El barco cada vez se movía más rápido y Ryu sabía que no resistiría mucho más agarrado a la placa.
Entonces fue cuando vio una ventanilla abierta justo debajo suya, en el camarote del capitán. Con dificultades, pero procurando no hacer mucho ruido, entró a la cabina y se escondió detrás de unas cajas.

El tiempo pasaba, y Ryu estaba cansado, sediento y con un hambre increíble. Pensó en salir a cubierta y presentarse como un joven guerrero listo para acabar con todos sus enemigos, pero si hiciese eso lo tirarían al mar, o lo venderían como esclavo, con los piratas nunca se sabe.

Cuando estaba a punto de dormirse, apareció por la puerta un hombre fornido, con un pañuelo en la cabeza y unos pantalones rotos por la altura de las rodillas. Ryu se quedó mirándolo desde su escondite decepcionado, pues no se esperaba que los bucaneros fueran como en todas las historias de fantasía que le contaba su padre cuando era pequeño.

-¡¿Qué haces tú ahí?!-

Habían descubierto a Ryu. Éste ya estaba preparando una excusa cuando vio que en realidad el grito no iba dirigido a él, sino al hombre que había entrado al camarote. Ése no era el capitán, sino que era un simple grumete, el verdadero capitán acababa de entrar, y era más pequeño y delgado, y no llevaba pañuelo ni sombrero, llevaba un pequeño aro dorado en la oreja derecha y otro de plata en la izquierda.
Iba despeinado y tenía una barba recortada que finalizaba en punta,
vestía un chaleco de cuero negro a modo de coraza, y llevaba unas muñequeras del mismo material, negras también, para proteger sus brazos. Tenía unos bombachos largos y oscuros con rodilleras metálicas que acababan en unas botas, que sí se parecían a las de los cuentos.

-Como no me digas qué quieres, te tiro por la borda. Serás comida de Kavak-

Ryu estaba aterrado, si le hablaba así a un empleado, ¿Qué le haría a un polizón?

-Verá, señor, creo que he encontrado algo que podría inter...-

Un fuerte estallido le impidió seguir.

El camarote retumbó, les habían disparado. El capitán ordenó a la tripulación que se preparasen para un posible abordaje, y ésta preparó cañones y bombardas para defenderse contra los atacantes.

El capitán salió a cubierta, y antes de que se cerrase la puerta, Ryu pudo ver la cara que puso: una expresión de sorpresa, junto a una de desesperación; esa cara que pones cuando te ves cara a cara con tu fin, y sabes que no hay nada que hacer para evitarlo.