Capítulo 5
"Blue Pearl"
Grecia, Athenas – Santuario.
Marzo, 09 de 1749
Peche caminó con decisión hacia el lugar que debía ir, sin prestarle mucha atención a su alrededor más que para asegurarse de que todo era seguro para él y sus acompañantes, sin contar con la preciosa carga que debía entregar sana y salva. Aun podía sentir el cansancio que esos días de viaje en alta mar junto con la presión de la preocupación sobre su hermana allá afuera sola e indefensa, sin contar con que la beba después de unas horas se había inquietado y llorado mas de lo que el la había visto hacer en toda su vida, y que finalmente se había dormido debido al agotamiento, pero lo que tenían que hacer no podía esperar.
Finalmente, dejaron la aldea de Rodorio atrás, una vez uno de los hombres de su tripulación se aseguro de que iban por buen camino, y en menos de dos horas se encontraron frente a lo que parecía un guardia, patrullando por los alrededores que se negó a dejarlos pasar por ningún motivo, ya llevaban unos minutos discutiendo cuando por el rabillo del ojo vio a una mujer acercarse.
"¿Hay algún problema aquí?" inquirió la muchacha de pálida piel y cabello rebelde de color naranja cobrizo, sus sagaces pero amables ojos violetas observándolos con curiosidad.
"Signora, solo requerimos una audiencia urgente con el Santo de Cancer, pero esta persona no nos ha querido ni escuchar" Peche inmediatamente se volvió a la mujer, sus ojos claros fijos en ella, intentando transmitirle la urgencia de la situación, puesto que necesitaba regresar cuanto antes a Italia para ayudar a su hermana.
"Hmmm, Cancer, ¿no?" al verlo asentir, ella sonrió calmadamente, y se giró en dirección opuesta de las que ellos habían llegado, haciendo un ademan con su mano para que la siguieran. "Entonces, es por aquí"
"Extraños no deberían ingresar al Santuario, así como así, Vestal, Además no tiene autoridad para decidir eso" el guardia, un joven que recientemente había entrado a trabajar allí, frunció el ceño desdeñoso ante la osadía de aquella mujer.
"¿Oh? Pues se nota que eres nuevo por aquí, porque le informo de que no solo llevo alrededor de una década trabajando aquí, si no que tengo mucha mas autoridad de decidir quien ingresa y quien no a este lugar" sus ojos violetas relampaguearon con ingenio, puesto que ella estaba mas que cansada de todos los deberes que tenia que sobrellevar sin contar con el montón de papeleo que aun descansada en su escritorio. "Además, si estas personas fueran peligrosas el Santo Dorado se encargaría de ellos. Pero dudo que quieran hacer daños aquí, porque si así fuera no se hubieran detenido a discutir contigo" y con eso ella giró sobre sus talones y comenzó a caminar con decisión hacia las escaleras que los llevarían al inicio de las Doce Casas.
Se mantuvieron en silencio durante el trayecto, y finalmente cuando vislumbraron el primer Templo Zodiacal, Aries, ella los hizo detener y les informo que ella misma iría a avisarle al Caballero de su presencia pero que ellos debían esperar allí, a lo que el pequeño grupo de jóvenes hombres asintieron agradecidos de no tener que luchar ni nada parecido para ser recibidos.
"Gracias, signora, pero en dado caso de que el Santo de Cancer no esté dispuesto a vernos nos gustaría solicitar la presencia de Albafika de Piscis, pero solo en ultima instancia... y disculpe las molestias" sus ojos claros estaba serios y fijos en la joven, quien simplemente asintió, aunque luciendo algo confusa antes de marcharse.
Peche suspiró una vez que la mujer desapareció en la primera Casa, sintiendo los nervios tensar cada musculo de su cuerpo, y preguntándose no por primera vez si estaba haciendo lo correcto en ir allí, pero no había vuelta atrás, era por la seguridad de la pequeña que hacía aquello.
Solo esperaba que el Caballero fuera a aceptar su petición.
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"Manigoldo-sama, tiene visitas"
La voz de una mujer interrumpió los pensamientos del Santo de Cancer, quien se encontraba trazando en su mente la siguiente travesía que iba a tomar para encontrar a la mujer de cabello azabache y ojos grises, que estaba constantemente presente en su cabeza desde que había revivido y a la cual se había tomado un mes entero tratando de encontrar sin éxito, cabe destacar. Aun se maldecía al no haber averiguado antes donde vivía ella, pero entre carta y carta realmente no se le había ocurrido, y viendo que la dirección a la que sus misivas llegaban no era más que un sitio donde la joven recogía su correspondencia, estaba a la deriva.
Desde que revivió había tenido la intención de buscarla, pero Shion, el nuevo Patriarca les había negado salir del Santuario por lo menos el primer mes por asuntos de seguridad y algo más que no termino de agradarle, aunque al Santo de Geminis, Aspros, no tuvo reparo en dejar marchar, pero eso era un caso aparte que él muy bien sabia no debía tocar a menos que quisiera un muy cabreado Defteros en su puerta. Sin embargo, luego de que por fin tuvieron carta blanca para salir, se llevó una decepción enorme al no encontrar ni rastro de su mujer, sin contar con que las cartas que le había enviado habían sido devueltas sin abrir, dejándolo desconcertado y preguntándose si ella había cambiado de residencia y no sabía que él estaba de nuevo con vida.
Porque incluso ahora, unos cuatro meses luego de su resurrección preferían mantener anonimato fuera de Grecia.
Él parpadeo sorprendido, y giró su mirada azul-violácea hacia la joven mujer que portaba ropas blancas de Vestal, su mano la cual estaba previamente jugando con el collar metálico que portaba una perla azul el cual había tenido consigo desde que revivió, se detuvo, y solo tardó un segundo en recordarla puesto que, aunque por lo general no se molestaba en memorizar a las que trabajan en esos cargos, la muchacha frente a él era inolvidable no solo por su conocida torpeza, sino además por aquellos indomables rizos que parecían tener vida propia.
"Hey, palillo pelirrojo, ¿necesitas algo?" él preguntó con aburrimiento, recostando sus pies en el escritorio de su despacho, algo que incluso después de revivir no utilizaba tanto como sus otros compañeros.
"Yo no, pero usted tiene visitantes" Nerys sonrió ligeramente, puesto que ya estaba mas que acostumbrada a los apodos que él y el Caballero de Escorpio le aplicaban. A decir verdad no le molestaban pues con tantas Vestales alrededor no esperaba que todos los Santos de Athena recordaran sus nombres, mucho menos los más problemáticos del lugar.
"¿Oh?" una ceja azulada se alzó, mientras sus ojos permanecían fijos en un montón de papeles sobre el escritorio, entre esos un mapa de Italia que estaba abierto de par en par frente a él. "Pues diles que se larguen, no estoy de humor para recibir a ningún aldeano"
"Bueno, no parecían aldeanos. Y estoy segura de que eran extranjeros puesto que ellos hablaban en italiano" la mujer murmuró ladeando la cabeza a un lado, sin notar que el hombre frente a ella se tensaba.
"¿italiano, dices?" Manigoldo inquirió inmediatamente recordando a la tripulación de aquella mujer. Y prontamente se levantó de su asiento, pensando que quizás eran ellos, y si esos chiquillos estaban allí seguramente la azabache también lo estaría. "¿Dónde están esas personas?"
"¿Eh? Pues están esperando a la entrada de Aries. Les dije que vendría a buscarlo, pero no podían ingresar" la pelirroja informó, observando curiosa al alto hombre. Pero súbitamente recordó que la necesitaban en la recamara Papal, así que, haciendo una mueca de horror, se giró y con una ultima descuidada reverencia se despidió, marchándose apresurada.
El Canceriano no perdió tiempo luego de que la Vestal se marchara y salió de su propio Templo, bajando las escaleras con mas prisa de la que usualmente tenia, pero cuidando de no dar muestra de que algo iba mal, pues sabía que las personas que trabajaban allí eran unos cotillas, especialmente las Vestales que atendían las Casas de estos. Para cuando llego finalmente a su destino, sus nervios estaban ardiendo, y en su interior sabía que haría con aquella mujer cuando pusieran sus manos en ella, asegurando cosas pecaminosas que harían sonrojar a los mas inocentes de sus compañeros, sin embargo, al llegar frente a las personas no percibió a la muchacha por ningun lado.
¿Qué demonios? Se pregunto desconcertado y algo irritado, mientras contemplaba a un joven rubio.
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Peche casi soltó una imprecación cuando por fin poso su vista en el Santo Dorado de Cancer, pues la última vez que lo había visto había sido hacía muchos años atrás y su memoria era algo vaga sobre él, pero, sin embargo, ahora que lo tenia en frente solo podía pensar que había sido un completo estúpido al no darse cuenta de la situación. Si hubiera pensado con mas claridad y sacado cuentas como era debido, estaba seguro de que él y sus otros amigos hubiera puestos las piezas juntas y descubierto el secreto que Gioca muy convenientemente se había guardado para si misma hasta este momento.
Y conociendo a su hermanita como lo hacía, no había tenido sentido que ella se acostara con cualquier hombre por allí tan descuidadamente como para salir embarazada. Simplemente ella no era así, por lo que él y sus otros hermanos habían especulado que probablemente la azabache había sido agredida sexualmente y no quería decirlo, por lo que dejaron estar el tema por su paz mental.
Pero al posar su mirada en aquel alto hombre toda duda se resolvió inmediatamente.
"Eres uno de los mocosos que estaba con Gioca en Venecia, ¿no?" Manigoldo entornó los ojos, detallando a cada uno de los cinco jóvenes que estaban frente a él, todos encapuchados, pero ninguno era los que él recordaba de la ultima vez, aunque si le resulto vagamente familiar.
"Es increíble que ni Leo ni Mauro se hayan dado cuenta, con lo que se parecen los dos" murmuró para sí mismo Peche, negando con la cabeza ante la estupidez que los cegó, ignorando por un momento al Caballero frente a él.
"Mira muchacho no tengo todo el día para tus tonterías, así que di lo que has venido a decir pues tengo cosas que hacer" impaciente, el Canceriano cruzó sus brazos, preguntándose para que la joven lo habría enviado en vez de venir ella misma a encararlo. Pero no perdería la oportunidad de sonsacarle información, y reclamarle él mismo la situación, aparte de que aun debía averiguar que era lo que ella había intentado esconderle durante la Guerra Santa.
"Pronto lo entenderá" fue todo lo que el rubio le dijo, y luego de fulminarlo con la mirada por unos segundos dio una señal a uno de sus amigos para que se acercara a ellos. "Se nos fue encomendada la tarea de entregársela, debe protegerla a toda costa" hizo hincapié en lo último, como si él otro fuera imbécil como para no captar la urgencia del pedido.
"¿De qué demonios estás hablando, engendro?" gruñó Manigoldo con toda la intención de echarlos luego de obtener la información que requería, pero rápidamente calló al notar que el joven apartaba la capa y dejaba entrever a una pequeña que aparentemente estaba dormida. "¿Qué diablos?" murmuró por lo bajo, frunciendo el ceño más que confundido.
"Su nombre es Mellea, y debido a ciertas circunstancias Gioca nos encargó que su hija fuera traída al Santuario y entregada a sus manos por protección" su mirada clara lo fulminó, dejando en claro que no estaba del todo de acuerdo con esa decisión.
Manigoldo sintió como si alguien hubiera vertido acido en sus venas al escuchar la palabra 'hija' de boca del rubio, pensando que seguramente la azabache no hubiera sido lo suficientemente estúpida como para desestimar sus palabras el día que partieron de Porto Santo Stefano, especialmente luego de las misivas intercambiadas... pero recordó tardíamente que ella parecía estar ocultándole algo, y ahora sabia que era aquello. La amargura mezclada con la furia inundó su cuerpo haciendo que su cosmos destellara por un segundo antes de ponerlo bajo control rápidamente, pues al parecer la joven mujer había roto su promesa y yacido con otro hombre, y no contenta con eso también tuvo a un vástago de esa persona.
Justo cuando abría la boca para decirle que se largaran pues no iba a aceptar ninguna mierda de ella, pues solo era una mentirosa desgraciada como todas las demás, la criatura se removió en los brazos de quien la sostenía y restregando su carita, abrió los ojos. Pero no fue sino hasta que ella posó su mirada en la del Guerrero Atheniense que el Canceriano contuvo la respiración.
Grandes ojos de intenso color azul violeta le devolvieron la mirada.
Sabía que conocía esos ojos, ¿y como no hacerlo? Ya que cada vez que se miraba al espejo estos le devolvían la mirada.
Con el corazón martillándole alocadamente en el pecho sintió perder color. Por primera vez después de descubrir que Gioca había tenido una beba, realmente detallo al infante, notando los cortos mechones negros que sin duda había heredado de su madre, su piel clara con suaves mejillas sonrosadas mostrando cuan saludable era, pero sobre todo se dio cuenta de que tanto la forma como el color de los ojos de aquella chiquilla eran igualitos a los suyos.
No podía ser... ¿o sí?
Mentalmente hizo cálculos tomando en cuenta los detalles de la cría, e inevitablemente llego a la misma conclusión que su instinto llevaba tiempo indicándole pero que había estado muy reacio a aceptar, pero no podía negar ni el parecido ni tampoco que las sumas encajaban con el posible nacimiento de la beba con el primer y único día que paso con la mujer de ojos grises; sin contar con que si rememoraba correctamente, no había usado protección cuando yacio con ella, aunque normalmente nunca era así de descuidado, esa vez lo había olvidado.
Y las consecuencias de ello, lo estaban mirando a la cara.
Súbitamente fue sacado de su estupor, por la misma criatura que acababa de mover su mundo de una forma tan brutal; la niña hizo un ruido inentendible y sus ojos azul-violáceos súbitamente se agrandaron brillando con intensidad mientras sus bracitos regordetes se extendieron hacia el alto hombre de corto cabello azul.
"¡Papà granchio!"
Mellea se estiró hacia el Canceriano, y sin pensarlo ni un segundo Manigoldo la tomó en brazos sosteniéndola con algo de incomodidad y shock, aun manteniendo la vista fija en sus facciones infantiles, pero que indudablemente eran una mezcla de ambos padres. La niña balbuceaba animadamente mientras con su mano libre tocaba el protector dorado de la Cloth en forma de patas de cangrejo que portaba en su cabeza.
"¿Mellea, sabes quién es este signor?" Peche inquirió, mas que sorprendido por las palabras de la chiquilla y su acción.
"Papà granchio" la pequeña asintió rápidamente hacia el rubio, balbuceando rápidamente mientras sus piernitas se balanceaban y ella apoyaba la mejilla en la Armadura Dorada y le enseñaba el peluche en forma de cangrejo a todos, como queriendo mostrarles el parecido entre ambos. "¡Mamma, dijo shss! ¡Papà granchio, shss!" llevó su dedito a sus labios, y los miro con seriedad.
"Bueno, eso no lo vi venir" el rubio susurró, negando con la cabeza, pues era obvio que la niña sabia quien era su padre desde el principio. Pincho el puente de su nariz, pensando que él y su hermana tendrían una charla muy larga cuando se volvieran a ver, pero dejando ese pensamiento de lado observó al hombre que aun parecía congelado con la mirada fija en la infanta en sus brazos. "Nuestra misión esta hecha, ahora es su turno de cuidar de ella ya que nosotros debemos irnos" le informó entregándole una mochila de cuero junto con una carta sellada al sorprendido Santo. "Dentro de ese sobre Gioca explica todo"
Y luego de despedirse de la chiquilla que consideraba como su sobrinita, él se marcho con sus hombres de regreso a su nave, pues aun había cosas que hacer, entre esas encontrar a una mujer azabache de ojos grises.
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Manigoldo fijó su vista en la mocosa que jugaba calmadamente en el suelo de su habitación con el peluche en forma de cangrejo, mientras balbuceaba alegremente en una mezcla de italiano y habladurías de bebe junto a ruiditos provenientes del pequeño mono que en un principio no había notado estaba con ella, mientras que él sostenía en sus manos la dichosa carta, debatiendo si abrirla o no, ya que no sabia si iba a manejar muy bien otras sorpresas luego de descubrir su inesperada paternidad.
Con un gruñido, rompió el sello y saco la hoja, escaneándola lentamente. Mas tuvo que re-leerla por temor a haber entendido mal, mas no era así.
'Maigoldo...
Lamento que tengas que enterarte de esto mediante una carta, pero realmente no he tenido otra opción... a estas alturas Peche debió haberte entregado a Mellea, nuestra hija.
Sí, estoy consciente de que no tenias conocimiento previo de ella, y aunque me hubiera gustado decírtelo en el momento que me entere de que ella existía luego de aquella noche en Porto Santo Stefano, la verdad es que opte por ocultarla del mundo debido a la tensa situación con la Guerra Santa y a la posición que tu ocupabas en dicho conflicto...
Preferí que no se supiera de ella por temor a que alguien intentara dañarla por quien era su padre, ni siquiera mis hermanos saben quién la engendro, puesto que su seguridad era mi prioridad en el momento, sin embargo, eso no excusa el no habértelo dicho, y por eso lo siento mucho... Más no me ha quedado otra que hacértelo saber de esta forma tan poco adecuada, pues me he visto en una situación desesperada que amenazaba nuestras vidas, y al enterarme que habías milagrosamente vuelto a la vida, supe que no había nadie mas apto para protegerla de los que quiere hacerle daño.
Le encargue a Peche que la llevara contigo, pues nos hemos visto en la apretada situación de huir por nuestras vidas, y estoy segura te sorprenderá saber que los que nos acechan no son otros que hombres portadores de Cloths Negras, y debido a esto se que no hay manera de que pueda protegerla por mi cuenta, no contra personas con ese nivel de fuerza... no estoy segura de como se enteraron de donde vivía ni de mi conexión con la Isla Reina Muerte pero no imagino que nos atacaran por otra razón más que esa...
Por favor, protégela de todo mal... incluso si estas furioso conmigo por ocultarte este tremendo secreto, Mellea no tiene la culpa de nada, no hagas que ella pague por los pecados de su tonta madre... hare lo posible por redirigir la atención de los Santos Negros lejos de ella, y luego buscare la forma de llegar a ustedes. Así que hasta entonces, cuida de ella, por favor...
Gioca'
Manigoldo masculló una imprecación por lo bajo, pues aquella mujer problemática aparentemente había decidido hacer de carnada fresca para los malditos que las seguían. Y aunque aun estaba impresionado por su sorpresiva paternidad, decidió concentrarse en la otra cosa importante allí, los Santos Negros estaban de nuevo en escena, algo que lo tenía desconcertado pues estaba seguro que él y Albafika los destruyeron a todos, mas aparentemente no era así.
Un tirón suave de su capa llamo su atención de inmediato, y al parpadear notó que la niña estaba parada a su lado observándolo con grandes ojos idénticos a los suyos propios.
"Papà granchio, ¿bien?" inquirió ladeando la cabeza, confundida.
"¿Qué?" el Canceriano frunció el ceño desconcertado por sus palabras, preguntándose si seguiría llamándolo por aquel ridículo nombre. Además de que no tenia ni maldita idea que hacer con un infante a su cargo.
"Aquí" ella señalo su frente antes de inclinarse en puntillas y con su manito frotar el entrecejo del hombre, sorprendiéndolo enormemente; al instante ella se detuvo y soltó una risita, aplaudió animadamente con su vista fija en él felizmente. "Bien, ¿sí?"
El Santo de Cancer se dio cuenta de que ella le estaba preguntando si estaba bien, pues lo había visto fruncir el ceño y lo tomó como que se sentía mal.
"Si, enana, estoy bien... tu madre por otro lado no se si lo estará" con un suspiro revolvió sus cabellos, tratando de descifrar que haría a continuación, puesto que no podía deshacerse de la niña ni entregársela a otra persona. Aunque lo había pensado al final se negó a pasar esa responsabilidad a alguien más por razones que no quiso mirar con detenimiento. "Ahora, veamos que hay en la bolsa, luego tendremos que hacerle una pequeña visita a Shion... aunque visualizo que no será algo muy cómodo que digamos" lo último lo murmuró por lo bajo.
Y efectivamente la reunión con el antiguo Santo de Aries fue más que incomoda, pero al final no hubo problema en que la chiquilla se quedara con él en el Santuario. También de que aprovecho para enviar una comitiva pequeña a investigar el paradero de la madre de la criatura, puesto que no era sabio irse de viaje con alguien tan pequeño e inocente en una misión peligrosa, además de que el alto hombre de corto cabello azul se volvería loco tratando de barajear una búsqueda junto con cuidar de alguien más aparte de sí mismo.
Al finalizar del día, Manigoldo estaba seguro de que dentro de poco el resto de los habitantes del Santuario se enteraría de la existencia de la pequeña, y a pesar que él no iba a darle explicaciones a nadie, excepto quizás Albafika por obvias razones, eventualmente sus demás compañeros se involucrarían en sus asuntos de buena voluntad.
"Papà granchio, hambre" Mellea tironeó de la capa blanca del hombre, observándolo con grandes ojos azul violeta, su vestido lila estaba algo sucio después de jugar por todo el sitio y rodar por el suelo en más de una ocasión.
"Muy bien, escúchame atentamente, mocosa. Mi nombre es Manigoldo, ¿entendiste?" el frunció el ceño acuclillándose a su altura y poniendo una mano en su cabeza de cabellos negros azabache, igualitos a los de su madre.
"Papà granchio" la beba asintió, sonriendo abiertamente, ignorando completamente lo que él le había dicho. "¿Comer ahora?" inquirió nuevamente, dando golpecitos a su pancita en señal de que tenia hambre, en su mano izquierda portaba el dichoso peluche del que no parecía querer separarse para nada.
"Si, lo que sea, ven por aquí" con un suspiro irritado él la llevó al área de la cocina, el que por lo general las Vestales que iba de vez en cuando a limpiar el Templo mantenían impecable, pero que tenían prohibido tocar mas allá de eso, pues él prefería hacerse su propio alimento, y a base de sonar engreído, cocinaba muy bien.
Luego de preparar pasta a la napolitana, le sirvió una porción adecuada a la enana y una mas grande a si mismo mientras la veía sentarse en el banco de la mesa en la cocina con algo de dificultad mientras balanceaba sus cortas piernitas y balbuceaba con el monito en su hombro como si pudieran entenderse, y por todo lo que él sabía bien podría haber sido así. Incluso durante la cena, estuvo muy pensativo sobre los acontecimientos del día y sus sorpresas, además de que a la final no había chequeado el bolso que le entregaron, pero eso lo remediaría después.
"¡Rico!" la exclamación de ella lo saco de sus profundas cavilaciones y cuando alzo la mirada hacia ella, tuvo que contener una risotada.
La carita de la beba estaba toda llena de salsa y pedazos de espagueti, nada se había salvado ni el vestido lila que llevaba ni sus cortos cabellos negros, aparte del pequeño desastre de la mesa, pero ella no parecía importarle estar toda sucia, más él sabía que no podía dejarla así, por lo que tendría que darle un baño antes de acostarla. Al ver que ella intentaba bajarse del banco muy alto y estuvo a punto de caer, la tomó rápidamente de la parte de atrás del vestido alzándola en vilo; el Canceriano esperaba que llorara o se asustara, pero ella simplemente parpadeo y luego se rió aplaudiendo adorablemente.
"¡Yupi! ¡Más! ¡Papà granchio, más!" su vocecita divertida le incitaba a mecerla en el aire, y aunque el Caballero lo negara sus labios se curvaron en una sonrisa divertida, antes de cargarla de esa forma hacia el baño pensando que en el bolso debía haber ropa para cambiarla.
La hora del baño resulto ser otro desastre, puesto que incluso la parte mas llana de la enorme charca labradas en el suelo que funcionaban por aguas termales internas, eran muy hondas para la pequeña, por lo que Manigoldo no tuvo de otra que retirar su armadura y tomar un baño con ella, de lo contrario probablemente se hubiera ahogado en menos de dos minutos. Le tomó alrededor de media hora asearla por completo y otra media hora mas intentar vestirla y meterla a la cama en el cuarto consiguiente al suyo que nunca había sido usado desde que él tenía memoria.
Al final cuando finalmente se durmió junto a aquel monito que había oído llamar Cappuccino, el Santo pudo sentarse en su habitación a revisar mas a fondo el bolso de cuero.
Ciertamente no se esperó encontrar cuatro diarios escritos por la mano de Gioca, y el cofre de madera blanca que había tallado especialmente para ella con todas las cartas que él le había enviado a ella durante esos años apiladas cronológicamente dentro. Dubitativamente tomó el primer cuaderno en sus manos, debatiéndose internamente si quería saber que decía dentro, pero al final su curiosidad le gano la batalla aparte de la necesidad de indagar en los motivos y pensamientos de la mujer que le había dado una hija.
Más tarde lo negaría, pero en su interior se retorcieron muchas emociones al leer sobre las cosas que ella había pasado durante el embarazo, sus anhelos y miedos con respecto a la salud de ambas y a la seguridad de la beba si se llegaba a saber quien la había engendrado con la Guerra Santa literalmente a la vuelta de la esquina; después leyó sobre el parto y cuanto quiso su presencia en ese momento, y en los siguientes que sucedieron, cuando la bebe sonrió por primera vez o cuando dio sus primeros pasos, con cada cosa que pasaba durante su crecimiento sintió el vacío de no haber estado allí para presenciar eso... de todo lo que se había perdido por circunstancias fuera de su control, porque quiéralo o no ella le había quitado la elección de las manos.
Aunque en el fondo supiera que había sido mejor que no se enterara de la vida que habían creado juntos esa noche en Italia, puesto que los Espectros seguramente hubieran buscado dañarlas para llegar a él, y no tenía que ir muy lejos para ver ese ejemplo de deslices, puesto que Minos de Griffo casi había aniquilado a la niña que vivía en Rodorio que siempre llevaba flores al Santuario, cuando se dio cuenta de que Albafika estaba involucrado de alguna forma con ella. Si no fuera porque Shion llego a tiempo, la joven hubiera muerto dolorosamente y eso hubiera dejado al Santo de Piscis destrozado internamente, aunque lo negara todos sabían que tenía algún tipo de sentimientos por la chiquilla.
Desafortunadamente el sentido común no era suficiente para aliviar su herida interna, pero ya no había de otra que lidiar con ello y resolver todo cuando por fin pudiera tener a su mujer frente a él.
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Los siguientes días fueron difíciles.
Manigoldo tuvo que habituarse a tener a una criatura pequeña e indefensa a su cargo, que dependía de él para todo, desde la comida hasta vestirla y dormirla. Sin contar con que al final de la primera semana ya todo el Santuario sabia prácticamente que tenia una hija, los muy chismosos no se habían aguantado mucho. Pero les daba crédito a los otros Dorados puesto que solo Albafika y Aldebaran se habían aventurado a comprobar ese rumor, y el Canceriano daba gracias a los Dioses que el Toro hubiera estado presente puesto que de lo contrario sentía que el Pisciano le hubiera clavado mas de una rosa piraña al confirmar quien era la madre de la criatura.
Además de que la chiquilla tenia la mala costumbre de distraerse rápidamente y desaparecer de un momento a otro, dejándolo en la estresante tarea de buscarla por todos lados con algo de frenesí, pues ella era pequeña y podía ser propensa a caer por las escaleras o meterse en problemas, aunque los que trabajaban en el Santuario no se atreverían a dañar un solo cabello de la niña, él no terminaba de fiarse de ellos, con los únicos que podía confiarles su hija eran los otros Dorados y quizás la esposa de Degel de Acuario.
Llego un punto en que decidió que la enana no podía seguir portando los vestidos mas adecuados para Italia que para Grecia, por lo que con mas reluctancia de la que mostraba abiertamente, la tomó luego de desayunar y se dirigió a Rodorio, con la intención de adquirirle nuevas vestimentas apropiadas.
"Muy bien, mocosa, hora de ir de compras" él gruño tomando a la beba y posándola en sus hombros, siempre manteniendo una mano en su pierna para evitar que se moviera de mas o se cayera en el trayecto, aunque esta siempre se mantenía balbuceando tonterías y saludando a todas las personas con las que se cruzaban.
"¡Ropa! ¡Amos compras Papà granchio!" Mellea aplaudió animadamente dando pequeños saltos en los anchos hombros de su padre, mostrando una que otra palabra en griego que al parecer se le había pegado de tanto estar rodeada de ese idioma, aunque mayormente seguía hablando en su lengua materna.
"Más te vale que te comportes y nada de irte a explorar por allí, ¿me entendiste, enana?" él la acomodo mejor, antes de salir del Templo y encaminarse hacia la aldea mas cercana al pie del Santuario, saludando distraídamente a los Santos Dorados que se encontraban en sus propias Casas Zodiacales.
La tarea no fue tan mala como él lo supuso más que todo porque al parecer a Agasha, la aldeana involucrada con su amigo Albafika le dio pena al verlo tan desconcertado sobre lo que adquirir para una niña y se ofreció a guiarlo y darle algunas sugerencias, además de indicarle las mejores tiendas a las que ir. Al final incluso le compro papel y pinturas para que se entretuviera aparte de muchos vestidos adecuados para el clima de esa región al igual que zapatos, con uno que otro lazo para el cabello a insistencia de la dependienta, en si todo le fue relativamente bien por lo que decidió parar en uno de los locales y adquirir alimento para ambos.
Todo iba de maravilla hasta que noto que la niña estaba callada y con la mirada perdida en la distancia, curioso sobre que podría llamarle la atención de esa manera, giró y se congelo por un momento pues en la distancia estaba una pareja caminando con un niño entre ellos hablando y riendo; al volver la vista a la pequeña sentada a su lado esta lo observaba a él expectante, pero sin decir palabra.
"Creo que es mejor si regresamos ya a casa" y sin esperar contestación, tomó a la pequeña y se la hecho al hombro obteniendo una exclamación de deleite en el proceso, antes de dejar unas monedas en la mesa y marcharse con los paquetes en su otra mano.
Cuando regresaron al Templo de Cancer ambos se sentaron en el suelo a separar sus compras, ordenando todo en su lugar, pues él había habitado ese cuarto para que ella lo usara y ciertamente parecía que una niña pequeña lo ocupaba, pues aquí y allí estaban algunos peluches o juguetes que sus compañeros le habían dado, incluso algunas Vestales le regalaban cosillas de vez en cuando, algo que lo dejaba desconcertado, pero supuso era debido a la carita tan adorable que la beba poseía pues no solo era una preciosidad, sino que además tenía un carácter muy dulce y feliz, algo que él no lograba entender dado que él y Gioca no se asemejaban a eso para nada.
"Muy bien, bambina, hora de unas clases de Griego para ti" Manigoldo suspiró, estirando los músculos algo tensos de su espalda mientras tomaba a la pequeña y se la ponía al hombro, pues encontraba que era más fácil y rápido de trasladarse de esa forma, aunque muchos lo amonestaran por eso.
Desde hacía unos días que el Canceriano llevaba a la chiquilla a la Casa de Acuario para que Degel, el Santo Dorado regente de ese lugar le enseñara a hablar esa lengua y las letras del alfabeto, pues las limitaciones de lo que él podía hacer y la paciencia para enseñar a niños no estaba desarrollada lo suficiente como para que él lo intentara. Además, que le daba un respiro de esa súbita responsabilidad y podía encargarse de ponerse al día con las noticias de la búsqueda de su mujer, las cuales, pensó irritado, no estaban saliendo como él lo esperaba.
"¡Yoh, El Cid! ¿cómo va todo?" el hombre de cortos cabellos azules saludo despreocupadamente al guardián de la Décima Casa Zodiacal mientras entraba en sus dominios.
El estoico hombre de cabello negro y ojos grises lo observó calladamente, solo atinando a un asentimiento de cabeza a modo de saludo, aunque su mirada estaba puesta en la peculiar, pero alegre niña que iba sentada en el hombro del otro Caballero Dorado, quien estaba saludándolo efusivamente con su manita.
"¡Ciao! ¡Ciao! ¡El Ci, Ciao!"
Sin embargo, antes de que el de ojos azul-violáceos pudiera abrir la boca para agregar algo más un aprendiz de Santo entro precipitadamente deteniéndose bruscamente frente a los hombres, y después de hacer una reverencia ante ambos, le informo al guardián de Cancer de que el grupo que fue enviado a la misión en Italia lo estaba esperando en su Templo con información importante.
"Maldición, tienen un sentido del tiempo inmejorable" mascullo por lo bajo, indicándole al aprendiz que se retirara pues él iba a ir en un segundo. Una vez estuvo fuera de vista, pensó a toda velocidad y luego sonriendo ampliamente, poso su vista en el otro hombre aun presente. "Oye, El Cid, necesito un favor, ¿sí? Mellea tiene que ir a clases con Degel dentro de unos minutos, ¿podrías encargarte de llevarla a Acuario por mí? Grazie, amigo eres fenomenal" y sin dejarle siquiera objetar prácticamente deposito a la cría en los brazos del que se consideraba 'La Espada de la Justicia' del Santuario y salió precipitado del lugar.
Hubo un silencio sepulcral, y El Cid regreso su vista de la salida de su Casa a la niña pequeña que ahora lo observaba con patente curiosidad, y al hacer contacto visual con esta, ella sonrió ampliamente rodeando su cuello con los cortos bracitos e inicio un feliz parloteo como si no se sintiera para nada intimidada con el taciturno hombre. Con un suspiro silencioso, el Capricorniano se giró para salir de su Templo, asegurando que sostenía a la criatura adecuadamente para no lastimarla ni que esta se cayera cuando hacia algún movimiento brusco en son de observar su alrededor, y si alguien se hubiera molestado en observarlo detenidamente hubieran notado que su boca que usualmente siempre estaba en un rictus firme ahora se había curvado ligeramente.
Incluso El Cid no era inmune a los encantos de la chiquilla.
Ciertamente Degel cuando los vio entrar en la biblioteca pensó que había finalmente perdido la cordura, ya que ver a su compañero estoico y serio con una infante parlanchina en brazos había sido la guinda del pastel de esas semanas.
'Ahora si que lo he visto todo' pensó para sus adentros el Acuariano, yendo hacia ellos para recibirlo.
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Su mirada estaba fija en el espacio vacío frente a él, su mente repitiendo las palabras que los hombres le habían dicho una y otra vez, incluso cuando la esposa de Degel trajo a Mellea a su templo luego de las tres horas de estudio el aún seguía en algún tipo de trance.
Naufragio.
No sobrevivientes.
Muerta.
Se negaba a creer que realmente ella hubiera perecido, pero las circunstancias del hundimiento del barco en que la azabache había estado más la tormenta que arrecio ese día, no auguraba nada bueno, y el resultado era el que tenía entre manos.
¿Realmente había muerto?
Maldición, si así era, eso significaba que su hija iba a crecer sin madre, y que él nunca tendría la oportunidad de aclarar las cosas con su mujer... pero aun así tendría que poner todas sus energías en criar a la niña y eliminar el peligro que estaba seguro la acechaba, si es que aquellos bastardos de los Santos Negros no fueron los que asesinaron a la joven mujer de ojos grises.
Estaba contemplando que hacer a continuación y como proceder con la nueva información, al tiempo que intentaba dormir, cuando repentinamente sintió una presencia en su habitación, que seguidamente se acercó a él y al minuto siguiente la cama se hundió evidenciando que alguien se había subido en esta.
Y él sabía muy bien quien era.
"¿Qué haces aquí, chiquilla? Deberías estar durmiendo en tu propia cama" incluso su voz callada se encontraba desprovista de la energía usual, cuando giró a ver a su hija, quien estaba sentada a su lado abrazando aquel ridículo peluche de cangrejo que sabia por los diarios de Gioca que ella le había hecho con mucho amor para que tuviera algo que le recordara a él mismo.
"Papà granchio... ¿dónde tá Mamma?" Mellea preguntó en voz suave, sus grandes ojos azules violetas fijos en él, esperando una respuesta que el hombre no sabía cómo darle.
"Tu madre... ella esta..." las palabras se atoraron en su garganta algo que nunca antes le había pasado. ¿Pero cómo le decía uno a una niña pequeña que su madre nunca jamás regresaría porque algún desgraciado la había matado? Simplemente no podía, así que opto por mentir, hasta que tuviera otra confirmación de los hechos, aun cabía la posibilidad de que fuera un error, o eso le gustaría pensar a él. "Tu Mamma está trabajando muy duro para venir a verte, por eso, enana, es que debes ser una buena niña ¿entendiste?" el gruñó teatralmente, mientras le revolvía los cabellos ásperamente, pero sin llegar a ser muy brusco, ocasionando que ella riera.
"¡Papà granchio, divertido!" ella aplaudió antes de meterse dentro de las sabanas y acurrucarse contra el cuerpo más grande de él. "Dormir ahora, con Papà granchio" un pequeño bostezo hizo que sus palabras fuera casi inentendibles pero el Canceriano las captó igualmente.
"¡Hey, hey! ¿Cuándo decidimos eso?" frunciendo el ceño Manigoldo revolvió las sabanas en busca de la criatura, haciéndola carcajearse en el proceso, hasta que finalmente destapó su cabecita y no por primera vez se congelo al ver sus propios ojos devolviéndola la mirada con tanta inocencia e ingenuidad. "Muy bien, mocosa, solo por esta noche, ¿está bien? Mañana dormirás en tu habitación por tu cuenta ¿me entendiste?" con un suspiro exagerado se acomodó en la enorme cama y los cubrió a ambos con las sabanas de algodón egipcio dispuesto a tratar de conciliar el sueño, mientras la chiquilla se abrazó al ridículo peluche y se acurruco una vez más a su lado.
Iba a ser una noche muy larga.
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Abril, 24 de 1749
El día no inicio prometedoramente.
Para empezar, Mellea había estado la semana anterior con una gripe que no le permitía ingerir nada de alimentos porque los vomitaba inmediatamente, sin contar con la fiebre interna que poseía y dolores corporales que la tenían inevitablemente infeliz, por lo que la niña se la paso llorando e inquieta, aferrada constantemente a él, por lo que Manigoldo no le quedo de otra que pasar cuatro días encerrado en su Templo mientras la beba pasaba esos días en cama.
Afortunadamente, Regulus había traído consigo de su viaje a Irlanda a una muchacha que tenia conocimientos avanzados en curación, y la rubia de ojos azules se había ocupado de atender a la infante y darle consejos de que hacer para bajarle la temperatura con constantes paños de agua fría y siempre asegurarse de que tragaba las medicinas hechas de hiervas especiales que ella le preparó, también de irle administrando lentamente ligeros caldos de verduras para mantenerla hidratada.
El Canceriano mentiría si dijera que el llanto suave de su hija no le afecto en nada, pues era todo un shock ver a la que usualmente era una niña vivaz y alegre que siempre sonreía en cama triste y enferma, con apenas fuerzas para llorar mucho menos comer por sí misma. Los nervios del Santo estuvieron casi por una semana fritos, pues no solo no dormía él si no la beba tampoco, además de que por un momento pensó que la iba a perder también cuando la fiebre alcanzo limites insospechados, pero gracias a todos los Dioses que luego de unos días que parecieron años infernales, la nena por fin salió de aquel terrible episodio.
Y aun le parecía desconcertante no solo su propia reacción ante aquella posibilidad de perderla, sino que su cerebro le tomaba algo de tiempo asimilar que apenas la semana anterior la criatura hubiera estado en cama y ahora estuviera saltando por todo el Santuario, haciendo aquellos actos de desaparición que siempre lo obligaban a ir en su busca pues, para tener piernas tan cortas la renacuajo sí que podía moverse rápido.
Soltando una imprecación, revolvió su corto cabello azul y se encamino a la salida de su Casa Zodiacal, puesto que una vez mas la chiquilla había desaparecido en lo que le quito la vista de encima por un segundo; mentalmente trazó los lugares en los que anteriormente la había encontrado escondida, internamente daba gracias a Athena de que nunca hubiera salido del Santuario y que mayormente estuviera en alguno de los Templos con sus compañeros. Aunque aun podía ver la expresión de desaprobación de Sisyphus cuando el mes anterior la enana había terminado en Sagitario, pues el hombre mayor le impartió un sermón sobre responsabilidades y estar mas alerta de la niña, a lo que él solo rodó los ojos y asintió, no siendo la primera vez que le decían semejante cosa.
"Voy a tener que amarrarle una cadena alrededor del tobillo para detenerla, pero lo más probable es que la renacuajo logre zafarse de alguna forma e igual se largue" murmuró pinchando el puente de su nariz exasperado, mas no contó con que alguien le respondiera.
"¿La has perdido de nuevo, no es así?" la voz profunda y grave de Aldebaran inquirió, con un dejo de diversión patente.
"Evidentemente, ya que no la tengo pegada a mi pierna en estos momentos" señaló con sarcasmo al hombre alto de largo cabello blanco y ojos verdes, su mirada azul-violácea recorrió la vestimenta del grandote notando que no tenía su Cloth puesta. "Voy a asumir que no la has visto pasar por aquí, ya que tienes puestas ropas de entrenamiento"
"Me temo que no, estoy en el coliseo desde la madrugada entrenando a Teneo. No he estado en mi Templo desde entonces" el Tauriano negó tristemente, pero su conversación fue interrumpida por unos pasos apresurados ingresando a la Segunda Casa.
Ambos hombres giraron y ninguno se sorprendió de ver entrar a una Vestal de corto y rebeldes rizos naranja cobrizo, quien llevaba en sus brazos un montón de papeles hasta casi cubrir su rostro, del cual solo podían verse sus ojos color violeta y el ceño fruncido en concentración, mientras murmuraba por lo bajo cosas inentendibles; ninguno de los dos le dio tiempo de saludar pues ella al minuto siguiente se tropezó con sus propios pies mandando a volar la ruma de pergaminos y papeles por todo el lugar.
"¡Aimatirí kólasi!" Nerys maldijo sin percatarse de que tenia compañía, gruñendo por lo bajo mientras se ponía a gatas para ir recogiendo todo lo tirado mientras murmuraba imprecaciones por lo bajo, eso fue hasta que una masculina mano le tendió una de las hojas. "¿Eh?" parpadeó confusamente mientras dirigía su vista por el brazo hasta alcanzar un rostro masculino lleno de cicatrices que la observaba tranquilamente con amabilidad, y si, algo de diversión. "¡Aldebaran-sama!" exclamó algo avergonzada de su torpeza.
"¿Te encuentras bien, Nerys-san?" el alto hombre fornido inquirió, escaneando su delgada figura en busca de alguna herida, ya que sabia que era propensa a accidentes como ese.
"Si, si, no me ha pasado nada" la joven mujer le sonrió apenada, mientras terminaba de reunir los informes y demás junto con la ayuda del Santo de Tauro. Y justo cuando se levantaba asistida por dicho hombre, fue que notó al otro Caballero parado a unos pasos de ellos, quien estaba conteniendo la risa. "Manigoldo-sama, muy buenas tardes" ella suspiró pues sabía que no podía hacer nada con respecto a él, siempre se burlaba de ella al igual que Kardia de Escorpio, más había aprendido a no tomárselo a pecho.
"Señorita Zanahoria, por favor nunca cambies. Siempre me divierte cuan torpe puedes ser" el Canceriano rió entre dientes, olvidando por un momento lo que había ido a hacer. Ella era una de las Vestales que le agradaba, pues nunca parecía escandalizarse o quejarse de sus comentarios.
"¿Manigoldo, no estabas buscando a tu hija?" Aldebaran inquirió, observando curioso la interacción entre los dos.
"¡Merda, lo había olvidado! Esta niña va a sacarme canas antes de que cumpla cinco años" murmuró por lo bajo mientras apresuraba el paso, dado que aún había sitios en los que buscar y muchos problemas en los que meterse para un infante que apenas sabia hablar.
Ambos vieron al Santo de Cancer retirarse mascullando por lo bajo sobre la pequeña y sus actos de desaparición, más algo referente a su presión arterial, y no pudieron evitar sonreír a escondidas pues ciertamente la beba había dado un nuevo animo al Santuario con su alegre presencia.
"¿Señorita Zanahoria?" el hombre de largos cabellos blancos preguntó, dirigiendo su atención nuevamente hacia la joven mujer con una ceja arqueada más que intrigado por el apodo.
"Ah, bueno nunca logra recordar mi nombre así que él y Kardia-sama tienden llamarme de cualquier forma que se les ocurra, por lo general es referente a mi cabello" ella rió con suavidad mirando al Caballero de Tauro con chispeantes ojos violetas al señalar su mata rebelde de cabello. "Muchísimas gracias por su ayuda Aldebaran-sama, pero con su permiso me retiro" Nerys hizo una reverencia o lo intento con el manojo de papeles encima, antes de darse la vuelta y dirigirse a la Sala Papal.
El Tauriano solo pudo negar con la cabeza divertido a pesar de todo, pues tanto Kardia como Manigoldo nunca aprenderían a dejar en paz a las Vestales, aunque la muchacha de cabello naranja cobrizo no pareciera importarle mucho, y ciertamente ella también era todo un personaje. Por lo que él llegó a la conclusión de que todos en el Santuario sin excepción tenía algún detalle que los hacia únicos.
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Manigoldo no se esperó nada de lo que había pasado hacia unos minutos, pero cada vez que se acordaba le entraba una violencia inusual.
Los Santos Negros había intentado matar a su hija.
Los bastardos engreídos se habían colado en las cercanías del Santuario, y si no fuera por la enana Vestal pelirroja que atendía el Sexto Templo Zodiacal y al Santo de Virgo que lo regia probablemente hubiera encontrado el cuerpo inerte de la beba en medio del bosque. Sintió un escalofrío de solo imaginarlo, y sus ganas de buscar venganza por lo que habían confirmado por el asesinato de Gioca se incrementaron, pero no podía actuar sin pensar guiado por sentimientos, especialmente porque ahora debía mantener una vigilancia estricta sobre le niña ya que el peligro se había hecho presente.
Incluso ahora le costaba trabajo creer que Yudo de Perro de Caza Negro hubiera sobrevivido a un ataque de Albafika aquellos años atrás, pero así parecía que eran las cosas, y ahora iba a tener que lidiar con los bastardos inmorales de una vez por todas si quería que la infante sobreviviera para ver otro cumpleaños sin tener que estar constantemente mirando sobre su hombro el resto de su vida.
Iba a hacer pagar a los desgraciados por haber asesinado a su mujer, y lo haría de la manera mas dolorosa posible, de eso no le cabía duda.
Continuara...
¡Chan-Chan-chan~! sip Mellea fue agredida, como bien vimos en el fanfic de Asmita, Golden Sincerity :P
Si gente, Manigoldo se llevo la sorpresa de su vida al saber que era padre, pero ha hecho lo mejor posible tomando en cuenta todo xD y si, sabe cocinar y muy bien, es todo un chef! ):3
¿Que les pareció la participación de Degel como tutor de una niña pequeña? Ademas de la aparición inesperada de El Cid xD y... ¿No es Mellea adorable? Y el apodo que ella le tiene papà granchio significa papa cangrejo en italiano jaja
¡Nos vemos en el próximo capitulo! ¡Dejen sus opiniones!
Pagina de Facebook: Sister Of The Heart-SSTLC
¡Únanse, las esperamos!
Zoteria
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