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Capítulo 3

"Vita e Morte"

Italia, Isola d'Elba – Porto Azzurro

Abril, 06 de 1746

Gioca suspiró restregando su rostro con sus manos, tratando de mitigar el incipiente dolor de cabeza y de paso, contener su desayuno a duras penas. Desde hacia días, semanas realmente, que su cuerpo parecía dividido entre la fatiga y el desastre, puesto que al parece no podía mantener la comida dentro la mayoría de las mañanas, pero en la tardes o noches el hambre regresaba con venganza rapaz, haciendo que devorara lo que fuera que le pusieran en el plato.

Y lo que más la tenía desconcertada, y si, alarmada, era que había comenzado a medio marearse cuando estaba en su barco, afortunadamente parecía que solo se daba cuando entraban o salían de puerto pues en alta mar no le sucedía. Sus amigos y tripulación le habían estado insistiendo que fuera a ver a un curandero, pues esos síntomas que pensaron en un principio eran solo un resfriado muy extraño se había prolongado por demasiado tiempo y la preocupación crecía por cada día que pasaba y ella no parecía mejorar, temían que fuera una enfermedad incurable.

Por lo que al fin accedió a recibir a una curandera que vivía cerca de su residencia permanente.

La Isla de Elba, estaba ubicada frente a la costa de Toscana, y era una isla de origen volcánico, situada al oeste de Italia, perteneciente a la provincia de Livorno principalmente, aunque también se extendía entre la provincia de Grosseto. Su costa era una combinación entre arrecifes, y pequeñas playas que contrastan en el interior agreste y montañoso, y el pico más alto era el Monte Capanne; se dividía en 8 municipios en total.

Porto Azzurro, donde ella había elegido comprar una pequeña casa algo alejada del centro del pequeño pueblo, limita con los municipios de Capoliveri, Portoferraio, Rio Marina y Rio nell'Elba.

Ese precioso lugar daba al mar, y aunque allí no podía atracar barcos grandes si había botes pesqueros manejados por las personas de la localidad. El puerto principal de la isla era Portoferraio, donde usualmente descansaban las tres naves de su compañía, Rose, Santuario y Spirito, estaba a una buena distancia de unas horas de donde ella residía y era en ese pueblo que sus cuatro amigos tenían sus propias casas, sintiéndose mejor en un lugar más concurrido.

Cuando habían llegado la semana antes, los cuatro jóvenes hombres que se habían vuelto mas que amigos, sino sus hermanos, prácticamente la habían acorralado y forzado a prometer visitar a un curandero en cuanto estuviera en su casa, de lo contrario la forzarían a ir a uno de su propia elección a la semana siguiente cuando fueran a visitarla, pues estarían en su hogar por aproximadamente un mes, descansando de los viajes constantes.

Pero ella lo había estado postergando por unos días, renuente a acceder, pero sabiendo que era necesario, pues no podía estar indispuesta por una enfermedad desconocida por más tiempo. Tenía un negocio que mantener y realmente deseaba volver a sentirse en plena forma después de estar tanto tiempo sintiéndose fuera de base.

Por lo que esa tarde cuando se acercó al centro del pueblo habló con la curandera y esta le informo que la visitaría a la mañana siguiente pues tenía que atender unos asuntos antes de poder verla, a lo que la chica de cabello negro asintió algo aliviada de retrasarlo un poco más, y luego de comprar algunas cosas, regreso a su pequeña vivienda.

Sus ojos gris plomo la divisaron a lo lejos, en una colina en las afueras del pueblo rodeada de una cerca y algunas plantaciones de vegetales que había empezado a cultivar ese año. Era pequeña, de tres habitaciones, sala, comedor y cocina, con una buena despensa y muebles de buena calidad que obtuvo como trueques en algunos puertos como pago por llevar algún mensaje o persona a bordo de su barco.

Justo iba entrando por la puerta de madera cuando fue interrumpida por la voz de un muchacho.

"Disculpe, signora Abbiati, pero tiene correspondencia" el chico de no mas de catorce años se detuvo con su burro frente a la puertecilla que daba entrada al jardín delantero.

"Ah, grazie" ella asintió con una sonrisa educada, tomando el paquete que el joven le extendió, curiosa porque este era una caja y atada a esta venia una carta.

"No hay problema, signora" y con eso el se dio la vuelta y continuo por su camino.

Solo cuando ella no lo pudo ver más, fue que entró en su vivienda y cerró la puerta con seguro, aunque por lo general Porto Azzurro era tranquilo y no había incidentes de ningún tipo, ser una chica que vivía sola algo alejada del centro podía dar ideas erróneas a personas no deseadas.

Curiosa por el paquete ella fue a una de las tres habitaciones de su casa, que había designado como su despacho, y se sentó tras la silla observando el objeto con ojo critico hasta que detecto el remitente de la carta y no pudo evitar sonreír ampliamente, sintiendo su corazón llenarse de alegría y algo más que no quiso detallar.

'Gioca,

Como bien sabes odio escribir cartas, pero debido al acuerdo que llegamos en Porto Santo Stefano me vi en la necesidad de enviarte una misiva, por lo que adjunto a esta carta de mierda esta algo para que te ayude a recordar a quien perteneces, y de paso, pagarte por el regalo de la otra vez...

Debes estar agradecida de que me tome la molestia de averiguar cuando es tu cumpleaños, después de todo no podía dejarme vencer por ti en nada.

Aunque el desgraciado de Albafika se tomó su maldito tiempo en contestarme a una simple pregunta, y de paso, la información no me salió gratis, pues me hizo prometer que dejaría de fastidiarlo por tres meses enteros... ¿Puedes creerlo? ¡Tres meses!

Ahora tendré que buscar alguien más a quien fastidiar de mis compañeros, aunque eso en si no será mucho problema de arreglar.

Uno de los objetos dentro del paquete que te he enviado fue hecho especialmente por Shion de Aries, el Santo Dorado de la primera Casa Zodiacal, quien al parecer es un jodido buen herrero, viendo que el repara las Cloth de aquellos bajo el mando de Athena.

¡En fin! Más te vale que lo uses y saques provecho del otro regalo.

Y sangrientos infiernos, deja de ser una mujer tan obstinada, si no vas a ver a un curandero pronto ya veras que me las arreglare para hacer que tus amigos te arrastren hasta uno, quieras o no.

Manigoldo'

La muchacha soltó una sonora carcajada antes las crudas palabras del Canceriano, puesto que como todo no podía demostrar que le importaba su salud como una persona normal, no, él recurría a insultos y amenazas; aunque ciertamente le agrado un monto de que investigara y le enviara algo justamente ese día, que era su cumpleaños número dieciocho.

Aun así, puso los ojos en blanco ante su obvio intento por marcar lo que consideraba su territorio. Ella abrió la caja con cuidado y adentro encontró un bello cofre de madera blanca tallada con motivos náuticos muy detallados que la dejo muy impresionada, pues reconocía el talento y la buena calidad de este.

Sin embargo, fue dentro de esta que encontró algo que le quitó un poco el aliento, pues en el interior del cofre en un pequeño almohadón rojo estaba reposando un colgante de un medallón de oro, puro y sólido, no más grande que su dedo meñique. Fascinada, la tomó con delicadeza en sus manos, trazando el relieve en esta, cuando súbitamente se dio cuenta del significado que ese regalo tenia, puesto que por un lado estaba tallado el emblema de la Diosa Griega de la Guerra, y por el otro, el símbolo de Cancer.

Era con todo propósito un símbolo de protección.

Pues a todo el que lo viera dejaría claro que no solo Gioca estaba bajo el amparo del Santuario y la Diosa regente en este, si no que su protector particular era nadie más que Manigoldo, Santo Dorado de Cancer.

Emocionada mas allá de las palabras, ella se coloco el colgante con rapidez y manos algo temblorosas, aun anonadada de que él hiciera una declaración semejante, pues le decía que él la consideraba algo mas que una aventura de una noche; aunque eso lo podría haber deducido con su declaración en los muelles de que le pertenecía, aunque en el momento no hubiera estado del todo segura de que aquello fuera real o no. Pero el objeto que ahora descansaba entre sus senos era una validación física de la promesa que ellos habían compartido el día de su despedida, por lo que por fin la esperanza comenzó a crecer con mas fuerza en el corazón de la azabache, pues puede que aquel hombre alto de peculiar corto cabello azul realmente estuviera interesado en ella y tuvieran un futuro juntos.

Con la calidez inundándola, pensó que podía enfrentar el mundo y todo lo que se avecinaba.

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Unos dos días después de recibir el regalo, la muchacha se encontró estática frente a una de las colinas que daban al mar, con la vista fija en el calmo oleaje y la brisa salada revolviendo su corto cabello negro, sin inmutarse de cuánto tiempo había pasado desde que se sentó a contemplar la noticia que la curandera le había dado la mañana anterior.

Estaba embarazada.

Aun podía recordar el shock que se llevó cuando esta la examinó y luego de varias preguntas peculiares, la miró a los ojos informándole con calma que no tenía ninguna enfermedad mortal, solo llevaba un bebe en su interior. Al ver que la noticia la había impactado, la mujer ya entrada en años le comentó cuidadosamente que, si no quería continuar con ello, ella podía darle algunas hierbas que se encargarían de resolver el problema sin que nadie se enterara; pero inmediatamente la chica se negó, instintivamente llevando sus manos a su plano estómago como si pudiera de alguna forma escudar a la criatura que crecía lentamente allí de cualquier mal.

Y fue en ese momento que se dio cuenta de que no podía deshacerse del bebe, porque en el mismo momento que se enteró de su existencia y supo que existía una amenaza hacia su vida, un instinto protector se alzó con ferocidad.

Esa pequeña vida era una parte de ella... y de Manigoldo.

No importaba que no se hubiera planeado ni que ella no tuviera ni la mas remota idea de como criar a un pequeño ser humano, o atender a un bebe. Ni siquiera sabía cómo conseguiría seguir trabajando con los barcos y la mercancía, especialmente cuando empezara a notársele; todos se darían cuenta de que era una mujer y aunque estaba segura que algunos de sus contactos ya lo sabían y no le importaba, había otros que no querrían volver a hacer negocios con ella por haber nacido del genero contrario a ellos.

Todo iba a complicarse, sin contar con que cuando se acercara la fecha del nacimiento iba a tener que dejar sus viajes para poder dar a luz en la relativa seguridad de su hogar, sin contar con los posteriores meses en donde tendría que aprender a atender a un infante por su cuenta.

Súbitamente sintió miedo de la enorme responsabilidad que se avecinaba, especialmente sabiendo que no podría decirle al padre de la criatura de su existencia. Porque debido a que la Guerra Santa estaba aproximándose la seguridad había aumentado en el Santuario, y como el Santo Dorado le había dicho, todos los guerreros eran necesarios. No podía arriesgarse a decirle sobre su embarazo y ponerlo en peligro, después de todo una persona distraída solía cometer errores, y en un conflicto de esa magnitud como aparentaba iba a ser la pelea contra el Dios del Inframundo, Hades, seria fatal si el hombre de corto cabello azul cometía una falta.

Fue una decisión muy dura de tomar, el callar esa noticia y sobrellevar toda la carga ella sola. Pero luego de días enteros de deliberación y llanto, llegó a la conclusión de que prefería que él se enfadara con ella por ocultarle su inminente paternidad, a que la verdad lo pusiera en peligro de muerte.

Afortunadamente, la joven mujer no estaba tan sola como ella pensaba, porque sus cuatro amigos al enterarse de su predicamento, la apoyaron con todo lo que tenían, asegurándole que cuando empezara a notársele ellos tomarían el mando de la compañía naviera mientras ella daba a luz y reorganizada su vida luego de que el bebe llegara al mundo.

"Grazie" Gioca susurró mirando con cariño a los cuatro chicos, mientras sentía sus ojos arder por las lágrimas contenidas.

"Somos una pequeña familia, no abandonamos a nadie... además te lo debo por salvarme aquella vez de Lumaca" Pigro dijo, sonriendo a la que consideraba su hermanita. Revolvió sus cabellos castaños que estaban atados en una pequeña coleta, y observo a los otros jóvenes con los que había crecido. "Estoy seguro de que todos ustedes piensan lo mismo" y efectivamente los otros tres muchachos asintieron.

"Gioca..." Peche, el mayor de todos ellos por un año, de cabello rubio platino una cola de caballo con parte del flequillo cubriéndola la mitad del rostro la miro de reojo, dudando un poco antes de tomar aliento y preguntar. "¿Quién es el padre del bebe?"

Al instante ella bajo la vista, en un enorme conflicto interno. Pues aunque no estaba avergonzada de que el Canceriano fuera el padre de su bebe, y nunca lo estaría, no podía revelar la verdad, pues debido a quien era el hombre de corto cabello azul, había una gran posibilidad de riesgo de que, si esa información se hacía pública, pudiera poner en peligro no solo a la criatura en su vientre y a ella misma, sino también al guerrero de Athena.

"Lo siento, pero... no puedo decir" ella sonrió tristemente, y aunque con esa contestación no parecieron felices, tampoco la condenaron pues la joven sabia que su respuesta podía tomarse como que no sabia quien era esa persona, cuando en realidad era todo lo contrario.

"No importa, ahora en lo que tienes que concentrarte es en tu salud y la de esa criatura" Mauro interrumpió el tenso silencio, dándole una mirada de aceptación a la chica, y sintiendo que era mejor mover la conversación a un tema menos espinoso.

"Lo mejor que podemos hacer para facilitar las cosas es planear el curso de los próximos meses" Leo agregó, restregando su rostro en sus manos tras soltar un suspiro cansado. "Tendrás que delegar la concertación de negocios gradualmente a alguno de nosotros, y visto que somos Mauro y yo los que navegamos contigo en el Spirito, será uno de los dos" él asintió hacia su otro amigo rubio. "Y una vez que el bebe este aquí decidiremos como manejar los asuntos"

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Julio, 18 de 1746

Ojos grises se dirigieron del cuaderno en su escritorio al redondeado estado de su vientre, y no pudo evitar posar una mano delicadamente allí, maravillada y aterrada a partes iguales por los cambios que se suscitaban en su interior. Ya estaba en el quinto mes de embarazo y desafortunadamente luego de un incidente en el que casi se revela como una chica ante un comerciante, ella y sus otros dos amigos los cuales viajaban con ella en el Spirito, decidieron que era mejor que la chica se retirara de hacer las negociaciones en tierra y permaneciera al margen mas que todo supervisando la carga y dirigiendo a la tripulación para que nada se rompiera durante el cargamento abordo.

"Me estas causando problemas, amore mio" el suspiró de casación escapo de sus labios, sintiendo no por primera vez la soledad atenazar su corazón. "Justo como tu padre, eso es seguro" su vista se dirigió al diario que llevaba escribiendo desde que se entero que seria madre, en un intento de documentar todo como una ofrenda al hombre del que sabia ahora, ella estaba enamorada.

Le tomó algo de tiempo descifrar sus emociones, especialmente porque el embarazo la hizo un hervidero de sentimientos encontrados e inestables, pero eventualmente cuando la revelación la golpeo de lleno no pudo evitar llorar. Porque de entre los hombres a los que había conocido en sus viajes, precisamente su corazón había elegido al más difícil y honorable de todos, a uno que estaba a kilómetros de ella y de paso involucrado en una situación que muy bien podría terminar con su vida de un momento a otro.

La joven mujer de cabello negro suspiró, ansiando poder estar nuevamente en los brazos de Manigoldo y sentirse a salvo. Estaba segura de que si ella le escribía contándole la noticia él no dudaría en ir a su encuentro, y era precisamente esa verdad de lo que haría aquel imprudente hombre de ojos azul-violeta lo que la frenaba de ceder a su necesidad de verlo y estar a su lado durante aquel difícil proceso.

"Esto es lo mejor... es lo mejor para los tres" murmuró tragando con dificultad el nudo en su garganta y justo como hacia cada vez que se sentía oprimida por el futuro, alcanzo el cofre de madera blanca que el Santo de Cancer le había enviado como regalo de cumpleaños y saco de dentro las cartas que este le había enviado, desde la primera hasta la mas reciente y simplemente comenzó a releerlas.

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Noviembre, 22 de 1746

Los dolores la atenazaron desde la noche anterior.

En un principio Gioca creyó que no era mas que los dolores habituales de espalda que padecía desde que su barriga creció lo suficiente como para impedirle ver sus propios pies, y para ese entonces, ya había designado a Leo como capitán temporal del Spirito, pues se dio cuenta que el movimiento del barco no ayudaba a su inestable balance y después de caerse aquella vez en cubierta, el miedo a perder a la criatura fue mayor a su necesidad de trabajar.

Desde ese momento definitivo, la futura madre se dedicó a simplemente dirigir a los navíos desde tierra firme y a la contabilidad, aparte de que en sus ratos libres se encontró trabajando en su huerto de vegetales, y en arreglar la habitación del bebe, totalmente emocionada cuando sus cuatro hermanos adoptivos se presentaron un día con una carreta llena de muebles especiales para el cuarto que en unos meses ocuparía la criatura.

No podía negar que le hubiera gustado tener a Manigoldo ayudándola a decidir sobre cada pequeño detalle, pero trato de tomar en cuenta lo que sabía de la personalidad del hombre de cabello azul y a partir de allí elegir la mejor opción para el futuro. Y puesto que no sabia que sexo era su bebe, se decidió por colores neutros en referente a todo, pero lo que tomó como un proyecto a largo plazo fue aprender a cocer decentemente pues quería hacerle ropitas y mantas que duraran, lo que le llevo un montón de tiempo aprender dado que solo sabía zurcir huecos y nada más.

Afortunadamente las mujeres del pequeño pueblo la ayudaron con eso y a mejorar un poco sus pobres habilidades de cocina, y aunque hubo algunas habladurías sobre su reputación mayormente se las reservaron pues ella era bien conocida y había ayudado a transportar un montón de cosas para los aldeanos que otros barcos no hubieran querido aceptar por una mísera paga. Finalmente, el mes anterior, había completado un pequeño animal de felpa con la forma de un cangrejo, que había estado cociendo lentamente en cada rato libre cuando debía descansar sus adoloridos e hinchados pies; era la única forma que ella había encontrado de involucrar algo del padre en lo que seria la vida del bebe.

Y desde entonces dormía con el peluche abrazado, intentando imaginar que era el Santo Dorado el que estaba allí con ella, pero solo era un pobre sustituto.

Al final cuando se dio cuenta de que los dolores que sentía incrementaban en vez de ceder, supo que algo no estaba bien y con la calma que pudo reunir, se las arregló para ir a su despacho y tomando pluma y papel, garabateo un mensaje y tomando al cuervo que llevaba meses entrenando para llevar y traer misivas dentro del pueblo y hacia las áreas cercanas a su pueblo, y atando el papiro a la pata del animal lo llevo a la ventana abierta.

"Ve, llévaselo a Elisabetta, rápido" instruyó con voz suave aguantando la dolorosa punzada que la atenazo, pero el ave pareció percibir la urgencia de su ama porque salió disparado camino al pueblo, y considerando que los cuervos eran una de las especies más inteligentes no era de esperarse menos.

Cuando una hora después llego Elisabetta, la partera del pueblo, esta comenzó a organizar todo cuidadosamente, calentando agua, sacando algunas sabanas limpias y amontonándolas en una silla en el cuarto designado para el parto, con algunos instrumentos y demás. Y todo eso lo hizo con una calma asombrosa, y cuando la futura madre le preguntó sobre ello, la mujer de mediana edad solo sonrió y le informó que no había prisa puesto que la joven no había roto fuente aun y él bebe tardaría en llegar.

Y efectivamente así fue.

La mujer de cabello rubio rojizo la ayudo a cambiarse del vestido de día que la azabache estaba usando por un camisón viejo, y la hizo caminar de lado a otro, hasta atender el huerto, pero siempre siguiéndole el paso cuidadosamente, hasta que finalmente cuando estaba en una de las caminatas alrededor de su propiedad sintió el agua correr entre sus piernas y un aguijonazo agudo de dolor que la hizo doblarse por la mitad, maldiciendo a voz en cuello.

"Creo que ya va siendo hora" asintió la comadrona con satisfacción luego de hacerla tumbarse en la cama para chequear si había dilatado lo suficiente, luego de horas en movimiento con dolores inconsistentes.

"Eso espero" se las arregló para decir entre dientes, respirando profundamente y luego exhalando con lentitud, pues ahora los dolores se hacían más seguidos y constantes.

"¿No hay nadie que quieras que este aquí para ti? Si es así, será mejor que les avises" ella le informó poniendo el agua a calentar sobre el fuego de la chimenea.

"No, me temo que él no podrá estar aquí" susurró luchando contra las lágrimas, pues ahora más que nunca deseaba con toda su alma que Manigoldo estuviera allí a su lado, tomando su mano y dándole ánimos, aunque seguramente en la realidad lo que hubiera hecho el crustáceo hubiera sido lanzar maldiciones y decirle a la partera que se diera prisa en sacar al bebe de una buena vez. "Y ninguno de mis hermanos está actualmente en tierra, su regreso a puerto no esta prevista sino hasta dentro de tres semanas" su mirada grisácea se paseo hacia el monito que la venia acompañando desde hacia años, y al cuervo que permanecían en una esquina observando todo. "Solo somos Tonto, Icarus y yo para recibir a esta criatura" no dijo lo mucho que le dolía ese hecho.

"Espero que el hombre del que estas enamorada valore por lo que estas pasando, muchacha" fue todo lo que comento la mujer mayor, sentándose en un taburete al lado de la cama y limpiando el sudor que perlaba la pálida piel de la chica.

"¿Qué le hace pensar que hay alguien? Después de todo sé que, en el pueblo, algunos dicen que fue un desliz con un marinero en algún puerto al que fui" inquirió haciendo una mueca cuando una oleada de dolor la recorrió, dejándola con los dientes apretados y las manos ancladas en el colchón.

"No, nadie que tenga las agallas de dirigir su propio negocio mercante en el mundo donde las mujeres son solo objetos de cambio sin opinión propia, podría encontrarse en esta situación por casualidad" la sonrisa que le dedicó fue casi maternal. "Pues las chicas como tu saben cómo funciona el mundo para dejarse engañar fácilmente, tuvo que haber un hombre significante, alguien del que te enamoraste para terminar así" ella señaló su abultado estomago antes de levantarse para chequear el agua, y agregó un leño más.

Gioca solo cerró los ojos ante otra contracción, queriendo gritar la injusticia de que el Santo de Cancer fuera a perderse el nacimiento de su bebe. Gritar por él para qué sostuviera su mano en ese momento tan aterrador donde más necesitaba apoyo, pero de nada le serviría.

"Él... no sabe que tendremos un bebe, es mejor de esta manera... por ahora" fue todo lo que ella se las arregló para musitar, jadeando un poco por el terrible dolor en su vientre y espalda baja.

"Entonces espero que pronto se resuelva lo que sea que los mantiene apartados el uno del otro" revisando nuevamente su cérvix, la mujer de cabello rubio rojizo y ojos azules asintió para sí, tomando luego los cuencos donde vertió el agua humeante los llevo a la mesilla que arrastro cerca de la chica y luego se subió a la cama. "Muy bien, este bebe no esperara mucho más, por lo que cuando sientas ganas de pujar en la siguiente contracción, hazlo"

El dolor fue abrumador, y no supo realmente cuanto tiempo paso mientras intentaba dar a luz al bebe, pero llego a un punto en que todo fue una bruma, hasta que un inesperado alivio invadió su cuerpo y apunto estuvo de perder el conocimiento allí mismo, pero sus ganas de ver a la criatura fueron mas fuertes que el casación que sentía.

"¿Cómo... como esta? ¿Por qué no llora?" su voz ronca resonó en el silencio de la habitación, y por un momento creyó que había dado a luz un bebe muerto, pero ese pensamiento rápidamente desapareció al sentir que depositaban un cuerpecito en su pecho.

"Felicidades, chiquilla, tuviste una bambina igualita a ti" la comadrona dijo con una sonrisa, mientras con una sábana limpiaba a la infanta de la mucosa y sangre que se adhería a su piel. "No lloro porque al parecer los dioses te han bendecido con una criatura tranquila. Su padre debe ser una persona calmada, visto que ella solo saco tu colorido" agrego distraídamente mientras cortaba el cordón umbilical, y recogía un poco las cosas para poder atender mejor a la nueva madre.

La joven de ojos gris plomo rió entre dientes, negando cansadamente mientras una lagrima resbalaba por su mejilla colorada por el esfuerzo.

"Ni de cerca" susurró, abrazando el cuerpecillo contra su pecho sin importarle si estaba limpia o no, maravillada de que ella misma hubiera tenido un ser tan diminuto dentro de su cuerpo.

"Venga, hay que limpiarla para después poder atenderte" sin pedir permiso la partera tomo a la pequeña beba, y con un trapo mojado en agua tibia quito todo rastro del parto de ella, para después depositarla en la cuna que trajeron del cuarto contiguo. "Ahora, vamos a atenderte a ti, de lo contrario no podrás encargarte de tu hija"

Y a continuación paso a ayudarla a expulsar la placenta, asegurándose de que no hubiera ningún sangrado que pudiera poner en peligro la vida de la joven madre, y luego cambio los cobertores de la cama a unos nuevos, seguidamente la ayudo a asearse y ponerle un camisón limpio, para después dejarla reposando en la cama donde le acerco la cuna de madera hecha bellamente con relieves de lianas y hojas.

"¿Está segura de que no hay nada mal con ella?" preguntó muy preocupada cuando se le hizo entrega de la beba nuevamente. "No ha llorado nada desde que nació"

"Esta sana, chiquilla, no te preocupes algunos bebes son así" seguidamente le dio instrucciones de cómo debía amamantar y como cambiarle el pañal de tela. "Me quedare tres días para asegurarme de que todo esta bien con ustedes, después de eso estas por tu cuenta hasta que tus hermanos lleguen" al ver que ella iba a protestar, alzó la mano deteniéndola en el acto. "Yo fui a una de las que le hiciste favores con esos navíos tuyos, así que no es molestia. Si hay algún problema en el pueblo vendrán a buscarme"

Gioca se relajó al saber que por lo menos no estaría totalmente sola los primeros días, puesto que le daba miedo cometer algún error y lastimar a su hija, que de por si parecía tan frágil en sus brazos.

"Es tan pequeña" susurró quedamente, sintiendo un amor incondicional hacia ese pequeño ser, y fue en ese momento que la beba abrió los parpados y ella contuvo el aliento, sintiendo un nudo atenazar su garganta y lagrimas bajar por sus mejillas. "Tiene sus ojos..." sollozó besando la frente de su hijita, deseando que el Canceriano estuviera a su lado para ver el ser perfecto que habían creado esa noche robada en Porto Santo Stefano.

Efectivamente, unos ojos azul-violáceos se asomaron tras unas negras pestañas, y que a pesar eran opacos y no se había definido demasiado el tono por ser recién nacida, sin lugar a dudas tendría el color igual que su padre.

"¿Tienes un nombre para la beba?" curioseó la mujer de ojos azules desde la cocina mezclando un espeso guiso de carne, mientras el pan se hacía en el horno.

Acariciando la mejilla satinada de la infanta, la chica de cabellos azabache pensó por un momento hasta que finalmente un nombre acudió a su mente, y al instante una sonrisa se pintó en sus labios cincelados.

"Si, tengo el nombre perfecto para ti... mia bambina, Mellea"

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En general, los cuatro meses que habían pasado desde el nacimiento de su hija, habían sido estresantes, difíciles, pero valido la pena cada noche sin dormir y cada ataque de pánico que experimento. Todos los que entraban en contacto con la pequeña no podían evitar quedarse prendados de ella, pues a diferencia de muchos otros bebes, la bebe era muy tranquila y raramente lloraba, a menos que algo le doliera o estuviera muy hambrienta, del resto tenía un carácter pacífico y sonreía un montón, casi todo el tiempo.

Era una preciosura de bebe, con cabello abundante de un hermoso color ébano, que brillaban bajo el sol en todo momento, piel pálida con mejillas sonrosadas y aquellos increíbles ojos azul-violeta heredados de su padre tanto en colorido como en forma, todos podían decir que seria una mujer muy hermosa cuando creciera. Tenia a sus tíos políticos encantados, e incluso a los pocos aldeanos que la habían visto siempre terminaban regalándole un presente aquí y allá. Y encontró que muchas de las mujeres que vivían cerca de la joven madre, se presentaban voluntarias para ayudarla un poco en los quehaceres de la casa o en el huerto que estaba creciendo magníficamente y ayudaba a cubrir algunos gastos, aunque dinero realmente no le faltaba.

Incluso entonces, Gioca mantenía un diario de las evoluciones y cambios de la niña, en un intento de que el hombre al que amaba tuviera un vistazo, aunque fuera de otra fuente de la vida de ellas cuando él no podía estar presente.

Era agridulce, ya que cada vez que miraba a la beba se recordaba vívidamente del padre.

Era un milagro que ni Leo ni Mauro se hubieran dado cuenta y relacionado las dos cosas, dando efectivamente con la identidad del papá de su bebita, además que si sacaban cuentas el nacimiento cuadraba con su ultima estadía en Porto Santo Stefano, donde se habían encontrado con el hombre alto de peculiares cabellos azules.

Había tomado la costumbre de leerle las cartas que mandaba el Santo Dorado una a una y a hablarle de él cuando sabía que no había nadie más alrededor, también le maravillo que le encantara el peluche en forma de cangrejo ya que siempre parecía elegirlo más que los otros que le habían regalado. Amamantar por otro lado era difícil, pues nadie le había dicho que sería doloroso de vez en cuando, pero ella se negaba a que su hija se alimentara de otra fuente a menos que sus pechos ya no produjeran leche. Y la cantidad de pañales de tela que debía lavar constantemente la asombraba, pero al final era algo más que debía hacer.

Entre la muchacha y sus cuatro hermanos adoptivos, decidieron que seria mejor que ella se quedara en tierra manejando el negocio con la contabilidad y trazando los siguientes viajes y contratos con los mercaderes, hasta que la niña estuviera suficientemente crecida como para soportar los viajes tan largos.

Ese día en particular había recibido una de las misivas del guerrero de Athena, algo que la hacia feliz pues significaba que él no la había olvidado, especialmente porque las cartas eran bastantes constantes, pero su contenido algunas veces era preocupante, pues Manigoldo no se abstenía de la verdad, aunque fuera muy cruda, hablándole de los progresos del Santuario, y si, también de los avistamientos de los Espectros cerca de Grecia y otras partes del mundo. Le daba terror saber que la Guerra Santa se aproximaba a tanta velocidad, pues solo era cuestión de tiempo para que todo estallara en sus rostros, y solo los Dioses sabrían quien sobreviviría.

"Me temo solo podemos rezar por él, mia bambina" murmuró la joven mujer sentada en una manta en el pasto, en una breve pausa de atender su huerto; su única respuesta fue un feliz balbuceo de la beba, la cual estaba moviendo sus piernitas y manos, en una cesta de mimbre exquisitamente decorada para hacerla más cómoda.

A lo lejos vio a Tonto con la monita que había encontrado en sus muchos viajes y que usualmente viajaba con Pigro, juguetear en la hierba, mientras que Icarus, el cuervo que rescato el cual había tenido las alas dañadas apenas siendo un pichón, los observaba desde una de las ramas del árbol mas cercano a la casa.

"Esperemos que todo salga bien para tu padre y sus compañeros" suspiró sintiendo un nudo en el estómago, que ignoro olímpicamente para concentrarse en el aquí y ahora.

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"Mellea, ¡No!" Gioca rápidamente corrió hacia la pequeña de diez meses, la cual estaba gateando en el jardín y apunto de meterse un puñado de tierra en la boca, puesto que desde hacia unos meses había iniciado con la etapa de probar todo, incluso si eso no era exactamente comestible.

Su adorable carita mostro confusión, y al ver que su madre se acercaba repitiendo la negativa, la beba soltó el puñado de tierra que le había parecido tan interesante antes, y sonrió alzando los brazos hacia la joven mujer, con sus ojos azul-violáceos abiertos de par en par, esperando ser recogida como siempre.

Mamma!" ella balbuceó mostrando sus dos dientecitos, mientras sus manitas se agitaban en el aire.

"Eres demasiado adorable para tu propio bien, piccola mia" la chica de cabello negro suspiró, tomando a su hija en brazos y alejándola del huerto, donde estuvo a punto de comer algo no apto para infantes, mientras que esta solo sonreía angelicalmente y balbuceaba en la manera en que lo hacían los bebes.

La muchacha había estado toda la mañana recogiendo los vegetales de su jardín debido a que ese otoño estaba resultando algo frio y si los dejaba mucho tiempo podrían dañarse, luego con ellos los preservaría para el invierno cuidadosamente, especialmente porque ya a esa altura la niña estaba ingiriendo caldos livianos, con algunas cremas o papillas de verduras y frutas, aparte de su leche materna. Pero en un descuido, la infanta había gateado hasta el área de las zanahorias y decidido probar suerte con algo diferente.

"Sera mejor que te llevemos dentro antes de que decidas tratar de comer una roca o algo parecido" comentó mientras se sentaba a la beba en la cadera sosteniéndola con un brazo y con el otro tomaba la cesta de los vegetales, dándole una mirada por encima a la chiquilla agregando. "De todas formas hay que cambiarte de ropa ya que ensuciaste este vestido mas allá de lo posible"

Ya era entrada la tarde y con Mellea sentada tranquilamente en la alfombra de la sala de estar con un nuevo vestido limpio color ámbar claro, jugando con unos bloques de madera y su siempre fiel cangrejo de felpa, la chica de ojos grises se disponía a anotar la pequeña aventura en las hortalizas de ese día en el diario que estaba dirigido al alto hombre de cortos cabellos peculiares, cuando fue interrumpida por un toque en la puerta. Curiosa chequeó una vez más que la niña estuviera bien y no metida en alguna clase de problemas antes de levantarse e ir a abrir la puerta, encontrándose con el chico que siempre hacia los recados en el pueblo.

"¿Si, Danny?"

"Tiene una correspondencia, signora Abbiati" el chico sonrió ligeramente, antes de entregarle el sobre. "Espero que la bambina se encuentre bien, y que usted tenga unas buenas tardes" y con una inclinación de cabeza, él se dio la vuelta y regreso a donde su burro estaba esperando.

La joven se tensó al ver el remitente, sintiendo nuevamente un nudo en el estómago, que se hizo aun mas potente al leer el principio de la carta, pero al minuto siguiente sus piernas se aflojaron cayendo sentada en el sillón que previamente había estado ocupando, pues la noticia era una que la había dejado temblorosa, y si, dolida.

'Gioca,

Lo que sabíamos que se avecinaba llego, la Guerra Santa dio inicio oficialmente hace cuatro días atrás, y como me lo supuse ya han muerto varios guerreros bajos la Orden de Athena, y lamento tener que informarte que una de esas bajas es Albafika...

Enfrentó a uno de los tres jueces del inframundo y lo derrotó, pero fue a costa de su vida.

No se cuan seguido pueda mantener la comunicación puesto que no estoy seguro cuando seré enviado a las líneas fronterizas para luchar, o siquiera si sobreviviré... así que espero que tu te mantengas lejos de Grecia por el momento, y permanezcas a salvo, o me enfadare contigo un montón.

¡Si decides ser tozuda y te lastimas por venir hacia aquí, voy a hacer que el Tartaro parezca una fiesta de bienvenida cuando acabe contigo, pequeña sabandija!

Aun tenemos cosas pendientes de las que hablar, y no creas que no he notado que te estas guardando algo de lo que no me has contado, pero, aunque en este momento no puedo averiguarlo ten por seguro que en lo que acabe esta guerra contra Hades, y si sobrevivo, descubriré ese misterioso secreto...

Manigoldo'

"Dioses, Albafika-sama..." sus ojos se anegaron de lagrimas que pronto se deslizaron por sus mejillas, sintiendo un dolor en su corazón por el Santo de Piscis, el cual siempre había parecido preocuparse por ella hasta el punto en que comenzó a enviarle misivas de vez en cuando y con el cual estableció una amistad.

Le parecía inconcebible que alguien tan fuerte como lo fue el hombre de largos cabellos azul celeste y ojos cobalto pudiera ser derrotado... pero ese pensamiento solo le acarreo un miedo feroz, puesto que, si él podía caer, ¿Qué impediría que Manigoldo también lo hiciera? Estaba cerca de hiperventilar allí mismo cuando un toque en su pierna la saco de su estado de shock, notando distraídamente que estaba llorando.

"Mamma" la pequeña carita de Mellea la observo con el ceño fruncido, su labio inferior temblaba y sus grandes ojos azul-violeta estaban húmedos cuando escondió su rostro contra la rodilla de ella, hipando suavemente. "Mamma"

Gioca hizo una mueca de dolor, inmediatamente alzando a su hija en brazos y apretándola contra su pecho, puesto que la beba por lo general era tranquila y feliz, era raro verla triste, pero también había notado que esta era muy sensible, y si, algo perceptiva a lo que pasaba a su alrededor, por lo que lo más probable era que hubiera sentido de alguna forma que ella no se sentía bien y ver llorando a la adulta solo hubiera provocado que ella también lo hiciera.

"Oh... oh, piccola mia" beso suavemente la cabecita de su bebe, sintiendo una profunda tristeza en su interior, pero también un miedo atroz del futuro y lo que podía significar para ellas.

.

.

Desde ese momento prácticamente estuvo en guardia, sintiendo que había un hacha enorme sobre su cabeza esperando caer con la noticia que menos quería escuchar.

Octubre vino y se fue, dando paso a Noviembre y con este el cumpleaños numero uno de la bebe, en el que se deshizo de su preocupación por un momento y planeo la pequeña fiesta cuidadosamente, adquiriendo un pastel que encargo especialmente en el pueblo para ese día, porque no importaba cuanto había mejorado la joven madre en la cocina, aun era un desastre andante para lo que no fuera las comidas mas básicas; afortunadamente muchas mujeres del pueblo se acercaron con ollas llenas de alimentos ya preparados y para ayudarla a decorar el patio donde la chica había puesto algunas mesas y sillas para la reunión.

Iba a ser una pequeña fiestecita, con sus hermanos adoptivos y uno que otro aldeano del pueblo, entre esos Elisabetta, la persona que se volvió como una madre adoptiva de la joven mama azabache. En una de las mesas se colocaron los presentes de la cumpleañera, y en otra la comida, de donde cada quien se serviría lo que quisieran comer. En general la reunión fue tranquila y amena, con la niña observando todo con sus preciosos ojos abiertos de par en par y una sonrisa muy amplia en su boquita del color de las fresas; la mayoría de los regalos resultaron ser ropa o juguetes, y por supuesto cuando todos se hubieron ido bien entrada la tarde a sus casas y la muchacha azabache estaba terminando de guardar la comida su hija decidió sorprenderla a ella.

"Mi Dios, que cansada estoy" sus ojos gris plomo estaban algo resecos pues no había dormido mucho la noche pasada, pero igual puso buena cara por su bebe y para que sus hermanos no se preocuparan mucho.

"Mamma" la llamo sentada desde la sala donde sus nuevos juguetes estaban.

"¿Hmmm?" la chica se dio la vuelta una vez que se aseguro que todo estaba en orden en la cocina, y dio un respingo.

Con la boca abierta de la sorpresa observó atónita a su bebe empezar a gatear hacia ella, para luego detenerse como si estuviera considerando algo, y seguidamente con dificultad se impulsó con manos y pies, levantándose sobre piernitas temblorosas. Con el ceño fruncido ligeramente, dio un paso, dubitativa, y luego otro mas hasta que había alcanzado una corta cantidad de terreno, pero se detuvo abruptamente. Y simplemente pareció cambiar de rumbo, más la joven mujer no pudo evitar reír con ligeras lágrimas en sus pestañas, pues la niña había regresado a por su cangrejo de felpa, y fue allí que no se sostuvo más, y cayo sentada al lado de sus juguetes.

"¿Mamma?" Mallea la miró con grandes ojos iguales a los de su progenitor, sosteniendo el peluche en su manito y simplemente sonrió encantadoramente, haciendo bracitos para ser cargada.

Y por supuesto como siempre que su hija se lo pedía, Gioca no tuvo corazón para negarle nada y fue inmediatamente hacia ella, tomándola en brazos y luego lanzándola al aire, lo que ocasiono que esta soltara una carcajada.

"Tu papa estaría muy orgulloso de ti si te hubiera visto" murmuro contra el cabello de ébano de ella, teniendo que tragar el nudo de su garganta, y simplemente comprometerse a describir la acción en el diario que llevaba solo para él.

Por un momento en el tiempo, todo era normal...

Luego vino el desastre.

.

.

Febrero, 10 de 1748

Ese día en particular, Mellea pareció levantarse de un humor extraño, estaba inquieta y nada parecía satisfacerla o entretenerla por mucho tiempo, no quiso dormir la siesta de la mañana por lo que Gioca se vio en la necesidad de cargarla mientras hacia sus tareas diarias, como llevar la contabilidad de los tres navíos y algunos recados en el pueblo, pero en ningún momento se tranquilizó. No fue hasta después del almuerzo donde ninguna realmente probó mucho que la muchacha consiguió acostar a la beba con mucho esfuerzo, viendo que esta se durmió llorando, algo poco usual.

La joven mujer estaba cortando leña en la parte de atrás de la casa, preguntándose que era lo que tenia a su hija tan inquieta y quejosa, ignorando el nudo que se había formado como una roca de muchas toneladas en su estomago y la extraña sensación de opresión que sentía en su pecho desde que despertara oyendo a la infanta llorando en el cuarto contiguo.

No quería admitir ante nadie que estaba preocupada, pues el Santo de Cancer no había enviado misiva desde el mes anterior, y lo que había dicho en esa no era muy reconfortante dado que le informaba que muchos otros de sus compañeros había perecido, y le repetía que se mantuviera bajo cubierta lejos de Grecia; algo que realmente no tenia por lo que preocuparse, puesto que no importaba cuan intensa fueran sus ganas de ir a su lado, la seguridad de la niña pesaba mas en su consciencia como para actuar precipitadamente, como hubiera hecho de no existir su bebe.

Ya llevaba una hora en su tarea apilando y cortando los troncos para llevar dentro junto a la chimenea, puesto que, aunque estaban en Abril, aun hacia algo de frio, cuando decidió descansar unos minutos. Limpiándose el sudor de la frente con la manga de su vestido, el que usaba los días que iba a trabajar afuera en el huerto. Cuando de repente lo sintió... como si algo estuviera mal, y luego se congelo en el lugar, pues a sus espaldas había una presencia.

'Es una pena que al final nos encontremos de esta manera...' la clara voz del Santo Dorado sonó en la quietud súbita del patio.

"¡Manigoldo!" Gioca se levantó de un tirón del suelo con el corazón latiendo apresurado de felicidad y al girar a verlo tuvo que morder sus labios para no gritar en shock.

Su armadura la cual ella recordaba perfecta, ahora se encontraba agrietada, la hombrera izquierda estaba totalmente desaparecida al igual que el protector de su cabeza, y la piel que era visible, estaba arañada con algunos moretones. Pero había algo extraño mas allá de su súbita aparición en su propiedad con esa apariencia... y cuando logró detectar que era aquello, sintió como si alguien hubiera atravesado su corazón de un solo puñetazo.

"No... no, por favor no..." ella negó temblando de pies a cabeza, sus grandes ojos grises anegados de lágrimas, y aun así su cuerpo se rehusaba a moverse. Negándose a creer la realidad, y sabiendo que el futuro que tontamente había imaginado para después de la Guerra Santa nunca se haría realidad. "No... no..."

'Cuídate, Gioca...' y con una sonrisa llena de aceptación y un deje de tristeza, su silueta comenzó a transparentarse.

"¡No... por favor, aun no! Tengo que decirte... aún no te he dicho-" la muchacha desesperada intento decirle, sobre su embarazo, sobre sus sentimientos hacia él, sobre su hija, más las palabras no parecía salir de su atorada garganta.

Pero súbitamente, los labios del Santo de Cancer estaban sobre los de ella, en un beso abrasador que sabia a lagrimas y deseo, a desesperación y despedida. Sin embargo, tan pronto inicio termino abruptamente.

'Vive al máximo, cara mia'

Y al minuto siguiente, su presencia desapareció en un as de luz dorada, dejándola como si alguien hubiera arrancado un pedazo de su alma, con la sensación fantasmal de su boca y sabor como despedida. Mientras caía arrodillada en la tierra en un mar de lágrimas y sollozos que parecían ser arrancados de lo mas profundo de su ser, y en la casa, Mellea comenzó a llorar, como si pudiera de alguna forma sentir lo que había pasado.

Manigoldo, el Santo Dorado de Cancer, había muerto.

Continuara...

Bueno he aqui el cap...

Gioca tuvo que tomar una decisión difícil pero para su pensar era la correcta... por cierto ¿entendieron la referencia del nombre del cuervo y el gallo? xD (para los que no lo sepan los cuervos son una de las aves mas inteligentes del reino animal) Y si, lavar pañales de tela es engorroso, Okami lo puede confirmar con lujo de detalles :P

De nuevo, Isola d'Elba (también conocida como la Isla de Elba), sus ocho municipios, la provincia de Livorno y Grosseto, y Toscana son lugares reales en Italia que me tome la libertad de investigar :3

¡Nos vemos en el próximo capitulo! ¡Dejen sus opiniones!

Pagina de Facebook: Sister Of The Heart-SSTLC

¡Únanse, las esperamos!

Zoteria

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