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2._Chocolate


La mirada del dios anuló, por un momento, a Mary que se quedó perdida en los sugerentes ojos dorados que la veían como derramando mieles infernales sobre ella. Una suerte de licor altamente embriagador, de más que solo los sentidos, era lo que estaba bebiendo y por unos minutos ignoró la atrevida mamo que se deslizó suavemente por su cintura, para ir a caer a su cadera y seguir un juguetón sendero hasta su muslo. Cuando salió de su trance, puso su mano sobre aquel brazalete dorado y sacando la idea del apogeo de su creatividad le pregunto:

-¿Tienes hambre?

-Bastante...-le respondió Bills llevando aquella mano del muslo de Mary a la barbilla de esta.

-Me refiero a si no quieres algo de comer. Comida, alimento ¿Entiendes?-le dijo Mary intentando quitárselo de encima, literalmente.

-La comida sabe mejor después de hacer ejercicio...-le contestó Bills dejando a Mary sin argumentos, no por su respuesta sino por el tono de voz que uso para decirla.

-Yo prefiero comer primero, para eliminar las calorías con el ejercicio-le contestó Mary, mientras Bills comenzó a peinarle el cabello con la mano. Con paciencia iba apartando los mechones de su cuello, haciendole cosquillas en el proceso- Además es un platillo que preparé...-agregó un tanto inquieta por no lograr su objetivo.

-¿Cocinaste tú?- preguntó Bills con algo de curiosidad y ella asintió con la cabeza- Siendo así lo probaré con gusto.

La actitud de Bills cambio por completo, logrando confundir un poco a la muchacha que levantó una ceja antes de ponerse de pie,con ayuda de él.

Con cierta incredulidad, Mary veía a Bills sentado ante la pequeña mesa de la cocina. El taburete no le permitía subir las piernas, como era su costumbre, por lo que su postura y actitud le daban un aspecto infantil a los ojos de la mujer. Los movimientos de la cola del dios y su expresión eran traviesas, mientras esperaba a que ella le sirviera un plato de ese arroz al curry con pollo del que le habló y por el cual tenía bastante ansiedad. Cuando la comida estuvo ante él se mostró un tanto curioso por ese arroz de color amarillo del que escalaba un vapor aromático que respiró con cierta fuerza y aumentó el entusiasmo, pero en lugar de meter la cuchara en el plato,
puso las manos sobre sus rodillas y se quedó viendo a Mary con ojos juguetones. La muchacha entendió rápidamente lo que él quería, pero se le hizo bastante extraño.

-Bueno...al fin que está bajo los efectos de un hechizo o algo parecido- pensó la mujer y se sentó junto a Bills para darle de comer. Lo hizo con cuidado, procurando enfriar la comida para que el dios no se quemará la boca.

La escena era todavía más inaudita que el hecho que él existiera y, sin embargo, de alguna forma difícil de explicar, a Mary se le hacia bastante natural. Con esa paciencia que mostraba a contadas personas, le dio de cenar al dios de un mundo en otra dimensión, una que pensó siempre parte de una quimera.

-Cocinas muy bien...

-Mary- lo interrumpió la muchacha- Llamame Mary.

-¿Mary? Tienes un nombre muy extraño-le comentó Bills antes de abrir la boca para recibir una cucharada de arroz.

-Es el nombre más común del planeta, me atrevo a decir-le dijo la muchacha sonriendo resignada.

-Pero tú no eres nada común...Eres la favorita de un dios...

-Más o menos como lo fue la mujer más célebre que llevó este nombre- pensó Mary y sin darse cuenta se llevó la última cucharada de arroz a la boca.

-¡Oye!

-Lo siento...

-Esa me la vas a pagar, Mary-le dijo Bills sonando oscuro, pero sus intenciones eran de otro tipo.

Vaya trabajo que le costó a la mujer escapar de esos brazos y manos insolentes que la apretaban y acariciaban con toda libertad.

-¿No quieres bañarte conmigo? Hay suficiente espacio aquí para los dos- le dijo Bills en la puerta de la ducha y tomándola por la cintura para que entrara con él.

-Yo ya me bañé, además debo buscarte ropa limpia. Whiss se fue y ni siquiera se tomó la molestia de darte un atuendo en buen estado- le dijo Mary intentando escapar del aro que Bills formó, con su brazos,
entorno a ella- Te prometo que dormiremos juntos después...

Y con eso consiguió escapar de Bills, otra vez. El asunto estaba resultando bastante más difícil de lo que pensó. El dios era más efusivo y más insistente de lo que pudo preveer. Aunque aquello respondía más a su estado que a su verdadera naturaleza. Mary siempre pensó que Bills podia ser muy dado al tacto con una persona especial para él, en determinado momento y lugar, desde esa perspectiva su comportamiento solo era más exacerbado, pero no antinatural. Sacudió la cabeza y se concentro en lo que hacía. Tenía ropa de un tipo con el que estuvo saliendo. Era como de la estatura de Bills solo que más corpulento. Con una rápida adaptación al pantalón seguro le quedaría bien.

El dios se estaba tomando su tiempo para salir del baño. Le costó convencerlo de que se diera una ducha y esperaba que eso le enfriará las ideas que él estaba teniendo con ella. Aunque las que ella estaba teniendo con él no eran precisamente de caramelos y flores. Lo único que la detenía, era que Bills no estaba en sus cabales ¿Qué ocurriría cuando el dios destructor saliera del efecto de cupido? Posiblemente se iba a enfadar mucho con ella. Soltó un suspiro cuando imaginó ese escenario y se repitió varias veces, que Bills no estaba actuando según su juicio.

-No te aproveches de la circunstancias, Mary- se dijo en voz baja, soltando un suspiro.

-No había bata ahí y la toalla que me diste se ensució. Tuve que ponerme esto-le dijo Bills que al salir del baño quedó a las espaldas de Mary.

La muchacha sintió un escalofrío cuando escuchó la tonalidad de aquella grave voz. Se giró despacio, para ver atrás, y descubrió a Bills con la toalla de mano envuelta en su estrecha cintura. Sucedió una pausa. Un momento estático en que el único movimiento que osó desafiar ese cuadro, fue el que hicieron las pupilas de Mary que descendieron por el cuello de Bills (ignoraron por completo su cara), continuaron por sus pectorales, bajaron a su abdomen y siguieron en busca de lo único que escondía su ropa de dios: sus tonificadas piernas. Claro que caminó a esas firmes extremidades, aquellos curiosos ojos pasaron por otra parte muy escasamente cubierta por la toalla de mano.

-Él no está en su juicio. Estarías abusando de él, Mary- se dijo al apartar su mirada del dios- Vistete-le pidió la muchacha al ofrecerle la ropa.

-¿No prefieres que haga lo contrario?-le preguntó Bills hincandose justo detrás de ella y descansando sus manos en aquellos desnudos y blancos hombros.

El aliento de Bills le hizo cosquillas en el cuello y la oreja, causandole un escalofrío.

-¡Voy a bañarme!-exclamó Mary levantandose rápido para meterse en el baño, poner seguro a la puerta y mover un mueble de cajones para terminar de bloquear la entrada, como si aquello hubiera sido suficiente para detener al dios si él realmente hubiera querido entrar.

No tardó más de cinco minutos en darse una ducha helada y salir con un camisón que guardaba entre los cajones. Contrario a lo que creyó, Bills encontró un pasatiempo impensado y que Mary tardo en notar, pues su atención la cautivo la figura del dios con ropa de un hombre normal. Se veía bien, diferente, pero no perdía ni una pizca del temple de siempre. Después de admirar su figura sentada a lo indio en la alfombra, Mary notó algo de arena negra en el piso y que faltaban unas fotografías sobre la mesa y en la pared.

-¿Dónde están los retratos de..?

-Ah ¿Te refieres a esas imágenes de ti con un montón de hombres? Las destruí por error. Discúlpame por favor-le dijo sonando satisfecho y un tanto cínico.

-Eso no fue ningún error...

-Lo tuyo con esos pelafustanes, claro que lo fue- le dijo Bills, ignorando a conciencia lo que ella le quiso decir en verdad y de un salto subió a la cama, para llamarla moviendo el índice izquierdo- Me tienes a mí, no necesitas a nadie más, Mary...

-Eran unas fotos familiares. Unos eran mis primos y los otros un hermano más un amigo.

-Estando conmigo no necesitas a nadie más- reitero y tomó una postura más cómoda.

-Yo no...-decía Mary cuando sintió que una fuerza invisible la empujó desde atrás, haciéndola caer de rodillas sobre la cama.

-Ya deja de hacerte la difícil-le dijo el dios al tomarla por el brazo y llevarla hacia él.

Las manos de Bills la tocaban de forma pesada, calurosa y exploradora. Pero de haber querido dominarla, le hubiera bastado usar una millonesima parte de la fuerza de su dedo meñique; no  parecía interesado en ello. Pese a su comportamiento guardaba ciertos límites o eso pensaba Mary mientras salía al encuentro de aquellas caricias y de forma hábil las limitaba. La paciencia firme era la clave para lidiar con Bills y con ella de su lado, más un poco de astucia y desde luego la ventaja de que ella lo "conocía", Mary lograba tenerlo a raya. Claro que tal y como ella se lo dijo a Whiss, mucho influia el que estuviera "enamorado" de ella y posiblemente ahí radicaba el tácito límite. Por supuesto también él quería su atención. Su total y absoluta atención. Cuando entendió que Mary no quería nada más, Bills buscó que fuera ella quien lo mimara. Aquello fue un cambio agradable, pero menos más grato para la muchacha que se cuestionaba seriamente esa proximidad y la forma en que ella lo estaba...

Casi una hora después, Mary terminó apretada contra el pecho del dios que la sujetaba contra él de una manera fuerte, pero amorosa, como si estuviera intentado acunarla. El latido del corazón de Bills, su olor, su calor fueron muy confusos para ella, que soñó con un instante así decenas de veces sin jamás llegar a creerlo más que un sueño ridículo.

-¿No puedes dormir?-le preguntó repentinamente.

-No...es que yo...

-Tienes miedo- la interrumpió Bills.

Mary temblaba de forma muy sutil. Hasta cierto punto él tenía razón. Tenía miedo.

-No voy a obligarte a nada que no quieras hacer...-le dijo de una forma más seria, más honesta.

-Lo sé-le respondió Mary y no pudo evitar apretar la camiseta de Bills, sobre el pecho de este donde mantenía sus manos.

-Hueles a chocolate con fresa- dijo el dios al hundir su nariz en el cabello de la muchacha.

Mary se sonrió, frotó su rostro contra él y luego levantó el rostro para besarle la barbilla.

-Eres una consentida...-le dijo el dios levantando un poco la cabeza para buscar el rostro de ella.

Tenía miedo si, pero a sucumbir ante él que estaba fuera de sí. Nunca se perdonaría aprovecharse de Bills de esa manera, pero no lo que hacía tampoco estaba bien. Imaginaba que cuando Bills regresara a la normalidad y recordara todo, la destruiría. La borraría de la existencia por atrevida y abusiva. Aquello la asustaba, mas no era el hecho de dejar de existir lo que la estremecía sino a que fuera el desprecio de él lo último que experimentaría en este mundo. Por otra parte...por otra parte estaban sus sentimientos, sus deseos, la oportunidad, la ausencia de remordimiento...

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