♥ Treinta y Ocho ♥
Me sentía mucho mejor.
Estaba dispuesta a comerme el mundo.
Lista para empezar un buen y nuevo día.
Motivada.
Y puede que un poquito deseosa por ver a ese chico que me había invitado indirectamente a salir.
Un poquito nada más.
Bajando las escaleras noté el silencio al cual me tendría que ir acostumbrando.
—Bien, otro día amaneciendo sola— comenté para mí misma y tomé una manzana.
• 착한 마음씨 •
—¿Otra vez tarde, Kim?— reclamó la profesora de matemáticas, ganándose la atención de todos los alumnos; incluyéndome.
Alcé mi mirada para verlo.
—Tuve un problema, permiso.
Informó con poco interés en contar y se adentró en la clase, pero antes de que pudiera seguir caminando, la voz de la profesora lo hizo detenerse.
—Si sigue incumpliendo con el horario establecido me veré en la obligación de hablar con sus padres— alertó.
El castaño, de espaldas a ella, sonrió amargamente y negó levemente con la cabeza, sin darse vuelta decidió responder.
—Suerte con eso. Ojalá que los encuentre.
Sus palabras desbordaban sarcasmo, era obvio que tenía un problema con sus padres, o peor aún,
Los había perdido.
Cuando el incómodo silencio se hizo presente en la clase continuó caminando hasta llegar hacia su lugar. Al verme me dedicó una sonrisa pequeña y acarició fugazmente mi cabeza para luego sentarse y continuar con la clase.
—¿Estás bien?— cuestioné cuando el silencio desapareció y todos estaban nuevamente concentrados en la pizarra.
—Sí, lo estoy— afirmó.
—¿Seguro?— insistí y lo observé atentamente.
Se acomodó colocando sus antebrazos sobre la mesa, quedando un poco más cerca de mí, haciendo aquel contacto visual más intenso.
Kim, mi tranquilidad; no me hagas eso.
—Sí— reiteró y regresó a su lugar.
Al menos pude expulsar todo el aire acumulado en mis pulmones.
—¿Se mantiene lo de hoy?— indagó curioso.
—Por mi parte sí— aseguré.
—Te propongo que nos vayamos antes.
Fruncí el ceño y lo observé confundida.
—¿Fugarnos?
—Hay muchas vías de fuga. Podrías fingir estar enferma y yo ser tu novio que te lleva a casa— sugirió.
—Siempre te la arreglas con esa mentira ¿no?— reproché, y su expresión se tornó confundida.
—¿Cuál mentira?
Dice que cuál mentira.
—Ninguna, Kim— negué restándole la importancia que realmente le daba, pero no podía demostrarlo— vale, lo haré.
Él ni mencionó más nada, simplemente asintió para así empezar con nuestra lujosa actuación.
Por mi parte, lo único que tengo que fingir es el estar enferma.
• 착한 마음씨 •
Un éxito.
Habíamos sido autorizados a abandonar la escuela de manera justificada e inmediata.
—Buena actriz— opinó divertido estando fuera del área escolar— ¿cómo hiciste para ponerte así de fría?
—Tengo mis trucos— repliqué encogiéndome de hombros.
—Creo que estás así porque no has comido nada— comentó.
—Ah, eso. Es cierto, no lo hice.
Al escucharme se detuvo frente a mí y me observó listo para comenzar a reclamarme.
—Harmieh. Las palabras de la doctora ¿las recuerdas?
—Sí.
—Entonces ¿Por qué las desobedeces?— regañó.
—No tengo la culpa de estar deprimida en estos días— repliqué dejándolo sin palabras.
Me negaba a continuar hablando sobre mí.
Un silencio se adueñó del momento, hasta que un suspiro se hizo presente por su parte; posteriormente entrelazó mi mano con la suya y comenzó a caminar.
—¿Dónde vas?
—Comerás algo.
—Taehyung, no es necesario— negué rápidamente.
—¿Crees que permitiré que vuelvas a desmayarte? Claro que no— negó rotundamente— ahora vamos.
Es un lindo sobreprotector.
• 착한 마음씨 •
—¿Mejor?
—Admito que sí. Gracias— afirmé al acabar con el bocadillo.
—Bien, ahora sí.
—¿Pintaremos tan temprano?— cuestioné.
—¿Temprano?— inquirió incrédulo y vió la hora en su reloj de pulsera— son las 10:00am.
—Esas cosas se hacen de noche ¿no?
Al escucharme rió burlonamente por mi comentario y negó.
—Te falta calle— opinó y tomó mi mano para dirigirnos hacia nuestra primera víctima.
Se le está haciendo costumbre encerrar mi mano en la suya.
—Esta— señaló y nos detuvimos.
La calle era desolada, donde reinaba un silencio típico de películas. En cuanto a la casa, se trataba de una colonial pintada de blanco.
Estas personas pecaron.
—Atrás— indicó y caminamos hacia la parte trasera de la vivienda para comenzar.
—¿Pondrás algo en específico?
—Sí— afirmó— ¿tú?
—Creo que también.
El castaño se colocó a un lado y comenzó a grafitear algo mientras tanto yo pensaba en qué poner.
Me gustan las indirectas, y las frases que no todos pueden comprender, así que si escribía algo, sería en otro idioma.
Sacudí el envase y comencé a escribir.
Terminado el trabajo me acerqué al chico para visualizar su arte también acabado.
“No importa quién intente detenerme, seguiré mi camino; sólo se vive una vez”
—Me gusta el mensaje— comenté detrás de él.
—Sí, hay que tenerlo presente— afirmó y se acercó a mi lugar, viendo qué había hecho— ¿qué dice?— cuestionó perdido.
Desvié mi mirada de él y la coloqué sobre mi artística caligrafía; luego traduje.
—“Todos somos máscaras y espejos rotos”.
—¿Escrito en español?
—En efecto.
—¿Cuántos idiomas puedes hablar?
—Tres; pero domino mejor el inglés que los demás. Me resulta un poco complicado aún el coreano— confesé.
—Pues no se nota, hablas bien— opinó.
—Gracias.
—¡Hey! ¡Aléjense de nuestra casa!— ordenó amenazante un señor de unos sesenta años aproximadamente.
—Vamos— indicó y comenzamos a correr lejos de aquella vivienda tatuada con nuestras obras de arte.
Luego de menos de cinco minutos corriendo comencé a sentirme algo débil así que me detuve.
—Tae...— suspiré regulando mi respiración, deteniéndome por un momento.
Él se acercó preocupado a examinarme.
—¿Qué ocurre?
—No puedo correr así de rápido— informé con mis manos apoyadas sobre mis muslos.
—¿Te sientes mal?
—No, sólo que no tengo tu resistencia— aclaré.
—Vale, vamos— indicó para que subiera sobre su espalda, pero me negaba por la timidez.
—No, no, puedo caminar— negué rápidamente.
—De eso nada, sube.
Luego de varios segundos pensándolo, terminé asintiendo y me subí.
• 착한 마음씨 •
—¿Ahora mismo cómo te sientes?— preguntó luego de unos segundos en silencio.
Nos encontramos en una línea de trenes, sentados en la parte sombreada del suelo.
—Creo que siempre estás muy pendiente de mi salud, Taehyung— opiné.
—Es cierto ¿Te molesta?— preguntó ladeando un poco su cabeza.
—En lo absoluto— negué— pero me resulta un poco raro porque tú no–
—Sí me preocupo por tí— interrumpió.
Mis ojos quienen veían atentamente el movimiento de las hojas siendo movidas involuntariamente por el viento, enfocaron inmediatamente en aquellos hermosos luceros oscuros quienes me observaban con preocupación.
Él quiere hacerme enloquecer.
Quise llevarle la contraria, pero se me hacía imposible luego de tantas muestras de atención; el hospital, la noche, el cuidado, la defensa, los celos.. todo aquello.
Realmente se preocupaba por mí.
—Lo hago. No lo dudes ni un segundo más— pidió.
—¿Por qué lo harías?— cuestioné acercándome un poco.
—No lo sé. Ese maldito instinto que nunca falla— explicó con un tono de frustración perceptible, luego desvió la mirada hacia otro lado.
—¿Instinto?— cuestioné confundida e hice que me viera a los ojos nuevamente— ¿qué instinto?
—Puedo sentir cuando estoy interactuando con una persona falsa y de mal corazón, e inmediatamente me alejo. El problema es que siento mucho cariño por quienes son buenos— explicó ampliamente— tú eres buena, puedo sentirlo.
Escuché atentamente cada una de sus palabras, y asentía con cada idea expresada.
—Y tú.. Taehyung. Eres un buen chico también— comenté.
—No, no sabes lo que dices— negó y apartó la vista de mí.
Con mi mano logré que girara el rostro para volver a conectar mis ojos con los suyos.
—Sé que escondes un buen corazón detrás de esa máscara de chico malo; pero si no dejas ayudar ¿cómo ayudarte?
Él no respondió, simplemente quedó perdido entre nuestras miradas, al parecer pensando o procesando la información. Pero llegó un momento en el cual su silencio me incomodó demasiado.
—¿Taehyung?— lo llamé al ver cómo no reaccionaba— ¿estás bien?
Otra vez, no respondió a mi pregunta. Simplemente acercó un poco más su rostro al mío, provocándome nervios e impresión. Con su mano izquierda alejó lentamente un mechón de pelo que cubría mi rostro y tomándome suavemente de la nuca cortó la poca distancia entre nosotros.
Me besó.
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