El hombre sin pierna.
Inspirado en La patasola.
Leyenda colombiana.
SE HABÍAN oído rumores que hablaban del joven príncipe. Se habían oído rumores que decían que al príncipe le gustaban los hombres y que estaba enamorado de uno.
El tercer príncipe de la nación era la comidilla de toda la capital. Aún no traspasaba fronteras, pero era un hecho tan claro, como que el sol sale cada mañana, que, tarde o temprano, todo el país estaría hablando de ello.
— ¿Y sabe usted quién es el enamorado del príncipe?
— ¡Shhh! No se atreva a pronunciar eso en público — le dijo aquel hombre a su acompañante, mientras comían en una taberna —, si no quiere perder la cabeza.
— Usted coma tranquilo y duerma tranquilo, hombre... Mientras no se trate del príncipe heredero, nadie perderá la cabeza.
— ¿Pero no es el tercer príncipe el hijo de la mujer que más amó el rey? Se dice que el rey ama a todos sus hijos, pero el tercer príncipe... es al que más aprecio le tiene, incluso por encima del heredero.
— ¡Patrañas! — negó su acompañante — Se sabe que el príncipe heredero siempre será el favorito. Si ni siquiera se lo puede tocar o mirar, ¿cómo cree usted que el hijo de una concubina sería más importante? ¡Por favor!
Aun así, su amigo tuvo sus dudas. Le miró comer como un condenado y sintió el miedo que ese sujeto no se atrevía a contemplar; ir diciendo por ahí que el primogénito del rey tirano era ese tipo de hombre, era demasiado peligroso.
— Yo tengo mis sospechas — continuó con la boca llena de comida —; algunos apuestan por su eunuco o su guardia real, pero yo creo que el hombre que ama es el hijo del Ministro de Guerra.
— ¡Que los dioses se apiaden de su alma, señor! — exclamó con sorpresa, los comensales que estaban a su alrededor no pudieron evitar mirarlo — ¿Cómo puede decir semejante cosa? El amo Jeon es el segundo hombre más importante del país y el hombre al que acusa, su único hijo y heredero.
Se rio descontroladamente cuando su amigo decidió dejarlo por miedo de lo que pudieran pensar los demás. Le dejó solo, en medio de los cuchicheos de los eruditos y la gente común. Aunque el señor Cho, un hombre de unos cuarenta y tanto años que vivía solo y desgraciado, siempre aparentaba no tenerle miedo ni al mismísimo demonio; en realidad temblaba por dentro... Pues cuando arribó al puerto, oyó el rumor sobre el romance entre Jeon Jungkook y el tercero en la línea de sucesión al trono, y eso le inquietó; quizás lo había mencionado borracho en algún bar antes de embarcarse a la mar, y esperaba que eso no llegase a los oídos de Su Majestad... Porque sí, era cierto que el príncipe Taehyung de la casa Kim era el hijo de una concubina, pero aquella persona había sido la mujer que el rey amó incondicionalmente y eso hacía de Taehyung su hijo favorito.
A parte de los rumores sobre el príncipe y los hombres que lo rodeaban, también corría el rumor de que el rey decapitaba a quienes difamaran a sus hijos.
Cuando el señor Cho salió de la taberna completamente borracho, el sol aún estaba en lo alto y las calles vacías. La gente solía concentrarse en los mercados del centro de la ciudad durante aquellas horas, por lo que el pescador caminó sin rumbo y sin percatarse de que la soledad estaba por comerle vivo.
No le preocupó tampoco, pues vivía cerca.
No obstante, cuando se había alejado unos cuatrocientos metros de la taberna, oyó el sonido del galope de un caballo. Volteó desorientado y tuvo la visión de un guardia real que venía hacia él con una espada en la mano derecha.
— No... ¡No, no! ¡Socorro, socorro! — gritó pero su estado era completamente inestable y antes de que cayera al suelo por haberse tropezado con su propio pie, el guardia real de Kim Taehyung pasó por al lado y lo decapitó blandiendo su espada velozmente.
La cabeza del señor Cho rodó un par de metros, mientras Park Jimin se daba media vuelta y retornaba al Palacio.
𝄐𝄒𝄑𝄢
— Os amo, Jeon Jungkook — susurró el príncipe cerca de la boca de su amado, quien se encontraba recostado sobre el suelo, encima de la acolchada sábana, mientras lo abrazaba —. Daría mi vida por vos.
El joven Jeon Jungkook sonrió tras oír las palabras de Su Alteza. Sus mejillas se tornaron rojas y correspondió sus amables palabras con un beso en los labios. Después acarició su rostro y colocó sus largos mechones de pelo detrás de sus orejas.
— Yo os amo aún más.
— ¿Más? — lo besó de nuevo — ¿Más cómo? ¿Más que qué?
— Más de lo que se aman los astros, Alteza; más de lo que la luna ama al sol, y por eso está presente durante el día y brilla durante la noche... Sabiendo que si algún día desparece su amor, también dejará de existir.
Taehyung sonrió observándolo con amor, pero antes de que pudiera besar de nuevo sus labios, fueron interrumpidos por una voz que el príncipe Taehyung conocía perfectamente.
— Alteza.
Taehyung puso la mirada en blanco y bufó. Pensó en la posibilidad de arrancarle la lengua a su lacayo, pero tras llegar a la conclusión del porqué se había presentado allí, decidió abandonar esa idea.
— ¿Es Jimin? — preguntó su amado.
El príncipe le correspondió con un beso en los labios y asintió.
— Esperadme aquí, amor mío, retornaré a vos antes de que comencéis a extrañarme.
Jungkook sonrió al sonrojarse. No hizo falta una respuesta, pues la ternura con la que asintió el joven, le hizo saber al Noble que aguardaría por él incluso si la lluvia inundaba su nido de amor.
Taehyung era un hombre bastante complejo; deseaba muchas cosas pero solo amaba a una persona. No había conocido a su madre, pues murió poco tiempo después de darle a luz por una enfermedad. Creció bajo la tutela de sus hermanos mayores, cuidadores, maestros y bajo el cuidado de su padre. No le interesaba la política pero era un líder nato, tanto que se corría el rumor de que algunos ministros apoyaban su coronación en vez de la de su hermano mayor, el príncipe heredero. Taehyung era un joven que no andaba con rodeos; era directo, serio y estricto... Quizás todas aquellas características fueron las culpables de su temible apodo, pues lo conocían como "el príncipe cruel" debido a la frialdad de su corazón. Todos los sirvientes del palacio le temían, pues su figura autoritaria y su mirada de sentencia daba razones para desear ir al infierno antes de ser castigado por Su Alteza.
Jimin conocía a su amo a la perfección, por eso sabía que se molestaría una vez que interrumpiera el encuentro con su amante, pero lo que tenía que decirle era de suma importancia y esperaba que él lo comprendiera.
Cuando salió a recibirlo, le dedicó una reverencia. El príncipe se acomodó la ropa y observó a su alrededor; no había nadie, como esperaba, pero de todas formas quería cerciorarse.
— ¿Lo habéis hecho?
— Sí, Alteza.
— Bien... — dijo, pero antes de que pudiera despacharlo, Jungkook salió para saludar.
— Jimin, buenos días — dijo con amabilidad.
— Mi señor, es un grato día; espero lo mismo para vos — se dirigió a él con respeto.
—Podéis marcharos, Jimin. Quiero intimidad.
— Como ordenéis, Alteza.
Antes de marcharse, Jimin echó un vistazo a Jungkook y percibió la pureza e inocencia de su mirada. Se preguntó qué hacía un hombre tan bueno como él con una persona como él príncipe, porque, aunque le servía y daría su vida por él, Taehyung no era bondadoso.
Siempre que los veía juntos, se preguntaba lo mismo; a veces temía que Taehyung mostrara su verdadera cara con él, pero siempre se quedaba confuso... Porque Taehyung nunca se mostraba agresivo con Jungkook y, entonces, ya no podía adivinar qué hombre era en realidad; si aquel afectuoso que trataba a su amante como el jade más precioso y valioso de todo Joseon, o el sádico déspota que ejecutaba a todos lo que esparcían rumores sobre él.
𝄐𝄒𝄑𝄢
A la Corte del Rey, los rumores no tardaron en llegar; tanto el rumor de que el príncipe tenía un romance con el hijo del Ministro de Guerra, como el rumor de que Taehyung había ejecutado a un civil (y que no era la primera vez que lo hacía). Por ello, se convocó una asamblea para discutir acerca de ello.
Los miembros de la Corte no estaban conformes con aquellos rumores, aunque el padre de Jungkook le sugería al Rey que no se dejara embaucar por lo que los plebeyos decían, la parte izquierda de la Corte reclamaba y reclamaba, hasta que Jeon Jungkook fue ofendido y eso puso de los nervios a la mano derecha del rey.
Una disputa se formó y creció como el fuego que escala sobre el oxígeno. El rey solo observaba y oía cómo trataban de dejar mal a su mejor amigo y ponerlo en su contra; no es que el hijo del Ministro de Guerra no le importara, pero desde que aquellos rumores sobre él y su hijo preferido habían engullido a la capital, a veces preferiría que estuviera muerto. Solo porque comprendía que el Ministro amaba a su hijo como él amaba a los suyos, es que no había ordenado su ejecución y desaparición.
El príncipe heredero, Seokjin, irrumpió en la Corte. Su eunuco que siempre lo seguía a todas partes, avanzó detrás de él con el cabizbajo mientras los demás agachaban la cabeza a medida que el príncipe avanzaba.
— Padre — se dirigió a él con respeto —, es tiempo de vuestra medicina. Debéis guardar reposo.
— Puedo tomar el relevo de vuestra discusión, si me lo permitís y si el tema no es de una urgencia política que solo vos podéis resolver.
— Es sobre tu hermano — respondió —. Ah... A propósito, ¿dónde está Taehyung?
— Con el hijo del Ministro de Guerra — contestó, el aludido dirigió su mirada hacia el príncipe de inmediato —. Ha vuelto hace unos momentos y decidieron dar un paseo por el estanque.
El rey suspiró.
— Esta asamblea queda pospuesta, debo hablar con mi hijo menor con urgencia.
Cuando se levantó del trono, el Ministro de Guerra le miró como si fuera el enemigo nacional en aquel momento. Después de que saliera de la Corte, le siguió. Un político que lo había estado atacando durante la asamblea, lo detuvo durante un segundo.
— Yo que vos, Ministro de Guerra, estaría velando por la seguridad de mi hijo. Después de todo, es la dignidad del hijo favorito del rey que está en juego.
No hizo falta que el padre de Jungkook dijera algo, pues Seokjin carraspeó detrás de aquel sujeto y llamó su atención.
— ¡Oh, Su Alteza! Perdonad mi boca descuidada, os juro que...
— Es verdad que el príncipe Taehyung es especial para el rey porque es hijo de la mujer que más ha amado, ¿quién no se sabe esa historia? Pero yo soy el Príncipe Heredero de esta nación, y si el rey oyera que trata de crear discordia entre sus hijos; no os ejecutará por vuestra boca descuidada ni como el rey, sino como un padre celoso de sus hijos. ¿Os ha quedado claro?
— Sí, Alteza...
— Bien — sonrió y suspiró tan risueño como siempre —. Hoseok-ah, vámonos — ordenó a su eunuco, el sujeto que lo seguía a todas partes, y se marchó de la Corte.
El Ministro de Guerra ni siquiera reparó en las palabras que vinieron de la boca de aquel sujeto después. Simplemente, le dejó creer que tenía el derecho de juzgarlo, pues lo mataría después.
Se dirigió hacia donde el príncipe le había dicho que se encontraba su hijo y se topó con el rey que también acababa de llegar.
— Oh, padre, buenos... — dijo Taehyung con una sonrisa, sin embargo, la bofetada que le propinó lo dejó aturdido.
Se volvió hacia el rey con los ojos bien abiertos, la mente confundida y el corazón acelerado de rabia. Nunca nadie le había puesto la mano encima, entonces, ¿por qué...? No obstante, se fijó en la mirada de desprecio que le dedicó a Jungkook y comprendió de qué se trataba.
— ¿Por qué habéis hecho eso, padre?
Para el rey, Taehyung era la viva imagen de su madre, la mujer que tanto había amado. Se arrepintió de haber sonrojado su piel y dejarle una marca tan descarada en su rostro.
— Taehyung...
— Majestad — el Ministro de Guerra llamó su atención al aparecer de repente —, permitidme que me lleve a mi hijo, si es que os importuna.
— Siempre tan oportuno, Jongin— dijo el rey —. Llévatelo, mi hijo y yo tenemos que hablar a solas.
— A-Alteza... — susurró Jungkook cuando su padre le tomó de la mano y lo obligó a marcharse. Taehyung le dedicó una mirada clave para que comprendiera que todo estaba bien y que, por lo tanto, no debía preocuparse.
Se inclinó en gesto de respeto y se marchó. Taehyung pudo dedicarle toda su atención a su padre entonces.
— Hablemos, padre.
— En mis aposentos.
Taehyung se inclinó también, el rey dio media vuelta y Taehyung le siguió.
El primer ministro llevó a su hijo hacia un lugar apartado. A diferencia del rey, él no le dio un golpe pero sí lo trató con violencia y le hizo daño en el brazo.
— ¿Sabes todo lo que dicen de ti con el príncipe? Si eres sensato, dejarás de verlo.
— La mayoría de los eruditos solo esconden las narices en los libros pero mantienen las orejas altas para oír los rumores y tienen la lengua larga para repetirlos y enmarañarlos. Se creen mejores que los plebeyos pero son igual de venenosos — respondió con sosiego —. Padre, el príncipe y yo solo somos buenos amigos. ¿Es que acaso no confía en mí? Si fuera una mujer, estaría feliz de que nuestra amistad fuera tan estrecha, ¿verdad?
— Estaría todavía más asustado.
— Padre...
— Mantengo mi compostura porque es el hijo del rey, pero ese joven es alguien despiadado y tirano. Menos mal que no es él quien se sentará en el trono. Aléjate de él, Jungkook-ah. Soy tu padre y solo quiero mantenerte a salvo.
— Oh, padre... — Jungkook le dedicó una sonrisa encantadora — Por favor, no se preocupe por mí. Sé cuidarme solo.
Mientras su conversación concluía, el rey y su hijo comenzaron la suya.
Las doncellas dejaron té de jazmín y se retiraron de la habitación real para darles intimidad al monarca y al príncipe. Taehyung le sirvió un poco de té a su padre y después se sirvió para sí mismo.
Tras beber un sorbo, el rey le dijo:
— No me gusta verte con el hijo del primer ministro en público.
Taehyung tensó la mandíbula. Aquel comentario le había disgustado pero disimuló.
— ¿Por qué? Si habéis sido vos, padre, quien me lo presentó. El joven Jeon es un joven inteligente y un guerrero talentoso, cuando tengo su compañía, enriquezco mis conocimientos.
— Sí querías un tutor privado, habérmelo hecho saber — bebió el segundo sorbo —. Esos rumores que corren sobre ti...
— ¿Cuáles? ¿Que me acuesto con hombres y que no me atraen las mujeres?
El rey dio un golpe tan fuerte y seco en la mesa que Taehyung se sobresaltó debido a la sorpresa, aunque rápidamente se recompuso y le miró con aquellos ojos suyos colmados de confianza.
— Vuelve a repetir eso y no respondo de mí. Aunque seas hijo mío, sangre de mi sangre, te castigaré.
— No os preocupéis, padre. Los rumores no son verdad. Surgieron a raíz de haber rechazado la compañía de una puta y por rodearme de hombres, a los cuales respeto por su inteligencia. Perdonadme, Su Majestad, si no quiero estar con mujeres que no pueden aportarme nada. Las mujeres no satisfacen mi hambre de conocimiento. No tienen lo que hay que tener.
Bebió un sorbo de su té para ocultar su nerviosismo. El rey, tras oír sus palabras, se notó un poco más tranquilo. Asintió satisfecho.
— Me encargaré de que los rumores desaparezcan.
Tras beber su té, se despidió de su padre y salió de la habitación. Jimin le esperaba fuera e hizo un gesto de respeto en cuanto le vio. Le siguió hasta el exterior de los aposentos del rey. Cuando se detuvo, Jimin también lo hizo.
— Recuérdame qué has hecho con el cadáver de ese plebeyo.
— Lo he enterrado en el bosque, tal y como me indicasteis, Alteza.
— Bien — se volteó a mirarlo —, tocará desenterrar la cabeza.
— Como ordenéis.
— ¿Y las otras ratas que han difamado a Jungkook? ¿Los has encontrado?
— Sí, Alteza. La mayoría trabaja en los mercadillos en el centro de la ciudad.
— Llévalos al bosque, junto con sus familias. Los decapitaré yo mismo.
— Sí, Alteza...
𝄐𝄒𝄑𝄢
Jungkook oyó un ruido en el jardín.
Se encontraba estudiando la filosofía confuciana en sus aposentos, bajo la luz de las velas. Era tarde, al menos para que los criados estuvieran merodeando en el jardín, por lo tanto, se dispuso a ver lo que sucedía.
— ¿Hay alguien ahí? — preguntó al salir.
Nadie respondió, solo había silencio. Jungkook miró hacia todas las direcciones y estuvo unos segundos aguardando otro ruido. Entonces, una mano salió de la oscuridad y le cubrió la boca.
Jungkook trató de defenderse y forcejeó. Fue arrinconado contra la pared.
— No hagáis ruido.
Era la voz de Taehyung, así que abrió los ojos y se sintió aliviado. Bajo la luz de la luna, las facciones de su amado se veían más sombrías pero la gentileza de su sonrisa era la misma.
Taehyung le retiró la mano de la boca lentamente y Jungkook aprovechó para besar sus labios. Sabía que no había nadie que los viera, por lo tanto, el beso fue extenso y apasionado. Después del beso, Taehyung le abrazó con fuerza.
— ¿Qué hacéis aquí, Alteza? — le preguntó.
— Os echaba de menos, mi dulce claro de luna — susurró cerca de sus labios antes de darle otro delicado beso.
— Nos hemos visto esta mañana, Alteza — sonrió observando su rostro, hasta que se dio cuenta de que tenía unas gotas oscuras sobre la piel — ¿Esto es... sangre?
La sonrisa de Taehyung desapareció por completo y se apartó de él para limpiarse la piel.
— ¿Estáis herido? Alteza...
— No, no estoy herido — respondió —. Es la sangre de un jabalí. He ido de caza esta tarde.
— ¿De verdad? ¿No me estaréis ocultando nada, cierto?
— ¿Cómo podéis dudar de mí? Jamás os mentiría.
— Lamento haberos ofendido — dijo Jungkook con mucha educación —. Sé que me amáis tanto que ninguna farsa saldría de vuestra boca hacia mí. Os amo aún más por ello, Alteza.
Bajo la noche, Jungkook no pudo vislumbrar si el príncipe se había sonrojado o no, pero Taehyung sintió sus mejillas calientes de un momento a otro, aunque no supo si era vergüenza o enfado por la duda de su amante. Sin embargo, se despidió de él con un beso, delicado y elegante, sobre su mano.
Cuando volvió a saltar el muro hacia la calle, Jimin lo saludó con una reverencia. Le estaba esperando.
— ¿Habéis podido verle, Alteza?
Taehyung le miró con indiferencia mientras se limpiaba la sangre de la piel.
— ¿Por qué no me habéis avisado que tenía restos de sangre de esos maleantes? Ha sospechado de mí.
— Os ruego que me perdonéis, Alteza. No me había fijado.
Taehyung no contestó. Se sintió iracundo pero Jimin le servía bastante bien, así que ni siquiera podía pensar en decapitarlo por su error; pero no porque le tuviera algún tipo de aprecio o pensara que sería injusto, sino porque Jungkook jamás le perdonaría y él era más valioso que cualquier castigo por cualquier tipo de error.
— Volvamos al Palacio.
𝄐𝄒𝄑𝄢
Al día siguiente, cuando Jungkook y su criado paseaban por el mercadillo, el joven se detuvo al contemplar una multitud reunida en el centro de la calle. La curiosidad le ganó y decidió acercarse para saber lo que ocurría, entonces, se llevó el mayor susto y la mayor impresión de su vida al ver las cuatro cabezas en unas cuatro picas.
Jungkook se llevó los dedos hacia los labios, incluso pudo reconocer a uno de los difuntos porque se trataba de un Noble. Había una cuerda que rodeaba las picas de donde colgaban trozos de papeles como si fueran talismanes, en cada uno de ellos estaba escrita la misma frase: "Este es mi destino por difamar a mi amo". El grito de la madre del noble le sacó de su horroroso trance. La señora y la hermana del Noble se echaron de rodillas al suelo y sufrieron el asesinato del hombre.
Jungkook sintió un escalofrío en todo el cuerpo. Las miradas se dirigieron hacia él, aunque no veía que las bocas de los presentes se moviera, podía escuchar cómo le culpaban a él de aquella advertencia que alguien de la realeza había ordenado. Y quería, en lo más profundo de su corazón, que su príncipe no tuviera nada que ver con aquello... Pero sabía que solo él podría mandar a matar a un Noble como si fuera un plebeyo. De la misma manera que todos quienes se reunieron a ver las cabezas, Jungkook también sabía quién era el amo al que se referían aquellas escrituras.
Se dirigió hacia su criado y le dijo, en un tono de voz muy bajo: — Vámonos de aquí, debo ir al Palacio cuanto antes.
Jungkook nunca había temido a Taehyung, pues estaba enamorado de él, si fuera así no lo amaría tanto como para esperar que la sangre que había visto anoche en su suave piel, no pertenecían a las víctimas decapitadas.
Presentó su identificación a los guardias que custodiaban la puerta del Palacio e ingresó segundos después. Conocía a su amante más de lo que se conocía a sí mismo, o eso quería creer. Sabía dónde hallarlo; sabía que se encontraría en el estanque de nenúfares, posiblemente, en compañía de Jimin.
Mientras se dirigía hacia allí, se topó con varios ministros de La Corte Real. También se topó con el príncipe heredero de la nación y le dedicó un saludo respetuoso antes de continuar su camino; después se encontró con el segundo príncipe y comandante de la guardia real, Namjoon. Mientras seguía viendo a más gente durante el trayecto, más sofocado se sentía. Ver a Taehyung era lo único que necesitaba para calmarse, aunque las circunstancias no fueran buenas.
Después de unos minutos, llegó al estanque. Taehyung se encontraba observando el agua y las flores que flotaban sobre ella, Jimin, a su lado, en silencio y guardando distancia.
— Alteza.
El rostro de Taehyung se iluminó al instante tras reconocer la voz de su amado. Se volteó con una jovial sonrisa y mirada cálida. No había nadie a su alrededor, así que se sintió con total confianza de decirle en voz alta: — Mi amor, qué alegría veros.
Aunque la mirada de Jungkook no era brillante como solía y debería ser. El criado que le seguía tomó otro rumbo unos minutos antes de llegar al estanque porque Jungkook se lo ordenó.
— ¿Qué sucede, mi dulce miel? ¿Por qué pareces enfadado?
— Alteza... — sollozó — ¿No tendréis algo que ver con los decapitados del mercadillo?
La expresión de Taehyung cambió lentamente. Jungkook se dio cuenta de la transición de su rostro cuando pronunció tal pregunta; pasó de ser un hombre feliz a uno tan oscuro como la noche. Taehyung miró a Jimin por encima del hombro.
— Déjanos a solas, Jimin.
Jimin asintió sin decir nada e inmediatamente se retiró y los dejó a solas.
Taehyung miró a Jungkook de una manera que el menor desconocía. Parecía enfadado y fastidiado, como si le hubiera pillado con las manos cubiertas de sangre.
— Sí habéis sido vos, ¿no es así? — dijo algo asustado.
— Sí, he sido yo — respondió con indiferencia — ¿Es que existe algún problema?
— ¿Cómo podéis...? — negó con la cabeza. Jungkook sabía lo que se decía del tercer príncipe de la nación, pero él siempre había visto el lado cálido de su corazón, por lo tanto, nunca había creído en aquellos rumores. Cambió de pregunta: — ¿Por qué?
Ni siquiera le miraba a los ojos y eso era motivo suficiente para que su enojo creciera en su corazón. Tomó su barbilla y le obligó a mirarle. Entonces, su ira se redujo al ver las lágrimas en sus ojos... Se preguntó "¿cómo podía haberle hecho llorar?" si su luz del alba siempre tenía una sonrisa en su rostro. Sintió que no podía dejar pasar aquella barbaridad, pero esperaba que entendiera sus motivos; por muy egoístas, viles y tiranos que fueran.
— Para protegeros. Lo hice para proteger nuestro amor... Esas personas decían cosas que podrían haberos costado vuestra vida y también la vida. Esta nación no está preparada para aceptar que os amo más de lo que el amor ama al querer. Sois mi amor, la única luz en este mundo que me mantiene cuerdo y con vida y no quiero perderos; temo hacerlo como nunca he temido a nada desde que deambulo sobre este mundo — tomó su rostro entre sus manos y Jungkook no pudo resistirse ante sus palabras. A veces deseaba que no tuviera tal poder sobre él... —. Yo por vos, mi amado amor, arrasaría los cimientos de este país y a todos los que intenten hacerte daño. Está bien si no creéis que estas sean las formas y quizás penséis que la cuna en la que nací y me ha otorgado tal poder, me volverá tirano, sin embargo, si tuviera el poder necesario para destruir el mundo y reconstruirlo desde las cenizas, lo haría; crearía uno nuevo donde nadie pudiera haceros daño.
— Oh, Alteza... — murmuró sintiéndose completamente a su merced.
Taehyung besó su boca. Con pasión, con amor, con locura... Con todas las emociones que en ese momento Jeon Jungkook le hacía sentir. El príncipe estaba secuestrado por su sentencia de muerte; pero la muerte, desde los labios del joven Jeon, sabía a dulce condena. Se había vuelto adicto tal y como Jungkook se había vuelto al sabor oscuro de los labios su Alteza.
No obstante, minutos antes del beso, el criado fue interceptado por el Primer Ministro. El hombre se sorprendió de verlo y no ver a su hijo cerca. Le preguntó dónde se hallaba Jungkook y el criado le confesó que había ido a conversar con el príncipe Taehyung en el estanque de nenúfares.
Sin dudar ni un solo segundo, se dirigió a toda prisa hacia el estanque. Vio salir de allí a Park Jimin sin su Alteza, por lo tanto, dedujo que él y su hijo se encontraban a solas y eso le enfureció de sobremanera. Cuando llegó, observó el beso que el príncipe le había dado a Jungkook. Sintió un malestar en el pecho que parecía capaz de acabar con su vida allí mismo; quizás la ira le había salvado la vida en ese instante pues, su amado hijo había muerto para él en ese momento y el hijo favorito del rey se convirtió en su peor enemigo.
𝄐𝄒𝄑𝄢
Un castigo para tal deshonradez no podía ejecutarse tan pronto; ni en ese mismo instante, ni días después. El Primer Ministro meditó su plan durante varias semanas.
Contrató a gente que espiara al príncipe y también a su hijo. Esa gente solía seguirles e informarles de todo lo que Jungkook hacía, aunque también quiso saber sobre las andanzas del príncipe, tuvo que aceptar que Park Jimin era un problema. Después del príncipe Namjoon, Jimin era el segundo mejor guerrero de Joseon; sería tarea difícil deshacerse del muchacho sin levantar sospechas.
Había descubierto el sitio donde se veían a solas. Al percatarse de que Jimin les daba intimidad, un día aprovechó la situación para ver lo que hacían. Definitivamente, no estaba en sus planes perder la cabeza; pero su hijo estaba siendo sodomizado por la persona que más odiaba en el mundo y no se contuvo. Aunque quiso guardar la rabia un poco más, cuando el acto sexual de los amantes concluyó, el Ministro de Guerra irrumpió en la habitación.
A pesar del ataque que había sufrido mientras oía gemir a su único hijo, se paró enfrente de los dos tras derribar la puerta. Jungkook, aterrado, se cubrió el cuerpo desnudo con las sábanas. Taehyung, llevaba un ligero jeorogi encima que le llegaba hasta las rodillas.
Al ver su espada desenvainada, Taehyung cubrió a su amante rápidamente.
Estaba desarmado, teniendo miedo por primera vez en su vida y no sabía cómo actuar.
— Bajad la espada. — Le ordenó Taehyung, pero al ver que no funcionaría tragó saliva y levantó la mano; era la primera vez que la voz le fallaba — Por favor...
— ¡¿Cómo os habéis atrevido a deshonrar a mi hijo de esta manera?! ¡Bastardo! — blandió la espada, pero Taehyung la esquivó y protegió a Jungkook.
— ¡¿Habéis perdido la cabeza?! ¡Si mi padre se entera...!
— El rey nunca lo sabrá.
Apuñaló a Taehyung con la espada. La hoja que había atravesado su pecho, estuvo a un centímetro de ser incrustada en el ojo derecho de Jungkook; aunque eso no fue lo que le dejó ido como si fuera un fantasma, sino que fue ver el cuerpo del amor de su vida caer delante de sus ojos por haberle protegido con su vida.
Jungkook gritó de una manera tan desgarradora que las lágrimas brotaron al instante. Abrazó su cuerpo mientras su padre contemplaba lo que había hecho, sabiendo que no había vuelta atrás.
Tomó la hoja con sus manos pero no sintió el dolor que la hoja le produjo, intentó quitarle la espada del pecho pero la sangre era abundante y la mirada de Taehyung se apagaba segundo a segundo. Desistiendo de ello, volvió a arrodillarse a un lado de su cuerpo y sostener su rostro con sus manos que empaparon con su sangre su tersa piel. Sus lágrimas se estrellaron sobre las mejillas de Taehyung y, con la última voluntad que le quedaba, le dijo antes de morir que huyera. Después murió.
Jungkook no pudo asimilarlo durante varios segundos. Su cuerpo expresó su temblor con temblores que casi le robaron el aire de los labios; labios con los que besó los de su amado una última vez, antes de levantar la mirada hacia su padre.
Jeon Jongin jamás había visto aquella mirada en su hijo.
— Os mataré por esto.
Lo único que vestía Jungkook, era un jabi negro; un pantalón de seda muy holgado que, al levantarse y apoyar las manos sobre la tela, la sangre se camuflaba.
Hubo un momento de tensión entre padre e hijo que se habían convertido en enemigos, después Jungkook dio el primer paso y echó a correr hacia el exterior. El Ministro de Guerra tomó la espada desde el mango y la desencajó del pecho del príncipe muerto y le persiguió.
Llorando desconsoladamente, Jungkook intentó huir con toda la rapidez que sus piernas le permitían, se desangraba por las heridas de las manos y eso le volvió lento. Llamó a Jimin unas cuantas veces para que apareciera y le protegiera, pero el joven no oyó sus súplicas. Entonces, sintió que algo detuvo su huida abruptamente.
Cayó de bruces al suelo y después se arrastró desorientado un par de metros hasta que se dio cuenta de que no sentía la pierna izquierda. Jeon Jongin había lanzado la espada y esta se le cortó. Jungkook gritó; no por el dolor en sí, sino por la impresión de ver tanta sangre brotando de la herida de su extremidad.
— Te quería mucho, hijo... — le dijo su padre al llegar hasta él. Jungkook no quería oírle, quería huír a pesar de que era en vano — Pero me has traicionado y nunca he perdonado una traición, tampoco lo haré ahora aunque se trate de ti.
Minutos después, Jungkook dejó de luchar, pues había muerto también.
Su padre ni siquiera lo enterró, lo dejo en lo profundo del bosque recostado por una gran roca y le dejó pudrirse en la oscura soledad.
El rey lloró la muerte de su hijo amargamente. Nunca deseó nada en el mundo como castigar al culpable que le había arrebatado a uno de sus hijos. El Ministro de Guerra inculpó a Jimin y el rey ordenó su ejecución pública.
Arrodillado sobre barro y sangre, Jimin se hallaba llorando y temblando, por supuesto, no de miedo sino de culpa e ira, por no haber protegido a Taehyung y porque, aunque dijera quién era el asesino, nadie le creería.
Su verdugo le preguntó por sus últimas palabras, y Jimin dijo: — Yo no maté a su Alteza.
Segundo después, fue decapitado.
Y sobre el paradero de Jungkook, mintió diciendo que lo había mandado al extranjero a estudiar.
𝄐𝄒𝄑𝄢
7 meses después.
El rey murió de tristeza un mes después de que Taehyung falleciera, por lo que Seokjin ascendió al trono y el Ministro de Guerra se convirtió en su mano derecha tal y como la había sido de su padre.
La ausencia de Taehyung era notoria, pero en la vida de Jeon Jongin, la de Jungkook lo era aún más. A veces, se sentaba en los aposentos de su hijo y se quedaba durante horas contemplando la silenciosa soledad. En la retorcida ironía de su vida, le echaba de menos y lloraba su muerte, sin embargo, jamás se arrepintió de haberle quitado la vida. Aquello sería algo que lamentaría sin lugar a dudas.
Cuando un árbol cae en medio del bosque y no hay nadie para escucharlo, es evidente que hace ruido.
Quizás, aquella noche, un árbol se desplomó muy cerca del cadáver de Jungkook y el sonido que viajó a través del viento se convirtió en la voz de Taehyung, que le repitió suavemente al oído: "si tuviera el poder necesario para destruir el mundo y reconstruirlo desde las cenizas, lo haría; crearía uno nuevo donde nadie pudiera haceros daño."
En ese momento, Jungkook regresó de entre los muertos.
Era una noche como las demás. Los criados terminaban sus jornadas laborales e iban a descansar. El señor de la casa estaba en los aposentos de su ausente hijo mientras dos de sus criados conversaban acerca del paradero del señorito Jungkook.
— ¿Qué crees que le ha pasado? — preguntó uno — No creo que haya ido al extranjero para estudiar. Adoraba Joseon y al...
— Estoy de acuerdo, aquí hay gato encerrado. ¿Y si tiene que ver con el asesinato del príncipe?
— Puede que los rumores fueran ciertos y al príncipe le gustaban los hombres. Quizás el señorito Jungkook lo mató y huyó debido a los rumores que lo envolvía con él.
— ¡Tienes toda la razón! Eso ha debido ser.
De repente, oyeron un sonido que provino desde atrás. Se giraron para verificar, aunque uno de los dos le atribuyó el ruido al viento, hasta que nuevamente sonó pero con más fuerza, como si algo se hubiera caído en el almacén.
— ¿Has oído lo mismo?
— Sí, ¿qué ha sido?
— No lo sé, ve a investigar tú.
El sonido volvió, pero fue diferente en ese momento. Se escuchaba como si fuera un llanto. El hombre que se encontraba más próximo a la puerta decidió abrirla; la oscuridad le inquietó un poco. El sonido provenía de la zona más profunda, aunque la tenue luz de la luna que iluminaba parcialmente el interior, les hizo ver una figura humana en el suelo. El llanto lo provocaba aquella persona.
— Disculpe... ¿Quién es usted? ¿Qué hace aquí? ¿Hola?
El sonido del llanto se detuvo abruptamente. Su acompañante, el que estaba afuera, consiguió una lámpara y se la dio. El fuego consiguió darle más vista del ambiente y de la persona que estaba escondida.
Era un hombre. Estaba de espalda y despedía un olor fétido. Huele a muerto, pensó el sujeto de la lámpara.
El misterioso hombre, que se encontraba inclinado y sollozando, de pronto se incorporó. Su cuerpo emitió dolorosos sonidos, como si sus articulaciones estuviesen entumecidas.
Crac, crac, crac.
Sus extremidades — y el cuerpo entero — se movieron de una manera extraña y anormal. Parecía como si se rompía los huesos con cada movimiento, entonces, se volteó para verlos. El hombre se sorprendió tanto al reconocer al hijo del amo, Jeon Jungkook, en un estado tan deplorable. Ni siquiera parecía humano y eso fue lo que más miedo le había dado; tanto, que perdió el equilibrio y cayó al suelo impactado.
De la garganta de Jungkook salió un infernal sonido. Parecía que voz se había deteriorado tanto que su lamento sonaba como si un feroz animal le gruñera antes de atacarle. El hombre le miró a los ojos, los tenía negros, tan profundos y espeluznantes que ni siquiera pudo gritar; tampoco lo hizo el amigo que le acompañaba.
Jungkook se arrastró. Su piel era pálida, algo verdosa y tenía hematomas horribles en todo el cuerpo. No fue hasta que vio que se arrastraba sin una pierna que no gritó, pero fue demasiado tarde, pues Jungkook se abalanzó sobre él y le mordió en el cuello y le arrancó la carne.
El otro sujeto trató de huir, pero cuando le dio la espalda, Jungkook apareció delante de él y le tomó del cuello y se lo rompió.
Los gritos no tardaron en alentar a los demás criados que vivían en la casa. Se sintieron asustados. Uno de ellos contempló la idea de buscar al amo, pero tan pronto como se acercó a la puerta, su rostro se manchó de sangre cuando el cadáver de una persona se desplomó cerca de la puerta y esta se coló por las grietas.
Jungkook solía ser una persona llena de luz y un hombre bondadoso, sin embargo, hasta las personas más puras pueden llegar a corromperse.
Tras morir, Jungkook retornó como un espíritu maligno, lleno de rencor y sed de venganza. Por ello, aunque en vida había apreciado a todos los hombres, mujeres y niños que vivían allí, no tuvo piedad de ninguno. Los mató a todos de maneras terribles y crueles para asegurarse de que sus inocentes gritos llegaran a los oídos de su padre.
Y así fue; Jeon Jongin oyó los gritos de sus sirvientes y se alertó por ello. Aunque no tuvo el valor de salir a investigar estando desarmado, se quedó parado durante un buen rato en medio de la habitación con la luz de las velas iluminando todo el espacio. Cuando los gritos cesaron, las velas se apagaron inexplicablemente y el solitario silencio se convirtió en un silencio abrumador.
Las puertas eran de madera de bambú y papel. Jongin aguardó por alguna silueta para intuir de lo que se trataba. En vez de eso, comenzó a oír la desgastada voz de su hijo y unos pasos cada cierto tiempo que no pudo descifrar qué era, hasta que se dio cuenta de que eran saltos.
La silueta de un hombre que andaba a saltos se asomó. Jongin percibió el terrible olor a cadáver que desprendía y se cubrió la nariz.
El espíritu vengativo de Jungkook se detuvo de repente y, de un salto, se giró poniéndose de frente. Podía verse que le faltaba una pierna. Su asesino, al otro lado de la puerta, se quedó petrificado del miedo. El ambiente se tornó aún más inquietante cuando Jongin oyó y reconoció la respiración de su hijo.
Temblando de miedo, retrocedió unos pasos. Tropezó con una linterna; observó con lo que se había topado y luego volvió a mirar hacia la puerta y se sorprendió de que la silueta ya no estuviera, sin embargo, comenzó a oír los sollozos del espectro por toda habitación. Observaba y observaba a todas las direcciones que se le ocurría y después volvía a fijar la mirada en la puerta, aguardando por ver nuevamente la silueta.
Miró hacia atrás, no había nada. Miró hacia adelante, no había nada. Miró hacia sus costados, hacia el suelo y hacia el techo, pero no había nada. Miró nuevamente hacia atrás y el siniestro rostro de Jungkook fue todo lo que vio.
Gritó aterrorizado y cayó al suelo llorando. Trató de huir pero sus piernas no respondieron, por lo que se arrastró con los talones de las muñecas hasta que su espalda se topó con el muro. No había escapatoria.
El fantasma de jungkook, con los ojos oscuros que parecían a las cuencas vacías de una calavera y su boca ensangrentada, se arrastró hasta él lentamente. El hombre creía que, poco a poco, aquel ser le estaba absorbiendo el alma.
Cerca de su rostro, el espectro abrió la boca. De lo más profundo de su garganta, emitió el mismo lamento que lloró ante el cadáver de Taehyung. Su padre comprendió aquel terrible recordatorio mientras observaba la sangre oscura que caía de su boca y de sus ojos como si fueran lágrimas.
— Lo siento... — pronunció el Ministro de Guerra.
Y Jungkook cumplió su palabra. Le mató arrancándole los ojos y el corazón de cuajo.
Todas las personas que vivían en la residencia de Jeon Jongin murieron. Sus cuerpos fueron hallados al día siguiente. Aunque nadie supo cómo murieron, muchos afirmaron haber visto un hombre sin la pierna izquierda merodeando la casa durante la noche y, más tarde, en los bosques donde atraía a hombres y mujeres con su belleza para luego matarlos de una horrible manera.
A veces se le veía llorando la tumba del príncipe Taehyung, pues su dolor era tan grande que el odio era lo único que le quedaba.
Jungkook quedó condenado a vagar sobre el mundo como un fantasma vengativo... Pero estaba bien, porque matar a tantas personas que seguían esparciendo rumores que dañaban la imagen de su amado, y a sus hijos, y a los hijos de sus hijos... — y así, por toda la eternidad —, era todo lo que necesitaba.
Fin.
Este relato está dedicado a @houndixe, pues me inspiré de su tierra para crear la historia. Había muchas opciones, pero como ella ya ha dicho, le gustan los fantasmas vengativos. ¿Qué mejor que este? El personaje original lleva por nombre "la patasola". Hay muchas versiones de la leyenda, así que podéis buscar y leer la que más os apetezca.
Mi Lissie , por mi parte, espero que te haya gustado. Te quiero mucho, lamento la tardanza. El terror ya no es lo mío, pero espero de todo corazón, que te hayas sentido a gusto leyendo, que este es tu campo preferido, jiji.
Es ya muy tarde por donde vivo. Quería actualizar ya para que no se me vuelva a pasar y por eso no he podido corregir. Si encontrasteis errores, por favor, decídmelos. <3
El siguiente cuento estará inspirado en Suecia.
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