| 02 |
El día siguiente llegó con el mismo cielo nublado que parecía ser constante en Hogwarts. Madison se sentía más tranquila después de haber pasado tiempo con Ginny, Harry y Ron, pero no podía dejar de pensar en Hermione.
Las clases transcurrieron con rapidez, y cuando terminó Defensa Contra las Artes Oscuras, Madison supo que tenía que actuar antes de que su nerviosismo la detuviera.
-Hermione, espera un momento -llamó, apresurándose hacia ella mientras la joven recogía sus cosas.
Hermione levantó la vista con una sonrisa amable.
-¿Sí, Madison?
Madison jugó con las correas de su mochila, tratando de sonar despreocupada.
-Pensaba... eh, bueno, tengo un poco de dudas con los hechizos. ¿Te gustaría estudiar conmigo en la biblioteca esta tarde? Si puedes.
Hermione parpadeó, claramente sorprendida. No era común que alguien le pidiera ayuda con Defensa Contra las Artes Oscuras; generalmente era ella quien insistía en estudiar más.
-Oh... eh, claro. Supongo que puedo.
-¿Estás segura? No quiero molestarte si ya tienes planes.
-No, no es molestia. Nos vemos a las cinco, ¿te parece?
Madison asintió, sintiendo cómo una mezcla de alivio y emoción la llenaba.
A las cinco en punto, Madison llegó a la biblioteca, encontrando un lugar tranquilo al fondo, lejos de las mesas más llenas. No pasó mucho tiempo antes de que Hermione apareciera, cargando su bolsa llena de libros y pergaminos.
-Espero no haber tardado demasiado -dijo Hermione, colocando sus cosas en la mesa.
-Para nada. Apenas llegué -respondió Madison, sonriendo mientras sacaba su libro de Defensa Contra las Artes Oscuras.
Hermione se sentó y comenzó a hablar sobre los hechizos básicos que habían practicado en clase, explicando los principios con una claridad que hacía todo más fácil de entender. Madison la escuchaba atentamente, pero de vez en cuando su mirada se desviaba hacia los gestos de Hermione: la manera en que sus manos se movían al hablar, el brillo en sus ojos cuando hablaba con pasión.
-¿Estás entendiendo todo? -preguntó Hermione, rompiendo el silencio.
-Sí, sí. Perfectamente -respondió Madison rápidamente, aunque no estaba del todo segura de haber escuchado la última parte.
Hermione frunció el ceño ligeramente, pero continuó explicando. Después de un rato, Madison sintió que el ambiente se volvía más relajado, menos como una clase y más como una conversación entre amigas.
Aprovechando el momento, se armó de valor.
-¿Sabes algo, Hermione? -dijo Madison de repente, apoyando el codo en la mesa y la barbilla en su mano -Tienes una forma increíble de explicar las cosas. ¿Ya te han dicho que tienes una sonrisa muy linda?
Hermione se detuvo en seco. Sus ojos se encontraron por un instante, y Madison pudo ver cómo un leve sonrojo se extendía por las mejillas de la chica.
-Eh... gracias, Madison -dijo Hermione, su tono era más serio de lo habitual. Comenzó a recoger sus cosas apresuradamente-. Creo que ya es suficiente por hoy.
Madison frunció el ceño, notando el cambio de actitud.
-¿Dije algo malo?
-No, no es eso. Solo... me acordé de algo que tengo que hacer. Lo siento, de verdad.
Antes de que Madison pudiera decir algo más, Hermione se levantó y se apresuró a salir de la biblioteca, dejando a Madison con una sensación incómoda en el estómago.
Se quedó mirando la puerta por la que Hermione había desaparecido, reprimiendo un suspiro.
«Bien hecho, Madison»
pensó para sí misma. Había sido demasiado pronto, demasiado obvio.
Esa noche, mientras Madison estaba en la sala común de Slytherin, no podía dejar de pensar en lo que pasó. Se preguntaba si había arruinado cualquier posibilidad de amistad con Hermione, si debería disculparse o simplemente dejarlo pasar, se moría de vergüenza.
Mientras tanto, en la sala común de Gryffindor, Hermione se sentó frente a la chimenea, su mente llena de pensamientos. Había algo en Madison que la hacía sentir... nerviosa. No era una sensación desagradable, pero tampoco era algo que supiera cómo manejar.
Cerró su libro con un suspiro, ignorando la mirada curiosa de Ginny desde el sofá.
-¿Todo bien, Hermione?
-Sí... creo que sí.
Pero en el fondo, no estaba tan segura.
Le daba miedo aceptar.
Aceptar los sentimientos que Madison le causaba.
Le atraía, y eso era algo que ella nunca se permitiría sentir...
Al menos no por una mujer...
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