[Capítulo 26]
Cuando vi la torre de la tercera prueba, entré en pánico.
Era tan alta que ni siquiera era capaz de visualizar hasta donde terminaba, puesto que un par de nubes se arremolinaban en torno a ella e impedían ver más allá. Un nudo se formó en mi garganta y sentí náuseas.
No sentía particular miedo de las alturas, pero incluso así sabía lo aterrador que era el concepto de llegar hasta la punta para luego darte cuenta de lo mucho que habías subido y de las probabilidades que había de matarte si resbalabas. Me cubrí la boca y di un paso hacia atrás.
Había muy pocos competidores en comparación a la anterior etapa. No estaba seguro de con cuántos habíamos iniciado, mas podía hacerme a la idea de que justo ahora no pasábamos de las cincuenta personas. Debía admitir que aquello me hacía sentir algo bien... la idea de haber llegado lejos me resultaba surrealista y, al mismo tiempo, emocionante, especialmente cuando yo no solía sobresalir en nada. Los dedos de mis manos hormiguearon y tensé la mandíbula.
Andery estaba a mi lado, analizando la entrada de la torre en silencio, la cual se componía de una puerta oscura y de ocre que yacía cerrada. Por fuera la torre estaba hecha de distintos materiales, algunas zonas lisas y otras con picos de piedra que le sobresalían. Era como si un niño de cinco años la hubiese armado con sus legos de diferentes juguetes sin ningún sentido del estilo o la coherencia.
—¡Competidores, tienen tres horas para subir por la torre y llegar hasta el final! —dijeron a nuestras espaldas los comentaristas. Esta vez las gradas estaban más cerca de la arena y podía sentir miradas puestas en nosotros—, ¡¿creen que es simple?! ¡Pues deben saber que las puertas que ven frente a ustedes no son para su subida, sino para bajar una ver terminado el reto!
Algunos magos se miraron entre sí. Yo miré hacia Andery y luego hacia Bailán, que estaba a mi otro lado con un semblante estoico y reflexivo.
—¡Así es! —continuaron los comentaristas—, ¡para subir hasta la cima de la Torre de las Mil Caras deben hacerlo por su parte exterior... usen su ingenio y su magia para hallar cómo subir y, sobre todo, no se dejen caer o serán eliminados de la etapa!
Y luego sonó la alarma.
No había preparado un plan mental de cómo hacerlo, pues, para empezar, esto de "subir por fuera" era un giro de trama que nadie había visto venir. Era natural asumir que si había puertas en una torre, era porque íbamos a poder usarlas. Pronto empecé a ver la complejidad de esta etapa.
Todos nos arremolinamos en torno a la torre, que no solo era alta, sino también enorme en cuanto al espacio que abarcaba. Cada quien la miró de diferentes espacios y perspectivas, analizando qué camino sería el más fácil de tomar.
—Podría ser útil un hechizo para pegarse a las paredes —dijo Andery hacia nosotros. No habíamos mencionado nada de reactivar la tregua del equipo, pero quedaba claro que eso no era una mala idea.
Y Bailán no debía estar en contra, puesto que dijo:
—Es útil hasta que te agotas... y entonces caerías de la torre y serías eliminada. No, eso no sirve de nada.
—¿Y si solo la escalamos? —pregunté, viendo cómo algunos magos ya estaban animándose a empezar a ascender. Reconocí a algunos que había visto en el laberinto, y entre ellos estaba el grupo abusivo de la última vez al que había dejado muerto de miedo. Fruncí el ceño al verlos; esperaba no tener que encontrarmelos de nuevo o que buscaran venganza—, también podríamos intentar con un hechizo de vuelo...
—Un hechizo de vuelo te llevaría a la cima, y aunque no es una regla escrita, todos saben que eso te quitaría mérito y puntos —contestó Andery. Cada vez entendía menos a la comunidad de magos, pero fingí que aquello me parecía coherente y asentí a medias—, recuerda que aquí se califica el uso de hechizos y tu habilidad para resolver problemas.
Suspiré y me acerqué a la pared de la torre. Esta zona estaba rocosa y tenía los dichosos picos de piedra que sobresalían en diferentes direcciones y tamaños. Algunos eran tan pequeños que no servían de nada, y otros eran tan largos que alcanzaban los dos metros.
—Solo subamos —dije. Miré hacia mi báculo y me di cuenta de que no podría utilizarlo mientras estuviera subiendo. En ese caso, no tenía más remedio que resignarme a la idea de que no podría usar hechizos mientras estuviera trepando—, un hechizo de potencia antes de subir y ya está...
Acabé poniendo mi báculo detrás de mí, atándolo con una cinta que Bailán me ofreció para ayudarme; luego murmuré un "acerter" para la velocidad y un "bartel" para la fuerza. Tomé uno de los picos y me impulsé. Comencé a subir y escalar de poco en poco con el miedo empezando a dispersarse en la boca de mi estómago. Andery y Bailán acabaron uniéndose a mí, incluso si ninguno estaba del todo convencido. Pero ¿qué más daba? Tampoco estaba obligándolos a imitar lo que yo hacía. Incluso siendo un equipo, tenían libertad de ignorarme y hacer lo que les pareciera mejor.
Escalar cosas no era lo mío (y lo había demostrado en la primera etapa), sin embargo, nadie podía negar que tener hechizos que potenciaran cosas en mí me daba un gran incentivo para seguir adelante.
Nunca había subido a esos juegos en los parques con piedras en muros de plástico para subir. Cuando era niño, me daban miedo; nunca me gustó el sentimiento de no poder controlar el ambiente que me rodeaba y no era como si tuviera un padre presente ahí que me dijera "¡No pasa nada, yo te atraparé si caes!". Oh, esperen, ese pensamiento salió más deprimente de lo que esperaba.
Y a pesar de mi inexperiencia, fue instintivo subir y algo que estaba en mi naturaleza como humano. Saber cómo escalar por los picos y aferrarme a ellos con la fuerza necesaria para no caer.
No llegué muy alto antes de empezar a sentir que me zumbaba la cabeza... bueno, quizá no era resistente a las alturas como creí que era.
Me aferré a uno de los picos y parpadeé varias veces.
—¿Estás bien? —llamó Andery a mi lado, arrugando la frente y viéndome con atisbo de duda, subiendo más alto que yo y deteniéndose para analizar si necesitaba ayuda. Sacudí la cabeza.
—Me mareé un poco —respondí, deseando tener algo así como un parche para los mareos... Pero estaba seguro de que aquí no existían de esos.
Al mirar por debajo de mí, caí en la cuenta de que había subido más de lo que me imaginaba. Ahora me separaba una gran brecha de distancia del suelo, y las gradas se sentían a kilómetros de distancia. Tragué saliva y miré a mi alrededor.
Entonces vi como un mago, metros por encima de mí, de pronto se soltaba de su agarre y se dejaba caer.
Al inicio me asusté y sentí que se me detenía el corazón. ¿El mago iba a morir? Porque tenía seguro de que nada bueno sucedería si alguien caía desde esta altura. No pude evitar seguir la trayectoria de su caída con los ojos abiertos de hito en hito.
Sin embargo, justo cuando el mago estaba por llegar al suelo, algo le hizo levitar a centímetros de la tierra. Sentí que podía respirar de nuevo y no me di cuenta de lo mucho que estaba tensando mi mandíbula hasta que pude relajarla.
—¿Qué sucede? —Bailán preguntó esta vez, dándose cuenta de hacia donde miraba—. Te dije que la gente no muere aquí... ¡Sigue subiendo o te quedarás atrás!
Le hice caso.
He aquí una observación de la vida: si llevas escalando un edificio por un buen rato, vendrá un momento en el que sientas que tus brazos tiemblan a más no poder y que eres incapaz de seguir moviéndote.
Me mordí el labio con tanta fuerza que maldije cuando sentí el sabor metálico de la sangre en mi boca. Habíamos pasado la zona de los picos y ahora estábamos escalando por unas piedras hundidas que me hacían saltar el corazón, porque no me quedaba claro que pudiera afianzar mi agarre hasta que no tenía más remedio que soltarme y seguir subiendo.
Honestamente, ¿cómo había terminado aquí?
Me picaba parte superior de mi nariz y quería rascarme, pero, oh, otro consejo: no deberías soltarte de tu único agarre solo para rascarte.
Por fortuna, yo no pensé en hacerlo, mas una maga a mi lado trató de hacerlo y, en consecuencia, perdió el agarre y cayó de la torre.
Me pregunté cuántas personas habían sido eliminadas a estas alturas.
No supe cuánto tiempo pasó... o no hasta que los comentaristas anunciaron que nos quedaban dos horas.
Quería llorar.
—¡Dos horas! —grité hacia la nada, porque sabía que aún me quedaba un largo tiempo escalando y eso me volvía loco. Quizá el objetivo de la torre era ese: volver locos a los competidores para que se mataran entre ellos.
Aunque, pensándolo bien, de pronto empecé a ver la relación entre las etapas. La primera había sido algo básico y sencillo... no parecía tener intenciones mayores de eliminar a los magos que no estuvieran capacitados para algo simple como eso. La segunda era definitivamente una prueba de valentía y coraje, porque se necesitaba de todo eso para enfrentarse a los Terkel y lanzarse contra los demás magos. Y esta etapa era, sin duda, una para poner a prueba la resistencia y la capacidad de persistir.
Pero yo siempre tuve problemas para terminar cosas. Mi tarea. Un proyecto. Mi carrera... y justo ahora debía terminar con esto y llegar hasta el final de la torre, aun cuando mis brazos ya estaban temblando del esfuerzo y me costaba mantener mis pensamientos en un solo canal. La altura ya empezaba a afectarme la cabeza y los oídos, y tenía la espina de que, si seguía así, pronto iba a desmayarme.
Solté un suspiro y quise llorar de alivio cuando entonces vi el final de la torre.
Me animé y empecé a escalar con más ahínco. Pude ver de reojo que Andery y Bailán me siguieron el paso, quizá dándose cuenta también de que estábamos cerca del final de esta horrible etapa. Debía admitir que, de las tres que llevábamos a esta ahora, esta me parecía la peor. Era una tortura psicológica y física... Odiaba profundamente a quienes fueran que habían ideado esto.
A esta altura el aire era intenso y la corriente me sacudían el cabello. Los oídos me zumbaban y tenía un dolor de cabeza muy fuerte, por no mencionar lo revuelto que tenía el estómago. No podía volver a lanzar mis hechizos de potencia, por lo que básicamente estaba resignado a subir como un simple mortal y valiéndome de mi resistencia como ser humano, la cual era nula.
Estaba a punto de perder la cordura cuando finalmente llegamos a la cima.
(Debo admitirlo: lloré un poco del gran alivio que sentí).
Una vez que logré subir hasta la parte superior de la torre me dejé recostar ahí, sintiendo las lágrimas de antes congeladas en mis ojos. Inhalé y exhalé, y luego me incorporé con cuidado.
Bailán y Andery se incorporaron a mis lados y, al igual que yo, miraron a nuestros alrededores con visible duda.
La cima de la torre no era como lo había esperado.
Era amplia, tanto que me hacía cuestionarme la arquitectura del edificio y cómo se suponía que funcionaba. La plataforma sobre la que estábamos de pie era de concreto, y había varios magos contados (entre quince y diecisiete) ahí de pie.
Entonces caí en la cuenta de que en el centro había un dragón.
Sí, realmente era un dragón.
Tenía un nido como el de las aves, hecho a partir de ramas y basura. Y el dragón era del tamaño de... no sé, ¿una ballena? ¿Un elefante? Era muy grande, de eso no cabía duda, y también muy aterrador. Tenía escamas de color rojizo y dorado, y una cola tan larga que llegaba hasta el final de la plataforma. Tenía los ojos cerrados y dormitaba en silencio, con su estómago subiendo y bajando tranquilamente.
Dormía dentro del nido y se veía como una criatura a la que no debíamos molestar, por lo que todos los magos permanecimos contemplando en silencio a la criatura por una larga cantidad de tiempo, preguntándonos si ya podíamos dar por terminada la etapa con haber subido hasta aquí.
Ya no quería nada más.
Pero los jueces parecieron decidir que eso no era lo suficientemente divertido.
Éramos como veintitres magos cuando, entonces, resonó una alarma.
Y cómo no, eso hizo que el dragón se agitara entre sueños y gruñera. No podía oír a los comentaristas estando tan alto, pero pude imaginar que dijeron una mierda como "¡Ah, sí, olvidamos decirles a nuestros competidores acerca del gran dragón arriba de la torre!".
Suspiré con cansancio y tuve ganas de decirle al dragón algo como "¡No, ya déjanos en paz y vuelve a dormir!". Sin embargo, nada era así de simple en la vida.
Al parecer, si no sufríamos, no podía ser considerado lo suficientemente bueno para los espectadores de esta competencia.
Empecé a odiarlos a todos.
Y luego el dragón despertó por completo.
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