Capítulo 1
El bullicio del lugar era prácticamente insoportable, veía a las personas caminar frente a él de un lado para el otro arrastrando sus maletas tras de sí, y hablando entre unos y otros. Su pierna derecha se movía nerviosamente de arriba a abajo mientras checaba por cuarta vez la hora en el reloj negro que adornaba su muñeca, regalo de su bonito esposo.
Sacudió las solapas de su traje y acomodó su corbata con ansiedad. Quería llegar a casa pronto.
Si bien Nagoya era una ciudad hermosa, ansiaba ya estar en la calidez de su hogar sintiendo los brazos de su esposo rodear su cuerpo, y escuchando las risitas melodiosas de su pequeño Mingyu.
Había pasado una semana completa desde que dejó Busán, y con ello su casa y familia. Un importante negocio con una empresa japonesa se dio, y esa era una oportunidad que no quería desaprovechar.
Ahora permanecía sentado, completamente anheloso, en uno de los tantos asientos de ese aeropuerto. No veía la hora en la que anunciaran su vuelo, no veía la hora de besar los labios abultados y rosaditos de su Jiminie, y abrazar el cuerpecito regordete de su pequeño.
Una pequeña sonrisa se formó en su rostro de solo pensar en ello, pero una vibración en su mano lo hizo bajar la mirada. La pantalla de su celular mostraba en letras grandes el contacto de su esposo.
Park Jimin. Ese precioso hombre no solo era su cónyuge, también era su mejor amigo y su mayor confidente.
Recuerda claramente la primera vez que lo vio. Recién entraba a la secundaria, con un montón de problemas sobre sus hombros —típicos de esa edad y que todo adolescente experimentaba—, cuando lo vio a lo lejos reír junto a otros chicos. Tenía el cabello azabache tirado sobre su frente en pequeños rizos, pero sin llegar a tapar sus ojos, los cuales parecían almacenar una tormenta gris en ellos, su pequeña nariz de botón y unos belfos abultados y rosados.
Jimin era dos cursos mayor que él.
Jungkook siempre fue extremadamente tímido y antisocial, le costaba mucho hacer amistades por esa misma razón. Le hubiera gustado acercarse al bonito pelinegro de manera normal y entablar una conversación como lo haría cualquier persona, pero no, él no tenía el coraje para eso.
Entonces, no supo si fue mucha suerte o una simple casualidad del destino, que entrelazaba sus hilos de manera misteriosa para hacer encajar todo en su lugar; pero un mes después su profesor le informó que tendría un tutor para que le ayudara en las asignaturas en las que tenía mayor dificultad, y para su grata sorpresa, esa persona fue Park.
Juraría que un pre infarto azotó su corazón cuando observó al chico con su caminar confiado, acercarse a él con una enorme sonrisa plasmada en sus labios. Desde ese momento comenzó a adorarlo desde el silencio de su mente.
—Mi cerezita hermosa —tomó la llamada sintiendo su corazón saltar emocionado en su pecho. Ese mote cariñoso había nacido por el nuevo color de cabello que tenía el mayor.
—Kookie —escuchó la voz dulce y alegre de su pareja a través de la línea—. ¿Ya estás en el aeropuerto?
—Si, falta poco para que anuncien mi vuelo —informó.
—Espera un segundo... —se escucharon varios ruidos y luego un chillido agudo se escuchó, haciéndolo reír—, Mingyu quiere hablarte.
—Pa... —el balbuceo de su niño lo hizo sonreír enormemente—. Pa-pá.
—Si Minnie, es papá —profirió con voz melosa escuchando un nuevo chillido—. Pronto nos veremos bebé.
—Está moviendo sus brazos y piernas como si quisiera lanzarse a correr —la dulce risa de su cerezita retumbó en sus oídos.
—Jiminie ya están llamando a los pasajeros. En cuanto llegue a Corea te llamaré —avisó en cuanto escuchó el anuncio por los altoparlantes—. Adiós cerezita.
—Kookie —el tono de regaño que utilizó lo hizo morderse el labio inferior.
—Lo siento, lo siento —se disculpó—. No es un adiós, es un hasta pronto ¿no?
—Ya veo que te enseñé bien —comentó presumido y Jeon rió alto—. Hasta pronto, Kookie, te amo.
—Hasta pronto Jiminie, nos vemos en unas horas.
Veinte minutos después ya se encontraba sentado en su lugar, esperando que todos los pasajeros se acomodaran en sus lugares y el avión despegara. Observó la pequeña foto que guardaba en la funda de su teléfono, donde los protagonistas eran los amores de su vida. Jungkook podía decir que sentía la mayor devoción por esas dos personitas, eran su mayor adoración.
—Ya quiero verlos —susurró para sí mismo acariciando la foto con delicadeza.
—¡Hola! —la efusiva exclamación lo sobresaltó. Miró hacia su lado izquierdo, observando un chico joven de cabello azul chillón observarle con una gran sonrisa—. Me llamo Yeonjun ¿y tú?
—Jeon Jungkook.
—¡Eres de Corea también, eso es bueno! —comentó acomodándose en su asiento—. Suelo aburrirme cuando viajo, así que me gusta hablar, pero solo sé coreano así que a veces no puedo hacerlo y eso me pone ansioso.
—Entiendo —murmuró guardando la foto nuevamente.
—Te ves mayor ¿qué edad tienes? —preguntó con curiosidad el chico.
—Veintisiete, ¿y tú?
—Dieciocho. Recién voy a comenzar la universidad y estoy emocionado por ello, quiero ser un gran veterinario —Jungkook asintió pensando en lo joven que era el chiquillo.
Ignoró como la aeromoza hablaba explicando lo que ya se sabía prácticamente de memoria, había viajado las veces suficientes como para poder recitar todo el palabrerío tonto de siempre. Lo único que quería era que el tiempo pasara rápido para poder llegar a su hogar y estar con su familia.
—¿Me das la mano? —preguntó Yeonjun una vez el avión comenzó a despegar—. Siempre me da miedo cuando comenzamos a elevarnos.
Rodó lo ojos, pero lo hizo, sintiendo el fuerte agarre del jovencito en su mano. En verdad estaba asustado, no entendía como sus padres le permitían viajar solo sabiendo eso. Definitivamente él no sería así, acompañaría a su pequeño Mingyu a todos lados si este así lo quería.
Cuando ya estaban en el aire comenzó a buscar alguna película que ver en la pantallita frente a él, dejando una que si bien no le gustaba mucho, lo entretendría mientras pasaban el par de horas que duraba el viaje. Yeonjun se durmió poco después del despegue por lo que pudo verla con tranquilidad.
El tiempo pasó lento en extremo, o eso le pareció a él. Soltó un suspiro de alivio cuando el piloto informó que habían entrado ya a Corea y que en pocos minutos estarían aterrizando.
Una enorme sonrisa se pintó en su rostro al pensar que ya su Jiminie le estaría esperando junto a su hijo en el aeropuerto de Incheon, porque era un terco y no se aguantaría en casa. Se concentró en mirar el paisaje a través de la ventanilla, observando ya como algunas casas comenzaban a aparecer en su campo de visión, eran pequeñas y el verde era lo que más abundaba, pues estaban sobrevolando una zona rural.
De pronto una pequeña explosión lo hizo alertarse.
«¿Ese fue uno de los motores?», pensó mirando con preocupación.
—Oiga —llamó a una aeromoza, que enseguida se acercó a él al ver la clara preocupación en su rostro—. Algo explotó ahí, acabo de verlo.
—¿Está seguro? —preguntó mirando hacia afuera también.
—¡Por supuesto! —exclamó, despertando a Yeonjun en el proceso.
—¿Qué sucede? —preguntó adormilado, frotando sus ojos para espantar el sueño.
—Señor guarde la calma, pronto el avión aterrizará, podemos llegar perfectamente al aeropuerto sin uno de los motores —le tranquilizó con una sonrisa, y la seguridad en sus palabras lo hizo relajarse.
La mujer se disponía a volver a su lugar cuando una segunda explosión sacudió el avión. Algunas personas soltaron varios gritos y los demás se pusieron en alerta. Jungkook mordió su labio inferior sintiendo sus manos temblar y un nudo formarse en su garganta.
«¿Qué está sucediendo?», se preguntó internamente viendo a un par de personas comenzar a entrar en pánico.
—Por favor mantegan la calma y no se paren de sus asientos —pidió en voz alta al ver a unas cuantas personas salir de su lugar.
—¿Qué está pasando? —le preguntó Yeonjun visiblemente nervioso, mordiéndose las uñas.
—Creo que explotaron dos motores —respondió, tomando la mano del joven al verlo temblar y con sus ojos acuosos, a punto de soltarse a llorar—. No te preocupes, todo estará bien, yo te cuido.
El peliazul asintió, confiando en la palabra del mayor y tranquilizándose un poco. Minutos después los demás pasajeros comenzaron a calmarse también al ver que nada malo sucedía. Lamentablemente la calma no duró mucho, pues una explosión, seguida por otra mucho más grande después, hizo tambalear el avión y las luces comenzaron a parpadear antes de apagarse completamente.
Los gritos y pedidos de auxilio comenzaron a escucharse, Yeonjun se mantenía aferrado a su mano, rezando en voz baja con los párpados apretados. Tragó saliva observando la desfavorable situación, soltando un grito cuando una nueva explosión se produjo bastante cerca de su lugar.
—¡No quiero morir Jungkook! ¡Por favor, por favor, soy demasiado joven aún! —exclamó desesperado, comenzando a hiperventilar.
Las mascarillas de oxígeno cayeron y él enseguida se la puso al menor, lo que menos falta hacía en esa situación era que el chico tuviera un ataque de pánico.
—¡Estamos perdiendo altura! —el grito de un desconocido alertó a todos los pasajeros.
Pronto gritos desesperados inundaron todo el avión, ya ni siquiera las aeromozas pedían que se mantuvieran tranquilos porque era evidente que el avión iba a caer. Unos se pusieron a rezar, otros solo lloraban pidiendo algún milagro, otros en pánico se mantenían gritando y pidiendo ayuda. Todos reaccionaban de la manera que podían.
«Jimin, Mingyu», fue su primer pensamiento al darse cuenta de la situación.
Las lágrimas comenzaron a descender por sus mejillas mientras sentía a Yeonjun aferrarse a su torso soltando sollozos desgarradores.
No iba a sobrevivir.
No volvería a ver a su esposo.
No vería crecer a su hijo.
No regresaría a su hogar junto a su familia.
Ni siquiera había podido despedirse adecuadamente, debió haberle dicho que lo amaba muchas más veces. Solo le quedaba resignarse y creer firmemente que Jimin estaba consciente de lo importantes que eran ambos para él, aunque no negaría que deseaba escuchar su voz aunque sea una última vez.
El simple hecho de pensar que estaría esperándolo ansioso junto a su pequeño hijo le partía el corazón.
—Espera un segundo Yeonjun —apartó al chico de su cuerpo y tomó su móvil, quitando el modo avión y marcando al servicio de emergencias. Segundos después su llamada fue contestada por un hombre de voz impostada, y hasta dulce en cierto grado.
—Buenos días, diga cuál es su emergencia.
—¿Puedo saber su nombre, por favor?
El hombre se quedó en silencio por unos segundos antes de responder.
—Min Yoongi.
—Señor Min, mi nombre es Jeon Jungkook, a primera hora de la mañana salí en un vuelo desde Japón a Corea del Sur. Hace pocos minutos entramos a territorio nacional, se suponía que llegaríamos a salvo —su voz se entrecortó ligeramente—, pero varias explosiones sin causa aparente ocurrieron y estamos cayendo.
Los demás trabajadores de emergencias se acercaron al ver a Yoongi pálido como un papel, más de lo normal en él.
—¿Qué sucede Yoongi-ssi? —preguntó uno de sus compañeros.
—Haz silencio, por favor.
—Tengo un hijo de un año y un esposo que me esperan en casa, no me despedí de ellos como debía, y no quiero morir sin que sepan lo mucho que los amo. ¿Puedo decirle a usted? ¿Lo qué yo diga quedará grabado?
—Puede hablar, todo esto queda registrado —habló, sintiendo sus ojos cristalizarse—. Le juro que yo mismo me haré cargo de hacerle llegar sus palabras a su esposo.
Jungkook suspiró profundamente reteniendo un sollozo que quería salir de su boca. Agradecía que esa persona haya sido lo suficientemente empática con su situación; de todos modos no tenía otra opción, solo le quedaba confiar en que cumpliría su palabra.
—Jimin, mi cerezita hermosa, perdóname...pero hoy no podré llegar a casa como te había prometido. El avión está cayendo, bebé, y estoy muy asustado, todos aquí lo estamos —hizo una pausa—. En verdad lo siento, no tienes ni idea de cuanto lo siento, me disculpo porque estoy consciente de lo mucho que estarás sufriendo después de que escuches estas palabras.
»Esta vez no es un hasta pronto, cerezita, por eso quiero que sepas que jamás en mi vida me arrepentiría de haberte conocido, aunque sólo fuera porque tenía dificultad con las asignaturas y te asignaran a ti como mi tutor.
Soltó una risita que murió al poco tiempo. El pelizaul a su lado le sonrió ligeramente, dándole fuerzas para continuar su discurso.
—Te amo, tú y Mingyu son lo más hermoso que pudo regalarme la vida, y al menos me voy sabiendo que dejé todo de mí por ustedes. No dudes nunca del enorme cariño que siento por ti, fuiste y siempre serás mi más grande amor, el amor de mi vida.
»Espero que no sufras demasiado con mi partida, te amaré con toda la fuerza de mi corazón, en esta y en las vidas que le siguen. Adiós Jiminie.
╔═══ *ੈ✩‧₊˚ Good bye, Jiminie *ੈ✩‧₊˚═══╗
1 de mayo de 2023.
Un avión con 120 pasajeros a bordo se estrelló en una zona boscosa al oeste de Incheon, donde solo hubieron dos sobrevivientes.
Choi Yeonjun de dieciocho años.
Kim Songmin de treinta y siete.
Padres, hijos, esposos, tíos, hermanos; muchas personas murieron ese fatídico día, entre ellos, Jeon Jungkook, un joven de veintisiete años con una vida por delante, un hombre que sacrificó heroicamente su vida para salvar a su compañero de dieciocho años.
Todo el país entristeció ante la noticia, en homenaje a las víctimas se decretarán tres días de duelo nacional.
Mis condolencias para los familiares y amigos.
Cuando el presidente acabó su discurso apagó la televisión tirando el control hacia el asiento, llevando ambas manos a su rostro mientras las lágrimas escapaban de sus ojos.
—Te extraño como no tienes idea, Kookie —murmuró para sí mismo limpiando sus lágrimas.
El otro cap hablará un poco sobre el pasado de Jungkook y Jimin y sobre algunos sucesos después de la muerte de Jungkook.
En un inicio tenía pensado que fuera un three shot, pero decidí dejarlo en dos caps pues me pareció suficiente.
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