33 | AZUL Y AMARILLO SE ENCUENTRAN
Al día siguiente, después de pasar la noche con Max y Eleven tratando de animarlas, Lauren volvió al trabajo, llevándose a Connor y Dustin con ella. Los dos chicos se fueron con Steve para espiar a la gente en todo el centro comercial, mientras que Robin y Lauren se quedaron atendiendo la tienda.
Erica Sinclair llegó, tocando el timbre repetidamente mientras Robin estaba parada con los auriculares puestos. Cuando Lauren finalmente interrumpió a Erica, la chica sonrió.
—Quiero probar el chocolate con mantequilla de maní, por favor.
—No —respondió Lauren—. No más muestras por hoy.
—¿Por qué?
—Porque abusas de nuestra política —respondió Lauren.
—¿Adónde se fue el marinero? —preguntó Erica—. Es más amable que tú.
—Lo siento, no puede ayudarte —respondió Lauren—. Está ocupado.
—¿Ocupado con qué?
—Un juego de espías —respondió Lauren—. Entonces, señorita Sinclair, o compras un helado o te vas.
Erica miró a Lauren con el ceño fruncido, quien arqueó las cejas como diciendo: Pruébame. Erica desapareció con sus amigas y Robin chocó los cinco con Lauren—. Eres brillante, Srta. Carter.
—Gracias —respondió Lauren, haciendo una reverencia—. ¿Tienes algo más?
—Eso creo —dijo Robin—. La semana es larga. El gato plateado se alimenta cuando azul y amarillo se encuentran en el oeste. Un viaje a China suena bien si cuidas tus pisadas —Robin tomó un sorbo de su bebida—. ¿"Si cuidas tus pisadas"?
Un golpe en la puerta llamó la atención de Lauren, quien abrió la ventana y saltó a la habitación trasera, dirigiéndose hacia la puerta. Del otro lado estaba un repartidor, quien le entregó un paquete y una hoja para que firmara. Mientras lo hacía, Lauren vio el nombre de la empresa. Lynx.
—Que tenga un buen día —dijo el hombre.
—Igualmente —respondió Lauren.
Mientras el hombre se alejaba, Lauren vio la parte de atrás de su ropa. Impreso en la tela había un gato plateado, y los ojos de Lauren se abrieron como platos—. El gato plateado. ¡Robin!
—¿Qué?
—¡El gato plateado! —gritó Lauren.
—¿Qué?
—El repartidor —dijo Lauren, agarrando la mano de Robin—. Creo que tengo algo.
Mientras Lauren y Robin salían corriendo de la tienda, pasaron junto a Steve, Dustin y Connor, el primero de los cuales dijo—: Adivinen a quién tomó por ruso Dustin.
—¡Tú también!
—No.
—¡Sí!
—No.
Robin y Lauren los ignoraron, empujándolos mientras corrían. Saltaron a un banco y Robin dijo en voz baja—: "Un viaje a China suena bien".
—Comida china —dijo Lauren, señalando el lugar chino—. "Un viaje a China suena bien".
—"Si cuidas tus pisadas" —leyó Robin en voz alta, encontrando la tienda de zapatos.
—Cuando azul y amarillo se encuentran en el oeste —dijo Lauren, mirando alrededor del centro comercial. Vio las manecillas del reloj, de color azul y amarillo—. ¡Cuando azul y amarillo se encuentran... en el oeste!
—Lauren —interrumpió la voz de Steve—, Robin. ¿Qué hacen?
—Lo desciframos —respondió Robin.
—¿Qué? —preguntó Steve.
—Desciframos el código —dijo Lauren.
—¿Qué? ¿Cómo? —preguntó Connor.
—Como les dije a Max y El... soy más inteligente que ustedes—respondió Lauren.
—Eso no es suficiente —dijo Dustin.
Robin y Lauren los guiaron a través de lo que habían descubierto, y los tres chicos parecían tremendamente confundidos después de que terminaron.
Poniendo los ojos en blanco, Lauren dijo—: Confíen en mí, ¿de acuerdo?
—
Llegadas las nueve menos cuarto, los cinco se encontraban en el tejado observando el almacén de almacenamiento. Se estaban entregando cajas y llovía a cántaros. El poncho de Lauren hacía poco para mantenerla seca mientras se agachaba junto a Steve.
—Busquen Panda Imperial y Zapatos Kaufman —instruyó Robin.
—Esperan al que silba —dijo Dustin—, a las diez.
—¿Qué habrá dentro? —preguntó Steve.
—Armas de fuego, bombas —respondió Connor.
—Armas químicas —sugirió Robin.
—Sea lo que sea, van armados hasta los dientes —dijo Dustin.
—Genial —dijo Steve—. Es genial.
Lauren los vió abrir una puerta—. ¿Qué hay ahí dentro?
—Más cajas —respondió Dustin.
Connor tomó los binoculares—. Déjame ver.
—No, estoy mirando.
—Quiero ver.
Mientras luchaban por los binoculares, se resbalaron del agarre de Connor y chocaron contra la barandilla de metal. Los cinco se agacharon y Lauren agarró la mano de Steve mientras trataban de permanecer fuera de vista.
—Tenemos que bajarnos de este tejado —dijo Lauren, haciendo que Dustin y Connor se pusieran de pie—. Ahora.
Corrieron desde el tejado y regresaron al centro comercial, y mientras caminaban, Robin dijo—: Bueno, creo que encontramos a tus rusos.
—Deberíamos llamar a papá —dijo Connor—. Sabrá qué hacer.
—No, está ocupado —dijo Lauren—. Muy ocupado.
—¿Haciendo qué? —preguntó Connor.
—Cosas de la policía —respondió Lauren—. No sé qué está pasando, pero estamos solos en esto.
—Bueno, tenemos que montar un puesto de vigilancia —dijo Robin.
—Bien —dijo Lauren—, pero mañana. Quiero dormir un poco.
—De acuerdo —dijo Robin—. Mañana.
—¿Alguien quiere que lo lleve a casa? —preguntó Lauren—. Está lloviendo mucho.
Lauren llevó a Robin a casa y luego dejó a Dustin y Connor en la casa de Dustin. Steve se volvió hacia ella mientras conducían hacia la cabaña.
—¿Dónde está El esta noche?
—Está con Max —respondió Lauren—, durmiendo en su casa.
—Entonces tenemos el lugar para nosotros —dijo Steve.
—No olvides a Hopper —dijo Lauren—. Aunque dudo que vuelva por un rato largo.
—Sabes, incluso si morimos por culpa de los rusos malvados, me alegra haberte conocido —dijo Steve—. Y sobre todo me alegra haberme enamorado de ti.
—No empieces a hablar como si fueras a morir, Harrington —dijo Lauren—. No tienes permitido morir. Ninguno de nosotros.
Cuando llegaron a la cabaña, la camioneta de Hopper no estaba allí. Entrando lo más rápido que pudieron para protegerse de la lluvia, Lauren cerró la puerta de golpe y se quitó el abrigo.
—¿Donde esta tu papá? —dijo Steve, colgando su abrigo.
—Supongo que salió —respondió Lauren, volviéndose para encontrar a Steve a centímetros de ella—. Vaya, hola.
—Hola —sonrió Steve—. No hemos tenido mucho tiempo para nosotros.
—Sí, lo sé —rió Lauren—. Lo siento.
—No te disculpes —respondió Steve—. Aunque creo que yo te debo una disculpa.
—¿Por qué?
—La pizarra.
Lauren arqueó las cejas—. No te disculpes. Fue muy divertido ver como te rechazaban con tanta frecuencia.
—Sí, pero ahora que lo pienso, me siento mal —dijo Steve—. Cuando coqueteaste con ese chico me sentí bastante mal, así que no puedo imaginar cómo te sentiste.
Lauren le sonrió a Steve—. Bueno, ¿qué tal si me lo compensas?
Los ojos de Steve se agrandaron—. Definitivamente.
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