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Capítulo 8.

Casi tres meses juntos, los cuales pasaron increíblemente rápido. El mes de agosto estaba llegando a su fin y el cumpleaños número treinta de Jungkook estaba a solo dos días. La celebración obligada sería en la mansión de los Kim, ya que SeokJin se encargó de organizar una fiesta sorpresa no tan sorpresa.

Era jueves por la mañana y Jungkook había visto un par de horas a Jimin el día anterior y en el transcurso de la semana, para luego retirarse a su casa y así descansar en ella. En el último mes no se había quedado a dormir con el rubio, simplemente le daba su espacio así como el necesitaba el suyo, el cual ocupaba para descansar, trabajar hasta tarde en proyectos que llegaban sin previo aviso o simplemente salir con sus compañeros de trabajo que siempre insistían en salir todos juntos.

En cuanto a Jimin, poco y nada le interesaba tener su espacio, él quería estar todos los días y noche con el castaño, besarlo y abrazarlo, sentir ese exquisito olor natural que era tan masculino y su olor a perfume barato que a pesar de los años, seguía usando. También había ido al doctor ya que Jungkook insistió en ello y le recetaron una serie de medicamentos para que no tuviera más anemia y volviera a su peso ideal, además de nuevamente comenzar a tomar sus anticonceptivos.

Hasta ahora todo marchaba de maravillas, tenían salidas al cine, a restaurantes o simplemente paseaban por las tardes tomados de la mano en algún parque, disfrutando del clima y conversando de temas triviales, en ocasiones Jungkook se ofrecía a ir por él a la academia y así llevarlo a casa. Todo era casi perfecto, casi.

¿Por qué no podía ser perfecto entonces?

Simple.

Jungkook no tocaba a Jimin, nunca avanzaba más allá de los deliciosos besos y sutiles caricias, cuando el ambiente cambiaba a algo más caliente él simplemente se alejaba de rubio y trataba de calmar las aguas.

Pero Jimin quería más.

Jimin quería sexo.

No era malo desear ese caliente y seductor cuerpo, ¿no?

Ahora, ya eran alrededor de las seis de la tarde y esperaba a Jungkook quien llegaría a cenar con él. Se había dado una relajante ducha luego de haber estado toda la mañana en su pequeña academia, se arregló sus dorados cabellos y se puso lo más bonito pero casual que pudo.

La cena ya la tenía lista y le había quedado de maravillas, hacer la receta que Taehyung le había enviado por mensaje de pastas con salsa de champiñón y pollo salteado con finas hierbas, sin duda había sido una buena elección.

Solo esperaba que Jungkook no fuera alérgico a algún ingrediente y así no se iría todo al carajo.

Estaba sentado en su cómodo sofá mientras tenía el televisor encendido sin prestarle atención, simplemente estaba entretenido con su celular viendo videos en una de las tantas aplicaciones que hay. Sin saber cuánto rato pasó concentrado y pegado en la pantalla del teléfono, sintió una mano en su hombro que lo hizo reiniciar su vida misma.

—¡AAAAAH! —gritó, asustando a Jungkook con ello— ¡JUNGKOOK! —llevó su mano al pecho y pudo sentir su corazón acelerado por el susto— ¡Casi me matas del susto!

—Tienes todo apagado, te quedarás ciego en poco tiempo si solo usas la televisión como lámpara para iluminar la sala.

—No me di cuenta de que oscureció, estaba entretenido aquí —mostró su teléfono.

El rubio se levantó del sofá y abrazó a Jungkook por el cuello, para luego ponerse de puntitas y poder alcanzar esos finos labios que tanto extrañaba. Jungkook llevó sus manos a las caderas del menor y lo atrajo a su cuerpo, junto la frente con el menor y sus narices se rozaron, ambos se miraban entre la poca luz que había en la sala.

—Te extrañé —susurró el rubio.

—También te extrañé —rozó sus labios con los del menor para después cortar la pequeña distancia y dar paso a un delicioso y ansiado beso, Jimin hizo un sonido placentero al momento de unir sus lenguas haciendo que Jungkook reaccionara y se alejara de sus labios.

—Tengo hambre... —le recordó.

—Bien... vamos a comer —se animó a decir aun cuando lo que realmente quería comer era a Jungkook.

Comieron y disfrutaron la cena, Jungkook habló sobre la fiesta sorpresa que Jin le estaba haciendo, quedaron de acuerdo en que se irían y volverían juntos, así estuvieron hasta que acabaron de comer. Una vez que no quedó nada en los platos, Jimin tomó toda la loza usada y la llevó a la cocina, lavó todo de manera rápida y volvió al comedor.

—Estuvo delicioso —llevó su mano al estómago para luego tocar y averiguar si aun estaba su tan amada barra de chocolate que se le marcaba en su torso.

—¿Todo en orden? —preguntó divertido el rubio al verlo como prácticamente se miraba por debajo de la ropa su torso y se aseguraba de que aún estuviera todo en su lugar.

—Todo en orden —afirmó.

—¿Te quedarás hoy?

—Pensaba regresar, estoy algo cansado...

—Aquí puedes descansar —se acercó y se sentó sobre sus piernas haciendo que Jungkook lo rodeara por la cintura— Quédate... —pidió mientras formaba un puchero.

Jungkook se golpeó mentalmente al ver que no pudo negarse ante aquel tierno puchero, aún tenía efecto en él, el paso de los años no hizo que aquel acto tierno lo hiciera caer redondito ante cualquier petición que el rubio pidiera.

—Bien... —fue todo lo que pudo decir.

Jimin se lanzó hambriento a los brazos y labios de Jungkook, devorando sus labios y haciendo que el beso cada vez más se fue intensificando.

Se separaron por un momento y Jimin sonrió victorioso ante la imagen de un Jungkook completamente excitado, quizás estaba en su límite y que se esforzaba por mantener la compostura. Lo tomó de la mano y lo guió a la habitación, donde lo obligó a sentarse y él se subió a horcajadas del castaño.

—Jimin... —susurró mientras enterraba su cara en el cuello del rubio, sus manos sujetaban firmemente sus caderas.

—¿Qué...? —jadeó al sentir pequeños besos que iba bajando hasta su clavícula.

—No podemos seguir... —trataba con toda su maldita fuerza de voluntad detener lo que estaba a punto de suceder.

Se supone que no era un adolecente hormonal, se supone que él sabía manejar estas situaciones y mantener la razón, se había vuelto responsable porque no quería hijos no deseados, se había vuelto fiel al dicho de "Sin gorrito no hay fiesta". Pero ahora sin duda no estaba pensando con claridad, no estaba pensando con su cabeza.

No con la de arriba al menos.

—¿Por qué no? —preguntó sin procesar mucho sus palabras. Estaba excitado y estaba a punto de perder la razón.

—No tengo condon —dijo apenado— No podemos hacerlo sin cuidarnos.

Jimin lo miró y sonrió.

¿Era esa la razón por la que no lenponia un maldito dedo encima?

—Pero me estoy cuidando...

—La última vez también te estabas cuidando —lo miró atento a sus movimientos.

—Aquella vez... olvidé ir a inyectarme, ya no es el caso, me estoy cuidando —aseguró mientras apoyaba su cabeza en el hombro del mayor— De verdad me cuido...

Solo bastó escuchar eso para que Jungkook soltara un par de maldiciones en su mente y finalmente se lanzará sobre ese hermoso y sensual cuerpo, ese que por años no pudo tocar pero que ahora sería suyo una vez más.

Y no solo una, sino varias.

No solo ahora, sino que para siempre.

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