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67 | FORMAR UN PLAN

—Lauren, ¡solo quédate conmigo! —gritó Steve—. Lauren, por favor, quédate conmigo. No sé qué están haciendo, ¡pero apúrense!

Lauren no podía escucharlo. De hecho, no podía escuchar nada más que la sangre corriendo por sus venas cuando llegó a una puerta que estaba tapiada. Presa del pánico, comenzó a tirar de las tablas hasta que se soltaron, dándole suficiente espacio para pasar y escapar.

Lauren —escalofríos le recorrieron la espalda cuando Lauren corrió y vio a Vecna acercándose a ella. Sus ojos se abrieron con desesperación cuando él dijo—: ¿Qué estás haciendo? No es hora de que te vayas.

—¡No te acerques! —gritó Lauren.

Ahora que pudiste ver dónde he estado —dijo Vecna—, me gustaría mucho mostrarte adónde me dirijo.

—¡No! —gritó Lauren, empujando a través de la puerta y de regreso a la habitación de antes.

El doctor se paró frente a ella, hablando con la voz de Vecna—. Siéntate, Lauren.

—¡Dios, no! —gritó Lauren, cuando las luces se apagaron.

Cuando volvieron, quedó atrapada por enredaderas, inmovilizándola en una silla. Vecna se paró al otro lado de la habitación, acercándose a ella lentamente, y cuando estuvo justo frente a ella, se inclinó sobre ella y Lauren sollozó.

Podría hacer que todo desaparezca —dijo Vecna—. Todo, pero tú eres... más importante. Debes vivir —Lauren sacudió la cabeza frenéticamente, con los ojos cerrados—. Quiero que le digas a Eleven... quiero que le cuentes todo lo que veas.

Vecna tendió su mano sobre su cabeza y Lauren gritó—: ¡No! ¡Por favor!

Luego vio destellos, la casa Creel, el suelo partiéndose, los relojes sonando. La tierra se estaba partiendo, dejando cortes de color rojo brillante a raíz del terremoto.

Dile... todo esto —dijo Vecna.

—¡NO! —gritó Lauren.

Y luego sus ojos se abrieron de golpe y se derrumbó contra Steve mientras él luchaba por atraparla. Él la bajó al suelo, sus brazos alrededor de ella y una mano en el lado de su cara.

—Oye, oye, oye —susurró Steve—. Estoy aquí. Estoy aquí, te tengo.

—¿Steve? —jadeó Lauren—. ¿Qué sucedió?

—Pensamos que Vecna te atrapó —dijo Steve—. Estás bien.

Lauren trató de nivelar su respiración, agarrando el brazo de Steve—. Steve...

—Estás bien —susurró Steve, apoyando su frente contra la de ella—. Te tengo, estás bien.

—¿Estás aquí? —preguntó Lauren, con la voz quebrada.

—Estoy aquí —dijo Steve—. Vamos, tenemos que salir de aquí.

Con cuidado, Steve ayudó a Lauren a subir y atravesar el techo, y cuando aterrizó en el colchón en el mundo real, Connor se abalanzó sobre ella y ni siquiera le dio la oportunidad de sentarse correctamente antes de que sollozara en su hombro.

—Estás bien —susurró Connor, llorando.

—Estoy bien —prometió Lauren, aferrándose a su hermano—. Estoy bien, Con, estoy bien.

—¿Alguien quiere explicar qué diablos acaba de pasar? —preguntó Eddie.

Lauren asintió y se levantó del colchón para permitir que Steve se uniera a ellos.

Cuando todos estuvieron reunidos, Lauren se sentó entre Steve y Connor, ninguno de los cuales parecía planear dejarla ir. Eddie lanzó la misma pregunta de nuevo.

—Me mostró cosas —dijo Lauren—, que aún no han pasado —su voz era apenas un susurro—. Cosas terribles. Vi... una nube oscura que se extendía sobre Hawkins. El centro en llamas, soldados muertos. Y una... criatura gigante con... la boca abierta. Y esa cosa no estaba sola. Había tantos monstruos. Un ejército completo. Y estaban entrando a Hawkins, a nuestras calles, a nuestras casas. Y luego... me mostró a ustedes. Y estaban... estaban todos...

Se interrumpió, tratando de no llorar, y Steve tomó su mano.

—Bueno, pero... solo quería asustarte, Lauren —dijo Steve—. ¿Sí? Porque eso no es real.

—Todavía no —susurró Lauren—. Pero había... había algo más. Me mostró portales. Cuatro portales a lo largo de Hawkins. Y esos portales... se parecían al del tráiler de Eddie, pero no dejaban de crecer. Y no era el Hawkins del Otro Lado. Era nuestro Hawkins... nuestro hogar.

—Espera, ¿cuatro portales? —preguntó Max—. Cuatro campanadas. El reloj de Vecna... siempre da cuatro campanadas. Cuatro exactamente.

—Espera, pero si suena cuatro veces, para cuatro víctimas, y tres ya están muertas —dijo Connor—, ¿no debería haber cinco si va tras Max y Lauren?

Lauren negó con la cabeza—. No... no creo que esté detrás de mí —miró a Max mientras hablaba, sus ojos expresaban cuánto deseaba que no fuera así—. Dijo... dijo que tengo que vivir. Tengo que vivir... para contarle a Eleven lo que vi.

—Nos contó su plan desde el principio —dijo Max.

—Cuatro muertes —dijo Lucas—, cuatro portales. El fin del mundo.

—Si eso es cierto... falta solo una muerte —dijo Dustin.

—Por Dios —dijo Eddie—. ¡Por Dios!

—Llamémoslos —le dijo Steve a Max—. Intenta otra vez.

Mientras Max marcaba el mismo número una vez más, Lauren agarró la mano de Steve. Cuando Max colgó el teléfono, Lauren suspiró—. ¿Algo?

—No —respondió Max—. Sonó un par de veces y decía ocupado.

—Tal vez lo marcaste mal —dijo Steve—. Intenta otra vez.

—¡No marqué mal!

—Bueno, no sé —respondió Steve.

—Creo que sabe cómo usar un teléfono —dijo Dustin.

—Solo digo que podría haberlo marcado mal.

Max colgó el teléfono—. No contestan.

—¿Cómo es posible? —preguntó Lucas.

—Te lo dije, Joyce trabaja en telemarketing —dijo Connor—. Siempre está al teléfono; El siempre se queja de eso.

—Sí, pero el teléfono ha estado ocupado durante, ¿qué, tres días? —preguntó Lauren—. No es por Joyce. Algo anda mal.

—Tiene razón —dijo Nancy—. No puede ser una coincidencia. No puede ser.

—Nunca debí dejarlos solos —dijo Lauren, poniendo su cabeza entre sus manos.

—Lo que esté ocurriendo en Lenora está relacionado con todo esto —dijo Nancy—. Es muy lógico. Pero Vecna no puede lastimarlos. No si está muerto.

—Tenemos que volver —dijo Lauren—. Volver al Otro Lado.

Inmediatamente, se encontró con protestas. Steve dijo—: Pensémoslo mejor, ¿sí?

—¿Qué tenemos que pensar? —preguntó Lauren, poniéndose de pie.

—Apenas logramos salir con vida...

—Sí, ¡porque no estábamos preparados! —replicó Lauren—. Pero, esta vez, lo estaremos. Conseguiremos armas y protección, cruzaremos el portal, hallaremos su guarida y lo mataremos.

—O él nos matará a nosotros —replicó Steve—. La única razón por la que sobreviviste es porque él lo quiso. No nos tiene miedo.

—Y con toda la razón —dijo Robin—. Nos equivocamos sobre Vecna... Henry... One. Lo siento, ¿cómo lo llamaremos?

Todos dijeron un nombre diferente, y Lauren puso los ojos en blanco—. Vecna.

—Claro. Aprendimos algo nuevo de Henry/Vecna/One —dijo Robin—. Es un número, como Eleven, solo que una versión malvada, asesina y enferma, con pésimo cutis, pero lo importante es que es muy poderoso. Podría destriparnos en un parpadeo. No es una pelea justa.

—¿Y por qué ser justos? —preguntó Dustin—. Tienes razón, es como Eleven. ¡Pero eso nos da ventaja! Conocemos las fortalezas... y debilidades de Eleven.

—¿Debilidades? —preguntó Erica con incredulidad.

—Cuando El viaja a distancia, entra en una especie de trance o algo así —dijo Dustin—. Apuesto a que Vecna también.

—Eso explica lo que hacía en ese ático —dijo Lucas.

—Exacto —dijo Dustin—. Cuando ataque a su siguiente víctima, les apuesto a que estará en ese ático, y su cuerpo estará indefenso.

—¿Indefenso? —preguntó Steve—. ¿Y su ejército de murciélagos?

—Cierto. Sí, tendremos que encontrar una manera de pasarlos —dijo Dustin—, distraerlos de algún modo.

—¿Y cómo haremos eso exactamente? —preguntó Eddie.

—Ni idea —respondió Dustin—. Pero, cuando se vayan, ese va a ser su fin. ¡Será como asesinar a Drácula dormido en su ataúd!

—Todo eso tiene sentido en teoría, pero no hay patrón en los ataques de Vecna —dijo Robin—. O al menos no lo desciframos. No sabemos cuándo atacará otra vez. Ni siquiera sabemos a quién atacará.

—Sí, sabemos —dijo Max—. Todavía puedo sentirlo. Sigo marcada, maldita. Dejo a Kate Bush y atraigo su atención hacia mí.

—Max —dijo Lucas—. No puedes. Te va a matar.

—Sobreviví una vez —dijo Max—. Puedo hacerlo otra vez. Solo... necesito mantenerlo ocupado hasta que ustedes entren al ático. Y podrán cortarle la cabeza, apuñalarlo en el corazón o volarlo con explosivos caseros de Dustin. Sinceramente... ni siquiera me importa cómo maten a ese imbécil, solo... sea como sea... hagan lo que hagan... acaben con él.

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