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[Capítulo 11]

Incluso pese a mi entusiasmo inmediato y mi aceptación del trato que nos ofrecía Bailán, Caleb no se veía del todo convencido.

—¿Puedo hablar a solas con Sam? —gruñó hacia Bailán.

—Claro —dijo él, levantándose del sofá—. La premisa del trato es esa. Pueden hablarlo entre ustedes y, si la respuesta a la que llegan es afirmativa, estaré encantado de darles el resto de los detalles y pasarles un contrato para hacer esto formal.

Dicho esto, dio media vuelta y abandonó la sala. No nos sentimos calmados hasta que realmente hubo cerrado la puerta.

—¿Qué te sucede? —solté hacia Caleb—, este es un trato único... Exactamente lo que buscamos, ¿qué esperamos?

—¿Me estás diciendo que no le ves ninguna razón del porqué deberíamos desconfiar de ese mocoso rico? —contestó Caleb. Decidí no señalar la ironía de que él llamase "mocoso rico" a Bailán—. Por el cielo, Sam, esto es asquerosamente sospechoso. Necesitamos el dinero, sí, pero no sabemos nada de esta competencia y muchísimo menos de Bailán... Podría estarnos tendiendo una trampa y no lo sabríamos.

—¿Y qué sugieres que hagamos, entonces? ¿Nos sentamos a esperar un milagro que te convenza más?

—¡No sabes usar tu magia! Entrar en un enfrentamiento entre magos solo hará que te corten la cabeza... eso si no descubren antes tu afinidad a la magia, porque sino irán tras de ti y no podremos largarnos.

Suspiré, cruzándome de brazos y dibujando una mueca.

—De nuevo, escucho sugerencias —ironicé—. Mira, ¿qué tal esto? Le pedimos a Bailán todos los detalles de la competencia... Si involucra un riesgo innecesario, lo dejamos, ¿bien? Y si ni siquiera confías en que nos dé la información correcta, nos vamos a buscarla nosotros. Le decimos a Bailán que nos dé hasta la tarde para pensarlo y nos vamos a investigar... Si no hay gran cosa sospechosa acerca de la competencia, entramos. Mientras yo sobreviva y ayude a Bailán a sobrevivir todo estará bien y tendremos el dinero. En serio, ¿qué más podemos pedir?

Caleb pasó una mano por su cabello de forma ansiosa.

—Supongo que no es mala idea investigar primero la competencia —murmuró, cerrando los ojos como para concentrarse mejor—. Bien, le pediremos que nos deje pensarlo y nos vamos... Quiero el dinero, Sam, pero me parece muy raro que el idiota se haya aparecido en el momento más indicado y ofreciéndonos lo que más queremos.

—Es sospechoso solo si lo piensas demasiado —contesté—. Muchas personas me vieron en ese restaurante... Y Bailán solo nos ofreció lo que comúnmente la gente quiere. Si nos hubiese ofrecido la esfera, ahí sí hubiera estado extraño el asunto. Da igual, solo necesitamos ver si el tiempo nos hace cuentas, porque si esto de la competencia se hace en dos meses también podemos descartar la opción.

—Bien, bien... Avísale al idiota que ya puede volver.

Eso hice. Tuve que levantarme y abrir la puerta. Bailán estaba al otro lado mirando su reloj.

Una vez que volvimos a nuestros asientos de antes, le hice saber al chico que necesitábamos tiempo para pensarlo.

—De acuerdo —accedió con facilidad—. ¿Les parecen bien tres horas?

No teníamos idea de si eso era suficiente, pero parecía mejor que nada.

—Es perfecto —dije—, por cierto. ¿En dónde queda la biblioteca más cercana?

Bailán ladeó la cabeza.

—¿Quieren investigar antes de tomar alguna decisión? —indagó con gesto de humor. Al menos no se lo tomó para sentirse ofendido. Hizo un ademán de mano al aire y se rio—. Le pediré a Hunber que les lleve en carruaje. Pueden investigar lo que quieran, incluso sobre mí; realmente no tengo nada qué ocultar y, si les ayuda a confiar en este trato, por mí está bien.

Sonreí de vuelta.

—Gracias —contesté.

Y luego Hunber (que resultó ser el hombre de antes) nos llevó a la biblioteca en el centro de Erason.

Era un sitio espectacular e increíble. La biblioteca era alta y con tres pisos, cada uno repleto de estantes llenos de libros... Libros y más libros. No era ningún fanático de los libros, pero tampoco me parecía repugnante estar en un sitio como este. Todo el lugar olía a páginas viejas y me hizo revolotear el estómago.

Caleb y yo atravesamos los pasillos por todos lados. Nos guiamos por los índices que había pegados a los estantes y poco a poco nos hicimos del suficiente material de lectura para saber acerca de en qué nos estábamos metiendo. Mayormente recolectamos noticias y libros bibliográficos que hablaban sobre el Enfrentamiento de Magos.

—¿Por qué será que aquí nadie oculta la magia? —pregunté vagamente hacia Caleb una vez que tomamos asiento en una mesa redonda uno frente a otro. Teníamos una consideraba cantidad de libros apilados a nuestra izquierda, y a nuestra derecha los que estábamos leyendo.

Caleb ya había abierto uno de los libros y lo leía de forma rápida, a juzgar por la velocidad con la que se movían sus ojos siguiendo las oraciones escritas.

—No tengo idea —murmuró, demostrando que podía leer y hablarme al mismo tiempo; cosa de la que yo no era capaz, así que me limité a acariciar el borde de la portada de un libro rojo que pesaba una tonelada—. Es una ciudad menos desarrollada que en nuestro mundo... Tal vez no tienen los medios para ocultar la magia, o quizá hallaron una forma de que dejara de importarles. Me da la espina de que aquí son más comunes los magos que los no-mágicos; tal vez eso tenga que ver.

—¿Tú también puedes saber quién es mago y quién no?

Caleb se rio.

—No —contestó—. Me la imagino exactamente por lo opuesto... Porque los magos pueden saber que yo no tengo magia, y la manera despectiva en que me ven jamás se me escaparía.

Yo no había notado eso. Sin embargo, al echar un vistazo a mi alrededor advertí la forma en que algunas personas sentadas más allá se nos quedaban viendo. Más específicamente, miraban a Caleb.

—Me pregunto a qué se debe —divagué.

—No lo sé y no me importa. No tengo interés en leer la historia del país... Además, da igual. Pon atención a tu libro.

Asentí y traté de obedecerle, pero no fue así de fácil. Tenía la capacidad de atención de un pez. Me froté los ojos al poco rato y bostecé.

—¿Encontraste algo? —inquirí—, los libros que leo solo hablan de la última etapa del enfrentamiento y los discursos de la gente que ya llegaron a gobernantes... ¿Sabes? Hubo un gobernante con pata de palo. Eso es genial.

Caleb poco pareció apreciar mi intento de iniciar una conversación y me miró con los ojos fruncidos. Se crujió el cuello e hizo una mueca.

—Los míos tampoco dicen mucho —contestó—, pero puedo decir en base a lo que he leído que la competencia no es peligrosa... Definitivamente ninguna publicación habla acerca de muertes, y los lesionados van a parar a hospitales cercanos sin heridas de gravedad. Además, menciona que se realiza en cinco días todo el proceso y que, según me dieron a a entender los carteles de afuera, comenzará pasado mañana, lo que nos da un buen tiempo. Sin embargo, todas las etapas involucran la destreza en la magia y no solo el poder. Si participas, tendrás que ingeniártelas para no tener alguna explosión masiva de magia.

—Supongo que puedo hacerlo.

—Realmente no pienso igual.

—Podemos negociar que Bailán nos dé la recompensa por partes... Tipo, si logramos llegar a la segunda etapa que nos dé algo por intentarlo, y así hasta que lleguemos a la última. De ese modo, si me sacan a patadas en medio de una de las etapas al menos no nos iremos con las manos vacías.

Eso pareció gustarle a Caleb, que asintió lentamente y se llevó una mano al mentón.

—Y ya podríamos buscar lo que nos falte en otro lado —murmuró—. Ese sería nuestro plan de respaldo. Si llegas hasta el final, entonces eso sería aún mejor... Por cierto, también investigué el precio de las esferas. Son menos comúnes de lo que esperaba; tendremos que gastar cincuenta en ellas.

—¿Cincuenta nada más?

—Cincuenta mil, tonto. Se da a entender.

—La verdad es que no...

Caleb rodó los ojos. Incluso si se comportaba como antes, no había vuelto a soltarme comentarios mordaces y parecía sobrellevar bien eso de la tregua.

—Como sea —continuó—. Encontré un artículo sobre la familia de Bailán. Al parecer sus padres son políticos y no tienen ningún escándalo... Hijo único de padres ricos y que pasan desapercibidos ante la prensa. Aunque odie decirlo, Bailán tiene motivos justificados para querer contratarte y ya no me parece del todo sospechoso. No veo por qué no podamos salir bien parados de este trato...

—Entonces ya está. Hagámosle saber que aceptamos.

—No te veas tan desesperado como antes... Aunque te ofrezcan un buen trato, no puedes saltar a la primera y aceptarlo. No hay que dejarle saber que no tenemos una mejor alternativa o que realmente necesitamos el dinero. Si pregunta, continuaremos con la historia que le dimos a Roler, ¿bien? Somos huérfanos de un pueblo saqueado y que buscamos dinero para asentarnos, y eso es todo. No abras la boca y sueltes algo que nos ponga en la cuerda floja.

Traté de ofenderme, mas no lo conseguí. Detestaba mentir porque eso implicaba mantenerse sobre una historia falsa. Me mordí el labio inferior y nos levantamos de las mesas.

Dejamos los libros donde antes y luego salimos de la biblioteca. Habíamos estado ahí metidos un buen rato, aunque era difícil saber exactamente cuánto... Había dejado de revisar mi celular una vez que la batería murió, y lo mismo con Caleb. Solo me hacía a la idea de que habían pasado más de dos horas.

Al salir, el sol de la tarde nos encandiló los ojos y me recordó con disgusto a la villa de Roler. Esperaba que al menos esta vez no fuera a caerme inconsciente por una insolación.

Me sorprendí cuando vi que el carruaje en el que nos había traído Hunber aún seguía estacionado bajo la acera. Y me sorprendí el triple cuando observé que Bailán estaba ahí, apoyado contra el carruaje y mirando a las personas pasar por la calle con pereza.

—¿Hallaron algo interesante? —inquirió el muchacho al vernos salir, alzando las cejas.

—Algo así —contesté sin ahondar en detalles.

—¿Y bien? ¿Aceptarán el trato?

Miré a Caleb. Nos quedamos callados unos momentos y, con todo la indiferencia que pude reunir, dije:

—Supongo... No hallamos motivos para negarnos.

Bailán sonrió ampliamente. Entonces Hunber se acercó y me tendió un papel enrrollado.

—Es el contrato —aclaró Bailán—, puede leerlo tu representante y tú... Las firmas serán a través de un Sello Mágico que nos prohibirá evadir la responsabilidad del trato, para que se sientan mejor. Tomaré la responsabilidad de la seguridad de Sam y los gastos necesarios para volverlo competente para el enfrentamiento irán por mi cuenta... También pueden escribir la suma de dinero que crean necesaria recibir como recompensa.

—Hablamos entre nosotros acerca de una cláusula en caso de que Sam no llegue a la última etapa —dijo Caleb, quitándole el contrato y leyéndolo—. Queremos la garantía de que recibiremos una recompensa menor acorde a la etapa a la que consiga llegar.

Bailán asintió.

—Me parece comprensible —dijo. Tomó el contrato de vuelta y, con una pluma que le tendió Hunber, escribió algo—. Ya está, las modificaciones están listas.

Fruncí el ceño y me asomé, esperando ver rayones o algo parecido en el papel; sin embargo, todo seguía ordenado y limpio. Asumí que sería cosa de magia.

—Ahora la suma de dinero —prosiguió Bailán—. Pidan la que deseen... Si es excesiva, se los haré saber.

—Sesenta —respondió Caleb al acto. Me miró y a regañadientes agregó—: Sesenta mil.

Temí que Bailán dijese que aquello era demasiado; sin embargo, se encogió de hombros.

—Perfecto —se limitó a decir.

Caleb echó una última leída al contrato de forma detenida y detallada. Luego me lo pasó y dijo:

—Está bien. Fírmalo.

Apenas le di una leída solo para no lucir como quien hacía lo que le decían sin pensar por su cuenta. Después tomé la pluma de Bailán y me apoyé contra el carruaje para firmar.

Una vez estuvo mi firma sobre el papel, la tinta cobró un fugaz brillo dorado que desapareció casi al instante.

Ya está. Había firmado.

Oficialmente teníamos un contrato para ganar el dinero que necesitábamos para volver a casa.

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