parte dos: buena chica
historia original de samolover
Han pasado unos minutos desde que ambas chicas entraron en su habitación y Jennie se siente sofocada cuando Rosé la ata con una corbata que solían usar en la escuela secundaria. El amarre es lo suficientemente apretado en las muñecas de Jennie pero cuenta con el largo suficiente para amarrarse a la cabecera de la cama y darle espacio para girar su cuerpo si es que Rosé lo necesita.
—Mmmm... Jennie no creí que verte tan sumisa me calentaría tanto, parece que naciste para esto — la mencionada está abierta de piernas y con sus manos firmemente sometidas y a Rosé le encanta la sensación de poder que esta situación le da. Rosé puede ver la vulva de Jennie empapada de dulces jugos que está dispuesta a tragar, pero antes Rosé quiere jugar con ella.
Jennie suelta un jadeo alborotado cuando Rosé azota su pecho derecho y se posiciona a horcajadas de ella, y su mano va a su pecho izquierdo. Rosé suspira, le encantan esas inquebrantables montañas y le encanta más llenarse la boca de ellas, así que lo hace. Jennie cierra las piernas en un intento de saciar las palpitaciones que empiezan a intensificarse en su clítoris pero una palmada en los muslos hace que los separé nuevamente.
—No vuelvas a cerrar las piernas, yo decido cuando te liberas, sé una buena chica para Rosé —Jennie ya no sabe qué hacer, se encuentra terriblemente excitada y no puede hacer nada, justo como ella quería. —Dime Jennie ¿por qué quieres ser tratada así en el sexo? ¿Acaso te aburre cogerme?
Jennie toma una respiración antes de comenzar, no cree ser capaz de formar alguna oración coherente para responder a las preguntas de Rosé, no cuando se empieza a mover encima de ella y siente la tela del pantalón de su novia rozando en su estómago.
—Me encanta follarte, meterte los dedos. Pero amor mío, por una vez quería que me demostraras esa personalidad mandona e irresistible en la cama. —Rosé sonríe ante su respuesta, pero lo que dice Jennie a continuación la hace fruncir el ceño. —Follame duro.
Rosé no soporta que Jennie le de órdenes, así que ni corta ni perezosa hace aterrizar su palma en la mejilla de Jennie quien jadeó sintiendo la humedad resbalar entre sus piernas, la cachetada fue lo suficientemente dura para hacerla sentir lágrimas en las esquinas de sus ojos pero lo suficientemente placentera para sentir su vagina rogar por ser penetrada.
—No me puedes pedir nada, Kim. Deja de ser una insolente si no quieres que te deje esa bonita cara amoratada, y no quiero complacerte tan rápido.
Con eso Rosé se baja de su regazo y bajo la atenta mirada de su novia atada a la cama se desviste lentamente, comienza por su camisa de botones que no cambió al llegar a casa y continúa con el short que reemplazó a una falda entubada. Queda en brassier negro y braga a juego, una lencería sencilla pero lo suficiente para encender a su pelinegra favorita.
—Si quieres un orgasmo, tendrás que ganártelo, Kim. Me has irritado con tus exigencias.
Jennie asiente rápidamente mientras Rosé deja a la vista sus pechos al deshacerse de su brassier que ahora se encuentra en el suelo de la habitación. Camina hacía la cama y Jennie pasa saliva al ver que no se detiene a su altura, si no que sigue hasta que su cabeza entre sus piernas, su rostro está tan cerca de esas bragas que puede oler la excitación de su novia y ahora se da cuenta que no es la única que disfruta de la situación.
—Arreglatelas para mover mis bragas, quiero que me chupes y que lo hagas bien. —Con esa última frase, Rosé baja sus caderas aún más y siente la respiración de su sumisa directamente en su vulva. Por otra parte, Jennie estira la cabeza y toma un costado de la tela entre sus dientes y trata de moverla para después intentar meter su lengua en los pliegues mojados de Rosé, pero le es imposible por lo ajustada que está la ropa interior y Rosé comienza a impacientarse.
Rosé la toma del cabello bruscamente y la jala hacía su vulva mientras baja sus caderas haciendo que Jennie pierda el aliento. —Que me la chupes dije —la voz de Rosé suena más profunda, más oscura y Jennie lo intenta de nuevo, toma entre sus dientes un costado y lo logra.
Su lengua va de arriba abajo sintiendo la tela rozar su músculo tenso que ahora se está encargando de complacer a Rosé, quien aún mantiene una de sus manos en la cabeza de Jennie e impulsa sus caderas en busca de más, su mano desocupada se cuela entre ambos cuerpos y toma el pezón de Rosé entre sus dedos y lo retuerce, haciendo los movimientos de Jennie un poco torpes.
Pero Jennie quiere ser una buena chica para Rosé por lo que ignora el intenso apretón en su pezón para subir un poco más y aprisionar el clítoris de Rosé entre sus labios. Comienza a succionar y Rosé ya no puede controlarse, ni ella, ni su cuerpo ni su boca.
—Joder, que rico lo succionas... mmmgh...más fuerte. —Y Jennie la quiere hacer feliz así que lo hace mientras arrastra sus dientes sobre su erecto clítoris y siente que se ahoga cuando Rosé le empieza a embestir la boca, deja de sentir los dedos en su pecho y a juzgar por los bruscos movimientos de Rosé sabe que se está sosteniendo de la cabecera para dar embestidas certeras, y Jennie se retuerce debajo de ella por la excitación. Sus piernas aún abiertas ruegan por atención y su boca no puede dejar de trabajar en una Rosé completamente sudorosa.
—Ya casi, amor. Me estas haciendo llegar —Jennie sabe que Rosé dice la verdad pues ahora siente los fluidos ajenos hasta su barbilla y resbalando a lo largo de su cuello tensado por el esfuerzo de mover de mantener su cabeza arriba y seguir lamiendo. —¡Cometela ah ahhg!
Rosé está gruñendo y está a punto de llegar así que Rosé se estira un poco más y aprisiona su clítoris una vez más mientras sacude su cabeza de un lado a otro para darle más intensidad a la cogida que está recibiendo su cara. Rosé la está montando como nunca y nunca se había sentido tan cerca del cielo y del infierno a la vez. Rosé grita cuando el orgasmo explota y no puede controlarse, comienza a temblar y jala los cabellos negros contra su vagina, sabe que Jennie no puede respirar pero no le importa, no ha dicho la palabra de seguridad y la idea de que su hermosa novia obediente se este ahogando para compacerla le da un espasmo extra a su intenso orgasmo.
Rosé por fin se levanta y deja respirar a Jennie quien tiene los ojos brillosos y las mejillas sonrosadas así como fluidos desde su boca hasta las clavículas. Rosé se encarga de limpiar el desastre aún con las bragas puestas y sus piernas temblando. Lame cada rastro de húmedad y Jennie siente que va a morir si Rosé no le hace algo.
—Date la vuelta, hazlo sola en lo que regreso —. Jennie lo hace y ahora se encuentra con el culo empinado, en la famosa pose de perrito.
Rosé va al baño a limpiar sus muslos y se quita por fin las bragas, en esos momentos de silencio analiza lo sucedido. Jamás había pensado que disfrutaría tanto someter a Jennie, de hecho al principio solo pensaba follarla más fuerte, pero la situación escalo y se convirtió en la sesión de sexo más satisfactoria hasta ahora.
Cuando regresa a la habitación se encuentra con el culo de Jennie, parado orgullosamente en la cama, y sabe que es difícil pues las manos atadas le impiden apoyar un poco de peso en sus brazos por lo que recae completamente en su abdomen y piernas. De hecho Jennie ya se siente cansada y apenas han pasado unos pocos minutos, pero Jennie será una buena chica para Rosé.
—Has sido una buena chica, te lo recompensaré. —Rosé dice mientras se posiciona en la cama detrás de Jennie, sus manos recorren la espalda bien definida de su novia y bajan su trasero redondo. —Mmmm que culito tan lindo ¿qué te parece si le damos un poco de color?
Jennie gime y antes de hacer cualquier cosa siente la mano de Rosé golpear fuertemente una de sus nalgas, Jennie siente que puede inundar la habitación con sus propios fluidos de excitación, siente los pezones tan rígidos como una roca y su abdomen ardiendo por el esfuerzo de mantenerse en la posición que su Rosé desea.
Rosé la azota diez veces en ambas nalgas y se aleja un poco para bajar su cara hasta estar entre los muslos de la pelinegra que está a punto de llorar del dolor en su clítoris rogando atención. Lleva mojada mucho tiempo.
—No te corras sin mi permiso. —Es lo único que dice Rosé antes de meter tres dedos de una sola vez, sabe que no la va a lastimar por la humedad que ahora resbala por sus muslos y Jennie grita, grita agudamente cuando esos tres dedos desaparecen y vuelve a aparecer en su interior de manera brusca, de manera fuerte, justo como lo deseaba. —Dime cómo se siente, Jennie.
Pero Jennie no puede hablar y eso hace enojar a Rosé —¡Dimelo!
Grita Rosé elevándose y tomando en puño el cabello de Jennie, obligando a estirar la cabeza hacía atrás y que su espalda se curve aún más. Con las piernas temblando y los ojos cerrados grita:
—¡Delicioso, Rosé. Se siente como el puto cielo!
Rosé sonríe y puede escuchar como la humedad chapotea entre sus dedos y los gemidos de Jennie se vuelven agudos, imparables y probablemente tendrán problemas con sus vecinos por lo ruidosas que están siendo. Con su mano ocupada al interior de Jennie y la otra jalando su cabello, Rosé pega su pelvis al trasero de Jennie y se balancea con ella, haciendo rechinar la cama y rebotar.
Rosé sabe que Jennie está muy cerca así que quita todo contacto de su cuerpo y Jennie ahora si esta llorando, llorando de placer y frustración. Ella jamás creyo en eso cuando veía porno pero al parecer es posible pues le cuesta mantener la boca cerrada para no sollozar por más. Parece que Rosé es del tipo "calladita te ves más bonita". Mientras todos esos pensamientos corren por la cabeza de Jennie, Rosé ya la ha desatado y le susurra al oído.
—Sostén tus manos en la cabecera, y pobre de ti si te sueltas o rompes la posición. —Rosé hace una pausa para que Jennie haga lo que dice —Por cierto, me encanta verte llorar de placer. Avísame cuando estés cerca.
Jennie asiente y grita nuevamente cuando los mismos tres dedos la invaden otra vez, pero siente los pechos de Rosé apoyarse contra su espalda. Rosé se ha recargado en ella, montándola completamente cuando su brazo desocupado pasa por debajo de su estómago y viaja hasta el erecto clítoris.
—¡Rosé! ¡Por favor, por favor!
Jennie no puede evitar quedarse callada y su cuerpo siente que ya no puede más.
—¿Por favor qué? —Rosé pregunta a la altura de su oído.
—Estoy cerca.
—Aguanta un poco más.
Pero Rosé se lo hace imposible pues su palma se restriega en su clítoris palpitante y la penetra como si quisiera atravesar su cuerpo.
—¡Soy una buena chica, soy una buena chica. Por favor Rosé!
—Correte para mi.
Jennie lo hace estrepitosamente, mojando todo a su paso, tanto sus muslos como los ajenos y las sábanas debajo de ellas. Sus nudillos se vuelven blancos cuando Rosé la sigue penetrando sin darle tregua de recuperarse y Jennie se corre por segunda vez encorvandose cuando lo hace y grita tanto que su garganta duele.
Baja poco a poco de lo alto y Rosé retira ambas manos de ella, al momento que lo hace el cuerpo se desvanece pero no toca el colchón pues Rosé la acoge en sus brazos, Jennie sigue respirando agitadamente cuando siente que Rosé la acomoda sobre su pecho, sintiendo los pechos ajenos aún erectos, pero Jennie no puede hacer nada más que dejarse acariciar por su novia.
—¿Estás bien, Jen? —Rosé pregunta mientras trata de acomodar los mechones de cabello.
—Fue lo mejor que hemos hecho, quiero hacerlo de nuevo. —Jennie dice en un susurro y se esconde en el cuello de Rosé, aspirando su olor y asimilando el gran amor que recorre sus venas.
—Te amo —Rosé le dice como si le leyera la mente.
—Te amo más, gracias por esto.
Pasan el resto de la noche abrazadas, hasta que el estómago de Jennie ruge y Rosé se ríe, pero sin quejarse, Rosé se levanta y le prepara un bocadillo a Jennie. Ha sido una buena chica esta noche, y lo ha sido siempre.
A los pocos días es Jennie quien somete a Rosé y le lleva bocadillos en la madrugada.
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