64 | AMOR VERDADERO
—Entonces, ¿este lugar es como Hawkins, pero con monstruos y atrocidades? —preguntó Eddie.
—Más o menos —dijo Lauren, ayudando a Steve a ponerse de pie.
—Espera, cuidado con las enredaderas —dijo Nancy—. Es una mente colmena.
—¿Una qué?
—Todos los bichos que hay aquí son como uno mismo —dijo Steve—. Si pisas una enredadera, o un murciélago, pisas a Vecna.
—Mierda —dijo Eddie, abriéndose paso con cuidado desde la roca en la que estaba parado.
—Pero lo de nuestro mundo sigue aquí, ¿no? —preguntó Robin—. Menos las personas, obvio.
—Hasta donde entiendo, sí —respondió Nancy.
—En teoría, podríamos ir a la estación de policía y robar armas y granadas para volar a todos esos murciélagos que custodian el portal —dijo Robin.
—Sí, dudo mucho que la policía de Hawkins tenga granadas, Robin —dijo Steve—. Pero armas seguro tienen.
—No tenemos que ir tan lejos por armas —dijo Nancy—. Yo tengo armas en mi habitación.
—Tú, Nancy Wheeler —dijo Eddie—, ¿tienes armas, en plural, en tu habitación?
—Está llena de sorpresas, ¿no? —preguntó Robin.
—Una Makarov rusa y un revólver —dijo Nancy.
—Con el que casi me disparas —dijo Steve.
—Casi te lo merecías —respondió Nancy.
Eddie arrojó su chaqueta, que Lauren le había devuelto ese mismo día, hacia Steve—. ¿No tienes pudor, Harrington?
Entonces, la tierra comenzó a temblar debajo de ellos, y Lauren tropezó hacia Eddie, quien se abalanzó sobre ella mientras caían al suelo. Por el rabillo del ojo, Lauren vio que Steve agarraba a Nancy con fuerza, sintiendo que su corazón daba un vuelco. Sentándose cuando el suelo dejó de temblar, Lauren se apoyó contra Eddie.
—Las armas me parecen una gran idea en este momento —dijo Eddie.
—Sí, a mí igual —dijo Lauren.
—Entonces, ¿qué estamos esperando? —preguntó Steve, notando la forma en que Lauren y Eddie estaban sentados.
Pasó junto a ellos y encendió su linterna, Nancy y Robin lo siguieron mientras Eddie y Lauren se ponían de pie.
Lauren se quedó un poco atrás, y Eddie retrocedió para hacerle compañía. Llámalo como quieras, pero, para Eddie, casi morir juntos en varias ocasiones, significaba que eran amigos, y cuando notó la expresión distante en su rostro, le dio un codazo.
—¿Un centavo por tus pensamientos? —preguntó Eddie.
Lauren suspiró—. No lo sé.
—Algo está pasando allá arriba —dijo Eddie, pinchando la sien de Lauren—. Vamos, puedes decírmelo. Lo más probable es que vayamos a morir aquí abajo, así que sea lo que sea, morirá conmigo.
—No digas eso —dijo Lauren—. Hemos llegado hasta aquí.
—Está bien. De cualquier manera, soy bueno guardando secretos —dijo Eddie, levantando las cejas—. ¿Qué pasa? —los ojos de Lauren encontraron a Steve y Nancy, los dos caminando uno al lado del otro. Los ojos de Eddie siguieron los de ella y asintió—. Ah, ya veo.
—No crees que estoy delirando, ¿no? —preguntó Lauren.
—No, no lo creo —dijo Eddie—. Quiero decir, hace unos días te habría llamado loca, pero no creo que estés delirando.
—Simplemente no sé qué hacer —admitió Lauren—. Amo a Steve, lo hago, pero la distancia nos ha estado matando. No lo admitirá, pero ha sido difícil para ambos.
—¿Has intentado hablar con él al respecto? —preguntó Eddie.
—No, no he tenido tiempo —dijo Lauren—. Con Vecna y todo lo demás, simplemente... no parece importante.
—Oye, es importante —dijo Eddie—. Quiero decir, te tiraste al lago sin dudarlo cuando Harrington se hundió. Cualquiera puede ver cuánto te preocupas por él, y si él no lo hace... bueno, tal vez no sea el indicado.
Lauren suspiró—. Parece estúpido hablar de problemas de relaciones en un momento como este.
—Oye, lo que sea para que esto parezca normal —dijo Eddie—. Pero bueno, solo para que lo sepas, si Harrington no te aprecia, alguien más lo hará.
Lauren asintió—. Sí, supongo. Solo pensé que estaríamos bien, pero la distancia realmente lo hizo difícil.
—Siempre lo hace —dijo Eddie—. Pero así es la vida. No voy a mentirte y decir que no me he dado cuenta de la forma en que él y Wheeler se miran, pero tienes que hablar con él al respecto.
—Si sobrevivimos a esto, lo haré —dijo Lauren.
—Oye, ¿qué pasó con tener fe? —preguntó Eddie—. Cuando sobrevivamos a esto.
Lauren se rió en voz baja—. Sí, cuando.
—¡Eddie! —dijo Steve, retrocediendo para ponerse al lado de Eddie y Lauren—. Oye, Eddie, escucha...
Lauren se alejó de los chicos en ese momento, trotando para alcanzar a Nancy y Robin—. ¡Robin!
Cuando ella se fue, Steve continuó—. Yo sólo... quería agradecerte. Por salvarme hace un rato.
—No, te salvaste solo —respondió Eddie—. Fue un movimiento al estilo Ozzy. ¿O qué piensas?
—¿Ozzy?
—Sí, cuando mordiste al murciélago —dijo Eddie—. ¿Ozzy Osbourne? ¿Black Sabbath? Le mordió la cabeza a un murciélago en el escenario.
—Yo no...
—¿No? No importa —dijo Eddie—. Fue muy audaz lo que hiciste, a eso me refiero.
—Gracias —dijo Steve—. Y supongo que también debería agradecerte por mantener a Lauren y a Connor a salvo.
—Ellos me mantuvieron a salvo a mí —respondió Eddie, sus ojos encontraron la figura de Lauren mientras caminaba junto a Robin—. Son buenas personas.
—Sí, lo son —dijo Steve—. Debería haber estado allí, ¿sabes? En Lover's Lake, protegiéndola.
—Ella estaba bien —dijo Eddie—. Puede cuidarse sola, ¿sabes? Eso está claro. Al igual que tú. Henderson me dijo que eras muy rudo. Lo dijo varias veces, para ser preciso.
—Espera, ¿Henderson dijo eso? —preguntó Steve.
—Sí, claro —dijo Eddie—. Ese chico te idolatra. No tienes ni idea. Es un poco molesto, para ser honesto. Y ni siquiera sé por qué me importa lo que piense ese mocoso, pero creo que me puse celoso, Steve. Supongo que no podía aceptar el hecho de que Steve Harrington fuera un buen tipo. Familia rica, popular, las chicas lo aman, relación estable con una chica increíble. ¿No es un idiota? Imposible. Imposible. Eso va en contra de todas las reglas del universo, así como las de mi propia doctrina Munson. Por cierto, sigo estando muy celoso, y por eso yo jamás habría saltado al lago para salvarte bajo ninguna... circunstancia normal —las criaturas chillaron en la distancia y Eddie y Steve se detuvieron—. No. Fuera de D&D, no soy un héroe. Si veo peligro, simplemente doy media vuelta y me echo a correr. O al menos eso aprendí de mí esta semana.
—No seas tan duro contigo —dijo Steve.
—En serio —dijo Eddie—. La única razón por la que vine es porque esas chicas te siguieron de inmediato. Me dio vergüenza ser el que quedara atrás, pero Carter... no perdió ni un segundo. Ni un segundo. Fue detrás de ti. Tu cabeza ni siquiera se había hundido y ella se había ido; nada podría haberla detenido. Ahora, no sé qué está pasando entre ustedes dos, pero si fuera tú, no lo arruinaría. Porque esa fue la señal más clara y directa de amor verdadero que estos cínicos ojos hayan visto.
Steve miró a Lauren, que estaba entre Nancy y Robin, y por un segundo miró a Nancy. Sabía que había estado descuidando a Lauren recientemente, pero no sabía cómo cerrar la brecha que parecía haberse formado entre ellos durante el tiempo que estuvieron separados. Como ella estaba en California, era difícil continuar con las cosas normalmente, pero Steve sabía en el fondo que la amaba. Simplemente no había hecho un muy buen trabajo demostrándoselo.
Decirle que la amaba mientras ella lo vendaba fue un movimiento pobre de su parte, y supo tan pronto como lo dijo que probablemente no debería haberlo hecho. Sabía que Eddie tenía razón, porque tan pronto como sintió que su mano agarraba la suya cuando estaba siendo empujado hacia abajo, se dio cuenta de cuánto la amaba y, a su vez, cuánto lo amaba ella. Él no la quería en peligro, pero ella no había desperdiciado un segundo zambulléndose de cabeza al lago para protegerlo.
Eso es lo que hacían Lauren y Steve. Se protegían el uno al otro y, a su vez, a todos los que habían tomado bajo su protección. Pero lo más importante, se cuidaban el uno al otro, y él sabía que había descuidado eso.
Lauren caminaba en silencio entre Nancy y Robin cuando el temblor volvió, esta vez más agresivo. Lauren se tambaleó hacia atrás, tropezó con una enredadera y cayó al suelo. Aterrizó sobre su brazo herido, reprimiendo un grito de dolor que se le escapó entre los dientes, y escuchó a Steve decir su nombre.
Mientras yacía en el suelo, la tierra temblando debajo de ella, escuchó algo.
Algo que envió escalofríos por su espina dorsal.
En algún lugar, sin que sus propios ojos lo vieran, un reloj sonaba siniestramente y sabía que ninguno de sus amigos podía escucharlo.
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