[Capítulo 19]
Me quedé dormido en el carruaje y, de alguna forma, desperté en la habitación en la mansión de Bailán. Esas cosas ni siquiera me sucedían cuando era niño, así que fue inevitable mi sorpresa y desconcierto.
Parpadeé varias veces y me quedé contemplando el techo por un largo rato. Incluso luego de haberme desmayado media hora y dormido por un tiempo indeterminado, no sentía que hubiera descansado. Mis labios se torcieron en una mueca y solté un largo suspiro.
Estuve así por lo que me pareció una eternidad y, justo cuando reuní fuerzas para incorporarme, alguien llamó a mi puerta. Pensé que sería Hunber o quizá Caleb, por lo que grité "¡Pase!" sin pensarlo mucho.
No obstante, me sorprendí al ver que la persona que abrió la puerta era Bailán.
—Oh, ya despertaste —dijo, como si hubiese venido con el ideal de que yo siguiera dormido. Pese a eso, entró al cuarto. Llevaba entre sus manos una bandeja con comida, la cual dejó en el escritorio a unos metros de donde yo estaba—. Decidí que sería mejor que durmieras y te trajimos directamente a tu habitación desde el carruaje.
—Eso explica cosas —murmuré con tono de humor, levantándome de la mesa y acercándome con discreción hacia la bandeja con comida; después de todo, moría de hambre. Ahí había un montón de sándwiches de tamaño pequeño y una taza de té. Mientras comía, pregunté—: ¿Cuánto tiempo estuve dormido?
—Son las seis de la tarde —respondió Bailán, haciendo cuentas mentales—. Te quedaste dormido en eso de las dos, así que cuatro horas. ¿Te sientes mejor que antes?
Me encogí de hombros. Realmente no estaba seguro de si lo que sentía ahora era mejor que hace rato... Sin embargo, al menos ya no quería desmayarme de nuevo, por lo que era un punto a mi favor. Terminé de comer en silencio, y observé que Bailán no tenía intenciones de irse; en cambio, se dirigió con cautela hacia el balcón de mi cuarto y abrió las puertas con una llave que sacó de su bolsillo.
—Suelo tenerlas cerradas por los ladrones —explicó—, son más comunes por aquí de lo que parecen. Es algo que me gustaría tomar en consideración cuando me vuelva gobernante.
Asentí vagamente, sin estar seguro de si debía o no contestar a eso. En cambio, se me ocurrió preguntar:
—¿Qué tipo de poder tienes como gobernante... ? Hum, ¿puedes modificar leyes a tu antojo y esas cosas?
—Los gobernantes aprueban y proponen leyes —aseveró Bailán, bajo el umbral de las puertas de cristal que daban hacia el balcón. Su rostro se tornó pensativo—, sin embargo, no todo gira en torno a ellos. Antes de aprobar una ley deben dar razones ante un Concejo del porqué se debería aprobar y, si la mayoría de ellos concuerdan, se lleva a cabo. Es un proceso algo largo, por lo que muchos gobernantes se limitan a trabajar con las leyes que ya existen; a muchos ni siquiera les importa hacer un cambio en el país y se limitan a vivir del dinero que generan en esos tres años.
Para ese momento ya había terminado al menos dos sándwiches y, decidiendo que con eso estaba lleno, me acerqué a Bailán.
—¿Por qué quieres ser gobernante? —me atreví a preguntarle, alzando las cejas. Me detuve a su lado y observé el paisaje que había más allá del balcón; se extendía una incipiente puesta de sol por detrás de una ciudad grande y hermosa que parecía estar a nuestros pies. Los colores cálidos teñían los edificios y le daban un aire hogareño y otoñal, casi como si la gente que viviera ahí no fuera un montón de idiotas elitistas—. Se escucha como todo un estrés.
Bailán se rio, volviéndose hacía mí. Sus ojos fijos en los míos y una sombra de sonrisa tirando de sus labios.
—No dudo que lo sea —dijo, inclinándose en mi dirección. Fruncí el ceño, mas no me aparté—, pero es una labor de honra y poder... Además, hay muchas cosas que me gustaría mejorar en Erason. Tengo ideas y sería genial hacerlas realidad todas. Quizá para ti esos no sean motivos suficientes, pero para mí lo son.
—De acuerdo... —le resté importancia al asunto y miré de soslayo que el sol ya estaba a medio camino de comenzar a ocultarse.
—Por cierto, Sam, hay algo que me gustaría hablar contigo.
Su voz se volvió un poco más seria. Y yo, un experto en pensar lo peor, me puse nervioso.
—¿Qué cosa? —inquirí.
—Tienes demasiado poder... Y cuando digo "demasiado" es quedarme corto.
Titubeé.
—Creo que solo exageras.
—Y tú estás siendo modesto o simplemente ignoras la realidad. Sam, un mago no podría haber conjurado los hechizos que usaste del modo en que tú lo hiciste, ¿entiendes? La rapidez con la que crecieron las hierbas en el valle, la intensidad del terremoto... Incluso la manera en que lograste desmaterializar el muro del inicio. Sam, cuando dije que eras un mago prodigio, ni siquiera yo sabía lo qué significaba, mas ahora lo entiendo. ¿De dónde vienes?
Entré en pánico. El color se me desapareció del rostro.
—¿C-cómo que de dónde vengo? —cuestioné con una voz más aguda de lo que me habría gustado. Bailán dio pasos hacía mí, y esta vez no me quedó más remedio que retroceder. O así fue hasta que mi espalda se encontró con la pared y me quedé sin espacio.
—¿Quiénes son tus padres? —volvió a increpar—, ¿cómo se llamaban? ¿Cuál es tu apellido de familia?
Miré hacia otro lado cuando me resultó demasiado incómoda la intensidad de sus ojos.
—No lo sé, ya te dije que soy huérfano , no sé nada de mis padres —murmuré. Estaba seguro de que mi rostro estaba rojisímo por la cercanía y mi corazón latía como desquiciado. Pero no me malinterpreten... Lo que pasaba era que empecé a preguntarme si tal vez Bailán tenía forma de saber la verdad o teorizar que tenía de otro mundo. ¿Qué pasaría si él lo averiguaba? ¿Sería realmente malo...? ¡Por supuesto que sí! ¿Cierto? Aunque, ¿por qué tenía que ser malo?
Mientras pensaba en eso, Bailán hizo una mueca de disgusto y suspiró.
—La última vez que hubo alguien como tú fue hace más de dos décadas —relató con aire nostálgico. Tragué saliva y vi que todavía no tenía intenciones de alejarse. Tenía su rostro muy cerca del mío y eso, por motivos que sobraba explicar, me ponía ansioso—. Era una maga... Una maga increíble, Sam. Jamás la conocí, pero escuché muchas historias de ella salvando gente de todos lados y rincones; era tan poderosa que podía conjurar hechizos sin Catalizadores y lo hacía sin mover los labios.
—¿Y qué pasó con ella? —murmuré.
—Nadie está seguro. Se cree que murió, a juzgar por cómo desapareció de la faz de la tierra de un momento a otro... No obstante, hay quienes piensan que jamás se fue y que se cansó de recibir peticiones de todos lados, así que se ocultó.
—Noto que eres un poco fanático de ella... ¿Cuál era su nombre?
—Aladdia. También era huérfana, como tú. ¿No piensas que tienen conexión?
Me reí por lo bajo.
—Lo dudo mucho —contesté, queriendo decirle que eso era imposible por el simple y sencillo hecho de que Aladdia y yo éramos de mundos diferentes—. Tal vez ella y yo somos como esas cosas que pasan cada mil años... Oh, espera, eso no se escucha modesto de mi parte. Mira, Bailán, no creo que yo sea tan especial como piensas, ¿de acuerdo? Debería admitir que esos hechizos que dices ni siquiera los lancé a conciencia. Soy un desastre... —Vacilé y me mordí la lengua—. Y creo que no debería decirte esto, porque básicamente confías en mí para ayudarte a ganar...
Bailán dibujó una sonrisa de oreja a oreja.
—Confío en ti —admitió—, y lo haré así admitas que eres un desastre. —Se encogió de hombros y se acercó todavía más. Mierda, pensé, ¿qué le pasaba al sujeto?—. Me alegro de haberte conocido, Sam.
—Sí, bueno... —Carraspeé con la garganta—. Fue un ganar-ganar, ¿cierto?
—¿Y si te quedas aquí?
El furor y la incomodidad desaparecieron de mi rostro. Miré a Bailán, atónito.
—¿Qué? —fue lo único que salió de mis labios. Él me dedicó una mirada que expresaba lo serio que hablaba, y entonces sentí que una de sus manos subía hasta mi mejilla. No tenía claro si yo estaba sonrojado por la confusión o por el toque de su mano. ¿Qué demonios? Quería preguntar, pero me quedé mudo.
—Podrías quedarte aquí —volvió a decir Bailán con suavidad. Desconocía ese lado suyo, e incluso me pareció forzado. ¿O quizá era yo siendo paranoico? No tenía experiencia en esto. ¿Estaba solo siendo amable o era una especie de línea para ligar? ¡¿Qué estaba ocurriendo?! ¡Bailán me conocía desde hace menos de dos días! No tenía sentido que intentara algo conmigo... pero, si no era así, ¿qué carajos estaba haciendo ahora?—. Eres poderoso y yo podría ayudarte a ser mejor que eso; pulir tus habilidades y hacerte crecer. Además, puedo darte un hogar a donde pertenecer...
—Agradezco la oferta, pero yo... Uh, no creo que pueda aceptarla.
—¿Por qué no? ¿Qué es lo que te detiene?
Me quedé pensando lo mismo.
¿Qué me detenía?
—Caleb... —empecé diciendo. Tenía que volver con Caleb—. No puedo quedarme...
Bailán chasqueó la lengua.
—Él estará bien sin ti —espetó, arrugando la frente. Percibí que su pulgar se deslizó de mi mejilla hasta mi mandíbula, y luego un poco más bajo hasta tocar la superficie de mi cuello. No se sentía particularmente mal o desagradable, es decir, era raro, pero no tenía intenciones de dañarme—. No lo necesitas, Sam. Yo puedo ayudarte a olvidar lo que sientes por él.
Wow.
¿Qué?
—¿De qué hablas? —Esta vez sí me sonrojé y le miré anonadado—. N-no siento nada por Caleb. Eso es ridículo.
Una cosa era saber que eso era cierto y otra muy diferente admitirlo ante alguien que, en regla, aún era un desconocido. Tensé los hombros cuando Bailán volvió a acercarse, esta vez alcanzado a rozar con sus labios mi oreja y, mierda, eso envió una sensación eléctrica por todo mi cuerpo.
Maldición.
—¿Eso significa que te quedarás, Sam? —inquirió. Me obligué a contar hasta diez para calmarme. A veces no era dueño de mis propias reacciones, y esta era una de ellas donde debía mantener el autocontrol sobre todas las cosas. La situación era tan surrealista que ni siquiera terminaba de creermela, ¿Bailán estaba jugando conmigo? Esa era la única explicación razonable... aunque ¿por qué? ¿Cuál era la necesidad de llegar a esto?
—No puedo prometerte eso —respondí. Y luego cuestioné—: ¿Qué estás haciendo?
Bailán se rio entre dientes.
—¿Te incomoda? —preguntó. Se separó de mí por unos centímetros y volvió a colocar su rostro cerca del mío; ahora su nariz rozaba la mía... y eso era realmente una mierda.
—No es tanto eso, es solo que... ¿Qué estás haciendo? ¿Qué demonios significa esto?
—Que eres poderoso y te quiero conmigo, Sam. ¿No sabes que la magia es un factor determinante en la mayoría de los matrimonios entre magos?
—No estoy seguro de qué significa eso.
—¿Qué es lo que no entiendes? Quédate conmigo. No quiero que nadie más se quede a tu lado, Sam, no cuando tienes un don maravilloso que solo alguien como yo sabría utilizar.
Estaba confundido acerca de si Bailán me estaba haciendo una declaración romántica o me estaba diciendo explícitamente que quería volverme su arma. Apreté los labios y levanté una mano, poniéndosela en el pecho y alejándolo con suavidad.
—¿Quieres mi magia o me quieres a mí? —pregunté, frunciendo las cejas.
—¿No pueden ser ambos?
—No lo sé.
—Quédate conmigo.
—Tampoco sé si debería hacerlo. Bailán, ni siquiera te conozco... Maldición, ni siquiera conozco nada de esta ciudad. No creo que la opción correcta sea quedarme, ¿sabes? Además, tengo cosas que hacer y Erason solo es una ciudad temporal para mí. Tengo planes y esas cosas.
—¿No vale la pena dejar todo eso por un bien mayor y un futuro prometedor? Sam, eres un mago cuyo poder nadie más tiene. Por favor, dime que al menos pensarás en eso. Quiero que estés conmigo... y no solo por tu magia, sino por quién eres. Eres honesto, amable y responsable; confías en las personas incluso cuando no lo merecen y sabes tomar decisiones. Eres el tipo de persona a la que me gustaría tener a mi lado, y no solo como un aliado o amigo. Por favor, piénsalo.
—Lo haré.
Incluso si no quería hacerlo.
Bailán dibujó una sonrisa y finalmente se marchó.
Me quedé en el cuarto, tratando de procesar todo lo que había sucedido.
Realmente no tenía sentido.
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