajó el pantalón y el bóxer lo necesario para comenzar a masturbarse delante de mí. Se veía patético y asqueroso. Empezó a acercase a mí. Solté varias lágrimas más, me sentía impotente. Su miembro estaba firme. Me iba a doler demasiado.

Mi vista comenzó a nublarse, sentía que estaba a punto de desmayarme.

— ¿Dónde está tu amado Paul ahora, nena? —cuestionó Thomas, con tono burlón y frunciendo el ceño—. A él no le importas, ¿por qué estaría aquí? Seguramente está divirtiéndose con Jane... o dentro de ella.

Mordí la corbata que tenía en la boca con desesperación. Era el fin. No tenía fuerzas para continuar y cada vez me era más difícil mantener los ojos abiertos. Dejé de luchar, pero justo cuando Thomas estaba a punto de entrar en mí, alguien irrumpió en la habitación y lo impidió. Era un muchacho alto, de traje, con una gabardina, tez clara. ¿Paul?

Los dos hombres estaban enfrascados en una pelea en el suelo. Tenía los ojos cerrados, pero podía escuchar los golpes. Oficialmente, me había quedado sin fuerzas, pero no quería desmayarme. Los golpes terminaron después de lo que me pareció una eternidad.

Sentí que me desataban y me cubrían con algo, antes de que unos cálidos y cuidadosos brazos me cargaran para llevarme a otro lugar. Perdí el conocimiento cuando me depositaron en lo que parecía ser el asiento trasero de un auto, después de haber recibido un dulce beso en la mejilla.

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