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♠ Cuarenta y Nueve ♠

—Te quiero— confesé sobre sus labios.

—Yo más, Taehyung.

Sin más nada que agregar, juntamos finalmente nuestras bocas, creando aquel beso tan esperado; uno verdaderamente lleno de sentimientos.

Ese sabor dulce de sus labios es verdaderamente adictivo.

Dejaría el cigarrillo por besarla todo el día.

En otros momentos, habría elevado la intensidad de mis acciones, pero no me nacía en esta ocasión. Quería disfrutarla, sin tener que recurrir a un momento erótico.

Se separó lentamente de mí, e inmediatamente desvió su mirada hacia mis ojos, creando contacto visual conmigo.

—Taehyung— me llamó en un susurro poco audible.

—¿Sí?

Ella sólo me observó, y una pequeña sonrisa apareció en su rostro. Comenzó a negar con la cabeza, como restándole importancia a lo que quería decirme.

—Por cierto— agregué— te quedan hermosos los lentes.

Su rostro se tornó carmesí al escuchar mi halago, y rápidamente se volteó para retirar los cristales de sus ojos.

—No, no uso gafas— mintió con una risa incómoda, ocultándolas detrás de su espalda.

—Sí lo haces— reí.

—No— alargó el monosílabo de manera tierna— no te rías, Kim.

—Perdón, es que te ves tierna.

—Si tú lo dices— replicó tímidamente.

Me acerqué y tomé sus manos, quitándole lentamente los cristales y volviendo a colocarlos sobre sus ojos; ella se mantuvo estática en su lugar, permitiéndome la acción.

—Eres hermosa— comenté luego de verla por completo.

Sonrió.

—Tú más.

—Lo sé.

—Ay, ya, no actúes como si fueras el único guapo del planeta— se quejó al percibir mi falsa arrogancia.

—¿Quién te parece más guapo que yo entonces?

Comenzó a pensar en un nombre, aunque yo estaba seguro de que no mencionaría a nadie en específico.

—Jungkook— mencionó.

—¿Quién?— cuestioné ofendido, lo cual le causó risa.

—Sí— caminó un poco más lejos de mí, dirigiéndose a las escaleras— y Jimin también lo es— continuó divertida.

—Ven aquí y repítelo.

—No.

—¿Y si voy a buscarte?— avisé amenazante.

—Alcánzame si puedes— se encogió de hombros con esa sonrisa de chantaje sobre sus labios.

Su reto fue suficiente para correr a alcanzarla, acto que la tomó por sorpresa, pues no le dió tiempo a correr, aunque sí llegó hasta su habitación. Pero su error fue el siguiente:

No cerró la puerta.

Me adentré en el lugar y la acorralé en una de las paredes.

—Te atrapé, ¿ahora que debería hacer?

—Dejarme salir— afirmó sin dejar de reír— no dije nada malo, solo mi opinión.

—Estás mintiendo, yo te parezco más lindo que ellos dos— aseguré, aunque más para mí que para ella.

—Sé que te duele en el orgullo, pero no es así— se acercó a mis labios— duele ¿verdad?

Un poquito sí.

—No. Sólo me aseguraba de que no mentías— la dejé libre y me volteé dándole la espalda.

Repentinamente, unos bracitos me envolvieron en un abrazo tierno y admito que sonreí ante su acto.

—Tú me pareces más lindo— susurró cerca de mi oído y besó mi mejilla.

Es una lindura.

Ven— tomó mi mano y caminos hasta la cama, fruncí el ceño confundido.

Se sentó sobre ella e imité su acción.

—Tranquilo, era para no estar de pie.

—Entiendo.

—Tienes el cabello realmente largo, apenas te veo los ojos— comentó.

—La última vez que lo corté no quedó parejo; no lo he cortado más desde entonces.

—Yo podría hacerlo— se ofreció a ayudar.

—Vale— afirmé sin darle tanta importancia.

—Y de paso teñirlo— aprovechó tímidamente, haciéndome mirarla mal.

—No.

Sonrió y se acercó más a mí con un toque de sensualidad.

—¿Qué puedo hacer para convencerte?

Resiste, Kim.

Nada— me volteé dándole la espalda, evitando caer en su juego sucio.

Ella sabe por dónde atacar.

Sentí unos besos en la zona sensible de mi cuello, y mi cuerpo tembló un poco al sentir su respiración tan cerca.

—¿Seguro?

No dejaba de dar besos, ella no sabe qué provoca.

—Vale— afirmé rendido.

Se detuvo y sonrió victoriosa al escucharme.

—Pero no te detengas— pedí, refiriéndome a los besos.

Su expresión sufrió un cambio, volviéndose tímida.

—Pero me da pena.

Me giré quedando frente a ella y la observé incrédulo.

—Acabas de comerme el cuello prácticamente y ¿ahora te da vergüenza?

—Pero era para que me dijeras que sí.

—Anda, no seas mala. Además ¿qué es lo que te avergüenza?

—Quizás no beso bien— bajó su mirada.

—¿Quién dice? Tus besos son..— me detuve, planteándome si decirlo o no.

—¿Son?

—Realmente adictivos— afirmé.

Mordió su labio inferior nerviosamente y giró su rostro para evitar verme. Rodé los ojos con una sonrisa ante su timidez tan tierna y con mi mano hice que me volviera a mirar.

—Lo son.

—¡Basta!— imploró.

Me encanta molestarla, hacerla sonrojar y sentir timidez, pero mi objetivo principal era entrar un poco en confianza con ella.

—¿Continúas?

—¿Con qué objetivo?

—Quizás te los devuelva— no podía rechazar mi oferta, si algo teníamos en común era la zona sensible en el cuello.

—¿Y si empiezas tú?— preguntó tímidamente luego de segundos en silencio.

—Hecho.

La hice acostarse sobre la cama, y me posicioné sobre ella. Observé por unos segundos desde su rostro hasta su clavícula antes de empezar, mientras su mirada desbordaba inocencia.

Qué hermosa es.

Comencé a besarla con suma delicadeza, en el momento justo en que sintió mi respiración cerca tembló tal y como yo lo había hecho antes.

Suspiró plácidamente y ladeó su cabeza en busca de más. Con gusto le daría todos los que quisiera.

Pero si continuaba así podía subir un poco el tono.

Harmieh, perdón. Soy hombre.

Intensifiqué los besos, haciéndola liberar un gemido agudo cuando mis dientes atraparon su piel. Ella quería tocarme, pero no lo permití; me gusta desesperarlas.

Mis manos encerraron las suyas y continué con mi misión de hacerla enloquecer un rato.

Estos deseos realmente me pueden cegar.

Sintiendo mi zona baja endurecer quise detenerme.

No, no es el momento.

No quería presionarla; quizás mañana sí, pero hoy no.

Solté lentamente sus manos y los besos fueron suaves nuevamente, hasta hacerla liberar un último suspiro cansado cuando me detuve completamente.

Me acomodé a su lado en la cama y me abrazó.

—Harmieh..

—¿Sí?— alzó la mirada para verme.

¿Qué somos?

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