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[Capítulo 23]

Como no conocía las calles de Erason, confié en que Andery estaba llevándome a un lugar donde pasar el rato y no en donde pudiese matarme. Daba igual. Creo que a estas alturas ambas opciones lucían igual de tentadoras.

Y sin embargo, Andery no tenía intenciones de asesinarme en un callejón oscuro y siniestro. Terminamos en una cafetería que tenía pinta de ser lujosa, aunque no tanto como para que alguien como yo sobresaliera en ese ambiente. Había mesas circulares y una iluminación amarilla que me encandilaba las retinas. Pasamos a sentarnos a una mesa circular al fondo en donde no había mucha gente y Andery se encargó de ordenar, diciéndome que quería que fuera una sorpresa para mí.

—Así que —dijo ella una vez que el mesero se retiró. Lucía más despreocupada y descubrí que me resultaba raro verla aquí... así sin el estrés de ganar un enfrentamiento ni con la frente arrugada de concentrarse haciendo hechizos. Era como cuando veías a tus compañeros de la escuela en un evento externo sin el uniforme—, estamos aquí.

—Estamos aquí —repetí, tamborileando mis dedos sobre la superficie de la mesa y mordiéndome el labio inferior.

—¿Acerca de qué deberíamos hablar? Creo que no sabemos mucho acerca de nuestros gustos en común... ¿Qué música te gusta?

Fingí pensarlo por unos momentos.

—No soy de escuchar música —me obligué a decir con una sonrisa tensa. No conocía nada al respecto en este mundo y era una apuesta arriesgada fingir que así era. Tal vez ser honesto era lo mejor que podía hacer en mi situación.

—Oh, ya veo... ¿algún deporte que te guste?

—No realmente.

—¿Te gusta leer?

Hice una mueca.

—No mucho —volví a decir, jugueteando con mis pulgares y sintiéndome como la persona más cerrada en la tierra. Suspiré con frustración y agregué—: Quizá encontrar pasatiempos en común no es lo ideal. La verdad es que no tengo ninguno notable...

—¿No tienes pasatiempos? ¿Y qué sueñas hacer?

—No lo sé, ¿sobrevivir? —Me encogí de hombros. En mi mundo nunca había encontrado tiempo para los hobbies; siempre estaba demasiado ocupado evitando morir en la universidad, en mi trabajo de medio tiempo o pasando horas pensando qué iba a cenar. Me gustaba la música, pero no estaba seguro de si pasar horas escuchando una canción en bucle podía considerarse un pasatiempo; tampoco creía que alimentar al gato callejero que venía de vez en cuando fuera relevante. Un poco apenado por no tener una gran conversación para ofrecer, dije—: Lo siento, no soy muy bueno hablando con las personas. No estoy seguro qué dice la gente para socializar.

Andery dibujó una sonrisa.

—Eres gracioso —murmuró.

—Gracias, me gusta serlo —ironicé.

—Es solo que... dices que no sabes socializar, pero me pareces una persona muy amable. La verdad es que me parece fácil hablar contigo... o quizá se debe a que eres como el montón de idiotas con los que estoy acostumbrada a lidiar.

—Sí, te entiendo... también creo que me gusta hablar contigo. Supongo que de tener una hermana, me habría gustado que fuera como tú.

Un brillo divertido cruzó por los ojos de Andery.

—¿Una hermana, dices? —inquirió—, vaya, te invito a pasar el rato y eso es lo obtengo.

Titubeé.

—¿No querías que fuéramos amigos? —pregunté, vacilando sobre si debía sentirme ofendido o halagado. Un sonrojo cruzó por mis mejillas y fijé mis ojos a la mesa.

¿Por qué sería que últimamente me pasaban estas cosas? ¿Tenía algo en la cara que yo no podía ver? ¿Acaso me había vuelto de pronto el protagonista de la demografía de un libro juvenil donde todos querían involucrarse conmigo? Me pregunté si Andery también se sentía atraída hacia mí por mi magia...

No sabía cómo sentirme al respecto.

—Bueno, supongo que no me molestaba la idea de que tú quisieras algo más —murmuró ella, encogiéndose de hombros y luciendo repentinamente avergonzada y tímida.

La miré unos momentos sin decir nada y sentí un nudo en la garganta. Dibujé una sonrisa tensa.

—Oh, lo siento... realmente no eres mi tipo —acabé diciendo forzadamente.

—Sí, es lo que dicen todos, ¿verdad? Descuida, no pasa nada.

—Lo digo en serio. Quiero decir, no eres mi tipo porque eres una chica, ¿lo entiendes?

No estaba seguro sobre qué tan abierta era la gente en Erason respecto a las orientaciones sexuales y las relaciones entre dos personas del mismo género. Decidí arriesgarme, porque pensé en la forma en que Bailán había actuado conmigo y me envió la impresión que no debía ser algo tan mal visto. Parecía ser que se apreciaba más la magia y el nivel de poder de los magos por encima del género.

Andery levantó la mirada con sorpresa.

—Ah —fue lo único que dijo, y fue su turno de sonrojarse—, espera, ¿entonces...?

—Soy gay.

Los labios de Andery se separaron en una pequeña "o" y se quedó callada por unos largos momentos.

—Una parte de mí se siente aliviada y la otra se siente increíblemente avergonzada... No tenía idea... —tartamudeó y lució azorada. Luego carraspeó con la garganta y agregó—: Me hubieras dicho antes. Así al menos no me habría hecho ninguna ilusión.

—Uh, antes no nos conocíamos lo suficiente.

—Es verdad, lo siento. Así que... ¿tienes novio o cómo está la cosa?

Me reí con nerviosismo. Rápidamente caí en la cuenta de que la intención de Andery era desvelar mis secretos; al parecer, tenía mucha curiosidad sobre mi vida. Quién sabía por qué.

Opté por ser sincero, o tanto como podía serlo en ese momento. Comprendí cuánto necesitaba compartirle mis problemas a alguien en ese instante y sonreí.

—No tengo novio —dije—, pero han estado sucediendo un par de cosas... No lo sé, ¿quieres escucharlas?

Andery asintió con suavidad.

—Si quieres hablar al respecto, adelante. Soy todo oídos —contestó. Hablaba con diplomacia, pero en sus ojos se leía que moría por saber.

Mientras le contaba un poco acerca de los sucesos con Caleb y la ponía al tanto de nuestra situación, llegó a nosotros un mesero y nos dejó dos platos. Cada uno contenía un pedazo de pastel de chocolate, junto a una bola de helado de vainilla y fresa. También había dos tazas de té helado. Esto solo me incentivó a contarle más a Andery.

Tuve que resumir y cambiar un par de cosas en la historia. Al final, la chica dibujó una mueca en sus labios y apuñaló su pastel con el tenedor.

—Que se joda Caleb —fue su respuesta, y me sorprendí. No la había escuchado maldecir en lo más mínimo hasta ahora.

Me pareció divertido y me eché a reír.

—Me alegra que al menos estés de mi lado —murmuré, dándole un sorbo a mi té helado. No lo hacían como en la cafetería que frecuentaba, mas tampoco estaba mal.

—¡Por supuesto que estoy de tu lado! Sam, ¿quieres mi opinión?

—Eso creo.

—Me parece que eres demasiado amable y complaciente con este idiota... Él te lastimó, Sam, y con esto me diste a entender que jamás se disculpó apropiadamente por haberte ilusionado y engañado. Estás en tu derecho de no querer ir a ningún lado con él, especialmente si tienes la sensación de que en cuanto se vayan de Erason no querrá saber más de ti. Me parece que estás tolerando demasiado a ese imbécil, ¿y sabes qué? No te ofendas, pero creo que eres algo tonto por hacerlo.

No contesté de inmediato, mirándola con sorpresa y duda. Era cierto que Caleb no se había disculpado por las cosas que había hecho... Había lamentado que hubiéramos terminado aquí, pero ¿me habría dicho algo si la Esfera de los Deseos no nos hubiera hecho acabar en otro mundo? Yo sabía que no.

—No lo sé —suspiré, pasando una mano por mi cuello—, Caleb también ha sido de ayuda..

—¿Y eso qué? Nada que no haya tenido que hacer como mínimo antes. Te trató como una mierda y ahora actúa como si nada de eso hubiera ocurrido, ¿no te enfada ni un poco?

—Bueno, no ha habido tiempo de eso.

—Sam, no pretendo meter cizaña entre ti y Caleb, pero me da la espina de que deberías dejar de pensar en él... Hasta ahora las únicas veces que te ha ayudado han sido para su propio beneficio y hasta me da la idea de que no le preocupas. Olvídate de él y sigue adelante; y no te sientas culpable por hacerlo.

—¿Y si es difícil? Quiero decir, entiendo tus palabras, Andery, o eso creo. Pero... ¿está mal que quiera que Caleb mágicamente cambie de opinión y me diga que le gusto y quiere estar conmigo?

—Sí, está mal. Te estás haciendo daño pensando que alguien que explícitamente dejó en claro su desinterés por ti cambie de opinión. Así no funcionan las personas, Sam. Quédate en Erason y deja que él siga su camino por su cuenta. Estoy segura de que ambos serán más felices de ese modo.

Asentí. No sabía por qué, mas el consejo no se sentía correcto. Apoyé mi barbilla sobre el dorso de mi mano y miré lo que quedaba de mi plato.

Me pregunté si Andery me decía todo eso porque no sabía el resto de la historia. Porque no sabía que yo estaba dejando más cosas atrás al quedarme. Porque no sabía que a mí no me entraba en la cabeza que Caleb no quisiera estar conmigo... Suspiré con fuerza y me sentí idiota. Pensé en las protagonistas de dramas amorosos que yo siempre odiaba; y las odiaba por lo indecisas y estúpidas que eran al elegir quedarse con el personaje menos indicado y que claramente no las quería tanto como el personaje secundario. Sin embargo, pronto entendí que no era así de simple.

¿Qué tenía Caleb para hacerme sentir así? No era la persona más atractiva o inteligente de la tierra. Me había lastimado. Me había hecho llorar... mierda, aún recordaba lo horrible que me sentí la noche en su casa cuando toda su familia me hizo sentir lo peor. Caleb ni siquiera me hablaría si esto no hubiera ocurrido. Estaba seguro de que Caleb ya se había resignado a que yo me quedaría y no le importaba.

Me restregué los ojos.

—No puedo creer que acabé contándote el drama amoroso de mi vida —dije vagamente, mirando de vuelta hacia Andery—, espero que al menos haya sido una historia interesante.

Andery dibujó una sombra de sonrisa.

—Fue muy interesante —bromeó—. Aunque hablaba en serio, Sam. No debes esperar nada de alguien a quien jamás le importaste.

¿Jamás le importé a Caleb? Tal vez los últimos días habían sido una mera ilusión. Sobre Caleb esforzándose para volver a nuestro mundo.

—Sí —solté—. No te preocupes... me quedaré en la ciudad. No iré a ningún lado.

—Estás tomando una buena decisión, lo sabes, ¿cierto?

—Eso espero.

—Si necesitas ayuda, puedes llamarme cuando quieras. No es difícil hallar la residencia del gobernante... y si tienes dudas, basta con preguntarle a la gente. —Me sonrió con entusiasmo y estiró su mano para tocar la mía—. De verdad es una pena que te gusten los chicos. Estoy segura de que habríamos sido una pareja estupenda.

Sonreí.

—No, gracias —dije—, tu padre me da miedo.

—¡No es así de aterrador! Quiero decir, es tan idiota con los no-mágicos como los otros magos, pero llora en la ópera y dona dinero a los refugios caninos... ¿Deberíamos irnos ya? Se está poniendo el sol.

Miré por encima del hombro y observé que era cierto. Asentí y ambos nos fuimos del restaurante. Andery pagó por el postre y se lo permití solo porque no llevaba ni una mísera moneda encima.

Nos despedimos después y yo me dirigí en busca de... de algo. Ver si era capaz de encontrar la mansión de Bailán por mi cuenta.

Sin embargo, al final no fue necesario que hiciera una exhaustiva búsqueda y me perdiera en el camino. Resultó que un carruaje se detuvo bajo la acera y a un lado de mí mientras iba caminando. Me sorprendí cuando la puerta se abrió y de ahí emergió Bailán, que bajó del carruaje de un salto y me encaró con aura seria.

—Wow —se me escapó—, ¿qué haces aquí?

Bailán arrugó la frente. Lucía ofuscado y molesto.

—¿Qué hacías tú con Andery? —cuestionó a cambio, cruzando los brazos sobre el pecho. Ni siquiera se me ocurrió preguntar cómo era que lo sabía, ¿nos habría visto irnos juntos de la competencia?

—No estoy exactamente seguro de por qué debería responder eso...

Lo vi acercarse a mí; lo suficiente como para que alcanzara a tomarme de la muñeca. Luego bufó. Sus ojos se oscurecieron levemente y sus labios se apretaron en una línea recta.

—Volvamos —dijo, aunque se escuchó más como una orden. Tiró de mi muñeca y yo lo miré con vacilación—. Me enferma verte con ella.

Fue una frase tan repentina que tardé uno momentos en entenderle. ¿Qué demonios? Sin embargo, no encontré oposición o réplica y subí de vuelta con él. Hunber ni siquiera nos dirigió la palabra cuando hizo a los caballos empezar a trotar.

—¿Qué? —Aun dentro del carruaje, Bailán no dejaba de estar inquieto y yo no dejaba de sentirme pasmado por aquella escena posesiva de antes. Por los cielos. Empezaba a sentir que entendía menos de todo esto.

Finalmente me miró a los ojos. Su fastidio no se suavizó. Se inclinó hacia mí y apoyó sus manos en mi rostro, sentándose al borde del asiento frente a mí y haciendo que la luz del atardecer iluminara su cabello. Tragué saliva y un escalofrío me recorrió la espina dorsal cuando percibí la frialdad de sus manos en mis mejillas y los círculos que trazaron sus pulgares sobre mis pómulos; no conseguí el valor para apartarlo y me sentí un imbécil por eso.

—¿No lo entiendes? —gruñó. Había algo en su expresión que hizo que se viera como una persona completamente diferente al Bailán que yo conocía—, trabajas para mí, no para Andery. Quiero que estés conmigo, no con ella... ¿acaso debo ponerlo más claro?

No contesté.

Últimamente la gente me dejaba sin respuesta y yo me limitaba a mirar atontado en silencio.

Sabía que eso no estaba bien y, sin embargo, no tenía idea de qué hacer al respecto.

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