Good Luck, Babe!
El día de la boda había llegado. La Madriguera estaba adornada con luces, flores y cintas doradas que serpenteaban entre los árboles del jardín.
Los Weasley se movían de un lado a otro ultimando los detalles, y los invitados llegaban poco a poco, llenando el lugar con risas y pláticas animadas.
Madison, como dama de honor, tenía un papel importante en todo el evento. Había ayudado con la decoración, asegurándose de que todo fuera perfecto, y ahora estaba en la habitación con Hermione, ayudándola a arreglarse para el gran momento.
Hermione estaba sentada frente al espejo, con el cabello recogido en una media cola, decorado con pequeñas flores blancas.
(no se como explicar bien, algo así)
Su vestido era sencillo pero hermoso, de un blanco puro que contrastaba con el rubor de sus mejillas. Madison, parada detrás de ella, ajustaba los últimos detalles del pelo.
-Te ves... hermosa. -dijo Madison, intentando que su voz no temblara.
Hermione la miró a través del espejo y esbozó una pequeña sonrisa, aunque sus ojos estaban llenos de algo que no podía ocultar.
-Gracias, Maddie. -susurró.
Madison retrocedió un paso, observándola por última vez antes de que todo cambiara para siempre.
«¿Por qué tenía que ser hoy? ¿Por qué tenía que ser ella?»
Pensó.
Cuando llegó el momento, Madison tomó su lugar en el altar, al lado de Ron y los demás. Vio cómo Hermione caminaba lentamente hacia ellos. Los invitados murmuraban elogios sobre lo hermosa que se veía, pero Madison no podía escuchar nada de eso. Sus ojos estaban fijos en Hermione, y su mente inundada de pensamientos sobre lo que pudo haber sido.
Hermione también la miró de reojo mientras avanzaba, y por un instante, el ruido a su alrededor desapareció. Sus pensamientos eran un torbellino:
«Todo sería mejor si fuera Madison quien me esperara allí. Si tan solo pudiera ser ella...»
El tiempo pareció detenerse cuando Hermione llegó frente a Ron. Él sonrió, emocionado, mientras ella le devolvía una sonrisa vacilante.
Hagrid, quien oficiaba la ceremonia, comenzó a hablar con su característica voz grave y cálida.
Madison intentaba mantenerse firme, pero su corazón latía con fuerza en su pecho. Cada palabra de Hagrid era como un peso que la hundía más y más.
Miró a Sara, quien estaba entre los invitados, su rostro lleno de amor y apoyo.
«Ella no merece esto, no así...»
Finalmente, llegó el momento.
-Hermione Jean Granger, ¿aceptas a Ronald Bilius Weasley como tu legítimo esposo, para amarlo y cuidarlo en la salud y la enfermedad, todos los días de tu vida? -preguntó Hagrid.
El aire se volvió tenso. Madison, desde su lugar, sintió que su pecho se apretaba. Su mirada se cruzó con la de Hermione. Fue un instante, pero bastó para que todo lo demás desapareciera.
Sin pensar, Madison gesticuló con los labios: "No lo hagas."
Hermione lo vio claramente. Su respiración se agitó y sus ojos se llenaron de lágrimas. Por un momento, pareció que iba a decir algo diferente, que el mundo podría cambiar en ese instante.
Pero entonces, sintió las miradas de todos los presentes, la presión de los años, de las expectativas, y su voz salió débil pero clara:
-Acepto.
Madison bajó la mirada, tratando de contener las lágrimas, mientras Hagrid observaba de reojo cómo su expresión se desmoronaba.
Las palabras finales de la ceremonia se sintieron como una eternidad para Madison. Cada aplauso, cada felicitación.
Mientras Ron y Hermione se besaban para sellar su unión, Madison pensó que ese sería el recuerdo más doloroso que llevaría consigo.
Pero incluso en ese dolor, una certeza empezó a formarse en su corazón: tenía que dejar ir a Hermione, por fin. Por su bien, por el de Sara, y por ella misma. Era la única forma de seguir adelante.
«Te amaré siempre, Hermione, pero esta será la última vez.»
Semanas después de la boda, todo había vuelto a como era antes.
Madison volvió a su rutina con Sara, enfocándose en su relación, en el trabajo y en lo que podía controlar. Pero había noches en las que pensaba en como estaría Hermione.
Una tarde, mientras revisaba el correo, encontró una carta que reconoció al instante.
La caligrafía de Hermione era inconfundible. Su corazón dio un brinco al tomarla en sus manos. Por un momento, consideró no abrirla, pero sabía que no podía ignorarla.
Al desdoblar el pergamino, el familiar aroma de Hermione le llegó como un recuerdo lejano. Comenzó a leer:
"Querida Maddie,
Sé que probablemente esta carta es lo último que esperas recibir de mí, pero siento que debo escribirte, aunque sea tarde. Sé que no tengo derecho a pedirte nada, pero por favor, escúchame.
Me casé porque creí que debía hacerlo. Durante años me convencí de que podía amar a Ron como él merecía, como se espera que ame a mi esposo. Pero desde la primera vez que te vi, supe que mi corazón siempre te pertenecería. Intenté ignorarlo, intenté convencerme de lo contrario, pero fue inútil. En el altar, cuando te vi gesticular 'no lo hagas', supe que tenías razón.
Tú me lo dijiste, Maddie. Lo que siempre había sido evidente y lo que yo me negué a aceptar. Pero me dejé llevar por el miedo, por las expectativas, y ahora estoy aquí, atada a una vida que no es la que quiero.
Nunca quise lastimarte, pero sé que lo hice. No puedo cambiar el pasado, pero puedo confesarte que nunca dejé de amarte. Siempre has sido tú, Madison. Y ahora, con esta carta, lo único que espero es que puedas perdonarme por haber tardado tanto en darme cuenta.
Con todo mi amor,
Hermione."
Madison sintió un nudo en la garganta al terminar de leer. Las lágrimas brotaron, no por tristeza ni por enojo, sino por el peso de algo que finalmente llegaba a su desenlace.
Sabía que debía responder, aunque no fuera con las palabras que Hermione esperaba. Tomó una pluma y un pergamino y comenzó a escribir:
"Hermione,
Gracias por tu carta. Me alegra saber que finalmente pudiste ser honesta contigo misma, aunque te haya tomado tanto tiempo. No voy a mentirte, leer tus palabras reabrió heridas que creía cerradas, pero también me hizo darme cuenta de que había una parte de mí que seguía esperando escuchar lo que escribiste.
Sin embargo, mi vida ha cambiado. Estoy con alguien que me ama como siempre quise ser amada, alguien que está aquí para mí sin dudas. No puedo volver a ese lugar en el que esperarte era lo único que sabía hacer.
Te deseo lo mejor, Hermione. Ojalá encuentres la valentía para vivir la vida que realmente deseas...
Buena suerte, linda.
Madison."
Selló la carta y la envió con su lechuza esa misma tarde.
Cuando el pergamino desapareció en el aire con un destello, Madison sintió una paz que no había sentido en años. Había cerrado un capítulo, y esta vez, lo hacía por ella misma...
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