𝚇𝙸𝚇↬la prιмera pιѕтa cerтera
Mi psiquiatra estaba echado en la cama con los brazos flexionados tras su cabeza, una sonrisa maliciosa, y la fina sabana ocultando disimuladamente su torso desnudo. Esa imagen era tan sexy provocó un ladrón suspiro. Lo primero que hizo fue pedirme que fuera hasta él, siendo recibida de manos abiertas como un padre a una hija. Claramente más oscuro que eso.
– Ya me preguntaba cuándo ibas a llegar, pequeña. Te extrañaba.
– Yo igual.
Eso lo hace sonreír torcidamente. Se posiciona sobre mí como la primera vez mientras yo rodeo su cintura con las piernas, sintiendo su miembro marcado tras esa tela negra. Remueve con desespero la blusa que traigo así como el brasier. Vuelve a darme esa jodida sonrisa que me desarma. Me imagino las situaciones más probables donde llegaremos y eso me hace suspirar otra maldita vez.
Me pongo celosa de la manera en que sus dientes muerden su labio inferior, por lo que en un arrebato desconocido, atajo su rostro entre mis manos para dirigirlo a mí. Delineo con mi lengua sus belfos, sintiendo ese grosor que lo hace ver malditamente bien cuando sonríe.
Su boca se abre dándome permiso para comenzar una guerra con su músculo húmedo y el mío. La situación se hace repetitiva. Sorbe, lame, hace juegos prohibidos con mi legua, vuelve absorber, lamer y sigue con lo demás aumentando el ritmo de poco en poco. Concluyendo baja por mi cuello mientras se desase del resto de mi ropa. Veo la tela que me quedaba volar por los aires apenas un segundo porque no le gusta darme respiro. Lo cual agradezco porque el suspenso es un martirio mayor.
Baja en una línea de roces con sus labios por mi cuello, aprieta mis pechos, juguetea con ellos a su gusto e introduce uno a la boca, mordisqueándolo, enrollando su lengua en uno antes de pasar al otro.
Libero jadeos aun después que se separara por sentir mis pechos doler y mantenerse tensados. El de cabello veteado hace una mueca, luego veo mirarse su erección y baja el elástico, liberándola toda enfrente de mí.
La observo toda, tragando en seco, recordando la manera que acabó en mi boca. Siento el color ir a mi rostro pero no aparto la mirada de ella justo como la anterior vez que me la presentó. Venenosa, grande, gruesa, tiesa, petulante en la manera que él la presume en su mano.
– ¿Por qué te sonrojas? – Mofa mientras me abre las piernas.
Es por la lujuria… pero no lo digo.
Se desliza dentro de mí gracias a lo húmeda que me encuentro. No me deja acostumbrarme como la vez anterior, emprende a darme más fuertes estocadas, ninguna con remordimientos ni a mi alarido, ni a mi cuerpo que apenas descubría lo que es el sexo. Estoy segura que si quedaba alguna parte virginal en mí acaba de desaparecer.
– Pequeña… – Suelta con ronca voz en mi oído, mientras apresa la cercana piel a este.
Siento dolor junto al placer, trato de aferrarme únicamente en esta última para no parecer una niñita llorona. Al menos trato, ya que me desquito con la piel de su espalda entre mis uñas. Cada vez era más imposible porque sigue dándome estocadas tan violentas como lentas, tratando de solo profundizar con cada vez que se estrella con fuerza en mí.
– Maldita sea, Malía – Maldice mientras se separa para verme a los ojos mientras me folla – Eres… – Exhala sonoramente – Súper deliciosa. Más… de lo que podría imaginar.
– ¡Yeonjun! – Apenas logro gemir con coherencia.
Acabamos juntos, y cuando sale, descubro que sigue tan duro como entró. Me mira relamiéndose los labios, a simple vista descubro dos cosas: Estaba más excitado que antes. Y esto no terminaba aquí.
– Quiero romperte en dos, pequeña.
No lo dijo como amenaza si no como una persona que estaba luchando contra sus instintos. En parte para mi deleite significa que le excito mucho. Podría significar que hasta le gusto más de lo normal.
– Puedo ayudarte – Mis palabras salieron temerosas, tanto que sonaron a una pregunta.
– Claro que sí… – Sus comisuras se elevaron con perversión – Podrías hacer los honores.
Yeonjun tenía un libertinaje conmigo, comprobado en el momento en que cambió las posiciones, dejándome sobre su regazo y dejando con obviedad los nuevos propósitos.
– Danos placer a ambos, pequeña.
Para qué seguir contando lo que hicimos si basta con decir que caminar bien fue muy difícil a la hora de la despedida. Yeonjun me lanzó un guiño luego que montara al coche de Jin, burlándose de mi sonrojo y el caminar. No supe cómo reaccionar ni qué debía hacer para despedirme de él, simplemente me quedé viéndolo hasta que se perdió en el paisaje tras el parabrisas.
– Llegamos – Anunció mi hermano luego de aparcar.
– Bien, entra delante. Voy a dar un paseo por aquí antes de entrar.
– ¿Y eso? – Inquirió nuevamente el curioso.
– Hace mucho calor. Voy a tomar aire fresco – Mentí descaradamente, pero como siempre, me lo creyó.
– Okey, nos vemos dentro de un rato entonces – Me dio un corto beso en la frente antes de irse – Cuídate mucho.
Posteriormente de su marchada, me alejé un poco de casa para cumplir mi cometido. Y a solo unos metros de mi hogar se encontraba la casa incendiada. Estaba quemada, destruida, carboniza, apenas en pie. Se mantenían sus tres pisos y su imponente fachada de casa perteneciente a una familia pudiente como todas las del barrio pero con la diferencia de estar negra cual tizón. Había herbajes saliendo de las paredes y el suelo que reafirmaron los años transcurridos tras el incendio. También partes pulverizadas completamente le daban aspecto de colador.
Ahora es cuando la cuestión estaba presente si debía confiar o no. Fácilmente podría tratarse de una trampa del mismo que intentó degollarme.
La curiosidad mató al gato, pero el gato murió sabiendo ¿Valía la pena exponerme de esa forma? Podrían pasar un millón de cosas ahí dentro, pero todavía algo en este misterioso número sí me daba confianza.
Suspiré, ya estaba aquí, ¿no? Para qué atrasarlo. Iba a volver tarde o temprano si igualmente me iba sin entrar. Era hora de empezar a descubrir los secretos.
Abrí la puerta que emitió un chirrido tras mi paso. El interior estaba igual que la fachada. Malamente un mueble había sobrevivido. También había goteras y trozos del techo por el suelo. Desde uno de los orificios se podía ver el cielo nublado con media cara del sol. Un brote de rosa estaba abriendo un capullo en medio de la escalera, reafirmando que después de la tormenta no solo quedaba destrucción, cosas hermosas podrían renacer por igual.
Un cuadro atrajo mi atención. Habían una pareja y tres niños. La mitad de la pintura estaba tan roída por el fuego que era imposible ver sus rostros ni distinguir algo. Solo espero encontrar otra que me ayudara a descifrar quienes eran.
Subí hasta el segundo nivel. Una puerta de color celeste atrajo mi atención. Tenía cinta amarilla policial alrededor como una advertencia de no pasar. Con el suelo crujiendo bajo mis pies me adentré a esa, rodeé la cinta y entré.
El interior de estaba completamente destruido. Solo el abismo de una habitación de niño quedaba, sin embargo, está guardaba un horror, la misma silueta blanca que usan la policía para poner la posición que morían los cuerpos estaba tallada en el suelo, resaltando en aquella negrura del carbón.
Salí de ahí cubriendo mi boca. Imaginé vagamente cuan terrible podría ser encontrar a tu padre muerto en tu habitación. Cualquier niño podría traumatizarse de ser el caso.
Volví a recorrer el lugar, era imposible encontrar en aquel algo más que el contorno del cadáver. El próximo cuarto era verde pasto. También estaba tan chamuesquedo como el del lado. Pero este tenía una pista. Una que descansaba en la mesita de noche.
El retrato de un niño que reconocí. Apenas había visto ese rostro pero era inconfundibles esos hoyuelos mientras sonreía. Se trataba del pintor de la exposición, se tratada de Soobin.
Lo prometido es deuda. Bueno, bueno, pero lo importante es, ¿qué les pareció el nuevo descubrimiento? ¿Soobin estará implicado?
Muy pronto lo sabremos🙃😉
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