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Capítulo VII


Deep Woods.
9:56 PM.
26 de Septiembre.

El bosque que se encontraba a las afueras de la ciudad era conocido principalmente por la cantidad de suicidios que se llevaban a cabo allí cada año. Y gracias a ello, se crearon millones de leyendas urbanas acerca de aterradores fantasmas o almas en busca de paz a lo largo del tiempo. Craig Tucker había crecido con esas historias que le contaban su prima cuando era apenas un cachorro.

Jamás se había creído tales cuentos, pero ahora que se encontraba en ese mismo bosque, caminando entre los árboles y sintiendo a sus espaldas presencias extrañas, no le parecían tan irreales como había pensado.

Gruñó. Hace más o menos treinta minutos que se hallaba en ese maldito lugar que parecía interminable y aún no encontraba la supuesta casa en la que se encontraban sus objetivos. Al menos, la visión nocturna de sus ojos verdes servían de algo.

Finalmente llegó a lo que parecía ser su destino: una cabaña pequeño y vieja, a punto de derrumbarse. Suspiró, no estaba seguro en lo que se estaba metiendo, pero lo que sí sabía era que no podía volver con su jefe con las manos vacías.

Se acercó lentamente, escuchando como las hojas secas de los árboles, bajo la suela de sus zapatos, crujían con fuerza. Subió por la escalera (o por lo que quedaba de ella) y llegó a la puerta, donde luego de tocar dos veces, se abrió con un horrible chirrido.

Dejando ver en el umbral de la misma, a un Beta de aspecto extraño y oscuro. 

Su cabello era de color negro, exceptuando algunos mechones de pelo, que caían en su frente, que eran de un rojo intenso. El contorno de sus ojos y sus labios eran negros, sus orbes tenían un tono grisáceo, vacíos.

Llevaba puesto una especie de túnica negra y en su cuello portaba una cruz invertida plateada. El de ojos verdes hizo una mueca ante el olor tan amargo que el menor tenía.

一Oh, tú debes ser Tucker, ¿verdad? 一preguntó, con una expresión seria y con voz tranquila. Demasiado tranquila.

一Así es. ¿Y tú eres...?

一Sólo llámame Pete. 一pronunció, haciéndose a un lado en la puerta, indicándole al Alfa que entrara. Craig lo miró unos segundos, no sabiendo si hacerle caso o no一. Vamos, Tucker. No tengo todo el maldito día.

El nombrado frunció el ceño por la actitud no muy agradable del otro. Al entrar, admiró como toda la casa se encontraba totalmente arruinada: el papel de las paredes estaban gastadas, los pisos tenían interesantes rasguños y hasta algunos peldaños sobresalían del suelo de madera. El secuaz de Chaos pensó que el techo caería en cualquier momento sobre él.

一¿Qué es lo que quiere tu jefe de nosotros? No tenemos mucho para ofrecer realmente. 一habló Pete, guiándolo por un largo pasillo hacia las escaleras que parecían llevar al sótano.

一Es algo simple: que ustedes se unan con nosotros. 一respondió el Alfa, deteniéndose en el inicio de esas escaleras, mirando como el "gótico" se afectaba para abrir la compuerta.

Este último detuvo sus acciones al oír tal cosa. Alzó una ceja, indignado.

一¿Y por qué cree que nosotros querríamos unirnos con él? Será humillante. 一comentó ya abriendo la puerta llena de polvo.

一Podemos salvarlos de la policía o del FBI. Ellos tienen información acerca de ustedes, mucha. Y nosotros podemos deshacernos de él fácilamente, lo cual los beneficiará y podrán seguir practicando esos rituales.

一¿Solo eso nos ofrecerá?

一Hay mucho más. 一siguió Craig.

Pete pareció pensarlo en silencio.

一Mhm... suena interesante, Tucker. Veamos qué dicen los demás, sígueme.

Craig realmente no estaba seguro de querer bajar, pero supuso que no le quedaba otra opción. Miró hacia atrás una última vez antes de sumirse en esa oscuridad que le proporcionaba el sótano.

Una vez abajo. El Alfa pudo ver cómo en cada rincón del lugar habían velas de todo tipo de colores: blancas, negras, rojas, etcétera, junto a grandes símbolos dibujados en las paredes, suelo y techo.

Oh, gran rey de las más tenebrosas penumbras. Tú. Que estás escondido entre las personas, alimentándote de su tristeza y de sus miedos, por favor, preséntate ante nosotros. Que hemos venido aquí, ha llamarte, para ofrecerte el alma de esta pecadora mujer que ha decidido ir contra tus reglas.

Los ojos verdes de Tucker se deslizaron por toda la habitación, buscando el dueño de esa voz. Su atención se fijó en el centro del oscuro cuarto: había un grupo de personas arrodilladas, formando un círculo. En el medio de ellos, parecía estar dibujada la estrella de cinco puntas. Donde en cada una de estas puntas se encontraba una persona, a la cual no le podía ver el rostro a causa de su vestimenta negra, que les tapaba todo el cuerpo menos la mandíbula, la nariz y las manos.

De repente, se escuchó un ruido de un peso con cadenas siendo arrastrado.

Cuando giró la vista, su corazón comenzó a acelerarse y su mandíbula se entreabrió de horror. Su cuerpo se puso rígido, tanto que su garganta no pudo formular ni una sola palabra y su mente tampoco pudo pensar en algo.

Otra persona había aparecido, arrastrando con una cadena oxidada a un cuerpo que parecía en un estado muerto.

Era una mujer. No, peor. Era una niña pequeña de cabello castaño y pintas pobres. Pero lo más horripilante que vio en ella no fue que estaba muerta, si no, que le faltaban los ojos.

La pequeña figura fue lanzada al medio del círculo de una forma tan brusca que se oyó el ruido seco que produjo. Retrocedió, no podía creer lo que estaba viendo.

Por favor... Rey de las penumbras, toma el aire de esta miserable joven, quién decidió acabar con su vida de una forma humillante. 

El fuego de las velas se movían con fluidez. Craig se esperó lo peor y solamente se dio media vuelta, cerrando los ojos. Lo que más temía era saber que él era el próximo.

Seguido de eso, sintió un ruido viscoso que le dio asco y hasta le hubiese dado arcadas si no estuviera en estado de shook. ¿Cómo es que no se había desmayado a esas alturas?

El joven amo ha tomado el espíritu de esta miserable criatura. Podemos irnos en paz.

En ese momento, Tucker presintió movimiento, a lo que se dio vuelta para poder apreciar a las personas que se encontraban incorporándose. Una vez que revelaron sus rostros ante la luz de las velas, pudo reconocer solamente a dos: el hijo de los Tweak y el supuesto hijo muerto de los Broflovski.

Craig trabajaba en una tienda de armas para ganarse la vida, y en ella, uno de sus jefes era el señor Gerald Broflovski, quién le había contado sobre su segundo hijo desaparecido.

一Fue tan hermoso... Ha sido increíble, chicos. Pero Ike... No te pongas nervioso la próxima vez, ¿si? 一miró impresionado como un muchacho Alfa de piel oscura se acercaba al pequeño Beta.

一Sí, lamento eso Black. La haré mejor la siguiente vez, lo prometo. 一respondió el menor, sonriendo desafiante.

Craig tomó compostura, digno de un Alfa, al notar que toda la atención de esas personas se centraban en él.

一¿Eres el chico que Chaos ha enviado para contactarnos, verdad? 一se acercó el que parecía ser llamado Black.

一Exacto. He venido a negociar para que ustedes se unan a nosotros.

一Mhm... ¿qué nos puede ofrecer ese Leopold? 一el de ojos verdes miró impresionado al de piel negra, puesto que muy pocos conocían el nombre verdadero de su señor一. Oh, él y yo somos viejos amigos, no te sorprendas.

El azabache aclaró su garganta y elevó la vista, intentando no centrar sus orbes en alguien en concreto.

一La policía ha conseguido, de alguna forma, información acerca de ustedes, y no tardará en entregárselas al FBI o a esa manada de superhéroes. Además, Professor Chaos sabe muy bien en donde quieren seguir practicando estos rituales y es en el fin de este mismo bosque, porque para ustedes allí la línea que nos divide con el infierno se debilita por la noche. Sin embargo, por la cantidad de suicidios que hay y hubo, es una zona que está restringida por la policía. Por la cual, es inaccesible para ustedes. Él puede darles paso a esa zona.

Todos se quedaron callados, parecía ser una propuesta muy tentadora.

一Y... por si ustedes lo necesitan, él también les puede dar nuevas almas... O a quién quiera que necesiten o desean. 一continuó Craig, esperando a que ellos acepten a su petición.

Otro silencio algo incómodo los envolvió a todos.

一Está bien. Aceptamos. 一dijo Black, cruzándose brazos.

一¿¡Qué?! ¿Estás loco, Token? 一soltó la única mujer del sitio一. No sabemos si esto es una trampa o para qué nos quieren.

Token la miró y le sonrió con tranquilidad.

一No te asustes, Henrietta. Conozco al joven Leopold como la palma de mi mano. 一avisó y después observó a todos los demás一. Tranquilos, todo saldrá bien. ¿Para qué nos necesitas, joven Tucker?

一Oh... eso no lo sé. Professor Chaos dijo que la razón solo te lo diría a ti. 一contestó, desviando sus orbes.

Eso pareció hacer sonreír a Black, quién soltó una pequeña risa.

一Muy bien, chicos. Agarren sus cosas, iremos contigo, joven Tucker.

一Gracias. Muchas gracias.

Todos, a excepción de Pete, el hijo de los Tweak y Token gruñeron. Rápidamente todos se pusieron a recoger las cosas o decoraciones que tenían en el sótano de esa vieja cabaña. Sin embargo, el rubio se acercó a el.

一Tú eres el que me coqueteó la semana pasada. 一soltó de la nada, haciendo sonrojar un poco a Craig.

一Ah, sí. Hola Tweek. 一saludó sonriendo nervioso.

Este simplemente puso los ojos en blanco, pero luego le guiñó el ojo y le sonrió para irse a ayudar a sus compañeros. Dejando confundido al pobre de Tucker.

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Centro de South Park.
10:08 AM.
27 de Septiembre.

Un Alfa y un Omega se encontraban paseando por las calles del pueblo al sur de Colorado. Quiénes reían por los chistes que ambos decían, dejando asustadas a algunas personas que pasaban a sus lados.

一¿Quién lo hubiese imaginado? Tenemos casi los mismos gustos y compartimos el mismo humor. A casi nadie le gustan mis chistes negros, suelen ofenderse. 一comentó Kenneth a su nuevo amigo.

Ya llevaban una semana entera hablándose el uno al otro.

一Lo sé, Kenny. 一poco a poco Butters fue entrando en confianza con el chico de campera naranja一. Me gusta pasar tiempo contigo. Es... divertido.

Eso hizo sentir feliz al nombrado por el de ojos celestes.

一Digo igual. Kyle siempre se ofende cada vez que hago bromas acerca de los judíos y de los jabones, aún si tenemos ya cuatro años como mejores amigos.

一Bueno... tal vez a él le gusten solo los chistes negros que no incluyan a los judíos de ningún tipo. 一concluyó Leo, sonriéndole divertido.

McCormick centró sus orbes azules en la esbelta figura del menor y lo pensó.

一Sí... no lo sé. Pero a mí me ofende que conociéndome como la palma de su mano, se siga enojando conmigo.

Ambos siguieron caminando hasta llegar al centro comercial, donde la conversación empezó a profundizarse cada vez más.

一¿Y dime, Kenny? ¿Tienes hermanos?

Leopold supo que había tocado un bajo nivel al ver la expresión de tristeza del otro. Rápidamente intentó desviar el tema y preguntar otra cosa.

一Lamento si一...

一Mi hermano, Kevin, fue encontrado muerto hace un año y mi hermana pequeña, Karen, desapareció hace solo unas semanas. 一explicó el Alfa, bajando la mirada.

De repente, McCormick sintió unos cálidos brazos abrazándolo. Cuando prestó atención, Leopold lo había abrazado con fuerza. Sin decir nada, le correspondió el gesto, sintiendo el hermoso calor que provenía del rubio. Por alguna razón, se sentía temblar ante el tacto de Stotch.

一Quiero que sepas que... aunque no nos conocemos mucho, estaré aquí para tí. 一balbuceó, haciendo una promesa que jamás cumpliría.

Los párpados de Kenneth se abrieron y su única respuesta fue pegarlo más a su cuerpo. Su corazón latía con fuerza y sus mejillas, por primera vez en tantos años, estaban rojas. Su estómago estaba lleno de sensaciones que él jamás había sentido antes y... le gustaba.

一Gracias, Leo. 一susurró, sonriendo con mucha felicidad y orgullo.

Lástima que él no pudo ver la sonrisa cómplice que había formado el inocente Omega al escuchar esas palabras y al sentir ese tono de voz.

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