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Goony Island

-¿Qué fue eso?-preguntó Roger.
Curt también lo escuchó. Parecía el ruido de algo metálico que se movía.

-De seguro fue algunas de las herramientas en el almacén.-respondió Curt.

-Curt, en serio. No me gusta este lugar.-advirtió Roger.

A Curt tampoco le gustaba. El Goony Island era posiblemente el parque abandonado más aterrador que hubiera visto en su vida. El lugar estaba muy deteriorado y las atracciones que alguna vez fueron coloridas, ahora estaban marcadas por la humedad y el óxido. Desde la leyenda de que se exhibían freaks en los años 90s hasta los misteriosos asesinatos que ocurrían recientemente. Hubiera dado cualquier cosa por encontrar otra vía para pagar su deuda con Ross Duncan, pero el gánster le dio específicamente la tarea de robar la tumba de Todd Hammond. ¿Y qué era exactamente lo que encontrarían? Ni siquiera les dijo. Ahora, en plena noche y sosteniendo las palas para cavar una tumba, se dio cuenta de lo bajo que cayó.

Le dio una palmada en la espalda a Roger, que estaba mirando la lápida del difunto. El epitafio decía:

TODD HAMMOND
1912-2002

-Eh, ponte a cavar.-ordenó Curt.

-Sí.-dijo Roger nervioso.

-Mientras más rápido acabemos, más rápido podremos irnos.

Curt lo acompañó en la labor. El hecho de que enterraran a Todd Hammond, propietario del parque, justo en un pequeño terreno de tierra detrás de este, hacía todo mucho más macabro.
El viejo Todd murió de cáncer a los 90 años. A pesar de su edad, estaba con los pies en la tierra respecto a su cordura. Fue en 1949 que abrió por primera vez el “Goony Island”, el primer parque de atracciones de Santa Fe. Hubo todo tipo de entretenimientos: montañas rusas, carruseles, toboganes, paseos en tren. En 1990 fue que incorporó el circo. Y a sus freaks. No solo eran los malabaristas, acróbatas, ventrílocuos o forzudos. Todd Hammond dejó participar gente con extrañas deformidades físicas, que hicieron por su rareza que el dinero llegara hasta las nubes. Pero luego llegó Goony.

Goony fue el payaso que Todd contrató personalmente. Llegó a apreciarlo como a un hijo. Fue el orgullo no solo del circo, sino del parque. Montones de niños y adultos reían con su espectáculo, pero pocos sabían la verdad. Al cabo de un tiempo, empezaron a desaparecer niños en el parque y esto llamó la atención de la policía. Registraron por todo el parque, incluso la carpa de Goony. Cuando estaban al dar por concluida la investigación, una trapecista se quejó de que un extraño olor pútrido provenía de algunos baúles de Goony. Cuando revisaron el resto de los integrantes del circo, llamaron a la policía. Resultaba ser que el payaso había descuartizado a los niños y metió sus restos en los baúles.

La policía buscó a Goony durante días, pero no apareció. Aquellas muertes fueron un escándalo, que acabó con el imperio de Hammond. Cerraron el parque oficialmente en 2001.
Todd murió un año después, en el Hospital Geuer. Y nunca encontraron al maldito payaso.

Curt y Roger habían cavado un agujero de casi 1 metro, cuando la pala de Roger chocó con algo. Inmediatamente ambos se miraron.

-Es aquí.-afirmó Curt.

Usaron la pala para apartar la tierra, dejando al descubierto la tapa de un ataúd negro. Curt sonrió. Bajó al agujero que cavaron para abrir la tapa con poco esfuerzo y ahí estaba. El cadáver esquelético de Todd Hammond. Entre sus manos sostenía dos dagas, pero diferentes a cualquiera que hubiera visto antes. Tenían el aspecto de estar hechas de huesos. Si su suposición era correcta, aquellas dagas debieron de pertenecer a Anton Van Dymme, el brujo de San Elías. Por lo visto, las dagas dieron vueltas y vueltas por el tiempo hasta acabar en manos de Hammond. Literalmente.

Curt procedió a arrebatarle una daga de entre las manos. Notó cierta resistencia por parte del cadáver, como si las agarrara fuertemente. Cuando finalmente pudo quitársela, se la entregó a su compañero para que la guardara en una bolsa. Luego hizo lo mismo con la otra. Una vez terminado el asunto, se cuestionó si debían volver a llenar el agujero, mientras Roger le entregaba la bolsa. Desechó ese pensamiento enseguida. Nadie volvería a pasar por Goony Island y le parecía poco probable que un parque con sus antecedentes volviera a abrir.

Cuando terminó de contemplar la tumba abierta, volvió con Roger. Se dio cuenta de que su compañero estaba muy nervioso.

-Eh, Curt. Mira allí.-dijo Roger.

Señaló un pequeño espacio entre el carrusel y el puesto de helados, a algunos metros de ellos.
Allí había, inmóvil, un payaso. Curt no pudo evitar sorprenderse y tener algo del miedo de Roger.

-¡Eh, imbécil! ¡Lárgate de aquí!-ordenó Curt.

El payaso no se movía. Tenía un traje rojo con botones naranjas, guantes blancos, pelo desaliñado, y la típica cara blanca con nariz roja. Y unas cejas bien grandes.

-Oye, Curt. ¿No será ese Goony?-preguntó aterrado Roger.

Curt se empezaba a preocupar. Se fijó que aquel payaso tenía entre manos un gran bolo de boliche. Un ligero escalofrío recorrió su espalda.

-Curt, será mejor que nos vayamos. Tenemos lo que Duncan quería. Ya podemos irnos.-murmuró Roger.

Eso suponiendo que Duncan quería las dagas. Curt estaba seguro de esto, ya que Duncan era también un coleccionista de arte y antigüedades. Se quedó con algunas cosas del Barón Carmesí luego de la Guerra Civil. Y las dagas fueron lo único que encontró que podía querer un coleccionista como él. Tenía que ser eso sí o sí. Y se aseguraría de que le pagaran bastante por eso.

-Bien. Vámonos.-ordenó Curt.

Ambos se fueron apresuradamente sin apartar la vista del payaso. Normalmente Roger no se preocuparía porque antes iba con una navaja que perteneció a su padre. Sin embargo, ahora no la traía. ¿Quién llevaría un arma al saqueo de una tumba? Soltó una blasfemia por ser tan descuidado. Cuando volteó la vista luego de que avanzaran un poco, el payaso había desaparecido.

-Eh, Curt. Ya no está.-advirtió.

Su compañero se volteó. Una aterradora idea cruzó por su mente y el miedo comenzó a invadirlo más.

-Corramos.-sugirió.

-¿Qué?-preguntó Roger sin escucharlo bien.

-Corramos.-repitió.-Ya, ya.

Ambos empezaron a correr por todo el parque, deseando no encontrarse con el payaso. El lugar parecía un laberinto con tantos aparatos de atracciones. A pesar de que corrían uno al lado del otro, Roger se empezó a quedar atrás.

-¡Eh, Curt! ¡Espérame!-suplicó.

Roger nunca fue un buen corredor y empezó a cansarse. Se dio cuenta de que estaba perdiendo de vista a Curt.

-¡Curt!-llamó.

Se detuvo después de unos segundos. No sabía si su compañero lo estaba abandonando o no lo pudo escuchar. Afortunadamente tenía la bolsa con las dagas, así que tendría que volver a por él si quería el dinero de Duncan. De golpe, recordó que se la había entregado antes de que viera al payaso. Su esperanza se desvanecía, y ahora, tenía que estar al tanto de ese payaso.
¿Qué es lo que haría él igualmente?

Lo que más le aterraba era la similitud que tenía con Goony. No lo recordaba mucho, pero aseguraba que debía tratarse del mismo. Empezó a sentirse observado y comenzó a mirar a todos lados.

-¡Curt!-volvió a llamar.

No hubo respuesta. O su compañero se fue…o algo pasó. Pensó en qué tan lejos debía de estar la entrada del parque. No tuvo tiempo de aprenderse un mapa del lugar. La verdad, tampoco le vio el interés. Ahora, perdido entre la rueda de la fortuna y un carrusel, en plena noche, lo hubiera deseado más que nunca.

Entonces, una idea cruzó su mente. El parque estaba rodeado por un muro de casi 3 metros. Contempló la posibilidad de ir por el borde y así encontrar la salida. Y estaría también alerta ante cualquier peligro. De modo que, viendo que el muro estaba a pocos metros de la rueda de la fortuna, se dirigió hacia él. Lo bordeó y empezó a buscar la entrada donde empezaba.

De pronto, escuchó un chirrido que le recordó a los zapatos de los payasos. Se heló ante la posibilidad de… Detrás de él, corriendo también, estaba el payaso con el bolo grande de boliche. Roger echó a correr más rápido. No quería pensar en lo que ese payaso le haría si lo alcanzara.

Trató de no perder de vista el muro ya que a veces tenía que rodear alguna carpa o kiosco que estaba justo atravesando su camino. Debió de correr varios minutos que le pareció una eternidad. Ya tenía que haber encontrado la salida hacía un momento, pero solo había más atracciones y más atracciones. No podía ser posible. El parque no podía ser tan grande. No tenía ningún sentido. Visto desde la calle apenas se llevaba una cuadra. No podía ser más grande por dentro que por fuera.

Su miedo se convirtió en paranoia ante esta posibilidad. Volvió a mirar atrás y el payaso seguía atrás de él. Estaba cansado, muy cansado. No encontraba la maldita entrada. Lo último que quería él era descansar, pero las piernas empezaron a fallarle. Comenzó a disminuir la velocidad y no pudo evitar detenerse. Notó que le temblaban. Miró nuevamente y vio que el payaso también se detuvo, pero lo miraba muy fijamente. Esa sonrisa, esos ojos, lo inquietaban. ¿Por qué se llevó los brazos hacia atrás?

No lo consideró un peligro. Tal vez el payaso estaba tratando de jugar con él. Sea como fuera, quiso seguir corriendo. Para su asombro, cuando volteó la mirada, una figura espectral estaba enfrente de él. Era un señor viejo, de casi 90 años. Estaba medio calvo, mostrando un poco de pelo canoso en su cabeza. Tenía un traje de hombre de negocios. Lo primero que se le vino a la cabeza fue que era Todd Hammond.

El fantasma cambió radicalmente de un momento a otro. Lo que alguna vez parecía la figura de un señor mayor, ahora cambió a la de un cadáver en estado de descomposición, casi esquelético, que a Roger le provocó un pavor total. Emitió un grito que resonó entre los oídos del desafortunado.

Se dio vuelta para volver a correr. Sin embargo, chocó con el payaso. Había olvidado al maldito payaso. Ahora tenía más miedo que antes, ya que lo miraba de una manera más siniestra que antes. Hizo un pequeño movimiento de brazos que rodearon a Roger, que acabaron en una palmada. Hubiera jurado que al mismo tiempo escuchó el ruido del metal caer. Aterrado y sin tiempo para bromas, Roger trató de rodear al payaso, pero este, agarrándolo fuertemente, lo empujó hacia atrás.

Roger gritó adolorido cuando cayó en el suelo. Se dio cuenta de que su pierna estaba dentro de una trampa para osos. El pánico y la desesperación empezaron a dominarlo. Seguía dando alaridos mientras el payaso procedía a rodearlo lentamente. Similar a los trucos ilusionistas de los magos, sacó de su espalda el bolo grande de boliche. Lo sostuvo por la punta y… Lo siguiente que Roger recordó fue el payaso asestando una y otra vez el bolo contra su cabeza y a su lado estaba nuevamente la figura de Todd Hammond.

Halloween es una época interesante del año. Las familias adornan sus casas con decoraciones de fantasmas, calabazas linternas, telarañas. Los niños acostumbran vestirse de monstruos, brujas o personajes de películas de terror.

Goony Island celebró Halloween también. Un misterioso corte eléctrico accidentalmente encendió el parque. Cuando la gente, especialmente los niños se asomaron para ver, creyeron que la cabeza cortada de Roger, ardiendo en la entrada del parque era parte de la decoración.

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