[Capítulo 33]
Mi mamá tenía el cabello pelirrojo como yo.
Cuando era niño y aún tenía las facciones suaves y delicadas, me decían que me parecía mucho a ella... Que tenía su misma mirada y el cabello igual de rizado y revuelto. Yo había sacado los ojos avellana de mi padre junto a su miopía, aunque también llegué a escuchar que hasta en eso tenía ciertos aires a mi mamá. Sabía que ella había sido una mujer amable y gentil que soportaba la terquedad y estupidez de mi papá. Sabía que ella siempre me había hablado con tono tranquilo y sereno. Sabía que rara vez levantaba la voz y nunca se quejaba de su vida. Sabía que me había prometido quedarse.
Y luego se fue.
Sabía que mi mamá era una mentirosa y, al parecer, también una poderosa maga de este mundo.
Parpadeé con fuerza y miré su pintura en la pared. Era sin duda ella. Podía ver sus pómulos altos, sus pestañas cortas y su cabello rojo fuego. Tenía esa mirada suave y terca de alguien que te diría amablemente que te fueras al diablo. Incluso estaba ese lunar suyo bajo su ojo izquierdo y esos hoyuelos casi imperceptibles junto a la comisura de sus labios.
—¿Qué? —Andery me miró, perpleja—, ¿cómo que Aladdia es tu mamá...?
—Ella no se llama así —contesté, viendo hacia el suelo y sintiendo que la cabeza me daba vueltas—. Su nombre es Lucía Chick. Ella es de Londres y aún sigue casada con mi padre. —Era una de las razones por las que creí que volvería. Nunca llevaron a cabo su divorcio. Mi mamá simplemente se marchó y jamás volvió—. Es mi mamá... Más bien, ¿por qué mi mamá es Aladdia? ¿Qué demonios significa eso?
Caleb, aún con su brazo rodeándome la cintura, me acarició la espalda y me miró con ademán preocupado.
—Significa que ahora sabemos por qué eres tan poderoso —murmuró, ladeando la cabeza—, también leí sobre Aladdia estando aquí. Parece ser que fue muy importante.
—¡Por supuesto que lo fue! —intervino Andery—. No fue gobernante de Erason, pero estuvo como consejera en algunas ciudades cercanas y todos la amaban. Era tan poderosa y bondadosa que siempre ayudaba a las personas que la necesitaban. Era huérfana, así que siempre vivió algo aislada de los demás. Sin embargo, ella desapareció un día y nunca volvió. Incluso se creyó que estaba muerta.
—No lo está —solté. No tenía clara la razón, pero ahora estaba enfadado. Apreté los dientes y respiré con dificultad—. Ella está viva...
—¿La conociste? —Andery parecía muerta de curiosidad—, ¿cómo es?
Fruncí el ceño.
—La conocí —afirmé—, pero ella también me dejó... A mí y a mi papá. Nos abandonó cuando yo tenía siete años. No he vuelto a saber de ella desde entonces.
—Oh. Por cierto, ¿qué fue eso que mencionaste? Londres. ¿Es una ciudad del sur?
Abrí los ojos de par en par. Cierto. Andery aún no estaba al tanto de la historia.
Miré alerta a Caleb, y vi que él asentía con la cabeza en gesto aprobatorio. Tragué saliva y miré a mi amiga.
—Sobre eso... deberíamos hablar. Fue por eso que vine. Necesito tu ayuda, pero creo que primero debo contarte la verdad sobre mí.
Andery me examinó en silencio por unos momentos. Al final asintió con la cabeza.
—Primero limpiemos tu herida —dijo, señalando con su índice mi tobillo—, sería desagradable que te diera una infección.
De este modo, Andery nos guio a través de su palacio hasta una habitación que tardé en darme cuenta era un cuarto de baño. Era demasiado amplio para ser uno. Debía admitir que estaba anonadado. Tenía el tamaño de mi habitación en mi apartamento, y hasta me puso ansioso ver el espacio que tenía. Parecía ser una habitación explícitamente para la ducha, a juzgar por la enorme bañera al fondo y la cantidad de jabones que había en estantes a nuestro alrededor.
Andery me trajo una silla y me hizo sentarme en ella. Le ayudé a quitarme el zapato y me limpió la herida con agua.
Caleb se mantuvo a mi lado, un tanto incómodo pero luciendo determinado a quedarse ahí.
Hice una mueca cuando el agua entró en contacto con mi herida y traté de no lucir como un niño de cinco años que lloriqueaba del dolor. Tensé la mandíbula y contuve la respiración hasta que Andery terminó.
Luego ella se puso de pie y cruzó los brazos sobre el pecho.
—Empieza a hablar —me dijo, medio seria y medio compasiva.
Así que le conté todo... bueno, a medias. Ella ya sabía sobre Caleb, así que solo hablé sobre nuestro mundo y las cosas que habíamos pasado para dar con la Esfera de los Deseos y volver.
—Eso es increíble —fue la reacción de Andery cuando terminé—, es... Wow. No tengo palabras. Vienen de otro mundo. Realmente es impresionante.
Sonreí, algo tenso.
—Supongo —respondí—, pero en realidad no era nuestra intención, ¿sabes? Justo ahora morimos por volver a casa.
—Claro, claro. Entonces hicieron este trato con Bailán y él se volvió loco cuando no pasó a la última etapa, por lo que ya no tienen forma de conseguir la esfera, ¿verdad?
—Sí, básicamente.
Andery asintió, tamborileando sus dedos sobre su barbilla.
—En ese caso —dijo—, están de suerte. Puedo ayudarlos con eso. Mi padre guarda una de esas esferas aquí en la casa... No podemos usarla más que para deseos simples, aunque tampoco es algo que nos guste hacer por obvias razones. Supongo que es algo así como decoración exótica.
La miré, anonadado.
—Tienes una Esfera de los Deseos —repetí, sin creerme lo que acababa de decir.
—Sí, no son precisamente poco comunes... Se ven bonitas y a muchos magos les gusta tenerlas.
—¿Podemos usarla? —habló ahora Caleb, viendo a Andery con los ojos abiertos de par en par.
Y ella asintió.
—Por supuesto —contestó. Sentí que se me detenía el corazón con escucharla—, creo que me daría algo de tristeza que te fueras, Sam, pero no imagino lo que debe ser estar atrapado en un mundo que no conoces... Así que tampoco voy a intentar retenerte. —Sonrió con tristeza—. ¿Quieren irse ahora? Puedo llevarlos a la sala donde tenemos la esfera.
Me sentí fuera de mí mismo. Todo esto era demasiado surrealista y extraño.
Tantos días buscando esa maldita esfera. Tanta desesperación y angustia. Tantas cosas que pudimos habernos ahorrado de haber conocido a Andery primero y haberle dicho lo que sucedía.
Sentí que comenzaba a temblar y respiré trabajosamente. Así como sentía alivio, también había culpa... había confiado en la persona equivocada y ahora yacía frente a mí la persona en la que debí confiar todo el tiempo. Pero ¿cómo iba a saberlo?
Caleb apoyó una mano en mi hombro y sonrió.
—Vamos —me animó—, debemos volver a casa.
Estuve a punto de asentir y concordar con eso.
Y luego me quedé congelado.
—¿Mi mamá... Aladdia es de este mundo?
La pregunta salió de mis labios antes de que siquiera yo pudiera procesar lo que significaba. Andery me observó con aire vacilante.
—Eso creo —dijo—, hay personas que la conocieron cuando era niña en el orfanato; desde entonces ya mostraba grandes cualidades y afinidad para la magia. No hay razones para creer que no nació y se crio aquí.
Me llevé las manos al rostro.
—¿Y si volvió? —no pude evitar preguntar. Me odiaba a mí mismo justo ahora por hacerme estas preguntas en lugar de volver a casa, pero no podía evitarlo. Necesitaba saber—. Es solo que... entiendo que ella dejó este mundo porque vino al mío por alguna razón, y por eso desapareció todo rastro de ella aquí. Entonces, ¿y si luego de un tiempo algo pasó y tuvo que volver? ¿Y si ella está aquí?
—Sam —murmuró Caleb. Sentí su mano pasarse por mi cabello en un gesto tranquilizador—, ¿qué quieres decir?
Arrugué la frente y cerré los ojos.
—No lo sé —admití, de pronto con ganas de llorar—. Cuando era más pequeño me obligué a pensar que ella nunca quiso abandonarme... que algo más la obligó. Tal vez... tal vez se fue y no pudo volver. Bailán quiso obligarme a abrir un portal, ¿y si le sucedió algo parecido? ¿Y si ella necesita ayuda? No lo sé. Lo siento. Sé que no tiene sentido y es estúpido.
—¿Quieres encontrarla? —El tono de voz de Caleb era tranquilo y suave. Sus dedos aún seguían moviéndose sobre mis rizos, enredando y desenredando mechones de cabello.
—No lo sé —volví a decir. Realmente me autodespreciaba. Abrí los ojos y miré hacia el suelo—. Perdón. Olviden lo que dije. Deberíamos volver.
—Tal vez tienes razón —intervino ahora Andery con la sorpresa y la incertidumbre cruzando por sus pupilas. Ella era bastante inteligente y sensata; había procesado toda esta loca situación en pocos minutos—. Los magos que pueden abrir puertas a otros mundos son extremadamente raros y contados. No me sorprendería que esa haya sido la razón por la que se fue a otro mundo... y tampoco sería sorpresa que incluso allá la persiguiera algo más. De hecho, tiene sentido.
—¿Crees que mi mamá podría estar aquí? —inquirí, viéndola con una mezcla de recelo, duda y anhelo. Anhelo de querer creerle.
Andery titubeó.
—Es una posibilidad —dijo—. Algunos han rumoreando que Aladdia está oculta en algún rincón de este mundo, pero en realidad nadie puede confirmarlo. Tal vez ni siquiera está aquí, incluso podría estar en otro mundo.
Eso me desanimó visiblemente.
No sabía de dónde venía mi súbito deseo de querer encontrarla. Sin embargo, no podía dejar de pensar en eso: que alguien la había obligado a irse. Y si era así, entonces tenía que hallarla. Tenía que ayudarla.
Pero ¿cómo se suponía que hiciera eso cuando la búsqueda llegaba a todos los mundos existentes? Hundí los hombros y solté un hondo suspiro, repentinamente frustrado.
Nunca reportamos la ausencia de mi mamá como una desaparición. Mi padre dio por hecho que ella se había hartado de nosotros (no de él; de nosotros) y que se había ido con alguien más a empezar de cero. Yo le creí. Jamás intenté convencer a nadie de lo contrario. Mi mamá no tenía familia, así que nadie más pensó que su ida fuera algo de qué preocuparse.
Siempre di por hecho que ahora vivía en otro país con algún francés o italiano, que había formado otra familia y que era feliz. Que era feliz sin mí.
Pero esto daba toda una vuelta a la perspectiva que me había formado desde que se fue. Esto cambiaba todo lo que había pensado y creído.
Esto me hacía sentir tan extraño y confuso que no podía dejarlo ir.
Necesitaba saber más.
—Me quedaré —decidí de pronto, sintiendo un nudo en la garganta. Cuando vi la mirada de Caleb, agregué—: No por mucho tiempo... se me acaba de ocurrir algo así como un plan, pero necesito unos dos días. Puedo abrirte la puerta a nuestro mundo si quieres, Caleb; no es necesario que te quedes conmigo. De todos modos, sé cómo volver por mi cuenta.
Él sacudió la cabeza en negación.
—No importa —desestimó—, también me quedaré. Si dices que no será por mucho, está bien... Además, no me fío de que realmente regreses por tu cuenta si es que encuentras a tu madre.
Sonreí a medias.
—Bueno, parece que sí me conoces —ironicé. Debía admitir que me sentía aliviado por el hecho de que Caleb decidiera quedarse conmigo... No lo habría culpado si hubiese decidido irse ahora, mas me hacía sentir eufórico que no lo aceptara.
—Entonces, ¿cuál es el plan? —preguntó Andery, arqueando las cejas—, porque, no sé si lo recuerdas, pero mañana es la última etapa.
—Lo sé. No pienso participar, pero ¿crees que haya forma de contactar con la prensa antes del evento?
—¿Bromeas? Los periodistas están muriendo por encontrarte y hacerte entrevistas. Puedo llevarte mañana a la Torre de la Radio Central y ahí hallarás al montón de bichos raros que quieren conocerte. Unas cuantas palabras y, boom, los tendrás a todos comiendo de la palma de tu mano.
—Eso es perfecto... ¿Podríamos quedarnos aquí esta noche? Lamento hacerte esto, pero realmente no tenemos a donde ir.
Andery se rio.
—No te preocupes —me dijo—, en realidad me emociona ayudar al hijo de Aladdia. Es el tipo de cosas que jamás pensé que haría en mi vida... y también es genial saber que puedes abrir puertas a otros mundos.
—¿Qué planeas hacer? —preguntó Caleb de pronto, viéndome con increíblemente.
Suspiré y dije:
—Si mi mamá está aquí, entonces tengo que hallar la forma en que ella sepa que yo también lo estoy... Una vez que lo sepa, me buscará.
Era lo único que se me ocurría.
Debía funcionar.
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