Capítulo 4
"Nemici"
Italia, Isola d'Elba – Porto Azzurro.
Enero, 12 de 1749
Habían pasado once meses desde que supo con certeza que Manigoldo había muerto luchando en la Guerra Santa.
Desde que su espíritu la visitara para decir adiós y no había ningún momento desde entonces en que Gioca no sintiera como si una parte de su propia alma hubiera desaparecido ese mismo día, dejándola en una media vida que solo su hija podía llenar.
Era debido a Mellea que la joven de ojos gris plomo logró levantarse las mañanas de los primeros tres meses luego del incidente, no importaba cuan pesado estuviera su cuerpo o cuan pocas ganas tenia de comer. Se obligó a hacer las cosas con la mayor normalidad posible, pues, aunque el hombre de corto cabello azul ya no estuviera en el mundo de los vivos, su hija aun permanecía con vida, la última cosa que le quedaba de la persona que amaba. Así que hizo de tripas corazón, y tomó fuerzas de donde no las tenia para mantener una fachada impasible, era solo cuando la beba estaba dormida que se permitía llorar, lo hizo hasta que eventualmente se quedo sin lagrimas que derramar, y solo el vacío parcial quedo dentro.
Sus hermanos notaron un cambio en ella, pero la muchacha se negó a decir palabra sobre lo sucedido y eventualmente ellos dejaron de presionar por respuestas más la preocupación quedo palpable en el aire; la chica encontró que pasar tiempo en el huerto y con su pequeña ayudaba un poco a su dolorida alma, y poco a poco con el tiempo aprendió que todo mejoraba. No era que se había olvidado de él o del dolor que habitaba en su interior, no, era más bien que aprendió a vivir con ello como un acompañante constante de su vida, pues seguía allí y cuando realmente tenía un momento de tranquilidad este volvía a llenarla de tristeza.
Incluso a Mellea le tomó algunas semanas recuperar su espíritu alegre, que nadie mas que su madre parecía entender, e incluso entonces era complicado, porque la beba nunca había conocido a su padre, más instintivamente parecía saber que él se había ido, aparte de que en algunas ocasiones incluso dio señales de que ella también podía percibir las almas de los fallecidos, pero la joven mujer no se atrevió a profundizar en esa área no solo porque ella misma no tenia mucha experiencia, sino también, porque le recordaba mucho al hombre de ojos azul-violeta.
El cumpleaños número dos de la niña fue una de las pruebas más difíciles que tuvo que pasar, puesto que con anterioridad sabia que el padre estaba en Grecia y de alguna forma pensaba que en un futuro cercano podría estar presente, sin embargo, esa ilusión de esperanza se había desvanecido como un espejismo; aun así, puso la mejor cara que pudo frente a la situación, apreciando aun mas la existencia de la beba y solo lamentando no haberle dicho a él sobre ella, puesto que tal vez así le hubiera dado un incentivo aún más fuerte para permanecer con vida.
Le tomó mucho tiempo aceptar que él no volvería, pero lo hizo, aunque fue a la fuerza.
"¡Mamma, toma!" la cantarina voz de la pequeña interrumpió sus melancólicos pensamientos.
Sus ojos grises observaron la manita extendida hacia ella que sostenía un puñado de flores silvestres algo dobladas, y siguiendo el trayecto encontró una sonrisa amplia brillando en la carita redonda de suaves mejillas rosadas y brillantes mirada azul-violácea observándola con inocencia.
"Grazie, piccola mia" ella le sonrió besando su cabecita, y no pudo evitar reír un poco pues cuando la nena se alejó en su hombro iba un pequeño monito brincando y haciendo ruiditos entre ambos, como si de alguna forma se entendieran.
Cappuccino, era la cría de Tonto y su pareja, y desde que había aprendido a caminar y valerse por si mismo se había adherido a su hija, siguiéndola a todas partes e incluso durmiendo en la misma cama cuando no estaba con sus padres. Era divertido de observar, pues aparentemente jugaban juntos y se los podía ver 'conversando' en balbuceos infantiles y sonidos inentendibles, como en ese momento, ya que, a su corta edad solo pronunciaba una cantidad escasa de palabras, dejándola con un vocabulario algo pequeño.
"Oh, como me gustaría que tu padre estuviera aquí para ver cómo has crecido" susurró con tristeza.
Luego de asegurarse de que la chiquilla de cabello de ébano no estuviera haciendo nada peligroso ella se dirigió con un suspiro pesado a terminar con sus labores de limpiar la pequeña caballeriza que unos meses atrás construyera con ayuda de sus hermanos. Esta estaba ubicada hacia la parte trasera de la casa, y era lo suficientemente grande para albergar su caballo color miel, y algunos pollos que había adquirido recientemente junto con un gallo bastante presuntuoso que se paseaba muy altivo por los alrededores de vez en cuando.
Su humor había sido lo suficientemente negro el día que lo compro, tanto así que termino llamándolo Don Avido, algo que parecía divertir a sus hermanos a lo grande.
Los había adquirido mayormente para entretención, y si, obtener algunos huevos aparte de que quería que su hijita creciera alrededor de animales, por lo que el caballo, o más bien la yegua, llamada Rosetta, la consiguió por conveniencia para cuando tenia que ir a los pueblos vecinos a por cualquier cosa después de todo, llevar en brazos a la beba de dos años se había vuelto complicado si eran distancias muy largas.
Una vez que todo estuvo en orden, volvió al huerto y luego de asegurarse de que todo estaba bien con la niña, buscó el cuaderno y se puso a documentar las ultimas semanas, aunque el propósito de hacerlo en un principio ya no estaba, el habito se había quedado con ella y ahora lo hacia simplemente porque le traía calma, además de que podía ser un presente para cuando la chiquilla fuera una adulta.
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Sin embargo, las cosas se tornaron un poco inusuales a las pocas semanas.
Puesto que cuando Peche estaba en uno de los muchos puertos recogiendo mercancía oyó rumores de que alguien preguntaba por un capitán de barco con las mismas características de Gioca, confundido y algo precavido por la extrañeza de eso, ordenó a toda la tripulación de su navío que cada vez que estuvieran en tierra mantuvieran un oído abierto por si escuchaban algo peculiar, y en dado caso que así fuera se lo reportarían directamente a él sin llamar la atención sobre ellos.
Pero esa noticia fue opacada rápidamente por la que Mauro y Leo le trajeron un día temprano de Febrero, puesto que corría un rumor de que los Santos que habían muerto previamente bajo el mando de la Diosa de la Guerra Griega, Athena, habían vuelto a la vida. Nadie sabia si era cierto o no, pero puesto que la azabache no había recibido noticia alguna del Canceriano supuso que era mentira, más una pequeña luz de esperanza comenzó a crecer muy lentamente en su corazón y no importaba cuanto intentaba ella matar aquella partícula de ilusión, esta se negaba a morir por lo que al final decidió que necesitaba saber para poder seguir con su vida con tranquilidad.
Por lo que encargo a Pigro, que discretamente consiguiera información sobre la situación en el Santuario en Grecia.
Pasaron un par de semanas antes de que cualquier tipo de noticia llegara a ellos, y desafortunadamente la primera que lo hizo solo la dejo confundida e inquieta, pues que en lo que el navío Rose, tocó tierra en el puerto de Portoferraio, Pigro no perdió tiempo y luego de desembarcar y asegurarse de que todo estaba en orden emprendió la ida a Porto Azzurro, donde al estar dentro de la casa de la chica prontamente le informó de que en efecto unos tipos algo sospechosos habían estado preguntando por ella.
"Es muy extraño, pero no me da buena espina para nada" el joven hombre de cabello castaño y ojos almendra negó con el ceño fruncido, mientras su vista estaba fija a la niña jugando con sus bloques de madera, mientras el pequeño monito brincaba de un lugar al otro y balbuceaban entre ellos, lo cual le sacó una sonrisa.
"No, a mi tampoco... no se para que querrían saber de mí, pero mantente alerta y con ojos y oídos por todos los puertos, y discretamente por supuesto" asintió, sintiendo un nudo asentarse en su estómago. Y siendo que a esa altura ya había comenzado a confiar en su instinto ella estaba muy preocupada, ya que este le estaba diciendo que lo que sea que estuviera allá afuera no era bueno.
Y se aproximaba velozmente.
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Apenas una semana después, Gioca comenzó a sentir que alguien la observaba a cada lado que iba, una sensación muy incomoda y espeluznante considerando que ella vivía sola con su hija, algo alejada de la casa más próxima por un kilometro o dos. Por lo que comenzó a llevar cinco dagas en su persona, bien escondidas de la vista pública, dos en sus antebrazos atadas con unos arneses especiales de cuero, en ambas botas a la altura de sus pantorrillas con la última estando escondida en su corpiño; las cinco piezas fueron un encargo especial que había hecho a uno de los muchos mercaderes hacia el sur de Italia, luego de que la intentaran forzar cuando tenía quince años de edad. Y a pesar sus puños habían servido maravillosamente con una buena patada a las partes privadas del sujeto, ella se había sentido en la necesidad de adquirir un arma que pudiera ocultarse fácilmente y a la cual pudiera acceder con rapidez.
Tenia tiempo sin utilizarlas, pero sentía que las necesitaría muy pronto.
Debido a ello, no permitía que Mellea se alejara mucho, siempre manteniendo a la beba cerca y a la vista, no dejando que caminara lejos como de vez en cuando sucedía. Era estresante, y su paranoia llego hasta el punto de que la niña dejo de dormir en la habitación contigua para ocupar un lado en su cama, con algunas dagas escondidas bajo el colchón o la almohada, pero siempre al alcance de la mano; debido al constante estrés comenzó a tener noches de insomnio donde estaba constantemente alerta. E incluso cuando lograba dormir unas horas siempre terminaba levantada al menor ruido que detectaba sin contar con las pesadillas que iban y venían.
Llego a un punto donde, secretamente trazo un plan de escape basado en la posibilidad de un ataque sorpresa, por lo que lentamente cambio su rutina gradualmente haciéndola ver lo mas natural posible como si no estuviera consiente de que era vigilada, mandando de vez en cuando a Icarus con mensaje simples e inconsistentes a Portoferraio ya que desde hacia semanas que siempre alguno de sus hermanos estaba en puerto mientras los otros dos navíos estaba en alta mar o en tierra firme negociando mercancía. Debido a que estos también parecían conscientes de lo que estaba sucediendo, y habían decidido que la joven mujer debía siempre tener un modo de escape de la isla de ser necesario en una emergencia, por lo que se cuidaban de mantener el barco que estuviera anclado en el muelle preparado para salir a la mas breve señal de peligro.
Incluso había preparado dos bolsos con todo lo necesario para viajar para ella y para la bebe, entre eso estaban los tres cuadernos que había escrito desde el embarazo hasta la actualidad, y el cofre de madera blanca tallada donde puso todas las cartas de él.
A la siguiente semana, Pigro le trajo la noticia que más esperada, pero que temía a partes iguales, pues efectivamente los guerreros que habían vuelto a la vida eran la elite Dorada del Santuario.
Y entre esos, se encontraba el Santo de Cancer.
Casi se desmayó al enterarse, pero con mucha fuerza de voluntad logró permanecer de pie, aunque estaba segura de que su rostro estaba desprovisto de sangre y el suelo se tambaleaba ligeramente bajo sus piernas, con un ruido sordo en sus oídos que la dejo aturdida. Luego de recuperar la calma y sus sentidos, consiguió terminar la visita con un aire neutral, pero en lo que su hermano se hubo marchado no pudo evitar caer sentada en el sillón de la sala con su cerebro revolucionado a mil, que luego paso a la confusión dado que, si el hombre de corto cabello azule había revivido, ¿Porque no le había escrito siquiera una vez? ¿Acaso se había olvidado de ella?
Más no se permitió detallar las cosas puesto que era hora de dormir, y necesitaba todo el descanso que pudiera obtener para estar alerta si algo llegara a pasar.
No se imaginó, sin embargo, que fuera a ocurrir tan pronto.
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Apenas unos días después, sucedió.
Gioca estaba dormitando en la noche cuando algo perturbo su sueño, y al despertar simplemente notó que algo no estaba bien, su instinto le estaba gritando que saliera de la casa lo mas pronto posible, y sin siquiera pensarlo mas de un segundo se levanto presurosa, pero en silencio, vistiendo unos pantalones de cuero negros, junto con botas, no teniendo tiempo de ponerse el corsé simplemente vendo sus pechos tan rápido como pudo para luego ponerse una camisa algo holgada y el sobretodo escondiendo las dagas en su persona rápidamente; una vez que estuvo lista, levanto a la niña como había practicado noches anteriores por dos semanas seguidas, y la vistió con cuidado de forma abrigada, pero ligera, mientras en todo momento permanecía con un oído en todo el entorno por si algo la alertaba.
Incluso los tres monitos y el cuervo estaban en silencio.
La muchacha no perdió tiempo una vez la beba estuvo vestida, y tomo los dos bolsos que previamente había preparado especialmente para esa ocasión, y luego de acomodar las almohadas de forma que pareciera que dos personas dormían en la cama, cargó a su bebe en brazos y con las dos mochilas al hombro junto a los tres monitos, dejo salir a Icarus de su jaula e instantáneamente el ave voló a su hombro, donde ato el mensaje escrito hacia días a su pata y con cuidado de no hacer movimientos bruscos o ruidosos le dio indicaciones.
"A Pigro"
Al instante el cuervo tomo vuelo en la oscuridad de la noche, estaba segura de que no lo verían puesto que el negro de sus plumas lo ocultaría.
Y tomando una honda respiración, salió por una de las ventanas laterales después de asegurarse de que no había nadie fuera, y con lentitud deliberada se acerco al establo donde Rosetta estaba descansando, siempre escuchando a cada paso por si algún sonido extraño se hacia presente o si los animales de vida nocturna, como algunos grillos o lechuzas se quedaban en silencio pues eso significaría que algo peligroso rondaba por los alrededores.
En todo momento se sintió orgullosa de la bebe, puesto que esta estaba en silencio como si presintiera que algo estaba mal, incluso cuando entraron a donde estaban sus animales ninguno hizo ruido, acostumbrados como estaban a verlas a todas horas. Ensilló a la yegua tan rápido como pudo, con el corazón tronando dentro de su pecho y el miedo a ser descubierta palpable, casi sofocándola, se aseguro de que la pequeña puerta de los pollos estuvieran abierta dado que no podía llevárselos consigo, prefería que estuvieran libres a encerrados por los Dioses sabían cuánto tiempo.
Una vez que Rosetta estuvo lista, ató las dos mochilas a la silla de montar y luego con un arnés de cuero atado a su cuerpo aseguró a Mellea a sí misma, puesto que necesitaría las dos manos para maniobrar el caballo con más precisión; una vez eso estuvo listo, silenciosamente llevó al animal fuera manteniéndose en las partes más oscuras dado que ese día había luna cuarto creciente e iluminaba un poco, con la capa que siempre mantenía en el establo cubriendo las dos figuras femeninas dirigiéndose hacia el bosque que estaba cerca de su propiedad.
Si no bien había llegado a las espesuras un brillo llamó su atención, y cuando giró a ver que era tuvo que contener una imprecación puesto que su casa en la que había vivido por algunos años ya estaba empezando a incendiarse, con llamaradas de intenso naranja-rojizo elevándose rápidamente junto al humo negro que estas despedían. Más no fue eso lo que le causo terror, no, fue lo que pudo distinguir gracias a la luz de fuego lo que la hizo temblar con pavor.
Dos hombres portando armaduras negras.
Con un miedo atroz recorriendo sus venas, aplastó el pánico que comenzaba a atenazarla y continúo guiando a la yegua entre los arboles hasta alcanzar el camino segundario que había descubierto al año de mudarse a ese lugar, que no era tan concurrido y estaba casi olvidado por el principal; fue allí donde segura de estar a una muy buena distancia y al instante estaba galopando en el amparo de la noche solo guiándose por los pocos rayos lunares y su conocimiento del lugar.
No supo si los individuos habían descubierto que ni ella ni la bebe estaban dentro de la casa, por lo que galopo a cuello tendido, ignorando olímpicamente pensamientos de su hogar que seguramente a esas alturas no fuera mas que ceniza y rezo para que sus pollos fueran lo suficientemente inteligentes como para salir de la caballeriza si estos decidían incendiarla, pero en dado caso los atacantes se darían cuenta de su escapada e irían a por ellas.
Pero eso no podía permitirlo, la seguridad de su pequeña estaba en juego.
En lo que estaba segura fueron las dos horas mas largas de su vida, la azabache maniobro hasta alcanzar las calles de Portoferraio, y desde allí se mantuvo oculta mientras se dirigía a los muelles, ocultando su figura y la de su hijita con la capa negra que llevaba, hasta que finalmente se detuvo frente al Rose, donde descendió rápidamente, abrazando a Pigro quien salió de entre las sombras urgiéndola a subir mientras él se encargó de llevar el caballo al barco, y en menos de cinco minutos estaba desanclando del muelle y zarpando lejos de la costa y su hermosa baila de corales.
"¿Están ambas bien?" pregunto el joven hombre de cabello oscuro, su mirada recorriéndolas mientras las llevaba bajo cubierta a su camarote.
"Si, logramos escapar a tiempo" temblorosamente acostó a la chiquilla en la cama luego de quitarle los zapatos y depositar las dos mochilas a un lado de esta.
Le tomó algo de tiempo hacer que la beba se volviera a dormir, pero debido a que los días anteriores ni siquiera ella había descansado debidamente, el balanceo ligero del navío en el mar la termino arrullando lentamente.
Su hermano le tendió un pequeño vaso de cristal de donde tomo un trago de coñac para calmar sus nervios, luego de varias respiraciones profundas le hizo una señal para que la acompañara a un rincón del cuarto donde estaban dos butacas y se sentaron en silencio por unos minutos.
"Dime qué paso" Pigro no perdió el tiempo, pues aun sentía la adrenalina corriendo por sus venas de cuando recibió el mensaje de preparar todo para partir a la llegada de ella.
Gioca frunció el ceño observando los tres monitos descansar junto a la infante, mientras que Icarus, su cuervo estaba inmóvil en la parte de atrás de la silla que estaba en el escritorio al otro lado de la habitación. Con un suspiro algo tembloroso, ella le contó en voz baja con detalle lo sucedido salvo por el incendio de la casa pues aun no podía pensar en ello sin que le doliera, después de todo allí había nacido su hija y construido hermosos recuerdos.
Después de hablar largo y tendido por unos minutos, por fin estuvieron de acuerdo por lo que fijaron un curso especifico inmediatamente.
"¿Puedo tomar prestado tu escritorio por un momento? yo... necesito escribir algo" inquirió cansadamente, observando a su bebe intensamente, exhausta de los percances de las semanas anteriores, pero sin poder conciliar el sueño antes de que organizara todo.
"Seguro, no hay problema" con un suspiro él revolvió sus cabellos, estresado con toda la situación. "Yo iré a cubierta para ayudar a los demás, además de fijar el curso" y con eso le dio un pequeño beso en la cabeza a su hermana, antes de marcharse del camarote.
La muchacha permaneció unos minutos sentada en la silla con la vista clavada en su hija, sabiendo que era lo que tenia que hacer para mantenerla a salvo y aunque eso rompía su corazón en mil pedazos, no había otra alternativa. Así pues, tomó una onda respiración y agarrando pluma, papiro y tinta, comenzó a redactar una carta apresuradamente, incluyendo tantos detalles como fueran pertinentes, aguantándose las lágrimas al redactar la misiva en varias ocasiones. Después de tener eso listo, acomodo los dos bolsos pertinentemente de acuerdo a los cambios que ahora se iban a presentar y finalmente, se acostó junto a la pequeña, atesorando cada momento que tuviera junto a ella.
Porque muy bien podía ser el último.
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Arribaron a su destino apenas cinco horas después, poco antes del alba.
Livorno, era una provincia de la región de Toscana, con su capital nombrada de la misma manera, Livorno, se encontraba convenientemente en acceso fácil y rápido desde la Isla de Elba, que era donde todos ellos tenían su residencia, y donde actualmente Peche estaba entregando mercancía con su barco atracado en el muelle, visto de partir en dos días más o menos para volver a su hogar.
Inmediatamente después de asegurar el navío y echar ancla, Pigro mando a un hombre de su tripulación en busca del capitán, quien lo más probable era que estuviera en su camarote, puesto que el rubio no le gustaba mucho quedarse en tierra los días antes de salir a mar abierto. La chica de cabello azabache estaba tensa con miedo y otras emociones que se negaba a dejar fluir en ese momento pues sabía que iba a necesitar toda la fortaleza que tenía y más cuando su otro hermano apareciera, pues estaba segura de que se suscitaría una discusión por los planes que ella tenía trazados.
No tuvieron que esperar mucho tiempo, porque en cuestión de media hora, el joven hombre de claro cabello estaba subiendo a cubierta con su ropa desarreglada como si se hubiera vestido descuidadamente en su prisa por salir de su camarote, con una expresión seria y preocupada.
"¿Qué sucedió?" inmediatamente demandó al entrar a la habitación del capitán, bajando su tono de voz al darse cuenta que la beba estaba durmiendo en la cama, y chequeando a la muchacha de pies a cabeza después de darle un fuerte abrazo.
"Lo que nos temíamos, solo que con una adicción aun mas peligroso a la ecuación" los ojos gris plomo se fijaron en la llama de la vela puesta en la mesita frente a las dos sillas y el sillón, ubicados en un rincón del cuarto.
"Nunca nos imaginamos que se tratara de ellos" Pigro murmuró pinchando el puente de su nariz obviamente con los nervios a flor de piel. "Después de todo hace ya varios años que no sabemos de ellos, que pensamos estaban acabados por completo, aunque al parecer no es así y solo estuvimos todo este tiempo engañándonos a nosotros mismos" agregó con los labios en una fina línea blanca.
"¿Podrían dejar de hablar en círculo y decirme de una vez de qué diablos están hablando?" exclamó Peche irritado, pero procurando mantener el tono de voz bajo, puesto que sabia que la chiquilla de ojos azul-violáceos dormía plácidamente en el mismo cuarto.
"Pigro se refiere, por supuesto, a los Santos Negros que Avido de Altar Negro manejaba en la red de mafia en Venecia" Gioca masajeó sus sienes con cansancio, en su rostro podía distinguirse dos círculos oscuros que indicaban lo poco que había dormido en los pasados días.
Incluso con decirlo en voz alta le era difícil de aceptar.
"¡Eso no puede ser posible, creí que aquellos Santos Dorados habían acabado con la Organización de Nero!" dijo en un susurró un poco más alto. Su piel se tornó pálida al captar las implicaciones de la situación, aunque una parte de el se negaba a creer que aquello fuera cierto. "¿Estas segura de eso? ¿Completamente segura de lo que viste? Podrías estar equivocada o algo así"
"Estoy segura, puesto que los vi cuando las llamas empezaron a consumir mi casa" su tono fue seco, pero por dentro tembló al recordar la escena y lo que podría haber pasado de no haber escuchado a su instinto interior de huir. "Y hasta donde yo se hay ochenta y ocho armaduras, bien podría ser cualquiera de esas... no necesariamente los mismo que nos tenia bajo su yugo en antaño" aunque por dentro algo le decía que era demasiado sospechoso, pues solo aquellos cuatro fallecidos habían sabido que ella estaba relacionada con la Isla Reina Muerte y la familia que controlaba los poderes de la máscara.
Ambos hombres se miraron alarmados, pues ese pedazo de información no lo había revelado la chica con anterioridad, y si fuera posible perdieron un poco mas de color al caer en cuenta de la desgracia que podía haber pasado y todas las posibilidades derivadas de esta.
Después de todo podían tener un equivalente de ochenta y ocho sujetos bien trastornados tras de sí con poderes fuera de ese mundo queriendo matarlos, un pensamiento bastante alarmante por no decir más.
"¡Sangrientos infiernos!" murmuró el rubio chico pasándose una mano algo inestable por sus cabellos atados descuidadamente en su típica coleta. "Ustedes dos podrían haber muerto..."
"O ser capturadas por esos malditos" masculló haciendo una mueca el castaño.
"Precisamente... esto esta mas allá de nuestras posibilidades ya que no sabemos si Nero está de nuevo en funcionamiento o no" ella asintió, reuniendo valor para decir las siguientes palabras, aunque estas parecieran atoradas en su garganta negándose a salir.
Puesto que una vez lo hicieran no habría marcha atrás.
"Tenemos que planear algo, no podemos dejar que nos acorralen nuevamente" los ojos azul oscuro de Peche recorrieron el lugar, inquieto y asustado no por su seguridad, sino por la de las dos figuras femeninas del camarote. "¡Ya han estado muy cerca de herirlas a ambas, no debemos quedarnos de brazos cruzados!" rápidamente comenzó a pasearse como un tigre enjaulado, su mente yendo a toda velocidad buscando una solución.
Los dos jóvenes hombres se internaron en una discusión de ideas por un tiempo, contemplando cada cosa que se les ocurría pero luego desechándola rápidamente encontrando fallo tras fallo en cada plan que hicieron lo que ocasionó que terminaran frustrados y con los nervios a flor de piel mientras que la muchacha solo permaneció sentada con la vista fija en la figura menuda en la cama a una distancia de ellos, con una expresión de pesar y dolor, lamentando y maldiciendo al mismo tiempo la sangre que corría por sus venas, pues era seguramente esta la que ponía en peligro a su inocente hija.
Pero no todo estaba perdido, pues si lo que su hermano le había comentado sobre los guerreros revividos en Grecia era verdad, entonces aun había un rayo de esperanza, e incluso si el Canceriano se negaba a cuidar de la beba por cualquier motivo ajeno al que pudiera imaginarse, cosa que realmente dudaba pues él no era de esos que le daba la espalda a los inocentes, aun existía la posibilidad que cualquier otro Santo en aquel lugar se encargaría de velar por la chiquilla.
Estuvo tan perdida en sus pensamientos que no se dio cuenta al principio que sus dos hermanos habían dejado de discutir hacía unos segundos.
Eso fue hasta que uno de ellos habló.
"¿Gioca, no deberías estar aportando algo a esta discusión? Es algo que te concierne particularmente a ti" gruñó Peche con el ceño fruncido ferozmente y los brazos en jarras.
"Es cierto, hasta ahora no has dicho ni una palabra... ¿Por qué?" el otro joven hombre asintió, entornando los ojos con algo de sospecha.
Ella simplemente apretó los labios en una fina línea blanca, despegando su vista de la infanta con mucha reluctancia para mirar a sus dos hermanos en silencio, con una expresión insondable en su rostro de pálida piel.
"No pareces particularmente preocupada por crear un plan" Pigro murmuró confundido hasta que repentinamente su mirada almendrada se ilumino con conocimiento. "¿Ya tú tienes un plan, no es así? Por eso no has comentado nada"
"¿Que? ¿Y por qué no lo dijiste antes?" la irritación se volvió palpable en el rubio, pues sentía que había estado hablando como tonto durante tanto tiempo cuando la joven ya tenia algo en mente.
"Porque... seguramente no va a gustarnos ni un poco" terminó suspirando el otro muchacho, pinchando nuevamente el puente de su nariz al darse cuenta de la obviedad del asunto. "Estoy en lo correcto, ¿no?" este sonrió con desgana, al verla asentir cansadamente.
"Bueno, soy todo oídos" el hombre de claros cabellos entrecerró la mirada, mientras se recostaba de una de las paredes de madera cruzando sus brazos.
Tomando una profunda respiración la azabache finalmente hablo.
"Es simple en realidad" comenzó con voz suave, observando nuevamente a su pequeñita y no pudiendo detenerse, se acerco a ella acariciando su corto cabello negro, tan igual al suyo propio. "En unas horas, uno de ustedes llevara a Mellea en su barco a un lugar en secreto que solo nosotros tres conoceremos, mientras yo tomó otro rumbo para despistar a los Santos Negros en lo que ella es llevada a salvo al donde será protegida con seguridad"
"No" ambos dijeron al mismo tiempo, negando tercamente mas que reacios a que su hermana hiciera de señuelo.
"Si" los ojos gris plomo de la joven mujer refulgieron en la oscuridad, inamovible en su decisión. "Lo más importante aquí es poner a mi hija a salvo lejos del alcance de los desgraciados que nos están cazando, y solo hay un lugar en el que puedo pensar que puede asegurarme que ella no será herida" fulminándolos con la mirada, agregó. "Y uno de ustedes lo hará antes de que el sol de la mañana alcance el cielo"
"¿Y cual es ese dichoso lugar que crees pueda ser mas seguro que estar con nosotros?" preguntó sarcásticamente el de cabellos claros, furioso con todo, pero especialmente con los desalmados que seguramente ahora mismo estarían siguiéndole la pista a la chica frente a él.
"El Santuario" dijo sucintamente ella.
Discutieron durante un tiempo, pero al final no pudieron convencer a la muchacha de que cambiara de parecer puesto que ella estaba firmemente afianzada en su plan. Y después de muchos argumentos en el que los dos hombres jóvenes estuvieron apunto de darle un puñetazo a la pared en frustración, se rindieron con cansancio.
No había como razonar con la joven madre, así pues, su voluntad se impuso ante los demás.
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Veinte minutos después habían logrado ultimar los detalles de la partida, por lo que su hermano de cabello claro se fue para organizar la partida del barco Santuario a Grecia, pues se había decidido al final que seria este quien llevara a la pequeña con los Santos de Athena debido a que su navío no era reconocido por los que los perseguían; finalmente la chica pudo pasar algo de tiempo al lado de su bebe sintiendo todo su ser quemarse al imaginar estar separada de ella por siguiera unas horas, ni que decir de un tiempo indefinido.
Iba a ser un infierno.
"Oh, amore mio... ojalá las cosas fueran diferentes" susurró con lágrimas anegando sus ojos, mientras suavemente acariciaba la cabecita de su hija. "Me hubiera gustado hacer este viaje contigo, escudarte de todo mal para que nunca sintieras la crudeza hiriente del mundo... pero no es posible, en cambio voy a tener que confiar en que tu padre pueda protegerte mientras estoy lejos de ti" al sentir la humedad en su mejilla la retiro apresuradamente pues notó que la beba comenzaba a despertar.
"¿Mamma?" Mellea murmuró soñolienta, su pequeño puñito restregó su rostro mientras bostezaba cansadamente.
"Hey, mia bambina" una sonrisa trémula se instaló en sus labios, tratando de aparentar normalidad, sin mucho éxito pues estaba exhausta y muy asustada por lo que el futuro les depararía, por si estaba haciendo lo correcto. Al ver que la chiquilla fruncía el ceño confundida, ella la abrazo contra su pecho, tragando el nudo que atenazaba su garganta, casi ahogándola en el proceso. "Ven, mamma tiene que decirte algo muy importante, así que escucha con atención" al ver sus brillantes ojos iguales a los del padre mirarla con una sonrisa tuvo que morder su labio inferior para no sollozar abiertamente.
Era una injusticia que le estuviera pasando eso, que su mano se viera forzada a actuar, pero si había algo que había aprendido hacia mucho tiempo en las calles de Venecia, era que la justicia era para los ricos, los demás solo podían conformarse con la partida de cartas que el destino les arrojara y hacer lo mejor posible con lo que tenían.
Y ese momento no era la excepción.
Le tomó unas cuantas respiraciones, pero finalmente logró hacer que las palabras surgieran, sin importar que cada una fuera un cuchillo afilado clavándose en su corazón y alma.
"Veras... ¿Te acuerdas de tu tío, Peche?" al verla asentir animadamente luego de describirlo físicamente, continuo lentamente y con un tono tan animado como pudo reunir. "Bueno, pues dentro de unos minutitos él te dará un paseo en su barco a un lugar maravilloso algo lejos de aquí... y en ese lugar conocerás a una persona muy especial, ¿adivinas quién es?"
La niña negó con la cabeza, sus ojos grandes como la grana observándola atentamente, como si a sus dos años pudiera comprender totalmente lo que su madre decía.
"Veras a tu papà, y lo reconocerás porque llevara en su cabeza algo muy parecido a tu peluche favorito" ella comentó con una sonrisa muy grande que era muy dolorosa de mantener, pero necesaria puesto que no quería alarmarla.
Tomando el animal de felpa en forma de cangrejo ella lo movió en el aire graciosamente haciendo reír a la infanta.
"Tendrá unas patitas muy parecidas a estas, estoy segura lo reconocerás al instante" ella señalo las extremidades del crustáceo, para hacer más énfasis en que ella recordará todo. "Pero no debes decirle a nadie sobre él, porque es una sorpresa... un secretito entre tu y yo, por lo que hay que mantenerlo calladito hasta que estés frente a él... ¿Me lo prometes?"
La beba asintió animadamente balbuceando inentendibles palabras, y Gioca se relajó ligeramente, pues sabía que cuando ella la hacia prometer algo, usualmente lo cumplía por más extraño que pareciera.
"Debes ser una muy buena niña mientras mamma no está, ¿De acuerdo?" al ver que volvía a asentir, la azabache no pudo evitar abrazarla muy fuerte, cerrando sus ojos grises ante el punzante dolor en su alma pues el tiempo se acercaba de despedirse.
Tal vez de por vida.
Y efectivamente apenas quince minutos después hubo un toque en la puerta, la señal de que todo estaba preparado y debía ir a cubierta. Armándose de valor, le sonrió a su beba al tomarla de la mano junto con una de las mochilas de cuero, e inmediatamente Cappuccino salto en el hombre de la infanta haciendo ruiditos mientras ambas salían del camarote hacia las escaleras que las llevaría arriba.
"Todo esta listo" Peche dijo en voz baja, aun nada feliz por lo que estaban apunto de hacer, aunque una parte de él sabía que era lo correcto pues por lo menos los Santos de Athena podrían proteger a la chiquilla mucho mejor de lo que ellos mismo podrían.
Eso no significaba que tenia que gustarle la idea.
Gioca asintió, cargando a la beba en brazos mientras su capa las cubría a ambas, ocultándolas de los posibles ojos que pudieran estar observando en el inicio del alba mientras caminaban entre los muelles hasta alcanzar el barco designado, el Santuario. La muchacha pensó con ironía que este había sido nombrado precisamente por el lugar al que se dirigiría en breve, y esperaba les diera algo de suerte en su trayecto.
Una vez en cubierta, el joven hombre de claros cabellos comenzó a dar órdenes a la tripulación dejándole unos minutos de privacidad a la chica para decir adiós.
"Mellea, ven aquí, amore mio ¿recuerdas lo que te dije, bambina?" la mujer se arrodilló frente a la pequeña, tomando sus manitas en las suyas más grandes, y mirándola fijamente con seriedad, pero aun así manteniendo una suavidad solo para ella.
Sus grandes ojos azul-violeta la observaron parpadeando algo desconcertada, hasta que pareció recordar lo dicho antes, por lo que sonrió ampliamente asintiendo entusiasmadamente.
"¡Mamma, shss!" ella llevó su dedito a la boca en el símbolo universal para callar, haciendo soniditos como si le estuviera diciendo que guardaría el secreto.
"¡Así es, piccola mia, shss!" la azabache sonrió temblorosamente antes de darle un abrazo muy fuerte a su hija, sintiendo su corazón latir dolorosamente en su pecho ante la inminente separación. "Ti amo, mucho, mucho..." ella susurró contra sus cabellos, gravando en su memoria el olor y la calidez de su pequeño cuerpecito en su alma.
"¿Mamma?"
El tono confundido de la beba se escuchó alto y claro, por lo que la joven mujer de ojos grises trató de desviar su atención de sus inestables emociones, pues no quería que ella tuviera lo que podría ser el ultimo recuerdo de su madre llorosa mientras se despedían.
"Todo esta bien, ahora es tiempo de que vayas a conocer a tu papà y le das un beso de mi parte, ¿Está bien?" acarició suavemente las redondeadas mejillas antes de besarla en la frente y llevarla hacia donde estaba Peche parado observándolas con una expresión inescrutable.
El alto joven le dio un abrazo de hierro.
"Más te vale esconderte bien de estos desgraciados, por que de lo contrario estarás en problemas cuando regrese" masculló contra su oído, cuidando de que nadie más los oyera, especialmente no la niña parada a unos centímetros de ellos.
"Tu solo concéntrate en llevar a mi hija a salvo al Santuario" ella le dijo con seriedad, pues en ese plan no podía haber error alguno. "Cuando llegues allí pide ver al Santo Dorado de Cancer específicamente, si por alguna razón él no esta disponible entonces pregunta por Albafika de Piscis, seguramente él podrá protegerla si el anterior no puede" agregó apresuradamente, como si antes no hubieran discutido esa misma cosa.
"Así lo hare, hermanita" el rubio rodó los ojos en un intento de aligerar la tensión del momento, sin mucho éxito.
"Addio, Mellea. Pórtate bien, mia bambina" le sonrió con tanta sinceridad como pudo reunir, antes de darle un último abrazo y después girar abruptamente para bajar del navío, con un dolor laceran en el corazón, pero sin atreverse a voltear una ultima vez, de lo contrario no sabia si tenia la fuerza suficiente como para seguir con su plan descabellado.
Gioca permaneció en el muelle largo rato, incluso tiempo después de que el Santuario se hubiera perdido en el horizonte. No encontró manera de que sus piernas se movieran del lugar, sintiendo lagrimas heladas resbalar por su rostro; solo la mano de Pigro en su hombro logro sacarla del estado agónico de la separación que sentía al no tener a su pequeña junto a ella.
Pero la verdad es que no podía quedarse mucho tiempo allí, pues su plan debía tomar acción de lo contrario se arriesgaba a poner en peligro a su hija, por lo que, enderezando los hombros, se limpió el rostro de la humedad residente allí y giró a ver a su hermano de cabellos oscuros.
"Ya es tiempo... manos a la obra" y con eso le dio la espalda al horizonte, descartando la capa que la cubría mientras se internaba en los muelles con paso firme y una determinación inquebrantable.
.
.
Dos semanas.
Ese fue el tiempo que logró permanecer oculta de los Santos Negros, mientras se trasladaba de un lugar a otro ya fuera por tierra o por mar, manteniendo un equilibrio precario donde dejaba solo pequeñas pistas para que estos la siguieran hasta que calculó que la beba estaría pisando tierra firme en Grecia, y esperaba, estuviera ya bajo la protección del Santuario y los guerreros residentes allí. Después de ello, comenzó a borrar cualquier pista que pudiera llevarlos a ella, pues no tenía ningún deseo de morir en sus manos.
Viajaba ligera de equipaje con solo un bolso de cuero al hombro, con lo esencial sin nada de valor encima. Incluso dejo a Tonto y su pareja con Pigro, pues era una señal muy vistosa que podía llevarlos a ella su era vista, pero a quien no pudo ahuyentar fue a Icarus quien la seguía a una distancia prudente siempre manteniéndose apartado de las personas, pero en las ocasiones en que ella lo llamó, esta acudió a su hombro fielmente.
Gioca viajaba en un barco mercante en donde consiguió pasaje barato pues se había negado a viajar con alguno de los barcos pertenecientes a su flota por seguridad de ellos, haciéndose pasar por un chico en todo momento. Esa noche había una ligera tormenta que tenía a las olas meciendo el navío de un lado al otro, manteniendo a la tripulación mayormente en cubierta pues no podían dejar que los sacara de curso, y fue allí donde el ataque ocurrió.
Vino de ninguna parte.
De un momento a otro estaban todos concentrado en su tarea cuando un grito se escuchó por encima de la torrencial lluvia, y al instante siguiente todo fue un pandemonio de sangre y chillidos mientras dos personas portando Cloths Negras como la misma noche atacaban a diestro y siniestro sin importarle nada. La muchacha se congeló por un momento en terror, pero rápidamente la adrenalina la hizo actuar, escondiéndose en las sombras mientras pensaba que hacer, pero estaba en alta mar y el puerto mas cerca quedaba a por lo menos día y medio de viaje por lo que nadar hasta allí no le serviría pues probablemente se ahogaría a medio camino si ninguno de los depredadores marinos la alcazaba primero.
Sin embargo, no pudo decidir qué hacer pues al momento siguiente parte de la pared y los barriles en los que estaba escondida estallaron, lanzándola al aire y aterrizando fuertemente contra cubierta. Al instante sintió como si su cabeza hubiera sido abierta de par en par, el dolor tan intenso que apenas podía respirar, sus oídos no podían registrar sonido mas allá de un pitido agudo y estaba segura de la humedad que le corría por el rostro no era lluvia debido a que se sentía viscosa.
Su vista borrosa medio enfocó a los dos Santos Negros, quien al parecer la miraban fijamente con desapasionadas expresiones en sus rostros antes de que uno de ellos levantara un brazo y un destello después la muchacha sentía como la madera del barco que ya estaba dañada por los ataques y el fuego que en algún momento había iniciado, se partía en varios pedazos súbitamente, lanzando a la tripulación que aun estaba con vida y todo lo demás al mar.
Cuando su cuerpo casi sin fuerzas y aturdido golpeó el agua helada, sintió que ya no había nada más que hacer pues no importaba cuanto intentaba levantar sus extremidades estas parecían pesar toneladas, su ultimo pensamiento fue que esperaba que su hija creciera sana y a salvo, antes de que la inconsciencia la dominara, dejando que el mar la llevara a la deriva...
A su muerte.
Continuara...
¡Chan-Chan-chan~! ¡Lo sientoooooo! Pero ciertas cosas debían pasar D: ¡Para empezar no nos maten plz! *se ocultan tras la estatua de Athena*
Esperare sus canticos y antorchas en forma de review por lo que acabo de hacer...:'v
¡Nos vemos en el próximo capitulo! ¡Dejen sus opiniones!
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¡Únanse, las esperamos!
Zoteria
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