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Las vacaciones de Madison habían comenzado de una manera completamente distinta a lo que había imaginado.
Lo que ella esperaba era relajarse y disfrutar del tiempo libre con su familia, pero el dolor y la rabia por lo ocurrido con Hermione no la dejaban en paz.
Los primeros días en casa los pasó encerrada en su habitación, ignorando las bromas de sus hermanos y las invitaciones de Ginny para salir.
Ron intentó animarla, pero cada vez que lo veía, solo le recordaba a Hermione y su comportamiento en aquella fiesta.
Madison no podía evitar recordar una y otra vez la última conversación que tuvieron.
«Ella nunca me va a aceptar»
Pensaba cada vez que cerraba los ojos, y ese pensamiento la quemaba por dentro.
Pasaban los días, y aunque intentaba distraerse leyendo, practicando hechizos o ayudando en La Madriguera, todo le recordaba a Hermione.
Cada rincón, cada objeto, parecía tener alguna conexión con ella.
Por las noches, se quedaba despierta mirando al techo, preguntándose si Hermione estaba pensando en ella o si, por el contrario, ya la había olvidado.
A finales de julio, su madre insistió en que saliera de casa.
-No puedes pasarte todo el verano aquí, Maddie. Necesitas despejarte -dijo Molly mientras le entregaba un bolso de compras pequeño.
-¿Qué necesitas que compre? -dijo Madison desinteresada.
-Aquí va todo -dijo Molly entregándole una pequeña lista. -No olvides que te amamos hija -dijo tomando de la mejilla a Madison.
Pero ella solo sonrió.
Madison entró a una tienda algo vieja que tenía muchos ingredientes para pociones.
-¿Cuál será este? -dijo susurrando para ella misma.
Fue en ese momento cuando se encontró a Sara.
Era una chica de cabello castaño claro y ojo color miel, una alumna de Hufflepuff que había ido a la misma tienda mágica que Madison para buscar ingredientes de pociones.
Sara tenía una energía hermosa y una sonrisa que parecía iluminar el lugar.
-¿Eso es polvo de luna? -preguntó Sara, acercándose a Madison mientras ambas esperaban en la fila.
-Al parecer, aunque dudo que me sirva para algo más que experimentos fallidos -respondió Madison con una sonrisa.
Al salir de ahí no pudieron evitar seguir hablando por horas. La conexión fue instantánea.
En los días siguientes, Sara y Madison comenzaron a verse con frecuencia, ya fuera para caminar por el pueblo o para practicar hechizos en algún rincón escondido.
Madison no podía evitar sentirse atraída por la confianza y la forma en que Sara parecía disfrutar de cada momento sin preocuparse por lo que los demás pensaran.
Por primera vez en semanas, Madison se sintió bien. Incluso comenzó a reír de nuevo y a disfrutar las bromas de Fred y George...
Pero justo cuando pensaba que tal vez podría dejar atrás lo que sentía por Hermione, llegó la carta.
Era un día soleado cuando Errol, la vieja lechuza de los Weasley, aterrizó torpemente frente a ella con un pergamino en el pico. Madison reconoció la caligrafía impecable en cuanto lo vio. Su corazón se detuvo un momento.
-¿Qué es eso? -preguntó Sara con curiosidad, pero Madison negó con la cabeza.
-Nada importante -mintió, guardando la carta en su bolsillo.
Esa noche, después de asegurarse de que todos estuvieran dormidos, encendió una lámpara y sacó el pergamino. Sus manos temblaban mientras lo abría y comenzaba a leer:
"Madison,
Sé que probablemente esta sea la última carta que quieras recibir, pero necesito escribirte esto porque si no lo hago, siento que no voy a poder seguir adelante.
Desde que terminó el curso, no he dejado de pensar en nosotras, en todo lo que pasó y, sobre todo, en todo lo que no pasó porque no tuve el valor suficiente para enfrentarlo. Quiero que sepas que te extraño más de lo que puedo poner en palabras. Cada rincón de mi casa me recuerda a ti, y cada noche me culpo por cómo actué.
No sabes cuánto me arrepiento de haber sido tan cobarde. Te fallé, Maddie, y lo peor es que sabía que te estaba lastimando mientras lo hacía. Tenías razón: intenté escapar de mis sentimientos, fingí que no estaban ahí, pero es imposible.
Contigo viví los mejores momentos de mi vida. Tus sonrisas, tus palabras, tus abrazos... todo lo que compartimos se quedó grabado en mí. No importa cuántos libros lea o cuánto intente distraerme, siempre vuelvo a ti.
No sé si puedas perdonarme, y tampoco sé si merezco que lo hagas, pero quería que supieras lo que siento. Te quiero, Madison. Te quiero como nunca he querido a nadie, y lamento no habértelo demostrado como debía.
Sé que probablemente estés mejor sin mí, y si es así, no te voy a molestar más. Pero si hay una mínima posibilidad de que aún sientas algo por mí, por favor, escríbeme. Estaré esperando.
Con todo mi corazón y con mucho amor...
Hermione."
Madison terminó de leer la carta con lágrimas en los ojos. La había leído una y otra vez, cada palabra clavándose más en su corazón. Quiso odiarla por el dolor que le había causado, pero era imposible.
Guardó la carta en su cajón y apagó la lámpara, tratando de calmarse, pero la confusión y el dolor eran abrumadores.
Sara apareció en su mente, con su risa fácil y su presencia cálida, pero ahora todo lo que sentía por ella parecía desvanecerse frente a la intensidad de lo que aún sentía por Hermione.
Esa noche, Madison no pudo dormir. Había llegado el momento de decidir entre el pasado que aún la atrapaba y el futuro que había comenzado a construir...
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