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𝚇↬encυenтro ιneѕperado en la eхpoѕιcιón.






Agreste. Apellido aunque respetable lo que más hace es intimidar. Tener un apellido élite ahuyenta a todas las personas. Hoy era sábado, amaneció con un imponente astro que irradiaba sus rayos sobre el medio ambiente con voracidad. A través de las ventanas de mi habitación, el vapor se veía por las carreteras, probablemente una persona descalza perdería las piernas caminando por aquí. El azul cielo no portaba ni una mísera nube. Eso reafirmaba probablemente como seguiría de así el día. Por eso, al caer la noche junto a la llegada de la exposición que teníamos que asistir, no fue una sorpresa que la noche resultara ser cálida como el día.

Desde las seis de la tarde los estilistas habían irrumpido en mi casa. Arreglaron a todos los miembros antes que a mí, como siempre, me dejaban para la última. De hecho, no me quejaba, me agradaba la idea.

Cuando fue mi turno, Henry, el estilista masculino del equipo al cual mi padre le tenía panic gay, tiró de mi brazo hacia el pequeño salón que había formado con otros de sus compañeras. Henry era muy rosado – Palabras de mi padre, no mías –, por eso se encargaba hasta de escoger las prendas de vestir de las chicas.

– ¡Emma trae el conjunto para la pequeña diosa que hay la percha número ocho, rápido! – Ordenó con su voz chillona de chica – Y por favor, manda a las otras chicas para acá. Es hora de poner divina a esta divinidad.

– Para Henry, sabes que no me siento así – Sonroja me caí de hombros.

– Ah no, Malía, no no no. La que tiene que parar eres tú – Agarró mi cachete y lo pellizcó mientras me hacía ladear la cabeza hacia el espejo enfrente de mí – Eres una puta diosa sin maquillaje ¡Por Dios! No sé qué clase de gen sea el que se guarde tu familia pero si se debe a la intensidad con la follan, créeme cuando digo que a todos ustedes los hicieron con muchas ganas.

Solo me encojó más como respuesta e permito que hagan su trabajo antes de que Henry siga diciendo cosas incomodas. Es un hecho que todos en mi familia son hermosos. Todos aunque físicamente diferentes, somos diabólicamente divinos. El resto de mis hermanos salieron iguales a las madres mientras que yo soy el vivo retrato de papá. Y digamos que mi padre es como el vino, mientras más viejo, más bueno se pone.

Terminan su trabajo en el momento exacto en que mis padres entraron avisando que ya era hora de partir. Todos se quedaron helados, hubo un denso silencio en la sala que no me dejaba qué pensar. Hasta que estallaron en cumplidos haciéndome ruborizar.

Me levanté de la silla y caminé hasta el espejo de cuerpo completo. El silencio fue opacado por el choque de mis tacones con el suelo. El maquillaje iba totalmente acuerdo para resaltar el color gris de mis ojos. Mi cabello había sido lisado e caía libremente hasta media espalda. El vestido era rojo mate como el pintalabios. Era de tirantes e ceñido al cuerpo hasta la cintura, una rotura dejaba ver mi pierna y otra un poco de escote, sin embargo, el largo del vestido tanteaba el suelo. Una pequeña gargantilla estaba en mi cuello y otra del mismo estilo en mi muslo descubierto.

– ¿Es irresistible, a qué sí? – Satiriza dramáticamente el líder del grupo de estilistas.

– Por cosas como estas es la que recuerdo porque eres el staff particular de nuestra familia – Le sigue el juego Sarah.

– Gracias, gracias, señora Agreste. Pero tengo que decir que Malía es un primor sin necesidad de pasar por mis manos.

– Coño, si no fuera mi hermana me casaría con ella – Sigue Taehyung cubriendo su boca abierta con las manos.

– Totalmente de acuerdo – Prosigue el otro gemelo.

– Hoy me toca presumirla a mí – Mofa mi padre.

– Bueno, parece buena hora para un poema – Jin, él que faltaba por hablar, se aclara la garganta para continuar – Las rosas son rojas, mi cabello huele a magnolias, Malía, ¿tú quisieras ser mi unicornia?
 
– Oh, que profundo – Suelta el menor de los hermanos junto a una risilla.

– Jin para el peor poeta. Boten ahora, boten ya – Promueven la pancarta entre los dos gemelos.

– Les daré con una chancla así – Riñe el ultrajado mientras inventa ese objeto con sus manos de tamaño colosal.

El camino se hizo ameno entre risas. Jin siguió haciendo poemas malos mientras los gemelos no paraban de sacárselo en cara con frases irónicas, Sunoo y yo reímos de la situación, sin embargo, nuestro padre hablaba con las madres de cuándo íbamos a madurar. La respuesta es obvia, nunca.

Por los cristales de la limusina en que venían todos los miembros de la familia, conversando y riendo como la mejor familia que pueda existir mientras el aire acondicionado nos eximia del infierno caluroso exterior, la parte buena es que al ser de noche el ambiente se había refrescado un poco.

A medida que nos acercábamos al punto de entrada las calles se fueron viendo más y más lujosas. Los autos que transitaban también, al igual que la vestimenta de las personas. Es increíble cómo hasta las reuniones estas eran en los lugares más refinados de la capital surcoreana.

En la exposición los paparazis estaban al asecho. Los guardias de seguridad se encargaron de retenerlos  cuando el resto se encargaba de cuál era el mejor que tomara la foto de la familia élite. Aunque incómodo, ya esto era muy normal incluso para mí. Mi padre fue el primero en bajar y con cada madre enganchada a un brazo, cruzó la tela roja. A escasos metros de diferencia le seguimos los hijos. El pequeño Sunoo enfundado en su trajecito a corte como mis demás hermanos mayores, iba en el medio tomado de mi manita. Jin frente de nosotros y los gemelos por la retaguardia. Gritos de júbilo, peleas por llegar a nosotros, cámaras y flash. No sé imaginan el gran alivio que sentí al poner un pie dentro de la galería. Por los menos, la prensa no estaba por aquí.
Ahora es el momento que llamamos “huir de papá”. Cada hermano por su cuenta, a hurtadillas, rogando no ser esta noche el fatalista que le toqué ser “el presumido” por Chris Agreste.

La galería estaba hermosa. La decoración aunque ricachona, era juvenil e agradable. La iluminación se hacía más pronunciada cuando estabas cerca de un cuadro. No sé mucho de arte, pero según los críticos, las pinturas eran tan grandiosas. Las pinceladas se veían tiernas, delicadas y cariñosas. Los colores armonizaban con los de los paisajes terrestres de una forma que un cuento de hada ni les hacía competencia. 

Hubo una pintura que me hizo esbozar una sonrisa y tomarle una foto con el celular. Era de Hogwarts, la escuela de magia y hechicería de Harry Potter. Te podías quedar mirándola por horas y aun así, la sensación de tener al castillo frente de ti perduraba.
¿Cuán fan era el pintor o pintora de la saga? Y más crucial, ¿cuál era su casa en Hogwarts?

– ¿Te gusta? Es mi favorita de la colección.

Bajo de la luna y vuelvo a la realidad, un chico alto, delgado y con sonrisa llena de hoyuelos me mira sonriendo afectuosamente.

– Pues ya somos dos con la misma opinión.

– Genial, por cierto, soy Soobin de Hufflepuff – Me extiende las manos.

– Malía de Slytherin – Se la acepto con una sonrisa.

– ¿Slytherin, en serio? – Ríe contagiándome – Por tu elección de casa, considero que esto será el florecimiento de una gran amistad.

– Sí lo dijo el honesto y leal, no hay duda en eso.

Nos comenzamos a reír y seguimos hablando de cosas Potterheads. Resulta es que es tan fan a la saga como yo. También tiene ese aire amable que trae su casa en Hogwarts. Sin dudas, no se equivocó de casa.

– Ay por Dios, y cuando salen las arañas y Ron–

Nos interrumpe un carraspeo. Riendo me giró en dirección al sonido aun carcajeando de nuestro tema de conversación. La primera persona que me vino a la mente y podría ser el celoso de la interrupción fue Sunoo, el más celoso de mis hermanos, no obstante, se trataba de la persona que menos me iba a imaginar. Pero ahí estaba, enfrente de mí en carne y hueso…

– Yeonjun…

Me tragó mis risas para mirarlo sorprendida. Él luce un fino traje que le queda malditamente bien y esa sonrisa, esa encantadora sonrisa que parece de un ángel cuando podría tratarse del mismo Lucifer en carne y hueso.

– Hola pequeña, no esperaba encontrarte una noche como esta, tan hermosa como usted – Una de sus manos toma la mía y la lleva hasta su boca, dejando un beso en el torso de esta y mis vellos de punta, mientras sus felinos ojos me miran fijamente el rostro – Y hola a ti también, pintor de esta hermosa exhibición, Soobin.

¿Soobin es el artista de todo esto?

Ladeó la cabeza nuevamente al chico que me acompañaba. Este mira a Yeonjun en una especie de transe, reniega con la cabeza y termina rascándose la nuca.

– Hola y lo siento mucho, pero ya me tengo que marchar. Espero volver a verlos en lo que resta de la noche.

Se da la vuelta y se marcha como si nada ¿Es idea mía o él se puso nervioso ante la presencia de Yeonjun? Fue como si en cierto punto le temiera.
Tengo un presentimiento que me dice que aquí hay gato encerrado.

– Estás preciosa, pequeña – Las palabras de Yeonjun salen profundas, como si hablara desde lo más profundo de su interior.

– Basta, Yeonjun, no digas eso así – Agachó la cabeza, ruborizada – Seguramente hay un millón de chicas más guapas en esta fiesta.

– A ver, Malía, déjame explicarte una cosa – Me agarra por el mentón e obliga a mirarlo a los ojos – Si yo digo “estas preciosa” es porque realmente  eres jodidamente hermosa que no tengo ni puñetera idea de cómo evitar los pensamientos suculentos que pasan por mi cabeza, en donde solo quiero darte duro hasta que no puedas volver a caminar en un buen tiempo. Eso es lo que quiero. Y si crees aún que hay una chica más hermosa en esta fiesta, mira para mis pantalones y dime quién es la que despertó a mi pene solo con mirarla desde la distancia.

Tanta información me hace jadear justo en el punto en que mis ojos, sin permiso, viajaron por un segundo al lugar de su cuerpo que había mencionado. Era cierto lo que dijo. Se excitó con solo verme.

– Y–yo…  – Tartamudeó mientras el mismo chico se acerca peligrosamente a mi anatomía – Te estaré esperando en el baño de chicas en diez minutos. No demores ni un minuto más.

Lame ese lugar sensible cerca de mi oído a la par que agarra uno mis glúteos y lo aprieta. Gimo sobresaltada, pero solo soy capaz de articular un “sí” y verlo alejarse.

No sé qué hace aquí. No sé porque me quiere en aquel lugar dentro de ese tiempo. Ni siquiera entiendo a qué se debe este encuentro luego de lo que pasó. Y la curiosidad en cierto sentido me está pagando factura…

Ignoro el tiempo límite, reviso que no haya nadie en los alrededores y entro al baño. Su voz es lo primero que escucho. Está diciendo mi nombre ¿Acaso me estará llamando?

Tranco la puerta desde adentro y me dirijo a los cubículos. Sigo su voz hasta el último, abro la puerta e ingreso en el interior.
Y si podía seguir asombrándome, la forma en que lo encontré, me deja aún más shockeada.

– Te pedí diez minutos, pequeña – Mofa dejando de masturbarse por mí – Aunque ahora que ya estás aquí… lo puedes resolver por mí, ¿no?




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