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El curso en Hogwarts había terminado, y Hermione regresó a casa con el corazón roto. Aunque solía encontrar consuelo en el aroma de los libros y el sonido de las páginas al pasar, esta vez ni siquiera su biblioteca personal podía calmarla.
Las primeras noches en casa fueron muy silenciosas, pero esa calma se acabó rápido.
Hermione se acostaba temprano, fingiendo estar cansada para evitar hablar con sus padres. Cuando el reloj marcaba la medianoche y las luces de la casa se apagaban, un nudo de emociones se apoderaba de ella.
En la soledad de su habitación, abrazaba su almohada con fuerza, como si esta pudiera llenar el vacío que sentía en el pecho. Las lágrimas caían sin control por su rostro.
Cada sollozo era una mezcla de arrepentimiento y culpa, porque sabía que todo lo que había ocurrido con Madison era su culpa.
«¿Por qué fui tan cobarde?»
Se repetía una y otra vez, recordando el brillo en los ojos de Madison al hablarle de hacer pública su relación. Un brillo que había apagado con sus miedos y dudas.
Pasaba las noches recordando cada momento juntas: las risas a escondidas, las conversaciones interminables, las miradas que decían más que las palabras. Era como si cualquier recuerdo se grabara con más intensidad, atormentándola por lo que había perdido.
-Fue el mejor año de mi vida -murmuraba para sí misma en la oscuridad, su voz apenas un susurro ahogado por las lágrimas.
Hermione no podía evitar recordar la dedicación de Madison, su forma de luchar por su relación, incluso cuando ella misma no podía hacerlo.
Cada vez que cerraba los ojos, la imagen de Madison alejándose después de aquella pelea en los pasillos aparecía como una escena recurrente en su mente.
La ausencia de cartas o noticias de Madison durante las primeras semanas de vacaciones solo agradaba su dolor.
Intentó escribirle varias veces, pero siempre terminaba rompiendo el pergamino.
«¿Qué podría decirle que no suene tan vacío?»
Pensaba, sintiéndose atrapada en su propio silencio...
Durante el día, intentaba distraerse. Ayudaba a su madre en la cocina, cuidaba el jardín con su padre, o se refugiaba en los libros. Pero incluso entonces, las palabras de Madison resonaban en su mente:
"Tu puedes besarte con cien chicos si así lo deseas, pero necesitarías parar el mundo para detener este sentimiento."
Era verdad. Ningún beso, ninguna excusa, podría borrar lo que sentía por Madison. Se dio cuenta de que había tenido algo único, algo especial, y lo había dejado escapar por miedo.
Una noche, mientras las lágrimas querían volver, Hermione se levantó de la cama y encendió una pequeña lámpara. Se sentó en su escritorio, tomó una pluma y un pergamino, y comenzó a escribir.
"Madison,"
Las palabras fluyeron lentamente al principio, pero pronto no pudo detenerse. Escribió sobre lo que sentía, sobre sus arrepentimientos y miedos. Admitió su amor, ese que había reprimido por tanto tiempo...
Cuando terminó, dobló la carta y la dejó sobre su escritorio, demasiado cansada emocionalmente para decidir si enviarla o no.
Esa noche, por primera vez desde que regresó a casa, logró dormir profundamente. Pero al despertar, la carta seguía allí, un recordatorio de todo lo que había perdido... y solo tal vez, de lo que aún podría recuperar...
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Estoy rota 😓💔
¿Qué dirá la carta? 👀
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