[Capítulo 37]
Cuando Sam no regresó al rato de terminar la transmisión de radio, Caleb empezó a inquietarse.
Se mordió la punta del pulgar y pasó una mano por su cabello, dando vueltas en la habitación. Andery también estaba ahí, sentada sobre una silla y enlistando en voz alta todos los hechizos de pelea que conocía; habían estado así casi toda la mañana, y la chica, incluso cuando dijo que estaba muriéndose de los nervios, lo cierto era que estaba sobrellevando bastante bien la situación.
A diferencia de Caleb, claro estaba.
—¿Por qué no ha regresado aún? —preguntó, aunque era más un pensamiento que con intención de obtener respuesta.
Andery arrugó la frente.
—Seguramente se entretuvo con algo más —contestó con gesto ambiguo—, le dije que se fuera por la puerta trasera, pero es posible que se le haya olvidado... No lo sé. No te preocupes aún.
Era fácil de decir e imposible de hacer. Caleb frunció sus cejas hacia abajo y miró ansiosamente por la ventana. Debían ser las diez de la mañana, aproximadamente. El cielo estaba nublado y le daba la impresión de que llovería más tarde; había un ambiente algo denso y, en general, tenía una sensación de ansiedad.
—Bien —suspiró.
Andery no terminaba de agradarle por completo. Era algo grosera con él y, hasta este momento, ni siquiera le había dirigido la mirada. Caleb no tenía claro qué era lo que había hecho mal para que ella le odiara... sin embargo, debía admitir que también no podía importarle menos.
Se quedó viendo por la ventana por lo que le pareció ser una eternidad.
Sam aún no volvía.
Una parte suya había querido rehusarse a su idea de quedarse más tiempo... Si no fuera por su madre, entonces ya estarían de vuelta en su mundo, y las cosas no estarían del todo mal. No obstante, seguían ahí en Erason. Y eso lo volvía loco.
Lo más sensato había sido irse cuando pudieron hacerlo... pero Caleb sabía que no podía decirle eso a Sam. No cuando por su culpa habían llegado a este mundo en primer lugar, y sabía que era cruel exigirle que volvieran cuando Sam tenía la oportunidad de saber algo de su madre.
Se frotó los ojos y suspiró.
Sam también lo volvía loco. Lo hacía desde que lo conoció. Probablemente debió saber que su vida iba a cambiar cuando lo vio en aquella cafetería.
Jamás tuvo planeado volver a verlo. Nunca lo hacía... era fácil lidiar con el odio de sus parejas cuando conocían a su familia; se había acostumbrado a los mensajes de odio y a los insultos. Así que creyó que sería lo mismo con Sam. Había tenido la certeza de que no volvería a verlo luego de esa cena de navidad. Y sin embargo, no fue así.
Porque sucedió todo esto de un mundo diferente y nuevo, y las cosas fueron empeorando. Aunque, ¿empeorar era la palabra correcta? Por un lado, habían tenido que pasar por muchas dificultades para volver a casa y, por otro, había podido conocer a Sam mejor.
Caleb nunca se esforzaba en sus relaciones porque nunca les veía futuro; porque jamás se involucraba con personas con la intención de tener algo serio y real. Porque simplemente no creía en eso. Podía sentirse atraído hacia otros, mas le parecía una farsa que alguien realmente pudiera conocerlo y, sobre todo, querer que lo hiciera.
Y de alguna forma, las cosas eran diferentes con Sam.
Quizá porque se había visto obligado a saber más de él. Quizá porque Sam era increíble y maravilloso. Era indulgente y amable incluso cuando no debía serlo. Era un idiota por la facilidad con la que confiaba en otros. Tenía una sonrisa hermosa y el cabello alborotado más adorable del mundo. Jamás hizo preguntas personales y siempre respetó su espacio... Por los cielos, incluso ahora Sam pensaba en otros por encima de sí mismo, y era estúpido, pero increíble. Era torpe e inteligente, incluso si él decía que no; era empático y malditamente lindo e, incluso siendo un mago prodigioso, no le daba importancia a su poder. No se le había subido el ego ni había empezado a hacerlo a un lado por ser no-mágico.
No podía ponerlo en palabras. Decir lo mucho que quería proteger a Sam y alejarlo de todo este mundo puesto patas arribas. Explicar cuánto deseaba dejar atrás todo esto y descubrir si Sam aún estaba dispuesto a intentar ser algo juntos.
Parpadeó varias veces cuando se dio cuenta en lo que estaba pensando y se ruborizó. Carraspeó con la garganta y tamborileó sus dedos sobre el alfeizar de la ventana.
—No ha vuelto —murmuró—, iré a buscarlo.
Andery levantó la mirada de su libro.
—No, no lo harás —soltó—, Sam me dijo que no te dejara ir a ningún lado...
—¡¿Él te dijo eso?! —Caleb meneó la cabeza—. Da igual. Ya ha pasado más de una hora desde que se acabó la transmisión... Incluso si lo atraparon los periodistas, esto no está bien. ¿Y si le sucedió algo? No es que sea precisamente invisible para los demás.
La chica apretó los labios. Finalmente lo estaba viendo al rostro.
—Sam me dijo que estaría bien —suspiró, cerrando su libro—, pero tienes razón. Sería imposible no sentirme preocupada bajo esta situación. Iremos juntos.
—No, yo iré. Tú debes seguir estudiando o lo que sea —gruñó Caleb—. No dejaré que me culpes si pierdes esta última etapa.
—¡Da igual la etapa! Si Sam está en peligro, tengo que ayudarlo.
—Nosotros volveremos a nuestro mundo y tú te quedarás, así que las consecuencias que haya luego de esto no importarán para nosotros, pero sí para ti, ¿lo entiendes? Si algo malo sucedió, yo lidiaré con eso, mas no puedo involucrarte.
Andery arrugó la frente. Luego sonrió a medias y soltó un suspiro de derrota.
—Sam mencionó que eras terco —murmuró—, aunque no que eras un terco sensato...
—¿Sam te habló de mí? —no pudo evitar cuestionar. Andery se rio por lo bajo.
—Algo así. Supongo que necesitaba desahogarse y yo estaba ahí para él.
—Oh... —Caleb abrió los ojos de par en par, por fin comprendiendo—. ¡Es por eso que me odias, ¿cierto?! Te contó sobre lo que pasó entre nosotros.
—Sí, y seguro estaba enojado contigo en ese momento porque realmente habló mal de ti. Él podrá actuar como si nunca lo hubieras herido, pero yo no olvido tan fácil, ¿eh?
Caleb titubeó y pasó una mano por su cuello.
—Descuida, lo hablé con él hace poco —suspiró, sin saber por qué se sentía en la obligación de darle explicaciones como si fueran a volver a ver a Andery—, ahora estamos en buenos términos. Fui un idiota y lo reconozco... yo sé mejor que nadie lo mucho que lo lastimé, pero las cosas han cambiado. Tuve la oportunidad de conocer a Sam mejor y todo esto me hizo darme cuenta del daño que hacía mi estúpido capricho; creo que siempre lo supe, pero nunca le di importancia hasta que me tocó lidiar con las consecuencias. Ahora mismo me siento un imbécil por lo que hice y no volveré a pasar por ese error... no cuando realmente vi las formas en que eso hirió a Sam. Y justo ahora solo quiero encontrarlo y llevarlo a casa. Es todo lo que me importa.
Andery asintió lentamente y se levantó de su silla.
—De acuerdo —soltó. Al menos ya no le miraba con odio ni parecía querer rodar los ojos con cada palabra que salía de su boca—, fue un lindo discurso. Conocí a Sam hace unos días y ahora siento que es el hermano menor que siempre quise... Así que más te vale no volver a lastimarlo de ninguna manera o hallaré el modo de enterarme y haré lo que sea para abrir una puerta a tu mundo y golpearte, ¿quedó claro?
Caleb sonrió.
—Quedó claro —contestó.
—Bien, ahora ve a buscarlo. —Andery miró a su alrededor e hizo una mueca—. El final de la competencia es en dos horas... Te alcanzaré en cuanto haya terminado, independientemente del resultado. Como tendremos que prepararnos para lo peor, te daré un artefacto mágico para encontrar a Sam; él no lo sabe, pero tiene la otra parte para ser hallado.
—¿Me estás diciendo que le pusiste un rastreador?
Dibujando una sonrisa a medias, Andery se encogió de hombros.
—Lo ideal era no tener que usarlo —se defendió, aunque no lucía arrepentida—. De verdad creí que no había necesidad de llegar a esto... Sin embargo, me alegra que haya visto venir algún obstáculo como este. Y sí, supongo que le puse un rastreador. Es muy pequeño y Sam no lo notó, además de que no emite rastro de magia y es muy sutil.
Caleb estaba incrédulo, aunque en el bien sentido.
—Eso es increíble —acabó diciendo, pasando una mano por su rostro y arqueando las cejas—. Eso es perfecto. Encontraré a Sam con el rastreador y, en el peor de los casos, intervendré, ¿cierto?
—Bueno, lo preferible sería que esperaras un poco dependiendo de lo que esté pasando. Esperemos que Sam no esté en peligro inmediato, pero si no lo está, entonces debes mantener la calma. No quiero que lastimen a Sam por culpa de tu imprudencia, así que solo te daré el rastreador si me das tu palabra de que no te volverás loco en el peor de los casos.
—Bien... lo que sea —musitó Caleb sin mucho agrado y sin prometerlo por completo.
No obstante, comprendía las palabras de Andery. Era consciente de que un desliz suyo podía significar algo peor para Sam. Y no quería eso. Odiaría ser responsable de otro trauma para Sam y otra cosa con la que tendría que lidiar en terapia.
Se frotó los ojos y soltó un suspiro, y luego vio cómo Andery hundía la mano en el bolsillo de su abrigo y de ahí sacaba una especie de flor metálica con detalles dorados y gemas verdes y rojas que le conformaban en su mayoría. Lucía como un artículo bastante caro a juzgar por el material de oro y plata, de esos que usaban las mujeres de mediana edad en forma de peinetas para sostenerse el cabello.
—Los pétalos de la flor se inclinarán hacia donde esté la pieza faltante —le dijo ella, señalando el pequeño agujero sin gema que había en el centro de la flor—. Es algo ambigua, así que puede confundirte al inicio... —Sus labios se torcieron en una mueca—. Realmente espero que Sam solo se haya perdido en la ciudad y esté en alguna heladería perdiendo el tiempo.
Caleb dibujó una sombra de sonrisa.
—Yo también lo espero —murmuró, tomando la flor y percibiendo lo pesada que era. Deseó haber insistido en salir a buscarlo antes... sin embargo, hasta donde él sabía, Sam no estaba en peligro. Hasta donde sabía, una hora de su ausencia no era la gran cosa. Hasta donde sabía, podía estar exagerando todo.
(Pese a eso, empezó a sentir que se arrepentiría de no haberlo acompañado a esa entrevista).
—Mi papá se ha ido a hacer los preparativos para la quinta etapa —dijo Andery—, así que no tendrás problemas para salir. Si luego de analizar la situación ves que es muy peligrosa, entonces ve a buscar a la policía. No intentes hacerlo todo por tu cuenta... De nuevo, estaré ahí en cuanto lo consiga. Por favor, mantente alerta y no hagas ninguna estupidez.
Caleb no prometió nada. Era imposible hacerlo cuando cometía estupideces todo el tiempo.
Salió de la casa de Andery poco después con la flor metálica en su mano y su corazón latiendo a toda velocidad. Estaba nervioso y su mente no podía dejar de pensar en lo peor. Un montón de escenarios catastróficos cruzaban su mente y le enviaban punzadas al pecho.
Jamás había temido tanto por algo como en ese momento. La incertidumbre dolía. No saber lo que podía o no ser real dolía.
Sospechar que Sam podía estar en peligro dolía aún más que todo eso junto.
Tensó la mandíbula y empezó a girar y dar vueltas por algunas calles conforme la flor lo guio; apenas si se estiraba o giraba a un lado, por lo que era difícil discernir hacia dónde le decía que fuera. Aun así, Caleb no creía que estuviera haciendo un mal trabajo.
Entonces llegó a una calle en particular. Algo alejada del resto de las casas. Un poco destruida e inquietante.
Caleb abrió los ojos de par en par y se escondió detrás de una esquina cuando vio que había un buen puñado de personas en torno a la calle. Todas ellas vestidas de negro y con pasamontañas que les cubría el rostro.
Entonces percibió una presencia a su lado.
—No grites si quieres vivir —dijo una voz, mientras una mano se colocaba sobre su cuello.
Y Caleb se quedó congelado.
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