Good night
¡Feliz día de Reyes! Aunque ya es tarde para desearlo <3 Espero hayan tenido una asombrosa época, mucho mejor que la mía. Del mismo modo espero les guste este One-shot, producto de un comentario por parte de mi beffa punzifrost16love <3 Disfrútenlo.
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Las doce sonaron en aquel reloj que Rapunzel había obsequiado a la familia real de DunBroch.
— ¡Feliz año nuevo! —exclamaron los reyes de DunBroch alzando sus copas, chocándolas con el resto de los invitados.
La familia real de Corona estaba presente y la reina de Arendelle también había asistido acompañada de su simpático muñeco de nieve, Olaf.
La celebración la había sugerido Merida hace tiempo, movida por las ideas de Jack quien decía que en el mundo actual era una de las más importantes. Era el turno de que la princesa de DunBroch la organizara en su reino.
Sin embargo esta ocasión no había resultado de acuerdo a lo planeado.
Jack no había podido asistir ya que "ayudaría" a Norte con un desastre (causado por él, obviamente) en el taller. Razón suficiente para que la princesa de Corona, aunque estuviera sonriendo, no estuviera tan entusiasta como en los dos años anteriores que habían celebrado el comienzo de año.
La princesa rebelde tampoco se encontraba de buen humor. Parecía que su amigo vikingo debía "atender" asuntos políticos con su padre. Y no había forma de llegar.
Los jóvenes príncipes; Hamish, Hubert y Harris corrían jugando con Olaf y Pascal, mientras los Reyes de Corona y DunBroch intercambiaban palabras respecto a la alianza que habían formado.
—Elsa —habló Merida atrayendo la atención de la joven monarca—. ¿Cómo está tu hermana?
La mencionada salió de sus pensamientos.
—Oh, está cuidando a Kristoff... Se enfermó hace un par de días y le dije que se quedara con él.
— ¿No te sientes un poco sola? —preguntó tímidamente Rapunzel.
—No realmente, tengo a Olaf —señaló al muñeco con la mirada—. Pero sí extraño mucho a mi hermana...
"Y a alguien más..." pensó para sus adentros. Miró un poco avergonzada a Rapunzel. No estaba segura si ella aún tenía algún tipo de relación con Eugene... pero tampoco quería dejarle saber sus sentimientos a su prima respecto al joven ladrón.
—No te preocupes —habló en un tono despreocupado Merida colocando una mano en su hombro—. Tienes muy buena compañía aquí.
Los minutos pasaron y después de un rato los reyes comenzaron a retirarse. Frederick y Ariana se acercaron a despedirse de su hija.
—Buenas noches cariño —dijo Ariana depositando un beso en su frente.
Por su parte Fergus y Elinor cargaban los trillizos y se despidieron de Merida del mismo modo.
Elsa sonrió conmovida y miró un poco el fuego recordando con nostalgia a su hermana.Estaba segura que ella estaría bien con Kristoff, no tenía que preocuparse. Aún así los extrañaba. Incluso a Sven.
Olaf le avisó a la reina que se retiraría a dormir. Estaba agotado de jugar con los príncipes.
Merida sirvió un poco de la reserva especial de su padre en tres copas. Rapunzel y Elsa la miraron con curiosidad.
—Ya que sólo estamos nosotras propongo un brindis.
Las dos primas tomaron sus copas con una sonrisa.
—Por un año lleno de aventuras —habló la pelirroja para después chocar su copa con las demás y dar un sorbo a su bebida junto con sus acompañantes—. Bien, les toca, chicas.
Elsa pareció pensarlo pero después sonrió.
—Propongo un brindis por un año más emocionante.
Volvieron a chocar las copas entre risitas y a beber.
—Oh, esperen... —habló Rapunzel rebuscando entre su bolsa un extraño aparato—. Me lo dio Jack... —agregó con un pequeño sonrojo—. Es una "radio", y se puede escuchar música de ahí adentro.
La joven de cabello largo encendió el pequeño aparato y se aclaró un poco la garganta.
—Bien, yo propongo un brindis por un año con más amor... —dijo con una sonrisa sincera.
Elsa rio en voz baja y Merida hizo una mueca burlona.Nuevamente dieron otro sorbo y risas.
—Deberíamos hacer esto más seguido —dijo Merida.
—Quizá para otra celebración —respondió Elsa—. ¿Otro brindis?
En respuesta las aún princesas alzaron sus copas.
—Por un año de más reuniones...
Y así un brindis y otro... Más risas, más bebida, más bromas. Era un punto sin retorno, habían empezado las confesiones.
(N/A: A partir de esta escena imaginen un *hip* entre cada 3 ò 2 palabras de las chicas).
—Si te soy sincera, creí que te gustaba Jack —dijo Rapunzel dirigiéndose a Elsa bebiendo nuevamente.
— ¿Jack? ¿Por qué? —preguntó la reina de Arendelle totalmente extrañada.
—Ya sabes... —la rubia se encogió de hombros— Ambos tienen poderes de invierno... y él es increíble —agregó con un suspiro.
—Para nada. No es mi tipo —dijo Elsa un poco hastiada.
—O sea que nuestra reina tiene un tipo —dijo burlonamente la pelirroja—. ¿Es un príncipe?
Elsa negó entre risas.
—No, es un plebeyo —respondió sincera bebiendo nuevamente de su copa.
— ¡Amor prohibido! —exclamó la princesa de DunBroch con un tono malicioso—. Son los más interesantes.
—Se ve que eres experta en la materia, Mer —le respondió la princesa de Corona con la intención de avergonzarla.
Sin embargo la pelirroja no se inmutó y sonrió con suficiencia.
—Digamos que te llena de adrenalina ese tipo de amor.
Más risas estallaron. Aunque la ausencia de ciertas personas entristecía el corazón de sus majestades estaban pasando un buen momento.
Merida volvió a llenar las copas. Rapunzel se levantó y empezó a bailar cerca de la mesa ante los aplausos de su prima y su mejor amiga.
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—No me digas que ya que la reunión era en casa de tus futuros suegros decidiste faltar... —habló burlonamente Jack—. Eso no te ayudará a salir de la friendzone, ¿sabes?
Hipo le miró de mala manera mientras Chimuelo emitía algo parecido a una risa.
—Sabes más que nadie que me hubiese gustado pasar esta noche con Merida... —el joven vikingo suspiró—. Pero necesitaba atender los últimos detalles de la alianza con su reino. No quiero que papá se arrepienta.
—No te justifiques conmigo. Justificate con la cabeza de fuego.
— ¿Y tú porque no estás allá? Seguramente dejaste a Punzie con el corazón destrozado.
Sintió mucha culpabilidad de dejar a su princesa favorita sola.
—No creo que el rey Frederick quisiera verme después de la guerra de nieve del año pasado... —dijo el guardián de la diversión con un poco de vergüenza.
—Sabes que la reina Ariana intercede mucho por ti.
Jack miró la luna y sonrió.
—Pero creo que se sentirán felices por la sorpresa que les daremos —añadió el guardián.
—Eso espero... aunque es más probable que estén durmiendo y nos reciban a flechazos y sartenazos... —dijo Hipo con pesar.
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— ¿Es en serio, Anna? —Eugene se lamentó—. No hay barcos a esta hora que me lleven a DunBroch. Ni siquiera trineos que me lleven al puerto.
— ¿Tanta es tu urgencia de ver a mi hermana? —dijo la princesa de Arendelle.
—Sí —el joven respondió con firmeza, sin duda alguna.
Anna sonrió.
—Esa respuesta quería oír.
Los estornudos de Kristoff resonaron en la habitación mientras Anna rebuscaba en el escritorio de Elsa.
— ¿Así que tú también caiste ante una de las hermanas de Arendelle? —Kristoff bromeó un poco. Eugene sonrió y asintió.
—Es imposible resistirse —el castaño respondió con sinceridad.
— ¡Aquí está! —exclamó Anna sacando una pequeña esfera de nieve—. Supongo que conoces su funcionamiento.
—He visto un par de veces como las usa Raps —respondió Eugene.
—Bien, te deseo suerte —dijo la pelirroja con una sonrisa y abrazó al castaño—. Me alegra que pertenezcas a la familia.
—Hey zanahoria, aún no estamos seguros de eso —dijo Eugene un poco avergonzado.
—Es más que obvio, hermano —dijo Kristoff con una sonrisa.
—No pierdas más tiempo y véte —ordenó la princesa de Arendelle.
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—De seguro está con la odiosa de su ex... —Merida espetó con furia aunque su corazón parecía quebrarse.
—Oh Mer —Elsa acarició su hombro en señal de comprensión.
—Te digo que no la ama... Entiendelo pelirroja —respondió Rapunzel tratando de consolarla.
— ¿Es por que soy un año menor que él? ¿O porque no soy vikinga? —preguntó la princesa de DunBroch con los ojos llorosos.
—Si te soy honesta, yo tampoco creo poder superar a la ex de Eugene —lloriqueó Elsa.
— ¿Quién es la ex de Eugene? —preguntó Rapunzel confundida.
Merida y Elsa le miraron incrédulas.
—Olvídalo, Zel —dijo Elsa bebiendo nuevamente. Tal vez había sido un error confesar sus sentimientos por Eugene.
— ¿Por qué hemos comenzado a hablar de esto? —preguntó la rubia largo cabello-. Somos tres princesas...
—Reina... —puntualizó Elsa.
—Da igual, debemos mostrar nuestra mejor sonrisa pese a la adversidad... y el dolor.
Las otras dos chicas le miraron como si Rapunzel hubiese dicho el secreto de la felicidad. La rubia por su parte las animó a levantarse a bailar.
Merida se dejó llevar por la emoción de su mejor y se subió a la mesa comenzando a danzar al ritmo de una canción. Elsa y Rapunzel aplaudían y gritaban al ver como la princesa de DunBroch bailaba desinhibida.
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—Las puertas del castillo están cerradas, pero podemos entrar por una de las torres... —dijo Hipo con seguridad—. Merida siempre deja abierta una para que Chimuelo pueda pasar.
—Se ve que vienes muy seguido... —Jack habló en un torno burlón antes de chocar con algo. O alguien.
Jack frunció el ceño al levantarse.
— ¿Qué rayos haces aquí? —preguntó el guardián con molestia—. ¿Vienes a molestar a Punzie?
—Relájate, Frost... —dijo Eugene rodando los ojos—. No vengo a ver a Raps... vengo a ver a alguien más.
—Debe ser a la reina Elsa, ¿no? —habló Hipo mientras el otro castaño asentía.
—Sí, pero tal parece que las puertas ya están cerradas.
Jack aun le miraba con desconfianza. No podía evitar sentir celos de él, siendo el primer chico en su vida. Los tres chicos y el furia nocturna subieron pues a una de las torres y entraron al castillo en silencio pensando que todos dormían ya.
Mas Jack alcanzó a reconocer una melodía.
—Punzie sigue despierta —susurró el albino. Los tres chicos continuaron caminando hasta llegar a la habitación donde horas antes se había llevado acabo el banquete.
La princesa Merida seguía bailando sobre la mesa. Rapunzel brincaba de un lado a otro al ritmo de su mejor amiga mientras su prima sostenía su copa aún tambaleándose un poco, riéndose de ambas princesas.
—Demonios... —susurró Jack mientras los otros chicos miraban atónitos a las jóvenes. Chimuelo emitió un ruido atrayendo la atención de las tres chicas.
— ¡Jacky! —exclamó Rapunzel corriendo a abrazar al guardián del invierno colocando sus brazos alrededor de su cuello.
Extrañado, el albino correspondió al gesto.
—Punzie, ¿qué pasó aquí? —preguntó Jack tomándola de la los hombros.
Rapunzel rio como tonta.
—Nada... ¡Te extrañé mucho! —la rubia se abalanzó sobre él decidida.
Merida hizo una mueca de asco al ver a su amiga sobre su amigo.Al dar un mal paso casi cae de la mesa, siendo rescatada por el joven vikingo y su dragón.
—Ten cuidado princesa —dijo Hipo con preocupación.
— ¡Estoy bien! No necesito un caballero —dijo la pelirroja con molestia tambaleándose nuevamente.
Chimuelo alcanzó a detenerla.
—Gracias, lagarto —dijo con cariño mientras Hipo miraba con recelo al animal.
—Esta no es hora para estar despierta, su majestad —habló Eugene dirigiéndose a la reina de Arendelle.
—Yo puedo hacer lo que quiera, Eugene —la joven intentó beber nuevamente de su copa pero Eugene se la quitó.
—Ya fue suficiente, Els.
—Tú no me dices que hacer —la monarca le arrebató su copa y tomando la botella salió corriendo.
— ¡Elsa! —Eugene corrió detrás de ella.La chica bebía de su copa y de la botella.
— ¿Vas a robarme, acaso?
La reina se escondía entre los pasillos del castillo vigilando como el castaño la seguía.
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— ¿Porque me dejaste sola, copito? —preguntó Rapunzel con un puchero sin alejarse del guardián. Él por su parte tragó saliva mirando a otro lado, pues la cercanía realmente le estaba afectando.
—Ya te dije, greñuda estaba...
— ¿Ya no quieres verme? —la rubia preguntó con un poco de tristeza.
— ¿Qué? No, no, no es eso princesa —Jack explicó rápidamente al ver las pequeñas lagrimitas que empezaban a salir de los ojos de Rapunzel.
— ¿No? —preguntó la rubia con sus ojitos iluminados.
—No, princesa —le respondió con una sonrisa.
—Entonces... ¿Tampoco estás molesto conmigo?
—Para nada, Punzie.
—Es un alivio oír eso —la rubia seguía acercándose a su cuerpo de una manera que ponía "en peligro" al albino.
Jack sólo apretó los labios comenzando a temblar.
—Pu-punzie... estás ebria...
— ¿Qué es estar ebria? -preguntó la princesa de Corona con confusión.
—Be-bebiste demasiado de la reserva del rey Fe-fergus...
Rapunzel sonrió y acarició su rostro. Otra canción comenzó a sonar y ambos dirigieron su vista a la pelirroja quien nuevamente se había subido a la mesa a bailar.
—Princesa, te caerás nuevamente —habló Hipo preocupado.
—No eres mi madre... —dijo la princesa de DunBroch moviéndose con sensualidad al ritmo de la canción.
— ¡Demuéstrale quien manda, Mer! —gritó Elsa riendo huyendo de Eugene nuevamente.
—Baby I don't need dollar bills to have fun tonight... —canturreó Merida mientras seguía moviéndose sobre la mesa.
— I love cheap thrills! —contestó Rapunzel como si fuese el coro ante la mirada atónita de Jack.
Hipo no pudo evitar sonreír al ver como Merida lucía tan alegre danzando en la mesa. Chimuelo y él estaban al pendiente de que la pelirroja no terminara en el suelo. Merida dio otra vuelta tropezando y cayendo por segunda vez en los brazos del chico vikingo.
— ¡Te tengo! —exclamó el joven sujetándola con firmeza.
—Siempre haciéndote el héroe... —Merida deslizó su dedo índice por el pecho del castaño.
—No-no es cierto... —respondió Hipo un poco avergonzado.
—Claro que lo es... —insistió Merida deslizando ahora su dedo por su cuello hasta llegar a su barbilla y miró con curiosidad—. Hace mucho que no veía tu cicatriz...
Hipo desvió la mirada.
— ¿Ah sí?
—Sí... le dije a Punzie que te hacía ver más varonil... —Merida confesó de repente sin dejar de mirar cada detalle de su rostro.
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Tomó otra bocanada de aire.
— ¿Ya te cansaste de seguirme? —le interrumpió la reina de Arendelle entre risas.
—N-no —contestó Eugene apresurándose a seguirla a través de las escaleras rogando que no llegara al final de la torre antes. Elsa salió comenzando a girar sobre si misma sin ningún cuidado y, cuando en un descuido parecía caer, una mano la detuvo.
— ¡Hey! Solo me estaba asomando —se justificó al encontrarse con la mirada preocupada de Eugene—. ¿T-te asusté?
—Obviamente... —respondió el castaño hincándose junto con ella acariciando una de sus mejillas—. No vuelvas a exponerte así, mi reina...
Ante esas palabras la joven monarca se ruborizó.
—Creí que venías a ver a Punzie...
—Vine a verte a ti, tonta —Eugene le miró con ternura—. Anna me dijo que estarías aquí.
— ¿Viniste desde lejos solo para verme a mi? —la joven le miró ilusionada y rio tontamente.
Eugene asintió.
— ¡Soy tan feliz! —exclamó la reina lanzándose a sus brazos recargando su cabeza en el pecho del castaño. Pudieron pasar varios minutos en los que permanecieron abrazados.
—Eugene...
— ¿Si, Elsa? —el castaño le miró con cariño.
—Debo ir al baño...
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—Tus pecas se ven muy tiernas... —Merida rio mientras que con su dedo picoteaba las mejillas del chico vikingo.
El joven sólo asentía sonrojado. Merida dirigió sus manos hacia el pelo de él.
—Y tu cabello es muy suave, más de lo que imaginé... —volvió a hablar la pelirroja con una sonrisa enorme.
—Mer... De-debes irte a dormir, ya es tarde... —dijo Hipo tratando de mostrar firmeza.
—De acuerdo, dragon boy —Merida se bajó a regañadientes de sus brazos, sin embargo se tambaleó siendo auxiliada inmediatamente por Hipo y Chimuelo.
— ¡Estoy bien! —dijo la princesa de DunBroch separándose de ambos. Mas las piernas no le ayudaron mucho.
—Te llevaré a tu habitación.
Un poco avergonzada la pelirroja se dejó ayudar.Rapunzel reía al ver la escena.
—Yo también quiero dormir, Jacky —estiró sus brazos para que el guardián la levantara.
Frost tragó saliva.
—Bien... te ayudo a levantarte.
—No. Cargáme... —insistió la rubia. Jack suspiró y se inclinó para que Rapunzel subiera en su espalda. La princesa aplaudió sonrió subiéndose sobre él.
—Está arriba, a lado de la de Mer —explicó la joven de largo cabello.
—Entendido —respondió Jack un poco pensativo. Un escalofrío recorrió su espina dorsal cuando sintió la respiración de la joven.
—Hueles rico, copito —comentó Rapunzel como si fuese algo muy común.
—Gra-gracias... —respondió el guardián del invierno avergonzado. Ambos se callaron al ver pasar a Eugene y Elsa corriendo.
— ¡Permiso! —exclamaba Eugene mientras Elsa continuaba riendo—. ¡Lo siento!
— ¡Adiós Punzie! ¡Adiós Jack! —exclamó Elsa sin dejar de reír. Minutos más tarde Eugene esperaba a que Elsa saliera.
La reina salió apoyándose de la pared.
—Nunca me sentí mejor —Elsa se dejó caer en los brazos de Eugene.
—Dejarás de pensar eso en la mañana... —habló el castaño con burla.
— ¿No podemos beber otra ronda? —preguntó Elsa con un puchero.
—No, Els.
—Els, suena tan bonito cuando lo dices tú —sonrió la reina.
— ¿Te agrada? —preguntó Eugene con una sonrisa.
—Y mucho —admitió Elsa mientras una risita escapaba de sus labios. Eugene acomodó un mechón de cabello de la joven monarca detrás de su oreja.
—Incluso en ese estado te ves hermosa.
Elsa bajó la mirada sin dejar de sonreír. Después Eugene hizo una reverencia.
—Majestad, ¿me permitiría ir a dejarla a sus aposentos?
—Por supuesto, distinguido caballero —respondió Elsa mientras correspondía a su gesto.
Eugene ayudó a Elsa poco a poco a subir las escaleras. Al llegar a la puerta de su habitación Elsa le miró insistente.
—No te vayas, por favor —suplicó Elsa.
Eugene le miró con cariño.
—Debo irme. Elsa lo jaló hacia su habitación sin preguntar, empujándolo hacia la cama, cayendo sobre él. Esta vez Eugene se sonrojó.
—No-no me dejes, Eugene —pidió la monarca recostándose en su pecho.
Eugene intentó no moverse, lentamente dirigió sus manos a la espalda de la reina y suspiró. Después de unos minutos comenzó a oír unos ronquidos por parte de Elsa.
—Oh no... —Eugene trató de separarse pero con una sonrisa Elsa lo apretó aún más. Jadeó derrotado.
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— ¡Arre caballo blanco, arre! —decía Rapunzel entre risas mientras jalaba un poco el cabello de Jack—. ¡Más rápido!
—Si sigues jalando mi cabello te aventare a la habitación y me iré —advirtió el albino.
— Perdóname, Jacky —contestó Rapunzel con culpa—. Por favor no te vayas.
—Esta bien Punzie —Jack suspiró después de entrar a la habitación, posteriormente la bajó de su espalda. La rubia lo abrazò con fuerza.
—Te quiero —confesó la princesa de Corona.
—Yo también te quiero, parlanchina —respondió Jack con una sonrisa.
— ¡No! No me entiendes, copito... —dijo Rapunzel separándose de él, mirándolo fijamente.
— ¿A qué te refieres, princesa? —el guardián le miró confundido.
—Yo te quiero... y mucho... mucho más de lo que tú podrías imaginarte —Rapunzel se acercó más a él—. Cre-creo que estoy enamorada de ti.
El guardián de la diversión quedo en shock, intentaba procesar la información.
—Punzie, ya estás bastante ebria. Por favor... No bromees así —habló Jack en tono serio.
— ¿Por que no me crees? —exclamò Rapunzel viéndolo fijamente con desesperación. De repente mantuvo su mirada en los labios del guardián, parecían atraerla lentamente.
—Te lo puedo probar... —aseguró la princesa de Corona. Se mordió el labio inferior al verlo a los ojos nuevamente. Ya había tomado una decisión.
Jack le miró de manera retadora, fue entonces cuando Rapunzel se abalanzò sobre èl presionando no solo su cuerpo sobre el albino, sino también sus labios con los suyos. La fuerza de joven tuvo hizo que ambos cayeran sobre la cama.
Jack tenìa una lucha moral interna. Sabía que su amiga no estaba en pensando correctamente, pero por una parte èl había deseado ese beso desde hace tanto tiempo atrás.
Inconscientemente movió sus manos hacia su espalda. Ella por su parte, al estar encima del albino, acariciò su rostro con ternura.
—Dime que sientes lo mismo, Jack... por favor —pidió Rapunzel en susurro.
El guardián sonrió cálidamente entre besos.
—Sí, Punzie... yo también estoy enamorado de ti —confesó el albino, arriesgándose a decirle toda la verdad.
Rapunzel sonrió llena de felicidad.
—Eres mi guardián, mi Jack... —susurró la joven sin ocultar su alegría.
El joven sonrió y acomodó a la princesa, recostándola en su pecho y con un tono suave comenzó a cantarle una de sus melodías favoritas.
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El joven vikingo abrió la puerta con un suave golpe en la puerta.
—Listo, mi lady —dijo el castaño al entrar a la habitación, después mirió a su dragón—. Ve al cuarto de estudio, amigo.
—Eres muy lento... ya envejecí —le molestó la pelirroja.
—Perdone usted, princesa por no cumplir con sus expectativas —respondió Hipo con tono ofendido.
Merida rio un poco sin quitar la mirada del joven vikingo.
— ¿Qué te hace reír tanto, Mer?
—Que mi mamá se desmayaría si me encontrará así con un hombre en mi habitación —explicó como si fuese lo más obvio.
— ¿Por qué?
—Bueno... aunque tú eres un hombre apuesto, no dejas de ser un vikingo —respondió la pelirroja, y por un segundo se mordió el labio—. Pero sobre todo no estaría feliz de que un hombre esté en mi habitación... antes de que esté casada.
Hipo rio.
—¿Quieres decir que si estuviésemos casados no habría problema? —dijo el vikingo en tono burlón.
—Naturalmente —respondió Merida con una sonrisa.
Una sonrisa involuntaria se dibujó en los labios de Hipo.
—Pero a tus padres no les gustaría la idea de que estuvieras con un vikingo.
— ¿Y quién dice que pediría permiso a ellos? —Merida respondió haciendo un puchero.
—Te exiliarían de DunBroch.
— ¿No me darías refugio en Berk? —esta vez el tono de Merida fue suave, como un ronroneo y movió su mano por el rostro de Hipo.
El castaño tragó saliva pero asintió.
—Entonces no necesitaría más —dijo Merida complacida.
—T-tendrías que renunciar a tu título como princesa...
—DunBroch aún tendría a mis hermanos... —respondió Merida como si fuese lo más obvio.
— ¿Re-renunciarías a todo eso por la persona que a-amas?
—Por ti lo haría, chico dragón —habló la pelirroja sin mostrar duda en su tono.
Hipo no supo que responder. Lucía tan determinada, tan segura de lo que decía.
— ¿Los dragones te comieron la lengua, vikingo? —preguntó la princesa con burla.
—N-no —contestó Hipo mirándola fijamente.
Rápidamente la bajó de sus brazos a su cama. Quiso huir pero Merida tomo antes su mano.
—Espera Hipo... —pidió viéndole intensamente—. Alguien podría verte salir de aquí... y no sería muy bueno para mi...
—Pero...
Merida colocó un dedo sobre sus labios para que se callara.
—No quiero que mi padre termine atacándote... y no lo hará no precisamente porque seas vikingo...
Hipo se sentó entonces en la cama mirándola fijamente y acomodó uno de sus rizos. Merida comenzó a ruborizarse.
— ¿De verdad me protegerías, incluso de tu propio padre? —preguntó el vikingo con dulzura.
—Por ti haría lo que fuera —le respondió la princesa acariciando su mejilla con dulzura.
En cuestión de segundos ambos habían acortado aún más la distancia entre sus rostros.
Finalmente Merida había tomado la iniciativa y besó los labios del vikingo, acariciando su rostro.
El castaño correspondió a ese beso suspirando.
—Ju-juráme que lo que sientes es real —suplicó Hipo entre besos.
Merida asintió mientras seguía besándolo. Mordió un poco el labio inferior del castaño.
—L-lo juro vikingo... —la princesa le miró fijamente para que creyera en su palabra.
Esta vez Hipo separó sus labios y comenzó a besar la frente se la pelirroja.
—Quédate conmigo, esta noche... ya es tarde —suplicó Merida.
Hipo asintió no resistiendo a la mirada de la princesa.
Ambos se acomodaron en la cama e Hipo se aseguró de que la pelirroja estuviese cómoda.
Contó algunas historias de dragones hasta que la princesa de DunBroch cayó rendida.
Las locuras del día de hoy habían terminado.
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